SECCIÓN 3. A =ARTE HALLAZGO HISTÓRICO PIEDRA MILIARIA.—FRAGMENTOS DE OTRAS PIEDRAS Hemos adquirido un dato más en lo que se refiere á los itinerarios romanos, en la región navarra. Se trata, de una piedra miliaria de Cayo Julio Vero Maximiliano, que nos ha descubierto la casualidad, después de haber permanecido tantísimos siglos oculta en el barranco llamado «Fuente de los moros» del pueblo de Eslava. Es por su tamaño, contada la basa, una respetabilísima columna de un metro noventa y cinco centímetros de longitud, por un grosor relativamente considerable, la cual lleva en su fuste, en doce líneas repartida, con tres siglas nada más en la que hace el número trece, la inscripción siguiente: 1.ª 2.ª 3.ª 4.ª 5.ª 6.ª 7.ª 8.ª 9.ª 10 11 12 13 IMP. CAESAR. C. IVLIVS VERVS MAXIMINVS. P. F. AVG. GERMAN ICVS. MAXIMVS. DACICVS MAXIMVS. SARMATVCVS. MAX IMVS. PONTIFEX. MAXIMVS. TRIBVNICIE. POTESTATIS. V. IMP. VI P. P. COS. PROCOS. ET. C. IVLIVS, VERVS MA XIMVS. NOBILISSIMVS. CAESAR. GER MANICVS. MAXIMVS. DACICVS MA XIMVS. SARMATICVS. MAXIMVS. PRINCEPS. IVVENTVTIS. FILIVS, D. N. IMP. C. IVLI. VERI. MAXIMINI. P. F AVG. No son necesarios muchos estudios de epigrafía, para descifrar estas letras romanas, y dar con el significado de las mismas. —34— Están completos en ellas los títulos y renombres del Emperador á que se refieren, y se hace por este concepto fácil su lectura é inteligencia. A mi corto entender, vertidas á nuestra lengua, dicen lo siguiente: «El Emperador César Cayo Julio Vero Maximino, piadoso y felicísimo Augusto, gran vencedor de los germanos, gran vencedor de los Dacios, gran vencedor de los Sármatas, Pontífice máximo, por quinta vez gran tribuno del pueblo, . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . padre de la patria, cónsul y procónsul. Y Cayo Julio Vero Máximo nobilísimo César, gran vencedor de los germanos, gran vencedor de los Dacios, gran vencedor de los Sármatas, príncipe de la juventud romana, hijo de nuestro Emperador Cayo Julio Vero Maximino piadoso y felicísimo Augusto.» El claro que aparece en la versión castellana, corresponde á las dos últimas siglas de la línea sexta de la inscripción latina, y lo he dejado de propósito, porque me ha sido imposible ver con claridad, (por estar la piedra rota en esta parte,) qué números son los que allí fueron señalados. Sin embargo: después de un detenido examen, he dado con los trazos de dos i latinas, distinguiendo en el primero, hacia su parte media, el nacimiento de otro pequeño trazo borroso, desgastado, y completamente aislado el segundo. Y tales datos, me hacen opinar con bastante fundamento, que uno y otro componen el numero romano seis, VI. Lo cual, si es así, encierra el significado de las veces que el venturoso Augusto obtuvo del pueblo el cargo de Capitán General, ó General en Jefe, que es lo mismo. Mas esto lo adivinará vista menos turbia que la mía, pues confío en que el muy caballero D. Fidel Bariain, dueño de la piedra, nos la cederá generosamente para nuestro museo navarro, y allí podrán epigrafistas más atinados que un servidor, estudiarla con detención. Lo que con certeza se puede asegurar, es que se trata de una piedra miliaria. Lo denuncia claramente su forma. Porque los romanos, adoptando las medidas de caminos inventadas por Tiberio Graco, de quien hablan Plutarco, Quintiliano, Boecio y Claudio Numaciano, ponían de milla en milla un signo indicador. Y este signo indicador consistía, por regla general, ó en una columna completa con su basa, que á las veces ni aun inscripción alguna llevaba, pues al viajero le era suficiente contar las que iba dejando atrás, para saber las millas que llevaba caminadas, ó también, en una media caña de columna adosada para su sostén á un contrafuerte embutido en tierra. Consta además, por otra parte, que en estas tales medidas de caminos, escribían los antiguos, ó el sitio y nombres de algunos de los ríos, pueblos y ciudades más próximos al miliario signo indicador, ó el total de millas que había al poblado más cercano, cuando no el de toda la travesía —35— de la calzada, desde la primera hasta la última piedra, ó con alguno de los datos dichos, el nombre del delegado de los augustos Césares bajo cuyo cuidado se hizo el itinerario, ó con los títulos á él correspondientes, el nombre, finalmente del Emperador que dió órdenes de fabricar ó construir los puentes y caminos como en el caso actual. Se trata, por consiguiente, de una miliaria, en la que se dan por supuestas las palabras, siglas y trazos que se ven en inscripciones de otras piedras de esta naturaleza: VIAS, PONTES, IIIIIII etr, y por la que se puede además adivinar, quien ó quiénes eran en aquel entonces el delegado ó prefectos de Cayo Julio Vero Maximino en este lado de la península ibérica; si una vista perspicaz descubre qué número corresponde á los dos últimos trazos de la línea sexta de la inscripción latina, y que de propósito, como se ha dicho, he dejado en claro en la versión castellana. Pero para inferir esto último, es necesario de todo punto averiguar quién fué Cayo Julio Vero Maximino de quien nos habla la piedra, porque si se ignora quién fué este augusto César, se ignorará también forzosamente quiénes fueron sus delegados ó prefectos en España. Mas ¿quién puntualiza este importantísimo detalle? Yo, al menos, no puedo precisar con exactitud quién fué este Emperador, palabra que por lo mísmo he subrayado al principio, ni por consiguiente qué delegados fueron los suyos en el suelo español. Quizá mis investigaciones hayan ido mal encaminadas, ó quizá no haya podido solucionar la dificultad por no disponer de otros autores de historia que el César Cantu, la parte segunda de la Monarquía eclesiástica del franciscano Pineda, la traducción hecha por el P. Isla del Compendio de Duchesne, y algunos otros breves y concisos, que se estudian en seminarios é institutos. Ni el cargo parroquial da para biblioteca mejor, ni el ministerio de cura de aldea pone en condiciones de satisfacer aficiones, á estudios de esta naturaleza. Muchas veces se vive de prestado en este particular, y cuando así favorece la fortuna, se considera uno feliz. No es, por consiguiente, bochornosa mi ignorancia, y ya que, aunque muy descargada de culpa, la confieso sin soberbia, nadie podrá tacharme de ella. ¿Quién fué, pues, Cayo Julio Vero Maximino? Creo que este César no puede ser el famoso rival de Pompeyo, aquel que después de la batalla de Munda, librada el 703 de Roma, se hizo dueño absoluto de España, y á quien Bruto asesinó en pleno Senado el año 44 antes de Jesucristo. Porque el primero que se dió el nombre de «augusto» y encabezó la lista de los emperadores romanos con el título de «imperator» fué su sobrino Octavio, cuando al dar golpe de gracia á —36— la república se apartó de Antonio y Lépido con quienes formaba triunvirato. Por otra parte, ni he leído ni he oído jamás que á este dictador romano, que se gloriaba de descender de Venus y de Anco Marcio, es decir, de los dioses y de un rey, correspondan el apellido y el nombre de Vero y Maximino, sino escuetamente los de Cayo Julio César; como tampoco he visto en historia ninguna que le competan los títulos de gran vencedor de Dacia y gran vencedor de Sarmacia. Porque los habitantes de aquellas regiones, repartida hoy la primera entre la Hungría, la Valaquia, la Transilvania y la Besarabia, y situada la segunda entre el Vístula y el Volga en la parte meridional de Rusia, no estuvieron del todo sujetos á los romanos, cuando en tiempos posteriores, el virtuoso Trajano repetía con frecuencia estas palabras. Ojalá pueda yo reducir la Dacia á provincia y pasar el Eufrates y el Danubio sobre puentes fabricados por mí. No puede ser, por consíguiente, el de nuestra piedra miliaria el famoso sobrino de Mario, aquel hábil político é historiador, que antes de entrar á formar el triunvirato con Pompeyo y Craso, fué mandado á España por el senado romano, en el 69 antes de Jesucristo, con el cargo de cuestor ó pagador. ¿Será, pues, Cayo Julio Maximino alguno de los dos Vero que Adriano y Antonino Pío designaron para sucesores del imperio? Tampoco me atrevo asegurarlo. Mas si alguno de ellos fuera, tenemos que prescindir del primero de los dos, ó sea de Elio Vero, que adoptado por Adriano, murió en vida del adoptante, al regresar de la Panonia á Roma, porque este ni imperó, ni se distinguió en otra cosa que en disgustar á su mujer diciéndola, cuando ésta la reprendía por la preferencia que daba á las queridas «El nombre de esposa es titulo de honor, pero no de placer», y descontado éste, quedarnos con su hijo, llamado Lucio, á quien asoció al imperio Marco Aurelio el filósofo, por cumplir la voluntad de Antonino Pío, que por orden del emperador Adriano, al dicho Marco Aurelio había adoptado. Y las razones que halló para preferir, sin viso alguno de certeza, por supuesto, á Lucio, hijo de Elio Vero, son, que en tiempo de Marco Aurelio y de Lucio, que juntos imperaron, se insurreccionaron muchos pueblos en la Germania, y los Caledonios en la Gran Bretaña, y los Partos en Asia, y los Sarmatas en la parte meridional de Rusia, y otros muchísimos en otras diversas regiones, obteniendo sobre todos ellos, ambos dichos emperadores señaladísimos triunfos. Tanto es así, que Marco Aurelio, después de estas victorias, fué aclamado emperador por séptima vez, obsequio justo y racional, que no logró ver su colega Lucio Vero, porque al venir á Roma á recibir los honores y entregarse con más sosiego á los ilícitos placeres que manchaban su —37— vida, le sorprendió la muerte en Altino, á los treinta y nueve de su edad. Y he dicho, sin viso alguno de certeza, por prevenirme contra la dificultad que ahora sale al encuentro. Si Lucio Vero es el César de quien habla nuestra piedra miliaria ¿qué hacemos de los nombres Julio y Maximino que en ella se encuentran perfectamente señalados? No me es posible dar una respuesta categórica, satisfactoria, á no ser que quiera admitirse esta explicación. O en la inscripción quenos ocupa, se supone la equivocación que consiste en haber puesto el nombre Julio por el de Lucio, sobrándonos, aún así, el nombre Maximino ó los vocablos Maximino y Julio son dos de los diversos que llevó (si es que los llevó) este emperador. Porque así como imitó á su padre en la vida licenciosa, razón por la que en vida Antonino Pío no quiso asociarle al imperio, á pesar de les órdenes que tenía de Adriano, así también, pudo por fanfarronería, llamarse con diversos nombres á imitación de su padre vanidoso, que no contento con guardarse para sí la siguiente larga letanía de nombres, Lucio, Annio, Aurelio, Cesonio, Comodo, Elio, dió todavía el de los vientos á los siervos con alas que llevaba tras de su carro. Pero esto es apurar demasiado las cosas. No queda, por tanto, la dificultad claramente resuelta, ni el emperador Cayo Julio Vero Maximino perfectamente determinado. Por todo lo cual me inclino á creer, y quizá no con desacierto, que el César augusto de nuestra piedra miliaria, y el heredero del imperio de quien en la misma inscripción se habla, no son otros que el gigantazo Julio Maximino, que dió muerte en Síclingen, cerca de Maguncia, á Alejandro Severo, y su hijo Cayo Julio Vero Máximo, con quien el citado Alejandro pensó casar, según afirma Cantu, una hermana suya. Pero sea quien fuere, que lo dejo ya para personas más versadas en historia, ó para quienes dispongan de más libros de consulta, lo que importa ahora es hallar los vestigios romanos que la columna miliaria guardara ocultos en derredor de sí. No pretendo descubrir en esta comarca resto alguno de vías militar, pretorial ó consular. Porque sé muy bien que de las dos que hubo en Navarra, la una viniendo de Roncesvalles por el puerto de Erro, cruzando la Ulzama, se dirigía á Estella; y la otra naciendo en la que á Astorga unía con Zaragoza, venía á Lodosa, y desde este ribereño pueblo, siguiendo las márgenes del Ebro llegaba á Cortes, no sin antes dejar en su camino las orillas de este famoso rio para dirigirse á Corella y entrar en Cascante, donde los romanos tenían su municipío. Pero además de estas vías romanas que seguían los soldados en sus traslados y los pretores en sus visitas, hubo también otros caminos que —38— recibían los diversos nombres de «iter», calzada, etr, según la importancia que tuvieran. Y como en esta zona no se ha descubierto todavia la dirección de tales itinerarios romanos, de aquí que con ilusión, orientándome por la piedra miliaria, haya pretendido hacer, encaminadas á este fin, algunas averiguaciones. Con la esperanza pues, de reconstruir la calzada que tocando en Lumbier se acercaba á Sangüesa, y pasando por el término de Eslava se alargaba hasta San Martín de Unx, para encaminarse de aquí, atravesando otros pueblos de la ribera, hacia la ciudad del municipio cascantino, he mirado con ilusión y detenimiento parte del suelo de Pisaldea, que así se llamaba el barranco Fuente de los moros Y aunque en mi primero y largo paseo, no he dado con vestigios claros de calzada romana, no pierdo, sin embargo, la esperanza de encontrarlos Y más, si se tiene en cuenta, que á una distancia de hora y media, y en la misma dirección á la Fuente de los moros, di con un fragmento de piedra miliaria y con otro de siglas romanas, pero cuyo significado me es imposible precisar. Se encuentran estos fragmentos en el término de Gallipienzo, llamado San Juan, sobre las paredes de una era recientemente construida, cuya breve planicie debió de estar ocupada por una iglesita, de la que sale á flor de tierra el ábside, de la orden de Jerusalén, á juzgar por los vestigios que allí se ven todavía diseminados. El fragmento de piedra miliaria es la parte media de una media caña de columna, rota, por consiguiente, en sus dos extremos. En ella se distinguen unas siglas y se ocultan borrosas otras por lo desgastado de la misma piedra. En la primera línea se lee ES. D. S. La inicial que sigue se hace ilegible completamente, terminando esta línea con el trazo de la I. En la segunda se destaca una F. Después una A. Tras ésta una M seguida de estas otras NII Y en la tercera, después del claro de una letra, vienen las iniciales siguientes: I. F. DIVI NER. El otro fragmento denuncia con claridad estas siglas: AEI. C. E (ó L) en el renglón primero, y P. F. en el segundo. Digo E ó L, porque al romperse la piedra se llevó el otro trozo parte de esta letra, dejando en éste solo la mitad del trazo recto de la L. He aquí, para mayor claridad, la posición en que se hallan colocadas. 1.er frag. 2.o frag. ES D. S - I FA M NII I. F. DIVI NER. AEI. C. E (ó L) P. F. —39— ¿Qué conceptos envuelven estas siglas? Difícil es adivinarlo. Sin embargo. A las letras de la última línea del primer fragmento se puede dar, á lo que yo alcanzo, el significado de «Hijo del divino emperador Nerva. Filius Divi Nervæ.» (1) En las de la segunda del mismo fragmento, casi podría leerse «Flaminio». Mas á las de la primera imposible dar significación alguna, por ser continuación del concepto que se hallará inscrito en lo restante de la piedra, cuyo paradero se ignora. Lo cual puede decirse también de todas las del segundo fragmento, á no ser que se completen las últimas en esta forma: P. F. por Píus et Felix, que vertidas al castellano significan, piadoso y venturoso augusto. Ahora, que si en las siglas en que se ha dicho que, casi podría leerse Flaminio, se leyera Trajano, de lo cual procuraré asegurarme más, repasando la inscripción con detenimiento en otro paseo, tendríamos entonces una significación más amplia y quizá más aproximada de las dos últimas líneas del primer fragmento. Pues en este supuesto diría: «Trajani in filium Divi Nervæ (adoptati). A no ser que á Flaminio hagamos sacerdote y dichas líneas se interpreten de este otro modo: Flamini flaminis divi Nervæ. De Flaminio sacerdote del divino emperador Nerva. Pero en este caso, ni aprovechamos la I primera de la última línea, ni éste será fragmento de piedra miliaria sino de lápida; lo cual es menos admisible. Creo que de estas piedras no puede decirse más. Pero aunque nunca averigüemos la verdad de los conceptos que encierran, siempre servirán muchísimo á nuestro propósito. Porque, como son de clara confección romana, amplían el dato que, según se ha dicho al principio, hemos adquirldo en lo que se refiere á los itinerarios romanos en la región navarra. Porque unidas á la de la inscripción de Cayo Julio Vero Maximino, no solo nos dejan trazada parte de la vía de comunicación romana en este corto camino de «Abaiz, Fuente de los moros, Santa Cruz, ó Cruz como llaman los de Eslava, y Casquilletes de San Juan, término ya de Gallipienzo», sino que nos autorizan para afirmar con ciertos visos de verosimilitud, ya que el terreno no nos es desconocido, que del término de Gallipienzo llamado San Juan, marcharía la calzada hacía donde hoy está la central eléctrica de Cáseda, y de aquí, no apartándose mucho de la vera izquierda del río Aragón, correríase, quizá por el camino «grande» de Pastoriza de Sangüesa hasta la falda de Rocaforte, para prolongarse desde este último punto por sitio ignorado hasta la fecha, hacia la villa de Lumbier. Lo cierto es que los tales fragmentos y piedra miliaria descrita, ofrecen al que siente aficiones á lo viejo, á lo marchito, á lo deshojado, una nota preciosa, aprovechable principalmente para la reconstitución de la historia antigua en el suelo navarro. (1) O flamen Divi Nervæ-sacerdote del divino Nerva. —40— Y de aquí la importancia suma que encierran. Mas de esto hablarán atinadamente quienes sepan relacionar este hallazgo histórico, con la dominación que ejercieron los de la ciudad del Capitolio en nuestro país A mí me basta, para dar fin á estas cuartillas, dejar aquí consignada mi gratitud á Viator Ardanaz, joven amabilísimo é instruido, por haberme indicado el lugar donde la piedra de Julio Vero se halla, y sus dos hermanos también, que hicieron con él los trabajos de alzamiento, para que yo pudiera leerla con comodidad. Además espero me ayudarán á ponerla en condiciones de arrastre, porque supongo que el muy culto D. Fidel Bariáin, querrá sin inconveniente alguno, según me ha prometido su hijo, cedérnosla para nuestro Museo de Pamplona en el que debe tener un recuerdo también el pueblo de Eslava. Quede, por consiguiente, consignada aquí para todos mi gratitud. J UAN CASTRILLO, P bro . Sada de Sangüesa. 1917