c INTERNACIONAL Enseñanzas para América latina IVAN AUGER El milagro japonés Estado guía, igualdad y empresas de trabajadores El exitoso sistema económico japonés atrae la atención de estudiosos y hombres de acción y puede transformarse en un nuevo modelo venido desde el exterior. El autor reseña las diferentes explicaciones que se han dado de este éxito japonés. Afirma que Japón ha sabido adoptar políticas de fomento al desarrollo económico, científico y tecnológico respetando las peculiaridades de su propia cultura. Esto se ha traducido, entre otras cosas, en una no aceptación del libre mercado como único regulador, en un significativo papel del Estado en la protección de sectores de punta y en una estructura empresarial que favorece fuertemente el sentido de pertenencia de los trabajadores a la empresa a economía de Japón es hoy, por su dimensión, la tercera del mundo, después de la norteamericana y de la soviética. Sin embargo, en la década de los 80, Japón se transformó en el principal banquero del mundo y, a la vez, pasó a encabezar la revolución científica y tecnológica, que es la base material que definirá el desarrollo y el poder en el futuro. Su fuerza de trabajo es una de las más capacitadas y disciplinadas del mundo; y, en su maduración, los conflictos del trabajo son prácticamente desconocidos. Después de la conferencia económica en la cima de las democracias industriales, celebrada en Toronto en 1988, en la que Tokio enunció el Plan Miyazawa para la deuda externa de los países en desarrollo, The New York Times sostuvo ediíorialmente: "Japón muestra los músculos". Poco después, Kissinger y Vanee, en carta pública a los candidatos L MENSAJE N" 388, MAYO 1990 presidenciales norteamericanos, afirmaron: "el desarrollo de Japón es asombroso". Y Sagdeev, diputado soviético y. hasta hace poco, director del programa espacial de su país, concluyó: "ios japoneses son los astutos". Para América latina, pese a sus crecientes lazos económicos con Japón, el principal país del Extremo Oriente es todavía un enigma envuelto en el misterio. Los intentos para descubrir el sistema japonés Los esfuerzos para explicarse el éxito de Japón, que son muy recientes, se concentran en los Estados Unidos, su autoproclamado mentor desde qua lo ocupó por siete años al terminar la segunda guerra mundial. La actual constitución nipona entró en vigor durante ese período y fue redactada en gran parte por las autoridades de ocupación. Tokio ha sido un fiel aliado de Washington durante la presente postguerra. Y, actualmente, es el mayor exportador hacia los Estados Unidos y financia un porcentaje importante del consumo norteamericano. Durante largos años, los Estados Unidos no se preocuparon por Japón, salvo como un aliado estratégico en el Pacífico. Las peculiaridades niponas les parecieron derivadas del legado de Confucio. Y como Weber, el padre de las ciencias sociales norteamericanas, afirmó que las naciones con dicha herencia no se desarrrollaban, no lo consideraron, ni siquiera potencialmente, un rival económico. Cuando fue evidente que la economía nipona era más eficiente que la estadounidense, la explicación dada por la escuela de los apologistas fue una superior ética japonesa del trabajo y el espíritu de equipo en sus empresas, cuyo resultado sería la producción de bienes de más alta calidad que los elaborados por su perezosa y egoísta contraparte norteamericana. Ejecutivos y académicos norteamericanos la encontraron insatísfactoria y siguieron tratando de descubrir la fórmula del elixir japonés. Al lograrlo, la sorpresa fue mayúscula. Y como generalmente ocurre en dichos casos, las conclusiones fueron algo exageradas. Entre otras cosas: Japón sería una 135 c sola empresa, curiosamente no dirigida por el gobierno, sino por los funcionarios públicos; las sociedades anónimas tampoco serían tales, ya que sus propietarios reales no serían los accionistas sino sus trabajadores; y el Partido Democrático Liberal, que ha gobernado a Japón durante toda la postguerra, no sería un partido ni democrático ni liberal. Así se impuso, sólo ayer, la escuela de los vapuleadores, que son parte de la corriente realista norteamericana, ahogada durante décadas por los ideólogos liberales ( y también conservadores) de la guerra fría. De acuerdo a ella, el comercio internacional de Japón no sería "competitivo", es decir, con libre intercambio de todo tipo de bienes de acuerdo a sus precios y calidades, sino que "antagónico", definido como el uso de barreras comerciales y el desarrollo de sectores industriales específicos con el objeto de obtener ventajas sobre los países con que mantiene relaciones mercantiles. La base de tal estrategia sería que Japón es un estado desarrollóla o, "como muchos observadores extranjeros de los vínculos entre el gobierno y las empresas niponas han concluido a través de tos años, que es la única nación comunista que funciona"1. Justamente por ello el gobierno de los Estados Unidos, dentro del marco de la ley de comercio norteamericana de 1988, exigió a Japón, bajo la amenaza de represalias comerciales, reformas estructurales. Atribuyó los déficit comerciales estadounidenses con Tokio, a que Japón tenía un rígido sistema de comercialización, cuyo resudado es que sus precios internos son entre 20% y 30% más alios que en Nueva York; a la debilidad del sistema antimonopólico nipón, que permite acuerdos en las propuestas, distribución del mercado, boicot de los grupos y otras prácticas que excluyen a los extranjeros del mercado japonés, y a una baja inversión japonesa en transporte y vivienda. 136 INTERNACIONAL La oposición a tal política en el gobierno norteamericano provino de los especialistas en estrategia, todavía enquistados en los departamentos de Estado y de Defensa; pero fue muy débil. Al término de la guerra fría, la influencia de esos tecnócratas es cada día menor. Los silenciosos y corteses japoneses contestaron con la misma moneda, pidiendo cambios estructurales en los Estados Unidos, lo que es insólito desde los tiempos de la ocupación. Los secretos japoneses fueron finalmente revelados Sin esas investigaciones, acusaciones y contestaciones, el misterio japonés persistiría. Los nipones no han difundido su sistema porque no han pretendido convertir a nadie, incluso se molestan cuando los extranjeros dominan su idioma, lo estiman que es una invasión a su privacidad. La única excepción a esa actitud fue el militarismo nacionalista de preguerra y su proyecto: la Estera de Coprosperidad del Asia Oriental, que terminó en el peor desastre de la historia nipona, por primera vez ocupados por una fuerza extranjera. Por la misma razón y con la misma salvedad, los japoneses han tenido la llamada "mentalidad de pequeño país", una de las llaves maestras de su éxito, según la cual no pueden modificar el contorno externo y, por ello, deben adaptarse a él, pero sin perder sus características nacionales. Sólo ahora, cuando son poderosos y como respuesta a las presiones externas y a las consecuencias en su propia nación, abren la boca. Y así el enigma es finalmente resuelto. Los japoneses definen su seguridad como la autonomía y poder de negociación económicos máximos posibles. Su Estado es el guía del desarrollo, aunque, como porcentaje del Producto Nacional Bruto, es uno de tos más pequeños entre tos países de la Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica, que agrupa a las democracias industriales. El sistema nipón de contrapesos y equilibrios no es la división de poderes, sino la participación en el proceso de decisiones de la administración pública de la clase LChalmers Johnson, "Japan, Their Behavior, Our Policy", en Public Intereet. otoño de 1S89, En tres decenios se logró alfabetizar a una población analfabeta básicamente MENSAJE N» 388. MAYO 1990 c política y de las grandes empresas, cuyos dirigentes, que generalmGnte provienen de facultades universitarias que desempeñan el rol de tas grandes escuelas francesas, tienen alianzas y posiciones divergentes que no siguen las líneas de cada estamento. La unidad se obtiene a través de la construcción institucionalizada y muchas veces informal del consenso, de por sí un largo proceso. Según un destacado ex funcionario nipón, su país sustituye la mano invisible del mercado por la visible del Estado para desarrollar, a largo plazo, tecnologías vitales para su seguridad, en razón de que tienen altos riesgos y los empresarios son adversos a correrlos, y para que sus firmas lleguen a ser ¡nternacionalmente competitivas. Las compañías japonesas son jurídicamente sociedades anónimas, pero la participación de los accionistas es sólo recibir dividendos determinados en el momento de emisión de esos valores. Según los norteamericanos, las empresas japonesas "funcionan para dar un propósito a quienes trabajan en ellas" y "son más similares al Cuerpo de Infantes de Marina o a una iglesia evangélica que a una compañía"2. Los nipones dicen que privilegian al capital humano que, por lo demás, junto a la infraestructura, son los únicos factores de producción fijos. En la realidad, los cargos de directores de las compañías son la culminación de la carrera de sus empleados, también de los dirigentes sindicales. Los trabajadores de todos los niveles son contratados y considerados como una parte integral de la firma y su capacitación práctica (la educación japonesa es excelente, pero teórica) se realiza en el interior de la empresa. Los contratos de trabajo son de por vida, se asciende por antigüedad, los salarios aumentan por años de servicio. Las remuneraciones de todos son idénticas en un comienzo y se separan a medida que avanza la carrera, pero esa diferencia sólo es de 1 a 4 ó 5 al término de ellas MENSAJE N» 388. MAYO 1990 INTERNACIONAL y aun menor si se consideran los impuestos a la renta, que son progresivos. Las gerencias dan instrucciones muy vagas, que toman forma cuando descienden y después vuelven a su origen, procedimiento que permite formar el consenso y actuar como una sola entidad cuando finalmente se adopta la decisión. Portal razón, la cualidad más admirada es la capacidad para construir el consenso. Por supuesto que hay competencia, entre compañías y entre las divisiones de las empresas, no entre las personas, pero dicha competencia siempre tiene ta limitación de la armonía social. En resumen, como lo proclamaron las empresas electrónicas niponas en un artículo pagado aparecido en Scientific American en octubre de 1981, el éxito de Japón se debe a un sistema industrial superior, al rol de liderazgo del gobierno, a la prudencia de no dejar todo a los dictados del mercado, a la cooperación entre gerencias y sindicatos y a la alta calidad de la educación. La nacionalización: la vía japonesa El sistema japonés no es la expresión de un líder o doctrina redentores. Es la respuesta a lo que han percibido como amenazas externas. Entre otros casos, la demostración de fuerza de la flotilla del comodoro Perry, que "abrió" Japón al comercio internacional; el rechazo por la conferencia de paz de Versalles, merced a la oposición británica, a una declaración antiracista propuesta por los japoneses; y la derrota en la segunda guerra mundial, seguida por la ocupación norteamericana que, por primera vez en el Japón moderno, deslegitimó a sus círculos dirigentes. En su primera etapa, antes de la segunda guerra mundial, adoptó el sistema administrativo francés, el ejército y la constitución alemana y la tecnología británica y norteamericana. La industrialización, sin embargo, la hizo el Estado, que prbrizó el sector pesado. No había otro que pudiera hacerlo y ese tipo de industria era vital para la defensa nacional. Después, las empresas fueron traspasadas al naciente sector privado para ajustarse al modelo de los países más industrializados de la época. Y cuando se produjeron las graves crisis que son consustanciales al desarrollo capitalista, la administración pública se transformó en el guía de la actividad económica. La política del gobierno no se limitó a la industrialización; también tuvo por fin tomar el consenso social. Para ello se transmutó el sistema de la aldea japonesa premoderna, la familia extendida con un núcleo central y principal, a la región primero y después al país entero. La familia imperial pasó a ser ese núcleo y el resto de las familias niponas fueron parte de la familia extendida. Japón. Autores japoneses bautizaron a tal sistema Estado "familístico". El Emperador era, además, divino, pero sólo en el sentido de que encarnaba la inmortalidad de la nación japonesa, como lo era desde tiempo inmemoriales. En dicha transformación tuvieron un rol esencial las instituciones tradicionales, particularmente el que podríamos llamar clero shinto, los oficiantes de la religión civil japonesa. También lo tuvo la rápida creación de un sistema educacional público y nacional, que logró alfabetizar en tres decenios, a una población básicamente analfabeta, pese a que aprender a leer y a escribir en japonés es una obra de ocho años, debido a que su escritura es idiográfica. Además de los cursos habituales, se enseñó con el nombre de educación moral, la ideología del nuevo régimen. Después de la segunda guerra mundial, la clase dirigente, prácticamente la misma de preguerra 2. Clyde V. PrestowNz, Trading Placas, Nueva York, 1985. 137 c menos su segmento militar, debió enfrentar su deslegitimación y una fuerte oposición marxista, cuyo lema era las fábricas para los trabajadores. Lo tuvo que hacer con una constitución impuesta por los norteamericanos, que separó a la Iglesia del Estado y que prohibió la enseñanza ideológica a través del sistema educacional. No se podía predicar el Estado familístico. Hubo más de una concesión y el resultado fue la empresafamilia extendida, que antes hemos esbozado. Simultáneamente, los japoneses rechazaron los consejos de ¡os expertos norteamericanos en INTERNACIONAL de su cultura o a políticas públicas determinadas. De ser lo primero, que es también la tesis de los japoneses, no serla un modelo exportable, ya que la cultura no puede trasladarse. Si fuera lo segundo, la conclusión sería justamente la opuesta. Tal debate carece de sentido. El éxito de la modernización, el milagro japonés y el de otros, depende de la adaptación, a través de políticas públicas adecuadas, de la experiencia y estructura de los países más avanzados a la cultura propia. No se trata de un trasplante o copia, sino de un proceso que combina imitación y '... las políticas públicas siempre fracasan cuando entran en colisión con la cultura en que se aplican..." desarrollo. Así, por ejemplo, se negaron a determinar su estrategia por la escasez de capital y la abundancia de mano de obra y, por consiguiente, atraer inversiones extranjeras y especializarse en actividades económicas con una baja densidad de capital. Es cierto que se endeudaron en el extranjero, pero las fuentes de estos créditos fueron exclusivamente los organismos públicos multilaterales. El respeto a las tradiciones por supuesto que también tiene aspectos negativos. Ello explica, por ejemplo, la situación desmedrada de la mujer y de la casta que tradicionalmente trabaja la carne y sus derivados, esta última una tradición budista, como asimismo de los coreanos, que fueron obligados a emigrar en el período de entreguerras, y cuyos descendientes nacidos en Japón todavía son extranjeros. Enseñanzas para América latina Entre los especialistas en Japón y tos expertos en desarrolb se discute si el crecimiento nipón es atribuible a las singularidades 138 conservación por medio de una gran creatividad; no es extranjerismo sino nacionalización. El esquematismo ideológico de cualquier signo, en cambio, hace perder el pasado sin ganar el futuro. Y las políticas públicas siempre fracasan cuando entran en colisión con la cultura en que se aplican. Los japoneses, por ejemplo, rechazaron guiarse por el concepto de "ventajas comparativas", que consideraron neocolonial porque impide pasar a un nivel cualitativamente superior de desarrollo, y porque hay sectores más importantes que otros. Tampoco compitieron sólo por los precios, sino que cambiaron costos decisivos o lograron ventajas cualitativas, (la competencia dinámica de Shumpeter), y así encabezan la revolución científica y tecnológica. No contrataron a los trabajadores por su contribución marginal a las utilidades, sino que transformaron a la empresa en una familia extendida y, con ello, no sólo lograron la paz social, sino también ser más eficaces. La vía del éxito, la japonesa, es obviamente difícil. Es cierto que tos oficiantes y textos sagrados de las doctrinas de las potencias dominantes tienen amplia difusión, hoy complementados con becas para estudiar en sus universidades. Mucho más complejo es, sin embargo, construir el camino propio, partir de lo que se tiene y adaptar a dicha realidad las enseñanzas que nacen y se desarrollan de las experiencias de quienes van más adelante. Pero al parecer no hay otra alternativa. De la evolución actual del mundo, se puede desde ya concluir que el paradigma básico del occidente influido por los Estados Unidos, (según Peter L. Berger, el "vínculo entre el individualismo, el capitalismo y la modernización", tal vez insertando en el medio la palabra protestantismo), "no es inevitable e intrínseco; y más bien debería ser reinterpretado como el resultado de circunstancias históricas contingentes"3. Por otra parte, tanto en la práctica japonesa, como por la de los países europeos occidentales calificados de corporativistas, entre tos cuales Austria es el que más se menciona, la distinción entre macroeconomía y microeconomía se está diluyendo. Los casos antes mencionados demuestran además que la igualdad social, acompañada de la guía económica del Estado o de la concertación entre los intereses organizados nacionalmente, son más eficientes que la libertad económica. Y así se desmiente otra proposición de la derecha ideológica: la presunta eficacia de la magia del mercado. Por lo demás, hoy hasta Jeanne Kirkpatrick se convirtió y reconoce, aunque dijo que no le gustaba, que el sistema más exitoso es la economía mixta. Por consiguiente, cabe concluir que para desarrollarnos debemos adaptar a nuestra propia tradición las experiencias de los países hoy más exitosos, entre tos que obviamente destaca Japona 3. An East Asían Develcptnent Moóel, New Yersey, 1988. MENSAJE N« 388, MAYO 1990