Génesis del estado ateniense

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Tema 21
Génesis del estado ateniense
En ninguna parte podemos seguir mejor que en la antigua Atenas, por lo menos en la primera fase de la evolución, de qué modo se desarrolló el Estado, en parte
transformando los órganos de la constitución gentil, en
parte desplazándolos mediante la intrusión de nuevos
órganos y, por último, remplazándolos por auténticos organismos de administración del Estado, mientras que
una “fuerza pública” armada al servicio de esa administración del Estado, y que, por consiguiente, podía ser
dirigida contra el pueblo, usurpaba el lugar del verdadero “pueblo en armas” que había creado su autodefensa
en las gens, las fratrias y las tribus. Morgan expone mayormente las modificaciones de forma; en cuanto a las
condiciones económicas productoras de ellas, tendré
que añadirlas, en parte, yo mismo. En la época heroica, las cuatro tribus de los atenienses aún se hallaban
establecidas en distintos territorios de Africa. Hasta las
doce fratrias que las componían parece ser que también
tuvieron su punto de residencia particular en las doce
ciudades de Cécrope. La constitución era la misma de la
época heroica: asamblea del pueblo, consejo del pueblo
y “basileus”. Hasta donde alcanza la historia escrita, se
ve que el suelo estaba ya repartido y era propiedad pri-
vada, lo que corresponde a la producción mercantil y al
comercio de mercancías relativamente desarrollados que
observamos ya hacia el final del estadio superior de la
barbarie. Además de granos, producíase vinos y aceite.
El comercio marítimo en el Mar Egeo iba pasando cada
vez más de los fenicios a los griegos del Atica. A causa
de la compraventa de la tierra y de la creciente división
del trabajo entre la agricultura y los oficios manuales,
el comercio y la navegación, muy pronto tuvieron que
mezclarse los miembros de las gens, fratrias y tribus.
En el distrito de la fratria y de la tribu se establecieron
habitantes que, aun siendo del mismo pueblo, no formaban parte de estas corporaciones y, por consiguiente,
eran extraños en su propio lugar de residencia, ya que
cada fratria y cada tribu administraban ellas mismas sus
asuntos en tiempos de paz, sin consultar al consejo del
pueblo o al “basileus” en Atenas, y todo el que residía
en el territorio de la fratria o de la tribu sin pertenecer a
ellas no podía, naturalmente, tomar parte en esa administración.
Esta circunstancia desequilibró hasta tal punto el funcionamiento de la constitución gentilicia, que en los
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tiempos heroicos se hizo ya necesario remediarla y se
adoptó la constitución atribuída a Teseo. El cambio
principal fue la institución de una administración central en Atenas; es decir, parte de los asuntos que hasta
entonces resolvían por su cuenta las tribus fue declarada común y transferida al consejo general residente
en Atenas. Los atenienses fueron, con esto, más lejos
que ninguno de los pueblos indígenas de América: la
simple federación de tribus vecinas fue remplazada por
la fusión en un solo pueblo. De ahí nació un sistema
de derecho popular ateniense general, que estaba por
encima de las costumbres legales de las tribus y de las
gens. El ciudadano de Atenas recibió como tal derecho
determinado, así como una nueva protección jurídica
incluso en el territorio que no pertenecía a su propia
tribu. Pero éste fue el primer paso hacia la ruina de la
constitución gentilicia, ya que lo era hacia la admisión,
más tarde, de ciudadanos que no pertenecían a ninguna
de las tribus del Atica y que estaban y siguieron estando
completamente fuera de la constitución gentilicia ateniense. La segunda institución atribuida a Teseo fue la
división de todo el pueblo en tres clases – los eupátridas
o nobles, los geomoros o agricultores y los demiurgos o
artesanos–, sin tener en cuenta la gens, la fratria o la
tribu, y la concesión a la nobleza del derecho exclusivo
a ejercer los cargos públicos. Verdad es que, excepto en
lo de ocupar la nobleza los empleos, esta división quedó
sin efecto por cuanto no establecía otras diferencias de
derechos entre las clases. Pero es importante, porque
nos indica los nuevos elementos sociales que habían ido
desarrollándose imperceptiblemente. Demuestra que la
costumbre de que los cargos gentiles los desempeñasen
ciertas familias, se había transformado ya en un derecho
apenas disputado de las mismas a los empleos públicos; que esas familias, poderosas ya por sus riquezas,
comenzaron a formar, fuera de sus gens, una clase privilegiada, particular; y que el Estado naciente sancionó
esta usurpación. Demuestra que la división del trabajo
entre campesinos y artesanos había llegado a ser ya lo
bastante fuerte para disputar el primer puesto en importancia social a la antigua división en gens y en tribus.
Por último, proclama el irreconciliable antagonismo entre la sociedad gentilicia y el Estado; el primer intento
deformación del Estado consiste en destruir los lazos
gentilicios, dividiendo los miembros de cada gens en
privilegiados y no privilegiados, y a estos últimos, en dos
clases, según su oficio, oponiéndolas, en virtud de esta
misma división, una a la otra.
Fuente: El origen de la familia, la propiedad privada y estado. F. Engels.
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