el principio de congruencia y la reparacion integral del daño

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EL PRINCIPIO DE CONGRUENCIA Y LA REPARACION INTEGRAL
DEL DAÑO
Amalia Fernández Balbis
I.Introducción.II. El principio de congruencia. III.La omisión del reclamo de
intereses. IV.La reparación integral del daño. V.La propuesta. VI.
Conclusión.
I.Introducción.
El tema de este trabajo apunta a analizar cómo juegan los principios
de la reparación integral del daño, cuestión propia del derecho civil, y el de
congruencia, que constituye, junto a otros, uno de los pilares en base a los
cuales se estructura el proceso para un avance coordinado y eficaz hacia la
solución jurisdiccional del caso. Más precisamente, abordaré aquí aquellos
supuestos específicos en los que se ha omitido el reclamo de intereses en
el escrito de demanda de las acciones de daños y perjuicios de naturaleza
extracontractual y el juez, al momento de sentenciar, se encuentra con el
conflicto de estos valores que lo obligan a asumir una actitud de “juez
activista” o “distribuidor de justicia”, es decir, en la necesidad de buscar
aquélla bien vista “tercera vía”, asumiendo una actitud creativa, si se quiere,
innovadora, sin perder de vista nunca la seguridad jurídica que brinda el
respeto de todo aquéllo que constituye el basamento sólido sobre el cual se
edifica el derecho.
En primer término, entonces, se impone definir qué se entiende por el
principio de congruencia, para hacer lo propio luego, con la “reparación
integral del daño”.
II.- El principio de congruencia.
El de congruencia es un principio consecuencial que deriva del dispositivo y
consiste en la exigencia de que medie identidad entre la materia, partes y hechos
de una litis incidental o sustantiva y lo resuelto por la decisión jurisdiccional que la
dirima (1). Este principio procura evitar cualquier eventual exceso de autoridad de
oficio, pudiendo ser la incongruencia subjetiva, objetiva o respecto del material
fáctico analizado en la sentencia. En la alzada, en tanto, el principio se exterioriza
en la vigencia de los aforismos: tantum devolutum quantum appellatum como en la
reformatio in peius.
En la práctica, la congruencia se ha constituido muchas veces en una falla
para poder resolver el conflicto traído a juicio con la eficacia y celeridad que deben
ser propias del proceso, frustrando, precisamente, valores de mayor jerarquía
como la justicia, la eficacia y, por vía de implicancia, la misma seguridad jurídica
(2).Concretamente, el valor seguridad jurídica aparece mejor consagrado si media
una interpretación rígida de la congruencia.
Se ha dicho, por otra parte, que este principio de congruencia debe ser
ductilizado, sin violar el derecho de contradicción (3), ni la garantía efectiva de la
defensa en juicio. Concretamente, se entiende que es misión del juzgador el
asegurar la efectividad del derecho en su integridad, así como de las garantías
constitucionales en su conjunto. Este mandato impone que, en ciertas
circunstancias aquella exigencia de identificación, aquéllo que se peticiona y
aquéllo sobre lo que se resuelve, sea moderada, entendiéndose que tal
flexibilización debe ser reservada para casos excepcionalísimos y sólo cuando se
hallan afectados superiores intereses (Suprema Corte de Justicia de Bs.As., causa
B. 58.760, sent. del 7-III-2007). Ello así, en primer lugar, para no afectar ni la
bilateralidad ni el derecho de defensa en juicio y -por otra parte- para no incurrir el
propio juez en extremos audaces, supliendo la voluntad del actor con
interpretaciones que vayan más allá del particular interés cuya protección ha
buscado, cuando ninguna circunstancia así lo imponga. Se ha dicho también, que
no hay con ello afectación del activismo judicial, ni desmedro del deber de buscar
la verdad jurídica objetiva; hay, en cambio, cabal cumplimiento de otro deber (de
igual jerarquía que el anteriormente citado) como lo es el de mantener la igualdad
de las partes en el proceso (art. 34 inc. 4, ap. 'c' del C.P.C.C.), o, para decirlo de
otra manera, esta flexibilización no debe constituirse en un remedio con el cual el
juez sufraga los efectos de un actuar apurado, descuidado, imprudente o poco
previsor (Ac. 10/3/10, Causa 96.913, “Fontanot, Ermidio contra Cagliani, Claudio y
otro. Acción de simulación.Daños y perjuicios. Beneficio”, del voto del Dr.De
Lázzari).
III.- La omisión del reclamo de intereses.
No son pocos los supuestos en los que el demandante olvida incluir
el reclamo de intereses en ocasión de plantear las pretensiones que componen el
objeto de la demanda. En ese caso, la sentencia, que debe ajustarse al principio
procesal de congruencia, no podrá expedirse acerca del pago de los intereses que
no fueron peticionados en la demanda (o reconvención), ya que no pueden ser
incluidos de oficio en el fallo. De otro modo, se estaría desviando el objeto del
proceso pronunciándose, así, un decisorio incongruente (4).
En tal sentido, es criterio reiterado del Tribunal Superior de la
Provincia de Bs.As. que “si el rubro intereses no fue objeto de petición en la
demanda, no puede condenarse a la accionada a cumplir una obligación que no
fue motivo del juicio pues de lo contrario se afectaría el principio de congruencia,
en su vinculación con el derecho de defensa en juicio” (Ac. 41.765, sent. del
6-9-94; Ac. 47.465, sent. del 8-6-93; Ac. 44.911, sent. del 9-6-92). Es así como, en
un caso en que se fijaron intereses a las sumas establecidas sin que ello hubiera
incluido en el objeto de la acción, sino que lo pedido fue la actualización de las
indemnizaciones a los efectos de evitar la depreciación monetaria, pero no
intereses (Ac. 69.734 “Ciresa viuda de Cervetto, Amalia y otros. c/Soria, Víctor y
otros Daños yperjuicios”del 14/3/01), la Suprema Corte Provincial, resolvió –por
mayoría– que si dicho rubro no fue objeto de petición en la demanda, no podía
condenarse a la accionada a cumplir una obligación que no fue motivo del juicio
(en igual sentido, Ac. 41.765, sent. del 9–X–1990 en “Acuerdos y Sentencias”,
1990–III–624; Ac. 44.911, sent. del 9–VI–1992 en “Acuerdos y Sentencias”, 1992–
II–344; Ac. 47.465, sent. del 8–VI–1993 en D.J.B.A., 145–11; Ac. 41.765, sent. del
6–IX–1994 en “Acuerdos y Sentencias”, 1994–III–554).
Se trajeron, entonces, a colación conceptos expuestos sobre el tema
en la causa Ac. 33.140 (sent. del 23–VII–1985, en “Acuerdos y Sentencias”, 1985–
II–195), en donde la mayoría sostuvo que no procede incluir oficiosamente
intereses en la condena ya que el juez sólo debe pronunciarse sobre lo pedido y
nada más que sobre ello, por así exigirlo el derecho constitucional de la defensa
en juicio, el principio dispositivo y el de congruencia; y aunque en materia de
ilícitos se persigue una reparación integral, ella depende de que el interesado
ejercite idóneamente sus derechos, desde que los intereses importan también una
condena y ésta sólo puede comprender lo solicitado pormenorizadamente. Se
explicitó en el fallo que aunque se hubiese reclamado una justa reparación, a
nadie podría ocurrírsele conceder indemnizaciones por lucro cesante o daño
moral, por ejemplo, si ello no hubiera sido incluido en el petitorio –pese a que esos
rubros son integrantes de la indemnización plena– no encontrándose razón
valedera para someterlos a distintas exigencias que a la petición de intereses,
igualmente parte de la indemnización. En esa causa, entonces, dado que la actora
no había peticionado concretamente en su demanda la aplicación de intereses a
las sumas indemnizatorias solicitadas, el Tribunal los excluyó de la condena.
Para la doctrina, en cambio, el tema no concita opiniones unificadas
y, en tal sentido ha destacado que es tan pronunciada la mencionada controversia
que hasta se registran quiebres jurisprudenciales provenientes del mismo órgano
jurisdiccional. Una importante línea autoral (entre los que se encontraba Augusto
Mario Morello), se alista en la posición de que en la acción de daños y perjuicios
no es necesario pedir expresamente el rubro intereses, puesto que el reclamo de
todos los perjuicios sufridos en materia de resarcimiento debe ser total e involucra
además el de los intereses (5).
Wayar, por su parte, sostiene que “tratándose de una acción indemnizatoria
derivada de la responsabilidad aquiliana y reclamándose en la demanda la
reparación integral de los daños, los intereses están implícitos en la pretensión, sin
que pueda llevarse el rigorismo formalista a negar a los damnificados el derecho
de obtener indemnización de las pérdidas e intereses que les reconocen los
artículos 1069 y 1078 del Código Civil (6). Se ha dicho también que el
otorgamiento de intereses compensatorios no reclama aporte probatorio alguno,
su procedencia es inequívoca y que el arranque de su cómputo parte,
indudablemente desde la fecha del hecho ilícito respectivo (7).
De modo, entonces, que una demanda que carezca de esta petición
expresa no sería, para esa parte de la doctrina, impedimento para que el juez los
incluya dentro de la condena de la sentencia que dicte, conformando la idea, la
“flexibilización de la congruencia”, moderno concepto procesal que tiende a evitar
que ella se transforme en fuente de injusticias cuando se aplica estólidamente y
con anteojeras (8).
IV. La reparación integral del daño.
Se ha dicho que el ser humano es el alfa y el omega de las normas
jurídicas, por lo que éstas y, específicamente, las que consagran derechos
fundamentales, deben interpretarse en la forma en que más lo favorezcan.
La cuestión a dilucidar a la que apunto aquí – que no es pacífica- tiene, a mi
juicio, un enclave en principios constitucionales, como el pro homine, por el que el
derecho debe interpretarse y aplicarse siempre de la manera que más favorezca al
ser humano, a su libertad y a sus derechos, con el de proporcionalidad por el que
se trata de evitar que se apliquen medidas excesivas en relación con el fin que se
pretende lograr, principio éste que guarda íntima relación con el de razonabilidad y
con el principio en pro de los derechos humanos. No se trata, entonces, de una
cuestión menor para el juez que tiene que resolver el caso, teniendo en cuenta
que “la Constitución es lo que los jueces interpretan” (9) .
El principio de la reparación íntegra o plena del daño (la reparación integral
del art. 1083 del Código Civil), constituye un arbitrio interpretativo de jerarquía
constitucional y supraconstitucional, al que se acude para fundamentar la
determinación del daño, por un lado, y su cuantificación, por el otro. Empero, ello
no repercute mayormente en el aumento del quantum, pero sí en la existencia y
extensión del menoscabo a la persona en su total dimensión, el que es
indemnizable intrínsecamente aún con prescindencia de su aspecto laborativo o
lucrativo (10).
En el supuesto aquí abordado, ese principio de reparación integral del daño
entra en juego con el de congruencia, una institución procesal creada para
beneficiar a los justiciables y no para perjudicarlos (11), por lo que, dado que se
encuentran involucrados intereses superiores de rango constitucional, como lo he
señalado, o bien debería admitirse la mentada flexibilización de la congruencia
(12), o bien, buscarse una solución justa para atenuar la consecuencia de aplicar
el principio de congruencia ortodoxamente entendido, vale decir, respetar la
congruencia pero morigerar sus efectos.
V. La propuesta.
En el supuesto de intereses que no han sido reclamados, un juez activista y
verdadero distribuidor de justicia, buscará la herramienta legal que le permita
concretar aquella reparación integral del daño, sin dejar de observar el principio
procesal de congruencia pero sin atarse a rajatabla a los antecedentes en los que
los intereses sí fueron reclamados y pasaron a engrosar la condena.
Sabido es que las tasas de intereses apuntan a resarcir el perjuicio que
ocasiona el incumplimiento al actor pero que no debe ser considerada como una
cláusula de ajuste, ya que su función económica no es la de mantener el poder
adquisitivo del capital adeudado.
Ante su falta de reclamo y para arribar a una solución justa, el juez cuenta –
a mi criterio- con el art, 165 del CPCN (13), que establece que la sentencia fijará el
importe del crédito o de los perjuicios reclamados, siempre que su existencia esté
legalmente comprobada, aunque no resultare justificado su monto.
Debe tener en cuenta, entonces, el poder adquisitivo real de la moneda
en el momento de dictar sentencia, que es cuando se realiza la determinación
judicial del reclamo indemnizatorio. En términos propios de la órbita judicial,
buscará que el valor que asigne al punto de incapacidad sea el más
actualizado y generoso de los asignados por los fallos más recientes. Ese
rubro, principal componente de la demanda, será pauta – en adecuada proporciónpara la fijación del monto de reparación del daño moral e igual actitud adoptará a
la hora de cuantificar cada uno de los demás, siempre que hubieran formado
parte del reclamo. Con ello, hará efectivos los principios constitucionales
mencionados, en supuestos en los que los intereses no forman parte de la
condena.
VI. Conclusión
El principio de congruencia otorga seguridad jurídica al proceso, un proceso
que es un faciendo y no un factum, como decía Morello. Es, a la vez, observador
del derecho de defensa que las partes han ejercido, por todo lo cual debe ser
celosamente resguardado.
Pero si bien ello es así, puesto en juego un derecho de raigambre
constitucional, como lo es el de la reparación integral del daño generado, y ante la
omisión del reclamo de intereses en la demanda que la pretende, para evitar
incurrir en incongruencia extra petita como así también, el embate de doctrina y
jurisprudencia que no son pacíficas en el tema, el juez cuenta con la posibilidad de
fijar en la sentencia el monto de los perjuicios reclamados teniendo en cuenta el
verdadero poder adquisitivo de la moneda a la fecha de ese dictado, echando
mano de los “valores del punto” (por incapacidad), más actualizados e
integralmente reparadores que se ajusten a su buen criterio, compensando con
ello, aunque sea en parte, la pretensión omitida, porque, como es bien sabido, “las
penas, con pan, son menos”.
Dice un conocido proverbio: “Contra el vicio de pedir, está la virtud del no
dar”. Leída la propuesta, lo completo diciendo: “… y ante el vicio de no pedir, está
la virtud del dar”. El juez la tiene a su alcance en el Código de Procedimiento.
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Citas bibliográficas:
(1)
Peyrano, Jorge W; “El proceso civil. Principios y fundamentos” Ed.
Astrea Bs.As. 1978, p.9.
(2)
De los Santos, Mabel, “Los valores en el proceso civil actual y la
consecuente necesidad de reformular los principios procesales”,
en JA, 2000-I, pág.757.
(3)
Parra Quijano,Jairo, “El futuro del proceso civil”, ponencia presentada
en las XV Jornadas Iberoamericanas de Derecho Procesal, agosto de 1996-Libro de ponencias, pág. 462.
(4)
Gozaíni, Osvaldo Alfredo, “Código Procesal Civil y Comercial de la
Provincia de Bs.As. Comentado y Anotado, La Ley, Tomo I,
pag.407.
(5)
Peyrano,
Jorge
W,
Problemas
y
soluciones
procesales,
ed.Juris,2008, pág. 73 y stes.
(6)
Wayar, Ernesto, Tratado de la mora, Bs.As. 1981, ed.Abaco, pág.
572 al pie.
(7)
Wayar, ob.cit.pág. 547.
(8)
De los Santos, Mabel, trabajo citado, en JA 2000-I,pag.752 y stes.
(9)
Solís Fallas, Alex,”La Constitución es lo que los jueces dicen”, El
problema de la interpretación constitucional, ed.Investigaciones
jurídicas S.A., San José, Costa Rica, agosto 2009, págs. 127 y
stes.
(10)
Galdós, Jorge Mario, “Otra vez sobre los daños a las personas en la
Provincia de Buenos Aires”, Rev.de Dcho de Daños, RubinzalCulzoni ed, 2005-3, pág. 95.
(11)
Peyrano, Jorge W, “La flexibilización de la congruencia en sede civil.
Cuando se concede judicialmente algo distinto de lo requerido por
el justiciable”, en Rev.de Dcho Procesal, 2007-2, RubinzalCulzoni ed., Sentencia I, pág.112.
(12)
Conclusiones del XXVI Congreso Nacional de Derecho Procesal,
Comisión I, Tema 1 de la Subcomisión1, en Rev.de Dcho.
Procesal, 2008-1, Sentencia II, pág.605.
(13)
Idem 165 (Códigos de Bs.As., Catamarca, Chaco, Chubut,
Corrientes, Formosa, Misiones, Neuquén, Río Negro, Salta,San
Luis, Santiago del Estero), y arts.333 a 335 de Córdoba, 168 de
Entre Ríos, 46 de Jujuy, 157 de La Pampa, 248 de La Rioja,171
de San Juan, 166 de Santa Cruz, 245 de Santa Fe y 275 del
Tucumán).
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