CONTRA LA CONCEPCIÓN MILLIANA DE LOS NOMBRES PROPIOS 1. Presentación del problema J. S. Mill argumenta, en System of Logic (1843), que hay una diferencia sustantiva entre los nombres propios y los nombres generales: los nombres comunes o generales no sólo denotan determinadas entidades, sino que además tienen una connotación. Contrariamente, los nombres propios sólo tienen denotación. Por ejemplo, un nombre general como ‘blanco’ denota todas las cosas blancas y connota la blancura. En cambio, un nombre propio como ‘Aristóteles’ no tiene connotación alguna: sólo denota al conocido filósofo clásico. La concepción milliana acerca de los nombres propios afirma que el único recurso que tenemos para explicar el funcionamiento, en este caso, de los nombres propios es precisamente su denotación (en ocasiones, otros autores utilizan expresiones alternativas en lugar de ‘denotación’: ‘referencia’, ‘referente’, ‘designación’,…). 2. El argumento (los argumentos) en contra de la concepción milliana sobre los nombres propios Voy a plantear dos argumentos clásicos o, más bien, dos desafíos clásicos a la concepción milliana: a. El problema de los nombres vacíos o nombres carentes de denotación. 1 Si el único recurso teórico para dar cuenta del funcionamiento de los nombres propios es su denotación, ¿cómo explicaremos el funcionamiento de los nombres propios sin denotación? Parece ser que el milliano se queda sin recursos, ya que en el caso de los nombres propios vacíos, no dispone ni de connotación (por tratarse de nombres propios) ni de denotación (por tratarse de nombres vacíos). Un ejemplo de nombre vacío es ‘Vulcano’. Los astrónomos postularon un cuerpo celeste para dar cuenta de algunas de las características de la órbita de Mercurio. Finalmente resultó que no había tal cuerpo celeste, es decir, Vulcano no existe. Otros nombres vacíos son los provenientes del ámbito de la ficción. Por ejemplo, ‘Sherlock Holmes’. Relacionado con este problema general está el de cómo interpretar los enunciados de no-existencia. Por ejemplo, ‘Vulcano no existe’, ‘Sherlock Holmes no existe’. Ambos enunciados parecen verdaderos. Sin embargo, existen dificultades para el milliano a la hora de establecer las condiciones de verdad de esos enunciados, si tenemos en cuenta que no puede recurrir ni a la connotación ni a la denotación. En realidad, el problema también se daría para enunciados aparentemente verdaderos como ‘Vulcano es un supuesto planeta’. b. El problema de los nombres codenotativos Los nombres ‘Lewis Carroll’ y ‘Charles Dodgson’ tienen la misma denotación, esto es, ambos denotan a la persona que escribió, además del clásico Alicia en el país de las maravillas, obras en las que se desarrollan métodos gráficos para la lógica. Los nombres codenotativos generan el siguiente problema: supongamos que una persona A escucha la siguiente afirmación ‘Lewis Carroll escribió Alicia’. Dicha 2 persona, lectora de dicho relato, asiente ante dicha afirmación. Supongamos ahora que esa misma persona escucha la afirmación ‘Charles Dodgson escribió Alicia’, de tal forma que A responde señalando que Dodgson no escribió Alicia (ya que A piensa que lo hizo Carroll, asumiendo además, equivocadamente, que Carroll y Dodgson son distintas personas). ¿Cómo explicaría un milliano que dos enunciados como los arriba descritos generen reacciones tan distintas en A? Hay que tener en cuenta que la única diferencia entre ambos enunciados viene dada por la sustitución de ‘Lewis Carroll’ por ‘Charles Dodgson’. Teniendo en cuenta que esos dos nombres propios son codenotativos, ¿qué recurso le queda al milliano para explicar las distintas actitudes provocadas por los distintos enunciados, cuando ambos enunciados son indistinguibles desde el punto de vista tanto de la connotación como de la denotación? En principio, parece quedarse sin recursos teóricos. Un problema relacionado con el ahora descrito es el a veces denominado ‘puzzle de Frege’. El puzzle de Frege afecta a los enunciados de identidad. Supongamos que somos millianos. Supongamos ahora que A escucha los enunciados ‘Dodgson es Dodgson’ y ‘Dodgson es Carroll’. Supongamos que A disiente al escuchar el segundo enunciado. Obviamente A asiente al escuchar el enunciado ‘Dodgson es Dodgson’, como lo haría ante cualquier enunciado de la forma ‘c es c’. ¿Cómo explicar esta diferencia de actitud? Con los instrumentos del milliano no hay forma de justificar el cambio de actitud. Dicho en otros términos, no parece fácil explicar cómo el primer enunciado es calificado como trivialmente aceptado, cuando el segundo, contrariamente, puede incluso negarse. Parece ser que teniendo en cuenta la denotación de los nombres propios, ese hecho no puede explicase, por la sencilla razón de que no hay variación denotacional. 3 Desde el punto de vista del Milliano si el funcionamiento de un nombre propio debe explicarse a partir de su denotación, entonces en los dos casos arriba descritos, el milliano necesita de algo más. Dicho de otra forma: con los instrumentos teóricos de los que dispone el milliano, éste prediría que A tiene la misma actitud ante ‘Charles Dodgson escribió Alicia’ y ante ‘Lewis Carroll escribió Alicia’. Pero esa predicción es fallida. Por lo tanto, el milliano tiene un problema. El argumento, pues, es el siguiente: (P1) Si el millianismo fuera verdadero, entonces los dos enunciados (por ejemplo, ‘Charles Dodgson escribió Alicia’, ‘Lewis Carroll escribió Alicia’) provocarían la misma actitud (de cualquier hablante competente en el uso del lenguaje). Estamos asumiendo que dicha actitud está determinada por el valor cognoscitivo o informativo transmitido por el enunciado, y que dicho valor informativo está determinado a su vez por el conocimiento que nosotros tenemos de los hechos tanto lingüístico-semánticos como extra lingüísticos que giran en torno al enunciado en cuestión. Por mor del argumento, suponemos que nuestro conocimiento de los hechos extra lingüísticos es constante o invariante al escuchar ambos enunciados. Lo que el milliano añade es que los hechos lingüístico-semánticos tampoco varían. (P2) Dichos enunciados provocan (en individuos competentes en el uso del lenguaje) distintas actitudes. Un individuo puede asentir ante uno de los dos enunciados, y disentir frente al otro. (C) Por lo tanto, el millianismo no es verdadero 3. Comentarios - Mill-Russell-Kripke-Nuevas teorías de la referencia 4 4. Bibliografía básica Texto fundamental: 5