¿Es el refrán un datos etnolingüistico?

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Finalmente
^ Es el refrán un dato etnolingiiístico?
De todo lo que hasta ahora llevamos dicho parece deducirse que
el refrán, sea elemento perteneciente a la lengua y cuyo estudio por
tanto compete a la lingiiística o sea elemento literario y por tanto
estudiado por la literatura, lleva en sí mismo una 6nalidad: la de
transmitir una información de tipo práctico, moral o social que
transfiera de generación en generación, a través del tiempo y del espacio, unas pautas culturales de trabajo o de conducta individual y social
que la comunidad juzgue adecuadas.
Pero no termina ahí la finalidad del refrán. En nuestro estudio
hemos tratado de demostrar la utilidad del caudal de paremias de
una lengua, eso es, del caudal de información histórica concentrada
en unas estructuras y un léxico esclerotizado que toda lengua posee
como recuerdo de sus ancestros, para testimoniar una forma de vida y
unas corrientes de pensamiento en muchas ocasiones obsoletas y que
gracias a estas paremias compartimos con los hablantes de la misma
lengua en el tiempo y en el espacio.
Por lo mismo, cabe preguntarse ^es la lengua depositaria de la memoria colectiva de un pueblo? La respuesta parece evidente, pues sabemos sobradamente que a través del léxico de una lengua y del estudio
pormenorizado de su evolución podemos conocer la historia del pueblo a la que pertenece, y que muchos de sus elementos aislados nos informarán mejor aún que los libros de historia de las vicisitudes de este
pueblo. ^Por qué si no el campesino español actual, el labrador del
páramo soriano, el de la meseta o el del valle de Oja continúa llamando «romano» a un arado que él y sú padre y su abuelo y los muchos abuelos de todos ellos llamaban así? ^Puede el léxico informarnos de la memoria oculta de la historia que no ha olvidado otra
manera de arar autóctona, desaparecida bajo el empuje del prestigio
latino? Éste, como muchos otros, podría ser un ejemplo de cómo el
léxico se convierte en un dato etnolingiiístico, y si lo es el léxico, un
elemento en continua evolución, sometido a todas las leyes del cambio lingiiístico, ^qué no será la paremia, el refrán, que parece desafiar
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las leyes evolucionistas y permanecer inmutable a través del tiempo
sin perder la espontaneidad y frescura de cuando fue creado?
Nada más lejos de nuestra intención que dogmatizar al respecto, pero creemos suficientemente probada en las páginas que nos
preceden, en las que todo un mundo agrícola que giraba alrededor
del pan y del vino ha podido ser reconstruido y pormenorizado gracias al caudal de paremias de nuestra lengua, la afirmación de que
recuperar los refranes es recuperar la voz del Tiempo, reproducir la
charla de la Historia. Pero no basta con recuperarla, hay que ordenarla, re-construirla y presecvarla para las generaciones que nos seguirán. Así, sin más, quizá sin ni siquiera intentar explicarla, sin inquirir su verdad o su mentira, sencillamente legar algo que nos ha
sido legado, decir, simplemente ahí va eso que alguna vez fue dicho
y que en tantas otras ha sido repetido por todos los hombres que poseen con nosotros una misma lengua, una misma identidad.
Los refranes estaban ahí y nadie sabía exactamente para qué, los
empleábamos porque los habían empleado nuestros abuelos y por
tanto reflejaban la sabiduría de la experiencia. Su recopilación y recogida se hacía en calidad de dato curioso o de reflejo del alma popular, sin clara intencionalidad científica. Una nueva ciencia, la etnografía, y con ella la etnolingiií.ctica demuestra una más de sus
posibles utilidades, quizá la más importante, quizá la definitiva a la
hora de preservar este caudal en un mundo en el que la experiencia
de los mayores es cuestión irrelevante y de dudosa aplicación, la de
servir de te.rtimonio por vía de transmisión oral o escrita de una sociedad y de una cultura, en este caso la agrícola, en francas vías de desaparición.
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