Sección: Política Exterior de Colombia El primer bienio déla administración Gaviria: algunas reflexiones sobre su política exterior Diego Cardona C* Han transcurrido ya los dos primeros años de la administración de César Gaviria. Las líneas generales de su política exterior son ahora diáfanas. Podemos decir que ella gira alrededor de: la apertura, el énfasis en asuntos económicos, la aparición de nuevos temas en la agenda (por ejemplo, medio ambiente), la importancia de América Latina, los acuerdos de libre comercio, el pragmatismo, y sobre todo, la profundización de la integración con Venezuela. Empero, tales políticas no se presentan aisladas de un contexto mundial, sobre el cual hemos de considerar varios factores. En efecto, la década de los años noventa ha traído consigo un mundo diferente. En lo económico, Estados Unidos continúa siendo la primera potencia económica del globo, pese a sus problemas internos y al déficit comercial; en el hemisferio, es sin duda alguna el país con la economía predominante en todos los campos: industria, nivel científico-tecnológico, aspectos financieros, pujanza comercial. En lo militar, continúa ciertamente la situación anterior con presencia gradual de la multipolaridad, si bien desideologizada; tendencia más clara entre las potencias de segundo orden y obviamente entre los países en vías de desarrollo. También en este tema, Estados Unidos representa el país con mayor potencial en el ámbito americano, reforzado en todos los aspectos con el resultado exitoso de la guerra de Irak. En lo que respecta a las posibilidades de orden político, ha desaparecido la guerra fría en el centro del sistema, lo cual no implica la inexistencia de conflictos de otro orden: étnicos, reivindicaciones nacionalistas, de carácter fronterizo y aún por la búsqueda de la primacía de otros modelos de gobierno en muchos países. Puesto que la totalidad de los conflictos anteriormente existentes no proviene del más elocuente entre el Este y el Oeste, a diferencia de lo que ingenuamente sostenían muchos analistas del primer mundo, es obvio que la desaparición de ese conflicto mayor no tenga por qué implicar la pérdida de intensidad de otros conflictos "menores". En sus respectivas regiones, tales enfrentamientos pueden ser importantes e incluso dramáticos porque involucran a la mayor parte de las poblaciones. Colombia no ha escapado, por desgracia, al igual que otros países latinoamericanos, a un conflicto interno de importancia. El efecto de este asunto sobre nuestra política exterior no es deleznable: constituye causa de "niebla" en nuestras relaciones con Venezuela, frena el proceso de * Coordinador del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes. apertura por sus efectos sobre la infraestructura vial y energética, desestimula la producción de bienes exportables que aumentarían nuestra capacidad de compra, deprime el sector agropecuario, ahuyenta la inversión extranjera, impide el flujo del turismo internacional, contribuye a desarticular la unidad nacional en fragmentos regionales, afecta las relaciones entre regiones y el ejecutivo central, y representa una distorsión presupuestal y de energía considerable, además de afectar profundamente la imagen exterior del país. Éste constituye, sin duda alguna, el principal problema colombiano durante la presente administración, el cual tiene también un profundo efecto sobre su actuación internacional. Por otra parte, encontramos en los países de América Latina, Colombia incluida, gobiernos encabezados por líderes de aparición relativamente reciente, quienes en la búsqueda de modernización de sus países tanto en lo económico como en lo político han llevado a cabo una serie de medidas cuya constante puede definirse por: a. La continuación de programas de ajuste monetarista que venían siendo aplicados desde la época de los años ochenta: Sabido es que los mismos inciden más directamente sobre los ciudadanos que dependen de ingresos fijos. Y ocurre que en América Latina, sin que Colombia sea una excepción, la mayor parte de la población percibe ingresos fijos cercanos al salario mínimo establecido, con lo cual las medidas aludidas resultan afectando a la población de más escasos recursos. El ajuste lleva implícito, pues, un alto costo social. Debe insistirse en el hecho de que la minimización de los costos sociales de estos programas condiciona en buena medida la supervivencia de la democracia política a mediano plazo. Este asunto puede de hecho incidir sobre la legitimidad de toda política, la exterior incluida. b. La iniciación de la apertura económica hacia la región y al resto del mundo, especial mente en el campo comercial: Colombia inició este programa sólo al final del período Barco, un tanto tímidamente. El proceso se ha acelerado en la administración Gaviria, en especial a partir de mediados de 1991. La rebaja de aranceles, la desaparición de obstáculos no arancelarios (licencia previa, excepciones, cuotas) y la aplicación de políticas monetarias y fiscales apropiadas (desaparición del dólar negro para dar paso a la cotización libre, nuevo régimen de inversiones extranjeras, paridad real de la moneda) han ido en esa dirección. Obviamente, a tal política se han opuesto algunos sectores de la producción que en su momento se han sentido perjudicados o temen no poder competir con éxito frente a los recién llegados. En algunas ocasiones las aprehensiones parecen justificadas, pero en la mayor parte de los casos son reacciones de sectores que gozaron cómodamente de la protección del Estado durante décadas y no se prepararon adecuadamente para una economía abierta. c. Un aspecto importante de la administración Gaviria es la convicción de que las confrontaciones con las potencias, y en especial con la potencia hegemónica regional (Estados Unidos), son estériles, salvo que se trate de desacuerdos puntuales por razones a su vez plenamente justificadas: proteccionismo comercial, políticas no concertadas en materia de seguridad internacional o puntos de vista diferentes en las agendas mutuas. No se trata de la entrega sin condicionamientos, esperando obtener beneficios; tampoco de la actitud esquizofrénica que intenta, mediante actos voluntaristas, hacer desaparecer las realidades internacionales. Colombia es un país occidental, y a pesar de encontrarse en vías de desarrollo, esto no le ha impedido el planteamiento de sus convicciones en el escenario internacional. No obstante, las mismas se sostienen mejor mediante la negociación puntual y una política prudente y sagaz aunque solamente defensiva. Aquí radica, en política internacional, la esencia de lo que podríamos llamar el pragmatismo del presidente Gaviria, semejante al de algunos otros mandatarios latinoamericanos moderados. d. La apertura política se ha constituido en uno de los temas centrales del gobierno: Este proceso tiene obvia incidencia en la política exterior. Es relevante el conjunto de artículos de la Constitución de 1991, referentes a los asuntos internacionales del país: se elevó a rango constitucional el mandato integracionista y se han reforzado los mecanismos de recepción de tratados y convenciones internacionales en la legislación nacional. Además, se prevé la posibilidad de delegar facultades gubernamentales en instituciones latinoamericanas de integración económica. Por su parte, la autorización para la obtención legal de la doble nacionalidad ofrece un importante marco de identidad y pertenencia para los millones de colombianos residentes en el exterior. La institucionalización de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, también por la vía de la Carta Magna, podría permitir una política externa en la cual las líneas centrales operen sobre la base del consenso entre los partidos políticos. Se trata aquí de crear las condiciones de una política exterior sobre una base más democrática y de obtener un consenso mínimo en asuntos cruciales. Algunos temas de importancia La política exterior del presidente Gaviria ha proseguido con el énfasis en ciertos temas, si bien otros han adquirido un nuevo rol protagonice Los aspectos más notables pueden referirse a cuatro temas: comercio, integración, narcotráficodesarrollo y medio ambientedesarrollo. Veamos estos asuntos en detalle: Comercio. Ha sido siempre de enorme importancia, aún desde los albores de la vida republicana. El cambio, en este caso, consiste en verlo como una función privada, pero de alguna manera auspiciada y canalizada por la vía pública mediante un instrumento gubernamental. En décadas pasadas, las actividades comerciales eran asumidas por entidades públicas y privadas (en especial por la Federación de Cafeteros), con in- dependencia de la política exterior, que no tenía instrumentos ni de centralización de la información ni de realización de esfuerzos en este sentido. En la administración Gaviria nos encontramos con una paradoja aparente: la decisión de que sea la actividad privada el motor de la economía y del sector externo, incluyendo obviamente las exportaciones, aunque al mismo tiempo se ha conformado una entidad oficial, el Ministerio de Comercio Exterior, al cual se ha otorgado enorme importancia, al punto de que lo novedoso y eficiente del mismo ha llevado a algunos enfrentamientos institucionales con otras entidades que de alguna manera colindan con sus propósitos: el Ministerio de Hacienda, el de Desarrollo y el de Relaciones Exteriores. En este punto, como ha sucedido en otros países latinoamericanos y otras regiones del mundo, la importancia del sector externo y de sus organismos nacionales ha sido magnificada al comienzo del período de apertura, hasta adquirir su justa medida con el paso del tiempo. En Colombia, como en México, Chile, Japón, Corea, Estados Unidos o Alemania, el Ministerio de Relaciones Exteriores o su equivalente continuará posiblemente definiendo las líneas básicas de la política exterior sin que ellas sean obstaculizadas u ocultadas por otras instancias en relación con el comercio o la economía. La experiencia de las grandes economías exporta-, doras nos enseña que el comercio exterior es una porción de la economía internacional y ésta una parte a su vez de la política internacional general. En ese sentido, es de esperarse, para bien del país, que tal función sea debidamente asumida en el caso colombiano. Claro está que ello sólo podrá suceder si se dan las respectivas condiciones de eficiencia en las áreas económicas del Ministerio de Relaciones Exteriores. Se ha creado en buen momento el Mincomex, que viene a llenar un vacío evidente. No existía antes de su conformación ninguna entidad u oficina gubernamental capaz de centralizar los recursos necesarios en esa materia. Podría decirse que la creación del Mincomex constituye, en el tema que nos ocupa, el proyecto estrella del gobierno del presidente Gaviria. En este asunto cabe destacar la continuación del activismo colombiano en foros internacionales en relación con la libertad de comercio. El tema es particularmente agudo cuando se examinan las relaciones Norte-Sur, bien sea en la ronda Uruguay del GATT o en las relaciones bilaterales con Europa y Estados Unidos. Han sido difíciles las negociaciones en lo pertinente a ciertos productos básicos como flores, banano, café, granos; también lo han sido en cuanto a las restricciones no arancelarias al comercio. Una función central del nuevo Ministerio es la actuación contra los subsidios y el proteccionismo por parte de los países desarrollados, además de la exigente labor de negociación de acuerdos de libre comercio. Integración. Desde la década de los años sesenta no se hacía tanto énfasis en este tema. Sin embargo, los modelos integracionistas han cambiado. Las viejas teorías proteccionistas no han desaparecido, si bien se predica hoy una mayor libertad de comercio mediante rebajas arancelarias sustanciales y la imposición de menores restricciones no arancelarias. Por su parte, los acuerdos que establecen la libertad en el flujo de mercancías, y eventual-mente de servicios y capitales, no van necesariamente acompañados por normas semejantes en cuanto a las personas. No son los acuerdos de libre comercio tan integradores como los mercados comunes, pero en muchas circunstancias se convierten en su prólogo necesario. Es así como Colombia, en el período de Gaviria, ha fomentado estos mecanismos comenzando con el establecimiento de un acuerdo de ese tipo, en el marco del Grupo Andino, con Venezuela y recientemente con Ecuador. Seguirá sin duda la firma, a corto plazo, de acuerdos similares con México y Chile. Pero aún se está lejos de la adecuación de una red apropiada de libre comercio que haga óptima la situación estratégica del país y su múltiple pertenencia: país caribeño, de la Cuenca del Pacífico, andino, amazónico, y potencia media en América. Una tarea pendiente del gobierno de César Gaviria es la suscripción de acuerdos marco con América Central, y quizás con algunos países del Caribe. En el proceso integrador tiene especial importancia la profundización del acuerdo existente con Venezuela, país con el cual se comparten casi todas las pertenencias: Pacto Andino, Grupo de los Tres, Grupo de Río, Pacto Amazónico, vocación caribeña (más evidente en Venezuela) además de compartir una frontera abierta y fluida que es a su vez la más importante para los dos países. En el marco de un posible Acuerdo de Libre Comercio con Venezuela y México (el G-3), que no sería sólo un simple tratado de cooperación, América Central adquiere una enorme importancia. Vinculados más estrechamente los países de mayor magnitud en los extremos norte y sur de esta porción del continente, Centroamérica se convierte así en zona obligada de cooperación mutua, incluyendo áreas de inversiones y empresas conjuntas, y de interconexión eléctrica. En esa perspectiva económica, la estabilidad y prosperidad de la región, extensivas a algunas zonas del Caribe, son a su vez condición y consecuencia de un acuerdo del G-3. Colombia debe así otorgar una renovada importancia a la región, aunque en un sentido muy diferente del puramente político de hace una década. En cuanto a la posibilidad de acceder al Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, ésta no parece ser la mejor opción, salvo que se asuma con posterioridad a acuerdos bilaterales con México, Estados Unidos y Canadá. En ese caso, el acceso al Nafta se vería facilitado. Negociarlo antes de las integraciones particulares podría representar una lamentable pérdida de tiempo y de recursos diplomáticos. Por lo que hace al grupo andino, debe ser conservado y fortalecido porque permite la integración con Venezuela y eventualmente con Ecuador. No parece que a mediano plazo, pese a su aparente interés en el Grupo, Bolivia pueda seguir el ritmo de los tres países del Norte. Esta circunstancia y el poco interés de parte del Perú, deben ser tenidas en cuenta en el momento de diseñar políticas. Finalmente, se trata de utilizar instrumentos para insertarse mejor en el mundo, y en este punto la evaluación cuidadosa de los que se vayan utilizando dará finalmente las pautas de las prioridades. No es preservar instrumentos por el solo hecho de que alguna vez fueron importantes, así como tampoco tendría sentido utilizar los novedosos que no se corresponden con lo mejor del interés nacional. Cada caso (Andino, G-3, acuerdos bilaterales), debe evaluarse cuidadosamente en todas sus implicaciones: políticas, económicas generales, estratégicas y comerciales. Una evaluación unilateral puede ser en su momento errónea. En este punto, como en otros, se hace imperativo un mecanismo apto de coordinación institucional. El narcotráfico. Continúa siendo, por desgracia, un tema de nuestra agenda exterior. Es cierto que una de las virtudes del gobierno de Gaviria ha sido proyectar esfuerzos coherentes por lograr la desnarcotización de la agenda hasta donde ello sea posible. En primera instancia, la deficiente política de restricción al consumo de estupefacientes en los países desarrollados ha llevado al gobierno colombiano a plantear medidas de carácter internacional, para lo cual se ha continuado con una enorme actividad en foros multilaterales, tales como la OEA, la ONU, los No Alineados, el Grupo de Río, el conjunto de los países andinos, el Grupo Andino propiamente dicho, el Grupo de los Tres, y los demás mecanismos a su alcance. También se ha continuado con un esfuerzo interno importante, tendiente a dar una solución al problema del narcoterrorismo, con la entrega de narcotraficantes y la aplicación de los esquemas propios del derecho anglosajón y del italiano. La colaboración internacional en materia de acervo probatorio, inteligencia e infraestructura ha sido fundamental. Pese a tropiezos parciales, producto de un publicitado caso, la política ha mantenido la aprobación de la comunidad internacional, por lo menos de los gobiernos, que han reconocido los esfuerzos del país en esta materia. Un punto esencial, prolongación eficaz de las negociaciones de finales del período de Barco, está constituido por las relaciones en buena hora establecidas entre el tenia del narcotráfico y los del desarrollo y el comercio. Luego de pacientes negociaciones se obtuvo el desarrollo legal del Programa Especial de Cooperación (PEC) de la Comunidad Europea, por medio del cual se había pactado el ingreso de productos colombianos a la Comunidad, sin aranceles, por un período de 4 años, hasta noviembre de 1994. Las restricciones establecidas en algunos productos (cueros, café, banano, por ejemplo) son importantes, pero el campo abierto a frutas tropicales podría ser notable por lo que representa en el proceso de sustitución de cultivos. Una mejor coordinación entre exportadores y sector público sería necesaria para el pleno aprovechamiento de este mecanismo. Además, la aprobación de la Iniciativa Andina (ATPA) en noviembre de 1991, vigente por diez años y relacionada con los mercados de Estados Unidos, también constituye un buen avance; tanto, que algunos gremios no ven necesaria por el momento la negociación de un acuerdo de libre comercio con ese país, pues muchos productos se ven incluidos en la Iniciativa en mejores condiciones. Empero, no sobra recordar los inconvenientes operativos derivados del hecho de que su prolongación anual no es automática, pues depende del Congreso y del Ejecutivo, y del hecho de que excluye a sectores claves de la economía. En cualquier caso, la Iniciativa constituye hasta el momento el mejor instrumento de que disponemos en materia de relaciones entre narcotráfico, comercio y desarrollo. En la dirección arriba anotada, el gobierno de Gaviria ha logrado variar el carácter central de lo policivo en el tema. Por su parte, el episodio de la fuga del jefe del cartel de Medellín parece haber sido sorteado con relativo éxito en la diplomacia multilateral y bilateral, dada la demostración de la continuidad del esfuerzo y la cooperación de las autoridades nacionales con la comunidad internacional en esta materia. Sin embargo, debe constatarse que los planteamientos de la opinión pública mundial son un tanto escépticos al respecto. En relación con el tema, debe continuar el esfuerzo de mejoramiento de la imagen del país en el exterior mediante publicaciones en prensa, boletines informativos en medios televisivos y radiales, visitas de responsables de medios de comunicación internacionales, y todos los demás mecanismos apropiados al efecto. El medio ambiente. El tema ha recibido una atención especial, ante todo porque el país posee una de las más ricas diversidades biológicas del planeta. Cuenta con una reserva bioestratégica, y la presente administración parece haber sido sensible al tema. El activismo colombiano ha sido importante en reuniones y foros internacionales sobre biodiversidad, cambio climático, y en general en la agenda ambiental que alimentó la reunión de Río a mediados de 1992. Se ha comprendido finalmente la importancia crucial y la alta oportunidad que el tema ambiental representa para el potencial negociador del país. Es cierto que el conjunto de negociadores ambientales colombianos es todavía reducido y que aún no se ha logrado crear un Ministerio del Medio Ambiente que centralice y potencie las actividades hasta hoy un tanto dispersas. Pero la colaboración gubernamental ha sido importante en la promoción de la idea ecológica y de sus estrechas relaciones con el desarrollo. Es de interés anotar que el tema no se ha tratado como en pasados años, cuando se pretendía la preservación idealista de las riquezas naturales. Las necesidades del desarrollo han sido reconocidas por el gobierno y por esa razón no se ha aceptado la suscripción de swaps ecológicos. Empero, por esta vía podrían llegar recursos de importancia para el desarrollo en algunas regiones del país. Además, el servicio de la deuda exterior colombiana, sin ser un problema nacional insuperable, representa un tercio del producto de las exportaciones actuales. La cotización de la deuda en los mercados secundarios es llamativa. Habría eventuales compradores de deuda colombiana que podrían obtener algunas ventajas financieras. Si sus condiciones no son lesivas para el manejo autónomo de los planes de desarrollo nacionales y regionales, el mecanismo de los swaps debería ser considerado. de simple sustentación que se limite a "apagar incendios" cada vez que surjan situaciones de crisis. Un logro de importancia en la agenda ambiental colombiana en materia internacional proviene de la vinculación entre medio ambiente y desarrollo. En efecto, buena parte de la responsabilidad por el deterioro de nuestros bosques, núcleo a su vez de nuestra "contribución" al calentamiento global, proviene de la tala indiscriminada como consecuencia del modelo de colonización. En estas condiciones, el gobierno actual ha sostenido, con cierto éxito, en los foros internacionales que la mejor contribución de los demás países al ecosistema y al mantenimiento del reservorio biológico colombiano es la colaboración para el desarrollo de tecnologías benignas o mediante inversiones o asociaciones empresariales, o bien mediante la apertura comercial para nuestros productos diferentes de las maderas. Puede decirse, sin duda, que el tema ambiental será uno de los ejes de la futura política exterior colombiana. Los analistas y algunos políticos insistían hace algún tiempo en que Colombia tenía dos posibles alternativas: una, "mirar al polo" (réspice polum) y otra, "mirar a los semejantes" {réspice similia), si bien éstos podían serlo según una gran diversidad de criterios. La complejidad de las agendas internacionales —por temas, países, y momentos históricos— hace que esta diferencia carezca hoy de sentido. De hecho, la política exterior es una mezcla de las dos características. Por otra parte, la enumeración indicada provenía de la prosapia latinizante de épocas pasadas, incomprensible en la actualidad, salvo en cada vez más reducidos medios académicos. Tales tipos de formulaciones son hoy día un tanto anacrónicas. Podemos y debemos actuar hacia el mundo, ciertamente, pero teniendo prioridades establecidas por una política activa, bien sea en lo geográfico o en lo temático. Ya es hora de finalizar la polémica que alguna vez tuvo profundo sentido, o de reformular-la en términos más sutiles que tengan en cuenta la variedad de las agendas y problemas, en lenguaje comprensible para los hombres y mujeres colombianos de finales del siglo XX. Dos condiciones de una buena política Una política exterior apropiada requiere dos condiciones: a. En primer lugar, es necesario poseer políticas con prioridades determinadas. Una política solamente reactiva frente al mundo exterior, sin un seguimiento atento a instancias bilaterales y multilaterales, o sin prioridades, se convierte en una extraña amalgama sin orden ni concierto. No basta con una política En esta perspectiva sólo cabría una enumeración, pues no es este un escrito sobre las prioridades de la política exterior colombiana: Estados Unidos y Europa (esta vez en el bloque comunitario influyendo sobre la asociación de libre comercio y el espacio único europeo) han tenido, tienen y tendrán una importancia central para la política exterior del país. El Pacífico asiático y americano, también. Pero la integración americana, a partir de redes de libre comercio previamente establecidas, se convierte en la labor más importante para nuestra política hacia el futuro próximo, no sólo en lo estratégico o económico en general, sino también en lo comercial y lo cultural. La integración con socios americanos, bajo los esquemas de mercado común o de los acuerdos de libre comercio, según el caso, se convierte en prioridad hacia la cual es necesario dirigir grandes esfuerzos en el futuro inmediato, si se quiere competir con éxito en el siglo que se avecina. El mejor legado de la administración Gaviria podría ser la incorporación colombiana en una serie de redes de libre comercio en América; y sobre todo, el logro de avances sustanciales y definitivos en el proceso integrador con Venezuela. En desarrollo de lo dicho, por paradójico que parezca, Venezuela, en primer lugar, y América Latina en segundo, constituyen nuevas prioridades al lado de las ya tradicionales —de Estados Unidos y Europa— o de las nuevas para el futuro próximo, en especial el Pacífico. b. La segunda condición es poder desarrollar las políticas previamente fijadas o aún las que reaccionan frente a la actividad de otros factores internacionales, mediante instrumentos adecuados en cuanto a estructura, funcionalidad, formación de cuadros y coordinación. En cuanto a la estructura, debemos considerar que la situación anárquica, que conllevaba a que la política económica colombiana se encontrara fragmentada por completo, tiende a corregirse utilizando dos clases de instrumentos: el manejo centralizado de la política comercial, y sus elementos directamente relacionados, por intermedio del Ministerio de Comercio Exterior. En lo que se refiere a la creación del Viceministerio de Relaciones Económicas Internacionales dentro de la Cancillería, hubiera sido un punto positivo del gobierno Gaviria, si se le hubiera acompañado de la dotación y recursos humanos adecuados para centralizar el seguimiento de la política económica externa del país. Las dificultades operativas han llevado a que, pese a la indudable buena voluntad de sus titulares y su equipo, los resultados hayan sido magros en punto a coordinación interinstitucional, procesos de seguimiento e información y diseño de políticas en lo económico. Quizás ello haría preferible retornar al esquema clásico de oficinas encargadas de áreas geográficas, grandes temas, y algunas pocas encargadas del manejo de las relaciones con países prioritarios para la política exterior. Para cada área geográfica, el manejo de lo político y lo económico o lo cultural debería ser más integral. En resumen, sería preferible la especialización por países y áreas, más que por disciplinas académicas. En cualquier caso, se hace necesaria la formación en la Cancillería de cuadros indispensables para el efecto, en la cual el manejo de los asuntos económicos ha sido tradicionalmente débil, como lo muestra la historia de nuestra para diplomacia económica en manos del sector privado. Por su parte, dado el recargo que implica el manejo de una Cancillería en un país en plena apertura al mundo, la provisión de un viceministro de Asuntos Políticos Internacionales también ha sido, pese a algunas críticas, un indudable acierto. Su labor de coordinación y diseño de los asuntos políticos de su competencia es dispendiosa y necesaria. Por lo que respecta a la formación de funcionarios, el proceso de calificación de los mismos es mejorable en la mayor parte de los casos. En general, se ha proseguido con la tendencia, existente desde el gobierno Barco, de profesionalizar gradualmente a los componentes que así lo requieran, mediante procesos de actualización y pruebas de selección. Las disposiciones del reciente Estatuto de Carrera, de aplicarse rigurosamente (y sólo en ese caso), podrían conducir al finalizar la década a un servicio exterior altamente calificado que podría hacer de nuevo del Ministerio de Relaciones el centro de diseño y aplicación de la política exterior. Subsiste un asunto adicional que toca a las competencias de cada entidad ministerial. Es conocido por los estudiosos del fenómeno burocrático que uno de los aspectos de mayor dificultad en relación con el mismo es el referente a los obstáculos a la fluidez de los mecanismos de información y decisión, tanto en lo intra como en lo interministerial. En este punto, no basta con precisar competencias para cada una de las entidades. Sin mecanismos apropiados de flujo de información y de coordinación interinstitucional en el momento de asumir decisiones fundamentales, no puede hablarse de coherencia de la política exterior. Tanto la Cancillería como el Ministerio de Comercio Exterior y, por supuesto, la Consejería Presidencial para Asuntos Internacionales deberían desarrollar los mecanismos necesarios de coordinación institucional. Logros y tareas pendientes Recopilando, podemos indicar como logros principales de la política exterior del primer bienio de la administración Gaviria los siguientes: - La comprensión de las nuevas corrientes internacionales, incluyendo la necesidad de importantes y audaces reformas económicas y polí ticas. - El énfasis puesto en la política latinoamericana, evidente por los recursos diplomáticos y de otro orden aplica dos en esa tarea. - La continuación y el acelera miento del proceso indispensable de integración con Venezuela, incluyendo la firma y puesta en ejecución del Acuerdo de Libre Comercio. - El inicio de negociaciones del G-3 (Colombia, Venezuela y México). - Haber continuado el proceso de desnarcotización de la agenda en la medida en que el mismo lo permite. La importancia creciente del tema del medio ambiente en las consideraciones de la política exterior. Haber llevado a cabo las reformas de la Cancillería, con la provisión de los Viceministerios de Asuntos Económicos y de Asuntos Políticos Internacionales. También las nuevas normas sobre reestructuración del Ministerio y la carrera diplomática y consular. La creación del Ministerio de Comercio Exterior. La preservación de la Consejería Presidencial para Asuntos Internacionales que permite una labor de coordinación ad hoc de los esfuerzos de otras instancias, a más de ciertas iniciativas importantes. Como tareas pendientes, podemos indicar las siguientes: - La profundización de la integración con Venezuela. Debe lograrse la libre circulación de mercancías, servicios y capitales, y un elevado grado de integración de las industrias. Además, se ría deseable sentar las bases para la libre circulación de personas. - La suscripción (conjunta mente con Venezuela) de un acuerdo de libre comercio con México, en el marco del G-3. - Las negociaciones de sendos acuerdos con Estados Unidos y Canadá. - El establecimiento de acuerdos de libre comercio con América Central y países caribeños. También la elevación del nivel de representación diplomática en estos países. La continuación de acciones de diplomacia multilateral, tendientes a contribuir a la finalización exitosa de la ronda Uruguay del GATT, a la reforma de Naciones Unidas, a mejorar la operatividad de la OEA y a reactivar la discusión de la agenda ' Norte-Sur. El establecimiento de ágiles mecanismos institucionales de coordinación intra e interinstitucional en el diseño y desarrollo de la política exterior. La continuación del proceso de reestructuración de la Cancillería, a fin de que pueda responder a los nuevos retos.