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Klimt
entre mujeres
Dámae (1907-1908).
Encerradas en sí mismas, ausentes, ensimismadas, ajenas a nuestra
mirada y acaso por ello profundamente desinhibidas, las mujeres
que viven en los dibujos y óleos de Gustav Klimt nos cautivan.
Texto: Javier López Iglesias
éptimo y el menor de los hijos de un conocido orfebre vienés,
Gustav Klimt nació el 14 de julio de 1862 en Baumgarten, localidad próxima a la capital de Austria. A lo largo de los 56 años
de su existencia —moriría el 6 de febrero de 1918 como consecuencia de la mal llamada gripe española—, Klimt se convierte en
el referente esencial del más brillante capítulo del arte vienés de
finales del siglo XIX. Cofundador y primer presidente del grupo
Sezessión, la versión austríaca del Art Nouveau, su obra combina hondura y sensibilidad irrepetibles, preciosismo con intelectualidad y es capaz de yuxtaponer una visión decorativa con otra
muy real, muy verdadera, muy forjada a pie de calle.
Sus dibujos y lienzos, escrupulosamente concebidos, llegan
muy hondo y conmueven, quizás porque son la sincera expresión
del momento histórico que le tocó vivir; un fin de siglo apasionante y tenso del que nacerá el mundo moderno.
Pintor de los grandes temas: la vida, la muerte, la melancolía
por el irreversible paso del tiempo, la belleza, el placer, el dolor...,
por y sobre cualquier otro, el tema central de la extensa obra de
Klimt es la mujer.
S
Cabeza de anciana (1903).
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adeza extrema, retrató a una
gunas de las que remiten a su
ersonajes transmiten un poder
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Fuerte erotismo
Ubicar al artista en su momento es situarlo en plena eclosión del
erotismo. Una muy acusada carga erótica recorre la Europa de la
segunda mitad del siglo XIX, un mundo que acabará con el estallido de la primera Gran Guerra.
El amor se contempla como el súmmum de la elegancia. Una
actitud liberal ante la sexualidad se hace evidente entre intelectuales y artistas. El placer por el placer es, también, una forma de
afrontar y entender la vida. Todo incita a la sensualidad, a una
más o menos explícita visión sexual.
Klimt fue un minucioso testigo del momento histórico que le
tocó vivir. Frente al decorativismo de muchos de sus 250 lienzos,
los más de 1.000 dibujos que realiza presentan la versión más
realista y espontánea de su obra y nos ayudan a acercarnos al pintor, a sus anhelos, a sus obsesiones, a su arte.
En los dibujos a lápiz es donde Gustav Klimt se muestra más directo. El profundo erotismo que encierran la mayor parte de ellos
transmite su carnal fascinación por la mujer, por lo que en muchos momentos fue tildado de artista obsceno.
En su obra, y muy especialmente en sus dibujos, se explicitan
buena parte de los tabúes sexuales de su época, lo que hizo que
se fueran tejiendo multitud de leyendas en torno al ambiente de
relajación sexual que se respiraba tras las paredes de su estudio.
Al margen de exageraciones o fantasías, la realidad es que el
pintor admitió, al final de su vida, haber tenido 4 hijos, hasta entonces no reconocidos, de sus modelos.
Pareja de amantes (1917-1918).
Jóvenes, ancianas,
embarazadas
Franz Servaes escribe textualmente: “Mientras él estaba sentado y silencioso ante su caballete, se paseaban arriba y abajo, se
desperezaban y alegraban la estancia, siempre preparadas para
responder a una señal del maestro y quedarse quietas cuando él
observaba una postura, un movimiento que su sentido de la belleza le pedía que dibujase rápidamente”.
Las plasma reflejando mucho más que una mera representación erótica. Las mujeres de Klimt se presentan absolutamente
absortas, fuera de la realidad, fuera también de toda historia y ornamento que pudiera explicarnos su desnudez. Son simplemente desnudos. Mujeres desinhibidas que parecen no ser conscientes de estar siendo observadas.
No tienen esas figuras la agresividad de los desnudos de Picasso, Egon Schiele o Lucian Freud, pero al mirarlas, ingrávidas en
sus marcos, se siente una cierta turbación por el hecho de invadir la intimidad de esas personas.
No asiste el espectador a juegos sexuales, sino que sorprende
una intimidad, desvela un misterio y, al hacerlo, puede llegar a
sentirse un voyeur que invade un territorio vedado.
Klimt, que según el enfoque dibujaba indistintamente con la
mano derecha o izquierda, prestó una muy estudiada atención a
la belleza femenina en decadencia. Son numerosas sus obras,
otra vez con especial mención a los dibujos a lápiz, de desnudos
que representan a mujeres ya ancianas, con los cuerpos ajados,
pero reflejados, dentro de su crudeza y realismo, con un profundo respeto. Con un trazo entrañable.
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Mujer embarazada con hombre (1903-1904).
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Muchos de estos
dibujos le servirían como
boceto y ensayo para el
gran lienzo Las tres
edades de la mujer.
Klimt prestó una muy estudiada atención a la belleza femenina en decadencia.
La medicina perdida
La medicina, la composición está
presidida por Hygeia, diosa de la salud,
que mira de frente vestida con una
larga túnica y una serpiente enroscada
en el brazo.
En su obra Klimt incluye figuras de mujeres
ancianas, gordas o enfermas en una serie de
cuadros alegóricos sobre la filosofía, la
jurisprudencia y la medicina. Figuras cuya
representación pictórica era rechazada por
sus contemporáneos por considerarlas
indignas de tratamiento artístico.
Esas monumentales obras, destinadas a
decorar el techo del aula magna de la nueva
Universidad de Viena, nunca ocuparon el
lugar previsto. Cuando la primera de ellas,
Filosofía, fue presentada, escandalizó y 87
profesores vieneses solicitaron al Ministerio
de Cultura su rechazo.
La polémica y el escándalo fueron aún
mayores cuando se presentó en la
X Exposición de la Sezessión la obra
La medicina. Tras su presentación en 1901,
el fiscal del Estado exigió el secuestro de la
revista Ver Sacrum en la que se publicaban
algunos bocetos de la obra. En el Parlamento
vienés se produjo un tremendo debate
acusando al pintor de confuso y amoral.
La medicina, según el boceto que se
conserva, hace alusión a un tema que Klimt
volverá a tratar en Las tres edades de la
mujer. La composición está presidida por
Hygeia, diosa de la salud, que mira de frente
vestida con una larga túnica y una serpiente
enroscada en el brazo. Tras ella una serie de
mujeres flotan en una especie de torbellino
que conduce a la muerte. Fuera de ese
conjunto puede verse a una mujer desnuda
con el sexo ligeramente tapado por un velo.
Su postura es forzada. Arquea el cuerpo
para hacernos más evidente su desnudo. La
imagen que representa al dolor tira de su
brazo, mientras un hombre lo hace de su
cuerpo en el intento de integrarla al grupo
doloroso de la muerte.
Las posibilidades de la ciencia y de la
medicina en su lucha contra el sufrimiento
y el fin son alegóricamente utilizadas por
Gustav Klimt en esta espléndida obra
perdida entre las llamas, en 1945, en el
incendio del castillo de Immelford.
Una vez más, ese genial vienés tan
injustamente tratado y tan mal comprendido
por muchos en su época, muestra que su
arte está intimamente ligado a una
percepción humana, humanísima y
comprometida, de la vida.
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Exposición en Madrid
Un centenar de dibujos de Gustav Klimt, centrados exclusivamente en la figura de la mujer, integran esta magnífica muestra
en la que predominan los desnudos marcadamente eróticos que
comparten espacio con desnudos de mujeres ancianas y embarazadas y un conjunto de retratos femeninos.
Desnudo femenino con los brazos alzados (1917-1918).
Mujer semidesnuda con los ojos cerrados (1913).
Desnudo con las manos
en la mejilla (1908-1909).
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Cabeza de mujer con los ojos cerrados (1913).
En los dibujos a lápiz es donde
Gustav Klimt se muestra más
directo. El profundo erotismo que
encierran la mayor parte de ellos
transmite su carnal fascinación
por la mujer, por lo que en
muchos momentos fue tildado de
artista obsceno.
Muchacha desnuda de pie (1906-1907).
Gustav Klimt. Mujeres
16 de junio a 3 de septiembre
Sala de Exposiciones Fundación Mapfre
Avda. General Perón, 40. Madrid
Entre el 16 de junio y el 3 de septiembre la Sala de Exposiciones
de la Fundación Mapfre, en Madrid, presenta la primera exposición monográfica sobre Klimt que se haya realizado en España.
Todos los cuadros provienen de la Colección Sabarsky, con sede en Nueva York, que integra el mayor y más valioso conjunto
de dibujos del expresionismo alemán, especialmente de Gustav Klimt, Egon Schiele y Oskar Kokoschka.
Una colección que se salvó gracias a la decisión del propio Sabarsky que, huyendo de los nazis, se refugió con sus obras en
París en un primer momento y posteriormente, y de forma definitiva, en Nueva York.
Mujer semidesnuda (1914).
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