un extraordinario conocedor de la antigüedad griega y romana (el mejor en vida, decía Marrou) y no menos buen historiador del conocimiento históri­ co, de la historiografía, desde Herodoto hasta la fecha. Sagesses Barbares, publicado primero en inglés, es un ensayo sobre la aculturación que debe­ ría apasionar a los antropólogos en general y a los especialistas de América Latina en particular. Los límites de la helenización (según reza el subtítulo del libro), en el mundo antiguo, y sus éxitos, cuentan el encuentro aventura­ do de cinco civilizaciones después de la conquista de Alejandro, mientras se hacen y deshacen los reinos de los epígonos y de los diadocas: griega, ira­ ní, romana, judía y celta. Mientras los griegos siguen dueños del juego a través de sus tres dinastías —macedónica, seleucida, lagida—, no prestan atención a las “sabidurías bárbaras”. Su “egocentrism o” es absoluto y no manifiestan el menor interés por lo que escriben sus sujetos. Una sola ex­ cepción: Persia, enemiga política de Grecia, los intriga. Cuando los grie­ gos se interesan por la religión persa o egipcia, es para transformarla a su modo. Todo cambia con la conquista romana, magistralmente contada por Polibio. Este griego de Megalopolis, preso, rehén de los romanos, descubre a Roma y a estos bárbaros que se adueñan del mundo. Siente la necesidad de escribir la historia de este acontecimiento para entenderlo y tratar de des­ cribir para los griegos, en su lenguaje, el lenguaje de la polis griega, la cons­ titución de Roma. Entonces se elabora en Alejandría la traducción de los Septante con­ cebida inicialmente para el exclusivo uso cultural de los judíos helenizados, aculturados. Esa traducción inicia un viaje extraordinario alrededor del mundo mediterráneo y hace de los judíos el pueblo de un libro griego. Es la historia del triunfo aparente (y real) de una cultura y de la resistencia abierta o subterránea que encuentra o provoca. Es también la historia del conquis­ tador conquistado. Jean Meyer El Colegio de Michoacán/ Universidad de Perpignan Harry A. Landsberger (ed.) Rebelión campesina y cambio social, Barcelona: Editorial Crítica, 1978 (Ia edic. en inglés 1974), 448 pp. La introducción de Harry Landsberger al libro Rebeliones campesinas r cambio social ofrece, a partir de un conjunto de investigaciones sobre rebe­ liones campesinas en distintos países, un marco metodológico que permite 117 contestar ciertas preguntas claves acerca de los movimientos campesinos. Estas serían: ¿Cuáles son sus causas, sus objetivos y su capacidad efectiva de transformación social? ¿De qué manera las cuestiones ideológicas se en­ tremezclan con elementos económicos en el desencadenamiento de los mo­ vimientos campesinos, o bien en su neutralización? ¿Por qué históricamente su vanguardia organizativa ha venido de fuera? Landsberger no caracteriza a priori el movimiento campesino, sino que se propone llegar a una conceptualización general, partiendo de las múl­ tiples determinaciones que constituyen las relaciones sociales en el campo. Recomienda aplazar la elaboración de categorías definitivas hasta que se puede ubicar el papel de los distintos agentes que actúan en la producción agrícola. Landsberger considera que no se puede definir el movimiento campe­ sino hasta que se precise qué es el campesinado, cómo está constituido y de qué tipo de campesinos se está hablando. Mientras tanto, propone hablar de “cultivadores rurales”, vocablo con el cual, en términos generales, se puede estar en acuerdo. Para ello, plantea un análisis que él denomina “multidimensionar, el cual permite diferenciar a los cultivadores rurales según su participación en las estructuras económicas y políticas del modo de produc­ ción capitalista. Landsberger propone caracterizar a los diferentes cultivadores rura­ les de acuerdo a su status económico y político. Se distinguen, según que ten­ gan o no: 1) posesión de los recursos críticos o escasos determinados por su cantidad y seguridad; 2) participación en el control de los procesos de transformación de los productos; 3) participación en los beneficios del pro­ ducto excedente, determinando también la cantidad y la seguridad del mis­ mo beneficio. Se define así su grado de participación y control en el proceso productivo, de comercialización y de apropiación del excedente (p. 26). La posesión de recursos críticos, relacionados con la propiedad de la tierra, del trabajo y del capital, variables en función de su cantidad y seguri­ dad, permiten en un primer momento discriminar los diferentes tipos de agricultores, su racionalidad económica y su estatus político. Por otra parte, los cultivadores rurales se caracterizan también por el nivel de participación en el control de los procesos de transformación, ligados a un estatus económico que está dado por el tipo de insumos que uti­ lizan, la comercialización de sus productos, la eficiencia técnica y el precio de realización de la misma mercancía. El estatus depende de la inserción en la estructura de poder de la so­ ciedad mayor. La caracterización de los cultivadores rurales, de acuerdo a la distribución en los excedentes, se da de acuerdo a su participación en la distribución de los mismos. El estatus político está dado por el impacto so­ bre el campesino de las políticas económicas, educativas y administrativas. 118 Landsberger trata de explicarse el porqué de la participación en los movimientos campesinos de las capas depauperadas de los cultivadores rurales. Dos factores —pueden estar relacionados o no— impulsan a estos cultivadores a actuar de manera compulsiva: el proceso de empobrecimien­ to y la privación relativa de sus medios de producción. Ambos fenómenos son vistos desde una perspectiva que los relaciona y complementa. Estos hechos, por sí solos, pueden afectar los intereses de varios culti­ vadores de una región o país en general, pudiéndose dar el caso de una toma de conciencia individual. Para que exista una reacción colectiva que se cons­ tituya en movimiento social es necesario que los individuos logren una con­ ciencia común y que estén dispuestos a compartir el mismo destino. Esto es, que exista una visión para sí del sistema social en su conjunto. Esta concien­ cia para sí debe estar necesariamente ligada a una estructura organizativa que responda a los intereses de clase. Las reacciones campesinas obedecen a un deterioro paulatino de su estatus económico, a pesar de todas las mediatizaciones ideológicas, inde­ pendientemente de que, muchas veces, éstas últimas sean más fuertes que la formación de una conciencia colectiva. De acuerdo a Landsberger, la mayoría de los cambios sociales tienen su origen en la pérdida del estatus económico, especialmente cuando se pier­ den los medios de producción o cuando no se pueden colocar los productos en el mercado en condiciones mínimamente favorables. Ante la usurpación de sus medios de producción, el campesino reaccionará en defensa de su es­ tatus económico y político. Si no se mantiene el estatus quo, es de esperarse que la reacción por parte de los campesinos tienda a radicalizarse, lo que puede desembocar en la formulación de mayores exigencias, como producto de la toma de conciencia forzada. Las diferencias de estatus entre el campesino genera, en consecuencia, divisiones de tipo económico y político dentro del mismo. Esta profunda heterogeneidad estructural del campesinado es una de las causas principa­ les por las que, en general, los movimientos campesinos tienen un porcen­ taje mucho menor de adherentes potenciales y son más débiles que los mo­ vimientos de los trabajadores industriales. Hoy en día el proceso de empobrecimiento vía la usurpación de los medios de producción se ve acentuado por el llamado desarrollo moderniza­ d o s que se traduce en términos generales en concentración de esos medios de producción y sustitución de los métodos tradicionales de trabajo por la mecanización. Lo anterior puede traer, tarde o temprano, una masiva in­ conformidad que podría redundar en un movimiento organizado con ten­ dencia a radicalizarse. Conviene señalar que las causas económicas por sí solas no son sufi­ cientes para que surja un movimiento campesino nacional. Las causas ideo1 19 lógicas en determinados momentos son capaces de debilitar o fortalecer las luchas campesinas. El nacionalismo o la religión, como elementos ideo­ lógicos, surten efecto en un plazo corto,quedando vigente la lucha por las demandas económicas. Cabe señalar que no siempre es fácil deslindar el fac­ tor económico del ideológico, lo que nos obliga a ser especialmente cautelo­ sos en el análisis de cualquier movimiento campesino. Además las rebelio­ nes no se explican únicamente por condiciones económicas, políticas e ideo­ lógicas inmediatas, sino que nacen de su confluencia como parte de un pro­ ceso diacrònico. En resumen, Landsberger plantea que los factores que conducen a ca­ nalizar el descontento en los movimientos campesinos de manera activa son: 1) La existencia de formas organizativas anteriores, como puede ser la comunidad indígena, en la cual el individuo haya aprendido la manera de actuar dentro de un frente común y que a la vez reconozca la fuerza de que es capaz de manifestar si se organiza. 2) La presencia de ideólogos de origen externo al campesinado que apoyen a los líderes internos. La existencia de estos últimos sólo es posible cuando el campesinado ha tenido ya una experiencia organizativa. Pero, aun entonces, es necesaria la presencia y apoyo de líderes externos, que les permitan a los líderes locales tener una visión más global del problema. 3) Homogeneidad de intereses dentro del campesinado. 4) La presencia de otros factores, como las diferencias nacionales, étnicas o religiosas, que oponen al campesinado a sus antagonistas. Lands­ berger señala que estos factores ideológicos pueden revertirse en contra del movimiento campesino, provocando que una parte del campesinado se alíe con su antagonista. 5) La relativa ausencia de rasgos, tales como la apatía o el recelo, que pudieran obstaculizar el establecimiento de movimientos cohesionados. 6) El contacto y familiarización con las experiencias políticas de la sociedad mayor. Por otra parte, aunque las exigencias campesinas no son generalmente ni radicales ni amplias, normalmente se encuentran con resistencias. Fren­ te a tal resistencia, y en ausencia de una mejoría gradual, no se han efectuado cambios en el estatus del campesinado, excepto como parte de un cambio revolucionario. Generalmente los campesinos no toman la iniciativa en es­ tas revoluciones, aunque desempeñen un papel crucial en ellas al poco tiem­ po de su estallido, barriendo el antiguo régimen del sector agrícola. En ese tipo de situaciones el campesinado es, por un tiempo, verdaderamente re­ volucionario. Si el campesinado no tiene aliados, fracasa. Hasta hoy, la lucha campesina no ha podido realizar sus objetivos en la mayoría de los países del Tercer Mundo, debido a que otras clases no han estado dispues­ tas a la acción común contra los regímenes existentes. En México, por ejemplo, sin la clase media y la primitiva clase obrera, la revolución y la reforma agraria hubieran sido impensables, como lo hu­ bieran sido también sin el campesinado. Madero, representante de la clase media, decidió que noviembre de 1910 era el momento oportuno para el le­ vantamiento revolucionario. Las fuerzas de Zapata se pusieron en marcha en Morelos sólo en marzo de 1911. El campesinado comenzó a actuar hasta después que había comenza­ do una revolución más general, iniciada por la pequeña burguesía y frac­ ciones de la clase obrera nacional. En países como México, los movimien­ tos campesinos lograron algunas demandas de carácter sustancial debido a que sus antagonistas estaban siendo atacados, con éxito, por otros grupos poderosos ajenos al propio campesinado. Para valorar el éxito o fracaso del movimiento campesino, el autor sugiere comparar, aunque de manera fragmentada, el grado de control que tienen los campesinos sobre la producción y la comercialización, su nivel de vida, su prestigio en la sociedad, etc. . . Sin embargo, estas comparaciones que siguen dimensiones analíticas separadas no resuelven el problema, de modo que tal vez sea más inteli­ gente hablar de las consecuencias de los movimientos campesinos que de sus éxitos, como una relación simplista de lo malo y lo bueno. Finalmente, creo que la aportación de Landsberger es la propuesta del marco multidimensional para el análisis de los movimientos campe­ sinos. Esto evita la construcción de esquemas rígidos, compuestos por ca­ tegorías absolutas. Los distintos tipos de movimientos campesinos requie­ ren de un análisis específico, que tome en cuenta las diferentes clases de fac­ tores que intervienen en las rebeliones. Solamente así se evita forzar los he­ chos y encasillarlos en conceptos definidos y aceptados antes de recurrir al material empírico. Mario Pérez Morales El Colegio ele Michoacán Silvio Zavala, El trabajo indígena en los Libros de Gobierno del virrey Luis de Velasco, 1550-1552, México, Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero Mexicano, 1981, 141 pp. Silvio Zavala, Una etapa en la construcción de la catedral de México, alre­ dedor de 1585, México, El Colegio de México, 1982 (Jornadas 96) 216 pp.