que ocurran estas transformaciones se requiere energía, la

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que ocurran estas transformaciones se requiere energía, la que es obtenida de la
radiación solar, mediante la fotosíntesis. Este proceso produce una gran cantidad de
substancias carbonadas que luego retornan al suelo como aportes de residuos
orgánicos frescos, donde en forma simultánea ocurren dos procesos:
a) descomposición biológica o mineralización de las fracciones orgánicas lábiles y
b) la humificación o síntesis de complejos orgánicos, denominados humus o MO
estable. El balance que se produce entre su mineralización y síntesis, determinado a
través de los coeficientes de humificación o isohúmico (k1) y de descomposición del
humus (k2), permite establecer la dinámica de la MO en los suelos. La dinámica de
estos procesos está regulada por la temperatura, el contenido de agua, los niveles de
oxígeno, la textura del suelo, el tipo de vegetación, entre otros factores (figuras1 y
2). La degradación biológica, de las fracciones orgánicas lábiles (k0) menos
resistentes a la actividad de la BM, se conoce como mineralización primaria. La
descomposición rápida de estas fracciones conduce a un enriquecimiento relativo de
substancias orgánicas menos degradables (lignina, hemicelulosa y celulosa). La
mineralización primaria ocurre relativamente rápido y concluye con el proceso de
humificación, o sea, con la formación del humus en pocos años; esto es, 1 a 2 años
en climas húmedos, templados y suelos bien aireados, 2 a 3 años en climas
templados y semiáridos. El humus a su vez, es susceptible de oxidarse al aire, pero
sobretodo es descompuesto lentamente por los microorganismos, mediante la
mineralización secundaria. Esta degradación se produce con una media del orden de
0,5 a 2,0% del total en el término de un año, acorde a las características del medio
que lo originó y las condiciones del clima. Ambos tipos de mineralización poseen
características comunes, como la liberación de nutrientes fácilmente absorbibles por
las raíces de las plantas; sin embargo, las tasas de mineralización secundaria son
menores que las de mineralización primaria. La mineralización es indispensable no
solo para restituir el Cmineral (CO2) a la atmósfera, sino también para devolver al
suelo elementos que le han sido extraídos para la biosíntesis de moléculas orgánicas.
De esta forma, el ciclo del C está estrechamente ligado al ciclo del N, P y S.
Normalmente, en suelos no intervenidos se alcanza un estado de equilibrio, donde el
nivel de MO abiótica es una función de los aportes orgánicos frescos y de las
transformaciones bioquímicas y microbiológicas de los residuos. En el caso de
suelos sometidos a diversas prácticas de manejo (ejm. incendios), este equilibrio se
altera; se destruye el nivel superficial de MO, acompañado de una esterilización
microbiológica, especialmente en el caso de cepas termolábiles. Estas altas
temperaturas desnaturalizan las proteínas, aceleran la oxidación química de la MO,
con una gran producción de CO2, junto con las pérdidas de N y S asociadas a la MO.
Luego, esta disminución o alteración de la fracción orgánica, determina la eventual
pérdida de la estructura y un riesgo de erosión del suelo. Así, los ciclos de algunos
nutrientes mayoritarios, como el C, demuestran que la biomasa microbiana es clave
en la dinámica de los nutrientes esenciales en el sistema edáfico; por ello, algunos
autores afirman que la biomasa microbiana y su actividad en el suelo puede ser
empleada como un índice de comparación entre sistemas naturales, o como un
indicador de las variaciones sufridas en el equilibrio de un suelo debido a la
presencia de agentes nocivos o su manejo productivo (Doran & Parkin, 1994). Los
parámetros microbiológicos y bioquímicos, sirven para indicar posibles cambios
netos en el equilibrio del suelo, que no podrían detectarse con métodos tradicionales
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