Patrimonio recuperado en la restauración de documentos MARÍA DEL CARMEN HIDALGO BRINQUIS Instituto del Patrimonio Histórico Español A mis compañeros del Servicio de Libros y Documentos y en especial a aquellos que ya no se encuentran entre nosotros. Con esta pequeña aportación queremos poner de manifiesto la gran riqueza de datos que se obtienen a raíz de las restauraciones de diferentes tipos de material escriptorio. Frecuentemente, son hallazgos casuales, de valor documental sólo para la obra restaurada, pero, a veces, pueden revestir indudable importancia. Por ello, queremos presentar ahora algunos de los más significativos y la problemática que ha supuesto su recuperación y montaje. Uno de los primeros descubrimientos, en el ya largo caminar del Servicio de Libros y Documentos, consistió en encontrar la firma de Petrus Plancius (1552-1622) en un Mapamundi perteneciente al Colegio del Corpus Christi de Valencia. Esta obra es de suma importancia, ya que marca un hito fundamental en la evolución de la cartografía holandesa, que pasa de regional a europea, abriéndose así al mundo entero. El mapa de Plancius resume el estado de conocimientos geográficos y náuticos de su época y fue decisivo para los planteamientos de las grandes expediciones europeas. Plancius creó el prototipo del Mapa Mundi propio para montarse en un mural. A pesar de haber sido un mapa fundamental en su época y muy popular, sólo se conserva este ejemplar que, después de pa- sar por varias vicisitudes, llegó al colegio del Corpus Chisti de Valencia. En el transcurrir del tiempo, esta obra había sufrido una serie de modificaciones, siendo la más destacable la ocultación del nombre de su autor, colocando encima un grabado con la leyenda «Apud Ioannem Baptistam Vrient» y, por lo tanto, a partir de entonces, sólo se podía considerar atribuido a Plancius. Se trata, pues de un hallazgo de trascendencia innegable, ya que confirma todas las teorías dadas por los estudiosos de Placius y, además, vuelve a su autenticidad primitiva una obra tan fundamental en la historia de la cartografía. En cuanto a la modificación de que había sido objeto, debió ser hecha en época muy temprana, casi simultánea a la creación del mapa, ya que en toda la amplia bibliografía que hay sobre Plancius aparece este mapa como su obra maestra, pero siempre se cita como obra sin firmar. A pesar de ello, era atribuido a Plancius porque Thomas Blundeville en sus Exercices, en 1594, tradujo completas todas las inscripciones y lo confirmó como obra del gran cartógrafo holandés. Otro descubrimiento interesante surgió, por indicación de don Manuel Casamar, al desprender, de una tabla a la que estaba adherido, el boceto para el pie de la custodia 139 PATRIMONIO RECUPERADO EN LA RESTAURACIÓN DE DOCUMENTOS en ella, los modernos todos, repasó por su mano los bronces, pinturas inbentando todo del. Inventó los Ángeles para la custodia, hizo por su mano. Assi el diseño como modelos chicos de barro, de madera en la estatua que hoy están, repasó las ceras de cabeza y pies y manos y después de vaciados por el platero y reparado hicieron a sus manos. Y zincel y dic y abrió los sentidos que pudo y faltaban al dibujo. Murió en el 13 de dice. de 1472 sin el sentido que merecian sus obras tantas». 140 Figura 1. Dibujo a plumilla sobre papel, obra de José Vergara. Museo de Bellas Artes de Valencia. del transparente de la catedral de Toledo, encontrando debajo un escrito, cuya trascripción literal es la siguiente: «D. Narciso Tomé Mº Mor. hizo el transparente y la escalera y las estatuas, y la Virgen toda de su mano, sin que entrase official Como es evidente, la nota es de gran valor y contiene muchos datos para el estudio de la vida y obra de Narciso Tomé, las técnicas de elaboración de las esculturas, así como para la historia de la Catedral Primada. También, con frecuencia, hemos encontrado diversas modificaciones de grandes creadores en sus bocetos, hasta llegar a su composición definitiva. Como ejemplo de esta casuística, podemos citar el hallazgo surgido al restaurar un dibujo a plumilla sobre papel representando a Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna, obra de José Vergara y propiedad del Museo Bellas Artes de Valencia. José Vergara (Valencia, 1726) fue miembro de una de las más importantes familias artísticas valencianas y su nombre está unido a la fundación, en 1752, de la Academia de Bellas Artes de Santa Bárbara que, años más tarde, en 1979, se convertirá en la actual Academia de San Carlos, de la cual fue su primer director. Su figura es fundamental en la historia de la pintura valenciana del siglo XVIII, ya que ejerció gran influencia, no sólo a través de sus enseñanzas en la academia, sino por la gran cantidad de obras que realizó para iglesias y conventos de la región. El dibujo representa a Santo Tomás de pie delante de un altar, rodeado de pobres a los que va repartiendo limosna, mientras que un grupo de clérigos lo contempla. En el lateral derecho del dibujo hay una inscripción a tinta que dice: «variar el que todos pidan» y quizá a esto se deba el añadir un niño corriendo hacia el espectador para romper la escena. El dibujo añadido estaba pegado sobre la imagen de dos niños sentados mirando al Santo. Una vez restaurado, el fragmento añadido fue colocado sobre una lámina transparente de poliéster y está unida ligeramente a un lateral del dibujo, a fin de poder apreciar las dos variantes de composición que nos presenta el autor. Otros datos interesantes fueron los obtenidos a raíz de la restauración del Epílogo Real, Imperial y Pontifical de Fernández de Oviedo, libro perteneciente a la Biblioteca Nacional. Este códice manuscrito tenía gran cantidad de pequeños escudos que ilustraban la obra. Los escuditos, cuidadosamente ejecutados, estaban adheridos sobre las hojas del libro y, en el sitio donde debían ser colocados, había una serie de anotaciones sobre ellos y un boceto esquemático dibujado a plumilla con tinta sepia. Estas anotaciones y bocetos, aún careciendo de valor estético, tenían gran interés para el estudio de la heráldica y, además, es posible estudiar en ellos los «pentimenti» del autor, por lo que hicimos un montaje de forma que permitiese ver el boceto y el escudo definitivo, sin cambiarlo del lugar para donde habían sido ejecutados. Frecuentemente llegan al Servicio documentos o libros censurados, cuya restauración permite recuperar la totalidad del escrito, rebajando el tono de las tintas de la tachadura que ocultaba el texto y que, además, suelen estar oxidando el papel por tratarse de tintas ferrogálicas. Esta intervención se realiza sin eliminar totalmente la señal dejada, ya que se trata de un dato interesante para la historia del libro. En otras ocasiones, la censura se muestra no en forma de tachadura, sino adhiriendo un papel sobre la zona cuya lectura se pretendía evitar; entonces, procedemos al levantado de esta «capa», dejándola unida sólo por uno de sus márgenes, con lo que, al tiempo que recuperamos la visión de la parte ocultada, dejamos clara la existencia del deseo de ocultarla, lo que nos brinda la posibilidad de hacer un estudio sobre la censura ejercida en una época o sobre un escrito o tema determinado. Otras veces, los textos tapados no deben ser considerados como objetos de censura, sino más bien modificaciones o mejoras al texto. Tal es el caso de La Terapéutica de El Zahrawi del siglo XII (año 632 de la Hégira) propiedad de la Abadía del Sacromonte de Granada, en el transcurso de cuya restauración pudimos analizar algunos textos tapando los originales que deben ser correcciones al texto primitivo. Como ambos papeles formaban parte de la obra, el documento Figura 2. Ejemplo de libro censurado: Apología de Erasmo, Biblioteca Pública de Cáceres. 141 PATRIMONIO RECUPERADO EN LA RESTAURACIÓN DE DOCUMENTOS 142 Figura 3. Modificaciones realizadas en el texto de La Terapéutica de El Zahrawi de la Abadía del Sacromonte de Granada. superpuesto fue separado del original y colocado a modo de pestaña, para que el investigador pudiese consultar ambos textos y así enriquecer la historia del libro. Capítulo aparte merecen los hallazgos efectuados a raíz de la restauración de encuadernaciones, ya que, además de permitirnos, al desmontar los libros, hacer un estudio de la evolución de los diferentes tipos de cosido, así como del uso de los diferentes materiales, es muy frecuente hallar documentos en papel o pergaminos enteros o fragmentados, usados como hojas de guardas o simples forros o refuerzos, conteniendo textos de libros o documentos de diversas clases. Aunque, a veces, estos fragmentos no tienen valor por sí mismos, nos sirven para ilustrar y documentar la historia externa del libro y, por lo tanto, deben ser restaurados y añadidos, a modo de apéndice, haciendo constar cómo fueron hallados. De entre estos hallazgos, uno de los que ha revestido mayor importancia fue la recu- peración de la célebre torre del Beato Távara del Archivo Histórico Nacional, donde aparece representado un escriptorio medieval y su amanuense Emeterius. La copia del Beato la inició Magius en el año 968 y, falleciendo sin haberlo terminado, lo finalizó su discípulo Emeterius, que lo acabó, según se puede leer en el último folio del códice, el 28 de julio del año 970. Al efectuar el desmontaje de la encuadernación, comprobamos que en el último folio, utilizado como guarda trasera de la misma, presentaba, por su cara visible, la Omega acompañada de un texto, mientras que la otra se encontraba completamente tapada por una capa compuesta de cola animal y residuos capilares, adivinándose debajo de ella un dibujo coloreado. Procedimos a realizar un estudio fotográfico de la zona con rayos infrarrojos y luz ultravioleta y, una vez restaurada, obtuvimos como resultado la presencia de la conocida torre que es considerada una obra única entre las iluminaciones de los Beatos. También puede aparecer debajo de una encuadernación otra de época anterior que ha sido recubierta por encontrarse ésta en mal estado o porque el gusto de su decoración haya cambiado. Este caso nos ocurrió al desmontar la encuadernación del Theatrum Orbis Terrarum, de Abrahan Ortelius, 1601, perteneciente a la Casa de Cultura de Toledo, en la que apareció debajo otra que debía ser la primitiva. Ambas se encontraban en bastante buen estado y, una vez despegadas y restauradas, se mantuvieron las dos separadas y unidas únicamente por el lomo, quedando el libro con una doble encuadernación, ya que ambas formaban parte de la historia externa del volumen. Otras veces, hallamos algún dato interesante para la historia del libro que permane- Figura 4. Encuadernaciones superpuestas del Theatrum Orbis Terrarum de la Casa de la Cultura de Toledo. Figura 5. Encuadernación en cuya cubierta apareció el nombre del último encuadernador del Libro del saber de Astronomía de la Biblioteca de la Universidad Complutense. cía oculto. Así, al restaurar el libro de El Saber de Astronomía, de Alfonso X el Sabio, perteneciente a la Biblioteca de la Universidad Complutense, apareció la fecha y firma de su último encuadernador «Joseph Campuzano, 1793». La presencia del nombre del encuadernador en el interior del libro es un caso muy aislado, ya que solían ser artesanos anónimos y únicamente los encuadernadores consagrados solían firmar sus obras, aunque siempre en un lugar visible. Muchas veces no podemos considerar las piezas descubiertas como hallazgos, sino recuperaciones de documentos, de los que, si bien se conocía su existencia, habían sido usados en épocas posteriores para otros fines, y a los cuales devolvemos su valor primitivo. En estos tratamientos se nos presenta una doble casuística: cuando la obra conserva una entidad propia o cuando ya ha pasado a formar parte integral del documento en que se encuentra. Como ejemplo del primer caso intervenimos un mapa del Nor- oeste de Europa, que formaba parte de la encuadernación de un protocolo del Archivo Histórico Provincial de Pontevedra; optamos por restaurar el pergamino como pieza única y encuadernar el códice con un nuevo pergamino, respetando el estilo de la época. Pero, cuando se trata de una hoja suelta que no sabemos de qué códice formaba parte, o que tiene anotada sobre ella datos referentes a la pieza para la cual ha pasado a ser su encuadernación, entonces nos surge la duda de si el documento no pertenecerá ya al texto que ha protegido durante tantos años. A un caso así tuvimos que hacer frente al restaurar un libro autógrafo de Tomás Moro perteneciente al colegio de Corpus Chisti de Valencia. Para la encuadernación de este cuadernillo se «aprovechó» un documento eclesiástico en pergamino de la zona levantina de los siglos XIV a XV. Tal documento no tenía nada que ver con el texto del libro, pero en su dorso había sido escrita la siguiente nota: 143 PATRIMONIO RECUPERADO EN LA RESTAURACIÓN DE DOCUMENTOS «Este libro me envió el Conde de Oropesa diciéndome que era de Sr. D. Fernando de Toledo al cual se lo dió el Señor Fº de Soto, confesor del Emperador Nuestro Señor Carlos V, porque era de Tomás Moro y escrito de su mano». 144 Figura 6. Documento en pergamino que sirve de cubierta a un manuscrito de Tomás Moro del Colegio Corpus Cristhi de Valencia. Como es evidente, este documento, aunque no perteneció originariamente al libro, forma parte ya de él y es una prueba fehaciente para ilustrar y documentar su historia externa. Unos de los elementos que dan lugar a más hallazgos son las tapas de los libros, por encontrarse frecuentemente realizadas con «papelón» elaborado por el encuadernador reuniendo varias hojas procedentes de antiguos manuscritos o impresos y pegadas hasta formar un cuerpo plano y rígido que, cortado al tamaño conveniente, le sirviese para armar las tapas. Así, por indicación de don Antonio Odriozola encontramos, en las tapas del libro de bautizados de la parroquia de Santa Eufemia de Orense, parte del Manual Auriense, impreso en Orense por Rodrigo de Vandera, el 31 de agosto de 1510. Este hallazgo es de gran importancia para Galicia, ya que gracias a él se pudo adelantar en veinte o treinta años la fecha de la primera imprenta orensana. Otro interesante hallazgo fue el surgido, recientemente, a raíz de la restauración del protocolo notarial atribuido a Ramón Peradalta de los años 1351-1352, perteneciente al Archivo Provincial de Gerona, en el que encontramos unos textos hebreos pegados a sus cubiertas. Se trata de fragmentos de manuscritos de la comunidad judía de la ciudad de Gerona que fueron reutilizados en la encuadernación del protocolo y cuyo interés es altísimo, según han manifestado los especialistas en el tema, ya que pertenecen a obras hasta ahora desconocidas o conocidas sólo fragmentariamente, o bien de las cuales sólo se tiene referencia del título por otras fuentes. Una vez separados y restaurados estos fragmentos, se intentó montarlos de la manera más idónea posible, teniendo en cuenta la manipulación a que serán sometidos por los investigadores al ser consultados y transcritos. Dentro de este conjunto, existían fragmentos exfoliados que permanecían adheridos en la superficie de las páginas opuestas, debido al intento de separación mecánica de las hojas realizado con anterioridad al ingreso en el IPHE. En ciertos casos, una vez separados, fue muy difícil identificar su pertenencia a una hoja concreta. En consecuencia, cuando su localización no era segura, se optó por mantenerlos separados, para que personas más cualificadas en este tipo de documentación decidieran su ordenación. Otro caso interesante se nos presentó al restaurar el Tumbo de San Clodio, perteneciente al Archivo Histórico Nacional, libro sobre papel fechado entre 1607 y 1756 y con una encuadernación de tipo «cartera». Al levantar la cubierta, vimos que bajo ella había otra en piel de cordero, teñida de negro y con decoración gofrada de tipo mudéjar. Esta segunda cubierta estaba adherida a un papelón formado por documentos manuscritos e impresos. Una vez desmontados todos los elementos, vimos que la segunda cubierta nunca pudo ser la primitiva encuadernación del códice, ya que sus dimensiones eran muy reducidas respecto al formato del libro. Este dato, unido a su alto grado de deterioro, nos indicaba que se trataba del aprovechamiento de la piel para dar mayor consistencia a las tapas del Tumbo. Como consideramos que la encuadernación mudéjar tenía interés como obra exenta, se restauró y se reconstruyó, instalándola sobre una maqueta que indicaba, por medio de una cartela, su origen. Un caso mucho más frecuente es el que se nos presentó al intervenir en el libro manuscrito: Concesión de títulos de Villa Real y Fiel concedida por Felipe V a la ciudad de Banyeres de Mariola, propiedad del Ayuntamiento de Banyeres de Mariola (Alicante). La obra estaba formada por un cuadernillo en papel con un sello pendiente y encuadernada en pergamino montado sobre cartón. Una vez separadas las guardas de las tapas, se observó que éstas estaban formadas por «papelón» realizado con papeles impresos con tipos góticos que, junto a la caja de impresión, nos llevó a pensar que podían formar parte de un incunable. También se encontró, a modo de refuerzo, restos de una encuadernación en pergamino. Una vez separadas todas las hoja que componían el «papelón», se comprobó que ambas tapas estaban formadas por dos tipos diferentes de libros impresos, siendo los mismos en ambos casos, ya que sus textos formaban parte, respectivamente, de una misma hoja y su unión constituía una página completa; esto era debido a que para hacer las tapas pegaron las hojas impresas de gran formato y luego las cortaron. Una vez restauradas las hojas se hicieron dos carpetillas protectoras para el resto de los dos libros obtenidos del «papelón» y la ejecutoria se encuadernó con su pergamino original, sustituyendo el «papelón» por un cartón de Ph neutro. La utilización de documentos para formar «papelón» se mantiene, en términos generales, hasta prácticamente el siglo XVIII, en el que se generaliza el uso del cartón realizado, a su vez, con pasta de papel obtenida de documentos tantos manuscritos como impresos considerados inservibles. Figura 7. Tapas formadas por un incunable en el libro manuscrito Concesión de títulos de Villa Real y Fiel concedida por Felipe V a la ciudad de Banyeres de Mariola, propiedad del Ayuntamiento de esa localidad alicantina. 145 PATRIMONIO RECUPERADO EN LA RESTAURACIÓN DE DOCUMENTOS Sobre esta utilización es interesante el apartado que Gerôme La Lande dedica en su libro El arte de hacer papel sobre la obtención de materia prima para la fabricación del cartón y la censura estatal: 146 «No hay mas que los libros perniciosos o prohibidos de los que los cartoneros acostumbran aprovecharse desde que la policía estableció que no se quemen: hácenlos despedazar y mojar seguidamente en casa de un cartonero, a quien lo dan a precio de cortadura y desperdicio y este precio se distribuye a los pobres. Mas beneficio se sacaría vendiéndolos a los especieros, pero seria de temer que la curiosidad hiciese revivir unas obras que la prudencia del Gobierno halló que debía prohibir. Por otra parte, habría en ello una pérdida real si se quemasen, supuesto que pueden servir en la fábrica de cartón». Para finalizar este breve repaso a la enorme casuística que se nos presenta en la recuperación de información que permanecía ignorada hasta la restauración de los bienes documentales, queremos señalar que la presencia de documentos ocultos no se circunscribe únicamente al mundo del libro, sino que también han aportado datos muy útiles para datar y documentar otros tipos de bienes culturales. Así, por ejemplo, al restaurar un retablo de la catedral de Málaga, aparecieron unas flores realizadas con naipes de la Real Fábrica de Macharaviaya que sirvieron para datar su última restauración. Otras veces, hemos encontrado papeles colocados para fortalecer o igualar las uniones entre dos tablas y, a través de sus filigranas, hemos podido datar la fecha de ejecución de la obra, pero, quizá el ejemplo más claro para ilustrar estas recuperaciones, son los textos aparecidos en el interior de algunas imágenes. Así, al intervenir el Cristo de la Fundación conocido popularmente Cristo de los Negritos de Sevilla y al abrir la tapa posterior de la imagen, se descubrieron, adheridos a la madera, dos documentos en pergamino. En el de menores dimensiones estaba recogido el nombre del autor y la fecha de ejecución de la imagen, «Este Cristo se hizo en Sevilla año de mil y seiscientos y veintidós. Hízolo Andrés de Ocampo maestro escultor» y en el más grande, la fecha de la restauración, 1940, y el nombre de su ejecutor.