Weber: racionalidad y política

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Weber : racionalidad y política
María Dolores París
Existen ciertas ideas constantes en la obra de Max Weber, que fungen como
ejes articuladores de la multitud de temas y de ejemplos históricos que trató
a lo largo de su vida. Uno de esos ejes es el progreso de la razón formal en
Occidente, ligado a la burocratización y la idea religiosa de "desencantamiento". La "burocratización" aparece en lucha continua con el "carisma", que, a
su vez, es definido como la fuerza creativa de la política, las características
extraordinarias del dirigente, la gracia que da al líder la posibilidad de imprimir movimiento y vida al cuerpo político. La burocracia, en cambio, es la
maquinaria construida por el aparato administrativo del poder político, un
conjunto de instrumentos de gran eficacia pero sin vida, despersonalizados,
simples funciones en manos del Estado.
El concepto de racionalidad instrumental
a partir de la idea de "desencantamiento"
Como crítico de la escuela histórica, Weber trata de refutar toda idea monística de la sociedad y del concepto de razón como proceso histórico natural.
Difiere radicalmente de la idea hegeliana de la razón como fuerza estructurante de la historia, y considera en cambio la pluridimensionalidad de la razón, que se manifiesta a través de dualismos y contradicciones.
El concepto weberiano de "racionalidad" se gesta en la Sociología de la
religión, y parte de la idea de "desencantamiento". Los fenómenos de racionalización aparecen en todas las grandes teodiceas, como una consecuencia
de la evolución de las imágenes religiosas. Se manifiestan, por un lado, en un
proceso de ruptura con el sentido trascendente de los fenómenos y con su
percepción mágica; por otro, en la secularización, en la escisión y separación
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de las distintas esferas de la vida social en "áreas de racionalización": área
cognoscitiva, artística, erótica, económica, política, ética... Estas esferas adquieren una lógica interna autónoma, y pueden llegar a tener sentidos contradictorios. La racionalización es, así, un fenómeno civilizatorio generalizado,
un proceso cultural que tiende a la implantación de un sistema de comprensión del mundo en todas las grandes culturas. Permite la construcción de una
totalidad cognoscitiva y simbólica, la concepción global del mundo y de la
propia cultura. Pero además, la racionalización brinda sentidos distintos a las
áreas de la vida social que antes se englobaban en una explicación rronístíca, mágico-religiosa. Permite el nacimiento de la ciencia. de la política, de las
normas o de la actividad económica como prácticas diferenciadas.
Si bien esta racionalidad es una consecuencia universal de la evolución de
las imágenes del mundo, sólo en Occidente adquiere esos rasgos part'culares
que constituyen la preocupación fundamental de la obra de Weber: sólo en el
Occidente moderno se consume plenamente el proceso de desencantamiento y
penetra en las distintas esferas la lógica de la razón instrumental, la elección
racional de los medios, el cálculo preciso de los instrumentos, para alcanzar
ciertos fines. La racionalidad instrumental, como forma de pensamiento y práctica es, de alguna manera, el eje articulador de la nueva concepción del mundo, un nuevo sentido monístico de la acción que tiende, además a hacerse
universal. Su sentido expansivo no sólo la lleva a abarcar todas las áreas de la
vida, sino también todas las dimensiones geográficas, a medida que ese modo
técnico-racional de pensamiento revela su enorme eficacia.
Podemos hablar entonces, hasta este momento, de dos formas fundamentales de racionalidad, o de dos momentos distintos de la razón, no siempre
complementarios.
En primer lugar, a partir de la Sociología de la religión, Weber elabora el
concepto de racionalidad con arreglo a valores, como resultado de una primera fase de "desencantamiento". De alguna manera podemos afirmar que
ésta es una manifestación cultural de la razón, que va a permitir los hombres controlar las pulsiones naturales y fijarse, objetivamente, ciertos fines en
función de valores culturalmente determinados. Es también una manifestación
ética de la razón, como lo señala el concepto weberiano de "moral de la convicción", que se expresa en la máxima "actúa en función de tus mandatos, de
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tus valores, de tus convicciones". Es finalmente una manifestación cognoscitiva de la razón, pues permite la búsqueda de causas "autónomas " e intramundanas a fenómenos y relaciones propias de las distintas esferas de la vida,
así como la formación de un saber acumulativo.
En segundo lugar, como resultado final del proceso de desencantamiento,
surge en Occidente la racionalidad instrumental que da lugar a un nuevo tipo
de acción social basada en el cálculo. Esta racionalidad tiene su expresión
ética en la "moral de la responsabilidad", es decir, la utilización de cualquier
medio disponible, en función únicamente de su eficacia, para alcanzar cierto
fin. A diferencia de la anterior, esta racionalidad es fundamentalmente práctica, o inclusive técnica.
Esto nos lleva a resaltar el divorcio primitivo entre la racionalidad cognoscitiva y la práctica; es decir, el desarrollo de teorías complejas y profundas
interpretaciones sobre la realidad, la evolución de las ciencias y la filosofía,
no van necesariamente aparejadas con el desarrollo de la técnica, como nos
lo ha demostrado el estudio de todas las grandes civilizaciones tradicionales,
desde la China hasta la antigua Grecia.
En definitiva, las distintas culturas y las distintas teodiceas dan lugar al
nacimiento de distintas formas de racionalidad, y gran parte de la obra de
Weber,' consiste justamente en desentrañar las manifestaciones particulares
de la razón sustantiva y de la razón instrumental.
Weber habla de dos tipos de actitudes religiosas derivadas de las distintas racionalidades: el misticismo y el ascetismo. La segunda tiene su expresión ideal en la ética protestante.
En las religiones místicas, lo sacro es inherente al mundo: los actos de los
hombres y el movimiento de las cosas tienen en sí un sentido divino, que
puede alcanzarse a través de una suerte de comunión trascendental (meditación, iluminación, elevación...). El hombre mismo es receptáculo de Dios, y
los valores religiosos impregnan las distintas esferas de la vida social (economía, política, erotismo, estética...). De alguna manera, podemos afirmar que
las religiones místicas permiten la realización de una armonía natural, el equi1. Fundamentalmente Sociología de la religión, Buenos Aires , Pléyade, s/a. y La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Barcelona , Península, 1969.
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librio entre todas las esferas mediante la incorporación de un sentido trascendente único que relaciona todas las áreas de la vida social y a todos los individuos que conforman la comunidad. Cabe notar que esta idea de un orden
natural, anterior a la transición hacia la sociedad moderna, es aceptado por
toda la sociología clásica; corresponde, por ejemplo, al concepto de "solidaridad mecánica" en la obra de Durkheim o a la idea de tránsito "de la comunidad a la sociedad" en la obra de Tónnies: una identidad establecida
espontáneamente con base en mitos, creencias y tradiciones que por su mismo carácter son incuestionables, irrefutables. Se trata de una armonía a partir de la cercanía de los hombres, en las interrelaciones humanas de tipo
afectivo, mediadas por valores compartidos.
En el ascetismo en cambio, Dios es absoluto e inaprehensible. Como no
existe forma de comunicarse con el espíritu infinito, el hombre sólo puede
reconocer la existencia de un orden natural desprovisto de un sentido trascendente. En el mundo desencantado, el camino de la salvación no puede darse,
como en el misticismo, por la evasión contemplativa. Según la ética protestante, el hombre está predestinado. Debido a la inseguridad fundamental que
provoca en los hombres esta "inaprehensión" del sentido, Weber considera
que tienen la necesidad psicológica de buscar desesperadamente los signos de
su elección; todas las formas de éxito en la vida económica, política o académica pueden transformarse en esos signos. El ascetismo rompe entonces el
orden natural de la comunidad, aísla al individuo en su angustiosa incertidumbre. Sobre el valor de la "fraternidad religiosa", la ética protestante hace prevalecer las finalidades individuales, rompiendo radicalmente con el orden
natural de la comunidad.
Es esa actitud del individuo moderno ante el mundo lo que lo va a llevar
a una racionalización, en el sentido de instrumentalización, de todas las esferas de la vida. Efectivamente, el ascetismo, considera que la tarea terrenal
del hombre es apropiarse del mundo, transformarlo con su trabajo.
Secularización y caracterización de las esferas
El proceso final de "desencantamiento", no hace sino acentuar las tensiones
entre religión y mundo en todas las esferas de la vida social.
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Los dos ámbitos donde se despliega plenamente la racionalidad instrumental son la economía y la política, es decir, la empresa capitalista y el Estado
moderno; pero son, al mismo tiempo, los dos lugares donde la lucha entre
valores religiosos e intereses intramundanos se manifiesta en forma irreconciliable.
En la economía, la lógica de la calculabilidad y la lucha del mercado están reñidas con las ideas religiosas de fraternidad y amor. La economía capitalista no responde a los valores, sino únicamente al interés. En este punto,
la teoría de Weber se cruza con el marxismo, al entender la consecución
de la ganancia mediante relaciones de producción, que prioritizan la eficacia
sobre la valorización del trabajador, como la finalidad de la empresa capitalista. Ésta aparece incluso, en la teoría de Weber, como un modelo insuperable de realización de la razón instrumental. Es claro que la explotación del
trabajador es la negación misma de la fraternidad, y obviamente del respeto
a la dignidad humana.
Una economía racional es una organización funcional dirigida a la fijación de precios monetarios surgidos de las luchas de intereses entre
los hombres verificadas en el mercado . Sólo una valuación en precios
monetarios , y por tanto una lucha de mercado , hace posible el cálculo. El dinero es lo más abstracto e `impersonal ' que existe en la vida
humana. Cuando más se acomoda el mundo de la economía capitalista a sus propias leyes internas, tanto más dificulta toda posible relación
con una ética religiosa de fraternidad . Ello ocurre tanto cuanto más
racional , y por ende más impersonal, deviene el capitalismo.2
Weber habla con entusiasmo de la empresa privada como el espacio idóneo
para la realización de la racionalidad instrumental. El empresario aparece
como el sujeto responsable de los cálculos, el que impone los fines a la maquinaria productiva. El tipo ideal de empresario moderno, para Weber, es un
sujeto trabajador, que se entrega a un quehacer económico racional, respon-
2. Max Weber, Sociología de la religión,... op, cit., p. 69.
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diendo a su vocación terrenal. La disciplina en la fábrica. lógicamente, aparece como técnica y económicamente necesaria para los fines de la producción, como la organización más eficaz del trabajo en la sociedad moderna de
acuerdo con los fines predeterminados.
El ordenamiento político está también en fuerte tensión con las ideas religiosas:
En su comportamiento ideal, el aparato estatal burocrático y el horno politicus racional , que forma parte del Estado , manejan los asuntos, incluido
el castigo del mal, conforme a las normas racionales del ordenamiento
estatal . En este sentido, el político se comporta exactamente igual que
el hombre económico, de una manera positiva ` sin consideraciones por
la persona ', sine ira ac studio , sin odio y , por tanto, sin amor.'
El Estado moderno se caracteriza por el monopolio del uso legíti no de la
violencia, y es por lo tanto totalmente contradictorio con cualquier consideración religiosa. Con mayor razón lo es en el momento del estallido de la
guerra. Weber ve una oposición esencial entre las ideas de comunidad guerrera y fraternidad religiosa. Algunas religiones, como el protestani.ismo o el
islamismo, la resuelven doctrinariamente hablando de ` guerras justas' o 'santas', pero la contradicción esencial persiste como ruptura entre el interés del
Estado y los valores religiosos. La lucha política es, según Weber, una guerra entre los demonios, una lucha irreconciliable entre distintas cosmovisiones que sólo pueden imponerse mediante el uso de la violencia:
También los cristianos primitivos sabían muy exactamente que el mundo está regido por los demonios y que quien se mete en po l ítica, es
decir quien accede a usar el poder y la violencia, ha sellado un pacto
con el diablo, de tal modo que ya no es cierto que en su actividad lo
bueno sólo produzca el bien y lo malo el mal , sino que frece ntemen
te sucede lo contrario.'
3. Max Weber, Sucrnln,tíct de la religión ,... op. p. 72.
4. Max Weber. El político N, el cienltfic-o, México , Alianza Editorial , 1986, p. 168.
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El derecho positivo moderno aparece como el principio legitimador del tipo
de dominación racional-legal, correspondiente al Estado moderno. Además de
gozar del monopolio sobre el uso legítimo de la violencia, el Estado moderno se caracteriza por su cuadro administrativo burocrático (punto que veremos más adelante) y por un sistema normativo legal-racional. En la época
moderna, las normas legales están divorciadas de las doctrinas religiosas y
éticas y aparecen así como simples convenciones que los notables o los especialistas jurídicos estatuyen de manera hipotética y temporal. El carácter
legal del Estado moderno lleva a distintas consideraciones de la esfera jurídica, que Bendix resume de la siguiente manera:
1. Cualquier norma puede estatuirse como ley, reclamando y anticipando que sea obedecida por todos los que están sujetos a la autoridad de
la comunidad política.
2. El derecho, como un todo, constituye un sistema de reglas abstractas, que habitualmente resultan de un estatuto; la administración de
justicia consiste en aplicar esas reglas a los casos particulares. La administración gubernamental está igualmente atada por reglas, de derecho y se la maneja de acuerdo con ciertos principios de formulación
general, aprobados o por lo menos aceptados.
3. Las personas que ocupan posiciones de autoridad no son gobernantes soberanos, sino que temporalmente ejercen un cargo, en cuya virtud poseen limitada autoridad.
4. Las personas que obedecen a la autoridad legalmente constituida lo
hacen en carácter de ciudadanos, no de súbditos, y obedecen a la `ley',
no al funcionario que la impone. La dominación legal es en este sentido el producto final de una evolución de siglos tendiente a la racionalidad jurídica.
Las normas se fundamentan racionalmente y se estatuyen de manera
positiva estableciendo así un marco normativo no condicionado moral
ni religiosamente, que legitima al Estado moderno por su carácter mismo de `objetividad racional'.'
5. Reinhard Bendix , Max Weber, Buenos Aires , Amorrortu, 1979.
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El desencantamiento del mundo tiene su máxima expresión en la esfera intelectual, donde los movimientos de los hombres y de las cosas van a transformarse en simples mecanismos relacionales. No importa ya el sentido
trascendente, puesto que lo cognoscible es el sentido relaciona) de los fenómenos. Por primera vez, en la modernidad, el hombre se enfrenta a los feiómenos mundanos como a un conjunto de relaciones cognoscibles. Pero la ciencia
arranca su significado trascendente al mundo expulsando de él lo sacro o lo
excepcional y transformándolo así en un cosmos utilizable pero carente de
sentido. En su conferencia "La ciencia como vocación", Weber alerta a sus
estudiantes con una cita de Tolstoy:
La ciencia carece de sentido puesto que no tiene respuesta para las únicas cuestiones que nos importan, las de qué debemos hacer y cómo
debemos vivir.'
Lejos de significar una desvalorización de la ética, esta reapropiación de las
palabras de Tolstoy es un señalamiento de los límites de la ciencia, que se sitúa en el dominio técnico de la vida, sin responder a las preguntas sobre los
fines últimos de nuestros actos. De alguna manera, Weber retorna la dicotomía de Kant entre razón pura y razón práctica para afirmar la autonomía, y a
menudo la contradicción, entre ciencia y ética. La ciencia no da ninguna libertad, obliga a partir de un a priori (que algunos teóricos de la Escuela de
Frankfurt llamarán "a priori tecnológico"): el dominio técnico de la vida. Así,
el único objetivo del conocimiento científico es la adecuación ideal de los
medíos a los fines en todos los ámbitos de la acción humana (ciencias naturales o sociales). La ciencia moderna se basa entonces en el cálculo, y el concepto de racionalidad instrumental se expresa en la calculabilidad
científico-técnica. Por su lado, la ética abre un campo de posibilidades de
elección entre los valores que pueden dar sentido a la existencia. Podemos
afirmar entonces que, en la teoría weberiana, la dicotomía se resuelve también con una primacía de la razón práctica.'
6. Max Weber, El político y el cieutífico,...op. cit.
7. Véase Jürgen Habermas , Teoría de la acción comunicativa , t. I, Madrid, i aurus.
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La esfera estética, que puede aparecer como expresión de los sentimientos más profundos y de las pasiones del ser humano, es también sometida a
un proceso de racionalización: la música armónica, la utilización de la perspectiva y proporción en las artes visuales, el orden, la armonía, la simetría y
el equilibrio en la cultura burguesa clásica repercuten, como lo han señalado
muchos artistas y críticos de arte desde principios de nuestro siglo, en el control o la represión de las expresiones más vitales y espontáneas de los sentidos. Pero el orden reconstruido en el arte clásico está además divorciado de
la realidad social, de ahí su carácter fundamentalmente elitista; las manifestaciones artísticas aparecen como una interpretación ideal, una reconstrucción
que elimina todos los aspectos conflictivos o antiestéticos de la realidad. El
destino final de la obra de arte en la época moderna es el mercado, a diferencia
del artista tradicional que trataba ante todo de establecer una comunión divina. Ya no se atiene entonces a valores religiosos (a menudo los contradice
decidida y agresivamente) sino a las exigencias y volubilidad del público o
a los estrictos patrones expresivos institucionalizados.
En cuanto al erotismo, es sin duda la esfera más irracional de la vida humana. En ella el espíritu pierde su capacidad de calcular, la razón instrumental
se ve en peligro constante de ser derrotada. El amante, dice Weber, "está liberado de las frías manos esqueléticas del ordenamiento racional'? ¡Qué
expresión tan clara del sentimiento contradictorio de Weber, de su pavor tanto
a esas manos esqueléticas como a la caída irracional hacia el mundo de los
instintos! Sin embargo las relaciones eróticas, en la época moderna son también sometidas a una gran cantidad de normas y convenciones que llegan a
suprimir la espontaneidad y la pasión. El ascetismo repudia el carácter embriagante, irracional o incluso `animal' del amor sexual y lo somete a todas
las represiones contenidas dentro del matrimonio regulado racionalmente.
La ética protestante resuelve el conflicto entre las distintas esferas sociales y la religión mediante la idea, de origen luterana, de "vocación" (beruf):
la rutinización del trabajo humano, la entrega obsesiva al propio trabajo profesional, se vuelven una expresión de la voluntad divina; el científico, el ar-
8. Max Weber, Sociología de la religión,... op. cit., p. 90.
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tista, el empresario, aparecen como el sumiso instrumento de Dios en el cumplimiento mundano de su vocación. Algunos autores comparan ese concepto
de "deber profesional" con el "imperativo categórico" de Kant.' De alguna
manera, la idea de "vocación" da sentido al trabajo compulsivo del ser humano que aparece dirigido hacia fines intrascendentes. Sin embargo, esa idea
constituye también el núcleo irracional de la acción social en la época moderna pues se relaciona con la necesidad religiosa de "modelar la vida humana
conforme a la voluntad de un dios"."
Racionalización y calculabilidad social
La racionalización de la sociedad exige la calculabilidad, que se realiza con la
homogeneización y transformación en unidades de todos los elementos participantes en los procesos económicos, sociales o jurídicos. Este proceso lleva
obviamente a la reducción y empobrecimiento de la realidad, pues todo lo que
la razón instrumental no puede matematizar y reducir a un cálculo relacional
es simplemente borrado de la propia realidad, y considerado como irracional. Marcuse, Adorno y Horkheimer van a desarrollar una disección y una crítica profunda del pensamiento instrumental y reduccionista propio de todas las
corrientes ilustradas, empiristas, racionalistas y positivistas, y demostrarán que
esa "ciencia unitaria" elimina todos los aspectos más ricos de la realidad, todas las cualidades peculiares y múltiples de los fenómenos naturales o sociales."
Pero el propio Weber no valora positivamente la utilización de la racionalidad instrumental en las ciencias, o por lo menos no como forma única del conocimiento. Él es perfectamente consciente de las limitaciones, del obligado
reduccionismo, que puede tener una ciencia que se basa únicamente en el establecimiento de leyes matemáticas para establecer la permanencia de las relaciones causa-efecto:
9. Véase J osé María González García, " La herencia de Kant en el pensamiento de Max Weber",
y José Villacañas, "Razón y hero» el problema de la etíeídad en Kant y Weber ", en Kant después
de Kant . Bicentenario de la Crítica de la razón prcícliea , Madrid . Tecnos, 1989.
10. Max Weber , Soctulocla de la religión ,... op. cit.
11. Véase particularmente Max Horkheimer y Theodor W Adorno. Dialéctica del iluminismo,
Buenos Aires, Sudamericana, 1987.
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La constante obligación lógica de jerarquizar sistemáticamente los conceptos generales así recabados bajo otros conceptos aún más generales, junto a la ambición de rigor y de univocidad, les conduce (a las
llamadas ciencias de leyes) a reducir lo más posible las diferencias
cualitativas de la realidad a cantidades precisamente mensurables."-
No obstante, Weber admite la necesidad de esas ciencias basadas en el conocimiento "instrumental" o de lo que él llama "las ciencias de leyes". De hecho, considera que ese tipo de conocimiento debe completarse con el método
propio de las "ciencias de la realidad", o también llamadas "ciencias históricas", cuyo propósito es el de
separar las propiedades esenciales del fenómeno individual, que es
objeto del análisis de sus propiedades accidentales (...) y a continuación, alcanzar su representación intuitiva."
En otros términos, Weber descubrió ya el carácter limitado y reduccionista,
fundamentalmente técnico, de la racionalidad instrumental en las ciencias. Sin
embargo no descarta, como lo harán algunos teóricos de la Escuela de
Frankfurt, su validez, específicamente en lo que concierne a las ciencias formales (sobre todo en la mecánica). Considera también válida la utilización de
ese tipo de racionalidad, pero sólo de manera complementaria, en las ciencias
de la naturaleza y en las ciencias históricas; en estas últimas, el cálculo y establecimiento de leyes relacionales debe ser secundario, frente a una metodología basada en la comprensión, es decir en la reproducción de un motivo
complejo y peculiar para los fenómenos sociales, mediante una interpretación
basada en la intuición, en la reproducción interna de la experiencia, en la identificación con el fenómeno estudiado.
Ahora bien, la reducción de todos los fenómenos a unidades conmensurables es no sólo un proceso cognoscitivo, sino también (y nos interesa par-
12. Max Weber, El problema de la irracionalidad en las ciencias sociales, Madrid, Tecnos,
1985, p. 7.
13. lbid., p. 8.
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ticularmente este punto) un procedimiento político con la finalidad de establecer un tipo de dominación. Sin duda se trata de dos momentos distintos:
el primero consiste en una eliminación ideal de las características peculiares
de los fenómenos para reducir el conocimiento a relaciones matemáticas y
leyes instrumentales; el segundo momento en cambio, es el momento político, que consiste en la homogeneización real de los individuos y su sumisión
a una unidad central de dirección, planificación y administración. Es decir,
los individuos son transformados en unidades de medida al ser despojados de
sus medios de producción, de sus instrumentos de trabajo físico o intelectual,
y de sus medios de administración. Pero esos instrumentos son concentrados,
monopolizados por un ente central, capaz, entonces, de tomar legítimamente las decisiones: la empresa capitalista o el Estado.
a) La economía se rige por la racionalidad instrumental a través de la
monetarización. Los objetos consumidos por los hombres son mercancías,
pero también lo son la fuerza de trabajo y los servicios intercambiados en la
sociedad. En tanto valores de cambio, son reducibles a cierto número de unidades elementales. La razón instrumental cuantifica incesantemente los actos de los hombres y los objetos utilizables, y mediante ese cálculo, evalúa
la relación medios-fines y los costos de la acción para la consecución de la
ganancia.
En la esfera económica, los fines preexistentes a la razón instrumental son,
por supuesto, los de la acumulación ampliada del capital. Los sujetos de la
producción se transforman en simples instrumentos, músculos y nervios al
servicio de ese fin. Su existencia ya no es su ser, sino su función en la producción. Así, la concentración de los medios de producción en manos del
capital y la transformación de los trabajadores en fuerzas productivas es una
condición fundamental de la racionalidad instrumental.
Pero la propia naturaleza es también eludida en sus cualidades múltiples y
complejas, y se vuelve simplemente un instrumento para aumentar las ganancias. Esta nueva forma de relación con la naturaleza la transforma, en términos
de Horkheimer y de Adorno, de un "objeto en sí" en un "objeto para nosotros".
b) En la política, la calculabilidad se realiza a través de la transformación
de todos los individuos en unidades jurídicas y su subordinación a un aparato
central: el Estado. Weber compara la concentración de los medios de produc-
276
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ción en manos del capital con la concentración de los medios de administración
en manos del Estado. En ambos procesos, la separación de los individuos culmina en la concentración y centralización. Los ciudadanos, en la política moderna, son subordinados a la lógica de un aparato estatal que detenta el
monopolio legítimo de la violencia, que concentra los medios de administración y que es el único capaz de formular y modificar la normatívidad jurídica.
Para Weber, la burocracia es un instrumento en manos del Estado. Los
eslabones son los funcionarios, que como su nombre lo indica, son reducidos
a una simple función. Ocupan provisionalmente su cargo con base en una serie
de facultades que les permiten ejercer su función (han firmado un contrato;
son simples asalariados, desprovistos de medios propios de administración).
Están ubicados en una jerarquía administrativa; idealmente, el funcionario es
nombrado por un superior que conoce las necesidades objetivas del cargo
vacante, es decir, las características y facultades del sujeto que habrá de ocupar ese puesto. Finalmente esos funcionarios están en la burocracia con la
esperanza de hacer carrera, de ir ascendiendo de puesto lentamente, de acuerdo con sus méritos profesionales y con su antigüedad.
Simples instrumentos sin capacidad creativa y sin fuerza vital real, los
funcionarios aparecen, en muchas partes de la obra de Weber, como elementos mediocres, estériles y despreciables. El desprecio es más que nunpa
evidente cuando se refiere al servilismo burocrático y al paternalismo autoritario de la sociedad alemana de su época. Pero en otros momentos de la obra
de Max Weber, el sentimiento parece ser la admiración por la innegable eficacia de la burocracia:
La precisión, la rapidez, la univocidad, la continuidad, la discreción,
la uniformidad, la rigurosa subordinación, el ahorro de fricciones y de
costos objetivos y personales son infinitamente mayores en una administración severamente burocrática y especialmente monocrática, servida por funcionarios especializados, que en todas las demás
organizaciones de tipo colegial, honorífico o auxiliar."
14. Max Weber, Economía y sociedad, México, FCE , p. 731.
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La burocracia es el aparato administrativo correspondiente al tipo ideal de
dominación legal. Su fundamento es la norma, que fija el ámbito de deberes
y servicios de los que aplican la ley, la atribución de poderes necesarios para
su realización y los modos coactivos. La estructura de la burocracia es un
orden impersonal: la institución con sus oficinas, los expedientes numerados.
Al igual que el obrero es simple unidad de músculos y nervios sujeto a los
objetivos de la producción, el funcionario es un instrumento sujeto al orden
impersonal de la maquinaria administrativa y a los objetivos de la dominación burguesa.
La burocratización del Estado contemporáneo
La burocracia está indisolublemente ligada a la racionalidad formal. La burocratización del Estado, el enorme crecimiento del cuerpo administrativo
constituye un camino ineludible de la sociedad. Esto es motivado, según
Weber, por dos razones principales: la eficacia de ese medio de administración, superior a cualquier otro, y la tendencia del Estado a crecer y englobar
cada vez más campos de la vida sociopolítica. La nueva sociedad estatizada
requiere de una amplísima máquina administrativa.
Weber relaciona el crecimiento de la burocracia con las exigencias crecientes de la democracia de masas en Europa y con el advenimiento del
Estado social-asistencial. Considera efectivamente que el acceso de la población a cada vez más ámbitos de participación y servicios sólo puede darse
con la racionalización total de la administración. La muerte del Estado liberal y el nacimiento de la democracia de masas va a plantear al Estado una
cantidad enorme de exigencias y necesidades de los ciudadanos. Ello repercute en un crecimiento sin precedentes del aparato burocrático. En este sentido, Weber aparece también como uno de los primeros teóricos del Estado
del siglo XX, del Estado social-asistencial. Asiste al surgimiento de los nuevos sujetos políticos: partidos de masas, capas medias, monopolios, sindicatos... y trata de entender las nuevas reglas del juego político-estatal. Sin
embargo, en un tiempo marcado por la hipertrofia de la maquinaria estatal
y de las organizaciones de masas, Weber se sostiene todavía con angustia
en una posición liberal e individualista. Frente al surgimiento de las fede-
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raciones sindicales y de los grandes consorcios, sigue defendiendo la causa del empresario emprendedor y libre, audaz e independiente. Al presenciar el desarrollo de las burocracias estatales y partidistas, sigue abogando
por un líder político carismático, responsable, pasional y mesurado a la vez,
entregado a una causa.
Weber encuentra algunas alternativas vitales a la progresiva maquinización
de la política en el Estado alemán contemporáneo. En su conferencia "La
política como vocación"15 exalta a la jefatura política genuina, encuentra el
tipo puro del carisma moderno en el Presidente del Reich, que puede combinar la ética de la responsabilidad y la devoción apasionada a una causa; éste
se convierte en el nuevo representante de la fuerza emocional. Weber parece
descubrir un gobierno moderno positivo, con un equilibrio ideal entre el
funcionario y el político en la democracia plebiscitaria, con la elección
presidencial directa mediante de la participación popular.
Pero la búsqueda de alternativas a la maquinización parece, a veces, desesperada. En muchos momentos, Weber no logra ocultar su desprecio hacia
los representantes del racionalismo ascético y del servilismo burocrático.
Así, el eje weberiano (burocratización versus carisma) encuentra dos resoluciones contradictorias en los distintos momentos de su obra, y esto puede explicar las interpretaciones contradictorias que ha recuperado la
sociología. Para algunos autores, este eje weberiano encuentra en el Estado contemporáneo sus alternativas de equilibrio: la burocracia es exaltada
por su eficacia y su funcionalidad, su contrapeso es el dirigente político,
idealmente encarnado en el Presidente del Reich, quien se hace responsable de la máquina y decide los fines de la política. Tenemos aquí una interpretación esencialmente optimista de la obra de Weber, que aparece muy
claramente en Mommsen o en la sociología norteamericana, particularmente
en la escuela parsoniana. Para ellos, la teoría weberiana del Estado moderno terminaría expresándose en un perfecto equilibrio entre medios y fines,
entre la racionalidad instrumental y el carisma, entre la gran eficacia de la
burocracia y la fuerza vital creadora del dirigente político.
15. Pronunciada en 1919 , publicada en El político y el científico,... op. cit.
279
Para otros, entre los que se encuentran fundamentalmente Mitzman y
Marcuse, y otros autores de la Escuela de Frankfurt, el eje "burocracia vs.
carisma" desemboca en un callejón sin salida, se encierra irremediablemente en la "jaula de hierro", en una racionalización inexorable que provoca la
muerte del ente y de los estímulos. Así, Mitzman comenta:
Lógicamente , dentro del concepto weberíano del mundo, cuyo leitmotiv
es el ascenso hacia el dominio del mundo del espíritu capitalista, cuyo
catalizador es la ética calvinista y cuyo triste resultado es la `jaula de
hierro' de la racionalización total, no hay lugar para el carisma . Efectivamente, de todas las religiones que trata Weber, el calvinismo, cuya
afinidad con el capitalismo y la racionalización es la tesis weberíana más
conocida, está entre las menos dotadas de inspiración carismática.`
Mitzman interpreta esa lucha entre la "racionalización" y la irracionalidad, o el
carisma, en función de un conflicto emocional y existencial que marcó la vida de
Weber: educado por su madre en los valores de la ética protestante, Weber no dejó
de luchar toda su vida por reprimir sus instintos irracionales, dedicándose durante
años de cuerpo y alma al estudio y al trabajo. Pero sentía al mismo tiempo una
fuerte atracción por todo lo que fuera expresión de las fuerzas emocionales y
creativas del hombre. Eso es lo que lo llevó a su admiración, y a veces a su exaltación del carisma. Al final de su vida, se sintió atraído por la cultura eslava como
una posible alternativa al ascetismo puritano. Resulta interesante así ver el intercambio que tuvo, en esos años ulteriores a la guerra, con jóvenes estudiantes eslavos (entre los cuales se encontraba Luckács). Su propia posición imperialista
y militarista en el momento del estallido de la guerra, que tanto decepcionó a algunos jóvenes socialdemócratas que seguían con la esperanza de hacer de él un
líder de la izquierda, aparece como un antídoto para la falta de significado último de la vida en la modernidad. Asustado ante la pérdida de sentido inherente
al mundo, busca por momentos desesperadamente un nuevo impulso de las fuerzas emocionales y una manifestación de la voluntad del actor histórico.
16. Arthur Mitzman , La jaula de hierro , Madrid , Alianza Editorial , 1976, p. 172
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Sus posiciones políticas son también contradictorias y paradójicas. En
general francamente agresivas contra el Imperio alemán, expresa abiertamente
su odio a la anquilosada burocracia junker de Guillermo I amparada en el
luteranismo. Es claro su deseo de un cambio radical que favorezca la victoria de un líder carismático; pero tan pronto coquetea con los socialdemócratas como se adhiere a los imperialistas y militaristas o adopta las ideas de los
liberales. En realidad, la esencia de la opinión política de Weber es, como la
de Nietzsche, la ética de la Voluntad, del poder creativo del ego, y corresponde
su pavor a esa ineludible racionalización del mundo que tanto asustó a distintos teóricos sociales de su época.
Más que el crecimiento de la burocracia, lo que asusta a Weber es su autonomía, es decir, la ausencia de una conducción política, de una voluntad
clasista o nacional que tenga la pasión y la fuerza para dirigir y dominar, para
orientar y engrandecer a su país.
Racionalidad y reificación
La victoria del orden impersonal sobre el hombre parece finalmente el fantasma de la teoría weberiana de la racionalidad instrumental. Así, Mitzman
comenta:
Georg Simmel le proporcionó el concepto del triunfo inevitable del espíritu objetivo sobre el subjetivo, es decir, de las creaciones del hombre sobre el hombre creador, que Weber empleó de forma excelente en
su sociología. En efecto, la obra de Weber en muchos puntos se podría
explicar como una aplicación detallada de la visión de Simmel a la historia de las ideas e instituciones políticas y religiosas, una sociología
de la cosificación.17
Partiendo de una crítica metodológica a cualquier principio monístico de
la interpretación de la historia, Weber terminó finalmente por ver él mis-
17. A. Mitzman,... op. cit., p. 160.
281
mo un camino fatal del desarrollo del Estado moderno dirigido hacia la concentración del poder y despersonalización de todos los campos de la actividad humana: economía, educación, religión, política... A pesar de que
sus escritos oscilan entre la admiración y el miedo a la organización burocrática, todos sus esfuerzos van dirigidos hacia la creación de contratendencias que permitan la supervivencia de las fuerzas emotivas y vitales
de los hombres.
La reíficación de las relaciones sociales es una constante en las ciencias
sociales. Es una idea que subyace tanto a la teoría del "fetichismo de la mercancía" y al concepto de "alienación" en Marx, como en la idea de instrumentalización de la vida humana, la "jaula de hierro" o la "noche helada que se
cierne sobre nosotros" que reaparece en distintos momentos de las obras de
Weber. Georg Simmel, Ferdinand Tónníes reflejan en su obra la misma preocupación acerca de la despersonalización de la vida social. La inevitabilidad del sometimiento de las masas a la servidumbre burocrática va a adquirir
su expresión más clara en la obra de Michels, gran amigo de Weber y con el
que tuvo importantes intercambios teóricos. Por otro lado, los aportes weherianos sobre la dominación de la maquinaria burocrática se reflejaron también
en las primeras obras de Luckáes sobre la teoría de la cosificación a partir
de la teoría marxista de la alienación, y se reproducen en las preocupaciones de
Bloch sobre la integración y la manipulación de las necesidades humanas en
la sociedad moderna.
La cosificación de las relaciones sociales como consecuencia de la racionalización de la vida humana, con distintas expresiones teóricas y resoluciones éticas, es un eje articulador de la Escuela de Frankfurt, lo es
también de los distintos análisis críticos contemporáneos de la modernidad: Foucault, por ejemplo, va a insistir en la tecnología política moderna, que moldea al cuerpo humano sometiéndolo a una lógica ajena a la
propia, y habla de una racionalización estratégica como modelo de control social.
De esta manera. el desencantamiento de la sociedad occidental en la época moderna y la despersonalización de las relaciones sociales y políticas son
un punto de partida de las ciencias sociales. Debemos sin embargo distinguir
ese hecho histórico fundamental (indiscutible) de la posición ética que asu-
282
IMO
me el científico frente a él. Efectivamente, existe también una despersonalización e instrumentalizacíón de las propias ciencias sociales, que llevaron a
la idea de ciencia "libre de valores", asumida por Weber y por algunos de sus
contemporáneos. Pero existe, por otro lado, la denuncia de la cosificación como
una forma específica de racionalidad que puede ser superada por cierto tipo
de compromiso político (Luckács, Bloch, Escuela de Frankfurt...) En el límite
positivo, algunos autores recuperan el concepto hegeliano de "autoconciencia" como la superación de la alienación a través del reconocimiento de sí
mismo y de la totalidad social.
Nos parece importante entonces distinguir entre la "cosificación de las
relaciones sociales", fenómeno presente en la sociedad moderna a partir de
la penetración de la racionalidad instrumental, y la "cosificación de las ciencias sociales", consecuencia teórica de ciertas escuelas sociológicas.
Es indudable que hasta nuestros días, gran parte de las ciencias sociales
sigue dedicada a la resolución de la paradoja del Estado moderno: el creciente acceso de las masas a servicios y bienes de consumo unido a su progresivo sometimiento a la enorme maquinaria burocrática. Es claro, por otro
lado, que la marcha general de la política y del Estado en nuestro siglo ha
sido el crecimiento, apenas interrumpido, de la maquinaria burocrática, de
las estructuras impersonales de las instituciones. La marcha general del
desarrollo económico ha sido, a su vez, la creciente dominación del trabajo muerto sobre el vivo. Cuando Marx elaboró sus teorías sobre la alienación,
estaba lejos de vislumbrar las inmensas industrias robotizadas de nuestros
tiempos, con sus cuerpos directivos y sus innumerables empleados "de cuello blanco". Weber y Michels difícilmente podrían imaginar que se encontraban al principio de la despersonalización de la administración y de
la política.
¿Racionalidad o irracionalidad del capitalismo?
Industrialización y capitalismo aparecen en la obra de Weber como indisolublemente ligados a la idea de racionalidad instrumental; como realizaciones
decisivas de la razón occidental. Es más, como lo señala Marcuse, el capitalismo industrial se concreta en la teoría de la racionalidad formal:
283
En la sociología de Max Weber, la racionalidad formal se transforma
-sin censuras- en la racionalidad capitalista, así aparece como la
doma metódica del impulso de adquisición irracional y esta doma halla su expresión típica en la ascética intramundana.'x
Sin embargo, ese concepto de racionalidad como adecuación de los medios
a fines predeterminados implica una serie de supuestos no discutidos ni por
Weber ni por muchos sociólogos. Implica en primer lugar la existencia del
medio ideal (el más eficaz) para un fin predeterminado. Y esto es efectivamente
el supuesto del que parten la propia burocracia y los cuerpos directivos de
las empresas capitalistas, supuesto totalmente irreal, que nada tiene que ver
con el movimiento concreto de la producción y de la política.
El hombre reducido a una función, adaptado a una necesidad específica de
la maquinaria, transformado en instrumento, es una visión idealista, parecida a la teoría de Taylor del "único método bueno", para un eslabón de la cadena productiva. En realidad, cada obrero tiene su forma específica de
trabajar, de acuerdo con una multitud de factores personales. En lo concreto,
el empleado o el operario transformados en "fragmentos de hombre" cuya
creatividad es reprimida, cuyas facultades naturales son negadas, estará en
conflicto permanente con la máquina que pretende doblegarlo. La empresa
capitalista se aleja generalmente mucho del modelo ideal descrito por Weber.
Es una empresa en conflicto constante, en la que el curso de la producción se
ve interrumpido a cada momento por "accidentes imprevisibles", la resistencia
del obrero, los accidentes laborales, el ausentismo, el "turn over", la lucha
organizada en paros escalonados, huelgas, tortuguismo...
Cabe señalar que todos esos males crónicos de la empresa se reproducen en
la burocracia. El tipo ideal de dominación burocrática descrito por Weber, con su
"precisión, rapidez, univocidad, oficialidad, continuidad, discreción, uniformidad,
rigurosa subordinación, ahorro de fricciones y de costos objetivos y personales",
es también un modelo bastante lejano a la administración con la que nos topa-
18. Herbert Marcuse, " Industrialización y capitalismo en la obra de Max Weber", en Presencia
de Max Weber, Buenos Aires, Nueva Visión, p. 128.
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mos cotidianamente, que se nos aparece como una máquina hipertrófica, con una
multitud de cuerpos y movimientos inútiles o absurdos, próxima a la pesadilla de
Kafka. Pero a pesar de su obesidad, la burocracia no ha englutido los fines de la
política. La ideología tecnocrática no es la desaparición de la ideología y de los
valores en la política como pretenden actualmente posmodernos y pospolíticos,
es la justificación de fines arbitrarios, planteados por una minoría decreciente bajo
el pretexto de su saber privilegiado. Así, nos encontramos ahora en una época que,
bajo la apariencia de una racionalización creciente, ha llegado a ser dominada por
el irracionalismo. Pues la despolitización de las masas y su exclusión de las decisiones ha dejado en manos de unos cuantos hombres -que responden a los intereses de muy pocos-, el poder sobre el rumbo de la sociedad.
Otro supuesto del concepto weberiano de racionalidad instrumental es que
la razón calculadora objetivada en la maquinaria no crea los fines, sino que éstos
nacen y se implantan antes del acto racional. Marcuse y Habermas señalan en
cambio que el propio medio, la maquinaria industrial o la administración política, lejos de ser un mero instrumento de la acción, está permeado por el fin;
constituye en sí dominación burguesa y explotación capitalista. Esos autores se
oponen radicalmente al concepto de racionalidad instrumental supuestamente
libre de valores, y al concepto de capitalismo liberado de todo contenido ético. Pues en nombre de la racionalidad, de la eficacia, de la técnica y del progreso, lo que se impone es una determinada dominación política.
Los fines e intereses de la dominación no vienen a añadirse a la técnica después y desde afuera, sino que están ya implicados en la construcción del aparato técnico.19
Así la razón técnica tiene un contenido ideológico en sí, corresponde a un
proyecto humano específico. El progreso mismo, lejos de ser una línea neutral ascendente, contiene una determinada orientación, reflejo de los intereses de ciertos grupos sociales, y el concepto abstracto de racionalización
oculta el contenido específico de clase.
19. J. Habermas, Ciencia y técnica cómo ideología, Madrid, Tecnos, 1988, p. 48.
285
La teoría sveberiana considera que el individuo que determina los fines,
idealmente el empresario puritano o el dirigente carismático, es un sujeto que
actúa según la ética de la responsabilidad, es un empresario conocedor de las
necesidades de la producción y de su empresa, un líder con posibilidades de
decidir sobre las opciones políticas del Estado. Pero en la realidad la empresa enorme, con su multitud de tareas parcializadas, posee un aparato de dirección que a su vez tiende a burocratizarse y fraccionarse, de tal forma que
en la cumbre la reunificación abstracta de la totalidad del proceso productivo y la gerencia responsable se vuelven metas imposibles.
De manera similar, resulta difícil guardar la imagen de un dirigente político responsable y decidido. La dirección del Estado moderno parece responder más bien al resultado de una multitud de luchas y conflictos de intereses
entre instituciones, grupos sociales, Estados, naciones. consorcios y monopolios, etcétera.
Finalmente, la sociedad occidental, ascética, protestante, capitalista, curocéntrica, científica... difícilmente puede seguir dándonos, hoy en día, lecciones
de racionalidad. El desarrollo excesivo de la producción y el agotamiento de
los recursos naturales, las carreras armamentistas, la utilización desmedida de las fuentes de energía, los gobiernos y los pueblos totalitarios, la destrucción arrasadora de las culturas minoritarias, han llevado al mundo hacia
un descrédito sin precedentes del progreso, de la razón, de la modernidad y
de la cultura occidental.
Conclusiones
Si Max Weber es heredero de la Ilustración y del liberalismo clásico, principalmente con la mediación del pensamiento neokantiano alemán de su época, su pensamiento se bifurca sin embargo en un eje fundamental: las
consecuencias éticas de la razón. Mientras que para Kant ésta conduce, por
la vía de la felicidad, hacia la libertad, la autonomía de los individuos, una
situación de derecho y un contenido moral de la política, para Weber el camino de la racionalización conduce, en cambio, hacia el destino oscuro de la
burocratización. Weber puede considerarse como el iniciador de un pensamiento negativo en las ciencias sociales pues es el primer teórico de una
286
razón desencantada, separada del "deber ser", que no conduce al mejor de los
mundos, y que se opone tajantemente a una finalidad ética del proceso de
racionalización.
Los liberales parecen tener una confianza total en un equilibrio natural de
la sociedad civil y del mercado, que logran transformar los "vicios privados"
en "virtudes públicas". En Weber la situación se invierte, y las consecuencias
inesperadas de la moral individual se vuelven males públicos inevitables,
como la burocratizacíón del Estado y la instrumentalización de los hombres
y de la naturaleza en la economía capitalista:
`La glorificación carismática de la Razón' (que encontró su expresión
característica en la apoteosis de Robespierre) es la última forma que ha
adoptado el carisma dentro de sus múltiples posibilidades. Es evidente que aquella exigencia de igualdad jurídica formal y de libertad de
movimientos económica prepara la destrucción de todos los fundamentos específicos de las ordenaciones jurídicas patrimoniales y feudales a
favor de un conjunto de normas abstractas y, por tanto, indirectamente a favor de la burocratización, apoyando, por otro lado, de un modo
completamente específico la expansión del capitalismo. Así como el
ascetismo intramundano, admitido por las sectas por motivos no enteramente idénticos desde el punto de vista dogmático, y el método educativo sectario desarrollaron el carácter capitalista y al `profesional'
que ejerce una actividad racionalmente orientada y que tan necesario
es para el capitalismo, así también los derechos del hombre y de la propiedad constituyeron las condiciones previas para que el capital pudiera
valorizar libremente los bienes y los hombres.`
20. Max Weber, Economía y sociedad,... op. cit., t.II, pp. 937-938.
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