DE HISTORIA NATURAL 307 Es ya sabida la diferencia existente entre los suelos formados en comarcas húmedas y los originados en regiones de escasas lluvias. En los primeros, la descomposición más avanzada y completa de las rocas, da lugar a una mayor abundancia de arcilla; en los segundos, sometidas las rocas a una descomposición de. más lentitud, siendo mayor la alteración mecánica que la química, por causas que no son ahora pertinentes, predominan las arenas." S e ha venido diciendo, en trabajos inspirados por geólogos, geógrafos y agrónomos, que experimentaban en suelos de la Europa lluviosa, que los suelos originados por descomposición de rocas feldespáticas, eran siempre muy arcillosos. Si esta afirmación es cierta en países de lluvias suficientes, no tiene ninguna defensa en nuestro árido país. Las tierras originadas a una y otra vertiente de la vecina Sierra de Guadarrama, tanto en el arcaico mismo como en el cuaternario, son marcada y esencialmente arenosas, y sus arenas no son sólo cuarzosas, sino también en una gran parte feldespáticas, en demostración de que todavía no han llegado para ortosas y plagioclasas condiciones favorables a la profunda alteración química que las ha de convertir en arcillas. De otra parte, en los suelos húmedos que son a la vez arcillosos, las lluvias, regulares y continuas, filtrándose poco a poco por entre las partículas terreas en todo el espesor del suelo, van lentamente arrastrando hacia las capas inferiores partículas de arcilla finísima (de tamaño inferior a una milésima de milímetro), las cuales, obturando todo el espacio capilar, al término de este lento y continuo arrastre, acaban por hacer compactas e impermeables, con pérdida de su primitiva penetrabilidad, las capas inferiores del suelo. Entonces se señala y queda establecida una patente diferencia entre lo que s e ha venido llamando suelo y subsuelo. En los suelos secos de las regiones áridas no hay, por el contrario, diferencia esencial entre el suelo y el subsuelo: todo es uno y lo mismo. La homogeneidad de su estructura y el libre juego de los fenómenos capilares los caracterizan principalmente. Un suelo de estructura homogénea, de elementos regulares y de calibre muy semejante, deja en plena libertad y eficacia a los fenómenos capilares; si además se halla, como suele ocurrir, en una región cálida y seca, donde la evaporación es activa, la capilaridad se halla siempre en un constante ejercicio. Otro tanto ocurre en las rocas de estructura homogénea y algo capilares, sometidas a condiciones de aridez: el agua de lluvia que las moja penetra en ellas hasta lo más hondo,