Coco Chanel - Cristina Morató

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Serie de verano
Coco Chanel
EL TRIUNFO
de la VOLUNTAD
Por Cristina Morató
Ilustración de Desamers
E
L MIED0 A QUE LOS PERIODISTAS HURGASEN EN SU PASADO hizo que
inventara una infancia idílica que jamás existió.
Ser hija de una madre soltera y de un padre
vendedor ambulante que abandonó a su familia no era la mejor tarjeta de presentación para
la mujer que se convertiría en la reina indiscutible de la alta costura francesa. Coco Chanel
engañó sutilmente a todos los que intentaron
bucear en sus primeros años de vida; le gustaba
jugar al despiste, cambiando a su antojo fechas,
lugares y situaciones. Nunca escribió sus memorias, que hubieran sido un escándalo, aunque dejó para la posteridad una lista interminable de frases lapidarias y pensamientos que
revelan su lucidez y visionaria personalidad.
Resulta extraordinario que la creadora del glamour fuera en realidad una muchacha de origen
humilde educada en un orfanato por unas
monjas que la enseñaron a coser. Y sin embargo,
Coco no habría sido la misma si su infancia
hubiera sido otra. Porque fue su rebeldía -y su
particular sed de venganza- la que forjó su verdadera personalidad. Mademoiselle se desquitaría a gusto de su humillante pasado; de aquellas damas altivas de la buena sociedad que en
su juventud la miraban por encima del hombro.
Las vistió a todas de negro, las cubrió de joyas
falsas, despreció la marta cibelina ocultándola
en el forro de sus impermeables y puso de moda
el género de punto. «Me he permitido el lujo
de dar aspecto de pobre a aristócratas y multimillonarias», diría con su habitual ironía.
Coco fue una luchadora, una corredora de
fondo solitaria que supo adaptarse como un
camaleón a las circunstancias que le tocó vivir
y se enorgullecía de haberlo aprendido todo
por sí misma. Llegó a ser una de las primeras empresarias del
país, y en la cúspide de su carrera contaba con tres mil empleados y tiendas en París, Deauville y Biarritz. Revolucionó la moda
y contribuyó con sus atrevidas apuestas a emancipar a la mujer.
Acabó con los corsés y las ballenas, con las cinturas de avispa y
los sombreros recargados; inventó la ropa deportiva, el traje de
chaqueta más imitado de la historia, las joyas de bisutería y el
primer perfume firmado por un diseñador, el legendario Nº 5.
Diseñó como vivió, sin ataduras ni reglas preconcebidas. No fue
la mejor modista de su época, pero sí la creadora más influyente del siglo XX. Compartió mesa y mantel con Winston Churchill
y el príncipe de Gales; conoció el gran lujo de la mano del duque
de Westminster y fue amiga de Picasso, Cocteau y Stravinski.
Pero la gran dama de la alta costura, la mujer dura, emprendedora, de lengua afilada, que para unos poseía un encanto arrebatador y para otros era un ser casi infernal, nunca encontró la
verdadera felicidad. Poco antes de su muerte, a sus ochenta y
siete años, seguía siendo aquella niña huérfana y solitaria a la
que un día su padre abandonó.
J
AIRES DE GRANDEZA
eanne Devolle tenía diecinueve años cuando dio a luz a la
pequeña Gabrielle Bonheur Chanel -más conocida como
Coco Chanel- en el hospicio de la ciudad de Saumur,
en la región del Loira. El padre de la recién nacida,
Albert Chanel, era un vendedor ambulante natural del
pueblo de Ponteils. Con fama de fanfarrón y embaucador, el apuesto joven recorría los mercados y ferias del sur
de Francia ofreciendo sus productos (...). El 19 de agosto de
1883, cuando nació Gabrielle, él no estaba allí. La madre inscribió a la niña con el apellido Chanel, aunque no estaba casada con Albert. Cuando la niña cumplió un año, sus padres
se casaron. Pero aquella boda no cambiaría la relación fría y
distante que tenían. Jeanne, una mujer sumisa y dulce, ya no
soportaba aquella vida de sacrificios ni a su arrogante esposo
(…) En 1887, la salud de Jeanne estaba muy deteriorada debido a los frecuentes embarazos y las duras condiciones de una
vida errante. Fue entonces cuando decidió regresar con sus
cinco hijos a su pueblo natal, Courpière, donde se instalaron
en casa de unos parientes. La pequeña Coco pasó los mejores
años de su triste infancia en Courpière (...).
En 1889, Gabrielle recibió un duro
golpe al perder a su madre, vícti-
ma de la tuberculosis. La encontraron muerta una mañana de
invierno en su gélida habitación
de Brive-la-Gaillarde. Tenía treinta y dos años y Albert, como de
costumbre, se encontraba de viaje.
Descubre el final de la
apasionante vida de Coco
Chanel en el libro ‘Divas
rebeldes’, de Cristina Morató.
Debolsillo (RHM). 7,95 €.
(www.cristinamorato.com).
“ He sido muy
desgraciada en
una vida que, vista
desde fuera, parece
brillante”
A la muerte de Jeanne, la abuela paterna, Virginie
Fournier, tuvo que hacerse cargo de sus nietos (...)
pero no podía ocuparse de los cinco hermanos
Chanel. Al haber trabajado de lavandera para las
monjas de Moulins, no le fue difícil que sus tres
nietas fueran aceptadas en el orfanato de Aubazine, regido por hermanas del Sagrado Corazón de
María. Allí pasarían los siguientes seis años de su
vida, los más tristes y duros de su existencia (...).
Del tiempo que Gabrielle pasó en el orfanato quedaron grabados en su memoria dos colores: el
blanco y el negro. Los muros y las paredes interiores del edificio estaban encalados en contraste con
las puertas que daban acceso a los dormitorios,
pintadas de color negro. Las huérfanas iban vestidas con el mismo uniforme: falda negra e impoluta blusa blanca. En Aubazine la enseñanza era muy
básica y las niñas aprendían a coser y a confeccionar
ropa para bebés. Los diseños de Coco, sobrios y
elegantes, estarían marcados por esta estética austera de los escenarios de su infancia.
Cuando Gabrielle cumplió los dieciocho años abandonó el orfanato de Aubazine, donde sólo se que-
daban las muchachas que querían ingresar como
novicias. La abuela Virginie, con ayuda de las monjas, consiguió que su nieta fuera acogida en régimen de beneficencia en un centro religioso de
Moulins. En el internado de Notre Dame, una estricta escuela de señoritas donde se las preparaba
para ser buenas amas de casa y esposas ejemplares
(...). A los veinte años, dejaron a la joven a cargo de
una honrada familia propietaria de una conocida
mercería, la antigua Casa Grampayre. Las muchachas que como Gabrielle y Adrienne llegaban recomendadas de Notre Dame, además de atender
al público como dependientas, trabajaban en el
taller como costureras (...). Tras pasar un año y
medio en Casa Grampayre, Gabrielle se instaló con
Adrienne en una habitación de alquiler, en el barrio
más pobre de Moulins. Cuando corrió la voz de
que se habían instalado por su cuenta, fueron muchas las distinguidas clientas de la Casa Grampayre
que acudían directamente a ellas para realizar sus
vestidos. En poco tiempo, Coco se había convertido
en una apreciada y solicitada costurera.
En 1900, Moulins albergaba una importante guarnición militar y contaba con numerosas salas de
baile donde los soldados acuartelados pasaban sus
ratos de ocio (...) Gabrielle, descarada y coqueta,
pronto se convertiría en la preferida de los apuestos
oficiales que visitaban su taller de costura para ha-
Serie de verano
El secreto de su éxitio fue su tesón:
«Nada sustituye al trabajo: ni los
títulos, ni el aplomo, ni la suerte».
cerse algunos arreglos en sus uniformes (...). De todos los jóvenes
que rondaban a Gabrielle, hubo uno por el que se sentía especialmente atraída, Étienne Balsan. Divertido, seductor y un
hábil jinete, Étienne provenía de una acomodada familia burguesa que había hecho fortuna con la industria textil. Al conocer a Étienne supo enseguida que de la mano de aquel hombre
despreocupado y liberal podría escalar socialmente. Él la introduciría en el exclusivo mundo de la alta sociedad, aunque para
ello tuviera que convertirse en su amante. Coco deseaba a toda
costa abandonar Moulins; no quería para ella la vida miserable
que había llevado su pobre madre (...). En la primavera de 1903
Gabrielle se instalaría en la Croix-Saint-Ouen, donde Étienne
tenía sus cuadras, y más adelante la llevaría a vivir al castillo de
Royallieu (...).
Coco era distinta a las demás mujeres que frecuentaban la mansión -cocottes y actrices desinhibidas- y los invitados se divertían
con sus ocurrencias y opiniones. Para ellos era una ruda campesina, de lengua afilada, que decía siempre lo que pensaba sin
importarle las consecuencias (...) Cuando acudía a las carreras
su presencia no pasaba desapercibida. «Llevaba un canotié muy
calado -recordaba Coco-, un trajecito sastre provinciano y seguía
atentamente las pruebas con unos gemelos. Estaba convencida
de que nadie se fijaba en mí; pero eso era conocer mal la vida
provinciana. En realidad aquella pequeña salvaje absurda y mal
vestida, con tres grandes trenzas y una cinta en el pelo, intrigaba a todo el mundo».
Ya entonces daba muestras de una imaginación desbordante.
Gabrielle iba siempre con zapatos planos, y cómodas prendas
masculinas -abrigos, chaquetas sport y corbatas- del propio Balsan.
Sin ella saberlo, estaba poniendo en práctica una nueva manera
de entender la moda: liberar el cuerpo de la mujer utilizando
ropa de hombre. (...). Pero lo que más llamaba la atención del
vestuario de Gabrielle era el pequeño sombrero canotié de paja,
que ella misma se confeccionaba (...). En poco tiempo, las cortesanas y actrices que frecuentaban la mansión de Royallieu se
convertirían en sus primeras clientas y lucirían unos sombreros
que llamaban la atención por su sobriedad y
original diseño.
En agosto de 1908, Gabrielle cumplió veinticinco años y estaba harta de ser la mantenida
de Balsan. Étienne no estaba enamorado de
ella -ni Coco de él- pero le había ayudado a
descubrir un mundo nuevo. Ambos continuaron siendo amigos y hasta el último día de su
vida Coco llevó colgado en el cuello con una
cadena un anillo con un topacio regalo de
Christian Dior diría de ella: “Con
un jersey negro y diez hileras de
perlas, revolucionó la moda”.
Balsan. Ahora ya conocía las reglas del juego y estaba lista para partir.
En un tiempo en que las mujeres de su condición
sólo aspiraban a que los hombres les regalasen
joyas y vestidos, Coco le pidió a su protector que le
financiara una tienda de sombreros en París. Ante
su insistencia le cedió su apartamento de soltero
en el boulevard Malesherbes de París. En aquellos
días, Étienne tenía que viajar a la Argentina, pero
antes le pidió a Gabrielle que le acompañara a una
cacería. Se alojarían en un espléndido castillo del
siglo XIII, en el idílico paisaje de los Pirineos, y allí
Coco conocería al gran amor de su vida.
EL HOMBRE DE SU VIDA
E
ra joven, embriagador y en absoluto vulgar. Un muchacho muy guapo, de pelo
oscuro, atractivo. Era más que guapo,
maravilloso. Yo admiraba su indolencia,
sus ojos verdes. Montaba caballos soberbios, y muy bien. Me enamoré de él...». Aquel inglés,
alto, moreno, bronceado y de cabello engominado
que tenía un aire a Rodolfo Valentino había irrumpido en la vida de Gabrielle en el momento más
oportuno. Se llamaba Arthur Capel -Boy para los
amigos- y era un excelente jugador de polo además
de gran conquistador de mujeres. Heredero de
importantes minas de carbón en Newcastle, a diferencia de Balsan era un hombre ambicioso y muy
trabajador. Desde el primer momento se sintió
interesado por aquella atractiva muchacha que
acompañaba a su amigo Balsan. Cuando Gabrielle
le confesó a Boy su deseo de abrir una tienda de
sombreros en París no sólo le pareció una excelente idea, sino que se ofreció a ayudarla.
Al finalizar la cacería, Gabrielle se enteró de que
Boy Capel regresaba a París y, sin dudarlo, hizo la
maleta y fue a la estación a su encuentro.
En 1910, Gabrielle comenzó a vender sombreros en
el apartamento que le había dejado Étienne mientras Boy atendía sus negocios en
Londres y París. El éxito fue inmediato; los sombreros de paja
que compraba por docenas en
las Galerías Lafayette y que decoraba a su gusto, los vendía a las
atractivas amigas de Étienne
-actrices y maniquíes convertidas
en estrellas del espectáculo- que
frecuentaban Royallieu.
Un buen día, el taller de Gabrielle en el boulevard Malesherbes se quedó pequeño para atender todos los pedidos que recibía.
Animada por Boy, quien la ayudaría económicamente, abrió su
*
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03
FIEL A
SÍ MISMA
HA NACIDO
UNA ESTRELLA
Audrey Hepburn
(24 de julio. Mía 1.400)
Maria Callas
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Coco Chanel
EL TRIUNFO DE
LA VOLUNTAD
(7 de agosto. Mía 1.402)
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ENTRE EL PODER
Y LA GLORIA
UNA MUJER
HERIDA
Eva Perón
(14 de agosto. Mía 1.403)
Jaky Kennedy
(21 de agosto. Mía 1.404)
(31 de julio. Mía 1.401 ”
primera tienda en el entresuelo del número 21 de Coco que se retirara a Deauville:
la rue Cambon, en el corazón de la zona elegante «Muchas mujeres elegantes se hade París, junto al Ritz. Corría el año 1910 y aquel bían instalado allí. Pronto no sólo
local que Coco bautizó como «Modas Chanel» se- hubo que peinarlas, sino que, al no
ría -y aún hoy lo es- una de sus tiendas más emble- tener costurera, también vestirlas.
máticas (...). Tan sólo tres años después de su aper- Sólo tenía conmigo modistas; las
tura, la tienda de la rue Cambon ya daba beneficios transformé en costureras. La tela
y Coco le devolvió a Boy su dinero. Al fin era inde- escaseaba. Les hice jerséis con suépendiente: «El secreto de mi éxito es que he traba- ters bastos, prendas de punto dejado muchísimo. Nada sustituye al trabajo: ni los portivas como las que yo llevaba.
títulos, ni el aplomo, ni la suerte».
Al final de aquel primer verano de
Gabrielle encontró en Boy al compañero ideal, la guerra había ganado doscientos
un hombre que la ayudaba y creía en ella. Siempre mil francos oro...». La antigua manse sintió muy afortunada por haberle conocido, tenida de Balsan se había convertido en una de las primeras
porque, como ella misma decía, nunca la desmo- empresarias del siglo y muy pronto en una de las mujeres más
ralizaba, ni quiso cambiarla. A lo largo de su aza- ricas del país (...). Los vestidos de Coco eran ideales para los
rosa vida, en lo único que Coco Chanel no solía nuevos tiempos que se avecinaban, en los que las mujeres ayudamentir a los periodistas era sobre lo importante ban como voluntarias en los hospitales o en las fábricas de munique fue Boy Capel para ella: «El único hombre al ciones. La guerra, contra todo pronóstico, la favoreció.
que realmente he amado en toda mi vida».
A sus treinta años, Coco había conseguido llegar más lejos de lo
que nunca imaginó. Boy Capel seguía animándola y apoyando
TRIUNFO Y DOLOR
E
n el verano de 1913 la ciudad francesa de
Deauville, junto al canal de la Mancha,
era un balneario de moda frecuentado
por aristócratas, millonarios ociosos y
damas de la alta sociedad. En la rue
Gontaut-Biron, la más distinguida de la ciudad,
Coco abrió una tienda de moda con ayuda de Boy
Capel, que estaba convencido de que aquel negocio
sería un éxito. Utilizó por primera vez su nombre
como marca; en el toldo, en letras negras sobre
fondo blanco, se podía leer: Gabrielle Chanel.
Aquellos meses estivales fueron clave en su carrera
porque pasó del diseño de sombreros al de ropa.
Coco se dio cuenta de que las mujeres paseaban
por la playa, a orillas del mar, con vestidos encor-
setados y luciendo recargados sombreros de frutas
y flores. Para ella y para sus amigas, inventó la
ropa deportiva y de baño. Coco, con su silueta
estilizada y elegante, fue su mejor maniquí: «Un
día me puse un suéter de hombre, porque sí, porque tenía frío. Era en Deauville. Lo ceñí con un
pañuelo a la cintura. Nadie reparó en cómo iba
vestida pero sin duda me sentaba bien, estaba
guapa con él»; así nació su estilo deportivo. Al
inventar la moda sport, liberó el cuerpo de la mujer; era el inicio de su particular revolución y el
fin de la belle époque. Coco presentía que llegaba
el ocaso de una época en la que se iba a imponer
la moda práctica y cómoda (...).
En 1914 estalló la guerra y Boy Capel aconsejó a
todas sus iniciativas, pero presentía que por poco tiempo. Un
hombre de sus ambiciones políticas y de su fortuna nunca se
casaría con una mujer como ella. Le preocupaban sus frecuentes ausencias y los rumores de sus nuevas conquistas femeninas.
Pero ella ocultaba su amargura y se centraba en el trabajo (...).
En el verano de 1915, la guerra dio un respiro a Boy y le propuso a Coco pasar unos días en Biarritz. Este exclusivo lugar de
veraneo de la costa atlántica, era el último reducto en Francia
donde se podía olvidar el horror de la contienda. La gente iba
al casino, bailaba hasta el amanecer en los hoteles de lujo o
jugaba al golf; trataba de divertirse en una ciudad entregada al
ocio y al placer. En aquellos días de descanso, Boy y Coco tuvieron la misma idea: abrir, como en Deauville, una tienda de moda
en Biarritz. De nuevo su amante le adelantaría el capital y Coco
alquilaría una magnífica villa en la rue Gardères, enfrente mismo del casino. Nacía su primera Casa de Alta Costura (...).
En 1916, apenas unos años después de haber abierto su primer
negocio en la rue Cambon, Modas Chanel tenía trescientos cin-
cuenta empleados en sus tres tiendas de París, Deauville y Biarritz. Coco había ganado una fortuna durante la guerra y se
había convertido en un personaje del que todos hablaban (...).
Comenzó a hacerse famosa, y la prestigiosa revista de moda
estadounidense Harper’s Bazaar fue la primera en publicar la
foto de una de sus creaciones: el vestido camisero.
El final de la guerra había dado paso a un nuevo modelo de
mujer y Coco, con su especial intuición, supo captar las necesidades de aquella generación de jóvenes que querían olvidar las
penurias y romper con el pasado (...).
LA PRÓXIMA SEMANA: MARIA CALLAS
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