Será impartida la conferencia Una obra, una historia. Max Ernst, a

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Subdirección de Prensa
Ciudad de México, 11 de abril de 2016
Boletín Núm. 397
Será impartida la conferencia Una obra, una historia. Max Ernst,
a 125 años de su natalicio
o Para recordar al pintor y escultor nacido en Alemania y ahondar en
hechos poco conocidos del artista
o Participarán Tere Arcq, Laura Martínez Terrazas y Mariana Sainz
Pacheco como moderadora
o El jueves 14 de abril a las 16:00 en el auditorio del Museo Tamayo
Arte Contemporáneo
Max Ernst (1891-1976), de acuerdo con una aseveración de André Breton de 1929,
era “el cerebro más magníficamente encantador de nuestros días”.
Ese encanto continúa perviviendo en el siglo XXI. Por ello, el Instituto Nacional de
Bellas Artes (INBA) ha organizado la conferencia Una obra, una historia. Max
Ernst, a 125 años de su natalicio, que se llevará a cabo el jueves 14 de abril a las
16:00 en el Museo Tamayo Arte Contemporáneo, con la participación de Tere Arcq,
profesora de historia del arte en Casa Lamm, y Laura Martínez Terrazas,
coordinadora de la colección Ortiz Monasterio Riestra. Mariana Sainz Pacheco,
subdirectora de Exposiciones Internacionales de la Coordinación Nacional de Artes
Visuales del INBA, será la moderadora.
Admirado lo mismo por Breton que por Dalí y Éluard, Ernst tenía un prestigio
cimentado en la experiencia que la había otorgado su intenso pasado como héroe del
dadaísmo alemán, movimiento al que el artista se adhirió con entusiasmo en cuanto
tuvo noticias de su existencia, escribió el crítico de arte Juan Antonio Ramírez.
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En El suelo de los monstruos produce la (sin) razón. Lo emblemático y lo narrativo
en las novelas visuales de Max Ernst, epílogo del libro Max Ernst. Tres novelas en
imágenes que editó Atalanta, Ramírez señala que los berlineses Grosz y Herzfelde,
representantes del ala más politizada del dadaísmo, fueron los que le inocularon “el
virus de la trasgresión artística radical”.
Luego de exponer en París en 1921 en los locales de la editorial y librería Au Sans
Pareil, el éxito de Ernst entre los poetas y artistas de la vanguardia local fue muy
grande, refiere Ramírez, y alcanzó su clímax con Au rendez-vous des amis, donde
aparecen Dostoievski, De Chirico y Rafael al lado de Péret, Soupault, Crevel,
Éluard, Aragon, Breton, Desnos y Gala, entre otros integrantes del aún incipiente
movimiento surrealista.
A decir del crítico, el pintor y escultor nacido en Alemania y nacionalizado francés
tuvo sus años decisivos para la invención y el desarrollo de sus técnicas y lenguajes
en la década de los veinte. Sus dos principales procedimientos fueron los derivados
del frottage o el grattage, con imágenes aleatorias obtenidas con la ayuda azarosa
de improntas varias, y las técnicas tradicionales de pintura, en cuadros que
representan elementos reconocibles.
“Pero en ambos casos se detecta una voluntad de ir más allá de la pintura, por
utilizar su propia expresión: operan en el mundo preexistente y conciben las obras
como huellas de una realidad física de la que se apropian sin contemplaciones. Max
Ernst no inventaba nada. Y en los cuadros más tradicionales ofrecía la
representación de cosas heterogéneas que conservaban su propia entidad,
adquiriendo una intensa carga poética al yuxtaponerse con otras en el espacio físico
del cuadro. Max Ernst era, pues, un pintor realista porque no pretendía reinterpretar
a su modo el material en bruto que le ofrecía el mundo”, asevera Ramírez.
En cierta ocasión, dijo el propio artista que el collage “es la explotación sistemática
de la coincidencia casual, o artificialmente provocada, de dos o más realidades de
diferentes naturalezas sobre un plano en apariencia inapropiado (…) y el chispazo
de poesía, que salta al producirse el acercamiento de esas realidades”.
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Pere Gimferrer, poeta y crítico español, afirma en un ensayo que el
desvanecimiento, la disolución, es la esencia del frottage. Situado al principio y al
fin de la carrera de Max Ernst, este procedimiento, del que fue el iniciador, posee en
su obra una significación particular. Se trata de un vehículo de irracionalidad, de un
medio para que el material mismo suscite la obra, de una intervención del azar y los
accidentes de la materia en la propia configuración del espacio plástico.
A Max Ernst se le conoce también por ser el autor de los libros-collages La mujer
de cien cabezas (1929) y Una semana de bondad (1934).
Breton, el padre del surrealismo, aseguró en una entrevista que “no es exagerado
decir que los primeros collages de Max Ernst, que poseen un poder de sugestión
extraordinario, fueron recibidos por nosotros como una revelación”.
Ernst practicó diversas y originales técnicas pictóricas, siempre dentro de la estética
de lo absurdo y dictadas por el automatismo característico del surrealismo.
Mediante el balanceo de una lata de pintura agujereada experimentó la técnica del
goteo, claro antecedente del futuro dripping de Pollock.
Fue inventor del frottage en 1925, que consiste en la reproducción de texturas al
pintar, sobre un papel superpuesto, una superficie con relieves. Más tarde
experimentó con el grattage, en el que se raspan o graban los pigmentos ya secos
sobre un lienzo o tabla de madera.
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