www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 POTESTAD REGLAMENTARIA DE LA AUTORIDAD REGULADORA DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS Y CONTROL JUDICIAL Luis A. Ortiz Zamora REDEM - Revista de Derecho Empresarial San José, Costa Rica No.2 – Octubre 2014. Págs. 67-79 ISSN 2215-373X Sinopsis Uno de los temas que más ha suscitado discusión a nivel de doctrina y jurisprudencia en relación con los órganos reguladores, es el fundamento, alcances y límites de su potestad reglamentaria. Por ello, resulta necesario analizar cuál es el fundamento y la naturaleza jurídica de esas normas que dicta la Autoridad Reguladora de los Servicios (ARESEP), así como también conocer si los Tribunales de Justicia en Costa Rica han sentado alguna jurisprudencia en cuanto a su control. Palabras claves: Órganos reguladores, Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos, potestad reglamentaria, jurisprudencia. Sumario: I. Introducción. II. Consideraciones generales sobre la potestad reglamentaria. A. Origen y justificación. B. La potestad reglamentaria en el ordenamiento jurídico costarricense. C. La potestad reglamentaria ad extra de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (ARESEP). III. Los criterios de la jurisprudencial nacional. A. Alcances y límites del reglamento autónomo en las relaciones de sujeción especial. B. El reglamento independiente. C. El caso de los auxiliares de la función pública aduanera. IV. Conclusiones 67 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 POTESTAD REGLAMENTARIA DE LA AUTORIDAD REGULADORA DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS Y CONTROL JUDICIAL tecnocrático, que funcione como alternativa a un Poder Ejecutivo jerarquizado y regido por el Gobierno; así como también que, por lo pequeños y especializados que son, resulten más permeables a las presiones de los agentes económicos dominantes en cada sector.2 Se les acusa vehementemente de ser “pequeños legisladores irresponsables y desestabilizantes”3; irresponsables porque no tienen una legitimación democrático-representativa, ni responden del ejercicio de la potestad reglamentaria en órganos políticos directa o indirectamente representativos, y desestabilizantes porque la norma que dicta el órgano puede entrar en pugna con la del Parlamento. A pesar de tan exacerbadas críticas, la realidad demuestra que hoy en día es imposible gobernar una sociedad cada vez más compleja bajo la égida de la sabia lentitud de los Parlamentos que hace años concibió Maurice Hauriou.4 Antes bien, los hechos demuestran la necesidad - sobre todo cuando se trata de regular servicios públicos – de dar paso a la legislación motorizada que más tarde conceptualizaría Carl Schmitt.5 Es por lo anterior que resulta necesario analizar cuál es el fundamento y la naturaleza jurídica de esas normas que dicta la Autoridad Reguladora de los Servicios (ARESEP), así como también conocer si los Tribunales de Justicia en Luis A. Ortiz Zamora I. INTRODUCCIÓN.- Desde que hicieron su aparición, primero en los Estados Unidos, luego en Europa, y finalmente en América Latina, constituye lugar común entre la doctrina especializada el análisis sobre la naturaleza jurídica de los órganos reguladores. Pero acaso, el tema que más ha enriquecido la cuestión ha sido, sin duda alguna, la discusión surgida en torno al fundamento, alcances y límites de su potestad reglamentaria, a lo que se une su correctivo necesario: el control judicial. En efecto, son bien conocidas las críticas de la doctrina a la atribución de potestades reglamentarias ad extra a favor de los órganos reguladores.1 Preocupa que estos órganos terminen configurando una especie de “Estado neutral” y Ver entre otros: PARADA VÁZQUEZ, Ramón. Valor jurídico de la Circular. Revista de Derecho Bancario y Bursátil, núm. 2, 1981; SORIANO, José Eugenio. La Securities and Exchange Commission. Un ejemplo de entidad instrumental de carácter expansivo. Revista de Derecho Mercantil, núm. 201, 1991; GARCÍA LLOBET, Enrique. Autoridades administrativas independientes y Estado de Derecho, Revista de Administración Pública, núm. 131, 1993; SALA ARQUER, José Manuel. La Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones. Civitas, Madrid, pág. 7, 2000; RODRÍGUEZ-ZAPATA PÉREZ, Jorge. A propósito del panorama de las fuentes del Derecho, tras las circulares de la Comisión Nacional de Mercado de Valores”, tomo III, Civitas, Madrid, págs. 2283-2292; FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Tomás Ramón. Los poderes normativos del Banco de España. Revista de Derecho Bancario y Bursátil, número 13 y Reflexiones sobre las llamadas Administraciones independientes, en Administración instrumental. Libro homenaje a Manuel Francisco Clavero Arévalo, tomo I, Civitas, Madrid, págs. 434, 435 y 438.; CARRILLO DONAIRE, Juan Antonio. Peculiaridades del sistema de fuentes en el mercado de valores. En la colección: Derecho de la Regulación Económica II, Mercado de Valores. Iustel, Madrid, 2009. 1 GARCÍA ÁLVAREZ, G. Los poderes normativos de las Administraciones independientes en el ámbito económico. Revista de Administración Pública, núm. 171, 2006. 3 ZEGARRA VALDIVIA, DIEGO. Servicio Público y Regulación. Marco Institucional de las Telecomunicaciones en el Perú. Lima, Palestra Editores, 2005, pág. 256 citando a MARZONA, N. Il potere normativo delle autoritá independenti, en CASSESE S. e FRANCHINI, C. Il garanti delle regole. Le autoritá independenti nel sistema istituzionale italiano; i loro compiti normativi, amministrativi, giurisdizionati. Un tema centrale per la democracia nel nostro paese. Ed. Il Mulino, Bologna, 1996, pág. 88. 4 HAURIOU, Maurice. Précis de droit administratif et de droit public. Librairie de la Société du Recueil J.B. Sirey & du Journal du Palais, 1907, pps. 293-294. 5 GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo. Justicia y seguridad jurídica en un mundo de leyes desbocadas. Thomson Civitas, 2006, pág. 48 2 68 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 Costa Rica han sentado alguna jurisprudencia en cuanto a su control. II. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE B. LA POTESTAD REGLAMENTARIA EN EL ORDENAMIENTO JURÍDICO COSTARRICENSE .- En nuestro medio, a tenor de lo dispuesto en los incisos 3) y 18) del artículo 140 de la Constitución Política, se ha reconocido la competencia del Poder Ejecutivo para dictar tanto reglamentos ejecutivos como reglamentos autónomos. En cuanto a los entes descentralizados, aún cuando no existe una norma constitucional que disponga en forma expresa su potestad reglamentaria, ello no ha sido óbice para su reconocimiento, con tal de que esté referida única y exclusivamente a los reglamentos autónomos. Esta potestad implícita se justifica en la dotación de la autonomía administrativa (o de primer grado) que es consustancial a todas las instituciones autónomas, lo que se traduce en su capacidad para auto-organizarse y disponer de los recursos humanos, materiales y financieros de la manera que estimen más conveniente para el cumplimiento de los fines asignados. A mayor abundamiento de razones, respecto de la Caja Costarricense del Seguro Social, por su autonomía de gobierno (o de segundo grado) en materia de administración de los seguros sociales; a las municipalidades, por su autonomía de gobierno para definir los líneamientos, objetivos, metas y fines del ente; y respecto de las universidades estatales, por su autonomía organizativa o plena (o de tercer grado), que abarca la de primer y segundo grado, más la posibilidad de dictar su propia organización interna. Ahora bien, respecto de los reglamentos ejecutivos hay que señalar que se distinguen por ser normas secundarias, en tanto están subordinadas por entero a la ley, ya que no se producen más que en los ámbitos que ésta le permite y no pueden dejarla sin efecto, contradecirla, así como tampoco suplirla produciendo un determinado LA POTESTAD REGLAMENTARIA.- A. ORIGEN Y JUSTIFICACIÓN.Aunque hoy la potestad reglamentaria es algo común, recordemos que en su momento constituyó una novedad – y hasta incluso, si se quiere, una herejía – pues no congeniaba con el dogma de la división de poderes entonces en boga. En efecto, durante la primera Asamblea Constituyente francesa la propuesta de reconocer al Rey el poder de dictar reglamentos fracasó. No fue sino hasta la promulgación de la Constitución del Consulado en el año VIII que se estableció por vez primera la potestad del Gobierno, ya no solo de proponer las leyes, sino también de hacer los reglamentos necesarios para su ejecución. Empero, fue bajo el alero del principio monárquico, integrado tras el fin del Imperio napoleónico, que finalmente la potestad reglamentaria tendría su consolidación. Bajo esa nueva premisa, la fuente de legitimidad de la ley correspondía al principio democrático, mientras el reglamento al principio monárquico. A partir de ese desarrollo histórico se ha llegado a que actualmente puedan distinguirse dos sistemas básicos: de un lado el sistema francés, que prevé un poder reglamentario general del Poder Ejecutivo, no necesitado de habilitaciones legales específicas; y el sistema anglosajón que, a partir del monopolio normativo del Poder Legislativo, ha debido idear una potestad reglamentaria sustentada en la técnica de la delegación legislativa. 69 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 efecto no querido por el legislador, o establecer un contenido no contemplado en la norma que reglamenta. De su lado, los reglamentos autónomos tienen su ámbito de acción circunscrito a la materia administrativa, es decir, a los aspectos organizativos de la Administración en el desempeño de las funciones que le son propias. Así, regulan la competencia propia de su autor, de lo que resulta su función de organizar y regular la actividad que le ha sido delegada, con la finalidad de lograr un mejor cumplimiento del fin público asignado. Bajo esa premisa, estos reglamentos se han clasificado en dos tipos, a saber: los reglamentos autónomos de organización y los reglamentos autónomos de servicio. Los primeros encuentran su fundamento en la potestad de autoorganización de la propia Administración, mientras que los segundos se sustentan en la competencia del jerarca administrativo para regular la prestación del servicio que está a su cargo, sin necesidad de la existencia de una ley previa en la materia. Los de organización y funcionamiento están referidos al ámbito interno de la estructura organizacional de la Administración, por lo que no pueden afectar derechos de terceros; en tanto que los de servicio pueden regular el ejercicio de los derechos administrativos (creados por el poder administrador mediante un acto administrativo autorizado por ley) frente al sujeto privado que los titula, una vez que ha entrado en contacto con la Administración o se ha convertido en usuario de sus servicios. Surge así, respecto de estos últimos, un nuevo orden jurídico con la finalidad de hacer posible el mejor funcionamiento del servicio, en beneficio de ambas partes interesadas en su prestación (el jerarca administrativo y el particular usuario). Se trata, por tanto, de reglamentos que crean regímenes de sujeción especial y que vienen a limitar los derechos administrativos de los ciudadanos que han entrado en relación con la Administración.6 C. LA POTESTAD REGLAMENTARIA “AD EXTRA” DE LA AUTORIDAD REGULADORA DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS (ARESEP).Es el artículo 25 de su Ley - en su actual versión7 - la norma que confiere genéricamente a la ARESEP potestad reglamentaria, y lo hace de forma amplia en relación con las condiciones de calidad, cantidad, confiabilidad, continuidad, oportunidad y prestación óptima con que deben suministrarse los servicios públicos, conforme a los estándares específicos existentes en el país o en el extranjero, para cada caso. En su versión original, sin embargo, la norma solamente le atribuía la competencia de emitir dicha reglamentación, pero dejaba en manos del Poder Ejecutivo la potestad de promulgar esas normas, de modo que, la potestad reglamentaria propiamente dicha correspondía a este último órgano constitucional.8 Adicionalmente, por disposición del artículo 77 de la Ley General de Telecomunicaciones, le corresponde también a la ARESEP dictar los siguientes reglamentos en ese ámbito9, a saber: a) Reglamento de acceso e interconexión. Resolución Nº 2006-017599 de las quince horas y seis minutos del seis de diciembre de dos mil seis de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. 7 La norma fue modificada por la Ley de Fortalecimiento y Modernización de las Entidades Públicas del Sector Telecomunicaciones, Ley No. 8660 de 29 de julio del 2008. 8 Ver OJ-051-2002 de 17 de abril de 2002 y OJ-076-2002 de 21 de mayo de 2002, ambos de la Procuraduría General de la República. 9 De acuerdo con el C-015-2010 del 15 de enero de 2010 de la Procuraduría General de la República, los artículos 25 de la Ley de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos y 77 de la Ley General de Telecomunicaciones son complementarios entre sí y no incompatibles. 6 70 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 b) Reglamento de acceso universal, servicio universal y solidaridad. c) Reglamento sobre el régimen de protección al usuario final. d) Reglamento interior de la Superintendencia de Telecomunicaciones. e) Reglamento de prestación y calidad de servicios. f) Reglamento del régimen de competencia en telecomunicaciones. g) Reglamento para la fijación de las bases y condiciones para la fijación de precios y tarifas. h) Planes fundamentales de encadenamiento, transmisión y sincronización. i) Los demás reglamentos que sean necesarios para la correcta regulación del mercado de las telecomunicaciones. En efecto, unos autores, sobre la base de las doctrinas del “unitary executive” y en virtud de una interpretación gramatical del artículo II de la Constitución, que se refiere al Presidente como aquel al que le corresponde el Poder Ejecutivo, han defendido la inconstitucionalidad de las agencias. Así, cuando el Congreso aprueba una ley habilitando a la agencia a desarrollarla reglamentaria-mente ello supone que a unos “non-elected officials” se les atribuye poder para crear derechos y obligaciones a los ciudadanos.10 Otros defienden su constitucionalidad con fundamento en el artículo I, sección 8, cláusula 18 de la Constitución que atribuye al Congreso el poder “to make all laws which shall be necessary and proper for carrying into execution the foregoing powers, and all powers vested by this Constitution in the government of the United States or in any department of officer thereof”. Desde esta perspectiva se considera a las agencias un brazo ejecutor del Congreso con la misión de evitar que la Presidencia asuma excesivos poderes que hagan revivir la monarquía autoritaria europea.11 En cuanto a su potestad normativa, los administrativistas norteamericanos se han explicado de manera práctica y no tanto dogmática la subdelegación legislativa en las agencias como un “inevitable by-product of a complex society.”12 El Congreso, al que la Constitución le atribuye el poder legislativo, se encuentra incapacitado para asumir todas las regulaciones que la moderna sociedad demanda. En virtud de ello, un tercer En este último caso, al tenor del artículo 73 inciso h) y 81 de la Ley de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos, tanto la formulación como la revisión de los reglamentos corresponde a la SUTEL, entendiéndose por ello la proposición de los reglamentos técnicos, pero correspondiéndole en definitiva a la ARESEP la potestad de aprobarlas y convertirlas en normas jurídicas vinculantes. De ahí que, aún cuando es SUTEL la que elabora la normativa, al corresponderle a la ARESEP la competencia de aprobación y promulgación, es a este órgano al que se le atribuye la potestad reglamentaria. D. EL PROBLEMA DEL ENCUADRE CONSTITUCIONAL DE LA POTESTAD REGLAMENTARIA DE LOS REGULADORES.- AVEZUELA CÁRCEL, Jesús. Supervisión Presidencial y Potestad Normativa de las Agencias Reguladoras en los Estados Unidos. Navarra, Editorial Aranzadi, S.A., 2011, pág. 105. 11 Ibid. Pág. 106 12 STRAUSS, Peter L. From expertise to politics: the transformation of american rulemaking. Ibid, pág. 111. 10 Es en los Estados Unidos - cuna de la regulación económica y de las agencias reguladoras que el tema se discute por primera vez; polémica que continúa hasta la fecha. 71 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 nivel (“regulation”) por debajo de la Constitución y la Ley del Congreso se hace imprescindible.13 Frente a esta tesis, aparece la teoría de la “nondelegation” que, haciendo una interpretación gramatical de la Carta Magna, niega cualquier posibilidad de delegación de autoridad por parte del Congreso a las agencias reguladoras para que estas emitan “regulations”. Explican quienes la apoyan que, si una de las motivaciones del nacimiento de las agencias había sido evitar la acumulación de demasiado poder en el Presidente, la teoría de la delegación de poderes legislativos, judiciales y ejecutivos en las agencias conlleva el riesgo de acabar convirtiendo a estas, que ni siquiera están reconocidas constitucionalmente, en un cuarto poder.14 Pues bien, ¿cuál es la dificultad de encuadrar constitucionalmente, no tanto a las agencias reguladoras dentro del organigrama de la Administración pública costarricense, sino de su potestad normativa? El artículo 9 de nuestra Constitución prohíbe expresamente la delegación de poderes, de manera que ningún otro poder de la República, ente u órgano de la Administración pública puede atribuirse facultades legislativas. Ahora bien, como ya vimos, la potestad reglamentaria sí es admitida expresamente en nuestra Carta Magna, no obstante, se encuentra delimitada a dos tipos de reglamentos: los ejecutivos y los autónomos. Los primeros son complementarios de una ley y le corresponde dictarlos al Poder Ejecutivo, mientras que los autónomos no pueden regular más materias que las internas; esto es, sus regulaciones en principio no pueden incidir en las situaciones jurídicas de terceros, en el tanto estos estarían fuera del espectro de organización y/o servicio que estos se encuentran facultados a regular. Por lo demás, tanto la Constitución Política como la Ley General de la Administración Pública establecen el conocido principio de reserva de ley. Ello así, tal como se desprende de los artículos 28 y 39 de la Constitución Política y 19 y 124 de la Ley General de la Administración Pública, los reglamentos autónomos están prohibidos en materia de derechos constitucionales, a más de que, ni estos, ni las circulares, ni las instrucciones ni demás disposiciones administrativas de carácter general pueden establecer penas ni imponer exacciones, tasas, multas ni otras cargas similares. Entonces, ¿cómo explicamos que una agencia reguladora, que en ocasiones es entidad descentralizada y en otras tan solo un órgano desconcentrado, pueda emitir normativa con efectos hacia terceros, así como incluso desarrollar parcelas de varias leyes? III. LOS CRITERIOS DE LA JURISPRUDENCIA NACIONAL .- A. ALCANCES Y LÍMITES DEL REGLAMENTO AUTÓNOMO EN LAS RELACIONES DE SUJECIÓN ESPECIAL QUE SE ORIGINAN EN EL SISTEMA FINANCIERO NACIONAL .- En su Resolución Nº 2006-017599, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia consideró que el CONASSIF es un órgano de dirección del sector financiero nacional a cuya orientación se sujeta la actividad de las Superintendencias Generales (SUGEF, SUPEN, SUGEVAL y SUGESE), y al que no obstante no dotársele de ningún tipo de autonomía en particular, sí se le reconoce una potestad reglamentaria por disposición legal. Ibid. Véase BREYER, Stephen [et all.] Administrative Law and Regulatory Policy. Problemas, Text and Cases. 7th edition, New York: Wolters Kluwer Law & Business, 2011, págs. 39-76. 13 14 72 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 De acuerdo con esa Sala, la potestad reglamentaria para la que está facultado el CONASSIF está referida únicamente a los reglamentos autónomos, los cuales tienen su ámbito circunscrito al administrativo, esto es, a ordenar la organización interna de ese despacho (reglamento autónomo de organización) y ordenar el servicio y función pública que realiza (reglamento autónomo de servicio). Por ejemplo – continúa la Sala - puede aprobar regulaciones derivadas de las relaciones de sujeción especial que se originan en la actividad financiera, las cuales se concretan entre las Superintendencias Generales (de Entidades Financieras, de Valores, de Pensiones y de Seguros) y las entidades, públicas y privadas, que se dedican a esta actividad (entes fiscalizados), en tanto requieren de una autorización por parte de la Administración para poder dedicarse a esta actividad. Lo anterior por cuanto el agente económico que participa en los mercados financieros (sea valores, pensiones, seguros o bancario), no es un agente comercial común y corriente, pues su actuación incide directamente en la estabilidad económica del país y ello a su vez se refleja en la situación política y social del mismo. Con todo, a pesar de que pueden regular el ámbito administrativo, deben respetar el orden jerárquico y no puedan afectar o regular el ejercicio de derechos fundamentales. Con esa premisa teórica como antecedente fue entonces que se abordó la resolución del caso que le había sido sometido a control de constitucionalidad, a saber: la impugnación del artículo 8 del Reglamento de auditores externos y medidas de gobierno corporativo aplicable a los sujetos fiscalizados por SUGEF, SUGEVAL, SUPEN y SUGESE, que establecía un sistema de rotación de las empresas auditoras de las entidades financieras fiscalizadas, de manera que las obligaba a cam- biarlas al menos cada cinco años, además de que les imposibilitaba re-contratar a la firma o profesional si no habían transcurrido tres años continuos a partir de la fecha del último informe de auditoría a su cargo. Así, encontró la Sala Constitucional que, en ese caso, el CONASSIF se había extralimitado en el ejercicio de la potestad normativa otorgada, dado que la norma impugnada excedía el ámbito de la materia administrativa, en tanto afectaba severa e irrazonablemente la libertad contractual, en el caso específico residenciado en la libertad para elegir al co-contratante, con la rotación impuesta de las firmas auditoras y el plazo para poder volver a contratar con una entidad fiscalizada, sin que se hubiera demostrado que esa limitación fuera necesaria, razonable y mucho menos proporcionada al fin que decía perseguir. Por tanto, sentenció que la limitación que había sido impuesta a las entidades fiscalizadas resultaba irrazonable y desproporcionada al imponer obligaciones al acuerdo de voluntades implicado en la relación contractual, como son la determinación de la cosa, objeto y precio de ese acuerdo, los cuales deben ser libremente estipulados por las partes. B. EL REGLAMENTO INDEPENDIENTE .En la Resolución 001000-F-S1-2010 la Sala Primera de la Corte Suprema de Justicia revolúcionó el Derecho constitucional y administrativo costarricense con la creación pretoriana de un nuevo tipo de reglamento. Efectivamente, enfrentada con la impugnación de sendas disposiciones del Reglamento General sobre Sociedades y Fondos de Inversión que obligaban a las sociedades administradoras a cobrar una compensación en caso de que un inversionista solicitara un reembolso parcial o total de sus participaciones antes de cumplir el plazo 73 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 respectivo de inversión, consideró esa Sala que, a pesar de que tradicionalmente se han clasificado los reglamentos tan sólo en ejecutivos y autónomos, la realidad impone un replanteamiento de esa clasificación para adicionar el reglamento independiente, que surge en aquellos supuestos en los que el legislador confiere la obligación de reglamentar una ley a un ente público descentralizado, tomando en consideración su competencia específica y su especialidad según la materia. En esos casos – dice Sala Primera – no estamos frente a reglamentos autónomos porque su objeto consiste en precisar las normas incorporadas en la ley, así como tampoco se trata de reglamentos ejecutivos puesto que no son emitidos en el ejercicio de la facultad constitucional de reglamentar leyes. Además, a diferencia de los reglamentos ejecutivos cuya competencia es genérica, en los independientes la materia que puede ser desarrollada es únicamente aquella para la cual el legislador le facultó en forma expresa, lo que hace a su principal característica definitoria, pues su ejercicio no es implícito – como es tanto en el caso de la potestad reglamentaria ejecutiva como en la autónoma - sino que depende del precepto legal en el que se confiere expresamente la potestad. En el caso particular, por considerar que las disposiciones reglamentarias carecían de la necesaria cobertura legal, pues dentro de las múltiples habilitaciones que al efecto dispuso el legislador a favor de la CONASSIF no le confirió una autorización específica para emitir preceptos normativos fijando una comisión, anuló las disposiciones reglamentarias impugnadas. Siguiendo esta misma tesis, en su Resolución N° 2011-005966, la Sala Constitucional varió su criterio anterior, o cuando menos el prisma bajo el cual analizó y resolvió el tema. Así, al resolver sobre la inconstitucionalidad del transitorio IX de la Ley Reguladora del Mercado de Valores, que facultaba al CONASSIF para dictar una reglamentación especial para regular a las bolsas de productos, consideró que la ley habilitante no cumplía con los requisitos mínimos de la delegación legislativa ni de la reserva de ley, por cuanto se trataba de una habilitación genérica y amplia que no desarrollaba los aspectos y alcances básicos de la regulación, de suerte que otorgaba al CONASSIF potestades totalmente discrecionales de regulación que producían una deslegalización absoluta. Y si bien no entró a definir esa Sala si se trataba de un reglamento ejecutivo o autónomo, lo cierto es que aceptó como válida la potestad reglamentaria delegada en el CONASSIF, centrándose únicamente en la extralimitación a la delegación legislativa verificada en su favor para que vía reglamento regulara a las bolsas de productos, con lo que dejó claro que el prisma utilizado en esa ocasión se separó de los dos tipos tradicionales de reglamentos (autónomos y ejecutivos) para encajarse en otro, presumiblemente el reglamento delegado.15 Sobre la delegación legislativa confr. ORTIZ ORTIZ, Eduardo. Tesis de Derecho Administrativo. Tomo I. San José, Costa Rica: Editoriales Stradtmann y Diké, 2002, pps. 223-225. Igualmente: Corte Plena, sesión extraordinaria de las 8 hrs. del 29 de noviembre de 1973. En la doctrina extranjera consúltese el libro clásico sobre el tema: GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo. Legislación delegada, potestad reglamentaria y control judicial: derecho comunitario europeo y proceso contencioso-administrativo español. Madrid, Civitas, 2007; así como también la excelente ponencia de: PERRINO, Pablo. Potestad Reglamentaria y Regulación de Actividades Económicas. Conferencia pronunciada en las VII JORNADAS INTERNACIONALES EN HONOR AL PROFESOR ALLAN R. BREWER CARÍAS “EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y LA ORDENACIÓN JURÍDICO-ADMINISTRATIVA DE LA LIBERTAD ECONÓMICA”, organizadas por la Fundación de Estudios de Derecho Administrativo (FUNEDA) y realizadas los días 3, 4 y 5 de noviembre de 2004 en Caracas, Venezuela. Disponible en: http://www.cassagne.com.ar/publicaciones/Perrino/LA%20POTESTA D%20REGLAMENTARIA%2015%20121-mez_.pdf 15 74 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 C. EL CASO DE LOS AUXILIARES DE LA FUNCIÓN PÚBLICA ADUANERA .- ahí que es correcto – concluye el Tribunal Constitucional – que estos sujetos “no solo puedan, sino que deban ser objeto de amplia regulación y dirección a través de reglamentos, manuales operativos, circulares e instrucciones específicas, pues el entorno en que realizan su actividad no es el de la iniciativa privada con zonas reguladas, sino por el contrario, sus labores – como función pública – deben encontrarse ordenadas o autorizadas dentro del ordenamiento jurídico para poder realizarse.” El régimen de los auxiliares de la función pública aduanera resulta particularmente interesante para el tema bajo estudio, no solo porque la potestad normativa con que dota la Ley General de Aduanas a las autoridades aduaneras es de las más amplias que se pueden encontrar en nuestro ordenamiento jurídico, sino además porque, al igual que sucede con los concesionarios de servicios públicos, también en este caso estamos frente al ejercicio privado de funciones públicas. En este sentido, en su Resolución N° 201109849, reiterada luego en la N° 2014-01583, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia ha considerado que ese régimen normativo y esas potestades normativas tan amplias y genéricas que se atribuyen a las autoridades aduaneras, al grado incluso de poder crear nuevos tipos administrativos sancionables, es conforme con el Derecho de la Constitución. En efecto, para sustentar su tesis, ha dicho esa Sala que “existe una diferencia en la condición de los sujetos jurídicos que han sido autorizados para realizar labores como auxiliares de la función pública aduanal, respecto de la situación de cualquier administrado que decide ejercer una actividad librada a su propia iniciativa.” En otras palabras – continúa la Sala – “la labor que realizan los auxiliares de la función pública aduanera es ajena al principio de libertad que recoge nuestra Constitución Política.” Por tanto, ello marca una nítida diferencia entre los auxiliares de la función pública aduanera – y cualquier otro sujeto que ejerza una función o servicio público delegada – frente a quienes participan de una actividad privada o comercial que el Estado puede haber regulado a través de leyes formales (i.e.: la cafetalera, telecomunicaciones, intermediación financiera o la actividad aseguradora). De IV. CONCLUSIONES.- ¿Cuál es la tesis correcta? ¿Acaso tiene alguna implicación por cuál de las tesis se decante la jurisprudencia? ¿Son contrarias o convergentes? ¿Hace alguna diferencia para la ARESEP qué tipo de actividad esté normando: los servicios públicos definidos en el artículo 5 de su Ley, o las telecomunicaciones? Pues bien, en un principio la Sala Constitucional adoptó la tesis tradicional – aunque no por ello pacífica – de que, en el momento en que una entidad es autorizada para operar como tal en un sector regulado – en aquél caso el mercado financiero -, queda sometida a una relación de sujeción especial en la que el Regulador, como órgano de dirección del sector que es, implícitamente ostenta potestad reglamentaria de índole autónoma y por tanto circunscrita a la organización y funcionamiento de las dependencias administrativas. No obstante, esa construcción teórica naufragó al verse enfrentada con el artículo 8 del Reglamento de auditores externos y medidas de gobierno corporativo en el que se establecía un sistema de rotación de las empresas auditoras de las entidades financieras fiscalizadas. En ese caso, aún cuando la Sala Constitucional admitió la potestad reglamentaria de 75 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 CONASSIF sobre las entidades financieras e incluso los demás sujetos indirectamente relacionados (auditores externos, clientes, etc.), luego la vació al concluir que ese órgano se había extralimitado en el ejercicio de la potestad otorgada, dado que la norma impugnada excedía el ámbito de la materia administrativa, en tanto afectaba severa e irrazonablemente la libertad contractual no obstante que, de conformidad con el artículo 171 de la Ley Reguladora del Mercado de Valores, el CONASSIF es competente para la determinación de las normas de auditoría, así como la frecuencia, periodicidad, alcance y divulgación de las auditorías externas a que obligatoriamente deben someterse los sujetos supervisados. Siendo así, no pareciera que nos encontrásemos frente a la libertad contractual propiamente, sino ante derechos administrativos que bien podían ser regulados vía reglamento, en el tanto y cuanto esta era una de las condiciones conocidas por los bancos y demás instituciones financieras al incardinarse, por medio de la autorización administrativa, como sujetos dentro del Sistema Financiero Nacional16. A partir de ese criterio jurisprudencial surgen además las siguientes interrogantes: ¿Declaró la inconstitucionalidad de la norma porque afectaba irrazonablemente la libertad contractual, en cuyo caso también habría sido inconstitucional una ley formal, o bien, porque al tratarse de un reglamento autónomo, no podía exceder el ámbito de la materia administrativa e inmiscuirse en el ejercicio de los derechos fundamentales? ¿Queda claro cuál es el “ámbito administrativo” al que se debe circunscribir el ejercicio de la potestad reglamentaria del regulador financiero? ¿Será acaso suficiente con ordenar la organización interna y servicio que realiza CONASSIF (“ámbito administrativo”) para cumplir con promover “un sistema de intermediación financiera estable, eficiente y competitivo”, “condiciones favorables al robustecimiento, la liquidez, la solvencia y el buen funcionamiento del Sistema Financiero Nacional”, “el establecimiento de las regulaciones para la creación, el funciona-miento y el control de las entidades financieras”, así como también con normar todo lo atinente a la autorización, regulación, supervisión, fiscalización y vigilancia que deben ejecutar todas las Superintendencias, según lo ordenan los artículos 2 inciso d y 3 incisos e y j de la Ley Orgánica del Banco Central de Costa Rica y el numeral 171 de la Ley Reguladora del Mercado de Valores? Como ya vimos, luego, la Sala Primera – presumiblemente sucedida por la misma Sala Constitucional - asumiría la posición de un sector de la doctrina que ha reaccionado a la tesis tradicional que concibe a la potestad reglamentaria del regulador como derivada de los poderes implícitos de una relación de sujeción especial por considerar que la aplicación de dicha categoría para justificar técnicas interventoras erosiona o pone seriamente en cuestión los principios de legalidad y jerarquía normativa, de tipicidad y de reserva de Ley.17 En Entre otros: MUÑOZ MACHADO, Santiago. Fundamentos e instrumentos jurídicos de la regulación económica. Tomo I. En la obra colectiva Derecho de la Regulación Económica. Madrid, Iustel, 2009, pps. 151-155. Ver otras referencias a la doctrina en: CARRILLO DONAIRE, Juan Antonio. Peculiaridades del sistema de fuentes en el mercado de valores. En la colección: Derecho de la Regulación Económica II, Mercado de Valores. Iustel, Madrid, 2009, págs. 439440. Entre la doctrina francesa merece retrotraerse hasta la obra clásica de André de Laubadere en la materia, Droit public économique, quien ya desde 1974 resaltaba la importancia de los reglamentos emanados, ya no solo del Gobierno y los departamentos ministeriales, sino también de organismos especializados, establecimientos públicos e incluso organismos privados profesionales, como fuentes del Derecho público económico. DE LAUBADERE, André. Droit public économique, Paris, DALLOZ, 1974, pps. 67-79. Entre la doctrina reciente: CHAPUS, R. A propos du pouvoir 17 MICHAVILA NÚÑEZ, José María. Autorizaciones.En el libro Estudios de derecho público bancario. Madrid, España: Editorial CEURA, 1987. 16 76 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 este sentido, se ha propuesto como alternativa al género de los denominados “reglamentos dependientes de la ley” o “reglamentos intra legem”18, que comprenden tanto a los reglamentos ejecutivos, como a aquellos otros emitidos con fundamento en una autorización legal, pero no limitados en su contenido material al desarrollo puro y simple de la Ley, aunque sí vinculados a la misma – que vendrían a ser los reglamentos independientes concebidos por la Sala Primera y los reglamentos delegados a los que refiere la Sala Constitucional como tertium genus. En este caso – se dice – más que de reglamentos dependientes de ley, debe hablarse de reglamentos simplemente “enganchados” a la ley, en los que el grado de vinculación a la Ley o a la predeterminación normativa se reduce al mínimo.19 Finalmente, específicamente en relación con las potestades normativas de las autoridades aduaneras respecto de los auxiliares de la función pública y por analogía de todos aquellos sujetos privados que ejercen funciones públicas, la Sala Constitucional sí parece acoger en toda su extensión la doctrina de las relaciones de sujeción especial - sustentada en nuestro ordenamiento jurídico en el artículo 14 de la Ley General de la Administración Pública - haciendo énfasis en la diferencia existente – en lo que a la validez, extensión y límites que la potestad reglamentaria del Regulador puede tener – entre las actividades privadas de interés público y el ejercicio privado de funciones públicas. Así, entiende la Sala que en estos casos no es necesaria una ley formal, sino que el Regulador puede normar la actividad vía infralegal, sin definir la naturaleza jurídica de las disposiciones normativas que pueda emitir. A la vista de lo que viene señalado, pues, parece claro que la posición por la cual se ha decantado la jurisprudencia, en lo que a regulación de actividades privadas de interés público se refiere, es la de una manifestación minimalista de la reserva de ley, en el sentido de que, atendiendo al carácter especializado o técnico de la materia, la Ley puede limitarse a habilitar y descentralizar funcionalmente la potestad normativa; la Ley debe establecer las normas básicas que regulan el sector, así como también los criterios y directrices de reglamentación, y el ámbito en que debe producirse, para dejar al Reglamento hacer el resto. Entonces, del estudio pormenorizado de los criterios jurisprudenciales aquí realizado se pueden descubrir los elementos claves bajo cuyo prisma enjuician nuestros Tribunales de Justicia la potestad reglamentaria del regulador financiero y presumiblemente de los demás órganos reguladores de actividades privadas de interés público o general, a saber: réglementaire ministériel, en Droit Administratif général, tomo I, 1987, p.497 y AUBY, J.M. Le pouvoir réglementaire des autorités des collectivés locales, AJDA, 1984. El primero considera que la atribución al Gobierno de la potestad reglamentaria en la Constitución Política no es incompatible con igual reconocimiento a las administraciones independientes, toda vez que la Constitución sólo se refiere a la potestad reglamentaria general, mas no así a los poderes reglamentarios especializados. El segundo autor distingue, por su parte, entre el poder reglamentario de ejecución de las leyes mencionado expresamente en la Constitución y el poder reglamentario en virtud de las leyes que resulta de atribuciones conferidas de un modo derivado por el poder legislativo. 18 GALLEGO ANABINARTE, A. La potestad reglamentaria en AAVV (dir. O. Alzaga Villamil) Comentarios a las leyes políticas, Tomo III. Constitución española de 1978, arts. 97-112, Edersa, Madrid, 1983. 19 EMBID IRUJO, A. La potestad reglamentaria, Revista Vasca de Administración Pública, núm. 29, 1991, p. 104. 1) A pesar de no ser Poder Ejecutivo, reglamentan no solo una ley sino incluso importantes parcelas de varias (al menos las siguientes: Ley Orgánica de Banco Central de Costa Rica, Ley Reguladora del Mercado de Seguros, Ley Reguladora del Mercado de Valores, Ley de Protección al Trabajador y Ley del Régimen Privado de Pensiones Complementarias) 77 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 2) No es ni un poder supremo del Estado, ni un órgano constitucional, ni un órgano con relevancia constitucional y ni siquiera un ente descentralizado, sino un órgano desconcentrado del Banco Central de Costa Rica. 3) Su potestad reglamentaria ya no es la típica norma secundaria, subalterna, inferior y complementaria de la ley, sino que tiene facultades para regular materias específicas a partir de habilitaciones legales básicas que sirven, más de limitaciones a su competencia que de habilitaciones específicas para dictar actos administrativos concretos como es lo típico del principio de legalidad. Es, en realidad, una delegación legislativa, aunque acotada por la misma ley delegante. 4) Es, por tanto, un reglamento delegado, porque más que complementar las leyes para las que está autorizado a reglamentar, las desarrolla a partir de premisas básicas, generando todo un ordenamiento jurídico especial para regular una actividad económica determinada. ostentar la ley en estos casos: “esta deberá respetar las reservas impuestas constitucionalmente y no podrá hacer delegaciones en blanco a los reglamentos de las Administraciones independientes, siendo así que el ejercicio de la habilitación por parte de éstas será el marco de programación legal de aquélla. A la ley corresponde, en definitiva reordenar o redistribuir el espacio normativo por debajo de ella.”20 Empero, respecto del Regulador de servicios públicos tradicionales, como es la ARESEP – salvo el caso de las telecomunicaciones que debe analizarse bajo el prisma de los reglamentos independientes dada su naturaleza jurídica de servicios disponibles al público – el criterio parece ser el de la existencia de una relación de sujeción especial o de un ordenamiento sectorial. En consonancia con lo anterior, los derechos y garantías de los prestatarios deben interpretarse y aplicarse, a partir de su admisión, conforme al fin de la relación de sujeción especial constituida. De ahí que, en el tanto el objeto de la regulación lo constituyan los derechos derivados o administrativos de estos, creados por la Administración dentro de la relación especial21, resulta GARCÍA-MANZANO JIMÉNEZ DE ANDRADE, Pablo. Los Reglamentos de las Administraciones Independientes. CivitasThompson Reuters, 2013, p. 598. 21 De lo expuesto, es necesario hacer una importante acotación, que por exceder el tema propuesto - no obstante lo apasionante de la temática – debe excusárseme la brevedad con que será analizada. Y es que, la clasificación de la relación jurídica trabada entre los concesionarios de servicios públicos y la ARESEP como relación de sujeción especial, ha sido duramente contestada por la doctrina, que ha presentado la teoría del ordenamiento jurídico sectorial como alternativa, no asimilable, ni por tanto idéntica. A mi modo de ver – empero - en nuestro ordenamiento jurídico administrativo, las diferencias que pudieran apuntarse en punto a ambas denominaciones son sólo variaciones sobre un mismo tema, pues al fin y al cabo, el artículo 14.1 de la Ley General de la Administración Pública prevé, justifica y produce los efectos buscados por ambas construcciones teóricas, es decir, la minoración del principio de legalidad. En este entendido, y según lo autoriza la norma citada, los principios generales de derecho pueden autorizar implícitamente los actos de la Administración Pública necesarios para el mejor desarrollo de las 20 Ello así, lo que debe buscar el juez al controlar la constitucionalidad y legalidad de la potestad reglamentaria de los órganos reguladores son las materias sobre las cuales estos tienen competencia para reglamentar a partir de la ley delegante de su potestad, pero conscientes de que, a partir de esta última ostentan una amplia – aunque no absoluta e ilimitada - discrecionalidad técnica para crear un verdadero ordenamiento jurídico sectorial que haga posible cumplir con los fines públicos asignados. Como bien señala GarcíaManzano con respecto a la posición que debe 78 www.redemcr.org No. 2 – Octubre 2014 posible al Regulador como vértice de ese ordenamiento jurídico sectorial, ejercer su potestad reglamentaria indeterminada y genérica con efectos directos y vinculantes sobre éstos, que para tales efectos, dejan de reputarse terceros a partir del acto de admisión.22 El particular que se encuentra en esa situación - en este caso en virtud de la concesión que le permite prestar un servicio público - queda incorporado dentro de ese ordenamiento jurídico sectorial, de ahí que los reglamentos que dicten los reguladores, a pesar de ser autónomos, sí les son aplicables, pues dejan de ser terceros para convertirse en parte de la organización. Entonces, la gran diferencia entre ambos regímenes analizado por nuestra jurisprudencia es que, cuando se es mero gestor, se baila al compás del son que dicta la Administración delegante; mientras que, cuando se trata de actividades privadas, en las que preexiste un derecho subjetivo del agente económico para ejercer la actividad – ciertamente bajo los parámetros regulatorios establecidos por el ordenamiento jurídico -, todo ello debe ser analizado bajo la óptica de la regulación de derechos fundamentales del agente económico que no existen propiamente cuando se es concesionario de un servicio público ante el cual no se tiene derecho preexistente alguno. Así pues, tal y como lo explicara originalmente Otto Mayer acerca de la vieja institución alemana de la supremacía especial, para el caso de la regulación de los servicios públicos en Costa Rica sigue siendo tan válida como antes lo fue su explicación: “La reserva constitucional establecida a favor de la libertad y de la propiedad se halla fuera de lugar en tanto sea necesario hacer ceder esta libertad y esta propiedad dentro de la casa de la Institución” (...) “sólo fuera de semejantes relaciones particulares que restringen la libertad, la reserva constitucional constituye un límite al Poder Ejecutivo; cuando ese límite desaparece, las disposiciones de la autoridad se hacen libres y obligatorias por sí mismas, sin ley.”23 Luis A. Ortiz Zamora Especialista en Derecho Público, Regulación Económica y Servicios Públicos. Miembro del Jurado de Pruebas de Grado de la Maestría en Derecho Público del Instituto de Enseñanza de Postgrado e Investigación de la Universidad Autónoma de Centroamérica. Profesor de la Universidad Escuela Libre de Derecho. Miembro de la Comisión de Derecho Administrativo del Colegio de Abogados y Abogadas de Costa Rica. Representante de país de la Asociación Iberoamericana de Estudios de Regulación (ASIER) y Presidente de la Asociación Costarricense de Estudios de Regulación Económica (ACERE). Socio de la Práctica de Derecho Público y Regulación Económica de BLP Abogados. [email protected]. relaciones especiales creadas entre ella y los particulares por virtud de actos o contratos administrativos de duración. 22 ORTIZ ORTIZ, Eduardo. Tesis de Derecho Administrativo. Tomo I. San José, Costa Rica: Editoriales Stradtmann y Diké, 2002. MAYER, Otto. Derecho Administrativo Alemán. Tomo IV. Traducción española, Ediciones Arayú, Buenos Aires, 1954. 23 79