EL CONTEXTO TAMBIEN EDUCA Una anécdota para empezar. Cuando era estudiante se decía lo mismo en enero que en mayo: “Llega el otoño con la caída de la hoja”. Los profesores habían sustituido los libros por cientos de hojas que caían a diario sobre las mesas de estudio. Uno se sentía envuelto por la frialdad de tanta hoja que rezumaba calor y olor de multicopista. Era una tónica que marcaba un estilo de actuación. Esta anécdota no sé si tiene que ver algo con la reflexión que quiero compartir en vuestra revista. Yo creo que sí... Y si no, ahí queda como anécdota. 1-HACIENDO MEMORIA. El mes de septiembre pasado, recién amanecido el otoño, cuando la caída de la hoja es inminente, tuve un encuentro con un grupo de profesores de la Escuela S.Valero. Era un grupo significativo por el número, ya que no suele ser frecuente que “voluntariamente” acudan tantos para reflexionar sobre temas educativos. Otros centros obligan a ello. Ciertamente no es lo mejor. El tema central de nuestro encuentro giró en torno al tipo de hombre que crea la cultura técnica. Esto, en una Escuela de Formación Profesional, es fundamental. La ciencia y la técnica por sí mismas son ambivalentes. No son ni buenas ni malas. En definitiva todo depende del hombre, que es un ser racional y libre. Cuando la razón humana se reduce a lo “científico-técnico”, nos encontramos con eso que se llama la “razón instrumental” en la que no importan tanto los fines cuando los medios. Todo se mide en función de la eficacia, de la rentabilidad, del éxito. Hoy vivimos inmersos en una cultura hija de la racionalidad científico técnica. Las aportaciones de la ciencia, de la tecnología y de la técnica se han exagerado, se han elevado a su máximo exponente, se han convertido en criterio último de verdad y se está reduciendo al hombre a una sola dimensión. Cuando hablamos de cultura nos referimos a valores, normas, ideas, creencias, modelos de comportamiento, símbolos, estilos de vida...porque la cultura ni es algo añadido al ser humano ni se reduce a un “barniz de conocimientos” que se adquiere en la escuela. La cultura abarca la vida en su totalidad. 2-EL HOMBRE Y DIOS EN LA CULTURA ACTUAL. Nuestra sociedad es democrática y pluralista. Este pluralismo lo es también de valores. Estábamos acostumbrados a una visión monolítica... y ahora, casi de repente, los cambios bruscos y acelerados nos pueden desorientar. Como educadores, en un contexto sociocultural muy concreto, nos tiene que preocupar la pregunta por el hombre. Como educadores que compartimos un proyecto educativo de inspiración cristiana, no nos puede ser ajena, si queremos ser coherentes con nosotros mismos, la pregunta por Dios. Ambas preguntas están íntimamente relacionadas. El ateísmo clásico negaba a Dios para defender al hombre. Ambas realidades parecían incompatibles. Este presupuesto estaba fundado en un malentendido. El Dios cristiano nunca es rival del hombre, sino amigo del hombre, defensor del hombre, el que potencia al hombre desde dentro de sí mismo para que llegue a su realización plena y total. Otra cosa es que los cristianos hayamos transmitido una imagen falseada de Dios. Hoy no es el ateísmo clásico el que predomina, sino un tipo de increencia que afecta al mismo hombre. Hoy existe un politeísmo muy variado (dioses y diosecillos que reclaman nuestra atención y nuestra adoración). Y dentro de este variopinto politeísmo el problema no es Dios, sino el hombre. ¿Qué lugar ocupa el hombre? ¿Qué pinta el hombre en nuestro contexto sociocultural español?. Son muchos los analistas que, desde distintas ópticas, llegan a los mismos resultados. El hombre pinta muy poco en nuestra sociedad postindustrial, compleja y fragmentada. Y cuando el hombre queda olvidado y silenciado, reducido a su mínima expresión..., ahí no hay lugar para Dios. Los cristianos –hablo en un ámbito de educadores en una escuela diocesanano podemos olvidar que “la gloria de Dios es el hombre viviente”, esta realidad fundamental que es el hombre. El hombre, eso es lo que importa. Mientras no recuperemos al hombre. Mientras no le pongamos en situación para liberarse de sus esclavitudes, mientras no valoremos su identidad, su libertad y creatividad, sus posibilidades, su riqueza personal... en definitiva “la semilla de Dios que está enclavada en lo más profundo de su ser”, mientras tanto estaremos dando palos en el aire. Seremos admiradores de la “caída de la hoja”, agoreros de lamentaciones, plañideras de una vida que se va. Hay que recuperar al hombre para recuperar a Dios. Hay que escuchar a Dios para recuperar al hombre. Es la dialéctica de la fe cristiana, que es profundamente humanista sin reducirse a puro humanismo. El hombre es humanismo y trascendencia... pero parece que las tendencias emergentes de la cultura actual le cierran el acceso a la trascendencia. Y esto se predica desde los púlpitos no de las iglesias, sino desde otros púlpitos, desde otras iglesias, desde otras tribunas..., no raras veces de corte oficial. 3-LA TAREA DE UN EDUCADOR Son muchos los síntomas del malestar de la cultura predominante. Son pocas personas las que presentan otra alternativa. Hay un resquicio para la esperanza desde ciertas inquietudes jóvenes. Parece que empiezan a tener vigencia entre los jóvenes otros valores postmaterialistas. Realmente encontré riqueza personal, inquietud y posibilidades en el amplio grupo de profesores del encuentro de septiembre. Ciertamente no todos estaban en la misma clave ni compartían el mismo grado de inquietud. Se advertían preocupaciones muy propias de septiembre: los condicionamientos inherentes a la estructura escolar con todas sus ambigüedades. Digo ambigüedades porque, en el fondo, lo importante es la línea pedagógica, el estilo de ser y actuar. Vale muy poco, cada vez menos, lo que hacemos en el recinto de las cuatro paredes de la clase, el taller o el laboratorio. El contexto sociocultural actual incide en el ambiente escolar y familiar. Los valores que se transmiten en la calle, en el trayecto desde casa hasta la escuela, en el quiosco cercano, en la caja boba (TV), en la propaganda y publicidad de las vallas, en la discoteca o bar, en tantos "lugares” que frecuenta el joven..., eso es lo que educa. Esos valores son los que van configurando su personalidad. La educación siempre es contextual... y educar es asimilar valores. La tarea que nos queda como educadores-colaboradores de los padres (los primeros educadores) es muy limitada y nunca se puede reducir a contrarrestar lo otro, lo de fuera. Es mucho más importante: *Crear CONCIENCIAS CRITICAS, incluso con el riesgo de que nos critiquen a nosotros (educadores), de que critiquen nuestra institución escolar. *Formar PERSONAS LIBRES, autónomas, que sepan decidir por sí mismas..., conscientes de los miedos a la libertad. *Fomentar la CREATIVIDAD y la ESPERANZA de cara a la superación ante un posible fracaso. *Creer en el hombre (el joven y la joven) y en sus posibilidades de humanización desde la colaboración, desde el COMPARTIR iniciativas, proyectos y esperanzas. *Conocer a la PERSONA CONCRETA con toda su problemática, tomársela en serio fomentando unas RELACIONES HUMANAS CALIDAS (más allá de la frialdad de las hojas, los libros o los materiales de trabajo), unas relaciones de JUSTICIA Y SERIEDAD en el trabajo... Es posible que así descubran otros valores y perspectivas e, incluso, es posible que nazcan en ellos y ellas otras preguntas que afecten al sentido de sus vidas y a la pregunta por lo último, lo definitivo, lo trascendente. Es posible que, desde este estilo de actuación, sean capaces de hacer una lectura de la realidad que supere a la “lectura plana y unidimensional”, recuperando otras dimensiones que les ayuden a ser personas... porque “el hombre es lo que importa”: Es posible que, al vernos humanos, profundamente humanos, descubran algo en nosotros que les llame la atención. Si es posible –y yo creo que sí-, vamos a crear un contexto educativo apto para recuperar al hombre, vamos a construir un hombre distinto capaz de crear un contexto sociocultural distinto, con una oferta de valores que hagan posible crecer y creer, creer y crear. De Jesús de Nazaret alguien dijo: “Ahí está el hombre”. Luego, otros, desde un contexto diferente reflexionaron y dijeron: “un hombre tan hombre, sólo puede ser Dios”. Eso mismo podemos hacer nosotros. -ANGEL TELLEZ SANCHEZ-(1) (1) Es salesiano y colaboró con nosotros en la preparación y desarrollo de las Jornadas de Profundización para Profesores el pasado septiembre.