unidad, identidad y conciencia nacional en un perú

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“UNIDAD, IDENTIDAD Y CONCIENCIA NACIONAL EN UN PERÚ
SEMI REGIONALIZADO”
Dr. Manuel Zevallos Vera (Filósofo)
UNIDAD, IDENTIDAD Y CONCIENCIA NACIONAL
Son tres conceptos que se ponen en evidencia cuando de ser un país
tradicionalmente centralista, el Perú camina a ser un país regionalizado en virtud
de lo prescrito por la Ley Orgánica de Regionalización N° 27867 sobre la base del
clásico sistema departamentalizado vigente desde la instauración de la República,
o sea que los 24 departamentos existentes se convirtieron en 25 regiones, con las
dos previstas para Lima por ser ciudad capital y por su densidad poblacional.
¿Qué diferencia justifica este cambio, se trata sólo de una nueva denominación o
de un contenido cualitativo diferente?. Un simple cambio de nombre no habría
merecido la dación de una ley orgánica ni la convocatoria a elecciones para
dotarlas de sus autoridades mediante el voto democrático de los pueblos del
Perú. El hecho real es que el Perú, hasta la fecha es un país semi regionalizado y
conservador del sistema, departamentalizado, con seria contradicciones y
restricciones para avanzar resueltamente en el anhelado sistema descentralista,
es decir que en este campo aún no hemos logrado una decisión estratégica y
geopolítica que aproveche todo nuestro potencial natural y humano para dar un
trascendental salto que nos saque de ser un país emergente. Somos,
lamentablemente, un país indefinido que por obra de sus gobiernos y de los
pueblos del Perú seguimos en el círculo vicioso de las contingencias,
improvisaciones y decisiones provisionales, como ha acontecido con este tipo de
regionalización que vivimos, lo que nos conduce a reflexionar sobre tres
conceptos y sentimientos comprometidos con la controversial discusión sobre la
concepción unitaria del Perú, de la que todas las constituciones nacionales que
nos han regido, incluyendo la actual, nos hablan de los conceptos de unidad,
identidad y conciencia nacional y que, a nuestro juicio, una nueva y definida
estructura de regionalización, reforzará y fortalecerá el corpus de la peruanidad.
Se trata pues de mantener la unidad dentro de la variedad.
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Nos preguntamos:
¿Es compatible el sentimiento de unidad nacional con el de descentralismo que
reclama la conciencia de las mayorías nacionales?. Constitucionalmente es
perfectamente compatible. Analicemos lo que se define por unidad. Según la
semántica de nuestra lengua, “Unidad es la propiedad de todo ser, en virtud de la
cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere”. Esta propiedad
funciona en los seres biológicos, físicos, humanos, individuales o sociales, en los
entes culturales, científicos, políticos, es decir en todo lo que es producto natural o
cultural.
De esta definición concluimos que el concepto de unidad de un ser natural o
social se mantiene inalterable si su esencia no cambia, pueden darse cambios en
sus partes manteniendo la unidad esencial, como sucede con la semi
regionalización iniciada por el Perú, en la que no obstante las nuevas atribuciones
conferidas a sus partes constitutivas, el Estado Peruano se refuerza en su
soberanía; el poder del gobierno unitario se descentraliza y sus partes se
fortalecen , lo que repercute en el fortalecimiento cuantitativo y cualitativo del
Estado, preservando la unidad nacional.
Analizando el concepto de identidad nacional, precisaremos, que se define “como
el conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los
caracteriza frente a los demás. Conciencia que una persona tiene de ser ella
misma, distinta a las demás”. Este concepto se aplica en los objetos del mundo
físico y material.
De esta definición podemos concluir que cada cosa, cada sujeto, cada ser y
comunidad poseen su propia identidad que es intransferible, que se conserva por
origen genético, se refuerza por las costumbres y la tradición y se va
enriqueciendo y fortaleciendo con las novedades, modelos y modas que se van
incorporando para participar de la modernidad, pero en ningún caso deben afectar
y alterar las esencias de su identidad que constituye su propia personalidad.
Si esto es así, nos preguntamos ¿existe una identidad nacional peruana,
arraigada y sólida?. Esta pregunta ha sido y sigue siendo un problema de debate
en todos los foros nacionales, las universidades, los parlamentos, las
publicaciones y la prensa peruana.
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Las instituciones dejadas por el colonialismo se van transformando lentamente a
partir de la influencia de los sectores universitarios como fueron la Universidad
Mayor de San Marcos y los ilustres centros liberales del Convictorio de San
Carlos en Lima, la Sociedad Amantes, del País, el Seminario Conciliar San
Jerónimo y la Academia Lauretana de Ciencias y Artes de Arequipa que datan de
la época de la Independencia del Perú, en las que se acogió los nuevos mensajes
de la democracia, por ejemplo, en el caso de Arequipa la presencia de Flora
Tristán, la autora de las “Peregrinaciones de una Patria”, que por primera vez
exhibió en público los volúmenes de los enciclopedistas franceses, lo que causó
escándalo entre la cucufatería arequipeña y que además era portadora de las
nuevas ideas socialistas que se incubaban en Europa.
El positivismo y el anarquismo está representado por un movimiento extra
universitario que lo lidera Manuel Gonzáles Prada, quien se subleva contra el
pasado que tradicionalmente nos ha mantenido atados a lo caduco e incitó a la
juventud y al pueblo a despreciar y censurar las lacras morales y la mezquindad
de intereses que rodearon nuestro fracaso nacional en la contienda del pacífico.
Gonzáles Prada asume en la práctica política un anarquismo que golpea sin
tregua a las posiciones de izquierda y derecha, conservadoras y reformistas. No
define un camino para el Perú y las esperanzas fallidas de nuestra patria no
encuentran en esta posición iconoclasta un derrotero para superar nuestros males
nacionales. Seguidores del positivismo con diferentes matices, fueron Javier
Prado, Jorge Polar, Manuel Vicente Villarán, Mariano H. Cornejo, de cuyo grupo
destaca nítidamente Villarán con sus planteamientos sobre la educación nacional
como la base del cambio, lo que denunció en su célebre discurso de inauguración
del Año Académico de la Universidad de San Marcos en 1900 abogando por la
formación de hombres prácticos y técnicos que necesitaba el desarrollo del Perú.
Frente a este liderazgo del positivismo, surgió la posición de don Mariano
Deustua, considerado como el Padre de la Filosofía peruana, que en su polémica
contra los positivistas de su época, aboga por un ideal educativo de integración
moralizadora. Deustua sostiene de una parte, que el pueblo es incapaz de
salvarse a si mismo y de otra, que la clase dirigente peruana está desquiciada.
Una crisis moral completa afecta al organismo nacional y habría que formar una
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nueva clase dirigente, una elite conductora del país. Para él, la educación
peruana debe formar hombres prácticos pero morales. Han pasado cien años y el
Perú lejos de superar su crisis moral la ha ahondado con una clase política que no
ha sabido aprovechar las potencialidades materiales y morales del pueblo
peruano y que, en el colmo de nuestra desgracia, en el gobierno de la última
década del siglo XX. Se ha mostrado indigna de asumir la representación de la
decencia, la sensatez, la honradez y los anhelos del Perú Epidérmico y del Perú
Profundo, del Perú de protocolo y del Perú que sufre miserias, del Perú capitalino
y del Provinciano, en resumen del Perú integral.
LA ECLOSIONANTE Y ESCARMENTADA SOCIEDAD
PERUANA DEL SIGLO XX
Vencida la etapa de formación de la República jurídica y políticamente hablando,
sobrevienen los efectos y consecuencias de la Primera Guerra Mundial y su
secuela, el ascenso del socialismo y del proletariado bajo el régimen de la Unión
Soviética, lo que impacta en las mentes de la juventud, de los intelectuales y del
pueblo en general, unos con simpatía y la mayoría con temor y preocupación.
Esta nueva situación mundial impulsa la aparición de pensadores que interpretan
la inquietud social de su tiempo, entre los que destaca la figura de José Carlos
Mariátegui que de intelectual y estudioso de nuestra realidad se convirtió en el
conductor del movimiento revolucionario peruano al calor de las eclosionantes
ideas del socialismo marxista. El marxismo irrumpe en los círculos intelectuales y
en la clase obrera que son protagonistas de memorables jornadas y agitaciones
sociales. Mariátegui funda el Partido Comunista del Perú. Simultáneamente
aparece otra personalidad que ofrece un nuevo cauce de acción revolucionaria.
Me refiero a Víctor Raúl Haya de La Torre que funda la “Alianza Popular
Revolucionaria Americana” APRA, que fija una equidistancia con Mariátegui y
póstula la tesis del marxismo adaptada a la realidad indoamericana, aplicando la
teoría relativista de Einstein de espacio y tiempo, pero a la vez se esfuerza por no
ser confundido con el comunismo.
Tanto el socialismo de Mariátegui que según él “no puede ser una copia ni un
calco, sino la creación heroica del pueblo peruano” como el aprismo de Haya de
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La Torre, son dos movimientos que llenan el acontecer social y político del siglo
XX, que inspiran los cambios, las crisis, los avatares y los avances del pueblo
peruano.
En la década del 60 del reciente siglo, aparece en la escena política, un
movimiento triunfante liderado por un profesor universitario procedente de las
canteras de la Universidad Nacional de Ingeniería, el Arq. Fernando Beláunde
Terry, cuyas bases filosóficas las inspira un joven filósofo sanmarquino, Francisco
Miró Quesada Cantuarias, sustentadas en las tradiciones de las peruanidad y que
Belaúnde las desarrolla, las enriquece y las resume en su frase “el Perú como
Doctrina” y que ha sido su ideal hasta su muerte en el año 2002.
En la década del 70 del siglo último, un joven filósofo como fue Augusto Salazar
Bondy, llena una etapa muy convulsionada y controvertida de la filosofía
comprometida con la ideología de la llamada “Revolución Peruana” que lideró el
General Juan Velazco Alvarado. Salazar, como uno de sus teóricos, interpretando
la situación de enajenación del hombre de los países subdesarrollados,
concretamente del peruano en su “Balance y Perspectivas” de su libro en dos
tomos “Historia de las Ideas en el Perú Contemporáneo”, textualmente dice:
“Todavía hoy a más de cuatro siglos después de la conquista sufrimos de un
hondo problema de personalidad nacional”. Nuestro mundo espiritual sigue
padeciendo del mal de la falta de integración y de autenticidad, porque
corresponde a una nacionalidad que ha nacido dividida y se ha malformado
siguiendo patrones extraños, en buena cuenta, decimos nosotros, el Perú aún no
logró su identidad y conciencia nacional y que la llamada revolución peruana de
Velazco, pretendió cambiar nacionalizando y peruanizando el país adicionando el
sello Perú a todas las razones sociales de las empresas productivas y de
servicios estatales como Petro Perú, Aero Perú, Minero Perú, Etc. Estrategia que
tampoco caló en el alma nacional.
En la década de los 80 con los regímenes del segundo gobierno del Presidente
Belaúnde y el primero en la historia peruana del gobierno del APRA con Alán
García Pérez, después de muchos trajines parlamentarios, se crean las regiones
con el patriótico objetivo de romper el centralismo político y descentralizar el Perú
para
impulsar
su
desarrollo
integral,
pero
resultó
que
se
impuso
el
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parlamentarismo provincial y la demagogia y la lucha partidaria se encarnizó, lo
que dió lugar a que el gobierno de Fujimori de la década de los 90 los cancelará y
los convirtiera en consejos transitorios de administración regional, CTAR,
situación que se mantuvo hasta el 2 de enero de 2003, lo que demuestra una vez
más, que en el Perú las politicas transitorias duran y perduran más que lo
permanente, somos un país de transitoriedades, de emergencias y de coyunturas,
lo que ratifica la necesidad de seguir el camino de la consolidación de la unidad
de pensamiento y sentimientos nacionales, que nos lleven a objetivos comunes
hondamente sentidos, pero traicionados por la división y el sectarismo partidario,
antidemocrático, suicida y antipatriota y para colmo, corrupto en la década del 90.
REFLEXIONES PARA UN PERÚ SEMI REGIONALIZADO
Las filosofías, ideologías y los partidos políticos que han tenido y tienen un lugar
en el corpus peruano, como parte de sus obligaciones educativas y sociales con
sus afiliados y militancias, tienen el deber de contribuir a la formación de una
identidad nacional; de una conciencia nacional que son sentimientos que
trascienden a las filosofías y a las ideologías y con mayor razón a los partidos
políticos y a las doctrinas religiosas. La misión de los educadores en las escuelas,
colegios y universidades y de los líderes de las comunidades nacionales,
políticas, laicas o religiosas es formar un alma nacional que se haga carne en el
espíritu y en la mente de niños y jóvenes y en general de todo ciudadano
peruano.
Tener alma nacional es poseer un alto grado de responsabilidad ética, moral y
humana, como común denominador.
Tener alma nacional es mirar los problemas peruanos y sus soluciones no a
través de los
intereses partidarios, sino visualizando y sintiendo el interés
nacional para evitar que el barco se hunda con moros y cristianos, con capitalistas
y
proletarios,
con
comunistas
y
conservadores,
con
partidarizados
e
independientes. Tener conciencia nacional es garantizar y estabilizar un proceso
educativo que forme hombres optimistas y constructivos, generosos, trabajadores,
productivos, respetuosos de los derechos humanos. Tener conciencia nacional es
defender a cabalidad
la salud, el trabajo dignificador, el derecho general a
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perfeccionarse y a respetar las opiniones e ideas ajenas y apoyarlas cuando son
positivas.
El poder educativo y político nacional es básico en la formación de una conciencia
nacional y no se reduce sectariamente, como lo entienden algunos líderes de los
partidos políticos, a formar e informar a sus comunidades partidarias con los
postulados doctrinarios de su agrupación, de una religión o ideología sino a que,
manteniendo las diferencias, divergencias y discrepancias en el debate de la
problemática nacional, se concluya sopesando con realismo las soluciones y
decisiones que se tomen con pragmatismo teniendo a la vista el interés general y
el bien común.
Tener conciencia nacional induce a que las administraciones nacionales,
pensando y asegurando los intereses del Perú y sus clases populares y pobres
mayoritarias, proscriban los negocios obscuros para saciar los hambres y apetitos
de funcionarios inmorales y antipatriotas, tanto nacionales como regionales, con
coimas que espantan a los posibles inversionistas de buena voluntad y de ética
empresarial o en su defecto que acepten la corrupción como estilo de negocios
inconfesables.
Tener conciencia nacional no es pretender borrar de la escena nacional a todos
los partidos políticos y doctrinas para que sólo quede uno que imprima su
ideología en el ámbito peruano, como lo pretendieron los dictadores de turno.
Tener conciencia nacional es ser auténtico y no falso ni egoísta; es ejercer una
profesión, un trabajo, una actividad social con responsabilidad y honradez. Los
narcotraficantes, los contrabandistas, los fanáticos, los violentistas, los terroristas,
los mentirosos de profesión, los explotadores del hambre y la miseria y los
insensibles a la pobreza material de los pueblos, carecen de conciencia nacional.
Dejar obras inconclusas por negligencia, imprevisiones y malos hábitos; llegar
tarde a nuestros compromisos; pedir aplazamiento en el cumplimiento de nuestras
obligaciones por falta de esfuerzo responsable personal o grupal; dejar las cosas
para mañana pudiendo y debiéndolas haber hecho hoy, son signos de nuestra
falta de conciencia y personalidad nacional y retarda la definición de nuestra
identidad nacional, lo que aún se ahonda con la existencia de etnias degradadas y
sometidas a formas existenciales que les son ajenas a su idiosincrasia y
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tradiciones que con mucho esfuerzo tratan de conservar, como ocurre con las
comunidades nativas quechua, aymará, selváticas y las importadas de África, de
cuyo complejo resultado sublimado, está naciendo una peruanidad que tiene un
poco o mucho de sus componentes nativos y foráneos lo que da lugar a un
mestizaje que se traduce en una unidad nacional integrada por todas sus partes
con derechos propios y peculiares diferencias de peruanos, tal como se comporta
la sabia naturaleza del paisaje peruano de costa, sierra y selva en el que conviven
el maíz nativo con el trigo importado; el algarrobo con el olivo; la lechuga con la
papa; la llama con el caballo; Wiracocha y Pachacámac con Cristo; el poncho con
el abrigo.
No tienen conciencia nacional ni moral los que a nombre de intereses grupales o
colectivos, por más legítimos que sean, bloquean carreteras, paralizan las
actividades normales y vitales de una ciudad, capturan puertos, aeropuertos,
servicios públicos provocando perjuicios, pérdidas irrecuperables y atraso a toda
una comunidad, región y al Perú; tampoco la tienen las personas y colectividades
que se comportan como el “perro del hortelano” que no comen ni dejan comer y
quienes quieren seguir siendo “mendigos sentados en un banco de oro” como lo
dijo el sabio Raymondi.
La integración de este complejo material, cultural y social se unifica en un todo
que se llama Perú, cuya peruanidad se identifica y se define por una conciencia
nacional y un alma nacional, común a todas sus partes. Se dice con repetición
monótona que el Perú es más grande que sus problemas, pero no basta con
decirlo y repetirlo como un slogan de meras esperanzas, sino que esta frase que
es real y verdadera, tiene que llenarse con la acción, el trabajo, la voluntad, la
producción material, social y cultural, puestas en nuestros actos de cada día, lo
que significa actuar, generalizadamente, con conciencia nacional, con alma
nacional, sin perder nuestra unidad como nación y sin atentar contra el derecho
natural de sus pueblos a administrarse y dirigir su vida regional con autonomía,
bajo la mira de una identidad propia, irrenunciable como es nuestro propio sello y
nuestra firma personal, sin alterar la esencia de la peruanidad como marco
unitario de todas las sangres, los credos y las esperanzas.
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