la identidad social de las mujeres que ejercen la prostitucion en la

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LA IDENTIDAD SOCIAL DE LAS MUJERES QUE
EJERCEN LA PROSTITUCION EN
LA CIUDAD DE BARRANQUILLA.
Eneys Borrero Diazgranados
La identidad social de las mujeres que
ejercen la prostitucion en la ciudad de
Barranquilla.
La prostitución se mira como un fenómeno social que introduce funciones,
estructura, relaciones, enlaces dialécticos y coyuntura con el entramado social.
Además, se asociada tanto a prácticas culturales como sociales, las cuales han
dado lugar a sus variables estigmatizadoras.
Por ello, es necesario abordar los conceptos del fenómeno como: La prostitución y la mujer en prostitución.
En primera instancia Sepúlveda1 ve la prostitución como un comercio sexual,
sujeto a la oferta a la demanda como cualquier otro negocio, pero las características de la oferta y la demanda, aunque tienen sus raíces biológicas, están
determinadas por las estructuras de valores sexuales, económicos y sociales,
latente en los complejos culturales envueltos.
Por lo tanto, la prostitución es una situación que ha estado marcada históricamente por la estigmatización, producto de la institucionalización de un patrón
injusto de interpretación y valoración cultural que difícilmente le da cabida a la
diversidad y a la pluralidad, generando así actitudes y comportamientos excluyentes que hacen que las mujeres que ejercen la prostitución constituyan uno
más de los tantos grupos marginados en Colombia (Fraser, 1997).
1 SEPULVEDA NIÑO, Saturnino. La prostitución en Colombia. Bogotá. Tercermundo 1974. p.77
1895
La prostitución es la actividad donde se negocia el cuerpo a cambio de dinero y se hace posible porque estructuralmente existe la persona que la ofrece,
que la demanda y la intermedia por lo tanto es válido decir, que socialmente se
cuestiona la persona que la ofrece ya sea esta mujer, hombre u otras orientaciones sexuales, pero cabe señalar que el estigma recae mas socialmente sobre la
mujer porque a ella se sancionan moralmente y no al hombre que lo demandan
ni al que la intermedia.
Por consiguiente, la identidad de una mujer que ejerce la prostitución se construye en torno al estigma, al rótulo de ser diferente, de ser indigna de aceptación
social.
1896
Edwing Goffman asemeja la identidad deteriorada a la identidad estigmatizada, señalando que con estos conceptos se quiere dar cuenta de la situación del
individuo inhabilitado para una plena aceptación social (1963). Utiliza el término “estigma” para hacer referencia a un atributo profundamente desacreditador
en las interacciones sociales. Para este autor, lo fundamental es la connotación
social que tiene ese atributo, no el atributo en sí, ya que puede desacreditar o
no a un individuo según la connotación que tenga en el contexto social en que
él se encuentre.
De igual manera, este autor menciona tres tipos de estigmas; uno en que el
individuo es desacreditado en todas las interacciones sociales: es el caso de las
deformidades físicas. Otro en que el individuo también es descalificado por el
hecho de pertenecer a un grupo étnico discriminado, en una determinada sociedad y por ultimo existe un tercer tipo de estigma que corresponde a ciertos
comportamientos que son sancionados socialmente, como por ejemplo el ejercicio de la prostitución. En este caso, se trata de un estigma desacreditadle ya
que no está presente en todas las interacciones sociales, sino sólo en aquellas
en que la mujer ejerce la prostitución. Considerando este tercer tipo de estigma,
se exploró en el significado que las mujeres le atribuyen a la palabra “prostituta”
y a la imagen social de una mujer que ejerce esa actividad.
Barraquilla, es una ciudad que se caracteriza por tener un buen desarrollo comercial e históricamente es portuaria, en ella existen mujeres que actualmente
se dedican a ejercer la prostitución ya sea de tipo empresarial o independiente,
de cualquier manera en que se aplique, la mujer va a estar socialmente estigmatizada, su identidad suele a estar cuestionada por la ambigüedad del oficio.
En una investigación realizada en la ciudad de Barranquilla, cuyo objeto es
describir la incidencia de la familia en el fenómeno de la prostitución2, se ve
reflejada la identidad social de doce mujeres que ejercen la prostitución en diferentes lugares de la ciudad, se constatan en sus historias de vida el sentir de
cada una ellas enfrentado el estigma y la discriminación social.
Es válido señalar, algunas frases encontradas en sus historias de vida por
ejemplo:
2
BORRERO. Eneys. ESCORCIA. Kelly, tesis. Estudios de caso: la incidencia de la familia en doce mujeres que ejercen la prostitución
en los sitios: el parque los enamorados, el rosario, suri salcedo y la calle del crimen de Barranquilla, 2011
“esta vida es como un purgante de hiel”. (Nancy)
”Si es verdad este es un sector donde estamos amenazadas de muerte por la supuesta limpieza social, si hay alguna forma de acabar con la prostitución que no
sea de esa matándonos. Nunca se acabara la prostitución, no sé si es más duro
estar en esta vida o dejar de existir… “(Mirian).
3) “Esto es muy feo si lo sé, las miradas de la gentes son juzgadoras pero lo peor
es la humillación de acostarse con quien uno no quiere y por mucho que uno no
quiera estar aquí, es difícil salir de estas”. (Karen)
En consecuencia, el estigma que recae sobre ellas, las hace sentir así: “me
siento desesperada, vieja y enferma”, “siento que soy una mujer vacía”, “siento
que no debo existir” y “me considero una mujer bruta e infeliz”.
Además, las expresiones de algunas de las mujeres prostitutas ilustradas en
ese trabajo de investigación así mismo, reflejan todo tipo de sufrimiento, como
el sentirse discriminadas y estigmatizada socialmente y que de alguna manera
se sienten culpable de la vida y la angustia que han padecido en el transcurso
de ejercer la prostitución.
Sin embargo, ellas siempre han tenido claro que la prostitución es un oficio
estigmatizado pero en algún momento de sus vidas han sentido temores a los
rechazos y a la discriminación de las personas con que interactúan socialmente,
en especial la discriminación de los hombres, que de alguna manera permanecen juzgándolas y son víctimas de ellos en cualquier tipo de maltrato o violencia ya sea de forma verbal, física o simbólica por su condición de trabajadoras
sexuales.
Por lo tanto, la mujer que ejerce la prostitución siempre ha sido, es y será
socialmente cuestionada. Cabe señalar, que aparte de ejercer la prostitución
ellas también se dedican simultáneamente a otras actividades, se relacionan e
interactúan con personas diferentes a los clientes es decir, son individuas como
cualquier otra que no pertenezca al mundo del comercio sexual, tienen familia,
amistades y algunas compañeros sentimentales estables.
1897
Teniendo en cuenta las tres frases mostradas anteriormente, registradas en
sus historias de vida de la investigación realizada en Barranquilla, cabe decir
que en efecto de la estigmatización y la exclusión social de este grupo de mujeres, y que representa la más grave violación a los derechos humanos, es la
conocida “limpieza social” realizada por grupos religiosos, políticos, sexuales,
económicos, étnicos y sociales.
Sin embargo, es importante señalar en este espacio los derechos sexuales3
que tienen las mujeres, los cuales no son respectados socialmente. En el caso
de las mujeres que ejercen la prostitución son violentados totalmente por eso
se da la discriminación contra ellas y en consecuencia son víctimas de la estigmatización social que las invisibilidad como sujetas de derecho.
1898
Es necesario mencionar algunos derechos sexuales, que son fundamentales
para la vida de cada mujer como:
1.El derecho a la integridad física, psíquica y social.
2.El respecto a las decisiones personales entorno a la presencia sexual.
3.A la igualdad de sexo y género.
4.Al fortalecimiento de la autoestima, la autoevaluación y la autonomía para
lograr la toma de las decisiones adecuadas entorno a la sexualidad.
5.Elegir si se tienen o no relaciones sexuales.
6.Libertad de elegir compañero(a) sexual.
7.Elegir las actividades sexuales según sus preferencias.
8.A la intimidad personal, la vida privada y al buen nombre.
9.A disponer de opciones con mínimo riesgo.
10.A recibir un trato justo y respetuosos de las autoridades.
11. A recibir protección ante la amenaza o violación de los derechos fundamentales, sexuales y reproductivos.
Cabe decir, que estos derechos mostrados anteriormente son violentados,
porque las mujeres que ejercen la prostitución por su situación son estigmatizadas.
Por lo tanto, ellas no pueden llevar una vida social normal, como otras mujeres que no hacen parte del comercio sexual, porque todos los otros aspectos
de su vida son negados, subsumidos socialmente en la prostitución. Mediante la
negación de la dialéctica real se construye un sistema binario: Por un mecanismo ideológico consistente en que un aspecto de la representación de la mujer
prostituta como la imagen de la mujer erótica, de la mujer mala. A pesar de
que la prostituta vende su actividad erótica por tiempo determinado, ella sigue
siendo prostituta fuera del tiempo del trabajo: La prostitución, no es solamente
un trabajo o un conjunto de actividades, tampoco es sólo una conducta o una
forma de comportamiento, es un modo de vida, y ser prostituta abarca todos los
aspectos de la vida de la mujer (Lagarde 1993).
3
Los Derechos sexuales y Reproductivos. [citado septiembre 30 de 2009]. Disponible desde internet en: http//www.derechossexualesy
reproductivos.com Los Derechos sexuales y
Por otro lado, la estigmatización y la exclusión social devienen en gran parte
de la inequidad y la desigualdad de género, que se evidencian claramente en
el ámbito de la sexualidad, en donde se reproducen los roles tradicionalmente
asignados a hombres y mujeres.
Culturalmente solo se reconocen una serie limitada de roles “aceptables” para
las mujeres: el de hija, esposa, madre y ama de casa; el de “trabajadora sexual”
no cabe en estas categorías y por tanto, no puede considerarse respetable (Segura, 1993).
Es así como la población femenina termina fragmentada entre buenas y malas, lo que hace que tanto la madre como la prostituta correspondan a formas
tan convencionales como irreconciliables de la identidad femenina.
De esta forma, la construcción de identidad para las mujeres que ejercen la
prostitución tiene a su base la clandestinidad y el enmascaramiento de dicha
identidad, producto del fuerte estigma que recae sobre su oficio (Segura, 1993).
Cabe decir, que el medio social establece las categorías de personas que en él
se puedan encontrar. El intercambio social rutinario en medios preestablecidos
nos permite tratar con “otros” previstos sin necesidad de dedicarle una atención
o reflexión especial. Por consiguiente, es probable que al encontrarnos frente a
un extraño las primeras apariencias nos permitan prever en qué categoría se halla y cuáles son sus atributos, es decir, su “identidad social” para utilizar un término más adecuado que el de “status social”, ya que en él se incluyen atributos
personales, como la “honestidad”, y atributos estructurales, como la “ocupación.
(Goffman 1963).
Por lo tanto, la meretriz: se percibe como la mujer que no ocupa ningún lugar
en la sociedad, ni espacial ni temporal. Desde el propio nombre del que hacer
–prostitución-, se hace difícil señalar espacio o tiempos laborales. La materia
1899
Además, la mujer prostituta al pretender negar su identidad social, buscando
sentirse integrada a la sociedad, se aleja de su grupo de pares. No obstante, las
dificultades de integración y la necesidad de un grupo de pertenencia generan
acercamientos. De ahí que la relación con el grupo de pares se da en un proceso de distanciamiento y acercamiento sucesivos. Debido a esto, las relaciones
del individuo estigmatizado con las organizaciones a las que pertenece por su
estigma son, pues, decisivas. Para ingresar a ellas, la persona debe aceptar su
identidad social, haciéndola parte de su identidad personal; debe asumir socialmente el estigma, cuestionándolo, pero reivindicando al mismo tiempo el tipo de
ocupación que está al origen.
prima del oficio, el cuerpo, puede ser utilizado en cualquier momento y lugar,
cualquier espacio es adecuado y cualquier hora es conveniente.
Igualmente, si nos preguntamos, sí existe una sola imagen de la prostituta
o su oficio se incluye en un término mucho más amplio, el de “puta”, el cual se
utiliza para despreciar a cualquier transgresora en el ámbito de la sexualidad.
1900
Marcela Lagarde ha analizado este tema. “Ideológicamente se identifica “puta”
con “prostituta”, pero “putas” son además, las amantes, las queridas, las edecanes, las modelos, las artistas, las vedettes, las exóticas, las encueratrices, las
misses, las madres solas o madres solteras, las fracasadas, las que metieron la
pata, se fueron con el novio, y se salieron con su domingo siete, las malcasadas,
las divorciadas, las mujeres seductoras, las que andan con casados, las que son
segundo frente, detalle, o movida, las roba maridos, las que se acuestan con
cualquiera, las ligeras de cascos, las mundanas, las coquetas, las relajientas,
las pintadas, las rogonas, las ligadoras, las fáciles, las ofrecidas, las insinuantes,
las calientes, las cogelonas, las insaciables, las ninfomaníacas, las histéricas, las
mujeres solas, las locas, la chingada y la puta madre, y desde luego, todas las
mujeres son putas por el hecho de evidenciar deseo erótico, cuando menos en
alguna época o en circunstancias especificas de sus vidas.” (Lagarde 1990).
Cabe decir, el individuo estigmatizado se caracteriza por cierta ambivalencia
respecto de su yo, la que se evidencia en relación con las oscilaciones que tiene
respecto a su grupo de pares. Goffman señala al respecto: “Dada la ambivalencia
que crea en el individuo la pertenencia a su categoría estigmatizada, es lógico
que aparezcan oscilaciones en el apoyo, en las identificaciones y en la participación que tiene entre sus pares. Existen “ciclos de afiliación” mediante los cuales
llega a aceptar las oportunidades especiales para una participación endogrupal,
o rechazarlas después de haberlas aceptados previamente”. (Goffman 1963).
La desigualdad de género con referencia al fenómeno del comercio sexual, se
puede decir que predomina por la existencia de la cultura patriarcal, porque no
es lo mismo que se dé la prostitución en un hombre que una mujer, el hombre por su condición cultural antepuesta por la sociedad no es tan cuestionado
ni estigmatizado como la mujer que ejerce dicha actividad, ellos pueden estar
libremente sin ser cuestionados porque en sí, existe poca discriminación , además el hecho de que ellos ejerzan el oficio no los limitan ni los condiciona para
participar y pertenecer a otros espacios diferente a la prostitución, pueden libremente ejercer la actividad porque socialmente y moralmente “no pierden nada”.
No obstante, la mujer que ofrece y ejerce la actividad sexual como trabajo
es señalada y juzgada todo el tiempo, no goza de esa libertad y si se le limita
socialmente a participar de otros espacios diferentes a la prostitución porque en
ellas si existe totalmente la discriminación.
De igual modo, pasa con el cliente que utiliza o compra el servicio sexual que
ellas ofrecen, también el proxeneta es decir, la persona que intermedia directamente para que la actividad sexual se negocie y se fortalezca comercialmente,
estas dos últimas personas mencionadas no son cuestionadas, ni discriminadas
y mucho menos estigmatizadas por la sociedad, porque hace parte de un comportamiento culturalmente normal.
Por lo tanto, queda claro que la mujer que ejerce la prostitución socialmente
recae el estigma sobre ella como lo había mencionado con anterioridad pero a
la vez también el estigma recae sobre la familia especialmente en las hijas y los
hijos.
Los hijos e hijas de las mujeres que ejercen la prostitución, también son
señalados socialmente, e incluso cuestionados por el mal comportamiento de
su madre en la sociedad ya que las prostitutas son vistas como la mujer malas,
impuras, malvadas y pecadoras.
En el trabajo de investigación sobre la incidencia de la familia en la prostitución4 también se señala que lo más difícil para alguna de ellas, es ocultarles
a sus hijos la actividad laboral que realizan, principalmente a los hijos varones
porque piensan que ellos sentirían vergüenza de ellas e incluso las discriminarían.
Entonces es válido decir, que las mujeres prostitutas no solo tienen que soportar la discriminación social sino también la discriminación familiar que conlleva a estas mujeres a sentir temores de que sus hijos se enteren de la actividad
que realizan para llevarles el sustento diario, por el miedo de perder el cariño o
afectos de los mismos hacia ellas.
4
BORRERO. ESCORCIA, Op. Cit.
1901
Además, no solo cuestionan el comportamiento de la madre prostituta si no
que también lo relacionan con el comportamiento de los hijos, simbólicamente
el lenguaje que se utiliza para ofender a otra persona, es una de las formas
en la cual ellas y ellos se sientes violentados porque cualquier persona que no
pertenezca al mundo de la prostitución al referirse a alguien que no ha tenido un
comportamiento adecuado lo relacionan con el hijo de la prostituta es decir “hijo
de puta” lo que indica en los imaginarios de las personas que socialmente serlo
se trata de un ser que no merece ni respecto o un buen trato social.
De igual manera, para los hijos seria duro asumir que su madre se dedique
a ejercer la prostitución, por ser una actividad estigmatizada y de cierta forma
ese estigma recae directamente sobre ellas y ellos. Además, es la mujer que los
está criando y dándoles una educación, siendo así se sentirían discriminadas,
discriminados social y culturalmente.
1902
En consecuencia del estigma que recae hacia ellas, es la que permite que se
sientan marcadas y disputadas todo el tiempo, limitando así, que ellas decidan
y busquen la forma de salir del mundo del comercio sexual, y se dediquen a
laborar en otra actividad donde no las discriminen. Sin embargo, aunque la mujer decida salirse de la prostitución el hecho de solo haber permanecido queda
estigmatizada para siempre porque cultural y socialmente no entra en el perfil
de la mujer pura y de la mujer buena, tampoco cumple con el perfil exige la
cultura patriarcal.
En efecto a lo anterior, la mayoría de las mujeres que ejercen prostitución es
difícil tener una familia completa es decir de tipo nuclear nuevamente señalo que
en el trabajo de investigación realizado en Barranquilla sobre la incidencia de la
familia en el fenómeno de la prostitución, muestra que de doce mujeres que
se dedican al comercio sexual diez están completamente solteras y en su vida no
cuentan con un compañero sentimental estable, lo que indica, que recae todo el
estigma social y cultural sobre ellas, al no asociarse en el estereotipo de mujer
buena con el perfil de madre-esposa.
Sin embargo, ellas señalan que necesitan de un hombre que les brinde afecto,
amor cariño, compañía y sobre todo un apoyo económico para mejorar la vida
de ellas y de sus hijos.
Además, se sienten solas, vacías, utilizadas, rechazadas y muchas veces violentadas porque no han encontrado algún hombre que los valores como mujer
y no las haga sentir como objetos sexuales sino como sujetas amadas, que las
incentiven a salir del mundo del comercio sexual.
Finalmente, es válido resaltar que la mujer prostituta aparte de de conocerse
como un símbolo sexual, en la sociedad también es una mujer sujeta de derechos y su condición de persona discriminada socialmente no le permite gozar
libremente de ellos.
Además, aparte de ejercer la actividad sexual en lo laboral, también es una
mujer que se dedica a otras actividades no reconocidas y ante todo es y no deja
de ser la hija, la madre, la esposa, la abuela, la compañera y la amiga, es producto de una familia y crea familia.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
BOURDIE. P (2000) La dominación masculina. Traducción de Joaquín Jurdá. Editorial Anagrama, Barcelona.
GOFFMAN. E (1963) La organización del estigma en categoría.
LAGARDE. M. (1993) Los cautiverios de las mujeres madres-esposas, monjas,
putas, presas y locas. Ciudad universitaria, Coyoacan, cuarta edición, México DF.
LAGARDE. M. (1990) Identidad femenina. México DF.
Segura, N. (1993) Prostitución, Género y Violencia. En: Las violencias: dinámicas y perspectivas. Revista Foro.
SEPULVEDA, S (1974) La prostitución en Colombia una quiebra de las estructuras sociales. Tercer mundo, segunda edición. Bogotá.
STEVENSON. A (2005) Polvos en la Arenosa. La iguana ciega, Barranquilla.
1903
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