Atrapado en las cuevas del hielo

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Atrapado en las cuevas del hielo
Mike Wahlberg, un militar de Alaska, quedo
atrapado en las cuevas del hielo.
El pasado 23 de enero
de 1971, Mike
Wahlberg, un militar
de una base secreta
de Alaska, casado y
con hijos, fue abatido
por una tempestad.
La desgracia empezó
cuando el comandante
de la base secreta
organizó una
expedición de reconocimiento por las tierras de Juneau.
Todo se desarrollaba con naturalidad hasta que una tempestad
les sorprendió por sorpresa, y el militar quedó atrapado en una
cueva sin poder salir al exterior.
No se sabe con exactitud los detalles de su supervivencia, pero
finalmente consiguió salir de esa misteriosa cueva.
Actualmente, está ingresado en el Vancouver General Hospital.
Pronto estará a nuestra disposición para conocer más detalles
sobre el accidente.
Entrevista a Mike Wahlberg Mike Wahlberg nos explica con más detalles que nunca su expedición por las peligrosas tierras de Juneau. 1. ¿Qué sintió al quedarse atrapado en esa cueva? Sentí miedo porque pensaba que no volvería a ver a mi familia, pero también tenía esperanza porque sabía que alguien vendría a rescatarme 2. ¿Tenía esperanza de que alguien viniera a buscarle? Si, ya que si en cinco días no volvíamos a la base militar, el comandante ordenaría que un helicóptero nos viniera a buscar. 3. ¿Cómo consiguió pasar la primera noche? La primera noche tenía frio, pero solamente pensé en mi familia. 4. ¿Qué cree que pensaba su familia después de saber de su desaparición? Se preocuparían mucho por mí, pero en el fondo tendrían esperanzas de volverme a ver algún día. 5. ¿Usted creía que había llegado su fin? A medida que transcurría el tiempo, el miedo crecía en mi interior hasta el punto de creer que en esa cueva llegaría mi fin. 6. ¿qué recursos tenía más a mano? Mis recursos eran muy escasos, tan solo llevaba una pistola, mi ropa y una foto de mi familia. 7. ¿Cómo consiguió salir de esa cueva? Después de la tempestad, los siguientes días fueron más tranquilos y el sol brillaba con más fuerza que nunca. Un día al levantarme, vi un rayo de luz en esa inmensa pared de nieve, y con todas mis fuerzas, cogí mi pistola y empecé a darle golpes a la nieve, hasta al punto en que pude salir de ese infierno. 8. ¿se considera un hombre afortunado? Después de esta aventura, me considero uno de los hombres más afortunados ya que pocas personas consiguen salir de esa situación. 9. ¿Le resultó difícil comer, beber y dormir? Sí, debido a la escasez de recursos, no pude beber ni comer nada en todos esos días. Pero me acuerdo de que las últimas noches dormí tranquilamente. 10.
¿Cómo se sintió al volver a ver a su familia? Me sentí plenamente aliviado al volver a reunirme con toda mi familia, fue un momento muy importante para mí. Biblioteca de grandes novelas Anna Joey Relato de un Militar Biblioteca de grandes novelas Anna Joey Relato de un Militar EDITORIAL RAMON SOPENA, S. A
PROVENZA, 95 BARCELONA 1971 Relato de un Militar DIARIO PERSONAL: Hoy día 22 de enero de 1971, yo, Mike Wahlberg voy a emprender una gran expedición por las peligrosas tierras de Juneau. Esta expedición ha sido organizada por el comandante John Wayne, uno de los soldados con más prestigio de toda América. Eran sobre las 5 de la tarde, yo estaba en la habitación del cuartel general con mi compañero Edward Houston, un hombre de carácter simpático que siempre me repetía: “si hay vida, hay esperanza.” De repente, el comandante, John Wayne, un hombre estricto, que solo sabía hacer que mandar y mandar, entro a la habitación: -­‐
¡Wahlberg, Houston! En diez minutos os quiero reunidos en mi despacho. Edward y yo un poco asustados, nos dirigimos rápidamente a él. Cuando entramos, nos encontramos con tres de los mejores militares de la base, James Thompson, Adam Walker y Erik Jones. El comandante nos explicó a los cinco que tenía una misión muy importante para nosotros: reconocer el peligroso e intrépido terreno de Juneau. Después de esto, todos nos preparamos nuestras mochilas con todo lo necesario para sobrevivir en esa peligrosa misión, y desaparecimos entre esas montañas desconocidas rumbo a Juneau. Eran aproximadamente las siete cuando James Thompson se sentó y nos suplicó que nos detuviéramos a cenar. Entonces, sin pensárnoslo detenidamente, Houston y yo sacamos de nuestras mochilas un par de bocadillos y nos los repartimos entre todos. Cuando acabamos de cenar, decidimos pasar la noche ahí, sacamos unos sacos de dormir, y nos pasamos la noche mirando el cielo. A la mañana siguiente, más o menos a las seis de la mañana, decidimos seguir nuestro viaje. Nos pasamos horas y horas andando hasta que de repente empezó a oscurecer y el tiempo vario por completo. El viento soplaba cada vez más fuerte y empezó a nevar más rápido que nunca. Fue en ese momento cuando descubrimos que se avecinaba la peor tempestad de nuestras vidas. Cuando parecía que todo estaba perdido, Erik Jones exclamó: -­‐
Mirad, al final de esta colina se encuentran unas cuevas. ¡Corred! Empecé a correr con todas mis fuerzas, al llegar a esa cueva me giré para observar como llegaban los demás. Pero cuando me giré, ya no había nadie detrás. Cada vez nevaba con más intensidad, hasta el momento en que la entrada quedó tapada totalmente por nieve. Durante las primeras horas lo único que me repetía sin parar en la mente eran las palabras de Edward Houston: “si hay vida, hay esperanza.” Más tarde, a media noche, decidí abrir mi mochila para ver con que materiales iba a pasar toda una noche, pero dentro de ella solo había una pistola USP, mi ropa militar y una foto de mi familia la cual me quedé mirando toda la noche. Los días siguientes fueron extremadamente largos ya que dentro de esa cueva no se podía hacer nada. Además no tenia agua ni comida, las cuales me perjudicaron mucho. El cuarto peor día de mi vida, al amanecer, vi un rayo de esperanza atravesando la nieve de la salida, y sin pensármelo dos veces, empecé a golpearla con mi pistola. Poco a poco, empezó a abrirse un pequeño agujero el cual se fue haciéndose más y más grande hasta que pude salir de esa cueva. Al salir lo primero que pude ver fue que la tempestad había desaparecido, y para desahogarme, chille como nunca antes lo había hecho. Pero estaba tan cansado por el sobreesfuerzo de salir de esa cueva, que caí muerto de sueño. Al despertarme, ya no me encontraba en esas montañas, estaba en una habitación de hospital: -­‐
-­‐
Señor Wahlberg, ¿cómo se encuentra?-­‐ me pregunto una enfermera que acababa de entrar por la puerta. Me encuentro bien gracias. Más tarde, entro el médico y me explico que un helicóptero privado me había encontrado tirado en medio de unas montañas de Juneau, y me habían traído hasta el Vancouver General Hospital, donde llevo seis días ingresado en coma. Tres días más tarde me dieron el alta y pude ir a ver a mi familia la cual les echaba mucho de menos. Todos estaban muy preocupados, pero a la vez contentos porque había vuelto a casa. Pero, había algo con lo cual no contaba: las propuestas de las agencias de publicidad. Yo estaba muy agradecido de mi pistola USB, que me ayudo a salir de esa cueva. Pero nunca creí que aquello sirviera para nada a los fabricantes de armas. Sin embargo, me dieron doscientos dólares y un arma nueva. Pero lo que realmente me cambio la vida fue dejar el ejército, y dedicarme a hacer cubitos de hielo, a partir de una idea que me dio un amigo, ahora, mis cubitos son los más famosos de toda Alaska. A parte, he contado mi historia por televisión y a través de un programa de radio. Además, siempre, antes de ir a dormir les cuento mi historia a mis hijos. Algunas personas me dicen que esta historia es una invención fantástica. Yo les pregunto: Entonces. ¿Qué hice durante mis cinco días perdido por las misteriosas cuevas de Juneau? Congela
momentos
Desde las mismísimas tierras de Juneau
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