Jaque al paradigma de gobernabilidad

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comentario nacional
Descontento ciudadano:
© b1mbo
Jaque al paradigma
de gobernabilidad
¿Hasta qué punto la presente crisis motivada por el movimiento estudiantil nos habla del
inicio de un nuevo ciclo, que exige modificar el sistema político que organizó la transición
democrática y su consolidación?
Ricardo Solari
Economista
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¿Hasta qué punto la presente crisis motivada por el movil comportamiento de la mayoría de los actores políticos
en Chile en los últimos treinta años ha tenido por hori- miento estudiantil nos habla del inicio de un nuevo ciclo que,
zonte normativo la construcción de amplios acuerdos entre otros efectos, exige modificar el sistema político que orque otorguen al país gobernabilidad, reduciendo al mínimo la ganizó la transición democrática y su consolidación para aseconflictividad social y la “polarización” política. Esta ha sido la gurar la gobernabilidad?
No hay nada obvio en esa conexión, pero tampoco se puede
interpretación dominante de las enseñanzas del golpe de 1973
y sus dolorosas secuelas. Se relativiza imponer la voluntad de afirmar que los cambios necesarios en educación puedan ser
las mayorías —la emergente de las urnas— para asegurar la manejados por este sistema político, tal cual como está y tal
confianza, la normalidad de la convivencia y el apoyo de la po- como lo ha hecho hasta ahora.
En primer lugar, porque en los años transcurridos desde 1990
blación al ordenamiento político y social vigente. En términos
concretos, la esencia institucional del paradigma consiste en no se ha podido ofrecer a los ciudadanos equidad en educala conjugación de la democracia representativa y de la econo- ción como pieza clave que asegure igualdad de oportunidades.
mía de mercado como ejes del modelo de sociedad estable. Durante los Gobiernos de la Concertación hubo importantes
El crecimiento generado por una economía de mercado haría progresos en cobertura, particularmente en la educación tersostenible el régimen democrático y la democracia, aparte de ciaria. Sin embargo, la calidad y el costo relativo por familia
asegurar el respeto a los derechos y libertades de las personas, introdujeron nuevos factores de inequidad en el sistema. Y, en
el caso de la escuela, se ha consolidado
daría legitimidad al modelo económico vigente. El resultado, en términos de Edgardo No se puede afirmar que los cam- un sistema explícitamente segregado por
Boeninger, sería estabilidad política, pro- bios necesarios en educación pue- estratos socioeconómicos.
En segundo lugar, la extendida percepgreso y paz social.
dan ser manejados por este sisteción de esa inequidad entre los ciudadanos
Este modelo de racionalidad política tema político, tal cual como está y
no puede ser atribuida a la acción de unos
nía un fondo de sentido en la experiencia
de violencia y descalabro institucional. Si tal como lo ha hecho hasta ahora. pocos dirigentes políticos. Camila Vallejos
ha admitido que el movimiento, que en sus
contamos el inicio de esta en la administración de Eduardo Frei Montalva y su término en los primeros orígenes tiene una inspiración ideológico-política de izquieraños del presidente Patricio Aylwin, estamos hablando de dos da, ha trascendido con mucho a ese motor. Se trata ya de un
o tres generaciones de chilenos cuyas vidas están marcadas movimiento netamente ciudadano que responde a una masiva
a fuego por la crisis institucional más brutal que el país haya percepción de inequidad real.
vivido durante el siglo XX. En conjunto con otros factores, este
horizonte normativo en la cultura política mantuvo la continui- ACONTECIMIENTO DE RANGO HISTÓRICO
dad de un sistema político originado en dictadura.
Ya desde mediados de los noventa la educación fue motivo de conflictos entre el Gobierno con el gremio de profesores
EQUIDAD, DESAFÍO FUNDAMENTAL
y con los estudiantes universitarios. Pero la sociedad chilena
Boeninger, quien podría considerarse la voz del paradigma no percibía este problema como una cuestión dramática, que
de la gobernabilidad, atribuía extrema importancia a la conduc- debía resolverse profundamente.
Y fue en el año 2006 cuando precisamente los más jóvenes
ta de las elites políticas en el aseguramiento de la estabilidad.
Puesto que la equidad social era el desafío fundamental para e ignorantes respecto de la cultura política dominante empezaasegurar la gobernabilidad en Chile, los dirigentes políticos no ron a presionar por soluciones inéditas, ajenas a las prácticas
debían insistir en posiciones que presionaran sobre los datos instaladas. Los “pingüinos” sacaron la cuestión educacional de
duros de inequidad reinante en el país, si esto concluía en polí- la endogamia sectorial y lograron revertir la atribuida tendencia
ticas populistas que podrían afectar el crecimiento económico a la despolitización juvenil imperante en los años de transición.
sostenido, aspecto crucial que, asociado a políticas sociales, Es probable que las nuevas tecnologías de comunicación hayan
permitía la construcción de equidad efectiva. La gobernabilidad colaborado en el proceso, pero más para dotar al movimiento
no dependía solo de la reducción de la inequidad en sí misma, de mayor capacidad operativa que para sensibilizar al grueso
sino también de la percepción que tuviesen de ello las grandes de la población.
Estamos hablando entonces de una trayectoria de movilizamayorías de la población. Aspecto central en esa mirada es que
no debía percibirse en la ciudadanía la lógica del capital como ciones cuyo sentido no tenía antecedentes previos en la historia
contradictoria a un horizonte de progreso (para estos puntos, republicana y que activó el llamado de la presidenta Michelle
Bachelet al sistema político y a sus técnicos en la línea de genever su libro Democracia en Chile, pp. 513-5181).
Esa era una reflexión constituida en la mirada de un ciclo rar cambios. Se crearon comisiones, se discutió intensamente
histórico dominado por inmensas incertidumbres y amenazas, en el Parlamento. Todo el sistema operó, pero no produjo resultados suficientes.
y donde el 40% de la población rondaba en la pobreza.
Boeninger, Edgardo: Democracia en Chile: lecciones para la gobernabilidad. Santiago, Andrés Bello, 1997, 526 pp.
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Pero ¿por qué habría de cambiar algo esta vez?
Ya muchos actores políticos tradicionales han manifestado
su rechazo a la actitud “intransigente” del movimiento estudiantil. Luego de los llamados pueriles a “dejarse de protestar
y volver a estudiar”, se plantea que llegó la “hora del diálogo”
y de “llevar la discusión al Parlamento”. También se ha intentado ridiculizar el “infantilismo revolucionario” de los líderes
de la Confech. Las mismas inquietas voces, en el intento de debilitar la movilización, han esgrimido que miles de estudiantes
arriesgan “perder el año” y que en los grupos más afectados
por los efectos inmediatos del movimiento (apoderados, profesores, sostenedores y otros) se ha manifestado oposición a
el movimiento. Dicen que se daña la educación de los grupos
más vulnerables y que los más aventajados aumentan aún más
su ventaja, pues se sustraen de la coyuntura.
Sin embargo, pese a los cuestionamientos, estamos frente
a un acontecimiento extraordinario, de valor histórico, cuyo
sentido fundamental tiene un amplio apoyo. Y lo que es más
decisivo: cada semana que pasa, con cada nueva marcha multitudinaria, se ha logrado que el Gobierno mejore su oferta. Si el
movimiento pingüino logró modificar la agenda del Gobierno de
la presidenta Bachelet y consiguió poner a trabajar a todos los
expertos en educación y a todo el sistema político para cambiar
la letra de la Constitución, ¿por qué no va a aspirar este movimiento, su heredero, a hacer una genuina reforma estructural?
¿No será que la causa por la que lucha el movimiento estudiantil
es justa y razonable?
La lucha por la recuperación de la democracia durante los
años ochenta ciertamente tuvo marchas y contramarchas. Sin
embargo, el arraigo en la conciencia nacional de la necesidad
de terminar con la dictadura y asegurar un régimen de respeto a los derechos básicos de las personas no admitió soborno
para la mayoría de los ciudadanos.
No se trata de populismo; no se está intentando promover
un interés corporativo. Independiente de su sentido igualitario
y democrático, la lucha por la educación de calidad y de acceso
universal empalma también de lleno con la retórica tecnócrata
que vincula el crecimiento económico con mejoras significativas, hoy tristemente escasas, en el “capital humano”.
Se llega así a una cuestión más nuclear que pone en jaque
al paradigma de la gobernabilidad. El giro desde el modelo pre8
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© Gobierno de Chile
Es evidente que en el actual
sistema político, en su conjunto todas las fuerzas políticas
con representación parlamentaria están en pésimo pie para
enfrentar la disconformidad
manifiesta de la ciudadanía
respecto de su gestión.
dominante hacia una educación pública de máxima calidad y
acceso garantizado para todos supone una imposición sin contrapeso de la mayoría como un factor poderosamente igualador.
La existencia de un Estado Docente es un producto genuino
de la lucha por la igualdad y reconocimiento mutuo entre los
ciudadanos. Una reforma tributaria destinada a financiar este
cambio social refuerza la convicción de un nuevo sello en la
dirección de la cohesión social.
El retorno en esa dirección, giro que no tiene por qué ser
brusco, no tiene por qué ser irracional (ante todo, no tiene por
qué ser el traspaso del sistema a un organismo gubernamental como el Ministerio de Educación), supone una divisoria de
aguas nítida. Una política justa de educación es, desde el punto de vista de la gobernabilidad, no solo una política correcta
para corregir la desigualdad, sino también un signo visible de
la voluntad política de construir un país más equitativo.
Ninguna de las soluciones propuestas será inmediata ni mágica. Pero se puede conjeturar razonablemente que la posición
de la mayoría del país no va cambiar tampoco su opinión respecto de cuál es el rumbo a seguir en materia de educación.
HAY UN SOLO CAMINO
Por eso es que hay demasiadas razones para pensar que
debería ser distinto el modo como el sistema político procesó
estas demandas hace cinco años y como lo concluirá haciendo
ahora. Aunque se observan datos inquietantes.
Es claro que la derecha, por razones ideológicas, históricas
y socioculturales, es enemiga de un Estado que sea actor protagónico del sistema educativo. La Concertación optó por diversas razones, algunas pragmáticas y otras más doctrinarias,
por la continuidad estructural del modelo, aunque aumentando
sustantivamente la inversión. Por otra parte, el escenario parlamentario está marcado por diversos factores que distorsionan
la conexión entre la voluntad de las mayorías sociales y la representación política: pérdida de representatividad del padrón
electoral, imposibilidad de constituir mayorías parlamentarias
nítidas, poder excesivo de los partidos con escasa democracia
interna, unilateral manejo presidencial de la agenda legislativa,
escasa participación efectiva de la ciudadanía en el control de
la política, existencia de quórums que otorgan a las minorías
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derecho a veto sobre casi todos los temas, La lucha por la educación de ca- gobernabilidad para sus hijos, es urgente
denegación de los derechos políticos a los lidad empalma de lleno con la que logre ponerse de acuerdo en las reglas
que mejoren nuestra democracia represenchilenos residentes en el extranjero, etc.
retórica tecnócrata que vincula el
tativa. Aquí solo hay un camino: construir
Se habla de la apatía de los jóvenes. Sin
embargo, ¿por qué los jóvenes van votar crecimiento económico con mejo- un acuerdo constitucional, estructurado a
en el marco de un sistema electoral abier- ras significativas, hoy tristemente través de una metodología que le dé legitimidad a un conjunto de contenidos que detamente diseñado para asegurar la legiti- escasas, en el “capital humano”.
ben ser objeto de una amplia participación
midad de un modelo que desconfía de las
mayorías y que desincentiva la participación? El modelo político y discusión. El país debe construir una Constitución compartida.
completo aparece entonces como estructurado en torno a los Están todas las condiciones para hacerlo.
Y se abren con nitidez dos opciones: la creación de un poder
fantasmas, errores y miedos de los viejos.
No es extraño que a la hora presente el movimiento estu- constituyente (que, a su vez, se divide en distintas alternativas)
diantil dude de los mecanismos institucionales. No es extraño y/o el despliegue de un amplio conjunto de reformas que faciliten
que, a estas alturas, la ciudadanía sospeche de la voluntad de la participación y prestigio del sistema, partiendo por la reduclos políticos de oponerse a los intereses del poder económi- ción de los súper quórums y por la reforma al sistema electoral.
Lo que no está en el orden del día es que las cosas puedan
co (o de algún otro poder privado, como sería la Iglesia) en el
caso de la educación. Aquello es lo que le ha dado espacio a seguir iguales que antes del inicio de este invierno chileno. Eso
la convocatoria a plebiscito, posibilidad no contemplada en la es lo que indican todas las encuestas y lo que está pasando en
actual Constitución, pero que es la expresión más contundente las calles. Pero los cambios son urgentes no solo en la Educación sino también en las instituciones políticas, para que estas
de esta desconfianza.
Es evidente que en el actual sistema político, en su conjunto vuelvan a ser instrumentos de los ciudadanos para el procesatodas las fuerzas políticas con representación parlamentaria es- miento de sus conflictos. ¿O esperaremos una tercera oleada,
tán en pésimo pie para enfrentar la disconformidad manifiesta más dura, de movilizaciones en unos pocos años más?
Confiemos en que esta primavera traiga muchas novedades
de la ciudadanía respecto de su gestión. Pero si la presente generación en la conducción del país desea asegurar un futuro de al respecto. Lo otro sería la ceguera total. MSJ
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