Al estudiar las formas territoriales que ad

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JOSÉ TAPIA BLANCO
La necesidad inmanente
de la ciudad
José Tapia Blanco
Alumno del doctorado en Ciencias y Artes para
el Diseño de la UAM-Xochimilco
El objetivo de este ensayo centra su atención en la siguiente pregunta: ¿la ciudad es inherente al ser humano?
En su desarrollo trata de ir describiendo los elementos
implicados en un problema que se vislumbra en su
constitución histórica y en los conceptos utilizados para
definir y estudiar el origen de la ciudad; Se denota que
la mayor parte de los estudios se concentran en analizar
de forma diferencial la organización de la ciudad y sus
manifestaciones territoriales, mas no del todo su origen,
puesto que no se habla de la razón que lleva a un individuo o sociedad a imaginar o construir una ciudad, punto
central de nuestra reflexión.
Describir al ser humano como un ente por naturaleza
social, cuya máxima obra es denominada ciudad; hablar
de la acción de urbanización como un todo integrado y
no como fases que han sido fragmentadas y diferenciadas es parte argumentativa del texto. con el propósito de
reflexionar y poner a discusión la relación de la ciudad
con el hombre.
The objective of this essay is focused on the question: Is
the city inherent to humankind? The issue is developed
by describing the elements of a problem viewed from its
historical beginnings and in the concepts used to define
and study the origin of the city. The majority of studies
concentrate on analyzing different ways that cities and
their territorial manifestations are organized, but not
their origins; they do not ask what leads an individual or
society to imagine or build a city. This is, however, the
central point of the present essay.
Human beings are described as entities that are social
by nature, whose greatest work is the city; we speak
of urbanization as an integrated whole rather than as
fragmented, differentiated steps. Our goal is to analyze
the relationship between the city and Man and to open it
for discussion.
Palabras clave: ciudad, urbanización, relación hombreciudad, problema ontológico, organización social, actividades concomitantes y sentido de apropiación.
Keywords: city, urbanization, human-city relationship,
ontological issue, social organization, concomitant activities and sense of ownership.
El mayor hechicero –escribe memorablemente Novalis– sería el que hechizara hasta el punto de tomar sus propias fantasmagorías
por apariciones autónomas. ¿No sería ese nuestro caso?” Yo conjeturo que así es. Nosotros (la indivisa divinidad que opera en
nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero
hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso.
Jorge Luis Borges.
INTRODUCCIÓN
Al estudiar las formas territoriales que adquieren actualmente los procesos urbano-regionales, así como el diseño y la producción
de las formas resultantes, surgió el siguiente
cuestionamiento: ¿Es la ciudad inherente al
ser humano?; de ser así, ¿no estaríamos condicionándola a esa circunstancia? Y podríamos
considerar que ésta es una condicionante al ser
humano. Éste y otros cuestionamientos nos
llevaron a revisar diferentes libros que hablan
del proceso de urbanización y del origen de la
ciudad. Pero, al final de esas lecturas me sentí
de alguna manera poco satisfecho, incluso un
tanto defraudado en mis expectativas.
En cada uno de los libros se explicaban las
formas resultantes de la ciudad a partir de la
producción material y económica, de su crecimiento demográfico, de las formas sociales, de
su conformación histórica y, en algunos casos,
de sus materiales y condiciones geográficas.
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En cada una de estas temáticas íntimamente
relacionadas con las actividades que son privativas de cada sociedad y que dotan su vida
con ciertas características que la van distinguiendo de otras sociedades, en este caso de
otras ciudades, encontramos que los autores
no hablaban propiamente del interrogante que
encierra la necesidad que lleva a un ser, o a
un grupo de individuos, a imaginar y construir
una ciudad.
La búsqueda de elementos para reflexionar
en torno a este tema me permitió identificar
dos referencias: primero, el estudio del origen
de la ciudad se realiza a partir de un ejercicio
temporal, donde se establece la relación entre
pasado y presente; el segundo de orden etimológico, donde la definición de la ciudad se ha
tornado difusa.
Resulta evidente que la ciudad y, aún más,
sus nuevas formas territoriales se han convertido en un tema recurrente de estudio y discusión;
no sólo atraen el interés y la preocupación de
geógrafos, urbanistas, planificadores, sociólogos, economistas, políticos y literatos, también
observamos que al final del siglo XX se volvió
objeto de reflexión filosófica y teológica. No
hablaremos propiamente de la historia urbana,
tema bastante estudiado; lo que consideraremos es la ciudad desde el momento en que el
territorio en el cual se asienta es apropiado
por el hombre. Es la realidad humana lo que
cuenta, como expresa con toda claridad la
frase de Shakespeare: “¿Qué es una ciudad?
sino su propia gente”. La ciudad, que algunos
han convertido en ente viviente, con espacio,
movimiento y tiempo, encontró una renovada
forma al historiarla, como dice Munford “las
ciudades son un producto del tiempo”. Así la
ciudad encontró en el ejercicio helénico de
contarla, no un modelo en cuanto una referencia anecdótica, sino un modo de reflexión.
En la segunda referencia, de orden etimológico, encontramos que existe un desplazamiento y transformación de los conceptos
utilizados para estudiar la ciudad, investigarla
y distinguirla de otras. El peligro de la utilización de sustantivos ha sido que en este caso se
ha cosificado el espacio que ocupa la ciudad,
pero dejó de concentrarse en el territorio.
La noción de territorialidad, plasmada en la
organización y manejo de la ciudad, desde
su origen ha sido definida a partir de las actividades privativas del ser humano, hasta la
constitución de asentamientos, pero aludiendo
a reflexionar sobre cuál o cuáles son las necesidades que llevan a un ser a edificar o establecer
una aldea, imaginar un pueblo, soñar una ciudad o incluso a negarla. Pues bien, para fines
de siglo XX, la ciudad se utiliza como sinónimo de urbanización y a la vez de progreso y de
desarrollo, como una vez lo fue de civilidad,
pero lo que no ha dejado de ser equivalente de
bienestar y confort. Pues es éste uno (infiero)
de los motivos que llevó al ser humano a pasar
de la vida nómada a la sedentaria.
Finalmente, desde la caracterización de los
autores y de las definiciones de la palabra ciudad, pasamos a exponer los elementos que distinguimos y presentamos como argumentos de
nuestro objeto de investigación: ¿es la ciudad
inherente al ser humano? Y de ser así, ¿cuál es
la forma apropiada de asumir este hecho?, y
¿qué implica?
LA CITTA DI VERITA
Iniciemos este ensayo diciendo que la urbanización es el género y la ciudad, la especie, que
reconocemos en la urbanización la acción y en
la ciudad la representación de la obra. Que en
los estudios “del proceso de urbanización” es
importante entender primero el proceso y luego la forma. Para ampliar estas ideas, en cada
uno de los libros consultados diferenciamos su
análisis a partir de las siguientes características: morfología, en la que lo que interesa es la
forma; la organización y lucha de los grupos
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sociales que la conforman; y las formas de
producción que adoptan. Por supuesto, sin
dejar de lado el factor histórico. Pero, como ya
se había mencionado, no se habla de la razón
que lleva a un individuo o sociedad a imaginar
o construir una ciudad.
Hablaremos ahora de cada una de las características en las que hemos clasificado los estudios, denotando que inmediatamente que estos
análisis nombran el origen de la ciudad, pasan
a la descripción de los elementos, actividades
y componentes que la estructuran (ya sean
sociales, culturales, económicos o materiales)
para explicarla, eludiendo los motivos que llevan a constituir una aldea o una ciudad.
Con respecto a los autores que plantean el
origen y desarrollo de la ciudad a partir del peso relativo de la morfología, empezaremos
con Lewis Mumford, quien hace la siguiente
definición: “La ciudad es la forma y el símbolo de una relación social integrada; en ella se
encuentra el templo, el mercado, el palacio de
justicia y la academia del conocimiento. Aquí,
en la actualidad, los beneficios de la civilización son múltiples y variados; aquí es donde
la experiencia humana se transforma en signos
visibles, símbolos, normas de conducta y sistemas de orden”.1
En esta definición la estructura y las actividades se vuelven importantes para definir la
ciudad pero, aunque Mumford menciona que
la ciudad es un hecho natural del hombre, no
explica esta relación.2 Después de caracterizar
su estructura, se ocupa de desarrollar la parte
social donde el dominio o posesión es un ejercicio implícito.
Actualmente los estudios urbanos se concentran en explicar la ciudad global a partir
del análisis de ciclos de transformación urbana
vinculados con procesos de reestructuración
económica, a partir de la forma en la cual se
describe la organización espacial del capital;
se analiza también la forma en la cual las localizaciones de ese capital alteran drásticamente
los conglomerados urbanos, las dinámicas y
flujos de los territorios. Como antecedentes
de estos postulados tenemos autores clásicos
que describen las formas de estructuración del
territorio, entre ellos Von Thuner, Christaller,
Lösch y Weber.
Una corriente opuesta es el estudio de la especificidad local, ejercicio que consiste en inducir
el pensamiento en el cual las ciudades converjan
en un proceso de crecimiento y desarrollo, donde la competitividad y la primacía de ésta se alza
por encima de la integración territorial.
Entre los autores que analizan la forma de
organización social en la ciudad tenemos a
Robert Redfield y Milton Singer, quienes lo
hacen desde una visión antropológica, contexto en el cual desaparece el aspecto morfológico
del análisis, imperando el de las relaciones
sociales, quedando referenciadas en las características representativas del conjunto. En su
artículo, el análisis de la ciudad se entrelaza
íntimamente con la historia de la humanidad,
pues mencionan “por cierto que la historia de la
civilización puede contarse como la historia de
las ciudades”,3 pero no desarrollan esta íntima
relación, ya que se abocan a presentar una tipificación de ciudades con consecuencia histórica y las formas de vinculación de sus grupos.
Así, en el libro De México a Jericó, Paul
Bairoch, menciona que el fenómeno urbano
es tan apasionante porque no cabe duda que su
origen y el contexto que lo permitió constituyen
uno de los puntos de inflexión de la historia de
la humanidad. Y prosigue con el planteamiento
1
Lewis Mumford, La cultura de las ciudades, Buenos Aires, 1996, p. 11.
2
Ibid., p. 15.
Robert Redfield y Milton Singer, “El papel cultural de las ciudades”, en Bassals, Donoso, Massalo y Méndez, Antología
de sociología urbana, México, ����, 1988, p. 213.
3
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de su objetivo: “...pero aunque ciudades y civilizaciones estén estrechamente ligadas con el
nacimiento y fenómeno urbano, nos metemos
de golpe en el corazón de lo que constituye el
objeto esencial de este ensayo: a saber, el de los
vínculos entre la ciudad y la economía”. 4
Desde un inicio, Bairoch marca como eje de
análisis el proceso de organización, pero omite
la razón que lleva al hombre a conformar una
ciudad. Si bien en el primer capítulo menciona
lo impreciso que es hablar del nacimiento de la
ciudad para establecer una fecha en particular,5
considero que esta justificación responde más
a una necesidad cronológica que a la conformación del proceso.
En un ensayo titulado “Origen y evolución
de las ciudades”, Gideon Sjoberg presenta una
apretada síntesis sobre los factores que dieron
origen y permitieron la evolución de la ciudad,
además hace especial énfasis en las relaciones
y actividades existentes entre la vida urbana y
la intelectual.
Para Gideon, la importancia de su estudio
radica en ordenar la complejidad de los niveles
de organización de la ciudad, divididos en los siguientes grupos: el menos complejo de esos niveles es el denominado “sociedad popular”, que
es preurbano y aun preliterario; el segundo es
el orgánico, la sociedad civilizada preindustrial
o feudal. Uno de los elementos que distinguen
una sociedad popular de una preindustrial es la
escritura, recordemos que el alfabeto es un convencionalismo mediante el cual una sociedad
adquiere símbolos de representación para establecer una comunicación. Si bien estas ciudades
dan muestra de civilidad, no por ello son mejores culturalmente hablando que las populares.6
Una tercera característica la encontramos en
Paul Singer, quien elabora su análisis basado
en el desarrollo de las relaciones de clase, en
el ámbito urbano. Este autor parte del modo
de producción para señalar los principales elementos que permiten diferenciar la ciudad del
campo, a diferencia de Mumford que observa
de forma integral esta dicotomía campo-ciudad. La contribución de Singer es que introduce, desde el campo de análisis de la teoría
marxista, las diferencias sociales y espaciales
del campo y la ciudad:
En el análisis de este proceso de constitución
de la ciudad a partir de la diferenciación de una
sociedad rural autosuficiente, es preciso ver
como segundo momento la división del trabajo
entre campo y ciudad. Esta división de hecho
se da, pero solamente después que la ciudad ya
existe. En el momento de su creación, la ciudad
no puede surgir como una actividad productiva
propia. Ésta se desarrolla, poco a poco, como
resultado de un proceso de constitución de una
clase que, por ser dominante, está libre de las
obligaciones de la producción directa.7
Singer refuerza esta idea al señalar que: “La
constitución en la ciudad es, la mismo tiempo,
una innovación en la técnica de la dominación
y en la organización de la producción”.8
Por su parte Henri Lefebvre argumenta que:
“La ciudad y la realidad urbana son reveladoras de valor de uso. El valor de cambio, la
generalización de la mercancía por obra de la
industrialización, tienden a destruir, subordinándosele, la ciudad y la realidad urbana, refugios del valor de uso, gérmenes de un predo-
4
Paul Bairoch, De Jericó a México: historia de la urbanización, Trillas, México, 1990.
5
Ibid., p. 19.
6
Gideon Sjoberg, “Origen y evolución de las ciudades”, en Bassals, Donoso, Massolo y Méndez, op. cit., pp. 11-15.
7
Paul Singer, “A modo de introducción: urbanización y clases sociales”, en Bassols, Donoso, Massolo y Méndez, op. cit.,
p. 29.
8
Ibid., p. 31.
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minio virtual y de una revalorización del uso”.9
El análisis se establece a partir de los modos
de producción y de la organización del trabajo.
Lefebvre ve en la ciudad el valor de uso, característica que lleva implícita la palabra posesión
y poder, ejercidos por el ser social.
En otro texto, este mismo autor establece
argumentos teóricos sobre la naturaleza de la
urbanización. Menciona que el término “sociedad urbana” se utiliza indistintamente para
caracterizar diferentes ciudades, urbes o polis,
sin considerar si la ciudad es pequeña o es la
gran urbe, lo cual origina tal confusión que se
hace abstracción de las relaciones sociales o
simplemente se ignoran. Se comparan sociedades urbanas que no tienen que compararse
y se utilizan categorías como la tipología organicista, el continuismo y el evolucionismo.10
Para Lafebvre es importante penetrar en lo
concreto, es decir, en la práctica social captada
teóricamente.11
El autor, de alguna forma visionario del
proceso que representa la urbanización, menciona que “desde hace algunos años, mucha
gente ha concebido el urbanismo como una
práctica social de carácter científico y técnico. En tal caso la reflexión teórica podría, y
debería, ejercerse sobre la práctica”.12 Elevando este ejercicio al nivel epistemológico,
estos argumentos despiertan inquietudes en el
análisis, pero no es éste el momento de presentarlas, pues debemos continuar con otras
posturas, dejando para el final del apartado las
conjeturas y refutaciones.
En los análisis actuales podemos ubicar una
cuarta variante en torno a la ciudad y el fenómeno urbano, su estudio analiza la relación
9
hombre-naturaleza. En el libro Teoría social,
espacio y ciudad, José Luis Lezama define la
ciudad de la siguiente manera:
En distintos momentos de la evolución del
hombre, entendido éste en su esencia gregaria,
perece demostrar una voluntad organizativa que
toma cuerpo en instituciones, símbolos y formas de conducta social que sólo son posibles en
esa forma específica de la asociación humana
conocida con el nombre de ciudad.13
Lezama establece una relación íntima entre el
ser y la ciudad, pero da por hecho este acto
simbólico de creación como una necesidad propia de la evolución del ser humano, y vincula
su análisis con los distintos momentos de la
evolución de la humanidad, momentos caracterizados por la organización social. Ésta es
una relación bien estudiada por los marxistas,
que denota el sentido de apropiación sobre los
materiales y sobre la naturaleza.
Por otra parte, en los Al-Muqaddimah del
pensamiento, Ibn Jaldún nos explica perfectamente el proceso de desarrollo de las ciudades
musulmanas y su oposición al entorno campesino, es decir, su vida específicamente urbana.
Para el filósofo la aparente baraúnda de los
acontecimientos africanos se reduce a uno
solo: la coexistencia de dos modos de vida, la
vida nómada y la vida sedentaria.14 En el libro
primero, Jaldún menciona:
Sabed que la historia tiene por verdadera finalidad hacernos conocer el estado social del
hombre, en su dimensión humana, o sea la urbanización del mundo, y de darnos a entender
Henri Lefebvre, El derecho de la ciudad, Península, Barcelona, 1973, p. 20.
10
Henri Lefebvre, “De la ciudad a la sociedad urbana”, en Bassols, Donoso, Massolo y Méndez, op. cit., p. 463.
11
Ibid., p. 465.
12
Ibid., p. 466.
13
José Luis Lezama, Teoría social, espacio y ciudad, El Colegio de México, México, 1998, p. 31.
Aida Youssef Hoteit, “Cultura, espacio y organización urbana en las ciudades islámicas”, Cuadernos de investigación
urbanística, Instituto Juan de Herrera, Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, Madrid, 1993, p. 7.
14
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autores consultados, se encuentran comprendidas en diferentes arquetipos de ciudades, de
acuerdo con una interpretación platónica17 de
arquetipo; aunque parece imperar más bajo
la definición de los empíricos: “es la idea que
sirve de modelo para otras”. Así es como se
logra ir definiendo y diferenciando la aldea, el
pueblo, la ciudad amurallada, la ciudad rural,
la ciudad urbana, la ciudad preindustrial, la
ciudad comercial, la aglomeración, etcétera.
Y como dice Lefebvre, el término ciudad se
utiliza indistintamente para caracterizar diferentes ciudades, urbes o polis, sin hacer abstracción de las relaciones sociales y materiales
que las diferencian. Aunque cuando él define
que “la ciudad y la realidad urbana son reveladoras de valor de uso”, está diferenciando
implícitamente el campo de la ciudad; al igual
que lo hacen Singer y Sjoberg, quienes ponderan lo urbano de lo rural, ya sea por la forma
de producción o los estratos sociales. Aun
Mumford, quien observa al campo como parte
de la ciudad, alude a la naturaleza de su desarrollo, aunque las relaciones concomitantes se
van perdiendo en el desarrollo de su análisis.
La vida nómada como la vida sedentaria, o
viceversa, son estados igualmente conformes
con la naturaleza del ser. Por lo tanto la polis,
la aldea, la ciudad, lo urbano, el campo, lo
rural, lo urbano, no son estados que deben ser
estudiados en dicotomía, son parte del proceso
natural de urbanización, de la acumulación de
sus diferentes momentos históricos: lo que encontramos que se estudia es la forma diferencial de sus organizaciones y su manifestación
territorial, más no del todo su origen.
Los diferentes autores, aunque reconocen la
naturaleza de la relación, es decir, del proceso
de urbanización como elemento íntimamente
los fenómenos concomitantes naturalmente
a su índole tales como la vida salvaje, la humanización, la coligación agnaticia (“al-asabiya”), las diversas formas de supremacía que los
pueblos logran unos sobre otros y que originan
los imperios y las dinastías, las distinciones de
rango, las actividades que adoptan los hombres
y a las que dedican sus esfuerzos, tales como
los oficios para subsistir, las profesiones lucrativas, las ciencias, las artes; con un fin, todo el
devenir y todas las mutaciones que la naturaleza de las cosas pueda operar en el carácter de
la sociedad.15
En el Libro Primero “De la sociedad humana
y de los fenómenos que en ella se presentan,
tales como la vida nómada, la vida sedentaria,
la dominación, la adquisición, los medios de
ganar la subsistencia, los oficios, las ciencias
y las artes. Indicación de las causas que conducen a esos resultados” y en el Libro Cuarto
que habla “Sobre los poblados, las ciudades,
las aldeas y demás lugares donde se hallan
poblaciones sedentarias. Sobre las circunstancias que allí se presentan. Observaciones
preliminares y suplementarias. Las fundaciones de los poblados y las ciudades”, Jaldún
menciona que: “El hombre es, por naturaleza,
citadino. Quiere decir, que le es indispensable
congregarse en sociedad, término que, en su
lenguaje, reemplaza por el de ciudad”.16 En
Jaldún la forma, la organización y las actividades desempeñan un papel importante en
la conformación y el desarrollo de la ciudad,
pues son estas características viva presencia
del pensamiento y actuar humanos.
Estas características de distribución, estructura, organización, actividades y límites,
mismas que identificamos en cada uno de los
15
Ibn Jaldún, Introducción a la historia universal (Al Muqaddimah), ���, México, 1997, p. 141.
16
Ibid., p. 151.
Según Platón, el arquetipo es la idea o forma del mundo inteligible sobre el cual se construyen los objetos del mundo
sensible.
17
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ligado al ser, no la explicitan. Aceptar este
hecho podría poner en discusión el paradigma
de las relaciones campo-ciudad. Adelantamos
que la ciudad remite a un espacio preciso,
ocupado por un grupo de personas; la ciudad,
por lo tanto, es un hecho de apropiación. La
ciudad y lo urbano son frutos antitéticos del
ansia insaciable de justificación del poder, ya
sea en su expresión mistificadora de las verdaderas causas que producen las desigualdades
sociales y las contradicciones a las que se ven
sometidos los ciudadanos, o en la búsqueda
imaginaria de soluciones que eleven su imagen y motiven hasta las intervenciones más
contundentes y arbitrarias. Pues la ciudad, hoy
en día, sigue siendo primitiva.
En español la palabra ciudad es menos afortunada o mejor dicho menos elocuente, pues
tiene cuatro acepciones: la primera deriva del
latín civitas, y se refiere a una población de
infraestructura urbana compleja, donde vive un
conjunto de personas que se dedican principalmente a actividades industriales y comerciales;
la segunda designa lo urbano en oposición a
lo rural; la tercera denomina el conjunto de
edificios destinados a un fin determinado (ciudad universitaria, ciudad sanitaria); la cuarta
distingue a una antigua población de mayor
importancia que una villa.19 Proviene etimológicamente del francés ville procedente del latín villa, que designaba un asentamiento rural
autárquico que a menudo constituyó el núcleo
de las ciudades medievales. Esta etimología
subraya la pertenencia de la ciudad europea
preindustrial al campo. Mumford nos ha enseñado que, a excepción de algunos centros
congestionados, la ciudad de la Edad Media
no estaba simplemente “en el campo, sino que
formaba parte del campo”, y esta relación de
interdependencia vuelve a ser puesta de relieve en la actualidad por los historiadores de la
ciudad europea.20
La palabra define a la persona pues distinguía a quien habitaba en una villa o en una
comunidad con respecto al que habitaba algún
otro ámbito territorial: la ciudad. Esto nos
remite a un espacio preciso ocupado por un
grupo de personas, la ciudad por lo tanto está
dada a partir de un acto de apropiación.
Por su parte, la urbanización tiene sus
antecedentes etimológicos el latín urbanus,
“educado, respetuoso”; en otras lenguas como
el catalán, Urbá; en inglés y alemán Urban de
urbe más el sufijo ismo. A su vez, urbe proviene del vocablo latino urbem, acusativo singu-
EL ORIGEN HISTÓRICO DE LA PALABRA
Antes que nada debemos definir la palabra
“ciudad”, porque el hecho de definir la ciudad
se ha convertido hoy en trabajo estéril. Por
encima de ella imperan adjetivos, sinónimos,
antónimos y sustantivos que la magnifican,
la pluralizan, la vuelven difusa e incluso virtual. La palabra ciudad ha dejado de tener el
significado original que le otorgan los autores
consultados, pues su acepción responde, hoy
día, a la circunstancia e interpretación que le
dan sus habitantes, de hecho somos testigos de
un desplazamiento y transformación de los
conceptos. Dos palabras clave surgen en este
ensayo: ciudad y urbanización.
En árabe la palabra adquiere un rasgo antiguo,
pues remite a la prosperidad y civilidad, para
referirse a ciudad se alude al término omrám18
que significa: Un lugar habitado, la cultura, la
población de un país, su prosperidad.
Tomado de la página web: h�p:// www. ugr. es/ ~mcaceres/ Entretextos/ entre2/ escritos7e. htm, consultado el 21 de
enero de 2006.
18
19
Larousse, El Pequeño Laurosse Ilustrado, Larousse, Bogotá, 2004, p. 251.
20
L. Mumford, op. cit.
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lar de urbs urbe o ciudad. Estas definiciones se
establecen a partir de la morfología del lugar,
de la propia acción del ser humano.
Por otra parte, urbano se utiliza en la sociología, la economía y la geografía, para referir el
lado prestigioso de la aglomeración de viviendas y actividades humanas en un espacio preciso
(recordemos espacio preciso, pero no único). Es
la ideología de la civilización industrial una y
mil veces renovada, remodelada, rehabilitada
y vuelta al centro de su esencia: urbanizar a alguien es adaptarle a las costumbres dominantes e imperantes propias de las convenciones
existentes.
Por otra parte, esta palabra coincide con
las formas de dativo y ablativo de urbanus
urbani, la palabra latina de la que procede. Es
el adjetivo de urbs urbis, que significa ciudad.
Tengamos presente que el latín tiene dos palabras para referirse a la ciudad, porque distingue en ella dos realidades inconfundibles: la
construcción y la gente. Y tiene también muy
claro que la ciudad forma, conforma y configura la ciudadanía. Los romanos se sentían
muy orgullosos de sus ciudades (urbes), que
eran la imagen inequívoca de un modelo de
vida profundamente distinto, y desde su parámetro inequívocamente superior. Para ellos
ser civis romanus era estar por encima de los
demás pueblos y tener derecho a dominarlos, y
sojuzgarlos por tanto. Y esa superioridad tenía
que resplandecer también en las urbes, hechas
a imagen y semejanza de los cives.
De acuerdo con el uso de los afijos en
etimología, del latín –ismus y éste del griego
–ισµος (–ismos), se deriva el sufijo formador
de sustantivos de acción a partir de verbos terminados en –ιζειν (–izein), cuyo equivalente
latino y español son –izare e –izar, respectivamente. De ahí podemos entender los conceptos
de urbanización y urbanizar. Bairoch expone
que en “el sentido tradicional de la palabra
urbano, el cual apareció, en la lengua francesa,
probablemente desde el siglo XVI, y sin duda,
desde 1740, el término es prácticamente sinónimo de ciudad”.21
Desde un criterio económico, Mario Polèse
define el término urbanización como: “el paso
de una sociedad rural a una sociedad más urbana”, lo cual trae como consecuencia el
crecimiento acelerado de la población urbana
sobre la población rural. La teoría económica
establece un vínculo entre urbanización y desarrollo económico, visto como el incremento
sostenido e irreversible del ingreso real por
habitante,22 al menos en el sentido desarrollo
económico-urbanización: la urbanización es
una consecuencia ineludible del desarrollo
económico.
La ciudad puede ser un millón de cosas
representadas en un determinado lugar, es el
producto del individuo, mientras que el proceso de urbanización es la acción que conlleva
su desarrollo, ejemplificado con el paso de una
aldea a una comunidad a una villa a un poblado a una ciudad a una metrópolis y a una megalópolis, pero estos últimos términos son de
otra especie de la cual no vamos a tratar aquí.
¿QUÉ RAZÓN HAY EN DECIR
QUE LA CIUDAD ES INHERENTE
A LA HUMANIDAD?
La mayoría de los autores expuestos en este
ensayo nos dan a conocer el estado social del
ser, considerándolo en su más pura dimensión
humana, la cual se precisa como la urbanización. Por ejemplo, Mumford menciona:
las ciudades son un producto del tiempo, son los
moldes en los cuales la vida de los hombres se
21
P. Bairoch, op. cit., p. 7.
22
Mario Polèse, Economía regional y urbana, Libro Universitario Regional, San José de Costa Rica, 1998, pp. 29-30.
260
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Tanto el nacimiento de la ciudad como el
contexto que lo permitió constituyen uno de
los puntos de inflexión de la historia de la humanidad, pues aquella surge desde el momento
en el que existe un sentido de apropiación del
territorio por parte del ser humano. Este tema
se expone pero no se desarrolló a profundidad
pues siempre se suscribe a las actividades o a
los procesos que adopta un determinado grupo
y a las actividades que dedica su esfuerzo.
Ahora bien, se da a conocer que la sociedad
comienza libre, como nomadismo, circunstancia en la que hay un mínimo de cooperación
y un máximo de lucha. En su desarrollo, la
sociedad termina por fundar ciudades, pero no
se ha descrito que suceda lo contrario, es decir, que se retroceda a la vida libre del campo,
es decir, regresar a la vida nómada, al estado
natural. En este devenir histórico se debe entender un proceso único, pues tanto un estado
como el otro forman parte natural del ser humano. La organización social del hombre es
algo necesario, es decir no puede prescindir de
esta característica, que algunos autores, como
hemos citado, denominan “ciudad”.
Desde el punto de vista histórico, Mumford
menciona que el aumento de la población
debido al tránsito de una sociedad que vive
de la caza a otra que lo hace de la agricultura puede haber determinado ese cambio; así
mismo, el ensanche de las rutas comerciales
debe haber contribuido a la diversificación de
las ocupaciones. Empero, la naturaleza de la
ciudad no se encuentra simplemente en la base
económica: la ciudad, ante todo, es un emergente social. La característica de la ciudad es
han enfriado y congelado, dando forma permanente, mediante el arte, a momentos que de otra
manera se desvanecerían con lo viviente y no
dejarían medios de renovación o de participación detrás de ellos. En la ciudad, el tiempo se
hace visible: a través, menciona, de sus construcciones y obras”23
La historia tiene como propósito hacernos
conocer el estado social del ser humano, como menciona Jaldún: “el hombre es, por su
propia naturaleza, citadino. Quiere decir que
le es indispensable congregarse en sociedad,
término que, en su lenguaje, reemplaza por el
de ciudad”.24
Esta idea la encontramos en Aristóteles,
quien en su Política define la ciudad como
“una asociación de seres semejantes, que tiene
por fin la vida más perfecta que sea posible,
y esta referencia al fin alude a la virtud de los
ciudadanos, al bien común que deben procurar
y a la felicidad”.25
Tomás de Aquino enfatiza el vínculo societario que religa a los integrantes de una multitud para que constituyan una ciudad. Según la
etimología latina “ciudad” equivale a unidad
de los ciudadanos.26 También esta inferencia
la encontramos en Mumford cuando expone:
“La ciudad surge como consecuencia de las
necesidades sociales del hombre y se multiplica sus modos y sus métodos de expresión”.27
Lezama establece una relación íntima entre el
ser y la ciudad, que es una necesidad propia de
la evolución del ser humano: “Parecería como
si la ciudad fuera un instrumento indispensable para hacer posible la historia humana”.28
23
L. Mumford, op. cit., p. 12.
24
I. Jaldún, op. cit., p. 151.
25
Aristóteles, Política, tomo ��
��,, Lozada, Buenos Aires, 2005, p. 7.
26
Tomás de Aquino, Tratado de la ley-tratado de la justicia-Gobierno
justicia Gobierno de los príncipes,
príncipes, tomo ��
��,, Porrúa, México, 2004, p. 18.
27
L. Mumford, op. cit., p. 13.
28
J. L. Lezama, op. cit., p. 32.
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su complejidad social, que tiende hacia su fin.
Representa el máximo de posibilidades para
humanizar el ambiente natural y naturalizar
la herencia humana: da una forma temporal
al primero y exterioriza, en formas colectivas
permanentes, a la segunda.29
Tal vez en este punto sea conveniente traer
de nuevo la referencia de Lefebvre sobre lo
que significa la urbanización, pues acusa que
“desde hace algunos años, mucha gente ha
concebido el urbanismo como una práctica social de carácter científico y técnico. En tal caso
la reflexión teórica podría, y debería, ejercerse
sobre la práctica”,30 elevando así este ejercicio
al nivel epistemológico, del cual carece el estudio de la urbanización.
Un punto de reflexión más, debido a la diversidad de representaciones generadas en las
grandes urbes, el individuo se apropia de aquellas con las cuales se siente más identificado,
apropiándose de ellas y reproduciéndolas. El
mismo individuo, a partir de un estado nómada, fue desarrollando una serie de necesidades
cuyo único fin era el reposo y el bienestar, la
comodidad y la protección. Para sentir estas
necesidades tuvo que pasar de la vida nómada
a la sedentaria. La vida asentada proporcionaba mejores condiciones para la fecundidad, la
nutrición y el almacenamiento de víveres. El
hombre y más la mujer fueron creando necesidades que cubrir o satisfacer, el primero en
la herramienta y la mujer en los utensilios,
siendo esta última la de mayor aporte en la
constitución de la habitación y por ende de
la ciudad (mujer-hogar-madre): el habitáculo
fue el centro colectivo para la protección y
la crianza, asegurando su descendencia. Recordemos que muchos vestigios, no exclusivamente los propios del periodo paleolítico,
consisten no sólo en herramientas de caza sino
en una gran variedad de vasijas o recipientes.
Estos elementos representan la mitad de la
unidad simbólica de nuestra historia; el interior
del receptáculo, la mujer, el exterior el hombre;
pues, aún en el estado sedentario, éste sigue
manteniendo prácticas nómadas.
Llevar a efecto la unión de varios individuos
es, a su vez, efecto de la necesidad de control
y protección, expresado en la institución de un
control potente o representativo, cuya función
es establecer el orden y la protección de ellos,
pues también se reconoce como parte natural
del ser su tendencia a la agresión y a la violencia. Además, el hombre no podría asentar estas
necesidades, más que en un moderador inspirado por él mismo. Perteneciente al mismo
género, este moderador evitará hostilidades;
incluso se reconoce en algunas especies que
difieren del homo sapiens la existencia de una
autoridad superior, que se distingue por su forma y tamaño. Empero estas organizaciones son
consecuencia de su necesidad de organización
instintiva, mas no provienen de la determinación reflexiva como lo es en el ser humano.
Ahora, es posible que no necesite de un lugar
físico definido para congregarse, por supuesto,
tanto la vida nómada como la vida sedentaria
son estados igualmente conformes con la naturaleza. Pero en la segunda el hombre encontró
circunstancias más propicias para mejorar sus
necesidades, acumular riqueza, tener tranquilidad, construir edificaciones, fundar ciudades
abundantes y ostentosas. Mientras que en la
vida nómada la vivienda o el habitáculo carece
de todo ornamento, ya que su única finalidad
es servir de abrigo, sin duda la diferencia estará
en el sentido de apropiación y en la creación y
multiplicación de necesidades que conlleva la
vida sedentaria. Pero para poder tener noción
de lo anterior, el hombre debió pasar por la vida
nómada, para poder haber sentido la diferencia
y los deseos de superar ciertas incomodidades.
29
L. Mumford, op. cit. p. 17.
30
H. Lefebvre, “De la ciudad a la sociedad urbana”, p. 466.
262
JOSÉ TAPIA BLANCO
Por otra parte la necesidad de erigir una ciudad
también ha respondido a la voluntad de un soberano y su permanencia al frente de un grupo,
actitud que de ser positiva se verá reflejada en
la abundancia y el bienestar.
Los habitáculos, como la cueva, la habitación, la choza y la casa, son estados temporales del proceso constitutivo de la ciudad;
lo mismo sucede con lo rural: el campo, la
ciudad, lo urbano son parte de la constitución
histórica de la urbanización, forman parte de
un mismo proceso diferenciado únicamente
por el nivel de desarrollo en el cual se describen y las actividades que le son privativas a
cada estado. Anteriormente mencionamos que
a partir de que existe un sentido de apropiación
del territorio, existe la ciudad. Comparando la
conformación producto de una sociedad y la de
un individuo, establecemos lo siguiente: por
qué no pensar en que un individuo genera personalidad e identidad, en la personalidad establece aquellas características que lo forman y
lo hace ser diferente a otros, así se apropia de
esas características, las hace suyas, las posee.
En la identidad esas características se hacen
colectivas pues pasan a ser símbolos y valores
de ciertos grupos. El hecho de la apropiación
no está inmerso en la formación de la personalidad ni en la conformación del territorio. Me
parece que estos ejercicios de posesión-pertenencia-apropiación, se encuentran implícitos
en la forma en la cual nos apropiamos de la
naturaleza, lo que lo convierte en un problema
ontológico, y podría poner en cuestionamiento
o en oposición el paradigma de proceso de
transformación campo-ciudad.
En la ciudad, el ser humano terminó trasladando todos sus sentidos vicios y necesidades,
particularmente su rutina diaria quedó constituida en símbolos; los emblemas del hombre y
la mujer, representados e impresos en las bastas y monumentales construcciones, en las representaciones más abstractas, en sus muros,
en su toponimia, fachadas y monumentos, en
su topología y cosmogonía, pero inútilmente,
porque parece que no lo vemos.
Cerremos las ideas expuestas, que se antojan más con un matiz sociológico. Primero
quiero marcar la condición social del hombre,
citada en su necesidad de congregarse en sociedad, razón indispensable, pues al sumar su
esfuerzo a los de otros asegura su subsistencia
en forma considerable. Por otra parte, la mayoría de los autores aluden a esa condición
social innata, pues la dan por hecho, y ejemplifican y concentran su hacer en las actividades
propias del ser, hablo de la agricultura, la caza,
la domesticación hasta su expresión más compleja, industrial o tecnológica, actividades que
dentro de un mismo proceso fueron ganando
tiempo y así perfeccionando sus haceres.
CONCLUSIONES
Si bien la ciudad no es un hecho que nazca
junto con el hombre, es una de sus representaciones más exactas, pues en ella queda inpresa
la complejidad de su pensamiento, su estética,
sus ideas, su diversidad social y entendimiento. La ciudad es expresión viva de las actividades humanas concomitantes y es también
símbolo y expresión de sus sentimientos; por
tanto, dominio propio de su ser. Y lo refiero
como dominio pues, al surgir, la ciudad lleva
implícita la noción de apropiación. Desde su
origen, en la ciudad quedó plasmado el sentido
de apropiación haciéndolo natural y necesario.
Tan grande fue su obra que terminó dominando su hacer y su práctica. Su obra magna, la
ciudad: paraíso artificial de los sentidos. Lo
urbano es la ideología buena, la del placer y
el consumo, la de la casa y la familia, la de la
competencia y del progreso.
La ciudad y lo urbano son frutos antitéticos
del ansia insaciable de justificación del poder
y de apropiación. Al final, esta curiosa dialéctica sustituye a la vieja de lo urbano y lo rural,
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de la ciudad y el campo. La urbanización es la
acentuación acumulativa de las características
distintivas del modo de vida que está asociado
con el crecimiento de las ciudades, también
hemos hecho de la ciudad un género y de
sus especialidades sus especies, lo anterior se
sustenta de la postura que marca la identidad
como la posesión de características propias de
un individuo, las cuales forman su personalidad. Éstas son adquiridas y se convierten en
posesión, acción que se traslada a la propiedad
de lo que es tuyo, de nadie más.
gua, ciudad-región, conurbación, aglomeración,
aldeas globales, ciudad red, ciudades de primer
y segundo ordenes, metrópoli y megalópolis:
términos que pronto sólo remitirán a la historia
o a nostalgias cargadas de sentido. Y es que esas
palabras anticuadas nos recuerdan también la
insoslayable realidad de nuestra condición natural, animal, el hecho de que sea cual fuera la
inmaterialidad, la abstracción, la multiplicidad
de relaciones que los urbaníco las mantienen
entre sí a través del planeta, hemos sido, pese
a nosotros mismos, arrojados al espacio y forzados a vivir en él y a residir en algún lugar,
lejos, me parece, del territorio. ¿Por qué digo
lo anterior? Por el ejercicio actual del análisis
de la ciudad, por su falta de razonamiento de
los fenómenos y por la forma en la cual ha
permeado nuestras vidas la virtualidad lúdica
y perniciosa de su desarrollo, donde la interacción de los individuos resulta desde entonces
desmultiplicada y deslocalizada. La pertenencia a comunidades de intereses diversos deja
de estar fundada en la proximidad o en la
densidad demográfica local. Transportes y telecomunicaciones nos implican en relaciones
cada vez más numerosas y variadas, miembros
de colectividades abstractas cuyas implantaciones espaciales ya no coinciden ni presentan
estabilidad a lo largo del tiempo.
Para terminar debo hacer hincapié en que al
ser humano se le distingue de todos los seres vivos por los atributos que le son privativos, y que
aparecen en los análisis sociales, geográficos y
urbanos: las ciencias y las artes; necesidad de
una autoridad capaz de imponerse; lucha por la
subsistencia y el trabajo; sociabilidad y la convivencia colectiva y el estado social que comprende los estados de nómada y sedentario.
Si bien la ciudad es un hecho inherente al ser
humano como expresión consumada de su ser,
permítanme la siguiente analogía: La ciudad,
como el cerebro, evolucionó en etapas sucesi-
La ciudad constituye un hecho de la naturaleza,
lo mismo que una cueva o un hormiguero. […]
La mente adquiere forma en la ciudad, y, a su
vez, las formas urbanas condicionan la mente.
El espacio, lo mismo que el tiempo, se reorganizan artísticamente en las ciudades...30
También aquí la revolución y el desarrollo
minaron una asociación original y destruyeron la relación de complementariedad que
unía la ciudad y el campo y ahondó la famosa
diferencia entre ambos, que según Marx el
comunismo debería suprimir. Sin embargo, no
fue gracias a una revolución social, sino a una
permanente evolución técnica como se inició
la supresión de esta diferencia. Este proceso
de transformación continúa y tiende a eliminar, en provecho de una entidad que ya no es
ciudad ni campo, los dos términos que, lógica
fenomenológicamente, existían el uno por el
otro, y que etimológicamente se plasma como
un divorcio entre urbs y civitas, prevaleciendo
en la idea del ser moderno.
El examen del léxico y de sus neologismos
destapa la hegemonía de lo urbano. Región urbana, comunidad urbana, distrito urbano, etcétera.
Esas nuevas entidades expresan con bastante
eficacia el desvanecimiento de la ciudad y el
anacronismo de municipio, pueblo, ciudad anti30
L. Mumford, op. cit., p. 15.
264
JOSÉ TAPIA BLANCO
vas; los vestigios del pasado aún se conservan
entre las construcciones actuales. La ciudad
surgida hace mucho tiempo ha cambiado paulatinamente, pero aún conserva calles del siglo
XIX, XVIII, o incluso del XVI, la vialidad de las
calles destinadas al paso de la carreta, las primeras líneas de electricidad, el sistema hidráulico cuyos planos existen sólo en la memoria
de quienes participaron en la obra.
Pues bien, la evolución de la ciudad se debe
a su actividad consciente, millones de hombres
trabajan, más o menos juntos, para preservar
la ciudad, reconstruirla y transformarla. Ésta
podría ser más eficiente si periódicamente se
replanteara o cambiara, pero, como el cerebro,
todo debe seguir funcionando durante la renovación. Así pues, se agregan partes nuevas,
mientras las antiguas continúan más o menos
funcionando. Ejemplo de ello es que una misma calle puede haber transportado a gente en
diferentes tiempos, primeramente en carruajes,
tranvías, autobuses, camiones, trolebús, carros
y en el metro. Las características y actividades
en la historia de la ciudad persisten; las tradicionales disminuyen su presencia frente a
otras que adquieren relevancia, pero que pocas
veces la sustituyen de golpe.
Por lo tanto, cada paso de evolución debe
ser trazado. El cerebro es más conservador que
la ciudad, pues en él los recuerdos transitan simultáneamente.
La ciudad es la expresión colectiva de la
raza humana, la unidad de evolución biológica del gen, la unidad de evolución cultural es
la idea.
La idea en la actualidad se plasma en el número de bit al que tenemos acceso, el cual ha
crecido considerablemente. Entonces, cómo
no comprender que esta descarga de información multiplica la imagen y la idea, que tarde
o temprano será plasmada ineludiblemente en
la ciudad.
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