demarcación de terrritorios en el atlántico y concreción de los

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DEMARCACIÓN DE TERRRITORIOS EN EL ATLÁNTICO Y CONCRECIÓN DE
LOS DERECHOS RECONOCIDOS A LOS SEÑORÍOS DE LOS REYES
CATÓLICOS EN LAS ÍNSULAS Y TIERRA FIRME. A la luz de las Capitulaciones de
Alcaçovas, Tordesillas y las Bulas Alejandrinas.
En relación a lo descubierto por Colon y lo que había de descubrirse, las Bulas
papales aluden a la expresión “insulas et terras”, así como “insulas…et etiam terras
firmes”, o “insulas” y en otro lugar “terras”. En todos estos supuestos subyace la
voluntad de convertir las tierras descubiertas en tierras continentales, de ahí que incluso
se emplease la expresión “insulas et terras firmas”.
La explicación estriba en que en aquel tiempo había un deseo de descubrir tierras
pertenecientes a un “orbe novo”, y que no podía considerarse formando parte del
archipiélago portugués de las Azores.
Una vez producido el descubrimiento, pero antes de expedirse la segunda Inter
coetera en los documentos expedidos y destinados a Colon se aludía a las “islas que se
han descubierto” o a “la tierra que habéis hallado”. Es más, a Colón se le intituló
“Almirante de las islas del mar Océano”, firmando el mismo sus documentos como
“Almirante de las islas e tierra firme”.
Todas las expresiones citadas se utilizaron en la cancillería real y en las bulas
como sinónimas, sin matices especiales. Y ello mucho antes del efectivo descubrimiento
colombino y de la pretensión por parte del rey de Portugal, Juan II de incluir lo
descubierto en el archipiélago de las Azores.
Desde el momento en que se planteó el proyecto de Colón –consistente en llegar
a la Indias navegando hacia Occidente y adueñarse de las islas y tierras firmes que
encontrara a su paso- los Reyes Católicos y sus consejeros fueron conscientes de la
oposición que presentaría el rey de Portugal, Juan II. Además este proyecto chocaba con
serias dificultades técnicas, económicas, y problemas políticos y jurídicos.
Por la Capitulación de Alcaçovas en 1479 los Reyes católicos se habían
comprometido a respetar para Portugal las islas Azores, Madeira, y Cabo Verde , los
tratos tierras y rescates de Guinea y de la Mina y cualesquier islas y tierras descubiertas
y por descubrir de Canarias para abajo contra Guinea. A estos mismos reyes de Portugal
correspondía desde el cabo de Bojador hacia el polo sur y hasta la India, y prohibían
navegar por estas partes al resto de pretendientes.
A los Reyes Católicos les estaba permitido navegar, descubrir y apropiarse de
todos aquellos lugares que no estuvieran expresamente excluidos de esa relación. De ahí
que a Colón se le hiciera constar la expresa prohibición de ir a Guinea y a la Mina de
Oro. Se le envió a la India por occidente ya que en los mapas de la época –
concretamente en el de Toscanelli, que se vio en clase- se encontraba en una latitud
inferior a la de la península. Colón llegó hasta las Canarias y de ahí hacia occidente.
Cuando regresó Colón, hizo una escala en las Azores, y de forma voluntaria o
involuntaria arribó hasta Lisboa; allí se entrevistó en Valparaíso con Juan II, y le
comunicó el descubrimiento de nuevas tierras, sin precisar latitud. De inmediato Juan II
reivindicó el dominio de esas tierras para sí, en virtud de la Capitulación de Alcaçovas.
Inmediatamente Colón replicó, que desconocía el contenido de esa capitulación –lo que
era falso- y que las tierras halladas no se encontraban ni en Guinea ni en la Mina,
lugares a los que se le había prohibido expresamente dirigirse.
La intervención papal de Alejandro VI pretendía dirimir y solucionar los
conflictos entre los Reyes de Portugal y los Reyes Católicos a raíz del nuevo
descubrimiento. Procedía la demarcación territorial y la posterior donación a los Reyes
Católicos de las tierras e islas del Océano occidental, dando satisfacción a ambas partes.
Pero por problemas respecto a la interpretación de las cláusulas del tratado de
Alcaçovas las Bulas posteriores n hicieron una división o reparto de mares o tierras
entre Castilla y Portugal; se limitaban a señalar la raya o límite a partir del cual los
Reyes Portugueses en la primera bula (Aeterni Regis), y los castellanos en la segunda
Bula (Inter Coetera) eran dueños de los mares o tierras por descubrir y los únicos que
podían navegar por ellas.
En definitiva, los portugueses podían navegar y descubrir libremente ente la
costa africana y la raya de demarcación, es decir, en la mitad oriental del Atlántico, en
virtud de las bulas y de la Capitulación de Alcaçovas: Podían también navegar y
descubrir desde el Cabo de Buena Esperanza “hasta los Indios”, en virtud de la Bula
Inter. Coetera confirmada por la Aeterni Regis. Pero al oriente de la India carecían de
títulos que les reservasen los descubrimientos.
Los castellanos podían navegar a occidente de la raya de demarcación en el
Océano, conforme a la Bula Inter Coetera de 4 de mayo, sin fijar el límite hasta donde
podían hacerlo. La del 3 de mayo les había hecho donación de cuanto hubiesen
descubierto o estuviese por descubrir “por las partes occidentales”, como se dice, hacia
los indios”. Un término “hacia” (versus) que no suponía límite, y que interesaba ser
precisado. De ahí que los Reyes Católicos solicitasen una nueva Bula, la Dudum
siquidem en la que el papa “graciosamente” extendió y amplió a todas y cada una de las
islas y tierras firmes que, a “navegando o caminando de cualquier modo hacia el
occidente o el mediodía, estuviesen, fuesen o apareciesen en las partes occidentales,
meridionales y orientales y estén en la India, los mismos derechos concedidos en las
Letras anteriores y facultad de aprehender libremente, con propia autoridad, la posesión
corporal de las islas y tierras citadas”, de retenerlas perpetuamente y de defenderlas
contra cualquiera.
El citado texto dejaba la cuestión de la India en suspenso, porque ni los
castellanos ni los portugueses habían arribado aún a ella, a donde en 1497 llegaría
Vasco de gama y en 1521 Sebastián Elcano.
Por otra parte a Juan II de Portugal no le satisfizo el desplazamiento de la raya
por el Atlántico a cien leguas al oeste de las Azores y Cabo Verde, pues el espacio
resultaba muy angosto para los barcos que navegaban por estas partes. Con el fin de
contentar y solucionar esta cuestión los Reyes Católicos propusieron someter el asunto
en justicia al Papa o a cardenales o personas extranjeras o de castilla o Portugal.
Finalmente se constituyó una comisión de portugueses y castellanos, que propusieron
como solución a Juan II trazar una línea de norte a sur equidistante de estas islas y de
las descubiertas por Colón, dividiendo el Atlántico en dos mitades, y fijando la línea de
demarcación o partición a trescientas setenta leguas al oeste de cabo Verde: todo ello en
virtud de la Capitulación de Tordesillas de 7 de junio de 1494, que Juan II ratificó en 5
de septiembre del miso año en Setúbal.
Ni en las Bulas ni capitulaciones tratados se especifica el modo en que debían
quedar los infieles a los descubridores: si en condición de sumisión completa o pagando
tributos. En líneas generales los pueblos infieles dóciles y dispuestos a la conversión,
que podrían ser sometidos por su voluntad a los príncipes cristianos, quedaban bajo el
señorío de éstos. Y en el caso de Castilla sujetos los indios a los citados Reyes
Católicos, a quienes profesarían una sumisión mayor, absoluta e incondicional. Una
sumisión que se predicaba tanto de los individuos como de los propios reyezuelos
indígenas.
La donación de las Indias tuvo según Stadler, una connotación feudal y como tal
comportaba la costosa carga de la predicación a los indios y el feudo gozó de la
protección pontificia, consistente en la pena de excomunión contra cuantos lo
perturbasen.
Bien es cierto que la expansión portuguesa y castellana se inició sin más título
que el que los Reyes cristianos tenían sobre tierras de infieles. Aún así las cosas, la
concesión de las bulas suponía que todos los señoríos, ciudades, castillos, lugares y
villas y con todos sus derechos y jurisdicciones se ejercerían por los castellanos como
señores con plena, libre y absoluta potestad, autoridad y jurisdicción”, sin otra reserva
que la de no perjudicar a otro príncipe cristiano que pudiera tener un derecho
reconocido en ellas. Tenían pues poder para legislar, disponer, ordenar y establecer
prohibiciones, de imponer tributos, y de comerciar con los infieles excepto en las cosas
prohibidas. Excluían las bulas papales que otra persona de cualquier dignidad, estado,
grado, orden o condición –incluso imperial y real- interviniese en el comercio o en
cualquier otra cosa, sin licencia expresa de los Reyes castellanos.
BIBLIOGRAFÍA:
GARCÍA GALLO, A., Las Bulas de Alejandro VI y el ordenamiento jurídico de la
expansión portuguesa y castellana en África e Indias, Instituto Nacional de Estudios
Jurídicos, Anuario de Historia del Derecho Español, Madrid, 1958.
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