06-07tie.qxd 8/7/04 7:56 PM Page 1 6 La Plata, domingo 8 de agosto de 2004 Un recuerdo de los primeros años de La Plata Historias de bares, cafés y fondas Desde la fundación fueron lugares de encuentro y entretenimiento. A los pocos meses de haberse creado la ciudad, había casi un centenar de cafés y fondas. Una historia escrita entre barras, botellas y compadritos L a Plata tenía pocos años de vida y ya asombraba al país con sus edificios, su servicio de tranvías, sus calles iluminadas con luz eléctrica, sus plazas, sus jardines, su teatro, su museo, su observatorio astronómico. “Una ciudad moderna que por lo monumental parece antigua”, como la describía un cronista de la época. Y a la sombra de la metrópoli cultural y progresista se iba desarrollando otra ciudad, que daba cuenta del espíritu alegre de sus primeros habitantes: la de los cafés, bares, fondas y almacenes. Un dato significativo de la importancia que tenían en aquellos primeros años es que en marzo de 1884, a 16 meses de creada la ciudad, ya contaba con 323 establecimientos comerciales, de los cuales nada menos que 88 eran fondas y cafés. Y esto no es de extrañar, teniendo en cuenta que el 84 % de los 10.407 habitantes eran varones, en su mayoría albañiles, comerciantes e industriales que estaban trabajando en la construcción de la nueva capital. Para 1887 el porcentaje de hombres había bajado al 68%, pero los Una vista de calle 49 en 1885 “El Expreso”, en 12 y 71, permanece abierto desde la década del ‘30 cafés y fondas seguían proliferando: eran 167 de los 959 comercios existentes en La Plata. A ellos se sumaban otros lugares donde también podía tomarse una copa, comer algo y disfrutar de algún entretenimiento como el billar, las cartas o el sapo: 18 hoteles y restaurantes, 18 confiterías y billares, y varios de los 154 almacenes que se distribuían por todo el casco urbano. Había para todos los gustos. En algunos se juntaban los inmigrantes italianos -que entonces consti- tuían el 44 % de la población-, en otros ya aparecían algunos compadritos, otros estaban reservados para la incipiente clase alta. Comer, beber y jugar El más popular era “La cantina de Asti”, que reinaba en 49 entre 7 y 8. Tenía un piso aserrinado sobre el que descansaban barricas de vinos importados, estantes con botellas de cinco litros y era famosa por sus abundantes platos de ravioles o tallarines al tuco. Cerca de allí, en 48 y 8, funcionaba el “Gran café del pasatiempo”, donde se podía jugar al tiro al huevo, al tiro al blanco, al sapo y a la Boca del Infierno. Un poco más retirado, en 4 y 50, el café y restaurant “El Cosmopolita” ofrecía “servicio y trato esmerados, y comida a toda hora del día”, además de disponer de carruajes gratis para conducir a los pasajeros que llegaban a la estación de trenes, que en esos tiempos se llamaba 19 de Noviembre. El hotel y restaurante “Mainini” en 7 y 50- y la confitería, bar y restaurante “Fablet” -en 7 y 49rivalizaron durante años en las preferencias de la ciudad bien. En En el “Gran café del pasatiempo” se jugaba al sapo, al tiro al blanco y a la Boca del Infierno el primero había billar y, en los comienzos del siglo XX, de vez en cuando se daba “biógrafo”; en Fablet, en tanto, el añejo Chambertín se degustaba por 8 pesos. Como era de esperarse, paralelo a la proliferación de los bares apareció otro tipo de comercio. A fines de 1889 se realizó una verdadera razzia por los cafetines de 46 y diagonal 80, algunos de los cuales funcionaban también como “casas de citas”. Unos meses después, las familias del barrio que rodeaba al mercado Buenos Aires la manzana de 3, 4, 48 y 49- denunciaban escandalizadas que en esa zona aún existían establecimientos de ese género. Además, un encolerizado vecino afirmaba que en 57 y 14 había una casa que, bajo la apariencia de despacho de bebidas, no era más que “un templo de Venus, donde seis u ocho sacerdotisas de esa diosa practican clandestinamente alegres misterios de su culto”. Con el nuevo siglo El siglo XX encontró a La Plata en pleno auge. Y los cafés empezaron a incorporar otras diversiones, como el cine mudo y las orquestas de tango. Angel Colombo, considerado el primer bandoneonista platense y director del primer conjunto típico de tangos con bandoneón, debutó en el bar “Colón”, de diagonal 80 entre 49 y 50, alrededor del 1900. En esos años los artistas de varieté se reunían en 5 entre 48 y 49. Allí se comía bien y barato, que era lo importante, y los golpes y