DESIGNIO DE LA NACIÓN EL GENERAL PORFIRIO DÍAZ UNA VEZ MAS PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA OON AQUIESCENCIA, P O E MANDATO, PARA G L O R I F I C A C I Ó N PATRIA I Hay un hecho singular, imponente, único en la historia: en tocias partes, de todos los pechos brota el deseo, y de todos los cerebros surge la idea de que el General Porfirio Díaz corone su obra de avance, de justicia y de redención. La encendida aspiración del pueblo que llameando gloria alumbra la vida del Caudillo, llega á nosotros en cadenciosas oleadas do entusiasmo que entona y alienta, cual la bíblica promesa de trabajo, de unión y de felicidad: es un concierto universal do voluntades desplegándose sobre la Nación que se derrama y rebosa como un inmenso océano palpitando de esperanza en el porvenir de la República.—Y el ungido en el próximo sufragio abrirá las puertas del Siglo A la Patria, que va al progreso. Ningún voto más solemne en nuestra vida de libertad. II ¿Cómo ha llegado, el hombre-éxito, á reunir en la mano ira haz de ideas y pasiones, dispersas, contrarias, irreconciliables é. hirvientes, y á formar de un soplo y con ellas el espíritu é invocación nacional? ¿Cómo se explica la transfiguración de un pueblo que ya al caer se detiene, reflexiona, depone las armas, reforma las instituciones, cambia de estructura, apaga sus odios, se yergue, trabaja, crece y vuela á la altura del Siglo? III Deshecha y rugiente la tempestad azotaba por todos lados á la República: iba á sumergirla hondo en el piélago infinito de la desgracia. Es larga la exposición, pero epilogando los acontecimientos llegamos pronto á nuestros días. En artículo de esta clase, eeanos permitido pintar de prisa sobre amplios lienzos y siguiendo las líneas rectas sin definir los contornos, para bosquejar el cuadro general que completará el lector. * La Conquista enervó una raza de emperadores viril, pujante y soberbia. La Independencia fué la divina y suprema osadía de la esclavitud: acrisolarse en la muerte. La lucha civil fué un derroche de libertad que debió emplearse en la construcción del organismo político. El 47, el año terrible, fué un sacrificio, un sacudimiento tremendo á nuestra existencia y una herida brutal á nuestro orgullo, con creces vindicado y satisfecho ahora: la débil República peleó contra el coloso haciendo milagros de patriotismo, con más gallardía y con más éxito que la poderosa Inglaterra cuando sus Colonias en América pretendieron emanciparse yse emanciparon. La guerra con los franceses, que retrocediendo golpe á golpe, salieron de aquí con las banderas arrolladas y sin batir tam- bores: fué una hazaña que mereció el aplauso de las almas que se agitan en los cielos de la libertad y que los Estados Unidos del Norte, identificados con nosotros en el espíritu y en el ideal republicano, queriendo conservar iguales instituciones é intereses y alejar de América al enemigo común, hicieran una demostración de simpatía dando á la causa santa el prestigio de su historia y de sus éxitos, amistosa influencia en nuestro favor, que agradecimos y agradecemos, porque reducida á términos honrosos de oferta y dignos de aceptación, era la valiosa fuerza moral de su renombre, y no intervención decisiva, ni resolutoria, ni armada, que el pueblo y el Gobierno no pidieron, no hubieran aceptado ofrecida, no se hubieran dejado imponer vivos, no se les impondría ni aun muertos, pues que los baluartes de cadáveres se sostienen ante la Historia, ante la Humanidad y ante Dios, latentes y majestuosos, con la dignidad é imperio con que sostienen y sostendrán nuestros pechos esa línea divisoria, fija, clara, absoluta, sagrada, infranqueable, última: la guerra con los franceses y el triunfo de la Eepública sobre el Imperio, pusieron á prueba nuestra vitalidad inagotable. Nueva contienda vino á ahondar rencores derramando sangre de hermanos y otra vez á bregar por el deber y por la Ley. Entonces, cuando agotados los recursos y cargado el país de deudas, de dolor y de responsabilidades, desfallecía hasta el agotamiento; cuando menguada la Autoridad el bandidaje se colaba á rastras por todas las puertas, y lleno de angustia anhelaba el pueblo nueva y buena vida; cuando había llegado la hora de organizamos y de atender á representaciones, amistad y crédito en el extranjero, so pena de perderlo todo; cuando se levantaba imperioso el clamor pidiendo, para poner al frente de la sitúa- 6 ción á un hombre de carácter, de saber y de presti­ gio, patriota, honrado é inteligente, á un hombre de alto y amplio criterio para acabar con las mezquin­ dades, las pequeneces y las miserias, de noble y gran­ de alma para acabar con las disensiones, las rivali­ dades y los odios; de bandera desplegada y nacional para acabar con los programas, los partidos y las venganzas, á un hombre de valor templado á fuego para acabar á cintarazos y golpear en el suelo y des­ pedazar las cobardías, las infamias y las traiciones, á un hombre de brazo de hierro para acabar á mar­ tillo sobre el yunque con las cabezas de las asonadas, cuartelazos y pronunciamientos; entonces, cuando se iba á perder ó á salvar todo, en los supremos momen­ tos en que debía surgir, en que la República esperaba que surgiera, surgió el General Porfirio Díaz, el desea do, el batallador, el destino, y desde los primeros em­ bates se comprendió que era el Campeón, es decir: que hacía campo en derredor para enfrentar las dificulta­ des y vencerlas. Surgió tallado con las condiciones de la lid; de recias fibras de acero, de agudo pensar, fiel á su credo, radiante con la aureola de su historia y de su Patria. IV Venía el General del Mediodía, de cara al Norte, sin Sol al frente que lo deslumhrara en el día, guia­ do por las siete estrellas boreales; la fama le abría paso, llegaba á su puesto. Su carrera militar había sido napoleónica; sin de­ clive, sin ocaso, sin extinción, sin Waterloo, sin fin. Soldado de pies á cabeza, soldado de una pieza, firme, musculoso, con imperio, voz y don de mando: fué en la guerra intrépido como Alejandro, táctico como Molke, ejecutivo como Bismark, fecundo como 7 Bonaparte; severo, aguerrido y centelleante como Morelos. Hombre de natural grave, temperamento ardiente y complexión atlétiea, se presentó en el campo de Marte con el resplandor de la fe en sí mismo, re suelto al sacrificio y A la temeridad. Servidor de la República, peleó por ella; contra loa americanos, contra los franceses, contra ¡os traidores. Jefe de recavóos inagotables, habituado á juzgar y á dominar á los hombres con un golpe de mirada en hito, ágil, sereno, valiente é infatigable; si prisionero, so mantuvo como era: enérgico, completo, íntegro; si vencedor, perdonó ó castigó á quien lo merecía, sin obsesión, ein saíla, sin complacencias ni debilidades. Pensador de cuyo cerebro salían ideas en saetas y destellos como Minerva de la cabeza de Júpiter, armada ya y dando gritos de guerra, con eficaz celeridad é impetuoso valor bélico va á la victoria y á la victoria fué: de su genio bien puede decirse, repitiendo la frase única: "llegó, vio y venció." * * Ya en la Presidencia de la República, caballero correctísimo de costumbres intachables, se reveló político sagaz y estadista de comprensión, memoria y vigor singulares. No podemos escribir la historia del progreso en México, y sería necesario hacerlo para juzgarle como Gobernante. Mas, establecer la paz en el fragor de la guerra, abrir los bosques y tajar las montanas para tender vías de comunicación sobre el desierto, trepando las crestas y salvando los vericuetos de la sierra, abolir las alcabalas para cumplir al pueblo la promesa de los Constituyentes, reducir los impuestos, nivelar los presupuestos, atesorar el superávit y convertir la deuda, celebrar tratados, establecer y recibir Embajadas, viviendo en armonía y franca amistad con todos los pueblos, desarrollar la agricultura, la minería, la industria, la instrucción pública, las instituciones de crédito y de beneficencia, adminis trar recta la justicia, reorganizar el Eje'rcito, moralizar y ordenar la Administración vigorizándola con la excitación de su magia: estas y otras son sus obras de amor y consagración á la Patria. Mover lo que parecía inamovible, remediar lo que parecía irremediable, realizar lo que parecía irrealizable, vencer lo que parecía invencible, cristalizar la idea flotando en inquietas ilusiones, galvanizar los desfallecidos espíritus, fecundar las agotadas fuentes de la vida, llegar á la meta y no marearse al volver la vista abajo, apurar la gloria sin enloquecerle la ebriedad de sus fulgores, sentir la fragante caricia del triunfo y no ceder á su voluptuosidad divina: hacerse querer, hacerse respetar, hacerse amar: es lograr en vida el apoteosis, la deificación de la inmortalidad. * * La historia de la naciente República que gobierna el General Porfirio Díaz, y la propia historia del militar y pensador, resumen satisfactoriamente la situación política de México. Sin esfuerzo, examinando los acontecimientos que de un vuelo hemos delineado, se comprenderá lógico, muy debido y muy justo, nuestro deseo, nuestro empeño y afán, porque el General Díaz continúe la ardua tarea, iniciada con valor y acierto, la que implantó con prudencia y habilidad: la difícil labor de reorganizar definitivamente este país. V Nosotros, que liemos seguido COD atención y con respeto las manifestaciones de la democracia en pro del elegido, aplaudimos la idea de reelegir al actual Presidente por necesaria, patriótica y loable, porque de ella somos muy sinceros, muy adictos y entusias­ tas partidarios; pero no estamos conformes con todos los medios empleados para realizarla. Para abreviar los rigores del bochorno, denunciaremos sólo los pe­ cados capitales. Tanto como halaga nuestro amor á la Patria ver que la aspiración nacional es también la aspiración que cunde, satisface y regocija á los extranjeros, aqui y en el extranjero, y que con nosotros también los europeos y los americanos, se inclinan ante la ma­ jestad del Benemérito; tanto así, y más aún, nos sor­ prende que mexicanos sean quienes convoquen é in­ viten á las Colonias extranjeras á tomar significativa é importante participación en asunto de nuestra ex­ clusiva, propia y única ingerencia. Simples manifes­ taciones se les piden, sin comprender, ó á pesar de comprender, que con eso, con simples manifestacio­ nes se ha hecho y se hace en todas partes la elección: la cédula no es más que la resultante, la opinión es la causa. A que coadyuven indirectamente, se les excita, sin comprender, ó á pesar de comprender, que entre tomar y n o tonar parte no hay término ni clasificación media, y que puntos de honor nacional, ni indirecta, ni mediata, ni remotamente se ponen en manos de los extranjeros.—El elemento extranjero respecto de la política de nuestro país no puede tener, no tiene, es natural que no tenga, otro móvil ó interés que el aseguramiento, desarrollo y prosperidad de sus capi­ tales. Y no porque alguien proteste contra esta ase- 10 veración es menos cierta. Pesa poco en su ánimo lo que decide el nuestro: los antecedentes, los sacrificios, la excelencia, y el apostolado de la República. Ellos ven y sienten que hay paz y para su enriquecimiento piden paz.—Uno de los motivos que nos ha resuelto á escribir este artículo es, decir alto y claro, á los que llaman á los extranjeros en la hora de las elecciones, que: para decidir de los destinos de la Nación, aquí estamos y basta con nosotros, sin solicitar influencias que el Gobierno no necesita, no quiere, ni aprueba, ni acepta, y que debían evitarse por innecesarias, porque lastiman nuestra dignidad, porinadmisibles. Son precedentes de extrañas y funestas consecuencias. ¡Ojalá que no tengamos que lamentar maílana el tremendo error en que incurren los que así proceden en momento y en asunto que va á resolver de nuestra existencia! Lejos de nuestro ánimo pasar Rin satisfacer sus intereses. Muy lejos de nuestro deseo está alejarlos del triunfo, pero del triunfo que es placer, orgullo y gloria, yque debemos celebrar todos con todos. Mas en el trabajo de cuyo mérito y éxito estamos á las resultas, en el servicio para la Patria y por la Patria; sólo nosotros podemos alistarnos, dirigirlo y resolverlo. Sólo los mexicanos pueden oficiar en el templo de la Patria mexicana. Se agradece, dejándolos á la puerta, la adhesión de los extranjeros: concluido el acto de soberanía, al que deben estar presentes sólo los que van á delegarla, pueden ellos llegar á ver, para aplaudir, lo que está hecho y bien hecho. Recordemos, apropiando la frase sibilina, que los pueblos débiles no deben ser, no tienen el derecho de ser, generosos, complacientes, ni galantes. Los extranjeros tienen otras muchas oportunidades * para demostrar, como lo han hecho ya, su respeto y admiración al Gral. Porfirio Díaz: si formaron ahora en política manifestación, fué, atraídos, obligados, 11 arrastrados, por la insistencia y terquedad de los que en mala hora promovieron semejante dislate. Afortunadamente, como era de esperarse, el avisado estadista rayó á la altura de la esperanza, más arriba del peligro. En su contestación á los manifestantes del 23 de Noviembre, cortos, elocuente y magistral, dedicó sus frases sanas y robustas exclusivamente á nosotros, al pueblo, á los mexicanos. ¡Hay que tener fe en su patriotismo! Por otra parte: esto es de casa y para nosotros. Si los Clubs electorales en vez de obligar al pueblo á que entre por una vereda para ir á ejercitar sus derechos, con circunstancias, ritual, medida y todo, indicaran el movimiento y nada mas, dejándonos desbordarnos en entusiastas manifestaciones de simpatía, adhesión y gratitud al General Porfirio Díaz; si en vez de andar en devaneos redactando programas, discursos y manifiestos para esperanzar ambiciones personales, se ocuparan de los verdaderos intereses de la República, el próximo día, sería un día de fiesta, de satisfacción, de gloria, iríamos al sufragio emitiendo nuestro voto de viva voz como en la antigua Roma, con grandes y ruidosas aclamaciones como en Lacedemonia, levantando las manosydando graciasá Dios como en Atenas, y esta calumniada Nación demostraría, urbi et orbe, que, sobre su historia, sobre sus creencias, sobre sus instituciones, sobre sus amores, sobre sus esperanzas, sobre su religión, ha levantado un Gobierno en el pueblo apoyado y por el pueblo sostenido, que cuenta con toda su voluntad, con todo su esfuerzo, con todas sus energías, con las energías, esfuerzo y voluntad de todos los mexicanos. Que el pueblo por sí y ante sí delegue su soberanía sin tra- 12 bas, sin listas, sin colectas, sin farsas, sin álbums, sin disparates, sin mentiras, y saldrá de la urna la opinión unánime, armónica, consoladora, íntegra, verdadera, nuestra, y todos y cada uno veremos que hemos puesto en ella la mano, sintiendo dentro del pecho palpitar el alma nacional y habrá llegado el momento: "el consumalum est de la democracia" ¡Diossalve al Gobierno de sus amigos! VI En la impetuosa corriente de la opinión que aclama al hombre tres veces grande: en la guerra, en la paz y en el corazón de sus conciudadanos, como Washington, vamos todos rezando en voz alta el Credo, agitándola con entusiasmos, bañándola con esperanzas y alegría, enriqueciéndola con flores, razones y creencias: los lauros y trofeos de nuestra heráldica. Ya la nueva generación, que surge ahora á la bullente vida de la eterna humanidad, al incesante tornear de la inteligencia que llamea inquieta y jadeante por evolucionar la tradición, prendida de las garras como la hiedra á las piedras envejecidas; la nueva generación determinada por la naturaleza á reverdecer con su savia primaveral los árboles que gastó el invierno para avanzar todos floreando en espléndida manifestación de la obra de Dios, la que va resuelta á su destino derramando energías, pedrería y el vigor de su poesía y arrebatos, desnudo el atlético pecho de bronce y erguida la noble cabeza que se agitará á la hora de la tempestad parando rayos, la juventud que hablará á la posteridad para historiar estos días: se propone ahora ejercitar el derecho y cumplir con el deber que en la excelencia del sistema democrático tiene todo ciudadano de expresar el latido de su conciencia, y al efecto, repitiendo alto la voluntad 13 nacional, los jóvenes se unen al movimiento patrió­ tico, á la caravana en que van los veteranos de la ley, los venerables ancianos de hermosa cabellera blanca, de sonrisa discreta y benévola como la experiencia, los Magistrados de serenidad augusta como estatuas vivas de la Justicia, los soldados de la Patria, de pres­ tigiada historia y valiosos servicios, de frente limpia como una placa de marfil ó de bronce, con sus me­ dallas de oro sobre los corazones de oro, la caravana á la que se unen también profundos pensadores que caminan con el peso de sus conocimientos, letrados que sorprenden los secretos de la ciencia, banqueros representando la bondad del capital, industriales ala­ bando los beneficios de la paz, obreros con sus ar­ mas al hombro, agricultores bendiciendo los frutos de la tierra, sacerdotes con sus simbólicas investi­ duras, poetas, filósofos y escritores de alado y so­ berbio pensar: la caravana que desfila ante la mul­ titud, que desfila rodeada del pueblo, el pueblo de todas partes, de todas clases, el pueblo mexicano, el generoso, honrado y digno pueblo que se alista en la milicia para guardar el orden é integridad del país, que baja á las profundidades de la tierra y del mar para volver con los tesoros inagotables, que traba­ jando en los talleres y en las fábricas da forma á la idea creadora, que hiere el suelo, regado con su sangre, para fecundarlo y levantar y repartir las re­ compensas, que lleva las cargas y acepta las respon­ sabilidades, que paga diligente los impuestos y sus­ tenta el organismo social; el abnegado pueblo que si­ guió inflexible en la guerra al General Díaz, que ya le conoce, le respeta y le admira, que sufrió con él en la desgracia, apurando hasta las últimas gotas de su fe y siguiendo el último rayo de luz que alumbraba el camino á la salvación; el pueblo que peleó á sus órdenes, como un gigante, como un coloso, como un 14 titán, que no abandonó á su general en los días de prueba, de penosa, amarga y dura prueba, que le entregó su vida dejándose conducir á la muerte ó á la gloria, el pueblo de firmes convicciones y fieles amores; la ruidosa é interminable caravana en que vamos los buenos Lijos de México: todos unidos en un deber, en un ideal, en una comunión, para un mismo fin, contribuyendo con su parte de saber, concordia y adhesión, llegamos en esta hora de justicia, de bien ganada y merecida vindicación, á la Mesa Electoral para entregar de nuevo nuestros destinos en manos del hombre que encarna el honor, la historia y la vida de la Patria! VII Abiertas quedan las páginas del Libro: van marcados con una cruz negra los castigos que la Justicia sentenció para los opresores de los pueblos: los azotará siempre el canto infernal del Dante. Señaladas eBtán con rojos círculos de oro las coronas que Dios puso en la frente de los hombres buenos; los bendecirá eternamente la estrofa celeste de Homero. Allá, en el pasado, por el fondo, van las sombras y los recuerdos aterrando y ejemplificando á los hombres: el hijo de Júpiter abandonado por el ejército sale de Alejandría para arrojarse y morir en el tempestuoso y palpitante delirio de sus ardientes y últimos amores; aborrecido, admirado, desterrado, haciendo sentir en todas partes su omnipotencia, muere el Conquistador que para redimir, para glorificar á la humanidad esclava á sus pies, la sangró impávido á espolazos; consoladora como una oleada de satisfacción llega la figura del Libertador de las Cinco Eepúblicas que entonan salmos alegres al excelso Patricio; imponente y divina la del Creador de la Unión Norte- 15 americana, á quien su pueblo agradecido venera con religioso fervor; luminosa como inmortal aureola la del Cura de Dolores una y mil veces santo y bendito; augusta y serena la del Dios del patriotismo, inma­ culado y benemérito en América y el desfile es interminable. Abiertas quedan las páginas del Libro: ofrecedlas, Sefiores, á vuestros hijos para que en ellas redacten la sentencia, á voluntad: en afilados tercetos como el Florentino ó en poema heroico como el Griego. México, Enero de 1900. EMETBKIO DE LA GAEZA ( J E . )