RAZAS NATIVAS DE LOS ESTADOS DEL PACIFICO

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RAZAS NATIVAS DE LOS ESTADOS DEL PACIFICO
(o “La cena de Moctezuma”)
LEWIS MORGAN
THE NORTH AMERICAN REVIEW, 1876.
-Reseña de L. H. Morgan a RAZAS NATIVAS DE LOS ESTADOS DEL
PACIFICO. POR HUBERT HOWE BANCROFT. NEW YORK APPLETON & CO.NACIONES CIVILIZADAS. VOL. II.
Traducción: Eduardo Suárez 1
(Licenciatura en Antropología Social y Cultural, UNSAM)
Los primeros informes sobre el pueblo de México crearon una poderosa
sensación en Europa. En las islas de las Indias Occidentales, los descubridores
españoles encontraron pequeñas tribus indias bajo el gobierno de jefes; pero en el
continente, en el Valle de México, hallaron una confederación de tres tribus indias
bajo un gobierno similar pero más desarrollado. En el medio del valle había un gran
pueblo, el más grande de América, rodeado de agua que se salvaba mediante rutas; en
realidad, se trataba de una fortaleza cercada por agua, inexpugnable al asalto de
indios. Este pueblo presentaba, a los aventureros españoles, el extraordinario
espectáculo de una sociedad india atrasada dos períodos étnicos atrás de la europea,
pero con un gobierno y plan de vida concurrentemente inteligente, regulado y
completo. Había surgido una insaciable curiosidad por detalles adicionales, la que ha
continuado por tres centurias, y ha llevado a la existencia del mayor número de
trabajos que haya sido escrito antes sobre cualquier pueblo del mismo número e
importancia.
Los aventureros españoles que conquistaron el pueblo de México vieron como
rey a Moctezuma, como señores a los jefes aztecas, y como palacio a la gran
edificación comunitaria ocupada, al estilo indio, por Moctezuma y sus acompañantes.
Tal vez fue un inevitable autoengaño por aquel tiempo, porque no sabían nada del
sistema social azteca. Desafortunadamente, inauguró la historia aborigen americana
sobre un error conceptual de la vida indiana, la que ha permanecido sustancialmente
no cuestionada hasta los tiempos actuales. El primer testigo visual dio el tono a esta
1
Publicado en el Blog de la Carrera de Antropología Social y Cultural de la Universidad Nacional de
San Martín: www.unsam.edu.ar/antropologia/
historia presentando a Moctezuma como un rey, ocupando un palacio de gran
extensión y poblado de sirvientes en el medio de una gran y populosa ciudad sobre la
cual él era mucho más que un reputado señor. Pero rey y reino se encontraron, en su
tiempo, demasiado comunes para expresar toda la gloria y esplendor que la
imaginación estaba comenzando a concebir acerca de la sociedad azteca; y el
emperador e imperio gradualmente dejaron de lado la más modesta concepción de los
conquistadores
Hasta la actualidad, un entusiasmo e industria lo suficientemente grandes para
producir los cinco volúmenes titulados “Las razas nativas de los Estados del Pacífico”
inspiran nuestro respeto. El entusiasmo acoplado con la industria ha desempeñado un
gran trabajo para la humanidad de todas las épocas; pero cuando están controlados por
una resplandeciente y descuidada imaginación, hay un peligro, dado que estos
volúmenes dan testimonio de un error conceptual sobre los materiales bajo
tratamiento, de pomposidad, de exageración, de teorías engañosas y falsas
conclusiones. Es una tarea descortés el puntualizar, desde un sentido del deber, viejos
errores aquí reproducidos y vueltos a refrendar y por lo tanto entran en antagonismo
con un autor para quien su crítica puede sino evocarnos un sentimiento de respeto.
En el segundo volumen de este trabajo, con el cual sólo en este artículo nos
ocuparemos, el elevado y temible emperador de los aztecas, cuyas supuestas materias
habrán totalizado, incluido los Tezcucanos y Tlacopanos, cerca de 150000 indios
cobrizos, y el gran imperio azteca, el que cubría un área tan grande cómo el estado de
Rhode Island entero, son magníficamente traídos a nuestras sorprendidas mentes.*
Hay aún una plétora de imperios, reyes y señores en este volumen -por ejemplo el
*
El valle de México, incluyendo las pendientes montañosas y excluyendo el área cubierta por agua, era
aproximadamente igual al estado de Rhode Island, el que contiene 1300 millas cuadradas; un área
insignificante para toda una tribu indo americana. Pero la Confederación ha subyugado un número de
tribus al sur y sureste del valle hasta Guatemala, y sometido bajo tributo. Bajo su plan de gobierno era
imposible incorporar estas tribus en la Confederación Azteca, la barrera del lenguaje constituyó un
obstáculo insuperable; y fueron dejados librado a gobernarse por medio de su propio jefe y de acuerdo
a sus propios usos y costumbres. Dado que no estaban bajo el gobierno azteca ni bajo usos aztecas, no
hay ocasión para hablar de ellos como parte de una Confederación Azteca, ni siguiera como un
apéndice de su gobierno. El poder de esta Confederación se extendía no más de unas cien millas más
allá del valle de México por los lados oeste, noroeste, norte y noreste, y este, en cada una de estas
direcciones se enfrentaban con tribus independientes y hostiles. La población de las tres tribus
confederadas estaba confinada en el valle, y probablemente no excedía las 250000 almas, si se igualara
tal número, nos arrojaría el doble de la presente población de Nueva York por la milla cuadrada, y una
población mayor a la milla cuadrada que el estado de Rhode Island ahora contiene. Los estimados
españoles de las poblaciones indígenas eran gruesas exageraciones. Aquellos que reclaman una
población mayor de la indicada para el valle de México se verán obligados a mostrar como una gente
bárbara, sin rebaños ni manadas y sin agricultura de campo, habrán sostenido en iguales áreas un
mayor número de habitantes que un pueblo civilizado dotado con estos adelantos.
imperio tolteca, el chichimeca y el azteca, uno después del otro; el imperio de Votan
y el de Quiche en el pequeño territorio de Guatemala; los reyes de Texcuco, Tlacopan,
Michoacan, Tollan, y otros reyes tan densamente ordenados como mirlos; además
príncipes “nobles, gentiles, plebeyos y esclavos”* ad nauseam. Toda la gran
terminología del Viejo Mundo, creada bajo instituciones despóticas y monárquicas
durante varios cientos de años de civilización para adornar hombres particulares y
clases de hombres han sido derrochadas por nuestro autor con prodigalidad americana
sobre simples esquemas indianos y jefes guerreros; sin percibir de ese modo que el
pobre indio estaba gravemente equivocado, por que no había inventado tales
instituciones ni formado una sociedad como esos términos implicaban.
Este trabajo, debe admitirse, está en entera armonía con el grueso de los
trabajos sobre la América hispana. Encarna sus extravagancias, exageraciones, sus
absurdos y corre bajo ellas en el fervor de la imaginación y en la temeridad de la
afirmación. Un hecho psicológico, que merece un momento de atención, es revelado
por estos trabajos, escritos como fueron con el deseo de la verdad y sin intentar
decepcionar. Estos escritores debieran haber sabido que cada tribu india en América
era una sociedad organizada, con instituciones definidas, usos y costumbres, los que
precisados, habrían explicado perfectamente su gobierno, relaciones sociales del
pueblo y su plan de vida. La sociedad indiana podría explicarse tan completamente y
entenderse tan perfectamente como la sociedad civilizada de Europa o América,
descubriendo su exacta organización. Esto es extraño decir, no ha sido intentado, o al
menos nunca realizado por ninguno de estos numerosos y voluminosos escritores.
Para cada autor, desde Cortes y Bernal Díaz hasta Brasseur de Bourbourg y Hubert H.
Bancroft, la sociedad india era un misterio inmensurable; y sus trabajos la han dejado
aún como misterio. Ignorante de su estructura y principios, e incapaz de comprender
sus peculiaridades, ellos invocaron a la imaginación para proveer lo que fuera
necesario para completar el cuadro. Cuando la razón, en demanda de hechos, es
incapaz de entender y por lo tanto incapaz de explicar la estructura de una sociedad
dada, la imaginación camina valientemente y sin miedo eleva su brilloso entramado a
los cielos. De este modo, en este caso, tenemos un gran romance histórico, enhebrado
sobre la conquista de México como en un hilo; las acciones de los españoles, el
pueblo de México, y su captura, son históricos, mientras que las descripciones de la
*
Naciones Civilizadas, página 124.
sociedad y gobierno indios son imaginarias y engañosas. Estos cuentos pintorescos
han sido leídos con admiración y encanto, tal como fueron sucesivamente
apareciendo, por trescientos cincuenta años; aunque demuestren ser romances, se
continuará su lectura, tal como Robinson Crusoe se lee, no porque son verdaderos,
sino porque son agradables. La revelación psicológica es el ansiado e indefinido
interés suscitado por cualquier imagen de la sociedad antigua. Es sentida por
cualquier extraño con camina por primera vez las calles de Pompeya y, parado entre
las paredes de sus casas sin techo, procura imaginarse a sí mismo en la vida y la
sociedad que floreció allí hace ochocientos años. En México los españoles
encontraron una sociedad organizada varios cientos de años antes de su propia
sociedad pompeyana, en sus artes, instituciones y su estado de progreso. Era esta
revelación de la fase de una antigua vida de la humanidad, que poseía y aún posee, tal
poder para encender la imaginación e inspirar entusiasmo. Capturó la imaginación y
superó al juicio crítico de Prescott, nuestro más encantador escritor; arraso el animado
cerebro de Brasseur de Bourbourg; y capturó a nuestro autor en un torbellino en el
Golden Gate.
La aparición de este trabajo tal como es, y el elogio que ha recibido de sus
columnistas, revelan, con dolorosa distinción, la realidad de que no tenemos ciencia
sobre Etnología Americana. Tal ciencia, fundada como debiera sobre hechos
verificados, y tratando con instituciones, artes e invenciones, usos y costumbres,
lenguas, creencias religiosas y plan de gobierno de las tribus indianas, debería, si
estuviesen plenamente precisados, encauzar así como merecer el respeto del pueblo
americano. Con la excepción de un amateur aquí o allá, los eruditos americanos no
han deseado abocarse a tan vasta empresa. Podía ciertamente decirse, en este
momento, que la estructura y principios de la sociedad indiana no son más que
parcialmente conocidas, y que el indígena americano en sí mismo es un enigma entre
nosotros. La cuestión sigue estando ante nosotros, como una nación, o bien
emprenderemos el trabajo de proporcionar una explicación científica de la sociedad
indiana, o dejarla tal como aparece, cruda, sin sentido, ininteligible, un caos de
contradicciones y pueriles absurdos. Con un campo de inigualada riqueza y de una
vasta extensión, con la misma raza roja en todos los estadios de progreso indicados
por tres grandes períodos étnicos a saber, el estado de salvajismo, el bajo estado de
barbarismo y el estado medio de barbarismo,* debieran ser buscadas más personas
deseosas por trabajar sobre este material para el crédito de la escuela americana. Será
necesario que ellos hagan lo que Herodoto hizo en Asia y África, visitar las tribus
nativas y sus villas y campamentos, y estudiar sus instituciones como organismos
vivientes, su condición y su plan de vida. Cuando esto haya sido completado desde la
región del Mar Antártico hasta la Patagonia, la sociedad indiana será inteligible
porque su estructura y principios serán comprendidos. Exhibe tres fases distintivas,
cada con una cultura que le es propia, soportada en la civilización y en el estadio
superior del barbarismo; teniendo poco en común con la sociedad europea de
trescientos años atrás, y muy poco en común con la sociedad americana de hoy en día.
Sus instituciones, invenciones y costumbres no encuentran analogías en aquellas
naciones civilizadas y no pueden ser explicadas en términos adaptados a tal sociedad.
Nuestras últimas investigaciones están haciendo su trabajo cada vez más en el
proyecto de visita directa; y no tengo duda que una Etnología Americana llegará a
existir entre nosotros, y crecerá en la estima pública a partir de los importantes
resultados que rápidamente obtendrá. Precisamente, lo que se necesita ahora es la
comprobación y el tratamiento científico de este material.
Después de lo general, una condena de los escritores españoles y americanos,
en la medida en que ellos representan la sociedad azteca y su gobierno, algunos
hechos han de ser presentados para justificar el cargo. Reconociendo la obligación, yo
propongo cuestionar la credibilidad de gran parte del segundo volumen de “Las Razas
Nativas”, y de gran parte de otras historias hispánicas que se refieren a dos temas, -el
tipo de vivienda en la que Moctezuma residía, un palacio estilizado; y el relato de la
celebrada cena de Moctezuma, representado como el banquete diario de un potentado
imperial. Ningún tema, considerado en sí mismo, es de mucha importancia; pero si los
informes sobre estos dos particulares se encuentran ficticios y engañosos, una brecha
será realizada sobre una sección vital del tejido del romance azteca, ahora el mayor
mortal encumbramiento sobre la Etnología Americana.
Podría establecerse la premisa que existe una fuerte probabilidad, de lo que es
sabido acerca de la vida y sociedad indiana, que la casa en la que Moctezuma se
*
Las tribus indias bajo el arte de alfarería, como una serie de tribus costeras en el norte y sur de
América, estaban en el salvajismo; las tribus practicantes de este arte, así como las tribus de los Estados
Unidos al este del Missisipi, si bien eran ignorantes acerca del uso de los ladrillos de adobe y piedra en
la arquitectura de casas, estaban en el estadio bajo del barbarismo; y aquellas tribus que construyeron
casas con ladrillos de adobe y piedra, pero que ignoraban el hierro, así como las tribus del Nuevo y
alojaba era una vivienda común según el modelo aborigen americano, propiedad de
un gran número de familias relacionadas, y ocupada por ellas como condóminos; que
la almuerzo en cuestión era la usual comida única de un hogar comunal, preparada en
una cocina colectiva de almacenes comunes y dividida al estilo indiano desde la
caldera; y que todos los españoles encontraron en México una simple confederación
de tres tribus indias, cuya contrapartida fue encontrada en todas partes de América.
Puede postularse adicionalmente que los aventureros españoles que atestaron
el Nuevo Mundo después de su descubrimiento encontraron la misma raza de indios
cobrizos en las islas de las Indias Occidentales, en el Centro y Sudamérica, en Florida
y en México.
**
En su modo de vida y medios de subsistencia, armas, artes, usos y
costumbres, instituciones y en sus características mentales y físicas, ellos eran el
mismo pueblo en diferentes estadios de progreso. Ninguna distinción de raza fue
observada y ninguna en realidad existía. Ellos estaban divididos en numerosas tribus
independientes, cada una bajo el gobierno de un consejo de jefes. Entre las más
avanzadas tribus existían confederaciones que representaban el más alto estadio que
sus instituciones habían alcanzado. En algunas de ellas, tal como en la confederación
azteca, tenían un jefe guerrero principal elegido de por vida o por buen
comportamiento que era el comandante general de las bandas guerreras. Sus
atribuciones eran las de un general y necesariamente arbitrarias en el campo. Detrás
de este jefe guerrero -dado a conocimiento, en verdad, por los narradores españoles,
pero sin explicar o comprobar sus funciones- estaba el consejo de jefes, “el gran
consejo sin cuya autoridad”, Acosta remarca, Moctezuma “no podría hacer nada de
importancia”* Los poderes civiles y militares del gobierno estaban en cierto sentido
coordinados entre el consejo de jefes y comandante militar. El gobierno de la
confederación azteca era esencialmente democrático porque su organización e
instituciones lo eran. Si se necesitaba una mayor denominación especial, sería
suficiente describirla como una democracia militar.
Los españoles que invadieron México y Perú dieron una muy diferente
Viejo México, América Central y Perú estaban en el estadio medio del barbarismo.
“Pero entre todos los habitantes de América hay tal llamativa similitud en las forma de sus cuerpos y
en la cualidades de sus mentes, a pesar de las diversidades ocasionadas por la influencia del clima, o el
desigual avance en el progreso, debemos pronunciarnos por su descendencia de una única fuente.”Robertson’s History of America, Law’s ed., p. 69
*
La Historia Natural y Moral de las Indias Orientales y Occidentales, Lond. Ed., 1604, Grimstone’s
Trans., p. 485
**
interpretación de estas dos organizaciones. Habiendo encontrado, como suponían, dos
monarquías absolutas con características feudales, la historia de las instituciones
amerindias fue arrojada en este molde. La principal atención de los europeos en el
siglo dieciséis estuvo dirigida a estos dos gobiernos, al que los asuntos de las
numerosas tribus remanentes y confederaciones fueron subordinadas. Historia
subsecuente ha corrido en los mismos carriles por más de trescientas centurias,
luchando diligentemente para confirmar lo que por confirmación era imposible. La
generalización fue tal vez lo suficientemente apropiada, que si las instituciones de los
aztecas y peruanos, las más avanzadas tribus indias, culminaron en monarquía,
aquellas de las tribus indias fueron esencialmente monárquicas y por lo tanto aquellas
de México y Perú deberían representar las instituciones de la raza cobriza.
Puede suponerse, finalmente, que las historias de los españoles americanos
pueden ser confiables en todo lo que se relaciona con los actos de los españoles, y en
los actos y características personales de los indios; en todo lo que se relaciona con sus
armas, implementos y utensilios, tejidos, comida y vestido y cosas de características
similares. Pero en todo lo que se relaciona con el gobierno y sociedad indiana, sus
relaciones sociales y plan de vida, son enteramente sin valor, porque no conocieron y
aprendieron nada de cualquiera de ellos. Estamos en completa libertad de rechazarlos
en estos aspectos y comenzar de nuevo; usando cualquier hecho que pudiera contener
y que armonice con lo que se conoce de la sociedad indiana. Fue una calamidad para
toda la raza cobriza que los logros de los pueblos indígenas de México y América
Central, en el desarrollo de sus instituciones, habrían de sufrir un naufragio casi total.
El único remedio para el mal ocasionado a ellos es recuperar, si es posible, el
conocimiento de sus instituciones el que por sí solo puede ubicarlas en su apropiada
posición en la historia de la humanidad.
A fin de entender un tan simple evento en la vida indiana como la almuerzo de
Moctezuma, es necesario conocer ciertos usos y costumbres y aún ciertas instituciones
de las tribus indias que, generalmente, han tenido directa relación con la almuerzo de
todo indio en América para la época de la conquista española. Aunque pueda parecer
extraño al lector, requiere un conocimiento de varias clases de hechos para
comprender este almuerzo; porque es necesario liberar la mente de una ficticia
explicación antes de que otra pueda sustituirla. Para este propósito y dentro de los
necesarios límites de este artículo, me esforzaré en explicar, a grandes rasgos, las
siguientes instituciones y costumbres que fueron sustancialmente universales en la
familia indiana, y por lo tanto existieron, presumiblemente, entre los aztecas. También
se hará referencia a lo que se conoce de su existencia y práctica entre los últimos. Son
las siguientes:
1. La organización en gens, fratrias y tribus.
2. El dueño de las tierras en común.
3. La ley de hospitalidad.
4. La práctica del comunismo en el vivir.
5. El carácter comunal de sus viviendas.
6. Sus costumbres de tener tan sólo una comida preparada cada día, - un
almuerzo.
7. Su separación en las comidas, los hombres comiendo primero y luego las
mujeres y los niños.
Ya que los escritores sobre asuntos aztecas no consideraron ninguno de estos
temas dignos de investigación, excepto el segundo, es necesario mostrar su
predominio general en otras tribus indias para crear una probabilidad de su
regularidad entre los aztecas, así como para hacer efectiva la existencia de tales
huellas entre estos últimos, ya que estos escritores las han proporcionado
incidentalmente . La necesidad de este largo proceso está implicada sobre nosotros
por la imperfección de los relatos españoles.
1. La Organización en Gens, Fratrias y Tribus.
La organización de los gentiles nos abre el más viejo y amplio predominio de
las instituciones de la humanidad. Nos proveyó el plan casi universal de gobierno de
la sociedad antigua, asiática, europea, africana, australiana y americana. Fue el
instrumento mediante el cual la sociedad fue organizada y desarrollada en conjunto.
Comenzando en salvajismo y continuando a través de los tres subperíodos de
barbarismo, permaneció hasta el establecimiento de la sociedad política, la que no
apareció hasta después que la civilización comenzó. Las gens, fratrías y tribus griegas,
las gens, curia y tribu romanas, encuentran sus analogías en las gens, fratrias y tribus
de los aborígenes americanos. De la misma manera, el “sept.”
*
irlandés, el clan
escocés, la fratría de los albaneses, y las “ganas” sánscritas, sin extender la
*
Equivale a clan (nota del traductor).
comparación más allá, son las mismas que las gens de los indios americanos, las que
usualmente han sido llamadas clan. Hasta lo que nuestro conocimiento se extiende,
esta organización corre a través de todo el mundo antiguo sobre todos los continentes,
y ha sido reducida al período histórico por tales tribus en lo atinente a la civilización.
Es necesario conocer el carácter y recurrencia de esta organización entre las
tribus indias como un medio de comprender la sociedad azteca. Los iroqueses, cuyo
sistema es perfectamente conocido, ofrecerá la mejor ilustración. La tribu iroquí
seneca está compuesto de ocho gens. Un gen es un cuerpo de consanguinidad cuyos
miembros llevan un nombre gentil común, como Wolf, Bear, Beaver, Turtle, etc. Con
la descendencia en la línea femenina, tal como entre los iroqueses, los gens están
compuestos por un supuesto ancestro femenino y sus hijos, junto con los hijos de sus
descendientes femeninos a perpetuidad. Incluye este ancestro y sus hijos, los hijos de
sus hijas y los hijos de sus descendientes femeninos, mientras que los hijos de sus
hijos y los hijos de sus descendientes masculinos están excluidos. Los últimos
pertenecían a las gens de sus respectivas madres. Sólo la mitad de los descendientes
del supuesto ancestro pertenecen a la gens. Cuando el descendiente está en la línea
masculina, tal como era entre los griegos y entre los mayas de Yucatán, la gens está
compuesta por un supuesto ancestro masculino y sus hijos, junto con los hijos de sus
hijos y los hijos de sus descendientes masculinos a perpetuidad, mientras que los hijos
de sus hijas y los hijos de sus descendientes femeninos pertenecerían a otras gens.
Cada gens tenía su propio líder de la tribu y uno o más jefes elegidos entre sus
miembros. El cargo de líder de la tribu era hereditario en la gens, en el sentido que
era ocupado tan pronto como una vacante se produjera, mientras que el cargo de jefe
no era hereditario porque era otorgado en recompensa por el mérito y se extinguía con
el individuo. Así distinguimos dos grados primarios de jefes del cual todos los otros
grados son variedades. Un hijo no podría ser elegido para suceder a su padre cuando
el descendiente fuera de la línea femenina, porque pertenecía a una gens diferente y
ninguna gens aceptaría un líder de la tribu o jefe de ninguna otra gens que la suya. El
cargo pasaba de hermano a hermano o de tío a sobrino; pero, mientras todos los
primos masculinos fueran hermanos bajo su sistema de consanguinidad, la persona
elegida no era necesariamente un propio hermano; y como todos los hijos de los
primos femeninos de una persona eran sus sobrinos, el sobrino elegido no era
necesariamente el hijo de una hija propia de un líder de tribu fallecido. Esta regla es
mencionada porque la sucesión azteca era precisamente la misma que los iroqueses; el
cargo detentado por Moctezuma pasando de hermano a hermano o de tío a sobrino.
Asumiendo la existencia de gens aztecas, con descendencia en la línea femenina, la
sucesión azteca es perfectamente inteligible.
La gens era individualizada por los siguientes derechos, privilegio y
obligaciones:
I. El derecho a elegir su líder de tribu y jefes.
II. El derecho a resguardar su líder de tribu y jefes.
III. La obligación de no casarse dentro de la gens.
IV. Derechos mutuos de herencia de la propiedad del miembro fallecido.
V. Obligaciones mutuas de ayuda, defensa y reparación de injurias.
VI. El derecho a conservar nombres entre sus miembros.
VII. El derecho de adoptar extraños dentro de la gens.
VIII. Un lugar común de entierro.
IX. Un consejo de la gens.
La falta de espacio preludia una exposición de estas características. Todos los
miembros de la gens eran libres y obligados a defender la libertad del otro; ellos eran
iguales en posición y derechos personales, el líder de la tribu y los jefes alegando
ninguna superioridad; y ellos eran una hermandad unida por los lazos parentales. La
libertad, igualdad y fraternidad, aunque nunca formuladas, eran principios cardinales
de la gens. Estos hechos son materiales porque la gens era la unidad de su sistema
social y gubernamental, cimiento sobre el que la sociedad indiana estaba organizada.
Una estructura compuesta por esas unidades debería por necesidad llevar la impresión
de su carácter; para que la unidad, lo que el compuesto. Sirve para explicar que el
sentido de la independencia personal es universalmente un atributo del carácter
indiano. Tal y por lo tanto sustancial era el carácter de la gens así como antiguamente
existió en plena vitalidad entre los aborígenes americanos. Sobre las gentes reposaba
la fratría, la tribu, y la confederación de tribus. Los tres mil Senecas divididos entre
ocho gentes nos darían un promedio de trescientos setenta y cinco personas a una
gens.
Próximo
en la escala de organización esta la fratría consistente en un
cierto número de gentes reunidas en una más elevada asociación de ciertos objetos
comunes. Los Senecas estaban en dos fratrias, cada una consistente en cuatro gentes,
de los cuales aquellos en la misma fratría eran gentes hermanos entre sí y primos entre
los otros cuatro. Esta organización era para objetivos religiosos y sociales más que
para gubernamentales. Las tribus Cayuga, Onondaga y Tuscarora tenían el mismo
número de gentes cada una, reunidos en el mismo número de fratrias, mientras que las
tribus Oneida y Mohawk no tenían más que tres gentes cada una y no fratrias.
El tercer estadio de organización es la tribu. Está compuesta por un número de
gentes de linaje común, todos sus miembros hablan el mismo dialecto. La tribu
mantenía un territorio independiente, llevaba un nombre tribal y poseía un gobierno
administrado por un consejo de jefes. Fuera de la gens venía el jefe, y fuera de la
unión de gentes en una tribu venía el consejo compuesto por los jefes de las gentes.
Era el instrumento de gobierno y era el único conocido para los aborígenes
americanos. El gran cuerpo de las tribus indias estaba organizado en gentes
precisamente como aquellas de los iroqueses. Su gobierno era puramente social,
tratando con personas a través de sus relaciones con la gens y la tribu, y perfectamente
simple cuando se lo examina como una organización.
Cuarta y última está la confederación de tribus, la que era el último estadio de
organización y el más alto que los aborígenes podían alcanzar. Estaba compuesto por
tribus hablando el mismo dialecto del mismo inventario de lenguajes, las tribus habían
sido formadas por la segmentación de una tribu original. La subdivisión seguida por la
separación en área y divergencia de habla, debería dejar a cada tribu en posesión de
las mismas gentes, y con un dialecto del mismo lenguaje, lo que proveía los elementos
de unión sobre el que las confederaciones eran compuestas y por medio de los cuales
se hacía posible. La Confederación Iroqués consistía en cinco tribus, luego
incrementadas a seis, cada una ocupando un territorio independiente y permaneciendo
bajo el gobierno de su propio consejo en todo lo que estuviera relacionado con la tribu
individualmente. Ellos estaban también bajo el gobierno del consejo general de la
confederación y en todo lo relacionado a sus intereses comunes como tribus unidas.
El consejo de líderes de tribu (sachems) consistía en cincuenta miembros
tomados de ciertas gentes de varias tribus. Los cargos eran hereditarios en esas gentes,
pero electivos entre sus miembros. Cuando una vacante se producía durante el
fallecimiento de un sachem en cualquier tribu, un consejo de las gens decentes se
convenía a elegir su sucesor, en el cual todos los miembros adultos varones y mujeres
de la gens tenían derecho a votar. Después de haber hecho su elección era necesario
que las gens remanentes debieran aceptar o rechazar la nominación. Ellos se reunían
para este propósito en fratrias. Si cualquiera de ellas rechazara la nominación, su
nominación era así dejada de lado y las gens procedían a realizar otra elección.
Cuando la elección hecha por las gens fuera aceptada por las fratrias, era aún
necesario que el nuevo sachem debiera ser “elevado”, para usar su expresión, e
investido con su cargo por el consejo de la confederación. Hasta que la ceremonia de
investidura no fuera desarrollada, no podía asumir las obligaciones del sachem. Así
cuidadosamente seguidos eran los derechos
e independencia del pueblo en la
elecciones de sus líderes de tribu (sachems) y jefes, los últimos obteniendo un cargo
en gran parte de la misma manera.
El mismo cargo reaparece entre los aztecas y fue detentado por Moctezuma.
Es probable que fuera hereditario en una gens particular y electivo entre sus
miembros, como el cargo del jefe guerrero principal entre los iroqueses. El blasón en
la casa ocupada por Moctezuma era un águila, lo que de por sí crea la presunción de
que pertenecía a la gens del águila. Un cargo electivo implica un distrito electoral;
pero ¿qué era la circunscripción electoral en este caso?. Se nos ha dicho que había seis
electores, cuatro aztecas, un Tezcucano y un Tlacopano; pero ¿quién hizo a los
electores?.
Nuevamente se nos dijo que era prerrogativa incumbente al cargo
nombrar seis electores para nominar su sucesor. Esta no es la teoría de un cargo
electivo indiano y es, por otra parte, improbable a primera vista. Los historiadores no
han dado una explicación a la estructura de la sociedad azteca. Por nada que parece el
pueblo era una chusma desorganizada. Un emperador, con señores y nobles, jueces,
capitanes y funcionarios municipales aparecen , -una multitud de cargos de todos los
grados, pero con ninguna sociedad organizada detrás de ellos a quien fueran
responsables. Como estos hombres entraron en sus cargos y la permanencia por la que
se sostuvieron ha quedado en el misterio. Moctezuma los nombraba, nos haría
creernos, porque es así fácilmente disponía sobre la dificultad. Pero han mencionado
dos hechos que podrían permitir a futuros investigadores resolver el problema de la
elección de
Moctezuma. Parece ser que los aztecas ocupaban su pueblo en cuatro divisiones,
precisamente como los Tloascalanos ocupaban la suya, cada una en un cuarto distinto,
llamados los cuatro cuartos de México. Parece altamente probable que estas
divisiones eran cuatro fratrias aztecas. Estas nuevamente son representadas por
Tezozmoc y Herrera como cayendo en subdivisiones. Es igualmente probable que
estas subdivisiones fueran de tantas gentes. Cada una de estas subdivisiones, tal como
se mostrará, tuvieran tierras en común. Cuando un pueblo organizado en gentes,
fratrias y tribus se reúne en un pueblo o ciudad, se establecen localmente bajo gentes
y tribus, -una necesaria consecuencia de su organización social. Las gentes y tribus
romanas y griegas se establecían en sus ciudades de esta manera. Por ejemplo, las tres
tribus romanas estaban organizadas en gentes y curias (diez gentes en una curia y diez
curias en una tribu), la curia siendo la analogía de la fratria; y se establecían
localmente en Roma bajo gentes, curias y tribus. Los Rómulos ocupaban la colina
Palatina, los Tito Tacios estaban mayormente en el Quirinal y los Lucio Taes
mayormente en el Esquilino. Si los aztecas estaban organizados en gens y fratrias, con
una sola tribu, tendrían que ser encontrados en tantos cuartos como fratrias tuvieran,
con cada gens de la misma fratria de las principales a nivel local por sí sola. El hecho
que el cargo de jefe de guerra pasara de hermano a hermano o de tío a sobrino es
confirmado por dos elecciones bajo la vista de los españoles. Moctezuma fue
sucedido por su hermano Cuitlahua y el último fue sucedido por su sobrino
Guatemozin. Lo mismo se sabe que ha ocurrido en un previo número de sucesiones.
Se puede por lo tanto sugerirse como una explicación probable que el modo de
elección del cargo era hereditario en una gens por los miembros de los cuales se había
hecho la elección. Su nominación estaba luego sometida a la aceptación o rechazo de
las cuatro fratrias aztecas, y también a los Tezcucanos y Tlacopanos, quienes estaban
directamente interesados en la elección del comandante de la confederación. Cuando
cada uno había considerado y confirmado la nominación, nombraban una persona
para expresar su asentimiento, donde los seis electores. Su función era comparar los
votos de sus constituyentes y si acordaban anunciar el resultado. Esto se presenta
como una conjetura sobre los fragmentos de evidencia remanentes, pero para
armonizar con los usos indios y con la teoría del cargo electivo de un jefe indio.
Puede mencionarse que Moctezuma fue depuesto por cobardía cuando fue prisionero
en manos de Cortés y su hermano Cuitlahua puesto en su lugar. El relato de Herrera
hace de esto una simple y necesaria inferencia;
*
así mostrando que el poder que
elegía y deponía un cargo estaba constantemente presente. También implica una
sociedad organizada y expresa la vitalidad del sistema social.
Recurriendo a la organización iroquí, puede remarcarse que la gens se fundaba
en el parentesco, la fratria en el parentesco de las gentes, la tribu sobre el dialecto y la
confederación sobre el inventario de lenguajes. Resultaba en una sociedad gentil,
*
Historia de América, Lond, ed., 1723, Stevens Trans., l. c. i-i. 66
fundamentalmente diferente de la sociedad política soportada en un territorio y
propiedad. Se notará más adelante que las instituciones de los iroqueses eran
esencialmente democráticas, -un hecho que finalmente se encontrará verdadero en
cada tribu y confederación de los aborígenes americanos.
Otras confederaciones existían además de las iroqueses; entre las cuales
podemos mencionar la Confederación griega de las seis tribus, la Confederación
Powhattan, de lo que poco se sabe, la Confederación Ottwa de las tres tribus, la Liga
Dakota de los Siete Consejos de Fuego, la Confederación de los Siete Pueblos Moqui
en Nueva México y la Confederación Azteca de las tres tribus. Pistas de la misma
organización se encuentran en partes de Nuevo y Viejo México, América Central y
Sudamérica.
Nos queda mostrar la prevalencia de la organización gentil en América
mediante una referencia a las tribus donde se ha afirmado su existencia. Los
Wyandotes están compuestos por ocho gentes en dos fratrias, los Creeks de veintidós
gentes, los Cherokees de ocho, los Choctas de ocho en dos fratrias y los Chikasas de
doce en dos fratrias; los Delawares están compuestos por tres gentes, los Munsees de
tres, los Mohegans en once en tres fratrias, los Abenakis en diez, los Ojibwas en
veintitrés, los Pottawattamies en quince, los Miamis en diez, los Shawnees en trece,
los Suks y Foxes de catorce, los Blood Blackfeet de cinco y los Piegan Blackfeet de
ocho; los Punkas están compuestos de ocho gentes, los Omahas de doce, los Iowas de
ocho, los Otoes y Missouris de ocho, los Winnebagoes de ocho y los Mandans de
siete; los Minnatares de siete y los Crows de trece, Los Pawnees se suponen tienen
seis y los Comanches seis; pero el hecho ha sido parcialmente comprobado. En la
costa noroeste los Thlinkeets están compuestos de diez gentes en dos fratrias y los
indios Pueblo Moqui de Nueva México de nueve gentes. El señor E. B. Tylor ha
rastreado la misma organización entre los Arawaks de la Guayana Británica y los
Guaraníes de Brasil.* Herrera habla de la división de las tribus peruanas en clanes;** y
menciona el hecho de la descendencia en la línea femenina entre las tribus del
Marañón. También presenta ciertos hechos que establecen la existencia de gentes
entre los Mayas de Yucatan, los más avanzados indios villanos en Norteamérica. El
“linaje” y el “parentesco” tan frecuentemente mencionados en estas páginas como una
característica de la condición social de las ampliamente separadas tribus del Norte y
*
Historia Temprana de la Humanidad, p. 287
Sudamérica, requieren la organización en gentes para su explicación. De la evidencia
aducida se vuelve altamente posible que esta organización era antiguamente universal
en la familia india.
Una sola cuestión queda: si los aztecas estaban organizados en gentes y
fratrias. En primer lugar encontramos tres tribus indias en una confederación, que nos
da los dos miembros superiores de las series orgánicas. Estos presuponen la primera y
segunda, la gens y la fratria. En el segundo lugar encontramos los aztecas en cuatro
divisiones locales, respondiendo a tantas fratrias, y éstas a su vez en las subdivisiones,
respondiendo a tantas gentes. En el tercer lugar había un consejo azteca de jefes. Esto
presupone tantas gentes, al menos, como miembros hubiera en este consejo; dado que
no se conoce ninguna manera de explicar la existencia de un jefe indio o líder de tribu
excepto a través de una gens. Y por último, las tribus aztecas, tezcucanas y
tlacopanas, hablando dialectos del lenguaje nahuatl, no son distinguibles de otras
tribus aborígenes americanas.
2. La Propiedad de Tierras en Común.
Entre los iroqueses el dominio público era propiedad de la tribu en común.
Una persona que cultivaba tierra tenía la el derecho posesorio de su uso mientras la
optara por ocuparla; y a su muerte pasaba como una propiedad personal a sus
herederos gentiles. Esto en general era la tenencia de tierra en las tribus norteñas. Los
aztecas, que estaban un período étnico avanzado respecto a estos últimos, habían
llevado su sistema de tierras un grado más superior. Sus tierras estaban divididas en
tres partes principales, una de tales era dispuesta para el sostén del gobierno, una para
la religión y la restante se reservaba para la manutención del pueblo, en sus
subdivisiones sociales. Clavigero remarca que “las tierras llamadas Altepetlalli, esto
es, aquellas de las comunidades de las villas y ciudades, estaban divididas en tantas
partes como distritos dentro de una ciudad, y todo distrito poseía su propia parte
enteramente distinta e independiente de toda otra”;*** y agrega en una nota al pie que
las leyes reales otorgan a cada villa india o asentamiento el territorio que los rodea
“hasta la extensión de seiscientos codos castellanos.” Las “comunidades de villas”,
cada una situada por si sola y poseyendo sus tierras en común, sugieren la gens. Las
concesiones españolas eran para la comunidad en común y estaban probablemente
**
Historia de América, IV. 231
respaldadas sobre sus antiguas tenencias de tierra aborigen. Mientras las de los
iroqueses estaban en manos de las tribus, las de los aztecas estaban en poder de las
gens.
La tenencia de tierra de los peruanos era análoga. Garcilaso de la Vega,
citando a Blas Valera, remarca que las tierras estaban “divididas en tres partes y
aplicadas a diferentes usos. La primera era para el Sol, sus sacerdotes y ministros, la
segunda para el rey y el sostén y mantenimiento de los gobernadores y oficiales….. Y
la tercera era para los nativos y residentes temporales de las provincias, la que estaba
dividida por igual de acuerdo a las necesidades que cada familia requería.”****
3. La Ley de la Hospitalidad.
Entre los iroqueses, si un hombre entrara a la vivienda india en cualquier villa, era
obligación de la mujer de la casa disponer los alimentos ante él. Una omisión podría
significar una descortesía equivalente a la afrenta. Si estuviere hambriento comería,
sino la cortesía requería que debía probar la comida y agradecer al dador. Esto sería
repetido en cada casa que entrara y a cualquier hora del día. Como costumbre, era
sostenida por un opinión pública vigorosa. Lewis y Clarke se refieren a la misma
práctica entre todas las tribus de Missouri. “Es la costumbre,” observaban, “de todas
las naciones de Missouri el ofrecer comida y refresco a todo hombre blanco cuando
entra por primera vez a sus tiendas”. Esto era simplemente aplicar a sus visitantes
blancos su regla de hospitalidad.
Esta tendía a igualar subsistencia, y mientras
cualquier ama de casa poseyera un excedente para prevenir la destitución en cualquier
porción de la comunidad. Esta ley de hospitalidad era universal en la familia indiana.
Era posible por su comunismo en el vivir.
En toda parte de América que visitaran, los españoles, aunque en números
como una fuerza militar, eran asignados cuartos en las viviendas indias vaciadas por
sus habitantes a tal propósito, y eran libremente proveídos con provisiones. Así, en
Tlascala, Cortes y sus hombres “fueron generosamente tratados y provistos con todo
lo necesario.” De nuevo, “ellos entraron en Cholula y fueron a una casa donde se
***
Historia de México, Phils. Ed., 1817, Cullen’s Trans., II. 141
Comentarios Reales de Perú, Lond. Ed. 1688, Ryeaut. Trans., p. 154. Las observaciones de
Herrera concernientes a labranza y almacenes comunes como sigue: “Los españoles acercándose cerca
de Caxalmarca empezaron a tener una apreciación sobre el ejército inca, recostado cerca del pie de una
montaña…..Estaban agradecidos de ver la belleza de los campos, mayormente cultivados, dado que era
una antigua ley entre estas gentes que todos deberían ser alimentados de almacenes comunes y ninguno
debería tocar el maíz plantado.”
****
hospedaron juntos a salvo y sus indios con ellos, aunque bajo su guarda, siendo para
el presente enteramente abastecidos con provisiones”. Aunque con sus aliados indios
ellos ascendían a unas dos mil personas, encontraron comodidades en una única o
vivienda común según el modelo aborigen americano. Hablando de los indios de
Yucatán, Herrera observa que “ellos son generosos y alegres de corazón aún, por lo
que ellos harán comer a todos lo que entra a sus casas, lo que en todo lugar se practica
en viajes.” Esta es una afirmación razonable acerca de la ley iroquí entre los mayas.
Pizarro encontró la misma costumbre entre los peruanos y otras tribus de los Andes.
Cuando estaban en la costa de Tumbez, y antes de desembarcar, “ diez o doce
plataformas fueron inmediatamente enviadas con un montón de provisiones.” Cuando
entró a Perú, “los mensajeros de Atahualpa vinieron y se presentaron al gobernador
con diez de las ovejas del Inca y algunas otras cosas de poco valor; diciéndole muy
cortésmente que Atahualpa les había ordenado preguntarle en qué día tenía intención
de estar en Caxamales, y que podría tener provisiones en el camino.” Estas
ilustraciones, que podrían ser multiplicadas, son suficientes para mostrar la
hospitalidad brindada a los españoles.
Era una activa y bien establecida costumbre de la sociedad india practicada
entre ellos y hacia los extranjeros de otras tribus y, por lo tanto, naturalmente
extendida a la gente que ahora por primera vez aparecía entre ellos. Considerando el
número de españoles y el otro hecho que los aborígenes rápidamente observaron que
los españoles consumían y gastaban cinco veces más de lo que requería un indio, su
hospitalidad en muchos casos debe haber sido gravemente sobrecargada.*
Se ha llamado la atención a esta ley de hospitalidad y su universalidad por dos
razones, -porque implica la existencia de almacenes comunes que suministraban los
medios para su práctica y porque, dondequiera que se encuentre, también implica vida
comunitaria en grandes viviendas. Debe ser evidente que las provisiones no podrían
haber sido proporcionadas a visitantes y forasteros por los iroqueses y otras tribus del
norte;
mucho menos por los indios villanos de México, América Central y
Sudamérica, a las fuerzas españolas, con tal uniformidad, si la costumbre hubiera
dependido en cada caso de las contribuciones de familias individuales. En tal evento
hubiera fracasado más a menudo de lo que hubiera tenido éxito. La ley de
*
El apetito de los españoles aparecía ante los americanos como insaciablemente voraz y afirmaban que
los españoles devoraban más comida en un día de lo que era suficiente para diez americanos.
Robertson’s History of America, p. 72
hospitalidad, tal como era administrada por las tribus americanas, indica un plan de
vida entre ellos, el que ha escapado enteramente a la observación histórica. Esta
explicación debe seguirse en la propiedad y cultivo de las tierras en común y en la
distribución de su producción a casas en las que se practicaba el comunismo. Las
almacenes comunes para grandes viviendas y posiblemente para la villa con la cual
mantener su hospitalidad, son necesarias de explicar su práctica. Podría haberse
mantenido sobre esa base y es difícil cómo podría haberse mantenido sobre otra.
4. La Práctica del Comunismo en la vida.
Esta, nuevamente, puede ser ilustrada por los usos iroqueses. En sus villas
construían casas de cincuenta, ochenta y cien pies de longitud con una sala de estar
por el centro, una puerta a cada extremo y con el interior particionado a intervalos de
aproximadamente siete pies. Cada departamento o puesto así formado estaba abierto
por el lado de la sala de estar. Tales casas tendrían comodidad para diez a treinta
familias. Estas viviendas eran construidas bajo el principio del parentesco. Las
mujeres casadas y sus hijos pertenecían a la misma gens, cuyo símbolo estaba
frecuentemente pintado sobre la casa, mientras que los esposos pertenecían a varias
otras gens. Estaba así construida, en general, sobre el parentesco gentil y nos presenta
un panorama general de la vida indiana en todas partes de América. Todo lo que era
ganado por cualquier miembro de la casa en expediciones de caza y pesca, o
aumentado por cultivo, se hacía un fondo común. En el hogar donde vivían, para los
almacenes comunes. Luego de preparada la comida diaria en varios fuegos, la
matrona de la casa era convocada y era su obligación dividir la comida del caldero
para las familias diversas de acuerdo con sus necesidades respectivas. Lo que quedaba
era dispuesto bajo custodia de otra persona hasta que fuera requerido por la matrona.
El señor Caleb Swan, que visitó los indios Creek en 1790. Observa que “sus
más pequeños pueblos eran de veinte a cuarenta casas, y algunas de las más grandes
de ciento cincuenta a doscientas, las que son tolerablemente compactas. Estas casas
se ubican en grupos de cuatro, cinco, seis, siete y ocho juntos; ….cada grupo de casas
contiene un clan o familia que comen y viven en común.”* Lewis y Clark, hablando
de las tribus de Columbia, observan que “sus casas grandes contienen usualmente
*
Schoolcraft, Hist. Cond. An Pros of Indian Tribes V. 262
varias familias,….entre las cuales las provisiones son comunes y cuya armonía es
raramente interrumpida por disputas.” Los escritores españoles no mencionan la
práctica del comunismo entre los pueblos indios de México y América Central. Ellos
son carentes de información práctica concerniente a su modo de vida. Una directa
información moderna de la práctica entre los mayas de Yucatán es proporcionada por
el Sr. Stephens. A Nohacacab, una corta distancia al este de las ruinas de Uxmal, hay
un asentamiento de indios mayas cuyo comunismo en la vida fue observado por el Sr.
Stephens cuando estuvo con ellos para emplearlos como trabajadores. El observa que
“su comunidad consiste de cien labradores o trabajadores; sus tierras son mantenidas
en común y los productos son compartidos por todos. Su comida estaba preparada en
una choza y cada familia manda para su porción; lo que explica un espectáculo
singular que hemos visto a nuestro arribo, -una procesión de mujeres y niños, cada
uno llevando un cuenco de barro conteniendo una cantidad de humeante y caliente
caldo, todos bajando por el mismo camino y desapareciendo entre diferentes
chozas….Desde nuestra ignorancia del lenguaje…no pudimos aprender las
particularidades de su economía interna, pero parecían aproximarse a ese estado
mejorado de asociación que algunas veces se escucha entre nosotros; y como esto ha
existido por un desconocido período de tiempo y ya no se puede considerar
experimental, Owen y Fourier podrán tal vez tomar lecciones de ellos con ventaja” **
Un centenar de trabajadores implican un total de quinientas personas dependiendo de
su comida diaria bajo un mismo fuego, las provisiones suministradas de almacenes
comunes y divididas desde el caldero. Es probablemente una imagen fidedigna de la
vida de sus ancestros en la casa de las monjas y en la casa del gobernador en Uxmal,
por el período del descubrimiento europeo. El comunismo de los aztecas se ilustra en
la almuerzo de Moctezuma.
5. El Carácter Comunal de las Casas Indias.
A este importante tema solo puede echarse una mirada. En un artículo
preparado para la Enciclopedia de Johnson’s en la “Arquitectura de los Aborígenes
Americanos”, cuya referencia hacemos, presenté los planos de planta de las casas de
las principales tribus indias con el propósito de mostrar que el principio del
**
Incidents of Travel
comunismo en la vida celebraba y determinaba sus características. De las viviendas de
los indios del norte, cada una lo suficientemente grande cómo para varias familias,
hasta las casas de adobe y piedra de los pueblos indios de México, cada uno
comprendiendo cincuenta y cinco departamentos y las casas revestidas de piedra en
las elevadas plataformas de Uxmal, Chichen-Itza y Palenque, todas se asemejaban a
viviendas comunales. Estos planos de plataforma muestran que estaban diseñados
para ser ocupados por grupos, compuestos, probablemente, por familias relacionadas
cuyas secciones estaban separadas una de otra por sólidos tabiques. Toda vez que las
familias indias se reunían en grandes viviendas, los últimos practicaban el
comunismo.
Las casas de los aztecas no eran excepción a la regla. Su tamaño llevó a los
españoles a describir las más grandes de ellas como palacios, y así habían formado
una parte del principal romance azteca. En marcha hacia México, Cortés y sus
cuatrocientos hombres, con algunos cientos de aliados indios, encontraron
comodidades del tipo descriptas. Así, habiendo “descendido en la planicie, tomaron
sus cuartos en una casa de campo que tenía muchos apartamientos.” (Herrera) “En
Iztapalapa se entretuvo en una casa que tenía grandes salas de corte, pisos superiores e
inferiores y muy encantadores jardines. Las paredes eran de piedra, el trdebajo de la
madera bien forjado. Había muchos y espaciosos cuartos, adornados con tapices de
algodón extraordinariamente ricos en su estilo. La casa en la que Moctezuma vivía
será referida en otro lado.
6. La Costumbre de tener preparada una Comida al Día, -un Almuerzo.
Esto nuevamente puede ser ilustrado por los usos de los iroquíes, que tenían
tan sólo una comida cada día. Era tanto como sus recursos y organización para el
cuidado de la casa podrían proveer y era tanto como lo que necesitaban. Se preparaba
y servía antes de la hora del mediodía (diez u once de la mañana) y podría ser
llamada una almuerzo. En este momento la principal cocción para el día era hecha..
Luego de esta división de la olla, se servía en cuencos de madera o barro a cada
persona. No tenían mesas ni sillas, ni platos, ni cualquier habitación de la naturaleza
de un comedor o cocina, pero comían como mejor les convenía, los hombres primero
y las mujeres y niños después. Lo que sobraba era reservado para cualquier miembro
de la vivienda cuando estuviera hambriento. Hacia la tarde las mujeres cocinaban
maíz molido, maíz triturado en pedazos del tamaño de un grano de arroz, el que,
cuando era hervido, se dejaba a un lado para ser utilizado para el entretenimiento de
los visitantes. No tenían un desayuno ni una almuerzo. Cada persona, cuando estaba
hambrienta, comía de toda la comida que la casa contenía. Esta es también una
imagen razonable de la vida india en general en el descubrimiento de América.
Aunque los pueblos indios estaban un período étnico adelantado en relación a
los iroqueses, puede haber poca duda que su modo de vida en este respecto era
precisamente el mismo. Entre los aztecas sabemos que una almuerzo era provisto
alrededor del mediodía, pero no tenemos conocimiento de un desayuno o cena. Una
comida preparada cada día era tanto como su modo de vida lo permitía o resulte
necesaria. La civilización con sus industrias diversificadas, sus productos
multiplicados y su familia monogámica se permite el lujo de un desayuno y cena en
adición al almuerzo, pero éstas no son más antiguas que la civilización en sí misma.
Clavigero intenta investir a los aztecas con un desayuno pero incontinentemente cede
ante la cena. “Luego de unas pocas horas de labor en la mañana”, observa, “tomaron
su desayuno, el que era más comúnmente atolli, una gacha de maíz, y su almuerzo
luego del mediodía; pero entre todos los historiadores no podemos encontrar mención
a su cena.”(History of México). La “gacha de maíz” comentada como el desayuno
azteca sugiere el maíz molido de los iroqueses, el que como ese era dejado preparado
como un almuerzo para los hambrientos. No hay razón para suponer que había un
desayuno preparado entre los aztecas o alguna recolección de la casa para una comida
matutina.
7. La Costumbre bajo la cual los Hombres comían primero por sí solos y las Mujeres
y Niños luego.
Esta usanza ha sido observada tan por lo general entre las tribus indias que
creo se puede decir que ha sido universal entre ellos. Era consecuencia de la rudeza de
su modo de vida y de la imperfecta apreciación del sexo femenino que se corresponde
con su estadio de progreso. Todavía, de lo que se sabe acerca de su modo de vida, la
producción de su comida y el manejo de sus asuntos, debían su progreso material a
sus mujeres -pacientes, laboriosas y resistentes, cuyas virtudes nunca han sido
celebradas.
Robertson afirma la usanza como general: “Deben aproximarse a sus señores
con reverencia, considerarlos como seres más eminentes y no se les permite comer en
su presencia.” (History of America). Los escritores españoles proporcionan sino poca
información directa sobre este tema. Herrera observa que “las mujeres de Yucatán son
algo más grandes que los españoles y general tienen lindas caras,…pero previamente
estarán borrachas en sus festivales, aunque ellas comían aparte”. Y Sahagún, hablando
de la ceremonia del bautismo entre los aztecas, observa que “a las mujeres, que
comían aparte, nos les daban cacao para beber.” En el almuerzo de Moctezuma una
ilustración práctica se proporciona de esta usanza, los hombres comiendo primero y
por sí solos.
Si el lector tuviera suficiente paciencia para seguir la exposición, en líneas
generales, de las instituciones precedentes, usos y costumbres, le permitirá entender,
en un sentido general, las viviendas de los aztecas y el almuerzo de un hogar azteca,
que restan por considerar.
Ningún vestigio del antiguo pueblo de México (Tenochtitlán) queda para
ayudarnos al conocimiento de su arquitectura. Sus estructuras, inútiles para hábitos de
pueblos europeos, fueron rápidamente destruidas para hacer lugar a una ciudad
adaptada a las necesidades de una raza civilizada. Debemos guiarnos por las
características de las casas indias contemporáneas que aún están en ruinas y en
algunas de las tempranas descripciones tal como han llegado hasta nosotros y luego
dejar el tema pero con poco conocimiento exacto. Esta localidad, parcialmente en
tierra seca y en aguas de una laguna artificial formada por canales y diques, llevó a la
formación de calles y plazas, que eran inusuales en los pueblos indios y dio a ello una
apariencia remarcable. “Había tres clases de anchas y espaciosas calles,” Herrera
comenta; “una clase de todo agua con puentes, otra todo tierra y una tercera de agua y
tierra, había un espacio para caminar por la tierra y el resto para pasar con canoas, por
lo que la mayor parte de las calles tenían sendas a los costados y agua en el medio.”
Muchas de las casas eran grandes, más allá de las supuestas necesidades de una única
familia india. Estaban construidas con ladrillos de adobe y piedra y enlucidas con
yeso, que las hacía un blanco brillante; y algunas estaban construidas de una roja
piedra porosa. Para el preparado y corte de este pedernal se usaban herramientas. El
hecho de que las casas estuvieran revestidas externamente nos lleva a inferir que no
habían aprendido a revestir con piedra y disponerlas en sucesión. No ha sido
establecido con certeza que hubieran aprendido el uso de un mortero de cal y arena.
En el ataque final y captura, se ha dicho que Cortés, en el curso de setenta días,
destruyó y niveló tres cuartos del pueblo, lo que demuestra el carácter endeble de su
albañilería. Algunas de las casas fueron construidas en tres lados de un patio, como
aquellas en el río Chaco en Nuevo México, otras probablemente rodeaban un patio
abierto o cuadrangular, como la casa de las monjas en Uxmal; pero esto no está
claramente demostrado. Las mejores era de dos pisos de altura, un piso superior e
inferior mencionados. El segundo piso retrocedido del primero, probablemente en
forma de terraza. Clavigero observa que “las casa de los señores y la gente
circunstancial estaban construidas de piedra y cal. Consistían de dos pisos, teniendo
salas de estar, grandes patios y cámaras aptamente dispuestas; los techos eran chatos y
en forma de bancal; las paredes estaban tan bien blanqueadas, pulidas y brillantes, que
a los españoles les parecían plateadas a la distancia. El pavimento o piso estaba
enlucido, perfectamente nivelado, plano y suave……Las grandes viviendas de la
capital tenían en general dos entradas, la principal hacia la calle y la otra hacia el
canal. No tenían puertas de madera,” A la casa se ingresaba por puertas desde la calle
o el patio, en la planta baja. Ninguna casa en México es mencionada, por cualquiera
de los tempranos escritores, como habitada por una única familia. Eran evidentemente
casas comunales según el modelo aborigen americano, cada una ocupada por un
número de familias promediando de cinco y diez a cien familias y tal vez en algunos
casos doscientas familias en una vivienda. Las casas más grandes alguna vez en
América por los indios pueden aún verse en ruinas de Nueva México, una de las
cuales , Pueblo Bonito, contenía más de seiscientos departamentos. La villa consistía
de una vivienda única construida sobre tres lados de un patio.
Dos de las casas en México fueron más particularmente observadas que las otras por
los soldados de Cortés -las que estaban dividas en cuartos donde vivía Moctezuma.
Tampoco puede decirse que se hayan descrito. Me limitaré a estas dos estructuras.
Cortés hizo su primera entrada a México en noviembre de 1519 con
cuatrocientos cincuenta españoles, de acuerdo con Bernal Diaz, * acompañado por un
millar de aliados tlascalanos. Estuvieron alojados en un palacio vacante del difunto
padre de Moctezuma, Díaz ingenuamente remarca, observando que “la totalidad de
este palacio era muy liviano, aireado, limpio y placentero, la entrada a través de un
gran patio.” Cortés, luego de describir su recepción, nos informa que Moctezuma
“regresó a lo largo de la calle en el orden ya descrito, hasta que llegó a un muy gran y
*
Conquista of México Ed. 1803 Kestinge’s Trans.
espléndido palacio en donde nos íbamos a alojar. Luego me tomó de la mano y me
guió a un espacioso salón enfrente del cual había un patio por el que habíamos
ingresado.” Tanto por las declaraciones de dos testigos, Herrera reunió algunas
particularidades adicionales. Afirma que “llegaron a un muy gran patio donde estaba
el vestidor de los ídolos y había sido la casa de Axayacatzin, el padre de
Moctezuma…..Alojado en una casa tan grande, si bien parece increíble contenía
tantas habitaciones espaciosas con recámaras que ciento cincuenta españoles podrían
acostarse en una sola. Era también digno observar que aunque la casa era tan grande,
cada parte de ella hasta el último rincón estaba muy limpia, prolija, enmarañada y
decorada con tapices de algodón y emplumados de varios colores y tenía camas y
esteras con pabellones sobre ellos. Ningún hombre de cualquier tipo teniendo
cualquier otra clase de cama que ningún otro ser hubiera usado. “ En la pulcritud de
estas habitaciones obtenemos evidencia de la naturaleza de las mujeres aztecas.
Las casas comunales y el modo de vida que indican se desconocen por el
momento en Europa. Pertenecían a una condición más antigua de la sociedad. No es
sorprendente, por tanto, que los españoles, sorprendidos ante su magnitud, los
hubieran llamado palacios y, habiendo sido recibidos con un conjunto militar por
Moctezuma, como comandante general de las fuerzas aztecas podrían haberlo tomado
en cuenta como rey dadote el gobierno monárquico era la forma en la que estaban
principalmente familiarizados. Basta con que digan que una de las más grandes
viviendas de los aztecas era lo suficientemente grande para acomodar a Cortés y sus
cuatrocientos cincuenta hombres tal como habían sido acomodados en una casa
cholulana y en otros lugares en camino a México. De Nuevo México al istmo de
Panama había apenas una villa principal en la que un número igual podría no haber
encontrado comodidades en una vivienda individual. Cuando se encuentra innecesario
llamarla un palacio a fin de dar cuenta de su tamaño, nos lleva a la conclusión que una
casa azteca ordinaria fue vaciada de sus ocupantes para hacer lugar a su visitantes
inesperados. Luego de su recepción, la hospitalidad azteca les suministró provisiones.
Estamos cerca de considerar el segundo así llamado palacio en el que
Moctezuma vivía y la cena de Moctezuma que estos soldados testimoniaron y que ha
entrado en la historia como parte de la evidencia que una monarquía del tipo feudal
existió en México. Ellos tenían apenas poco tiempo para efectuar sus observaciones
porque este imaginario reino se extinguió casi inmediatamente y el pueblo en general
se dispersó.
En el séptimo día luego de su entrada en México, Moctezuma fue inducido por
intimidación a dejar la casa en la que vivía y tomar posesión de su alojamiento con
Cortés, donde fue mantenido prisionero hasta su muerte, la que ocurrió unas pocas
semanas después.* Todo lo que ha sido visto de su modo de vida en su lugar usual de
residencia estuvo prácticamente limitada a cinco días entre la venida de los españoles
y su captura. Nuestro conocimiento de los hechos es en general derivado de lo que
estos soldados reportaron bajo tenues e imperfectos medios de observación. Bernal
Díaz y Cortés nos han dejado una extraordinaria descripción, no de su residencia pero
de su vida diaria y más particularmente del almuerzo que ha sido tema de este
artículo. Vale la pena el intentar tomar las imágenes de estos autores y los posteriores
y ver si la auténtica verdad de la materia no puede ser obtenida de sus propias
afirmaciones. Había indudablemente una base fáctica bajo ellas, porque sin tal base la
superestructura no podría haber sido creada.
Podría con razón suponerse que los españoles encontraron Moctezuma, con su
parentela gentil, en una gran vivienda común conteniendo cien o más familias unidas
en un hogar comunal. El almuerzo que testimoniaron era la única comida diaria de
este hogar, preparada en una cocina de un hogar común de almacenes comunes y
dividida en el caldero. El almuerzo de cada persona era servido en un cuenco de
barro, con el que en su mano un indio no necesitaba ni una silla ni una mesa y además
no tenía ni lo uno ni lo otro. Los hombres comían primero y por su cuenta, a la
manera india; y luego las pocas mujeres que se veían y por su cuenta. Sobre esta
hipótesis el almuerzo en cuestión es susceptible de una explicación satisfactoria.
Se ha mostrado que cada comunidad azteca de personas poseían tierras en
común, de las que derivaba su sostén. Su modo de labranza y distribución de
productos, sea lo que pueda considerarse, hubiera retornado a cada familia u hogar,
grande o pequeño, su parte correspondiente. El comunismo en la vida de grandes
hogares compuesto por familias relacionadas surge naturalmente de tal suelo. Puede
considerarse una ley de su condición y, con suficiente claridad, el modo de vida más
económico modo de vida que podrían adoptar hasta que la idea de propiedad estuviera
suficientemente desarrollada en sus mentes para llevarlos a la división de tierras entre
individuos con posesión en la cuota y poder de enajenación. Su sistema social que
tendía a unificar familias emparentadas en un hogar común, su posesión de tierras en
*
Clavigero’s History of Mexico
común y su propiedad como grupo de una casa comunal, la que necesariamente
seguiría, no admitiría una persona el derecho a vender y así introducir extranjeros en
la propiedad de sus tierras y tales viviendas. Tierras y viviendas eran poseídas y
mantenidas bajo un sistema común que ingresaba en su plan de vida. La idea de
propiedad se estaban formando en sus mentes, pero estaba todavía en ese inmaduro
estado que pertenece al estadio medio de barbarismo. No tenían moneda, pero
comerciaban bajo el trueque de productos básicos; muy pequeña propiedad personal y
apenas algo de valor para los europeos. Eran todavía gente con taparrabos, usando
este trapo de la barbarie como la evidencia inequívoca de su condición; y la familia
estaba en la forma sindiásmica o de apareamiento, con separación en cualquier
momento a la opción de cualquiera de las partes. Era la debilidad de la familia, su
inhabilidad para enfrentar a solas la lucha por la vida, la que llevó a la construcción de
casas comunales a través de Norte y Sudamérica por las tribus indias; y era la
organización gentil la que los llevó a ocupar estas casas, bajo el principio del
parentesco, con familias relacionadas.
En un pueblo tan grande como aquel de México, que era la más grande hallada
en América y posiblemente puede haber tenido treinta mil habitantes, debe haber
habido una serie de grandes viviendas comunales de diferentes tamaños de las que
fueron llamadas palacios debido a su tamaño, a las ocupadas por unas pocas familias.
Grados de prosperidad se muestran en la vida bárbara así como en la civilizada en los
cuartos de la gente. Herrera afirma que las casas de la clases más pobres eran
“pequeñas, bajas y miserables”, pero que “tan pequeñas como fueran las casas,
estaban comúnmente ocupadas por dos, cuatro y seis familias.”* Dondequiera que se
encuentre un hogar en la vida india, sea que las parejas casadas estuvieran compuestas
por pocos o muchos, ese hogar practicaba comunismo en el vivir. En las casas más
grandes no se seguiría necesariamente que todos sus ocupantes vivieran de almacenes
comunes, porque podrían formar varios grupos de hogares en la misma vivienda; pero
en el gran hogar del cual Moctezuma era miembro, era evidente que se alimentaba de
almacenes comunes preparado en una cocina comunal y dividida desde el caldero en
cuencos de barro, cada uno conteniendo un almuerzo de una persona individual. Se
supone que Moctezuma era el maestro absoluto de México y lo que vieron en este
almuerzo fue interpretado en exclusiva referencia a él como figura central. El
*
History of America p. 360
resultado es un grotesco destacado. Era su propia autodecepción sin ninguna
asistencia de los aztecas. Los relatos aportados por Díaz y Cortés y los que escritores
subsecuentes han construido sobre el deslumbrante entusiasmo y sin añadiduras, es
simplemente el chisme de un campamento de soldados repentinamente lanzados
dentro de una forma temprana de sociedad, que los pueblos indios de América, de
toda la humanidad, entonces mejor representaban. Que pudieran entender, no hubiera
de esperarse. Acostumbrados a la monarquía y las clases privilegiadas, les parecía que
el principal jefe de guerra azteca era con toda naturalidad un rey y líderes de tribu y
jefes siguieron bajo su visión como príncipes y señores. Pero que hubieran
permanecido en la historia como tales por tres centurias es un comentario gracioso por
sobre el valor de los escritos históricos en general.
El así llamado palacio de Moctezuma no es descripto por Díaz, por la razón,
probablemente que no había nada para distinguirlo de un número de estructuras
similares en el pueblo. Tampoco es descrito por Cortés o el conquistador anónimo;
Cortés observó meramente en general que “dentro de la ciudad sus palacios eran tan
maravillosos que es difícilmente posible describir su belleza y extensión; Sólo puedo
decir que en España no hay nada igual a ellos.”* Las catedrales góticas estaban en pie
en España, la Alambra en Granada y sin ninguna duda edificios públicos y privados
decorados con piedras dispuestas en secuencias. Mientras que la comparación era
mendaz, podemos entender el deseo del conquistador de magnificar sus hazañas.
Herrera que apareció después y tuvo recursos adicionales, observa que el palacio en el
que Moctezuma residía “tenía veinte entradas, todas ellas conducían a la plaza o
mercado y a las calles principales y tres espaciosos patios y en uno de ellos una fuente
muy grande……
Había muchos salones de cien pies de largo y habitaciones de veinticinco y
treinta a cien baños. El trabajo de madera era pequeño, sin clavos pero muy fino y
fuerte, lo que los españoles admiraban mucho. Las paredes eran de mármol, jaspe y
pórfido, una suerte de piedra negra con vetas rojas como sangre, piedra blanca y otro
tipo que era transparente. Los techos eran de madera, bien trabajados y
tallados……Los cuartos estaban pintados y tapizados y muchos de ellos tenían ricos
tapices de algodón y de lana de coney o plumería. Las camas no se correspondían a la
grandeza de la casa y amoblado, siendo pobres y miserables, consistiendo en sábanas
*
Depatches
sobre esteras o heno…..Pocos hombres se encuentran en este palacio, pero había mil
mujeres en él y algunos dicen trescientos, lo que se calcula como más
probable….Moctezuma tomó las mujeres hijas de importantes hombres para él, las
que eran muchas en número.”*
Las paredes externas de las casas estaban cubiertas con yeso. De la
descripción parece probable que el interior de las grandes habitaciones las caras de las
piedras en las paredes eran vistas aquí y allá, algunas de piedra roja porosa, algunas
de mármol y algunas parecidas a pórfido, porque no se supone que podrían cortar esta
piedra con implementos de pedernal. Grandes piedras usadas en las caras internas de
las paredes podrían haberse dejado descubiertas y por lo tanto haber presentado el
mencionado aspecto moteado. Los aztecas no tenían estructuras comparables con
aquellas de Yucatán. Su arquitectura se asemeja a la de Nuevo México toda vez que
sus características aparecen distintivamente sobre la evidencia en la que puede
confiarse. Las mejores habitaciones en la última región son de delgadas piezas de
arenisca preparada por fractura y extendida en placa uniforme, sin el uso del mortero.
Herrera no tuvo ocasión de hablar sobre el uso de mármol y pórfido en las paredes de
su casa de tal vaga manera y sobre más imprecisa información. La referencia al millar
o más de mujeres como integrantes del harem de Moctezuma es un grosero libelo.
El Sr. Hubert H. Bancroft, el último de la larga lista de escritores que han
tratado los asuntos de los aztecas, ha dado el toque final a esta imagen en el siguiente
lenguaje: “El palacio principal del rey de México era una pila irregular de bajos
edificios enormes en extensión, construidos con grandes bloques de tetzontli, un tipo
de piedra porosa común en ese país, cementado con mortero. La estructura de los
edificios era tal que incluía tres grandes plazas o lugares públicos, y sobre estas estaba
esculpido en piedra el escudo de armas del rey de México, un águila atrapando un
jaguar con sus garras. En el interior había muchos salones y uno en particular es
comentado por un escritor que acompañó a Cortés, conocido como el conquistador
anónimo,
como
teniendo
suficiente
extensión
para
contener
tres
mil
hombres…Además de éstos había más de mil habitaciones más y el mismo número de
baños marmolazos……..Las paredes y pisos de los salones y apartamentos estaban
revestidos con losas pulidas mármol, jaspe y obsidiana y tecali; elevadas columnas de
las mismas piedras finas soportaban balcones de mármol y pórticos, cada pulgada y
*
History of America p. 345
rincón estaban llenos de tallado ornamental maravilloso, o sostenían una sonriente,
grotesca y esculpida cabeza. Las vigas y cubiertas eran de cedro, ciprés y otras
maderas de valor profusamente talladas y encastradas sin clavos….Magníficas
carpetas de la más exquisita terminación estaban desplegadas sobre pisos de mármol;
la tapicería que cubría las paredes y las cortinas que colgaban delante de las ventanas
estaban hechas del textil más maravilloso por su delicada textura, diseños elegantes y
colores brillantes; a través de los salones y corredores, mil incensarios dorados, en los
que se quemaban preciosas especias y perfumes, difundían un olor sutil.”**
En esta rapsodia, será suficiente observar que los salones eran completamente
desconocidos en la arquitectura india. Ni un salón, tal como el término es usado por
nosotros, ha sido visto en una casa india, ni uno ha sido encontrado en las ruinas de
cualquier estructura india. Un corredor externo ha sido ocasionalmente encontrado en
las ruinas de casas en Centroamérica. Cortinas de ventanas aztecas de delicada
textura, baños de mármol y pórticos y pisos de losa de mármol pulida, como
invenciones de una imaginación problemática, nos recuerdan la brillante descripción
del gran reino de las Islas Sandwich, con su rey, sus ministros de gabinete, su
parlamento, su armada y ejército, que Mark Twain ha eficazmente caracterizado como
“un intento de navegar en un plato de sardinas con una gran maquinaria del este”; y
nos sugiere también el jefe indio humorísticamente mencionado por Irving como
generosamente “ataviado con sombrero de tres picos y saco militar, en contraste con
su taparrabo y una calza de cuero, siendo un gran oficial en la parte superior y un
andrajoso indio en la parte inferior.”*** Cualquier cosa que pueda ser dicha por
crédulos y entusiastas autores para pintar a este pueblo indio, sus casas y su gente de
taparrabos, no puede ocultar al mismo “andrajoso indio” vistiéndolo con un traje
europeo.
El almuerzo de Moctezuma, presenciado en los cinco días nombrados por los
soldados españoles, viene hacia nosotros con una delgada porción de hechos
confiables. Los reportes de Bernal Díaz y Cortés forman la base de todas las
descripciones posteriores.
****
Moctezuma era la figura central alrededor de la cual
todos los demás debían moverse. Un número de hombres, como afirma Díaz, debían
ser vistos en la casa y en los patios, yendo de un lado a otro, una parte de los cuales se
**
Nat ve Races of the Pacific States. Civilized Nations Vol II
Bonneville
****
El Conquistador Anónimo no lo observa.
***
pensaba que eran jefes asistentes de Moctezuma y el resto se suponían guardias. Se
necesita mejor prueba del uso de guardas que la sugerencia de Díaz. Implica un
conocimiento de disciplina militar desconocido por las tribus indias. Se observaba que
los indios andaban descalzos en presencia de Moctezuma, lo que era interpretado
como un acto de servilismo y deferencia, aunque el andar descalzos debe haber sido la
regla más que la excepción en Tenochtitlán. Díaz nos informa más adelante que “ sus
preparados tenían más de treinta maneras diferentes de decorar las carnes y que tenían
cuencos de barro ideados para mantenerlas siempre calientes. Para la mesa de
Moctezuma misma había más de tres mil platos decorados y para sus guardias más de
mil. Antes del almuerzo Moctezuma saldría e inspeccionaría las preparaciones, y sus
oficiales le señalarían cuáles eran los mejores y explicarían de qué aves y carnes
estaban compuestos; y de éstos el comería….Moctezuma estaba sentado en un trono
bajo o silla en una mesa proporcional a la altura de su asiento. La mesa estaba
cubierta con tela blanca y servilletas y cuatro hermosas mujeres le presentaron agua
para sus manos en cuencos que llamaban xicales, con otros cuencos bajo ellos como
platos para capturar el agua; también le presentaban toallas. Luego otras dos mujeres
le traían pequeñas tortas de pan y cuando el rey comenzaba a comer, una gran pantalla
dorada se le colocaba delante de él para que la gente no lo viera durante ese lapso.
Habiéndose retirado las mujeres a una corta distancia, cuatro antiguos señores se
pararon junto al trono, a quienes Moctezuma de vez en cuando les hablaba o
formulaba preguntas y como un asunto de favor particular le daba a cada uno un plato
de lo que estaba comiendo…Esto estaba servido en alfarería de Cholula, rojo y
negro… observé un número de jarras, alrededor de cincuenta,, llenas con chocolate
espumoso, de los que tomó algunas delas que las mujeres le presentaron. Durante el
tiempo en que Moctezuma estaba en el almuerzo, dos mujeres muy hermosas estaban
afanosamente ocupadas en hacer pequeñas tortas con huevos y otras cosas mezcladas
en ella. Estas eran delicadamente blancas y cuando estaban hechas se las presentaban
en platos cubiertos con servilletas. También otro tipo de pan se le traía en grandes
tajadas y platos de tortas asemejadas a obleas. Luego que hubiera almorzado le
presentaban tres pequeños cañas, muy ornamentados, conteniendo ámbar líquido
mezclado con una hierba que llamaban tabaco; y cuando hubiera visto
suficientemente a las cantantes, bailarinas y bufones tomó un poco del humo de uno
de estas cañas y se recostó a dormir; y así su principal comida concluía. Después que
había terminado, todos sus guardias y domésticos se sentaron para almorzar y tan
cerca como puedo juzgar, más de mil platos de estas comidas que había mencionado
se colocaron sobre ellos, con cuencos de chocolate espumoso y frutas en cantidad
inmensa. Para sus mujeres y sirvientes inferiores, su establecimiento era una expensa
prodigiosa y estábamos asombrados, entre tanta profusión, de la vasta regularidad que
predominaba.”* Días escribió esta historia más de treinta años luego de la conquista
(decía que la estaba escribiendo en 1568), lo que servía para excusarlo por implicar de
sillas y mesas verdaderas donde nunca existieron y por describir al resto sentándose a
almorzar. Tezozomoc, que es seguido por Herrera, dice que la mesa de Moctezuma
consistía de dos pieles. Cómo estaban ajustadas y sostenidas no figura.
Las afirmaciones en los despachos de Cortés, como ahora aparecen, son un
avance sobre Díaz, el tono está en una clave más alta. Observa que Moctezuma “era
servido en la siguiente manera: Cada día, tan pronto como clareaba, seiscientos nobles
y hombres de rango estaban presentes en el palacio, que o bien estaban sentados o
caminaban por los salones y galerías, y pasaban su tiempo en conversaciones, pero sin
entrar en el apartamiento donde estaba su persona. Los sirvientes y nobles presentes
permanecían en los patios, de los que había dos o tres de gran extensión, y en la calle
adyacente, que también era muy espacioso. Todos ellos permanecían en asistencia
desde la mañana hasta la noche y cuando sus comidas fueran servidas, los nobles eran
servidos de la misma manera con igual abundancia, y sus sirvientes y secretarios
también tenían su permiso. Diariamente su despensa y bodega estaban abiertas a
todos los que desearan comer o beber. Las comidas eran servidas por trescientos o
cuatrocientos jóvenes, que traían un número infinito de platos; en efecto, siempre que
almorzaba o cenaba, la mesa estaba provista con cada tipo de carne, pescado, frutas y
vegetales que el campo producía. Como el clima es frío, ponían un hornillo con
carbón encendido bajo cada placa y plato para mantenerlos calientes. Las comidas
eran servidas en un gran salón en el que Moctezuma acostumbraba a comer, y los
platos ocupaban completamente la habitación, que estaba cubierta con alfombras y
prolijamente mantenida. Se sentó en un pequeño almohadón curiosamente elaborado
en cuero. Durante la comida estaban presentes, a una pequeña distancia de él, cinco o
seis viejos caciques, a quien le presentaron algo del alimento. Y había constantemente
en servicio uno de los sirvientes que ordenaba y alcanzaba los platos y que recibía de
los otros todo lo que era demandado para la provisión de la mesa. Tanto al comienzo
*
History of the Conquest of Mexico
como al final de cada comida, ellos suministraban el agua para las manos; y las
servilletas usadas en estas ocasiones nunca se usaban por segunda vez, y este era el
caso también con las bandejas y los platos, las que no eran traídas nuevamente sino
nuevas en su lugar; ocurría lo mismo con los hornillos,”*
Dado que la escritura cursiva era desconocida entre los aztecas, la presencia de
estos secretarios es una característica interesante en el relato. La bodega es observable
por dos razones: porque el nivel de las calles y los patios estaban casi cuatro pies
sobre el nivel de las aguas, lo que hacía imposible los sótanos ; y porque los aztecas
no tenían conocimiento del vino. Una cerveza ácida (pulque) hecha del jugo
fermentado del maguey, era un brebaje común de los aztecas; pero es difícilmente de
suponer que aún éste fuera utilizado en el almuerzo. Se nota que de acuerdo a este
relato el almuerzo esra servido a todos al mismo tiempo; Moctezuma y varios jefes
comiendo a un extremo del salón, pero ninguna mención se hace acerca del modo en
que comía el resto. Los seiscientos hombres (o menos) que permanecían en la casa y
los patios durante el día, podemos bien suponer, eran, con sus familias, residentes
comunes y propietarios comunales del establecimiento con Moctezuma. Dos o tres
estructuras están mezcladas en estas descripciones, que eran probablemente y
enteramente distinguibles en sus usos y ocupaciones.
Herrera reunió el subsiguiente desarrollo del relato, que indudablemente
provocó una gran sensación en Europa como parte del cuadro de vida en el Nuevo
Mundo; y la embelleció con delicia en un maravilloso cuento. Los pocos hechos
afirmados por Bernal Díaz, expresando la interpretación de los soldados españoles,
fueron fructíferas semillas plantadas trescientos años atrás, que la imaginación de
entusiastas autores han desarrollado en una brillante y pintoresca narrativa. La
principal parte del relato de Herrera es como sigue: “Moctezuma siempre comía solo
y tan grande cantidad de carne era servida a su mesa, tan gran variedad y tan
ricamente decorada, que había suficiente para todos los hombres principales del
hogar. Su mesa era un almohadón de dos piezas de cuero coloreado; en vez de una
silla, un taburete un poco bajo, hecho en una pieza, el asiento ahuecado, tallado y
pintado en la mejor manera que pudiera ser; el mantel, servilletas y toallas de muy
fino algodón tan blanco como la nieve, y nunca servido más de una vez, siendo los
honorarios de los oficiales correspondientes. La carne fue traída por cuatrocientos
*
Despachos de Cortés, pp. 123
pajes, todos caballeros, hijos de señores y establecidos todos juntos en un sala, el rey
se fue hacia allá, y con una vara o su mano señaló hacia lo que quería, y luego el
servidor lo distribuyó en los hornillos que no debían estar fríos; y esto nunca dejaba
de hacerlo, a menos que los mayordomos en cualquier momento le recomendaran
mucho algunos platos. Antes de sentarse, veinte de las más hermosas mujeres llegaron
y le trajeron agua para lavarse sus manos y, cuando estaban sentadas, el servidor cerró
un riel de madera que dividió la sala , para que la nobleza que lo fue a ver cenar no le
sobrecargara la mesa, y el solo se acomodó y tomó los platos, por cuanto los pajes no
se acercaron ni le dirigieron la palabra. Estricto silencio era observado, nadie tratando
de hablarle a menos que fuera algún juglar o persona a quien le formulara alguna
pregunta. El servidor estaba arrodillado y descalzo, atendiéndolo sin levantar su vista.
Ningún hombre con calzados podía ingresar bajo pena de muerte. El servidor le daba
de beber en copas de diferentes formas, algunas veces doradas y otras plateadas, en
ocasiones en calabaza y a veces en las conchas de pescados.* Seis antiguos señores
asistían a distancia, a quienes le entregó algunos platos de los más le gustaba, los que
comieron allí con mucho respeto. El siempre tenía música de flautas, cañas, cuernos,
conchas y timbales nada agradables al oído de los españoles….Siempre había en la
cena enanos, jorobados y otras personas deformes para provocarles la risa y ellos
comían los que quedaba en el extremo más lejano de la sala con los juglares y
bufones. Lo que quedaba era entregado a tres mil indios, que estaban constantemente
en la guardia de los patios y plazas y por lo tanto siempre había tres mil platos de
carne y como muchas copas de licor; el almacén y sótano nunca estaban cerrados en
razón del continuo acarreo dentro y fuera. En la cocina ellos decoraban todo tipo de
carnes compradas en el mercado, siendo una prodigiosa cantidad, además de lo que
eran traído por los cazadores, inquilinos y tributarios. Los platos
y todos los
utensilios eran todos de buena alfarería, y servían al rey por una vez. Tenía
abundancia de recipientes de oro y plata, si bien no hacía uso de ellos, porque no
serviría dos veces.”**
Más adelante y fuera de su lugar, Herrera nos cuenta lo que parece haber sido
la convocatoria del disperso hogar al almuerzo. “Cuando era hora del almuerzo,“
*
Solís, pensando en una cáscara de coco, por completo demasiado sencillo, embellece la cáscara con
joyas: “Tenía copas de oro, bandejas de lo mismo; y algunas veces bebía de cáscaras naturales o de
coco muy ricamente adornadas con joyas.” History of the Conquest of Mexico, Lond. Ed. 1738
Townshend’s Trans. I. 417
**
History of America II.. 336
observa, “ocho o diez hombres silbaban muy alto, golpeando duramente los timbales,
como si fuera a anunciar quienes deberían bailar luego del almuerzo; luego los
bailarines vinieron, quienes, para entretener a su gran soberano, debían ser hombres
de calidad, vestidos tan ricamente como pudieran con costosa mantas blancas, rojas,
verdes, amarillas y otras de diversos colores.”
Las cuatro mujeres de Díaz que trajeron agua a Moctezuma se habían
incrementado ahora a veinte; pero, como los escritores españoles revelaban una gran
libertad en materia de números, el quíntuplo no era, tal vez, irrazonable,
especialmente tanto como no se le ocurrió a Herrera que Díaz podría, desde el
principio, haber cuadruplicado el número real. Los “trescientos o cuatrocientos
jóvenes” que trajeron el almuerzo, de acuerdo a Cortés, se establecen por Herrera en
“cuatrocientos pajes, todos caballeros, hijos de señores”; y aquí debemos reconocer la
discriminación del historiador, en la que encontró el más alto número afirmado por
Cortés completamente adecuado para la ocasión. Dos cosas más pueden notarse: los
calzados habían desaparecido entre todos los pies de los indios a la luz de un terrible
error; y trescientos indios hambrientos permaneciendo en quietud pacífica, mientras el
almuerzo se enfría sobre el piso, mientras Moctezuma come solo en solitaria
grandeza. Ningún indio americano podría componerse para comprender esta imagen.
Carece del realismo de la vida india e incorpora una cantidad de puerilidad de la que
ninguna naturaleza indígena es susceptible. Europeos y americanos pueden elevarse a
la altura de la ocasión porque su rango mental es más amplio, y sus imaginaciones se
han nutrido más profundamente de cuentos infantiles. Díaz se ha contentado así
mismo con decir que Moctezuma “tenía doscientos de sus nobles en guardia en
apartamientos adyacentes al suyo,”* entre quienes pueden ser reconocidos sus
compañeros de hogar; pero Cortés incrementó generosamente el número “ seiscientos
nobles y hombres de rango,” que aparecían de día y permanecían en servicio durante
la jornada. Ningún número, no obstante, era suficiente para aproximarse a las
concepciones del historiador de España y, en consecuencia, tres mil, todos guardias,
fueron adoptados por Herrera como un número adecuado para dar éclat (brillo) al
almuerzo de Moctezuma. Díaz, sin embargo, afirma que “un millar de platos de
aquellos comibles” eran dispuestos para los guardias y domésticos. Si cualquier
hombre, versado en la naturaleza indiana, podría demostrar bajo qué mediación
*
Ibd.
quinientos indios podrían mantenerse juntos doce horas al servicio de cualquier ser
humano, desde un sentido del deber, agregaría algo a nuestro conocimiento sobre la
raza cobriza; y podría probar aún más que realmente aguardaban, en presencia de
tantos cuencos de barro, humeando con sus almuerzos varios, mientras el jefe de
guerra en la misma sala se reponía solitariamente, el verificador, por lo tanto, podría
dotar a la naturaleza del indio con un elemento de paciencia que hasta el momento
nunca se había sido conocido para ser visualizado. El bloque de madera ahuecado
como taburete o asiento puede ser aceptado, por lo que recrea la simpleza del arte
indiano. Que los aztecas tenían servilletas de gruesa textura, tejidas a mano, es
probable; así también que eran blancas porque el algodón es blanco. La imaginación
puede ampliar la servilleta a un mantel, asumiéndose que existía una mesa sobre la
cual desplegarlo; pero en este caso, sin tomar debidamente en consideración la
relación entre ambos, el mantel ha sido creado pero la mesa se resiste a aparecer. El
asunto de la servilleta, por lo tanto, parece haber sido
ligeramente exagerado.
Finalmente, el llamado de la dispersa familia al almuerzo mediante timbales y silbidos
recrea con demasiada fuerza los modos y usos indios empleados para convocar a los
bailarines, como Herrera sugiere. Este almuerzo azteca, en una escala acorde a un
gran hogar comunal, habría estado perdido para la historia gracias al uso especial
aplicado para adornar el cuento. Reconoce los hábitos de holgazanería de un hogar
azteca, y tal vez la irregularidad de la hora del almuerzo.
Pasando por alto las descripciones de Sahagún, Clavigero y Prescott, que se
han encendido en entusiasmo sobre este almuerzo de Moctezuma, el Sr. Hubert H.
Bancroft será autorizado a suministrarnos la más reciente versión.”Todos los días”,
observa, “desde el amanecer hasta el atardecer las antecámaras del palacio de
Moctezuma en México estaban ocupadas por seiscientos nobles y caballeros que
pasaban su tiempo holgazaneando y discutiendo sobre el chisme del día en voz baja,
porque se consideraba irrespetuoso hablar en voz alta o hacer cualquier ruido dentro
de los límites del palacio. Se les proporcionaba departamentos en el palacio, y
tomaban su comida de lo que quedaba de la superabundancia en la mesa real, tal como
lo hacían tras ellos sus propios sirvientes, de los cuales a cada persona de jerarquía se
le asignaba de uno a treinta de acuerdo a su rango. Estos criados, ascendiendo de dos
a tres mil, completaban todos los patios externos durante el día. El rey tomaba su
comida solo en uno de las grandes salas del palacio…..Estaba sentado sobre un bajo
almohadón de cuero sobre el que estaban arrojadas varias suaves pieles y su mesa era
de una descripción similar, excepto que era más grande y algo más alta, y estaba
cubierta con telas de algodón blanco de la más fina textura. El servicio de almuerzo
era de la más fina vajilla de Cholula y muchas de las copas eran de oro y plata o
elaboradas con hermosas conchillas. Se ha dicho de haber poseído un completo
servicio de oro sólido, pero como era considerado bajo la dignidad real el usar
cualquier cosa en la mesa dos veces, Moctezuma, con todas sus extravagancias, era
obligado a mantener esta costosa vajilla de almuerzo en el templo. La cuenta de platos
comprende todo lo comestible en pescados, carne y aves de corral que podrían ser
procurados en el imperio o importados fuera de éste. Relevos de correos eran
empleados en traer delicadezas desde lejos….Había astutos cocineros entre los
aztecas y en estas extravagantes comidas había casi tanta variedad en la cocina como
en
materia cocinable. Sahagún nos da una casi formidable lista de horneados,
hervidos y asados de carne, pescado y aves de corral, sazonadas con muchos tipos de
hierbas, de las cuales, no obstante, aquella más frecuentemente mencionada es el
chile. Más adelante describe muchos tipos de panes, todas teniendo más o menos
semejanza a la tortilla mexicana….luego los tamales de todos los tipos, y muchas
otras curiosas mixturas como los huevos de rana y hormigas hervidas, cocinadas con
chile….Cada plato se mantenía caliente en un hornillo ubicado abajo. Los escritores
no concuerdan acerca de la exacta cantidad alimento servido en cada comida, pero
debe haber sido inmensa, desde que el más bajo número de platos servidos es de
trescientos y el más alto tres mil. Eran traídos al salón por cuatrocientos pajes de
noble nacimiento, que ubicaban sus cargas sobre el piso alfombrado y se retiraban
silenciosamente. El rey luego señalaba tales viandas dado que deseaba compartirlas o
dejar la selección a su mayordomo que sin dudas se esmeraba en estudiar los gustos y
aversiones del paladar real. El mayordomo era un funcionario del más alto rango e
importancia; el solo era el privilegiado para ubicar las delicias designadas ante el rey
sobre la mesa; parece haber cumplido servicio como trinchante real y portador de
copa;* y, de acuerdo a Torquemada, en haberlo hecho descalzo y de rodillas. Estando
todo preparado, un número de las más bellas mujeres del rey entraban, llevando agua
en recipientes redondos llamados xicales, para que el rey se lavara sus manos en ellos,
y toallas con las que secarse, otros recipientes eran ubicados sobre el piso para
recoger los derrames. Otras dos mujeres, al mismo tiempo, le traían algunas pequeñas
*
El “portante de copas” concuerda razonablemente con las “cortinas de la ventana”
tajadas de un muy delicado tipo de pan, hecho de la más fina harina de maíz, batido
con huevos. Hecho esto, una pantalla de madera, tallada y dorada, era ubicada delante
de él para que nadie pudiera verlo mientras comía. Siempre estaban presentes cinco o
seis viejos señores, parados al lado de la silla real descalzos y con sus cabezas
inclinadas. A éstos, y como una señal especial de favor, el rey enviaba ocasionalmente
un bocado elegido de su propio plato. Durante la comida el monarca se entretenía
mirando el desempeño de sus juglares y acróbatas, cuyas maravillosas proezas de
fuerza y destreza describiré en otro lugar; en otros momentos había danza
acompañada de canto y música….El alimento más sólido era seguido de pasteles,
dulces y un magnífico postre de frutas. La única bebida ingerida era chocolate, de la
cual cincuenta jarras eran provistas; se tomaba con una cuchara, finamente elaborada
de oro o conchas, de un cáliz del mismo material. Habiendo terminado su almuerzo, el
rey nuevamente se lavó sus manos con agua traída, como antes , por las mujeres.
Después de esto, varias pipas pintadas y doradas fueron traídas, de las que inhaló, a
través de su boca o nariz, como mejor le sentara, el humo de una mixtura de ámbar
líquido y hierbas llamado tabaco. Luego de la siesta, se abocó a los negocios y
procedió a dar audiencia a todos los embajadores y diputados extranjeros de las
ciudades del imperio y a quienes entre sus señores y ministros tenían negocios para
tratar con él.”*
En este informe, si bien fundado sobre aquellos de Díaz y Cortés, y no
mostrando nada esencialmente nuevo, tenemos el desarrollo final de la historia hasta
el presente, pero sin ninguna seguridad de que se haya llegado hasta los limites de su
posible expansión. La purificación de nuestra historia aborigen, arrojando la masa de
basura con la que está profusamente cargada, se nos impone a resguardar la
inteligencia americana de la merecida desgracia. Todo lo que pueda decirse de los
aborígenes americanos en general, o de los aztecas en particular, fueron dotados con
sentido común en materia de su comida diaria, lo que les costó trabajo, previsión y
atención para proveer. El cuadro de la vida india aquí presentado es simplemente
imposible. Los pueblos indígenas en el estadio medio de barbarismo estaban bajo la
era de las mesas y sillas para el servicio de almuerzo; ni tampoco habían aprendido a
disponer el almuerzo para ser comido socialmente en una mesa comunitaria, o aún
compartir su almuerzo con sus esposas e hijos. Su casas comunales, sus almacenes
*
Native Races of the Pacific States II, 174-178
comunes, su comunismo de vida y su separación de sexos en las comidas son usos y
costumbres indias que explican su almuerzo. Fue mal concebida por los españoles con
toda naturalidad, y con los groseros resultados aquí presentados; pero no hay excusa
para continuar con este falso concepto bajo la presencia de conocidos hechos
accesibles a todos.
No hay duda de que Moctezuma fue tratado con gran consideración por toda
clase de personas. Los indios respetan y veneran a sus jefes. Como su principal jefe de
guerra Moctezuma ocupó el más alto cargo oficial entre ellos. El es representado
como amable, generoso y varonil aunque desconcertado por la repentina aparición y
novedosas y mortales armas de los españoles. El estaba a cargo de la recepción y
entretenimiento de Cortés y sus hombres, quienes le correspondieron salvajemente
por su hospitalidad y calidez. Pero cuando se considera su vida hogareña, no tuvo
mejor suerte que sus compañeros cabezas de familia, compartiendo con ellos su
almuerzo común. Estos relatos, cuando se los despoja de sus ideas erróneas, hacen
probable que Moctezuma estuviera viviendo con los parientes de su gentilicio en una
casa que poseían en común; y aquello que los españoles vieron fue un almuerzo en
común , por este hogar que, con las mujeres y niños, puede haber alcanzado de
quinientos a mil personas. Cuando los miembros dispersos del hogar habían sido
convocados, la única comida diaria era traída por un número de personas de la cocina
comunitaria en cuencos y platos de barro, y dispuestos sobre el piso en un
departamento usado como un lugar para el almuerzo a la usanza de los indios. Indios
como eran, tomaban sin dudar estas vasijas una por una, cada una conteniendo el
almuerzo para una sola persona dividida en la olla. Ellos comían parados o podían
estar sentados sobre el piso o sobre el suelo en el patio abierto. Indios como eran, los
hombres comían primero y por su cuenta y las mujeres y los niños luego. Cuando el
almuerzo había finalizado, se distraían, probablemente, con música y danza, y se
hacían felices como los bien alimentados indios eran propensos a ser. Que el mismo
almuerzo, conducido de similar manera, ocurría en todas las casas del pueblo,
pequeñas y grandes, una vez al día, difícilmente pueda haber duda.
El almuerzo de Moctezuma que ha entrado en la historia y ha sido leído por
tres siglos con asombro y admiración, es una excelente ilustración del escaso material
del que la historia del aborigen americano ha sido elaborada.
Muestra, por otra parte, a modo de advertencia, que resultados se originan en los
grandes errores conceptuales a través de la facultad constructiva de los autores.
Una confederación de tres tribus indias, hablando dialectos del mismo
lenguaje, fue precisamente lo que los españoles encontraron en México y esto fue
todo lo que encontraron. No tuvieron ocasión, en sus relatos, en avanzar un paso más
allá de este simple hecho. Una explicación satisfactoria de esta confederación puede
ser encontrada en similares confederaciones indias. Se trataba de un crecimiento de
las instituciones comunes de familia india. Debajo de estas imágenes ilusorias un
consejo de jefes se revela, que era el instrumento natural y legítimo del gobierno bajo
instituciones indias. Ninguna otra forma de gobierno era posible entre ellos. Tenían,
además, que era una igualmente parte legítima de este sistema, un elegible y
derrocable jefe de guerra poder para elegir y deponer (Teuchtli), el poder para elegir
y deponer mantenido por un electorado fijo siempre presente y listo para actuar
cuando la ocasión lo requiriera. La organización azteca quedó claramente bajo los
españoles con una confederación de tribus indias. Nada más que la más grosera
perversión de los evidentes hechos podría haber permitido a los escritores españoles
fabricar la monarquía azteca de un sistema democrático.
Sin determinar la unidad de su sistema social, si estaban organizados en
gentes, como probablemente lo estuvieron , y sin obtener ningún conocimiento de la
organización que existía, audazmente inventaron una monarquía para los aztecas, con
características de alto feudalismo, fuera de la recepción a Cortés por su jefe de guerra
principal, y otras endebles materias como el almuerzo de Moctezuma. Esta falsa idea
ha perdurado, a través de la indolencia americana, tanto tiempo como merezca
destacarse.
Cuando hayamos aprendido a hablar de los indios americanos en un lenguaje
adaptado a la vida e instituciones indias, se tornarán comprensibles. Mientras
apliquemos a sus organizaciones sociales e instituciones domésticas términos
adaptados a las organizaciones e instituciones de la sociedad civilizada,
caricaturizamos a los indios y nos decepcionamos a nosotros mismos. No había ni una
sociedad política, ni un estado, ni una civilización en América cuando fue descubierta;
y, excluyendo a los esquimales, sino una raza de indios, la raza cobriza.
LEWIS H. MORGAN
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