Situación internacional y transformación del sector exterior español

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Situación internacional
y transformación
del sector exterior español
RODRIGO DE RATO Y FIGAREDO*
La nueva realidad del sector exterior español
Los flujos económicos y comerciales con el
resto del mundo constituyen uno de los mejores
indicadores del cambio estructural que se ha producido en los últimos años en la economía española. El contexto de estabilidad económica propiciado por la política de control del gasto
público, la moderación de precios y salarios, los
diferentes programas de liberalización y reformas estructurales en los mercados de bienes, servicios y factores productivos, junto con una política fiscal favorable a la actividad empresarial y
los programas de internacionalización empresarial, se ha reflejado claramente en la competitividad externa de nuestras empresas y del conjunto
nuestra economía.
La política económica
y la vertebración del diálogo
La coherencia de la política económica reside
en que su diseño parte de la base, de la realidad
empresarial, conformada mayoritariamente por
pequeñas y medianas empresas. Ello ha permitido
no solo un importante crecimiento económico y
un proceso de creación de empleo de 1,8 millones
de personas en la legislatura, sino que ha sentado
las bases de la internacionalización de la empresa
española.
En este sentido, hay que destacar que el nuestro es un proyecto común. La cooperación, incluso diría la complicidad con CEOE y Cámaras de
* Vicepresidente Segundo del Gobierno y Ministro de Economía y Hacienda.
Comercio, colaboradores de este foro, está permitiendo aprovechar al máximo las oportunidades que nos brinda la nueva realidad económica
global.
La transformación del sector exterior
El sector exterior español ha sabido adaptarse
con éxito en estos años a los profundos cambios
que se han operado en el entorno en el que las
empresas españolas desarrollan su actividad.
Este éxito es todavía mayor si la transformación estructural que se ha verificado se pone en
relación con el corto espacio de tiempo en el que
ha tenido lugar, y queda especialmente patente si
consideramos que ese desempeño se ha producido
en el contexto de una evolución económica internacional complicada.
Recordemos que el contexto internacional en
que se ha movido nuestra economía en los dos
últimos años ha estado marcado, desde el otoño
de 1997, por una crisis financiera internacional
que ha afectado inicialmente a la mayoría de los
países emergentes (principalmente al sudeste
asiático, Latinoamérica y Rusia).
Pues bien, en este contexto de crisis internacional, la economía española ha registrado un
crecimiento continuado del PIB (3,8 por 100 en
1998 y 3,7 por 100 en 1999) manteniendo sus
equilibrios macroeconómicos y la estabilidad
de su sector exterior, entendida en un doble
sentido:
Estabilidad ante la crisis financiera internacional, en la medida en que las exportaciones han
acusado un impacto menor al sufrido por otros
países de nuestro entorno.
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Estabilidad ante las presiones de la demanda
interna ya que, pese a la elevada tasa de crecimiento, superior a la de los países de nuestro
entorno, la balanza de pagos ha registrado un
comportamiento favorable.
Desaparece así un problema crónico de la
economía española, que consistía en que elevadas tasas de crecimiento de la demanda interna
generaban automáticamente fuertes desequilibrios externos, estrangulando el crecimiento económico.
Las razones de este buen comportamiento, que
pone fin a lo que se conocía como la restricción
impuesta por la debilidad del sector exterior al
crecimiento de la economía española, han sido:
• La constatación de que el sector exterior
presenta en la actualidad una menor dependencia
del ciclo económico, incluso con un mayor grado
de apertura. Esta mayor estabilidad del sector
exterior es debida, básicamente, a la credibilidad
que genera la combinación de políticas de estabilidad económica y la desaparición de las incertidumbres cambiarias, consecuencia de la pertenencia al área del euro. Tal estabilidad se ha
conseguido por primera vez, por tanto, sin precisar el recurso a las devaluaciones.
• La evidencia de un mayor grado de internacionalización de la economía y de las empresas
españolas, como se demuestra en que, desde
1997, la inversión directa española en el exterior
ha sido sustancialmente superior a la inversión
extranjera en España (3,3 por 100 frente a 2 por
100 del PIB, respectivamente, en 1998).
La mejora de los grandes parámetros
de nuestro sector exterior
¿Cómo ha mejorado, en rasgos generales, nuestro sector exterior? Hay que decir que, en los últimos años, la vertiente exterior de la economía española ha registrado unos resultados muy positivos.
Así, si se toma como referencia 1995, año base de
la Contabilidad Nacional de España, los rasgos que
han caracterizado al sector exterior en ese período
pueden sintetizarse en los siguientes puntos:
• Se viene registrando en los últimos cuatro
años un importante incremento en el grado de
apertura exterior de nuestra economía. Calcula-
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do como ratio de la suma de las exportaciones e
importaciones de bienes y servicios sobre el PIB,
se sitúa en el 61 por 100, lo que significaría que
nuestra economía es una de las más abiertas de la
OCDE, por delante de países como Francia o
Alemania.
• Las exportaciones han experimentado un
elevado y continuo incremento real. De hecho, la
tasa media acumulativa de crecimiento real en el
período 1995-1998 fue del 10,7 por 100. Estas
elevadas tasas reflejan el cambio de actitud que
se ha producido en la empresa española durante
el citado período, en el sentido de que la exportación se ha impuesto como una actividad comercial habitual para las empresas. Y no marginal o
esporádica como lo era en el pasado.
• La tasa de crecimiento real de las exportaciones en cada uno de los años del período citado
ha estado sistemáticamente por encima del crecimiento del comercio mundial, lo que implica el
mantenimiento del elevado nivel de competitividad de los productos españoles en el exterior y,
además, una ganancia de cuota de mercado. En
efecto, las exportaciones españolas de bienes en
1999 han supuesto el 2,1 por 100 de las exportaciones mundiales en dólares, frente al 1,9 por 100
que suponían en 1996, según datos de la OMC.
Además, debemos tener en cuenta que en ese
período el comercio mundial ha crecido a ritmos
superiores al 7 por 100.
• Pero es que, además, se registra un nuevo
patrón sectorial en nuestro comercio exterior. El
proceso de apertura de la economía española no
sólo ha supuesto el crecimiento en volumen y
valor de nuestras exportaciones e importaciones,
sino que también ha venido acompañado de un
cambio en la composición interna de los intercambios. Así, a lo largo de la última década, el
patrón sectorial de nuestras exportaciones ha
experimentado algunos cambios relevantes, siendo de destacar:
1. El fuerte crecimiento de la importancia relativa en la exportación de dos sectores de demanda
fuerte o media, como son el automóvil y los bienes de equipo, que entre 1986 y 1998 pasaron a
suponer del 15 por 100 al 22 por 100, y del 17 por
100 al 22 por 100, del total, respectivamente.
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2. La reducción del peso relativo de las ventas
al exterior de los sectores de demanda débil.
• Este hecho, junto con el creciente peso de
las transacciones comerciales con países desarrollados, pone de manifiesto que el perfil de especialización de la exportación española responde
cada vez más al de una economía avanzada. Este
cambio en nuestro patrón de comercio sugiere
que las empresas españolas están afrontando la
competencia internacional orientándose hacia
sectores y segmentos de mayor valor añadido.
• Esto supone que la ventaja competitiva
basada únicamente en el precio está siendo sustituida por otras de mayor valor, ligadas a la inversión, la innovación y a la diversificación del producto. De hecho, otro elemento a destacar es la
creciente importancia de la exportación de servicios (como servicios financieros y audiovisuales),
más allá de la tradicional relevancia del turismo
en nuestra balanza por cuenta corriente.
Areas geográficas
En cuanto a la importancia relativa de nuestros
distintos clientes internacionales, las empresas
españolas han tendido a concentrar su exportación
precisamente en los mercados más desarrollados
y, por lo tanto, más exigentes. Más del 70 por 100
del total se dirigen a países miembros de la UE.
El crecimiento de nuestra cuota de mercado a
escala mundial, es especialmente relevante si se
tiene en cuenta que se ha producido fundamentalmente en los mercados de países avanzados
como los de la Unión Europea. Así, la participación
de las exportaciones españolas en la importación
total de países como Francia, Alemania, Italia, o el
Reino Unido ha crecido de forma apreciable desde
comienzos de la década de los noventa.
En definitiva, puede afirmarse que el patrón
geográfico de nuestro comercio exterior responde
al de un país avanzado, de tal forma que, de
manera creciente, la mayoría de nuestros intercambios, tanto por el lado de las importaciones
como por el lado de las exportaciones, se produce
con economías desarrolladas.
Desde el punto de vista global, los datos de la
evolución del sector exterior en los últimos años
muestran que España ha intensificado su proceso
de apertura frente al exterior. Su plena integración
en un proyecto económico supranacional ha tenido, lógicamente, un impacto directo en el comportamiento de las empresas exportadoras.
Se ha variado la estrategia respecto a los mercados exteriores. La exportación se ha incorporado como una actividad fundamental de la empresa, quedando atrás el aspecto residual que
anteriormente tenía
Pero es que, además, para la empresa española
el concepto de exportación está viéndose superado por uno más amplio: el de internacionalización.
Las cifras de inversión directa española en el
extranjero están ya indicando este cambio en el
comportamiento de nuestras empresas. España se
ha convertido en el segundo inversor en Latinoamérica, sólo por detrás de un gigante como
EEUU, y esta inversión se dirige a sectores estratégicos como el de telecomunicaciones, financiero, transportes, y energía.
Pese a que Latinoamérica es el principal destino de nuestra inversión directa, no es despreciable la cifra de inversión que se dirige a la Unión
Europea, y que está más relacionada con el establecimiento de redes comerciales.
Más allá de la gran empresa, debemos reconocer la presencia creciente de pequeñas y medianas empresas dispuestas a afrontar una estrategia
firme y comprometida de introducción y desarrollo de mercados exteriores. La implantación en
los mercados constituye la forma más sólida, de
proyección internacional.
Hemos asistido a un nuevo fenómeno en los
últimos años. España ha sido capaz de financiar
un elevado crecimiento económico interno,
basado en la inversión, y al tiempo presentar una
capacidad de financiación frente al resto del
mundo. De hecho, en materia de inversiones
directas, España es, desde 1997, un país inversor
neto en el exterior.
Para concluir este bloque, desde mi punto de
vista, el cambio radical que se ha producido en
estos últimos años en la relación económica de
nuestro país con el exterior es uno de los fenómenos más importantes y que mejor reflejan la fortaleza actual de la economía española.
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Las medidas de apoyo a la
internacionalización adoptadas
por este Gobierno
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La innegable internacionalización de la economía española ha sido posible gracias a la puesta
en práctica de un nuevo modelo de política económica centrado en la consecución de un marco
macroeconómico de estabilidad.
La combinación de una política presupuestaria
rigurosa con la realización de amplias reformas
estructurales (liberalización de mercados de telecomunicaciones, trabajo, energía, capitales) ha
permitido la creación de un entorno de baja inflación, bajos tipos de interés y estabilidad cambiaria. En definitiva, todos estos factores que se han
traducido en la reducción de costes fiscales y
financieros, la consecución de un clima de mayor
confianza y de incremento de la capacidad inversora, han conseguido una decidida mejora de la
competitividad de la empresa española.
Esta política económica se ha desarrollado
teniendo en cuenta la realidad empresarial, ya que
en todo momento el diálogo con el sector privado
ha sido y es un elemento fundamental en la elaboración de una estrategia dirigida a adecuar nuestras actuaciones a las necesidades de un entorno
cada vez más cambiante.
La colaboración entre administraciones
públicas y sector privado ha tenido su plasmación en un conjunto de medidas destinadas a
mejorar el marco financiero, fiscal, administrativo y tecnológico en el que desarrollan su actividad las empresas.
A ellas se unen las medidas específicas destinadas a configurar la que podemos denominar
política de internacionalización de la empresa
española.
Hace ahora tres años, en este mismo escenario,
nos reunimos para presentar el Plan 2000 a la
Exportación, compuesto por 74 medidas destinadas a mejorar la posición de España en el exterior.
Las grandes líneas de actuación que se pusieron en marcha en aquel momento pueden resumirse en tres puntos:
1. Ampliación de la base exportadora, mediante la incorporación de las PYMEs al proceso de
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internacionalización. El Plan de Iniciación a la
Promoción Exterior, el Pipe 2000, primer programa estatal dirigido específicamente a conseguir
nuevas PYMEs exportadoras, fruto del acuerdo de
la Administración Comercial, Cámaras de Comercio y Comunidades Autónomas, ha conseguido a
fecha de hoy que más de 1800 empresas se conviertan en exportadoras. Esta cifra permite asegurar que se va a lograr el objetivo inicial de incorporar 2000 nuevas empresas a la actividad exterior
para finales de este año.
2. Perfeccionamiento de los mecanismos de
apoyo a la actividad exportadora. En este epígrafe hay que destacar, entre otros, la mejora y
ampliación de los instrumentos financieros existentes: la línea ICO-ICEX para la financiación de
la empresa; el programa PROINVEX del ICO,
con un importe de 80.000 millones de pesetas
anuales; los Fondos FIEX y FONPYME; los Programas Financieros instrumentados a través de
los créditos FAD (Fondo de Ayuda al Desarrollo)
y donaciones con cargo al Fondo de Estudios de
Viabilidad (FEV), y la Póliza Abierta de Gestión
de Exportaciones (PAGEX).
3. Impulso de las inversiones en el exterior, a
través de:
Acuerdos de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones (APPRIS), la Póliza de Seguro
de Inversiones en el Exterior de CESCE o el Programa ICO de financiación de inversiones en el
exterior (PROINVEX), para grandes proyectos de
inversión.
Los desafíos planteados actualmente
a las empresas españolas en su proceso
de internacionalización
— Ahora bien, el buen comportamiento de
nuestro sector exterior no implica que no subsistan retos importantes.
— Las empresas pequeñas y medianas todavía no se han sumado suficientemente al proceso
de internacionalización.
— La balanza tecnológica es aún deficitaria, y
la inversión en I+D está lejos de la de los países
de nuestro entorno.
— La política de promoción es todavía limitada y esporádica.
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— La empresa española no es particularmente
fuerte en la actividad de publicidad y promoción.
— Siguen existiendo problemas de cobertura
de la imagen de España.
Conclusiones
• La economía española se ha incorporado al
proceso de internacionalización y globalización
económicos en un breve período de tiempo, sobre
todo si se compara con la trayectoria de otros países europeos próximos. De hecho, hoy el grado
de apertura supera el 60 por 100 del PIB y España
se ha consolidado como el segundo inversor en
Iberoamérica, tras EEUU. Estas cifras nos colocan al frente de los países desarrollados.
• Debemos ser conscientes de que este proceso, liderado por las empresas, no está sino
comenzando. La presencia comercial e inversora
española en Europa, Norte de Africa e Iberoamérica continuará creciendo en los próximos años.
• Las claves de esta nueva realidad de nuestra
economía, hay que buscarlas en la coherencia del
diseño de la política económica.
• La estabilidad económica, es decir, bajos
niveles de inflación y tipos de interés, así como
estabilidad cambiaria, la mejora continuada del
sistema fiscal como factor de competitividad, el
control del gasto público, el diálogo permanente
con las empresas y los instrumentos de apoyo a la
internacionalización, conforman un modelo de
política económica orientado a la empresa y que
repercute positivamente en el conjunto de la
sociedad.
• Por tanto, se puede afirmar que contamos
con un sector exterior cada vez más competitivo y
robusto. Nuestras exportaciones crecen por encima del promedio del comercio mundial, ganando
cuota de mercado. El patrón de comercio es ya el
propio de las economías desarrolladas con un
peso creciente de los sectores de mayor valor añadido.
• El grado de internacionalización de nuestras
empresas ha aumentado de forma tan sustancial
que, desde 1997, España es un país inversor neto
en el exterior. Además, y a pesar del mayor grado
de apertura de la economía española, se ha
demostrado lo suficientemente sólido como para
responder adecuadamente a la prueba a la que fue
sometido tras el desencadenamiento de la crisis
financiera internacional en 1997, alejando el
viejo fantasma de la aparición de la restricción
exterior como freno al crecimiento de la economía española.
• De hecho, en el contexto de una crisis de
magnitud muy elevada, como es el caso de la que
ha afectado a las exportaciones de todo el mundo
a partir del verano de 1997 y, por lo tanto, todo
1998 y prácticamente todo 1999, el sector exterior de la economía española y, más concretamente, nuestras exportaciones han dado muestras de
una estabilidad comparativamente muy superior a
la observada en nuestros vecinos y competidores
de la Unión Europea.
• Sin embargo, sería erróneo, a pesar de la
favorable evolución de nuestro sector exterior,
refugiarse en la complacencia, ignorando los
principales desafíos planteados ante nuestras
empresas en su proceso de internacionalización.
• En especial, y a la hora de identificar los
principales desafíos que se plantean, esta vez, a la
Administración comercial española, parece necesario realizar el máximo esfuerzo por:
— Continuar el proceso de incorporación a un
creciente número de empresas al proceso de internacionalización.
— Potenciar la creciente internacionalización
de nuevos sectores y fortalecer su propensión
exportadora.
— Intensificar la búsqueda activa de nuevos
mercados, y nuevas oportunidades de negocio.
— Estimular crecientemente las fórmulas más
comprometidas de internacionalización, tanto las
filiales de ventas como la inversión directa española en el exterior.
— Mejorar la imagen de España (Made in
Spain) como fuente de ventajas competitivas.
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