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MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE
CORREGIR AL QUE SE EQUIVOCA
ESCUCHEMOS: MATEO 18, 15-20
Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu
hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se
decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo
a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo
como pagano o republicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la
tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado
en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para
pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos
o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos».
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#MisericordiaEs
La tarea de remendar agujeros
Misas Matutinas en Santa Marta – Viernes 12 de septiembre de 2014 – Papa Francisco
Les presentamos una reflexión del Papa Francisco que nos invita a entender este servicio de la
corrección fraterna, a la que estamos llamados los cristianos
“Cristianos que corren el riesgo de ser «descalificados», como advierte san Pablo, si pretenden
hacer una corrección fraterna sin caridad, verdad y humildad, dando cabida a la hipocresía y las
habladurías. En realidad, este servicio al otro requiere, ante todo, reconocerse pecadores y no
erigirse en juez.
[…] En particular, «hoy el Señor nos hace volver a una de esas actitudes, sobre la que ya he
hablado, es decir, la corrección fraterna». La idea fundamental es: «Cuando un hermano, una
hermana de la comunidad se equivoca, ¿cómo debo corregirlo?».
A través de la liturgia (Lc 6, 39-42), «el Señor nos había dado algunos consejos sobre cómo
corregir» al otro. Pero «hoy retoma todo y dice: hay que corregirlo, pero como una persona que
ve y no como un ciego».
«Antes que nada —afirmó el Pontífice—, el consejo que da para corregir al hermano, lo hemos
oído el otro día, es llevar aparte a tu hermano que se ha equivocado y hablarle», diciéndole:
«Pero hermano, en esto creo que no has obrado bien».
Y «llevarlo aparte» significa precisamente «corregirlo con caridad». Porque «no se puede
corregir a una persona sin amor y sin caridad». Sería como «hacer una operación quirúrgica sin
anestesia», con la consecuencia de que el enfermo moriría de dolor. Y «la caridad es como una
anestesia que ayuda a recibir la curación y aceptar la corrección». Entonces, el primer paso
hacia el hermano: «llevarlo aparte, con mansedumbre, con amor, y hablarle».
[…] Junto con la caridad, es necesario «decir la verdad» y jamás «decir una cosa que no es
verdadera». En realidad, observó, «cuántas veces en nuestras comunidades se dicen cosas de
otra persona que no son verdaderas: son calumnias». O, «si son verdaderas», de todos modos
«se arruina la buena fama de esa persona».
Desde esta perspectiva, un modo de dirigirse al hermano, según el Papa, puede ser el siguiente:
«Esto que te digo, a ti, que tú has hecho, es verdad. No es un rumor que me ha llegado».
Porque «las habladurías hieren, son bofetadas a la buena fama de una persona, son bofetadas
al corazón de una persona».
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#MisericordiaEs
Entonces, es necesaria siempre «la verdad», si bien a veces «no es agradable oírla». En todo
caso, si la verdad «se dice con caridad y con amor, es más fácil aceptarla». Por eso hay que
decir «la verdad con caridad: así se debe hablar de los defectos de los demás».
De la tercera regla, la humildad, Jesús habla en el pasaje del evangelio de san Lucas: corregir al
otro «sin hipocresía, es decir, con humildad». Es bueno tener presente, aconsejó el obispo de
Roma, que «si debes corregir un defecto pequeño, piensa que tú tienes tantos más grandes». El
Señor lo dice con eficacia: saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver bien para sacar
la brizna que hay en el ojo del otro. Sólo así «no serás ciego» y «verás bien» para ayudar de
verdad al hermano. Por eso es indispensable «la humildad» para reconocer que «yo soy más
pecador que él, más pecador que ella». Luego, «debo ayudarlos a él y a ella a corregir este»
defecto.
«Si no hago con caridad la corrección fraterna, no la hago en verdad y no la hago con humildad,
me convierto en ciego», advirtió el Papa. Y si no veo, se preguntó, ¿cómo hago para «curar a
otro ciego?».
En esencia, «la corrección fraterna es un acto para curar el cuerpo de la Iglesia». Francisco la
describió con una imagen eficaz: es como volver a coser «un agujero en el tejido de la Iglesia».
Pero hay que proceder «con mucha delicadeza, como las mamás y las abuelas cuando
remiendan», y es precisamente este estilo con el que «se debe hacer la corrección fraterna».
Por otra parte, puso en guardia, «si tú no eres capaz de hacer la corrección fraterna con amor,
con caridad, en la verdad y con humildad, ofenderás, harás un daño al corazón de esa persona:
harás un crítica más que hiere y te convertirás en un ciego hipócrita, como dice Jesús». En
efecto, se lee en la página evangélica de san Lucas: «Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo».
Aunque hay que reconocer que soy «más pecador que el otro», de todos modos como
hermanos estamos llamados a «ayudarlo a corregirse».
El Pontífice no dejó de dar un consejo práctico. Hay «un signo —dijo— que quizá nos pueda
ayudar: cuando uno ve algo que no está bien y siente que debe corregirlo», pero advierte
«cierto placer en hacerlo», entonces es el momento de «estar atento, porque eso no es del
Señor». En efecto, «en el Señor siempre está la cruz, la dificultad de hacer una cosa buena». Y
del Señor vienen siempre el amor y la mansedumbre.
[…] El Papa Francisco concluyó pidiéndole al Señor que «nos ayude en este servicio fraterno,
tan hermoso y tan doloroso, de ayudar a los hermanos y a las hermanas a ser mejores»,
impulsándonos «a hacerlo siempre con caridad, en verdad y con humildad».
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COMPROMISO PARA EL MES
Para el mes de marzo te proponemos el gesto de “Corregir al que se equivoca”.
Animate a pedirle a Dios Amor, Verdad y Humildad, valores necesarios para que
podamos cuidarnos y ayudarnos entre nosotos, para volver la mirada hacia Dios.
En este recurso, te ofrecemos algunas ideas y herramientas que te pueden servir
para llevar a cabo esta obra de misericordia espiritual durante este mes
UN EJEMPLO DE SANTA TERESITA
Santa Teresita de Lisieux, en Historia de un alma, nos deja un lindo ejemplo, lleno de Humildad,
Amor y Verdad
Cuando, a los 15 años, tuve la dicha de entrar en el Carmelo, me encontré con una compañera
de noviciado que había ingresado unos meses antes. Tenía ocho años más que yo; pero su
temperamento infantil borraba la diferencia de los años, así que pronto usted, Madre, tuvo la
alegría de ver que sus dos postulantes se entendían a las mil maravillas y se hacían
inseparables. En orden a propiciar aquel afecto naciente, que le parecía que había de dar
buenos frutos, nos permitió que tuviéramos juntas, de vez en cuando, algunas charlas
espirituales. Mi querida compañera me encantaba por su inocencia y por su carácter abierto.
Pero, por otro lado, me extrañaba ver cuán distinto era el afecto que ella le tenía a usted del
que le tenía yo. Había también, en su comportamiento con las hermanas, muchas otras cosas
que yo hubiera deseado que cambiase... Ya en aquella época Dios me hizo comprender que hay
almas a las que su misericordia no se cansa de esperar, a las que no concede su luz sino paso a
paso. Por eso, yo me cuidaba muy bien de adelantar su hora y esperaba pacientemente a que
Jesús tuviese a bien hacerla llegar. Reflexionando un día sobre el permiso que usted nos había
dado para hablar y así inflamarnos más en el amor de nuestro Esposo, como dicen nuestras
santas Constituciones, me di cuenta con tristeza de que nuestras conversaciones no alcanzaban
el fin deseado. Entonces Dios me dio a entender que había llegado el momento y que ya no
tenía por qué tener miedo a hablar, o que, de lo contrario, debería poner fin a unas
conversaciones que tanto se parecían a las de dos amigas del mundo Aquel día era sábado. Al
día siguiente, durante la acción de gracias, le pedí a Dios que pusiera en mi boca palabras
tiernas y convincentes, o, más bien, que hablase él mismo por mi boca. Jesús escuchó mi
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#MisericordiaEs
oración y permitió que el resultado colmase ampliamente mi esperanza, pues los que vuelvan
su mirada hacia él quedarán radiantes (Sal XXXIII) y la luz brillará en las tinieblas para los rectos
de corazón. Las primeras palabras se aplican a mí y las segundas a mi compañera, que
realmente tenía un corazón recto... Cuando llegó la hora en que habíamos quedado para
encontrarnos, al poner los ojos en mí la pobre hermanita se dio cuenta enseguida de que yo no
era la misma. Se sentó a mi lado, sonrojada, y yo, apoyando su cabeza en mi corazón, le dije,
con llanto en la voz, todo lo que pensaba de ella, pero con palabras tan tiernas y
manifestándole tanto cariño, que pronto sus lágrimas se mezclaron con las mías. Reconoció con
gran humildad que todo lo que le decía era verdad, me prometió comenzar una nueva vida y
me pidió, como un favor, que le advirtiese siempre sus faltas. Al final, en el momento de
separarnos, nuestro afecto se había vuelto totalmente espiritual, no había ya en él nada de
humano. Se hacía realidad en nosotras aquel pasaje de la Sagrada Escritura: «Hermano
ayudado por su hermano es como una plaza fuerte».
EN NUESTRA VIDA
Te regalamos esta linda oración, para pedir el don de la Humildad, esa virtud tan linda que nos
hace sencillos de corazón, generosos y libres de todos los egoísmos humanos
Señor Jesús, manso y humilde.
Desde el polvo me sube y me domina esta sed de que todos me estimen,
de que todos me quieran.
Mi corazón es soberbio. Dame la gracia de la humildad,
mi Señor manso y humilde de corazón.
No puedo perdonar, el rencor me quema, las críticas me lastiman,
los fracasos me hunden, las rivalidades me asustan.
No se de donde me vienen estos locos deseos de imponer mi voluntad,
no ceder, sentirme más que otros...
Hago lo que no quiero. Ten piedad, Señor,
y dame la gracia de la humildad.
Dame la gracia de perdonar de corazón,
la gracia de aceptar la crítica y aceptar cuando me corrijan.
Dame la gracia, poder, con tranquilidad, criticarme a mi mismo.
La gracia de mantenerme sereno en los desprecios,
olvidos e indiferencias de otros.
Dame la gracia de sentirme verdaderamente feliz, cuando no figuro,
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#MisericordiaEs
no resalto ante los demás, con lo que digo, con lo que hago.
Ayúdame, Señor, a pensar menos en mi y abrir espacios en mi corazón
para que los puedas ocupar Tu y mis hermanos.
En fin, mi Señor Jesucristo, dame la gracia de ir adquiriendo,
poco a poco un corazón manso, humilde, paciente y bueno.
Cristo Jesús, manso y humilde de corazón,
haz mi corazón semejante al tuyo.
Asi sea.
(P. Ignacio Larrañaga)
CON LOS DEMÁS
Pablo, en su segunda carta a los Corintos, nos exhorta a cuidarnos entre nosotros, a aspirar a
más, a que nos ayudemos entre nosotros a alcanzar la perfección, la santidad, la plenitud, el
Amor. Recordá que cuando haya más de dos reunidos en el nombre de Dios, ahí está El.
Animate a poner en práctica este servicio de la corrección fraterna con tu familia, tus amigos,
tus ámbitos laborales, de estudio, la parroquia, el barrio…
“Por último, hermanos, alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros,
vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes”.
(II Cor, 13, 11)
UN CUENTO
Un lindo cuento que ayuda a poner una imagen en esta unión fraterna entre los hermanos
No pesa, es mi hermano
El grupo estaba de excursión, en alegre jornada, cuando aparece a lo lejos un niño de unos ocho
años que trae sobre sus hombros a otro más pequeñito, como de tres. Su rostro era ardiente,
tostadito como el de todos los campesinos del lugar. Más expresivo quizás al pasar a nuestro
lado, pero incapaz de ocultar un cierto cansancio, producido sin duda por la distancia, lo difícil
del camino y el peso del niño. Para dar calor humano y aliento al pobre niño, pregunté con tono
de cariñosa cercanía: "Qué, amigo, ¿pesa mucho?..."
Y él, con inefable expresión de cara y encogimiento de hombros, que encerraban gran carga de
amor, de valor y resignación, dice con fuerza y decisión: "No pesa, es mi hermano", y agarrando
más fuertemente al pequeño, que sonríe y saluda con su manita derecha, echa una corta y
lenta carrerita haciendo saltar con gracia a su hermanito que aún mira una vez atrás para
sonreír.
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