cabeza de chorlito, dando a entender su torpeza y su

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PROBLEMAS DE LA PERCEPCIÓN EN ESQUIZOIDES
PROBLEMAS DE LA PERCEPCIÓN EN ESQUIZOIDES
lilis Plenge
Una característica típica del esquizoide es su incapacidad de establecer
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una relación emocional con el mundo que lo rodea. Como lo formuló Dührs-
sen [1], el desafío del mundo se halla debilitado. El esquizoidismo está des
crito frecuentemente en figuras del lenguaje provenientes del mundo de la
percepción a través de los sentidos, como en aquella que dice: Los árboles
no dejan ver el bosque. También en lenguaje popular oímos decir: tiene
cabeza de chorlito, dando a entender su torpeza y su incapacidad de per
cibir los estímulos del mundo que lo rodea. También la dificultad de esta
blecer contacto se expresa por medio de una metáfora tomada del sentido
del^ tacto. Esto no se da por azar, sino que revela cómo el esquizoidismo
está acompañado casi siempre de un desarrollo insuficiente de la parte afec
tiva de que se constituye la percepción. Las personas esquizoides no saben
a veces, por ejemplo, lo que les sabe bien. Una paciente esquizoide no
pudo decir qué era lo que prefería comer. Después de pensarlo mucho
opinó que parecía comer con frecuencia papas con requesón debido a su
valor nutritivo. Otro paciente usaba en verano y en invierno el mismo
sweater y no notaba si afuera la temperatura era baja o alta ni mucho menos
percibía el ambiente especial de un día de primavera. Nunca se había per
catado conscientemente del olor del saúco.
Todo lo que encierra el concepto de atmósfera es inaccesible a los esqui
zoides. Sólo con el análisis empiezan a establecer esa relación emocional, lo
que para muchos pacientes es una vivencia muy intensa; una súbita trans
formación o ensanchamiento de la conciencia que les transmite por vez
primera el sentimiento de estar realmente ahí, de vivir en el mundo y no
a un lado de él. En este cambio intencional de la perturbación participan
vivencias emocionales sensoriales muy fuertes y positivas, fortuitas o bus
cadas. Las observaciones anteriores me incitaron a formular las siguientes
consideraciones:
Ambos pacientes habían pasado por la dificultad de captar la atmósfera
del medio ambiente, que había sido en su temprana niñez una especie de
objeto compensatorio positivo ante la ausencia de cuidado amoroso materno,
objeto del cual conservaban una huella en su memoria.
Uno de los pacientes, esquizoide de 29 años de edad, mecánico de alta
precisión, padecía de perturbaciones del sueño y la concentración. Era hijo
único de una madre que tenía 38 años cuando él nació y que no deseaba
su llegada, y de un padre de 39 años mecánico también. Ambos padres
eran muy severos y nada cariñosos. El niño había crecido aislado de otros
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niños. Aun de escolar rara vez se le permitía jugar en la calle. Su radio de
acción abarcaba sólo la casa de sus padres, que constaba de sala de estar
y cocina. Siempre había sido un solitario, tanto en la escuela como después
en su actividad profesional. A los 23 años se casó, por no salir de lo acos
tumbrado, después de haber tenido algunas experiencias sexuales pasajeras
con otras mujeres. Vivía más bien al lado de su mujer que con ella.
Los síntomas se habían presentado poco después de la pubertad y lo mar
tirizaban a tal grado que habiéndose sometido a una múltiple terapia medi
camentosa se decidió por el psicoanálisis. En el curso del análisis hizo un
viaje de recreo, proyectado con gran júbilo, en compañía de su mujer. En
el lugar donde vacacionaban, se hospedaron cerca de una cervecería. Allá
se sintió transformado por motivos inexplicables, acabando por atribuirlo a
las vacaciones. Pasadas unas horas le ocurrió súbitamente que el peculiar
olor de la cervecería lo transportaba a su niñez. Recordó una experiencia
pasada que nunca había mencionado en el análisis: su madre lo castigaba
con cierta frecuencia, encerrándolo en un cobertizo, cuya ventana daba al
patio. Desde ahí llegaba un olor a cervecería. Abandonado durante horas,
asomado a la ventana se había "agarrado al olor", como él mismo lo expre
sara, y el miedo había cedido. Más tarde dio por escurrise sigilosamente
hasta el patio para inhalar ese olor que le prodigaba un sentimiento de pro
tección.
Otro caso es el de un estudiante de física, de 23 años, con hipertonía
juvenil y accesos de despersonalización. En la estructura de su personalidad
participaban rasgos obsesivos al lado de rasgos fuertemente esquizoides. Había
nacido en África, donde su padre, que entonces contaba 43 años de edad,
desempeñaba un cargo diplomático. La madre, de 19 años, no se ocupaba casi
de él, y había encargado su cuidado a la servidumbre de color, que cambiaba
frecuentemente. La madre se interesaba sólo por sus compromisos sociales
derivados de la profesión de su esposo. El paciente no recuerda haberla visto
mucho de niño, ni haber jugado nunca con ella o haber recibido sus caricias.
La familia emigró a Alemania cuando el niño tenía tres años. Él nunca
volvió a ver los trópicos y recordaba sólo vagamente aquella época. Era un
niño callado, soñador. Casi no tenía amigos y desde temprana edad se inte
resó por las ciencias naturales, a las que se dedicó al terminar su bachillerato.
Sin embargo, no avanzaba en su estudio y se cansaba muy pronto.
Su hipertonía fue diagnosticada en una exploración en grupo y, al no
tener efecto alguno la terapia medicamentosa, fue enviado a mi consultorio,
catalogado por el médico internista como un tipo raro "nervioso".
En el curso del análisis, el paciente inició relaciones con una muchacha a
quien un día acompañó, por deseo de ella, al jardín botánico que él no
conocía. Al entrar en el invernadero, donde se respiraba un aire tropical,
producido artificialmente, tuvo una sensación extraña, igual que en el caso
descrito antes. Sintió que "nunca antes había estado tan cerca de sí mismo
como en ese momento". En la sesión analítica recordó que conocía esa at
mósfera en su infancia. Desde entonces visitó con frecuencia, solo, el inver-
* Trad. de Gertrudis Saemisch.
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Plenge, I., 1972: Problemas de la percepción en esquizoides, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 21, 1972), pp. 60-70.
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nadero. El peculiar olor dulzón y pesado, y el calor húmedo del aire le
en que vivía yo antes," decía una estudiante, cuya perturbación esquizoide
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provocaban una vivencia de sí mismo de una intensidad desconocida hasta
entonces. Más tarde ya no necesitó de estas visitas al jardín botánico.
En ambos casos se trata del reencuentro con un sentimiento de identidad
perdido, provocado a mi modo de ver no solamente por la percepción sen
sorial, sino también por el ánimo feliz ante las vacaciones, en un caso, y
por el enamoramiento, en el otro.
De Boor [2] relata la fantasía, por mucho tiempo olvidada, de un paciente
enfermo de asma bronquial, que sin lugar a dudas tenía rasgos esquizoides:
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"De niño, permanecía acostado, paralizado de miedo al ver cómo una enorme
nube gris se me venía encima, me cubría y me hacía sentir que me asfixia
ba.". De Boor interpreta esta fantasía como expresión de desesperanza y
cree posible que "la nube amenazadora encerrara para su existencia per
cepciones afectivas relacionadas con la depresión de la madre que entonces
dominaba la atmósfera ambiental del niño". La cualidad de la vivencia,
aunque bajo un signo negativo, se asemeja a la de mi paciente. La captación
de la atmósfera difícilmente puede describirse. Reaccionan a ella, sobre todo
los sentidos inferiores como son el olfato, el gusto y el tacto. De acuerdo
con Tellenbach [3] ".. .también la experiencia de lo atmosférico... tiene un
lugar fenoménico predominante... Para palpar lo atmosférico poseemos un
órgano que capta lo que caracteriza inmediata y homogéneamente al mundo
de los demás (Mitwelt) y al mundo que nos rodea (Umwelt)."
Poco se ha investigado acerca del grado en que participa el sentido del
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iba cediendo "como animal enjaulado me encerraba en mi cuartucho". An
daba completamente desaliñada, sin percatarse de ello. Se alimentaba de
caldo y pan con mermelada. También para ella llegó un momento, en el
curso del análisis, en que los olores de su cuerpo cobraron importancia.
"Cuando uno se huele a sí mismo, se da cuenta de que realmente existe."
Los pedazos de uña que se roía, los masticaba largo tiempo. "Comerse las
uñas es algo soberbio. Con ellas tiene uno para rato, y algo de uno mismo."
Más tarde aprendió a gozar del baño caliente y a cuidar de su arreglo per
sonal. Con frecuencia se preparaba una buena comida y la disfrutaba.
Otra paciente se lamentaba de no complacerse con el uso de perfume.
"Es un acto altruista. Preferiría perfumarme de tal modo que yo también
lo pudiera oler." Otro paciente esquizoide gustaba de oler sus axilas para
tener una vivencia intensa de sí mismo como un ser con un cuerpo.
Acostumbramos designar esta fase como regresión anal. Sin embargo, en
el caso de enfermos esquizoides se trata con frecuencia del desarrollo de
tendencias anales que antes no habían experimentado. Esta componente des
empeña un papel muy importante en jóvenes esquizoides desastrados. En
ellos la adaptación social es una racionalización.
Más importante aún me parecen ser las vivencias transmitidas por el sen
tido del tacto, que detallaré en seguida. Según Des Lauriers [6] es la catexia
libidinosa de los contornos corporales la * condición esencial para viven-
olfato en la primera experiencia del mundo. Los estímulos del olfato se han
ciar la realidad. El sentido del tacto se caracteriza por un componente afec
tivo muy fuerte. Hensel [7] llama la atención sobre el hecho de que todos
olor de la comida y el de los establos se mezclaban en las casas de los cam
los conceptos relativos a esta esfera de la percepción se utilizan indistinta
mente para designar vivencias de tipo afectivo. El mismo término "senti
pesinos, en las que no había ventilación. Según Mayer [4] el sentido del
miento" se usa en dos sentidos. Hablamos de un hombre frío o de corazón
reducido mucho con la higiene de la vida moderna. El humo del hogar, el
olfato debe tener su importancia en el recién nacido. Se sabe —dice que
entre las manadas de borregos y reses, los pequeños distinguen siempre a
su madre, valiéndose sobre todo —como lo han demostrado investigaciones
recientes— de su sentido del olfato.
Mencionemos el caso de un paciente que se sintió siempre atraído por
mujeres alcohólicas. Su madre había sido viciosa, el olor a alcohol lo rela
ardiente, de una atmósfera helada, de una persona dura o blanda, todo en
función de la intensidad emotiva que viva o exprese.
Pero sobre todo, ninguna otra percepción sensorial nos transmite a la par
del estímulo objetivo, la vivencia de nuestro propio yo. Cuando nos alcanza
un estímulo óptico o acústico, nos relacionamos más firmemente con el ob
jeto del que proviene y no nos percatamos con la misma intensidad de nos
cionaba con ella, y él buscaba, inconscientemente, a su madre en las mujeres.
Tellenbach [3] menciona a Spitz y Erikson que ven en el olor y el sabor y
otros mismos en nuestro acto de ver o de oír. Mas cuando es rozada nuestra
en la seguridad que confiere el acto de dar cumplidamente, las condiciones
para que se forme un sentimiento del mundo pleno de confianza.
sujeto tocado.
Las vivencias sensoriales táctiles de la temprana niñez activan el de
sarrollo de un sano sentimiento de identidad. Me siento, por tanto soy, di
ríamos variando la frase de Descartes. También tienen importancia las per
Freud [5] señaló la conexión entre el placer de oler y la analidad y com
probó que "a pesar de haber dado todos los pasos necesarios en el propio
desarrollo, al hombre no le causa aversión el olor de sus propios excremen
tos". Esta aceptación del olor del propio cuerpo parece ser parte imprescin
dible de la identidad con el propio yo, misma que falta, a mi entender, en
personas gravemente esquizoides. Algunos pacientes desarrollan en el curso
del tratamiento una inclinación extrema por las propias secreciones y heces;
un paso importante en la búsqueda de su yo. "Cuando pienso en la forma
piel, junto con el objeto que nos toca nos vivimos a nosotros mismos como
cepciones con un contenido afectivo indefinido. Quien ha observado a lactantes
sabe con cuánto desgano o desconcierto reaccionan cuando son trasladados
por primera vez de la cuna a la carreóla o a una cama más amplia. Spitz [8]
escribe al respecto: "Hasta el momento de nacer, la epidermis del bebé se
* Cursivas de Plenge.
Plenge, I., 1972: Problemas de la percepción en esquizoides, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 21, 1972), pp. 60-70.
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hallaba en un medio que no ocasionaba ningún roce y ofrecía seguridad...
Al nacer, la piel se halla expuesta a los tejidos toscos, con arrugas, secos,
en los que acostumbramos envolver al niño... Tardará cierto tiempo, sema
cambian los pañales muchas más veces que aquellas en que come. Diaria
mente se le baña. Toda esta combinación de estímulos al tocarlo, compensa
el hecho de que ya no se le lleve en brazos como antes. Sin embargo, cuando
falta el acercamiento emocional, las vivencias producidas por el tacto no son
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nas y aun meses, hasta que la piel del recién nacido se habitúe a estas irrita
ciones. .."
de educar a los bebés es en todo caso deficiente. Se ha comprobado que los
pueblos en los que las madres acostumbran a llevar consigo a sus hijos du
rante su primer año de vida, son gente muy equilibrada, a pesar de las pri
mitivas condiciones de vida. Originalmente el hombre estaba hecho para ser
nómada. Con esa vida errante, la alimentación de los niños que aún no
caminaban estaba condicionada necesariamente. No sabemos por qué unos
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Por lo que toca a las vivencias sensoriales táctiles, nuestra actual manera
pueblos, al volverse sedentarios, prescindieron de su costumbre de llevar con
sigo a los niños pequeños, y otros pueblos la conservaron. Es significativo
que las madres que mantuvieron la costumbre de cargar con sus hijos no
fuesen cariñosas con ellos, en el sentido occidental. Es que el contacto con
tinuo por medio de los sentidos del tacto y del olfato, así como la estimu
lación del aparato vestibular tienen un efecto calmante e incitante a la vez.
Además, el niño tiene la oportunidad de acercarse a la fuente de su alimento
cada vez que lo desea; basta cualquier expresión de descontento para que
la madre le dé el pecho. También entre nosotros, como señala Halliday [9],
se acostumbraba en el siglo pasado, llevar al niño en el mantón. En las
familias pobres, a falta de cuna, el bebé dormía con la madre, de tal modo
que aunque no recibiera siempre caricias ni cuidado amoroso, sí tenía la
cercanía, el calor y el contacto epidérmico que hoy faltan.
Las investigaciones de Harlow [10] acerca de las relaciones entre madre
y vastago efectuadas con monos rhesus revelan sin lugar a dudas que la
necesidad de contacto físico es tan elemental como la necesidad de alimento.
Harlow crió —como es sabido— monos rhesus valiéndose de dos madres
simuladas, una hecha de alambre a la que recurrían para alimentarse, y
otra de tela de felpa. Todos los monitos permanecían horas enteras al lado
de la mona de felpa, y se acercaban a la de alambres sólo para saciar su
hambre. También en este caso se trata de estímulos sensoriales táctiles sin
que haya manifestación alguna de cariño; estímulos que tienen un efecto
compensatorio. Según Spitz [11], esto ocurre en el mundo del hombre: "La
madre de alambre se ha vuelto una realidad para nuestros hijos: basta re
cordar el aparato para sostener las mamilas. En el curso de los siglos hemos
reducido paulatinamente el contacto corporal con el niño, por causa de la
vestimenta, la cuna, la campaña contra el amamantamiento."
Por otra parte, las condiciones mismas del cuidado de la higiene del niño
han compensado la falta de contacto impidiendo que todos los seres huma
nos padezcan de perturbaciones neuróticas: hoy en día se tienen más cui
dados con el niño, lo que hace que sea tocado más frecuentemente que
antes, cuando se le dejaba durante semanas envuelto en los mismos pañales
con los que se le recibía al nacer. Antes de cada comida se le asea y se le
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suficientes y viceversa.
El acercamiento emocional, la ternura, se manifiestan en la voz y en la
mímica. Pero se experimenta con mayor intensidad en las caricias, porque
el estímulo táctil más que otros hace al hombre sentirse como sujeto. Además
la percepción cercana o táctil se desarrolla antes que la percepción remota.
Freud [12] reconoció el papel de la epidermis como "zona erógena por
excelencia", aunque consideró a la excitación sexual por medio de la vista
como la más importante [12], en tanto que Kinsey [13] concedió a los estímu
los táctiles la primacía. La ternura entre padres e hijo era para Freud [5]
sexualidad con una finalidad inhibida, aunque le concedió su debida impor
tancia en el desarrollo del yo. [14]: "La ternura de los padres y las personas
a cuyo cuidado está el niño influye en buen grado a acentuar la contribu
ción del erotismo a las catexias de las pulsiones del yo..." Schultz-Hencke [15]
concedió a la necesidad de ternura del hombre un importante papel y reco
noció la existencia de tendencias cariñosas autóctonas, de carácter no sexual.
Háfner y Freyberger [16] comprobaron que "la vivencia de ser acariciado
constituye un fundamento en el que pueden apoyarse más tarde las relacio
nes humanas cargadas de sentimiento, que conmueven nuestra emotividad".
No se sabe aún hasta qué grado la combinación de un estímulo táctil
húmedo y uno caliente tenga un efecto estimulante. Montagu [17] la con
sidera importante; menciona observaciones hechas en animales, según las
cuales es indispensable que la madre lama los genitales del recién nacido
para que empiece a funcionar su sistema gastro-intestínal, génito-urinario
y respiratorio. Spitz [8] es de la opinión que el caso del hombre es si no
idéntico, sí análogo. No sabemos si el baño del recién nacido tiene un efecto
activador, como se ha podido comprobar mediante experimentación en los
animales. El lamer, es la forma primigenia de las caricias. Con el tiempo la
lengua fue sustituida por la mano, instrumento principial para agarrar. Sin
embargo, hoy día, al asear al niño regularmente se le expone a estímulos
de la piel, húmedos y calientes, que son para él una vivencia tan placentera
como el sentir los propios excrementos.
Un paciente esquizoide de 28 años conoció durante el tratamiento a una
mujer, tres años mayor que él, especialmente cariñosa. Al principio le pa
reció un tanto extraño, y se dejaba acariciar sin participación alguna. "Es
una zalamera", decía. Un día en el preludio del acto sexual, su amiga em
pezó a lamerlo; primero la cara, luego el cuello, el cuerpo y los genitales,
con un efecto electrizante, desconocido para él hasta entonces. Como en
otras ocasiones, estaba sexualmente excitado; pero esta vez sintió que parti
cipaba realmente y que estaba en comunión con su propio cuerpo como
nunca antes. Esta forma excepcional de excitar la piel había tenido el efecto
de derribar un muro de separación. Con la estimulación se estableció un
Plenge, I., 1972: Problemas de la percepción en esquizoides, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 21, 1972), pp. 60-70.
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contacto tan íntimo que el paciente se sintió aceptado por la mujer. Las
asexuales y, por ello, las toleran. Ellas dan a los niños la oportunidad de
un contacto corporal intensivo, acompañado de sensaciones de placer.
Un paciente esquizoide declaró que durante un tiempo su mujer y él
solían hacerse cosquillas mutuamente, con lo que sentía que existía realmente.
Hay otros estímulos del sentido del tacto que intensifican la vivencia del
propio yo. Un paciente encontró muy placentero, cuando se hallaba de va
caciones en una costa del Norte, caminar por las playas bajas, solo y des
nudo, y revolcarse en el lodo, cosa que le daba la sensación de estar en
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caricias fueron vividas emocionalmente como ternura. Además, el lamer im
plica un movimiento rítmico y es quizá junto con el succionar el contacto
rítmico más primitivo. Al mecer al niño hay además una estimulación del
aparato vestibular. También cuando la madre lleva al niño en brazos roza,
al caminar, diversas partes del cuerpo del pequeño. Los estímulos rítmicos
son muy importantes porque la estimulación continua provoca un efecto de
adaptación, con lo que baja la intensidad de la percepción. Los monitos
rhesus, que crecieron en mutuo contacto, cuidados por Harlow sin recurrir
al simulacro de trapo, se abrazaban uno al otro continuamente y no se des
arrollaron. Spitz [11] lo interpreta de tal forma que al hecho de que la
madre, ocupada en otras tareas, prive al niño de su presencia, le concede un
efecto que estimula el desarrollo, del que carecieron los monos del experi
mento.
En mi opinión esto se explica únicamente por la función fisiológica del
sentido del tacto, que al recibir un estímulo continuo, produce una vivencia
de fusión, en tanto que el tacto rítmico tiene como consecuencia la catexia
libidinosa de los contornos del cuerpo.
Tampoco se ha investigado suficientemente la función de estímulo produ
cido por cosquillas, que en la gama de sensaciones táctiles se encuentra entre
el rozar y el rascar. El estímulo de la cosquilla puede provocarse en toda la
superficie del cuerpo, aunque tiene lugares predilectos como son las axilas,
las corvas, las plantas de los pies y las palmas de las manos. Lo caracteriza
la curva marcada que va del placer al displacer, parecida a la curva de la
excitación sexual. El roce produce un placer que se intensifica hasta alcanzar
su punto de culminación casi orgiástico. La analogía con la excitación sexual
la señala en el idioma alemán el nombre de Kitzler* aplicado al clítoris.
Más allá de este punto de placer el estímulo de la cosquilla se vuelve des
agradable.
Por otro lado es significativo que la respuesta refleja a este estímulo sea
la sonrisa o la risa, lo que no ocurre con la excitación sexual. De ahí su
importante función como mecanismo desencadenador en la relación entre
el niño y sus padres: la risa puede provocarse en cualquier momento. Muchos
adultos lo hacen casi instintivamente y a veces compulsivamente. Así como
la primera sonrisa es recibida por la madre con gratitud, más adelante, cada
vez que el niño sonríe ella se siente aceptada. Lo mismo cuenta para las
muestras de ternura que el niño mayor dirige activamente hacia su madre,
surgiendo así un efecto recíproco. Los niños que son llamados por sus padres
"la alegría de la casa" son aquellos que a menudo expresan el deseo de ser
acariciados o que espontáneamente prodigan sus caricias. Las madres que
carecen de confianza en sí mismas necesitan de esas expresiones.
Más tarde, cuando el niño empieza a entrar en contacto con otros niños,
las cosquillas ocupan un lugar especial, pues los padres suelen verlas como
* El que hace cosquillas.
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contacto con el mundo entero. Una paciente se expuso por tan largo tiempo
a los rayos del sol que tuvo quemaduras de primer grado en todo el cuerpo,
con un fuerte enrojecimiento de la piel. Por la noche, en la cama, disfrutó
durante horas del ardor que sentía desde dentro, pues ello le proporcionaba
una clara sensación de sí misma. Otro paciente más sintió durante una sesión
de análisis la desintegración producida por el alejamiento del mundo, acom
pañada por una sensación intensa de calor en todo el cuerpo. Lo consideró
como un salto cualitativo. En otra ocasión, le dio el nombre de "sensaciónde-estar-el-mundo-a-las-siete-de-la-mañana-aún-en-orden".
Rose [18] informó acerca de un paciente que "durante las sesiones analí
ticas apoyaba el codo contra la pared, junto al diván, y tenía la impresión
de estarse apoyando afuera en una persona conocida, o de empujarla. Decía
que necesitaba que alguien lo pellizcara o mordiera para poder sentirse a
sí mismo. Necesitaba de las personas como puntos de referencia limitativos
de su persona". En esta descripción de Rose resalta claramente la vivencia de
tipo esquizoide. La dejadez y torpeza en el caminar de jóvenes esquizoides,
que chocan contra lo que está a su paso, revela no sólo su tensión agresiva
sino también la necesidad de experimentarse a sí mismos. Igual cosa significa
el golpearse la cabeza y el morderse, característico de los niños auristas, como
hizo ver Ana Freud [19]. También los síntomas infantiles de chuparse el
pulgar, roerse las uñas y arrancarse el cabello revelan el deseo de satisfac
ción oral y agresiva, y también el de contacto corporal. Dührssen [1] encon
tró lagunas intencionales sin excepción, en niños con estos síntomas. Uno de
estos niños describió la perturbada vivencia de sí mismo de la siguiente ma
nera: "Me siento tan cristalino". En general, los gestos de turbación como
el rascarse, pasarse la mano por los cabellos, ajustarse la corbata, etc., son
estímulos táctiles que tienen un efecto tranquilizante.
Ocurre con frecuencia que un buen día el paciente esquizoide dice: "¿Es
ése un nuevo cuadro en la pared?" Sin embargo, el cuadro ha colgado en
el mismo lugar desde el primer día de tratamiento. Y, estructuralmente ha
blando, ya lo había notado antes, pero apenas ahora lo pudo contemplar
con interés y establecer un contacto con él. Estos sucesos, que en otros pa
cientes pueden valorarse como resistencias, como un asirse al exterior para
huir de su propia intimidad, en el esquizoide son señales indicadoras de su
cambio. Las descripciones de la súbita e intensa vivencia de haber "captado"
son raras. Más frecuente es la suma de muchas pequeñas percepciones ais
ladas, que anuncian el grado de esquizoidismo y su paulatina disolución.
Plenge, I., 1972: Problemas de la percepción en esquizoides, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 21, 1972), pp. 60-70.
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PROBLEMAS DE LA PERCEPCIÓN EN ESQUIZOIDES
Cuando se retapiza el diván, lo que es una prueba para cualquier paciente,
los esquizoides no se percatan de ello o, si acaso, se sienten inquietos, en
tanto que otros tipos de pacientes examinan interesados la tela, o la tocan,
o relatan sus ocurrencias al respecto( o las callan). De ahí la necesidad de
atender a los pequeños indicios de una relación emocional con la realidad
en el caso de pacientes esquizoides. Sperling escribe: "A mi modo de ver
esto significa, por lo que toca a la técnica del tratamiento, que el terapeuta
ha de concentrarse durante largo tiempo en los aspectos relativos a la per
cepción." En los casos a que me refiero, esta regla fundamental debería
ampliarse en el sentido de animar al paciente a comunicar no sólo sus pen
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samientos y sentimientos, sino también sus percepciones y sensaciones cor
porales.
Por supuesto que las experiencias de la temprana niñez no son suficien
tes para crear un sentimiento duradero de identidad propia. Según Greenacre, [21] el hombre necesita, aun en sus años maduros, de otra persona afín
para fortalecer el sentimiento de sí mismo. La falta de "acoplamiento emo
cional" con el mundo puede enturbiar, como opina Frank [22], el sentimiento
de identidad de la persona normal. Rose [18] designa a la debilidad del yo,
resultante del fracaso de elaboración de grupos de representaciones corpora
les como perturbación narcisista de la identidad, designación que se aproxima
mucho al concepto de esquizoidía. En otra parte expuse detalladamente [23]
que a los jóvenes les es difícil sentir ternura porque la imagen de la masculinidad, que impera en nuestra sociedad, lleva implícita la idea de que un
joven no debe ser blando ni cariñoso. Una vez rebasada la primera niñez
se les impide sistemáticamente dar expresión a emociones de esta naturaleza.
Quizá es éste uno de los motivos de que el voyerismo y el fetichismo, ligados
PROBLEMAS DE LA PERCEPCIÓN EN ESQUIZOIDES
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Künzler [27] también supone la existencia de pulsiones no orales. Subrayó
cómo el lactante que llora puede ser calmado sólo con tomarlo en brazos,
hablarle o mecerlo sin necesidad de darle alimento. Bowlby [28] describió
los actos de prenderse de algo o alguien, seguirlo y sonreírle como reaccio
nes independientes de la alimentación, a las que designó con el nombre
común de conducta de atadura. Künzler deriva de ahí que sean reacciones
pulsivas sociales primarias o necesidades de contacto. En mi opinión, se trata
de necesidales también primarias de los órganos de los sentidos, es decir, de
la piel, el oído y el ojo, que, condicionadas fisiológicamente, necesitan ser
satisfechas y que son tan sociales o no como puede serlo el succionar.
También el planteamiento de un narcisismo primario ha dado nuevo im
pulso a la investigación. Schumacher [29] asienta que en el presente se ha
intensificado el interés por el problema del narcisismo tanto en la teoría como
en la técnica; antes, en cambio, se habían observado y valorado los estados
narcisistas casi exclusivamente con relación a formas definitivamente patoló
gicas, aun cuando Freud mismo había acentuado, en distintos escritos, la
importancia del narcisismo para el desarrollo de una personalidad sana.
Quedan todavía muchas preguntas abiertas. Seguirá siendo muy difícil
captar la vivencia del infante en sus primeros meses de vida: nuestra me
moria no alcanza a retroceder hasta esa época. Sin embargo, gracias a nuestra
experiencia con pacientes esquizoides podremos comprender, por deducción
por lo menos, algo de la esencia de la esquizoidía o de las perturbaciones
de la identidad de carácter narcisista.
Conclusión
a sensaciones indefinidas del olfato, se den sólo entre hombres. Desde una
edad muy corta se ven obligados a dar un giro hacia otros instintos parcia
les. Es típico de este giro el juego siguiente que describió una paciente y que
había observado en sus hijos, una niña de 11 años y un niño de nueve: el
varón había de rascarle suavemente la espalda a su hermana mientras que
ella tenía que olerle los pies.
Dado que la estructura neurótica esquizoide se halla estrechamente ligada
a la falta de vivencias de ternura, puede ser ésta una de las razones del
predominio de pacientets esquizoides masculinos. Baumeyer [24] encontró
cuatro casos de hombres esquizoides por uno de mujer.
En general, es evidente que las estructuras neuróticas esquizoides han au
mentado en número, lo que en parte se explica por la época de la posguerra,
como expuso Hau [25]. Tal incremento sin duda ha intensificado nuestra
atención puesta en el significado de la fase preoral.
Schultz-Hencke [15] describe esta fase dentro del concepto de lo intencio
nal. Recientemente Riemann [26] sugirió llamarla fase sensorial, lo que me
parece muy indicado. A los órganos sensoriales, especialmente la epidermis
y los de la respiración, les atribuyó un papel preferente.
Una relación afectiva incompleta con las percepciones de los órganos sen
soriales revela frecuentemente una estructura neurótica esquizoide.
La estructura neurótica esquizoide se manifiesta, frecuentemente, por una
falta de relación afectiva con las percepciones de los órganos de los sentidos.
En este contexto desempeña un papel importante, además del ojo, la epi
dermis, que transmite un intenso sentimiento de identidad propia. Las defi
ciencias o insuficiencias vividas en la temprana niñez, especialmente en el
primer año de vida, o la falta posterior de estímulos correspondientes, pueden
influir en el desarrollo de una estructura esquizoide.
La revelación durante el análisis de vivencias sensoriales de contenido emo
tivo puede ser una señal importante de la disolución de la estructura esqui
zoide. Es por eso de suma importancia atender cuidadosamente a todas las
expresiones del paciente en este sentido.
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PROBLEMAS DE LA PERCEPCIÓN EN ESQUIZOIDES
70
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[15] Schultz-Hencke, H., Lehrb. der analytischen Psychotherapie, Stuttgart, 1965, p.
Alfred Adler solía decir sobre la personalidad unificada o, como ahora di
ríamos, sobre la identidad, que la personalidad que se construye a sí misma
es una ficción ([1], p. 9). Rollo May, al sostener la tesis de que la misión
del hombre en la vida es trascenderse, crearse un yo con lo que está a la
mano, acepta de buena gana la tendencia del hombre al autoengaño, si bien
repite una y otra vez que necesita tener mitos para poder vivir una vida con
sentido. May no sólo trata con gran amplitud el amor y la voluntad, de
donde procede el título de este extenso y erudito tomo, sino que plasma un
vasto cuadro mediante una filosofía del hombre, en cuyo desarrollo se en
cuentra implícita una teoría de la personalidad. Con esto lleva adelante el
hincapié que hizo Adler en el papel que desempeña el interés social en
el estilo de vida de cada uno, pues el interés social, o la ética, de acuerdo
con May, se funda en la psicología del hombre, en
37 y 24.
[16] Hafner, H. y H. Freyberger, "Psychosomatische Zusammenhange Bei hautallergosen",
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[19] Freud, A., Contribution to Discussion of "Problems of Infantile Neurosis", Psychoanalyt. Study of the Child. Cita de Rose (18), p. 503.
[20] Sperling, E., "Alters— und Bezugsgruppenspezifische Therapie..." Ztschr. f. Psy
chosomatische Med. u. Psychoanalyse, vol. 15, núm. 2, 1969, p. 121.
[21] Greenacre, P., "The Imposter". Psy. Quart. vol. 27, 1958, cita de Rose (18),
las capacidades del ser humano para trascender la situación concreta
del deseo inmediato que el yo dirige y para vivir en las dimensiones del
pasado y del futuro, así como en función del bienestar de las personas
y los grupos de los que depende, en última instancia, su propia reali
zación ([10], p. 25).
Este logro entraña aparentemente, sea dentro o fuera de la terapia, el juntar
el deseo, la voluntad y la decisión. Porque —nos dice May—
p. 504.
[22] Frank, J., "Communication and Empathy." Proc. Tercer Congreso Mundial de
Psicoterapia, 1961, 1, cita de Rose (18), p. 504.
[23] Plenge, I., Die Emanzipation des Mannes. Stuttgart, 1969, p. 51.
[24] Baumeyer, F., "Erfahrungen bei der Behandlung psychogener Erkrankungen in
Berlín" Ztschr. f. Psychosom. Medizin, vol. 8, núm. 3, 1962, p. 175.
[25] Hau, Th., Frühkindliches Schicksal und Neurose. Gotínga.
[26] Riemann, F., "Über den Vorteil des Konzeptes einer praoralen Phase". Ztschr. f.
Psychosomat. Med. u. Psychoanalyse, vol. 16, núm. 1, 1970, p. 30. Trad. española
en Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, núm. 20. 197, México, Fondo
de Cultura Económica.
[27] Künzler, E., "Zwei Hypothesen über die Natur der frühkindlichen Sczialbezie-
hungen". Psyche, vol. XXIII, núm. 1, 1969, p. 40, nota al pie.
[28] Bowlby, J., "Über das Wesen der Mutter-Kind-Bindung". Psyche, vol. XIV, núm. 7,
1959, p. 415.
la decisión crea una pauta de acción y de vida, que es reforzada por
los deseos, afirmada por la voluntad y que responde a las otras per
sonas significativas a la vez que por ellas, personas que son importantes
para uno en la realización de metas a largo plazo ([10], p. 25).
Nos viene de inmediato a la mente la observación de Sullivan de que
"nacemos con algo de este motivo de poder" ([15], p. 6). Por poder entiende
Sullivan la tendencia a expresar las etapas potenciales de la propia vida, a
alcanzar los dilatados círculos del medio ambiente; en suma, una tendencia
a ir más allá de sí mismo. Muy relacionado con éste se halla el concepto de
eros de May, sobre el que escribe:
[29] Schumacher. W., "Bemerkungen zur Theorie des Narzissmus". Psyche, vol. 24,
núm. 1, 1970, p. 1.
* Ensayo sobre el libro de Rollo May: Love and Will. W. W. Norton, Nueva
York, 1969.
Trad. del Dr. Daniel Jiménez.
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Plenge, I., 1972: Problemas de la percepción en esquizoides, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 21, 1972), pp. 60-70.
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