Efectos de la utilización de esteroides anabolizantes androgénicos sobre la aptitud física y la salud. Esteban Gorostiaga Ayestarán Centro de Estudios, Investigación y Medicina del Deporte de Navarra (Este documento forma parte del módulo “Dopaje” del Máster de Alto Rendimiento Deportivo del Comité Olímpico Español y de la Universidad Autónoma de Madrid) En este documento, dedicado a la utilización de esteroides anabolizantes, se analizarán sus antecedentes históricos y la incidencia progresiva que han tenido dichos productos en la población deportiva. Además, se realizará una síntesis bibliográfica sobre los efectos que tiene la ingestión de esteroides anabolizantes en la aptitud física, la marca deportiva, y la salud, tanto en hombres como en mujeres. Por último, se tratarán someramente los efectos psicológicos relacionados con la ingestión de dichos productos. 1. Definición de términos. Los esteroides anabolizantes son derivados sintéticos de la testosterona, la hormona masculina natural, que se produce fundamentalmente en los testículos, se segrega principalmente en las células de Leydig de los testículos (5-10 mg/día), y es la responsable de los efectos androgénicos (masculinizantes) y anabólicos (de construcción celular) que ocurren en la adolescencia y el estado adulto de los varones (Yesalis 1993a). Las mujeres producen pequeñas cantidades de testosterona (un 5% de la cantidad producida por los hombres) en los ovarios y en las glándulas adrenales (VanHelder et al 1991). Las concentraciones sanguíneas normales de testosterona en el hombre adulto sano suelen estar comprendidas entre 12 nmol.l-1 y 28 nmol.l-1 (VanHelder et al 1991). La testosterona circulante en la sangre está unida a la albúmina (40%), a la globulina (2%), y a la SHBG (hormona sexual ligada a las proteínas) (56%). El 2% restante se encuentra en forma libre. Se cree que la forma biológicamente activa es la forma libre aunque se sospecha que la forma ligada a la albúmina es también activa (VanHelder et al 1991). Los efectos androgénicos de la testosterona están relacionados con el desarrollo de los órganos sexuales masculinos (aumento de la longitud y del diámetro del pene, desarrollo de la próstata y del escroto) y de los caracteres sexuales secundarios (aparición de vello púbico y axilar y de la barba) (Yesalis 1993a). Los efectos anabólicos de la testosterona son cambios que ocurren en el varón en órganos y tejidos no reproductores; se trata, por ejemplo, del ensanchamiento de la laringe, el engrosamiento de las cuerdas vocales, el desarrollo de la líbido y de la potencia sexual, el crecimiento de los huesos y de las células rojas de la sangre, el aumento de la conducción neural, el aumento del tamaño del músculo y de la fuerza muscular y la disminución del porcentaje de grasa corporal (Yesalis 1993a). Se cree que la acción anabólica de la testosterona se produce en el músculo de la siguiente manera: la testosterona que se encuentra en la sangre actúa entrando en las células del músculo en su forma libre, biológicamente activa, mediante un mecanismo de difusión a través de la membrana de dichas células musculares (figura 1.1) (Hickson and Kurowski 1986,Rommerts 1990). Una vez en el interior de la célula muscular (citoplasma), una parte de la testosterona se transforma en 5-alpha-dihidrotestosterona o en 17-beta-estradiol, mientras que el resto continúa estando en forma de testosterona libre. Las tres moléculas (testosterona, 5-alpha-dihidrotestosterona y 17-beta-estradiol) se unen a unas proteínas receptoras específicas de andrógenos y forman unos complejos. Estos complejos se activan para aumentar su afinidad con el núcleo de la célula y se dirigen hacia dicho núcleo de la célula muscular, donde interaccionan con el DNA y producen mRNA específico que tiene una acción sobre la maquinaria genética (transcripción genética) provocando el aumento de la síntesis de proteínas (Kraemer 1992). Figura 1.1. Modos de acción de la testosterona en la célula (Rommerts 1990). La principal acción de la testosterona es estimular la espermatogénesis, es decir, crear espermatozoides en los testículos. Las acciones de la testosterona en el músculo parecen ser de dos tipos (Rommerts 1990): a) acción directa. La testosterona estimula, por una parte, los factores nerviosos (estimulando el aumento de la acción de los receptores de los neurotransmisores) y, por otra parte, las fibras musculares tipo IIA, (transformándolas hacia fibras de tipo IIB, más fuertes, menos resistentes y con mayor capacidad glucolítica) (Bleisch et al 1984). b) acción indirecta. La testosterona estimula la liberación de GH y de somatomedina que estimulan a su vez la síntesis de proteínas y los procesos de reparación. Por consiguiente, el gran efecto sobre el aumento de la síntesis protéica por parte de la testosterona no sólo es debido a su acción directa sino que se debe, sobre todo, a que potencia las acciones de la GH y la somatomedina. Además de estas acciones, la testosterona estimula el crecimiento de hueso, la eritropoyesis (Mirand et al 1965) y la síntesis de glucógeno muscular (VanHelder et al 1991). Por último, también aumenta la agresividad (VanHelder et al 1991). 2. Breve perspectiva histórica. Para escribir este apartado nos basaremos fundamentalmente en la síntesis realizada por Charles Kochakian (1993) que fue uno de los pioneros en la investigación de los esteroides anabolizantes. 2.1. Función endocrinológica de los testículos. Desde hace muchos siglos se sabía que la castración en los varones se acompañaba de infertilidad, pero también de la pérdida de los caracteres sexuales secundarios. Hasta mediados del siglo XIX se creía que esta pérdida de los caracteres secundarios se debía a una alteración del sistema nervioso (Kochakian 1993). En 1849, Berthold, profesor de medicina de la Universidad de Gottingen, realizó un excelente experimento con 6 gallos. Dicho experimento fundó las bases de la endocrinología (Kochakian 1993). Se sabía que cuando se castraba a un gallo se modificaba el tamaño de su cresta (disminuía) y de su cola (aumentaba) (Figura 1.2). Figura 1.2. Efectos de la castración del gallo en el tamaño y la forma de la cresta y de la cola. Izquierda: gallo intacto. Derecha: gallo castrado (Kochakian 1993). Berthold demostró que si a los 6 gallos castrados se les transplantaba en la cavidad abdominal los testículos de otros gallos no castrados, la cresta y la cola recuperaban el tamaño que tenían antes de la castración y, además, los gallos volvían a tener el mismo comportamiento anterior. Berthold dedujo a partir de estos hechos que, como los testículos transplantados en la cavidad abdominal no tenían conexiones nerviosas con el gallo castrado, se podía pensar que debía existir alguna sustancia producida en los testículos transplantados en el abdomen que debía pasar a la sangre del gallo castrado, y transportarse hasta la cresta y hasta la cola para regular su tamaño. Sin embargo, los resultados del experimento de Berthold fueron cuestionados durante más de 60 años. En 1889, un médico francés, Brown-Sequard, observó que cuando se inyectaba, en sí mismo o en animales, extractos de testículo de perro, se producía una mejora del estado general de la salud, de la fuerza muscular, del apetito, de la regulación intestinal y de las facultades mentales. Este experimento, muy poco riguroso y serio desde el punto de vista científico, provocó que algunos cirujanos se enriquecieran administrando inyecciones de extractos acuosos de glicerol de testículos de animales, porque parecía que se había descubierto el elixir de la eterna juventud (Kochakian 1993). Sin embargo, un comité internacional de científicos señaló hacia 1920 que no existían bases científicas que demostrasen los efectos rejuvenecedores de la inyección de los extractos de testículos (Kochakian 1993). En 1926, Pezard y Caridroit (1926) cortaron dos fragmentos de la cresta de un gallo normal y los transplantaron en la espalda de ese mismo gallo. Los autores encontraron que el tamaño de las crestas transplantadas no se modificada. Sin embargo, cuando las crestas de un gallo normal se transplantaban en la espalda de un gallo castrado, las crestas transplantadas se reducían de tamaño y eran similares a las crestas de los gallos castrados. Estos resultados confirmaban los obtenidos por Berthold 80 años antes, y sugerían que tenía que existir una sustancia que se transportase por la sangre desde los testículos hasta los órganos sexuales secundarios del gallo (la cresta y la cola), donde ejercían su acción. Como en 1905 Starling (1905) había denominado con el nombre de “hormonas” a las sustancias que se transportaban por la sangre y excitaban o regulaban diferentes tejidos, Pezard y Caridroit (1926) denominaron “hormona testicular” a la sustancia que se transportaba por la sangre desde los testículos a los órganos sexuales secundarios. 2.2. Andrógenos: múltiples hormonas masculinas. En 1929, Funk y Harrow (1929), basándose en los resultados del trabajo de Pezard y Caridroit (1926), pensaron que si la hormona testicular se transportaba por la sangre para ir a los órganos sexuales secundarios, dicha hormona debería filtrarse por el riñón y aparecer en la orina. Los autores produjeron concentrados de orina (tratando la orina con alcohol, acidificándola, extrayendo cloroformo e hidrolizándola), inyectaron dichos concentrados a los gallos castrados, y encontraron que, al cabo de poco tiempo las crestas de dichos gallos castrados aumentaban de tamaño. Los autores denominaron a esa sustancia de la orina la “hormona masculina”. En 1931, Butenandt (1931) consiguió aislar una sustancia químicamente pura de un extracto de 15.000 litros de orina de policías. El análisis químico de dicha sustancia reveló que contenía un núcleo policíclico muy parecido al núcleo del colesterol, al que estaban ligados un grupo hidroxil y una cetona (Figura 1.3). El autor denominó a la sustancia “androsterona” (“andro”=masculino, “ster”=esterol, “ona”=cetona). Unos pocos años más tarde, Ruzicka y col. (1934), encontraron la relación de la androsterona con el colesterol al sintetizar androsterona a partir del colesterol. Figura 1.3. Estructura química de la androsterona (Kochakian 1993). La androsterona sintetizada a partir del colesterol poseía parecidas características químicas a las de los extractos de testículo, pero no tenía tanta actividad biológica como la que tenían dichos extractos. En 1935, Butenandt y Hanisch (1935) y Ruzicka y Wettstein (1935) hallaron que cuando se convertía la cetona (=O) de la posición 17 de la androsterona en un hidroxil (-OH), el nuevo compuesto tenía unas características químicas similares a las de los extractos de testículo y, además, tenía tanta actividad biológica como dichos extractos. A dicha sustancia se le denominó “testosterona”, y pronto se encontró que también se sintetizaba a partir del colesterol (Figura 1.4), y que su composición química era exactamente igual a la de la sustancia de igual actividad biológica que se encontraba en los testículos de los toros (David et al 1935). Figura 1.4. Síntesis de testosterona a partir del colesterol (Kochakian 1993). Muy pronto los investigadores se dieron cuenta de que el cuerpo humano produce muchas más sustancias que poseen una actividad muy similar a la de la testosterona. Estas sustancias pertenecen a una misma familia de compuestos que tienen una estructura química bastante parecida a la de la testosterona. Teóricamente, la molécula de testosterona puede producir, por oxidación o por reducción, hasta unas 600 moléculas de su misma familia (Kochakian 1993). También en 1935, Ruzicka encontró que cuando se sustituía el grupo metil de la posición 17 de la molécula de testosterona por el 17-alpha-hidrógeno, se sintetizaba una sustancia, la 17-alpha -metiltestosterona, que tenía unos efectos biológicos similares a los de la testosterona y era efectiva cuando se tomaba por vía oral en cantidades suficientes. Tres años más tarde, Kochakian (1938) observó que la inyección de ésteres de testosterona se acompañaba de una actividad biológica mucho mayor y que, además, actuaba durante más tiempo que cuando se inyectaba testosterona. El mismo autor encontró que la inyección de acetato de testosterona tenía más actividad biológica que la inyección de testosterona y que la inyección de propionato de testosterona tenía una actividad biológica todavía mayor y durante más tiempo que la de acetato de testosterona. Estos compuestos fueron inmediatamente aceptados y se comenzaron a utilizar para uso clínico a partir de esa fecha (Kochakian 1993). 2.3. Actividad anabólica. Hacia el comienzo de los años 30 los investigadores comenzaron a interesarse no solamente por las acciones androgénicas de la nueva hormona, sino que también comenzaron a interesarse por las posibles acciones que dicha hormona podía tener en la síntesis de proteínas o en la restauración de los tejidos en situaciones de déficit anabólico (Kochakian 1993). En 1935, Kochakian (1935,Kochakian and Murlin 1935) encontraron que la administración de extractos de orina de perros machos normales a perros castrados se acompañaba de un balance nitrogenado positivo. Esto sugería que la administración de la hormona masculina aumentaba la retención de nitrógeno en el perro castrado, reflejo probable de un aumento de la síntesis de proteínas y de nuevo tejido. El mismo autor repitió este experimento dos años más tarde, pero suministrando a los perros castrados las nuevas sustancias químicas que se acababan de sintetizar y comercializar (androsterona, testosterona, acetato de testosterona), y encontró que la administración de las nuevas sustancias también se acompañaba de una retención de nitrógeno en el organismo (Kochakian 1937,Kochakian and Murlin 1936). Al año siguiente, Kenyon y col. (1938) encontraron idénticos resultados (aumento de la retención de nitrógeno) cuando se suministraban esas sustancias a hombres eunucos. Además, también encontraron que se retenían otros elementos químicos (Na+, K+, Cl-, H2O, PO4-3) que son necesarios para sintetizar nuevos tejidos. Estos trabajos realizados en perros castrados y en hombres eunucos indicaban que la hormona secretada por el testículo (testosterona) no solamente desarrollaba los caracteres sexuales secundarios y los órganos sexuales accesorios, sino que también tenía unas acciones anabolizantes prácticamente en todos los tejidos del cuerpo porque esta hormona favorece la síntesis de proteínas y aumenta la utilización de aminoácidos en el músculo (Sheffield-Moore et al 1999). Por lo tanto, se consideró que la testosterona era una hormona con doble actividad: androgénica y anabólica. 2.4. Disociación de las acciones androgénicas y anabólicas. Una vez conocida la acción anabolizante de la testosterona y de sus derivados, se empezaron a suministrar estas sustancias a humanos no castrados que tuviesen déficits en la formación de tejidos, como por ejemplo en las mujeres que tenían un cáncer de mama. Sin embargo, la administración de testosterona no solamente producía efectos anabolizantes favorables (crecimiento de tejidos) para tratar esos déficits, sino que también se acompañaba de acciones androgénicas no deseables, como la virilización, que se observaba fundamentalmente cuando se administraba testosterona a mujeres y a niños (Kochakian 1993). El siguiente paso fue estudiar si existían algunas sustancias derivadas de la testosterona que pudiesen disociar la actividad androgénica de la actividad anabólica. Para ello, se compararon en animales los efectos que tenía la administración de diferentes compuestos naturales o sintéticos derivados de la testosterona en el crecimiento de los músculos o tejidos (reflejo de la actividad anabólica), y en el crecimiento de los caracteres sexuales secundarios o de los órganos sexuales accesorios (reflejo de la actividad androgénica) (Kochakian 1993). La figura 1.5 muestra una síntesis de diferentes trabajos que estudiaron los efectos de la administración por vía oral de esteroides androgénico-anabólicos, naturales o sintéticos, en el tamaño de la próstata (reflejo de la actividad androgénica), en la retención de nitrógeno (reflejo de la actividad anabólica global), y en la hipertrofia del músculo elevador del ano (reflejo de la actividad anabólica muscular) de la rata. Para comparar los diferentes esteroides se tomó como referencia la actividad androgénica y anabólica de la methyltestosterona (Arnold et al 1963). Se observa que algunos esteroides pueden disociar, aunque no completamente, los efectos androgénicos de los efectos anabolizantes. Por ejemplo, el stanozolol tiene, con respecto a la methyltestosterona, una actividad androgénica tres veces inferior, una actividad anabólica global (retención de nitrógeno) 3 veces mayor, y una actividad anabólica muscular 11 veces superior (figura 1.5) (Arnold et al 1963). Estos resultados sugerían que para tratar las situaciones de déficit anabólico en personas que no tenían alteraciones sexuales, el stanozolol era una sustancia más adecuada que la methyltestosterona. Figura 1.5. Acción de algunos esteroides suministrados por vía oral en la actividad androgénica, la actividad anabólica global (nitrogen retention) y la actividad anabólica muscular (hipertrofia del músculo elevador del ano) de la rata (Arnold et al 1963). Estos resultados indicaban que existen algunos esteroides anabolizantes que tienen una gran actividad anabolizante y una pequeña actividad androgénica, aunque no existe por el momento ninguna molécula que pueda disociar completamente las dos actividades. Sin embargo, se denominaron esteroides anabolizantes a esas moléculas que tienen una gran actividad anabolizante, aunque también tienen una pequeña actividad androgénica. Una vez conocidos estos efectos de los esteroides en las ratas, los investigadores estudiaron en los años 60 la actividad anabólica de los esteroides orales en el hombre. Para comparar la actividad anabólica relativa de los diferentes esteroides, se tomó como referencia la actividad androgénica y anabólica de la methyltestosterona (tabla 1.1) y del propionato de testosterona (tabla 1.2). Tabla 1.1. Comparación de los efectos de diferentes esteroides orales en la actividad anabólica (retención de nitrógeno), en el hombre. En (Kochakian 1993), de (Liddle and Burke 1960). Esteroide Actividad anabólica relativa 17-alpha-methyltestosterona 1 17-alpha-Ethyl-19-nortestosterona 2 (Norethandrolona) 9-alpha-Fluoro-11ß-hydroxy-17-alpha-methyltestosterona 3 (Halostestin) 2-Hydroxy-methylene-5-alpha-dihydro-17-alpha-methyltestosterone 3 (Oxymetholone)xandrolona Oxandrolona 6 1 10 Delta -17-alpha-methyltestosterona (DIANABOL) (methandrostenolona;Methandienona) Se observa (tabla 1.1) que la Delta1-17-alpha-methyltestosterone (methandrostenolona) tiene una actividad relativa anabólica 10 veces superior a la actividad anabólica de la 17-alpha-methyltestosterona (Liddle and Burke 1960), mientras que el stanozolol es uno de los esteroides orales que tiene un mayor índice anabólico proteico en el hombre, muy superior al propionato de testosterona suministrado por vía oral (tabla 1.2) (Albanese 1965). Sin embargo, Kochakian (1993) señala que cuando se suministra el propionato de testosterona por vía parenteral en vez de por vía oral, la actividad anabólica es muy similar a la del stanozolol suministrado por vía oral y, además, sus efectos son más duraderos. Tabla 1.2. Comparación de los efectos de diferentes esteroides orales en el índice de anabolismo proteico, en el hombre. Las sustancias subrayadas también se encuentran en la tabla 1.1. En (Kochakian 1993), de (Albanese 1965). Esteroide Índice anabólico proteico Testosterona propionato +6 19-Nortestosterona (nandrolona) +9 +8 Norethandrolona (17-alpha-ethyl-19-nortestosterona) Oxandrolona (ANAVAR) + 20 4-Hydroxy-17-alpha-methyltestosterone + 11 Methandrostenolona (Delta1-17-alpha-methyltestosterona) (DIANABOL) + 16 Stanozolol (WINSTROL) + 29 17-ß-Hydroxy-17-alpha-methylandrost-4-ene-(3.20)-pyrazol + 30 Norbolethona ((dl)-13-Ethyl-17ß-hydroxy-18, 19-dinor-17alphapregn-4-en-3-one) + 34 Estos resultados indicaban que era posible administrar esteroides orales de gran actividad anabólica y pequeña actividad androgénica a los humanos que presentasen déficits anabólicos. Sin embargo, como se ha indicado anteriormente, no existe actualmente ningún esteroide que disocie completamente las acciones anabólicas de las acciones androgénicas. Por dicho motivo Kochakian (1993) señala que es más correcto denominar a dichas sustancias “esteroides anabólico-androgénicos”, en lugar de denominarlas “esteroides anabolizantes”. Sin embargo, se les sigue llamando todavía esteroides anabolizantes. La mayoría de los trabajos que han estudiado la actividad anabólica de los esteroides anabolizantes cuantificaron el balance nitrogenado (la retención de nitrógeno) del organismo. Según Friedl (1994) no existen estudios que hayan comparado los efectos de diferentes esteroides anabolizantes sobre la hipertrofia del músculo humano y sobre los efectos androgénicos. 2.5. Uso terapéutico. En este apartado se indicarán algunos de los preparados de testosterona más utilizados en la clínica médica. Figura 1.6. Estructura molecular de la testosterona, y de algunos ésteres y derivados de la testosterona más utilizados en la práctica médica (Nieschlag and Behre 1990). La figura 1.6 muestra la estructura molecular de la testosterona y de los ésteres y derivados de la testosterona que se utilizan con más frecuencia en la clínica (Nieschlag and Behre 1990). La clasificación de los diferentes tipos de preparaciones de testosterona más utilizados en la práctica clínica está basada en la vía de administración: oral, sublingüal, rectal, nasal, intramuscular, implantes de testosterona, y vía transdermal (Nieschlag and Behre 1990). La administración por vía oral de esteroides anabolizantes debería ser teóricamente la principal vía de administración porque no es cruenta y es fácil de utilizar por el paciente. Sin embargo, como veremos más adelante, la administración de algunos esteroides anabolizantes por vía oral presenta algunos inconvenientes importantes, especialmente los que tienen un grupo alkyl en la posición del carbono 17, como por ejemplo el Anapolón, Stanozolol, Dianabol, Primobolan, y Anavar (Cohen et al 1996). La tabla 1.3 muestra los nombres genéricos, comerciales y las dosis de reposición de los esteroides anabolizantes orales más utilizados en la clínica para tratar el hipogonadismo en los hombres (Cohen et al 1996,Friedl et al 1991,Friedl 1994,Hartgens et al 1996,Kiraly 1988,Melchert and Welder 1995,Nieschlag and Behre 1990,VanHelder et al 1991). De todos ellos, el preparado más aceptado en clínica médica es la oximetolona (Kicman and Gower 2003). Tabla1.3. Principales esteroides anabolizantes orales: nombre genérico, nombre comercial, y dosis de reposición en hombres con hipogonadismo. Subrayados, los esteroides que tienen un grupo 17alpha-alkyl. (Cohen et al 1996,Friedl et al 1991,Friedl 1994,Hartgens et al 1996,Kicman and Gower 2003,Kiraly 1988,Melchert and Welder 1995,Nieschlag and Behre 1990,Street et al 1996,VanHelder et al 1991). Nombre genérico Nombre(s) comercial(es) Methandrostenolona Dianabol Oxandrolona Anavar Stanozolol Winstrol-Stromba Oxymetholona Anadrol-Anapolon Fluoxymesterona Halotestin-Stennox-Ultandren Methyltestosterona Oreton M-Metandren-android Mesterolona Provirón Methandienona Lanabolin Testosterona Testosterona Undecanoato Andriol Boldenona Boldane, Equipoise Metenolona acetato Primobolan Bolasterona Myagen, Methosarb Calusterone Methosarb, Riedemil Clorodehidrometiltestosterona Oral-Turanibol Clostebol Steranabol, Test-Anabol Drostanolona Drolban, Methalona Furazabol Frazalon-Miotolon Mestanolona Andoron-Notandron Methenolona Primobolan-Nibal Dosis reposición 5-15mg/día 2.5-5mg/día 5 mg/día 2-5mg/Kg x día 400mg/día 80-160mg/día 40mg/día 5-10mg/día Nieschlag y Behre (1990) señalan que algunas casas comerciales todavía comercializan extractos de testículo para que se administren por vía oral porque consideran que su ingestión puede tener los mismos efectos que la ingestión oral de esteroides anabolizantes. Sin embargo, aunque la testosterona se sintetiza fundamentalmente en los testículos, la cantidad de testosterona que se encuentra en dichos testículos es muy baja porque no suelen almacenarla. Por ello, no es aconsejable la ingestión oral de extractos de testículo, ya que no es efectiva. Teóricamente se puede pensar que el mejor tratamiento por vía oral consistiría en administrar testosterona libre. Sin embargo, cuando se administran pequeñas dosis de testosterona libre por vía oral, ésta se absorbe en el intestino pero es captada rápidamente por el hígado donde se metaboliza e inactiva antes de llegar a los músculos (Nieschlag and Behre 1990). En ese caso no se detecta un aumento de la concentración sanguínea de testosterona en la sangre. Para que una parte de la testosterona administrada por vía oral pueda llegar hasta los músculos sin que sea captada por el hígado, se necesita ingerir por vía oral al menos 200 miligramos de testosterona. En ese caso, se observa un aumento significativo de la concentración sanguínea de testosterona después de ingerir esas grandes cantidades por vía oral. Se considera que ese aumento de la concentración sanguínea de testosterona es el reflejo de que una pequeña parte de la testosterona ingerida no ha sido captada por el hígado, ha llegado a la sangre y, posteriormente, difundirá a la célula muscular y a los tejidos del cuerpo. Sin embargo, para tratar a un hombre con hipogonadismo, es decir, para conseguir que llegue hasta su sangre la producción de testosterona diaria de un hombre sano normal, se necesitarían ingerir diariamente de 400 a 600 miligramos de testosterona por vía oral, lo que supondría ingerir una cantidad 60 veces mayor que la que se produce diariamente en un hombre normal. Este tratamiento sería muy costoso económicamente y, además, el hígado tendría que metabolizar diariamente durante muchos años grandes cantidades de testosterona (recordemos que solamente una pequeña parte de la testosterona ingerida llega a la sangre porque la mayor parte se capta en el hígado donde se metaboliza). Se sospecha que esto se podría acompañar a largo plazo de efectos tóxicos indeseables para el hígado. Por dichos motivos, no se suele usar en la clínica médica la ingestión oral de testosterona. Desde que se sintetizó la testosterona, algunos investigadores intentaron modificar la estructura química de la testosterona para conseguir que dicha molécula no fuese metabolizada por el hígado. La primera molécula modificada fue la 17-alphamethyltestosterona . Esta molécula se absorbe rápidamente en el intestino, presenta un pico de concentración sanguínea hacia los 90-120 minutos de haberse ingerido, y tiene una vida media de 150 minutos (Nieschlag and Behre 1990). Sin embargo, su utilización no está recomendada porque se acompaña de alteraciones de los enzimas hepáticos y se ha asociado con la aparición de tumores hepáticos (Nieschlag and Behre 1990). La fluoxymesterona es también una modificación de la estructura química de la testosterona y se comenzó a administrar por vía oral porque no era metabolizada rápidamente en el hígado. Sin embargo, como su molécula también contiene un grupo “17-alpha-alkyl”, al igual que la 17-alpha-methyltestosterona, se considera que puede ser tóxica para el hígado y, por lo tanto, se desaconseja su utilización (Nieschlag and Behre 1990). La mesterolona es un derivado de la DHT (5-alpha-dihydrotestosterona) que es activa por vía oral porque no se metaboliza rápidamente en el hígado. Además, no parece ser tóxica para el hígado. Sin embargo, se considera que su actividad anabólica y androgénica es débil y por dicho motivo no se suele recomendar para tratar el hipogonadismo (Nieschlag and Behre 1990). El esteroide anabolizante más utilizado para su administración por vía oral es, probablemente, la testosterona undecanoato (Nieschlag and Behre 1990). Este molécula se obtiene al esterificar la posición 17-beta de la molécula de testosterona con ácido undecanóico, se absorbe en el tracto gastrointestinal, se dirige desde la vena porta hasta los vasos linfáticos y, posteriormente, alcanza la circulación sanguínea, donde se observa un pico entre las 2 y las 6 horas de la ingestión. Sin embargo, el problema que presenta esta molécula es que cuando se ingiere diariamente (en 2 a 4 cápsulas de 40 miligramos al día) la concentración sanguínea de testosterona fluctúa mucho porque la vida media de la testosterona undecanoato es muy pequeña. Aunque no suele ser muy frecuente, algunos autores suelen recomendar la administración de los esteroides anabolizantes orales señalados anteriormente pero por vía sublingüal, porque consideran que son más efectivos que cuando se administran por vía oral. Sin embargo, presentan los mismos problemas (toxicidad hepática, gran fluctuación de la concentración sanguínea de testosterona) que la administración por vía oral (Nieschlag and Behre 1990). Algunos autores suelen recomendar la administración por vía rectal de supositorios que contienen cerca de 40 mg de testosterona. La utilización de esta vía permite que la testosterona sea captada rápidamente por el hígado y que se observe rápidamente un aumento significativo de la concentración sanguínea de testosterona que puede mantenerse durante 4 horas. Sin embargo, como sería necesario administrar 3-4 supositorios cada día, no se suele utilizar por los inconvenientes prácticos que acarrea este tipo de administración (Nieschlag and Behre 1990). Para evitar la captación rápida de los anabolizantes por parte del hígado, también se ha sugerido la aplicación de testosterona en la mucosa nasal. Sin embargo, en esos casos la absorción de testosterona es muy variable, y la concentración sanguínea de testosterona permanece significativamente elevada durante muy poco tiempo. Por dicho motivo no se suele recomendar su utilización. La vía de administración de esteroides anabolizantes más utilizada clásicamente ha sido la vía intramuscular. La tabla 1.4 muestra algunos de los esteroides anabolizantes inyectables intramuscularmente que se utilizan más frecuentemente para tratar el hipogonadismo, así como las dosis recomendadas y algunos nombres comerciales. De todos ellos, el preparado más aceptado en clínica médica es el stanozolol y la nandrolona decanoato (Kicman and Gower 2003). Tabla 1.4. Principales esteroides anabolizantes inyectables intramuscularmente (Cohen et al 1996,Friedl et al 1991,Friedl 1994,Hartgens et al 1996,Melchert and Welder 1995,Nieschlag and Behre 1990,VanHelder et al 1991). Nombre genérico Nombre(s) comercial(es) Dosis reposición Esteres testosterona: - Testosterona enanthate Testosteviron-depot, delatestryl 200-250mg/2semanas - Testosterona cypionato Depotestosterona " - Testosterona propionato Oreton-Testex " - Testosterona cyclohexanecarboxylato " Esteres nandrolona: - Nandrolona decanoato Decadurabolin-Norandren - Nandrolona phenylpropionato Durabolin - Nandrolona-hexyloxfenylpropionato Anadur - Nandrolona-laurato Laurabolín Stanozolol Strombaject- Winstrol V(uso veterinario) Methenolona enanthato Primobolan-depot Drostanolona propionato Permastril, Masteron Boldenona undecylenato Parenabol-Maxigan Trenbolona acetato Parabolan-Finaject Testosterona suspension Testolin La razón por la cual los esteroides inyectables son mucho más utilizados es porque su vida media es mucho más prolongada que la de los esteroides anabolizantes administrados oralmente (Nieschlag and Behre 1990). Por ejemplo, mientras que para tratar el hipogonadismo los esteroides anabolizantes orales deben administrarse varias veces al día, la testosterona propionato debe inyectarse una vez cada 2 ó 3 días y la testosterona enanthato, la testosterona cypionato y la testosterona cyclohexanecarboxylato pueden administrase en una sóla inyección (200-250mg) cada 2 semanas. Sin embargo, el inconveniente de estos esteroides inyectables es que en los primeros días siguientes a la inyección, la concentración sanguínea de testosterona es mucho más elevada que la del hombre sano normal, mientras que en los últimos días, dicha concentración puede ser inferior a la normal. La figura 1.7 muestra la evolución media de la concentración sanguínea de testosterona total, durante varios días, en sangre extraída en ayunas a las 8 de la mañana, de 7 hombres con hipogonadismo a los que se suministró una inyección intramuscular de 250 miligramos de testosterona enanthato (Behre et al 1990). Figura 1.7. Evolución de la concentración sanguínea de testosterona en 7 hombres con hipogonadismo, antes (día 0), y durante los 20 días posteriores a la inyección intramuscular de 250 miligramos de testosterona enanthato (Behre et al 1990). Se observa que durante los 3 primeros días posteriores a la inyección, la concentración sanguínea de testosterona era muy superior al rango alto de normalidad del hombre sano normal (cercano a 30 nmol.l-1). Del día 4 al día 11, los valores medios de la concentración sanguínea de testosterona se encontraban en el rango de la normalidad (comprendidos entre 13 y 30 nmol.l-1), mientras que a partir del día 12 la concentración media de testosterona sanguínea era inferior al rango bajo de normalidad del hombre sano normal (cercano a 13 nmol.l-1). Esta gran fluctuación de la concentración sanguínea de testosterona no es conveniente porque se considera que cuando se administran esteroides anabolizantes para tratar el hipogonadismo, la concentración sanguínea de testosterona debería tener los mismos valores y la misma evolución diaria que la del hombre sano normal (Behre et al 1990). Otra vía de administración de los esteroides anabolizantes es la utilización de implantes subdérmicos de testosterona (Handelsman 1990). Esta vía de administración se empezó a utilizar clínicamente hacia los años 30 porque permitía mantener valores estables de la concentración sanguínea de testosterona durante, por lo menos, 4 meses. Los implantes son esteroides cristalinos comprimidos en un excipiente que tienen una forma cilíndrica y pequeñas dimensiones (4.5 mm de diámetro y 612mm de longitud). Normalmente se suelen implantar en la pared abdominal a través de una pequeña incisión subcutánea de 1 cm. Diferentes estudios han encontrado que los implantes subdérmicos de testosterona liberan diariamente unos 0.65 mg de testosterona por cada 100 miligramos de implante (Handelsman 1990). La figura 1.8 muestra la evolución de la concentración sanguínea de testosterona total en 43 hombres con hipogonadismo a los que se trató con implantes subdérmicos de testosterona (Handelsman 1990). Figura 1.8. Evolución de la concentración sanguínea media de testosterona total a lo largo de 6 meses en 43 hombres diagnosticados de hipogonadismo, tratados con 6 implantes subdérmicos de testosterona de 200 mg (Handelsman 1990). Se observa que el tratamiento con implantes subdérmicos se acompañó de un aumento significativo de la concentración sanguínea de testosterona total hasta alcanzar los valores del hombre sano normal. Este aumento se produjo desde el día siguiente a la colocación de los implantes y se mantuvo dentro del rango de normalidad durante más de 4 meses. Estos resultados indican que la utilización de implantes subdérmicos de testosterona es una forma de tratamiento del hipogonadismo muy efectiva porque es muy estable y dura varios meses. Además, es más barata que el tratamiento con esteroides anabolizantes orales o intramusculares. Sin embargo, a pesar de sus ventajas y de que se comenzaron a utilizar hace varias décadas, se utilizan muy poco en la clínica médica debido, probablemente, a que tienen poca aplicación comercial porque se trata de un producto no patentable (Handelsman 1990). Por último, otra vía de administración de esteroides anabolizantes es la vía transcutánea (Nieschlag and Behre 1990). Se sabe que la piel absorbe fácilmente los esteroides y otros fármacos. Sin embargo, la absorción es diferente en distintas zonas de la piel. El escroto es la zona de la piel que tiene una mayor capacidad de absorción de los anabolizantes, unas 40 veces más que, por ejemplo, la piel del antebrazo. Por dicho motivo para tratar el hipogonadismo se utilizaron en un principio membranas de 40 a 60 cm2 de superficie que contenían de 10 a 15 miligramos de testosterona y que se colocaban en la superficie del escroto. Dichas membranas se suelen colocar por la mañana y se sustituyen diariamente. La figura 1.9 muestra la evolución de la concentración sanguínea de testosterona total durante 24 horas en 26 hombres diagnosticados de hipogonadismo a los que se colocaron membranas con testosterona en el escroto (Place et al 1990). Figura 1.9. Evolución de la concentración sanguínea de testosterona total durante las 24 horas posteriores a la colocación de membranas en el escroto con testosterona (Testoderm-TTS 3.6 mg), o a la colocación de membranas-placebo, en 26 hombres diagnosticados de hipogonadismo (Place et al 1990). Se observa que la concentración sanguínea de testosterona total aumentó significativamente tras la colocación de las membranas que contenían testosterona y alcanzó su valor máximo entre las 3 y las 5 horas posteriores a la colocación de la membrana. Además, la evolución de la concentración sanguínea de testosterona a lo largo del día en los hombres tratados con testosterona fue similar a la que se observa en el hombre sano normal. Los autores concluyeron que la administración de testosterona por vía transcutánea es efectiva porque reproduce la evolución diaria de la concentración sanguínea de testosterona del hombre sano normal. Además señalaron que la vía transcutánea era mejor que la vía oral o intramuscular porque no se acompaña de cambios bruscos de la concentración sanguínea de testosterona y tiene menos efectos secundarios que la vía de administración oral. Recientemente se han estudiado parches de testosterona que se implantan por vía transcutánea en zonas diferentes a los testículos (espalda, brazos, pecho etc.). Estos parches permiten un paso progresivo de testosterona a través de la piel, se aplican una vez al día y se acompañan de una evolución de las tasas sanguíneas de testosterona que es muy similar a la observada en el hombre sano normal (Mazer et al 1992). Este procedimiento de suministro de testosterona debería ser el más aconsejable para tratar el hipogonadismo. No existe un consenso claro sobre las indicaciones terapeúticas concretas de los esteroides anabolizantes. En los siguientes párrafos se señalarán las indicaciones aconsejadas por diferentes sociedades científicas. La Asociación Americana de Medicina (AMA) ha señalado que la utilización de los esteroides anabolizantes está indicada en las siguientes condiciones clínicas (American Medical Association 1990a,American Medical Association 1990c): - Esteroides sintéticos orales (methyltestosterona y Halotestin), y ésteres inyectables de testosterona: en las disfunciones del aparato reproductor masculino, fundamentalmente en el hipogonadismo. - Otros esteroides: - Oxymetholona: para aumentar la eritropoyesis. - Stanozolol: para uso general. - Esteres inyectables de nortestosterona (phenpropionato y decanoato): para mejorar la eritropoyesis y la anemia en enfermedades renales. Por su parte, la Administración Americana de Alimentos y Drogas (The Food and Drug Administration,FDA), también ha suministrado un listado de esteroides con su indicación terapéutica (Kochakian 1993). Los esteroides de acción predominantemente anabolizante con indicación terapéutica son los siguientes: - Nandrolona decanoato: para tratar la anemia y la insuficiencia renal. - Nandrolona phenpropionato: para tratar el cáncer de mama. - Stanozolol: para tratar el angioedema hereditario. En Gran Bretaña también se recomienda su uso para tratar las anemias (Kicman and Gower 2003). - Oximetholona: para tratar las anemias causadas por una producción insuficiente de células rojas de la sangre. En otros países, como Gran Bretaña, también se suele recomendar para tratar lesiones de miocardio (Kicman and Gower 2003). - Danazol: para tratar la endometriosis, la enfermedad fibroquística de la mama y el angioedema hereditario. Además, los esteroides de acción predominantemente androgénica más recomendados, cuyas indicaciones terapéuticas principales son :1) reponer el déficit o la ausencia de testosterona en el hombre, y 2) tratar los cánceres inoperables de mama en la mujer, son los siguientes (según la FDA): - Orales: Methyltestosterona, Halotestin, y testosterona. - Inyectables: Ésteres de testosterona (cypionato, enantato y propionato). Por último, la Sociedad Endocrinológica Australiana indica en un posicionamiento oficial del año 2000 (Conway et al 2000) que el tratamiento médico con esteroides anabolizantes sólo debería prescribirse en los sujetos con probado hipogonadismo. También indica que no existen evidencias para recomendar el tratamiento con esteroides anabolizantes en los casos de infertilidad masculina, como método contraceptivo masculino, en casos de impotencia, para tratar los síntomas de la postmenopausia o para tratar a las personas mayores en razón de su edad. Además, están contraindicados con en personas con cáncer de próstata o cáncer de pecho. En el caso del hipogonadismo se recomienda iniciar el tratamiento con la inyección intramuscular de ésteres de la testosterona (250 mg cada 2 semanas de testosterona enantato) y regular posteriormente las dosis en función de la respuesta del paciente . Existen otras situaciones en las que algunos autores suelen recomendar el tratamiento con esteroides anabolizantes: situaciones de déficit proteico (algunas enfermedades crónicas), o en pacientes que han tenido infecciones severas, como por ejemplo el Sida {Shahidi, 2001 7109 /id}(Hengge et al 1996), operaciones quirúrgicas, como la fractura de cadera (Hedstrom et al 2002), quemaduras severas (Shahidi 2001), hepatitis alcohólica (Shahidi 2001), traumatismos, radiaciones, o que han ingerido drogas tóxicas. Sin embargo, la Asociación Americana de Medicina señaló en 1990 que no se puede afirmar que en estos casos el tratamiento con esteroides anabolizantes sea beneficioso para los pacientes, aunque también reconocía que dichos esteroides ‘’inducen una sensación de bienestar en los pacientes, les estimulan su apetito y la síntesis proteica, y pueden ayudar a los enfermos terminales’’ (American Medical Association 1990b). El análisis realizado indica que las diferentes sociedades científicas recomiendan unánimemente que los esteroides anabolizantes deben prescribirse para tratar el hipogonadismo. Sin embargo, existen divergencias sobre la conveniencia de prescribir estos productos en otro tipo de enfermedades. 2.6. Las prohormonas. En los últimos años han salido al mercado nuevos esteroides anabolizantes, llamados “prohormonas”, como la dehidroepiandosterona (DEA), la androstenediona, la 19-norandrostenediona, el androstenediol y el 19-norandrostenediol (Bross et al 1999). Estas sustancias suelen estar a la venta en Internet y se comercializan como suplementos nutritivos ya que no son hormonas, se producen naturalmente en el organismo humano y son precursoras de la testosterona. Sin embargo están prohibidas en la reglamentación deportiva desde 1999 (Eklof et al 2003) porque se deben considerar como hormonas esteroideas. Un problema añadido de estas sustancias es que su pureza no está asegurada, porque suelen estar contaminadas con otros esteroides anabolizantes en cantidades suficientes como para dar positivo en un control (Kicman and Gower 2003,Segura and Ventura 1998). La DEA es una hormona esteroidea que se produce en la glándula suprarenal (Bross et al 1999) y que sintetiza androstenediona. La androstenediona es también una hormona esteroidea que se produce en la glándula suprarenal, en los testículos y en los ovarios, y es un precursor de la síntesis de testosterona y de estrógenos (Bross et al 1999). Aunque los vendedores de dichas sustancias las presentan como la panacea para aumentar la fuerza y masa muscular, en el apartado 1.4 se verá que los resultados de los estudios realizados en humanos que ingieren estas sustancias son poco concluyentes (Bross et al 1999). 3. Incidencia en la población deportiva. Según Yesalis (1993b) se suelen utilizar tres métodos para intentar conocer la incidencia del uso de una droga en la población deportiva: 1) los resultados de los controles antidopaje, 2) los resultados de las encuestas epidemiológicas, y 3) los testimonios, las anécdotas y los rumores que suelen referir los deportistas o los técnicos. En los siguientes apartados se analizará la incidencia que tiene el uso de esteroides anabolizantes en la población deportiva basándonos en los tres métodos y señalando también los problemas metodológicos que son inherentes a cada uno. 3.1. Resultados de los controles antidopaje en los Juegos Olímpicos. Como se ha señalado anteriormente, los esteroides anabolizantes no fueron prohibidos por el Comité Olímpico Internacional hasta 1975, y los primeros tests antidopaje que podían detectar dichas sustancias se llevaron a cabo en los Juegos Olímpicos de Montréal que se celebraron en 1976 (Yesalis 1993b). Aunque se sospechaba que numerosos atletas de Estados Unidos y de los Países del Este llevaban años utilizando esteroides anabolizantes, el Comité Olímpico Internacional lo prohibió en 1975 hasta que no tuvo un método de análisis para detectarlo (Kicman and Gower 2003). La tabla 1.5 muestra los resultados de los controles antidopaje de esteroides anabolizantes realizados en los Juegos Olímpicos comprendidos entre 1976 y 1988 (Yesalis 1993b). En ese período de tiempo la mayor parte de las muestras que han dado positivo fueron debidas a esteroides anabolizantes. Tabla 1.5. Resultados de los controles antidopaje de esteroides anabolizantes realizados en los Juegos Olímpicos comprendidos entre 1976 y 1988 (De Mondenard 1996,Yesalis 1993b). Fecha y lugar Resultados Positivos nº de análisis número 1976 (Montréal) 5 (%) sancionados 8 2.9 8 0 0 1.1 10 1980 (Moscú) 1500 0 1984 (Los Ángeles) 1510 17 1988 (Seul) 1500 30 2.0 10 En Barcelona, de 1848 análisis antidopaje realizados, se detectaron 5 casos positivos pero ninguno de ello lo fue por utilización de anabolizantes. Se observa que en Moscú no se detectó ningún resultado positivo con esteroides anabolizantes, pero hay que tener en cuenta que los ésteres de la testosterona no fueron prohibidos hasta 1982. En general, menos del 3% de los atletas analizados durante los Juegos Olímpicos han dado resultados positivos con esteroides anabolizantes. Pero se trata siempre de análisis antidopaje que estaban anunciados previamente. Sin embargo, cuando en 1984 y en 1985 el Comité Olímpico de Estados Unidos llevó a cabo controles antidopaje por sorpresa anunciando que NO iban a ser sancionados, los resultados de dichos controles mostraron que el 50% de los deportistas analizados habían ingerido esteroides anabolizantes (Voy 1990). Parecido porcentaje (40-50%) de tests positivos por ingestión de esteroides anabolizantes se ha encontrado en fisioculturistas belgas de alto nivel, entre 1988 y 1993, a los que se sometió a controles antidopaje por sorpresa (Delbeke et al 1998). Estos resultados sugieren que el porcentaje de deportistas de alto nivel que utilizan esteroides anabolizantes es en realidad mucho mayor que el porcentaje de deportistas que dan resultados positivos con esteroides anabolizantes en los Juegos Olímpicos. La gran diferencia que existe entre los resultados de los tests y el número real de utilizadores de esteroides anabolizantes se debe a diferentes motivos: 1) según Yesalis (1993b), la mayoría de los esteroides anabolizantes solamente pueden ser detectados en la orina durante poco tiempo después de que los sujetos hayan dejado de utilizarlos (de unos pocos días a unos meses, según el tipo de sustancia). Por ejemplo, cuando los atletas saben que se les va a realizar un control antidopaje evitan tomar algunos esteroides inyectables como, por ejemplo, el decanoato de nandrolona (DecaDurabolin), que puede ser detectado en la orina durante más de 6 meses de haber dejado de utilizarlos, y siguen tomando esteroides anabolizantes orales (no se detectan después de 2 a 4 semanas de dejar de utilizarlos) o ésteres inyectables de testosterona (no se detectan después de 3 a 6 semanas después de haber dejado de utilizarlos) (Di Pasquale 1984). 2) algunos autores han dudado de la sensibilidad que tienen los tests antidopaje para detectar los ésteres de testosterona, e incluso consideran que si se utilizan pequeñas dosis de estas sustancias, no son detectados en los análisis antidopaje (Di Pasquale 1984,Francis 1990,Voy 1990). 3) se sabe muy poco sobre la utilización por parte de algunos deportistas de sustancias que enmascaran a los esteroides anabolizantes en los controles antidopaje (epitestosterona exógena, sustancias que alteran la identificación de esteroides anabolizantes en los análisis de orina, etc.) (Yesalis 1993b). 4) la mayoría de los países realizan análisis antidopaje en los laboratorios de sus propios países a todos los deportistas olímpicos seleccionados, unos días antes de que comiencen los Juegos Olímpicos. Esto les permite eliminar a los deportistas que dan positivo en dichos análisis y evitar la vergüenza internacional que provoca la aparición de un análisis antidopaje positivo. Por ejemplo, en 1988, cuatro de los siete componentes de la selección olímpica canadiense de halterofilia fueron expulsados del equipo nacional y no asistieron a los Juegos Olímpicos de Seúl porque dieron positivo en el análisis antidopaje que se les realizó unos días antes de viajar a Seúl (Dubin 1990). Estos cuatro deportistas hubieran dado positivo, probablemente, si hubiesen competido en los Juegos. Yesalis (1993b) señala que De Merode, presidente de la comisión médica del COI, ha sugerido que algunos deportistas suelen realizar por propia iniciativa controles antidopaje que son analizados en diferentes laboratorios para conocer con precisión las dosis de esteroides que pueden tomar sin que sean detectados en los controles antidopaje. Estos resultados sugieren que la utilización de esteroides anabolizantes por los deportistas de alto rendimiento deportivo es, probablemente, mucho mayor que la que se puede deducir de los resultados de los controles antidopaje realizados en los Juegos Olímpicos. Algunas federaciones están realizando controles antidopaje por sorpresa. Sin embargo, aunque supone un gran avance en la lucha contra la ingestión de esteroides anabolizantes, incluso con los controles por sorpresa no se pueden detectar probablemente ni la utilización de dosis moderadas de ésteres de testosterona, ni la utilización de otras hormonas, como la hormona del crecimiento (Voy 1990). 3.2. Resultados de las encuestas epidemiológicas. Algunos autores han realizado encuestas epidemiológicas a diferentes poblaciones, utilizando generalmente el método de la encuesta escrita anónima y voluntaria, para estudiar la incidencia de la utilización de esteroides anabolizantes (Yesalis 1993b). Las poblaciones más estudiadas han sido los adolescentes norteamericanos de 16 a 18 años, los norteamericanos universitarios y algunos deportistas de alto nivel. Los resultados de diferentes encuestas realizadas muestran que entre el 5% y el 12% de los hombres, y del 1% al 2% de las mujeres adolescentes norteamericanos de 16 a 18 años reconocen que han ingerido alguna vez esteroides anabolizantes (Yesalis 1993b). Las dosis empleadas por estos jóvenes son superiores a las que tomaban los jóvenes hace unos años (Cotlar 2001). Además, dos terceras partes de los adultos que utilizan esteroides anabolizantes en Estados Unidos reconocen que comenzaron a utilizarlos antes de haber cumplido los 17 años (Cotlar 2001). Estudios realizados en otros países como Australia indican que la utilización de esteroides anabolizantes se ha doblado en los últimos 10 años (Copeland et al 2000). Los adolescentes que tienen más riesgo de utilizar esteroides anabolizantes son los emigrantes que llegaron al país de destino siendo mayores de 9 años, los que tienen baja autoestima, bajos resultados escolares y utilizan tranquilizantes o sedantes (Kindlundh et al 2001). Las encuestas realizadas a los estudiantes universitarios norteamericanos indican que solamente el 1% de los estudiantes que no practican deporte de alta competición ha ingerido alguna vez esteroides anabolizantes. Sin embargo, la proporción de utilizadores es mucho mayor entre la población universitaria masculina que practica deporte de competición de alto nivel : cerca de un 9% de los estudiantes que juegan al fútbol americano y alrededor de un 4% de los atletas responden que han utilizado alguna vez esteroides anabolizantes (Yesalis 1993b). La proporción de mujeres universitarias deportistas que refiere haber utilizado dichas sustancias es muy inferior (1%) (Yesalis 1993b). Se conocen algunas encuestas epidemiológicas que se han realizado a deportistas de alto nivel. Por ejemplo, Silvester (1973) encontró que el 68% de los atletas que habían participado en los Juegos Olímpicos de 1972 refirieron que habían utilizado alguna vez esteroides anabolizantes, y el 61% reconocieron que los habían utilizado en los 6 meses que precedieron a dichos Juegos. Conviene recordar que, por aquellas fechas, los esteroides anabolizantes no estaban prohibidos por el COI. En 1975, Ljungqvist (1975) realizó una encuesta a atletas suecos de alto nivel y encontró que el 75% de los lanzadores admitieron haber utilizado esteroides anabolizantes. Estas cifras cercanas al 70% son muy similares a las referidas por Wagman y col. (1995) en una encuesta anónima realizada a los miembros de la selección de Estados Unidos de “Power-Lifting”. Yesalis (1993b) señala que, probablemente, el número de estudiantes y de deportistas que utilizan esteroides anabolizantes es mayor que el que muestran los resultados de estas encuestas, porque dichas encuestas subestiman el número real de sujetos que utilizan dichas sustancias. Ello se debe a diferentes motivos que favorecen que los sujetos mientan durante las encuestas, señalando que no utilizan esteroides anabolizantes cuando en realidad los utilizan: 1) Utilizar sustancias prohibidas se considera ilegal y poco ético, y está mal visto por los amigos, admiradores y familiares. 2) Aunque las encuestas son anónimas, los sujetos tienen miedo de perjudicar la reputación de sus clubes, instituciones, deportes o a sí mismos. 3) Existe una verdadera conspiración de silencio en el mundo deportivo con respecto a este tema. 4) Es probable que en dichas encuestas las mujeres mientan más que los hombres porque los esteroides anabolizantes se acompañan de efectos virilizantes (androgénicos) indeseables para la mayoría de ellas. 5) Existe una falta de comunicación y de confianza entre las comunidades deportiva, médica y científica, que hace que el deportista no responda sinceramente a las encuestas. 6) Por último, conviene tener en cuenta que los resultados de las encuestas sólo incluyen a los sujetos que han respondido voluntariamente a dichas encuestas. Yesalis (1993b) indica que el porcentaje de sujetos que no respondieron a las encuestas sobre utilización de esteroides anabolizantes estuvo comprendida en los diferentes estudios entre el 7.5% y el 99.5%. No se tiene, por lo tanto, información de los individuos que no respondieron a las citadas encuestas, pero se sospecha que en esa población el número de utilizadores de esteroides anabolizantes es mayor que en la población que contesta a las encuestas. En dicho caso, el porcentaje real de utilizadores de esteroides anabolizantes sería superior al que muestran los resultados de las encuestas. En conclusión, los testimonios y encuestas sugieren que la utilización de esteroides anabolizantes ha aumentado significativamente en las 3 últimas décadas en la población juvenil y universitaria. Además, un porcentaje notable de los deportistas de alto nivel , muy superior al que se observa en los resultados de los análisis antidopaje, utiliza probablemente esteroides anabolizantes (Yesalis 1993b). 3.3. Testimonios de deportistas, anécdotas y rumores. En el apartado anterior se indicaba que en 1935 se aisló y se conoció la composición química de la testosterona, al igual que sus propiedades anabolizantes. También se señalaba que muy poco tiempo después ya existían preparaciones orales e inyectables a disposición de la comunidad médica (Yesalis et al 1993). Como los trabajos científicos más importantes de la época se publicaban en revistas de lengua alemana, no es raro que haya autores que sospechen que se suministró testosterona a algunos atletas alemanes que compitieron en los Juegos Olímpicos de Berlin de 1936, o a los soldados alemanes que participaron en la segunda guerra mundial (Wade 1972). Sin embargo, no se ha encontrado ningún documento que confirme o rechace esta suposición (Yesalis et al 1993). Yesalis y col. (1993), señalan que, probablemente, fue Bjoe el primer autor que sugirió en una publicación científica publicada en 1939, que las hormonas sexuales tenían unas acciones fisiológicas que podían ayudar a mejorar las marcas deportivas (Bjoe 1939). Tal como se ha señalado en el apartado anterior, por aquellas fechas ya se habían demostrado los efectos anabólicos de los esteroides anabolizantes en el perro y en hombres eunucos (Kenyon et al 1938,Kochakian 1935,Kochakian 1937,Kochakian and Murlin 1935,Kochakian and Murlin 1936). A los pocos años, dos estudios poco rigurosos desde el punto de vista científico según Yesalis y col. (1993), realizados en el mismo laboratorio, encontraron que la administración oral de methyltestosterona se acompañaba de una mejora de la fuerza y de la capacidad de trabajo, y de una disminución de la fatiga en hombres castrados (Simonson et al 1941) y en hombres ancianos(Simonson et al 1944). En 1942 se publicó el primer caso de ingestión de anabolizantes y velocidad de carrera (Kearns et al 1942). Los autores, citados por Yesalis y col. (1993), administraron testosterona durante varios meses a un caballo de carreras de 18 años de edad que había empeorado su velocidad y su potencia durante el último año, y había dejado de ganar carreras. Tras varios meses de entrenamiento intenso acompañado de la administración de testosterona, dicho caballo volvió a ganar carreras a los 19 años de edad y mejoró su récord personal (2’10’’) en la distancia de la carrera. Aunque los autores emplearon solamente un caballo para realizar el estudio, Yesalis y col. (1993) señalan que este es el primer trabajo publicado en la literatura científica occidental que sugería que la administración de esteroides anabolizantes podía acompañarse de una mejora de la marca en ejercicios que durasen cerca de 2 minutos. Estos primeros trabajos científicos, aunque no fueron muy rigurosos desde el punto de vista metodológico (Yesalis et al 1993), impulsaron la publicación de diferentes artículos de opinión o pseudocientíficos en periódicos o en revistas deportivas de divulgación. Yesalis y col. (1993) señalan que un artículo de divulgación titulado “la hormona masculina” escrito por De Kruif en 1945 (De Kruif 1945), en el que señalaba que la ingestión oral diaria de 20 a 30 miligramos de testosterona debería mejorar la potencia y aumentar la masa muscular, fue el punto de partida para que algunos fisioculturistas de la costa oeste de los Estados Unidos comenzaran a ingerir esteroides anabolizantes. Dicha ingestión estaba favorecida por el hecho de que, por aquel entonces, se asumía universalmente que los esteroides anabolizantes no tenían efectos adversos en la salud cuando se ingerían en dosis terapéuticas (Yesalis et al 1993). Desde entonces, la práctica del fisioculturismo siempre ha estado estrechamente ligada a la ingestión de esteroides anabolizantes (Yesalis et al 1993). Se sospecha que los primeros deportistas que comenzaron a utilizar esteroides anabolizantes de modo sistemático en los deportes olímpicos fueron los levantadores de pesas rusos, hacia el año 1950 (Yesalis et al 1993). Estos autores señalan que el Dr. John Ziegler, médico del equipo estadounidense de halterofilia, refirió que durante los campeonatos del mundo de halterofilia que se celebraron en Viena en 1954, el médico de la selección rusa de halterofilia le indicó que los levantadores soviéticos ingerían testosterona. Al regresar de los citados campeonatos, el Dr. Ziegler comenzó a experimentar con la ingestión de testosterona consigo mismo y con unos pocos levantadores de halterofilia del “York Barbell Club” (Yesalis et al 1993). En 1958, cuando la compañía farmacéutica “Ciba” comercializó el Dianabol (methandrostenolona), el Dr. Ziegler comenzó a experimentar con la nueva sustancia y publicó los resultados de sus experiencias en revistas no científicas de divulgación de entrenamiento físico. Estas publicaciones, unidas al hecho de que varios de los primeros levantadores que habían comenzado a ingerir esteroides anabolizantes mejoraron espectacularmente sus marcas, impulsaron la utilización de estas sustancias por parte de otros levantadores y por deportistas de otros deportes en los que la fuerza es una cualidad física determinante de la marca deportiva. Estos testimonios sugieren que a principios de los años 60 la utilización de esteriodes anabolizantes comenzaba a ser popular en algunos deportistas de los Estados Unidos y de los países de la Unión Soviética porque eran utilizados por algunos fisioculturistas, algunos levantadores de pesas, y comenzaban a utilizarse en los deportes en los cuales la fuerza es una cualidad determinante en la marca deportiva. Se cree que en los Juegos Olímpicos de 1960 la mayoría de deportistas no habían ingerido esteroides anabolizantes excepto, tal vez, algunos deportistas soviéticos de disciplinas de fuerza y algunos levantadores de pesas norteamericanos (Yesalis et al 1993). Sin embargo, a partir de esa fecha los deportistas empezaron a darse cuenta de que algunas mejoras espectaculares de las marcas deportivas en disciplinas en las cuales la fuerza era una cualidad física predominante, se producían en deportistas que realizaban entrenamientos muy intensos e ingerían esteroides anabolizantes (Yesalis et al 1993). Esto provocó que muchos deportistas de disciplinas de fuerza y muchos atletas lanzadores comenzasen a utilizar esteroides anabolizantes a comienzos de los años 60. Yesalis y col. (1993) señalan que algunos atletas lanzadores de alto nivel, como Randy Matson (campeón olímpico de lanzamiento de peso en 1968 y récord del mundo), Dallas Long (campeón olímpico de lanzamiento de peso en 1964), o Russ Hodge (récord mundial de decatlón) reconocieron en publicaciones deportivas que habían ingerido esteroides anabolizantes (Gilbert 1969a,Gilbert 1969b,Gilbert 1969c). Connolly (1989) y Francis (1990), este último entrenador de Ben Johnson, indicaron que en la segunda década de los 60 el uso de esteroides anabolizantes también se había extendido a las disciplinas atléticas de velocidad y medio fondo. En esa misma época, las dosis de esteroides anabolizantes utilizadas por los deportistas habían aumentado, porque se pasó de ingerir dosis terapéuticas a tomar dosis que eran de 2 a 5 veces superiores a las dosis terapéuticas recomendadas (Yesalis et al 1993). Además, se comenzaron a utilizar varios esteroides anabolizantes a la vez (“stacking”, en inglés) y a combinar simultáneamente los esteroides orales con los inyectables (Yesalis et al 1993). En los Juegos Olímpicos de México (1968), algunos atletas y entrenadores no debatían sobre la posible inmoralidad o falta de ética derivadas de la ingestión de esteroides anabolizantes, sino sobre cuál era el tipo de sustancia más efectiva para mejorar la marca (Yesalis et al 1993). En esa época, la utilización de esteroides anabolizantes no estaba prohibida y su utilización en el mundo deportivo era mucho menos secreta que en los años posteriores (Yesalis et al 1993). Por ejemplo, Bill Toomey, campeón olímpico de decatlón en los Juegos Olímpicos de México, reconoció en 1971 que había utilizado esteroides anabolizantes durante la preparación de los citados Juegos (Yesalis et al 1993). Además, todos los levantadores de halterofilia del equipo de Estados Unidos que participaron en los Juegos Olímpicos de Méjico reconocieron que habían utilizado esteroides anabolizantes (Giorgi et al 1999). En los Juegos Olímpicos de 1972, 68% de los atletas encuestados admitieron que habían utilizado esteroides anabolizantes (Silvester 1973). La mayoría de esos atletas los habían utilizado en los 6 meses anteriores a dicho Juegos Olímpicos. En 1975, el Comité Olímpico Internacional prohibió la utilización de esteroides anabolizantes y realizó los primeros controles antidopaje oficiales para detectar los esteroides anabolizantes en los Juegos Olímpicos de Montréal de 1976 (Yesalis 1993b). El número de deportistas que dieron positivo con esteroides anabolizantes fue de 8 (el 2.9% del total de los análisis realizados). Como se ha señalado anteriormente, en los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980 no hubo, sorprendentemente, un sólo resultado positivo con esteroides anabolizantes. Oficialmente, al menos, parecía que la utilización de esteroides anabolizantes había disminuido. Como se verá más adelante, cuando se investigaron los escándalos posteriores, se sospecha que la realidad era muy otra. También hay que tener en cuenta que, por aquella fecha, los ésteres de la testosterona no se detectaban. En 1982, los ésteres de la testosterona se añadieron a la lista de productos prohibidos porque se consiguieron técnicas adecuadas para detectarlos (Yesalis et al 1993). En 1983, durante la celebración de los Juegos Panamericanos, se desató un escándalo que alcanzó una gran repercusión internacional. Durante aquellos Juegos celebrados en Caracas, 19 deportistas fueron descalificados por utilizar esteroides anabolizantes. Además, docenas de otros competidores no quisieron competir y abandonaron los Juegos debido a que, probablemente, tenían miedo a ser descalificados (Dubin 1990). La razón de este pánico estriba, probablemente, en que muchos deportistas habían utilizado ésteres de testosterona que podían ser detectados. Este escándalo volvió a sacar a la luz el problema de la utilización de esteroides anabolizantes. En Octubre de 1983, en un control rutinario realizado en el aeropuerto canadiense de Montréal, los agentes aduaneros descubrieron 23.000 pastillas de esteroides anabolizantes en el equipaje de 4 levantadores de la selección canadiense de halterofilia que volvían de haber competido en los Campeonatos del Mundo de Moscú. Este suceso tuvo también una gran repercusión, y 3 de los levantadores (Jaques Demers, Terry Hadlow y Michel Pietracupa) fueron sancionados (Dubin 1990). En 1984 y 1985, el Comité Olímpico de Estados Unidos realizó controles por sorpresa a sus deportistas olímpicos, sin sancionarles. Los resultados mostraron que cerca del 50% de los controles dieron positivo por esteroides anabolizantes (Giorgi et al 1999). El 24 de septiembre de 1988 es, sin duda alguna, la fecha en la cual la utilización de esteroides anabolizantes ha tenido una mayor repercusión internacional (VanHelder et al 1991). Ese día, el atleta canadiense Ben Johnson ganó la final de 100 metros lisos en los Juegos Olímpicos de Seúl, estableciendo un nuevo récord del mundo, pero el análisis de una muestra de su orina dio un resultado positivo con stanozolol. Además, 30 deportistas dieron positivo por esteroides anabolizantes en dichos Juegos (Giorgi et al 1999). Como consecuencia de la descalificación de Ben Johnson y del descrédito que supuso para su país, el gobierno de Canadá creó una Comisión de Investigación para conocer el uso de drogas en el deporte canadiense . Dicha Comisión, dirigida por el comisionado Charles L. Dubin, comenzó sus sesiones públicas en enero de 1989, las terminó en octubre del mismo año, interrogó a 119 testigos y realizó un informe de cerca de 15.000 páginas, denominado popularmente como el “informe Dubin”. La Comisión Dubin investigó la utilización de esteroides anabolizantes en los deportistas de elite canadienses y, concretamente, en los deportistas de halterofilia y atletismo (lanzamientos y velocidad). Por las mismas fechas, Charlie Francis, entrenador de Ben Johnson suspendido a perpetuidad, decidió romper la “conspiración de silencio” que, según él mismo, existe entre los utilizadores de drogas en el deporte y escribió un libro en el que confesaba con detalle la utilización de productos prohibidos por sus deportistas y por otros deportistas de alto nivel (Francis 1990). En halterofilia, Dubin (1990) investigó el período comprendido entre 1983 y 1988, en el que se contrató como seleccionador y entrenador a Andrzej Kulesza, antiguo campeón nacional de Polonia y doctor en ciencias del deporte por la Universidad de Varsovia. El incidente de las 23.000 pastillas señalado anteriormente ocurrió siendo ya Kulesza entrenador del equipo. Tras escuchar los testimonios de los deportistas y entrenadores, Dubin señala que durante el período 1983-1988 la mayoría de los componentes de la selección canadiense de halterofilia admitieron delante de la Comisión que utilizaron periódicamente esteroides anabolizantes, de acuerdo con su entrenador. La mayoría de los esteroides anabolizantes eran suministrados y utilizados durante los períodos de varias semanas de entrenamiento que los deportistas realizaban en Checoslovaquia. El informe Dubin señala que los lanzadores de elite de la selección canadiense de atletismo eran un grupo de atletas muy relacionado con la ingestión de esteroides anabolizantes. De entre todos los lanzadores destaca Bishop Dologiewicz, lanzador canadiense de peso que compitió a muy alto nivel internacional entre 1975 y 1985. Dicho lanzador declaró a la Comisión Dubin que entró en contacto con los esteroides anabolizantes al comienzo de los años 70 cuando visitó la Universidad de Texas. Allí se dio cuenta que la gran mayoría de los lanzadores de elite utilizaban esteroides anabolizantes. A partir de ese momento y hasta el final de su carrera deportiva, Dologiewicz confesó que utilizó esteroides anabolizantes (Dubin 1990). Además de utilizarlos, Dologiewicz fue el principal asesor y suministrador de las citadas sustancias a los atletas y entrenadores canadienses. Por ejemplo, confesó a la Comisión Dubin que hacia comienzos de los años 80 comenzó a proporcionar esteroides anabolizantes a Charlie Francis, entrenador de Ben Johnson, y a asesorar sobre los tipos de esteroides más adecuados y el modo de tomarlos en ciclos semanales. Otros lanzadores de la selección canadiense de atletismo, como Rob Gray (disco), Peter Dajia y Mike Spiritoso (peso), también reconocieron ante la Comisión Dubin que utilizaron esteroides anabolizantes durante su carrera deportiva que transcurrió durante los años 80. Además, dichos lanzadores dieron positivo con esteroides anabolizantes en un test realizado en 1986. En 1988, el récord mundial de lanzamiento de peso era de 23.06 metros. El informe Dubin refiere que la comunidad de lanzadores creía firmemente en esa época que es extremadamente difícil lanzar en lanzamiento de peso más lejos de 20 metros sin utilizar esteroides anabolizantes (Dubin 1990). La parte más extensa del informe Dubin se refiere a la utilización de sustancias dopantes por los velocistas de la selección canadiense de atletismo y, más concretamente, por el grupo de atletas entrenados por Charlie Francis. Dubin refiere que gracias a que el Sr. Francis y una de las atletas que entrenaba con él, Angela Issajenko, decidieron, tras consultar con sus abogados, decir la verdad sobre lo ocurrido, se ha podido conocer con bastante detalle la utilización de sustancias dopantes por parte del citado grupo de atletas. Charlie Francis se decidió a declarar porque había quedado excluido del circuito de la Federación Canadiense de Atletismo al haber sido condenado a perpetuidad, y porque quería terminar con la “conspiración de silencio” que rodeaba al mundo del dopaje. Angela Issajenko realizó su declaración para defender a Charlie Francis de las declaraciones falsas de Ben Johnson, que había declarado tras el positivo de Seúl que no sabía que tomaba esteroides anabolizantes y que solamente tomaba lo que le indicaba su entrenador (Dubin 1990). Charlie Francis declaró a la Comisión Dubin que oyó hablar por primera vez de los esteroides anabolizantes cuando fue a estudiar a una universidad americana entre finales de los años 60 y comienzos de los años 70 (Dubin 1990). Por aquella época, declaró Francis, era muy común entre los lanzadores de atletismo hablar de los esteroides anabolizantes. En los Juegos Olímpicos de Munich de 1972, Francis se dio cuenta que numerosos atletas utilizaban esteroides anabolizantes, fundamentalmente el Dianabol, y que esto parecía acompañarse de un efecto positivo en las marca deportiva de los velocistas. Por ejemplo, Francis declaró que un atleta americano corredor de 400 metros (John Smith) le confesó que el primer año que comenzó a tomar esteroides anabolizantes (25 mg/día de Dianabol), su marca en 400 metros mejoró en 2 segundos (de 47 segundos a 45 segundos). También se dio cuenta de que la utilización de esteroides anabolizantes permitía entrenar más intensamente sin tener problemas de recuperación. En 1974, Charlie Francis tomó durante 3 semanas, 5 miligramos diarios de Dianabol, y refirió que esto le ayudó a entrenar más y a quedar campeón de Canadá de 100 metros, con un tiempo de 10”3. Posteriormente, Francis abandonó la práctica del atletismo y se dedicó a entrenar. La primera atleta con la que Charlie Francis se decidió a utilizar esteroides anabolizantes fue con Angela Issajenko, en la temporada 1979-1980. Dicha atleta tenía entonces 21 años y la temporada anterior había conseguido ganar la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos, ser campeona de Canadá en 100 y 200 metros, quinta en 100 y 200 metros en la Copa del Mundo, y ser la séptima marca mejor del año en 100 metros y la octava en 200 metros. A pesar de estos éxitos, poco frecuentes en una atleta de 21 años, Angela Issajenko se sintió decepcionada porque la prensa deportiva de su país consideró que estos resultados eran malos. Esto decidió a Charlie Francis y a Angela Issajenko a probar los esteroides anabolizantes. En Junio de 1979, Francis e Issajenko visitaron a un médico general de Toronto, el Dr. Gunther Koch, y le solicitaron información sobre los esteroides anabolizantes. Posteriormente, el citado médico les suministró Dianabol, y en la temporada 1979-1980 inyectó Depotestosterona a Issajenko varias veces. Sin embargo, a partir de julio de 1980, el Dr. Koch decidió dejar de suministrar o de inyectar esteroides anabolizantes. A partir del otoño de 1981 Charlie Francis propuso a otros atletas a los que entrenaba que tomasen esteroides anabolizantes. Entre estos atletas se encontraban Ben Johnson (20 años), Desai Williams (finalista en 100 metros en Seul) y Mark McKoy (tercera mejor marca del mundo en 110 metros vallas en 1988). Parece ser que los tres atletas aceptaron ingerir dichas sustancias (Dubin 1990). Sin embargo, como el Dr. Koch ya no les suministraba esteroides anabolizantes, Charlie Francis tuvo que conseguirlos de Bishop Dologiewicz, el lanzador canadiense citado anteriormente, que se convirtió en el principal suministrador de esteroides anabolizantes de los atletas canadienses. Por aquel entonces, las sustancias que utilizaban más frecuentemente eran, según refirieron ellos mismos a la Comisión Dubin, Dianabol, Anavar, Primobolan, Testosterona y Deca-Durabolín. En el otoño de 1983, Angela Issajenko refirió que visitó en California al Dr. Robert Kerr, conocido en aquella época como el “gurú de los esteroides” (Dubin 1990). Este médico era conocido porque había tratado con esteroides anabolizantes a más de 2000 personas, entre ellas a muchos fisioculturistas, estrellas de Hollywood y a muchos atletas norteamericanos de alto nivel del club de atletismo de Santa Mónica (Breo 1990). Según señaló él mismo a la Comisión Dubin, el Dr. Kerr diseñó el tratamiento con esteroides anabolizantes de unos 20 medallistas estadounidenses que participaron en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984 (VanHelder et al 1991). El Dr. Kerr suministró un protocolo de tratamiento que incluía, según Ángela Issajenko, Anavar, hormona del crecimiento y L-Dopa (que aumentaba teóricamente la secreción de la hormona de crecimiento). En esa misma época, Charlie Francis y Ángela Issajenko conocieron en Ontario al Dr. Jamie Astaphan, un médico quiropractor con muy pocos conocimientos sobre ayudas ergogénicas y deporte. Francis e Issajenko le preguntaron al Dr. Astaphan su opinión sobre el tratamiento dado por el Dr. Kerr a Ángela Issajenko, y le dieron una copia del libro publicado por Kerr cuyo título era: “El uso práctico de esteroides anabolizantes en atletas”. A pesar de que Astaphan no tenía ninguna experiencia en el tema, señaló a Ángela Issajenko que no estaba de acuerdo con el tratamiento dado por el Dr. Kerr. A partir de aquél momento el Dr. Astaphan comenzó a interesarse por las sustancias prohibidas y se convirtió en el médico que suministró los esteroides anabolizantes a los atletas del grupo de Charlie Francis desde 1983 hasta 1988 (Dubin 1990). En poco tiempo Astaphan se convirtió en un experto en esteroides anabolizantes, en sus ventajas y sus inconvenientes y, especialmente, en conocer cuánto tiempo antes de un control antidopaje deberían dejar los atletas de ingerir uno u otro tipo de esteroide anabolizante para no dar positivo (Dubin 1990). Además, con el tiempo se convirtió en asesor de atletas de otros países y supervisor de programas de entrenamiento y de medicación de jugadores de fútbol, halterofilia, y fisioculturismo. Las sustancias más utilizadas por el Dr. Astaphan fueron la hormona del crecimiento, la inosina, las vitaminas y el Winstrol (Stanozolol) en forma oral. En 1985, el Dr. Astaphan introdujo un nuevo medicamento inyectable al que denominó “estragol”, pero del cual los deportistas no conocían su composición. Astaphan señaló a los deportistas del grupo de Charlie Francis que este medicamento permitía que los atletas entrenasen mejor, recuperasen más rápido, hicieran más pesas y corriesen más rápido. El “estragol” fue el medicamento más utilizado por los deportistas del grupo de Charlie Francis desde 1985 hasta 1988. La investigación realizada posteriormente por la Comisión Dubin concluyó que el denominado “estragol” era en realidad Winstrol (Stanozolol) en forma inyectable. A esta última sustancia el Dr. Astaphan la denominó “Estragol” para que no se supiese que en realidad se trataba de un esteroide anabolizante inyectable que estaba permitido solamente para uso veterinario (Dubin 1990). Cuando la Comisión Dubin le preguntó si creía haber roto su juramento Hipocrático cuando trató a los atletas del grupo de Charlie Francis, el Dr. Astaphan respondió que no había roto ningún juramento. Por el contrario, señaló que con ello protegía la salud de los atletas porque era mejor que un médico supervisase los tratamientos de los deportistas que dejar que los deportistas se medicasen ellos solos sin ningún conocimiento. “Me sentí con la responsabilidad moral de supervisar sus tratamientos”, concluyó. Preguntado el Dr. Kerr por el Comisionado Dubin sobre el mismo tema, utilizó el mismo argumento que el Dr. Astaphan (Breo 1990). En 1984 el Dr. Kerr decidió dejar de administrar esteroides anabolizantes porque se dio cuenta de que los fisioculturistas le engañaban porque no solamente tomaban los 2 ó 3 productos que les suministraba el Dr. Kerr, sino que también tomaban por su cuenta hasta 10 ó 15 medicamentos más. Kerr refirió que en ese momento se dio cuenta de que era imposible supervisar sus tratamientos (Breo 1990). Todo pareció funcionar perfectamente en el equipo de preparadores de Ben Johnson hasta 1987. En aquel año, Ben Johnson obtuvo la medalla de oro en los Campeonatos del Mundo de Roma con una impresionante marca de 9.83 segundos en 100 metros lisos. A pesar de que había ingerido en numerosas ocasiones esteroides anabolizantes, Ben Johnson había pasado 19 veces controles antidopaje entre 1986 y 1988 sin dar nunca positivo. Sin embargo, en la temporada 1987-1988 el grupo de Charlie Francis no preparó las cosas con tanta precisión y armonía como en los años precedentes. Ello se debió a diferentes motivos: 1) En febrero de 1988, Ben Johnson se lesionó en los isquiotibiales y no pudo competir durante el resto de la temporada de pista cubierta. 2) A principios de marzo, Johnson comenzó de nuevo a entrenar y a tomar “estragol” durante 6 semanas, pero dicho entrenamiento estuvo interrumpido numerosas veces por un número creciente de viajes que tenía que hacer Ben Johnson con fines publicitarios y comerciales. 3) El 13 de mayo de 1988, en su primera competición al aire libre en Tokio, Ben Johnson sufrió una nueva lesión en los isquiotibiales. 4) Entre el 13 de mayo y finales de junio de ese año, Ben Johnson y Charlie Francis se enfadaron y decidieron romper el contrato que les unía por diferentes motivos. Durante esas semanas, Jamie Astaphan se convirtió al mismo tiempo en el médico y el entrenador de Ben Johnson. Esto coincidió con un aumento de sueldo solicitado por Astaphan. A finales del mes de junio, Ben Johnson, Charlie Francis y Astaphan se reconciliaron y comenzaron de nuevo a trabajar juntos. 5) El 6, 11, 13, 17 y 21 de agosto de 1988, Ben Johnson compitió en Canadá y en los circuitos europeos. Sin embargo, sus marcas realizadas en 100 metros fueron deteriorándose progresivamente a lo largo del mes (el día 21 hizo un tiempo de 10.26 en 100 metros, detrás de Calvin Smith y Dennis Mitchell). Estos malos resultados provocaron la alarma en el grupo, que decidió volver apresuradamente a Toronto. Faltaba poco más de un mes para que se celebrase la final de los 100 metros lisos en los Juegos Olímpicos de Seúl. 6) Charlie Francis y Astaphan decidieron realizar un corto programa de entrenamiento que incluyese la administración de hormona del crecimiento, inosina y “estragol” (Winstrol inyectable para uso veterinario). Delante de la Comisión Dubin, Francis y Astaphan declararon que inyectaron “estragol” a Ben Johnson los días 24, 25 y 28 de agosto. Pensaban que desde ese día hasta el día de la final de los 100 metros (24 de septiembre) había 27 días, y aunque sabían que se necesitaba algo más de tiempo para que desapareciesen los rastros del “estragol” en la orina, podían aplicar algunos tratamientos para favorecer una eliminación más rápida del medicamento por la orina. Para favorecer dicha eliminación le suministraron a Ben Johnson un diurético (Moduret), le hicieron beber vinagre con miel, y le trataron con “Diapulse”, una máquina que ayudaba teóricamente a eliminar más rápidamente los esteroides. Sin embargo, tras ganar Ben Johnson la final de los 100 metros lisos en los Juegos Olímpicos de Seúl, el 24 de septiembre de 1988, el análisis de su muestra de orina dio positivo con stanozolol, el esteroide anabolizante contenido en el ”estragol”. Resultó evidente que arriesgaron y que se equivocaron en sus cálculos (Dubin 1990). Con la caída del muro de Berlín se han multiplicado los testimonios y juicios de deportistas, entrenadores y médicos de los países de Europa del Este que permiten sospechar que numerosos científicos, médicos y entrenadores estuvieron implicados en programas de dopaje institucionalizados que tenían como objetivo suministrar productos prohibidos a los deportistas para ayudarles a mejorar sus marcas sin que pudiesen ser detectados en los análisis antidopaje (Dickman 1991). También en Estados Unidos los famosos jugadores de béisbol profesional Mark McGwire, Sammy Sosa y Barry Bonds han admitido utilizar esteroides anabolizantes en los años 90 (Rush 2004). Las demoledoras conclusiones del informe Dubin pueden servir perfectamente para concluir este apartado. Por una parte, dieron a conocer a la opinión pública que el porcentaje de deportistas de alto nivel que utilizaban esteroides anabolizantes era mucho mayor que el que se deducía de los resultados de los controles antidopaje o de las encuestas epidemiológicas. Pero además, dicho informe señaló que “millones y millones” de otras personas que no practicaban deporte de competición estaban utilizando esteroides anabolizantes en gimnasios para conseguir físicos “musculares, en buen estado y playeros” (Dubin 1990). Esto sitúa a la utilización de esteroides anabolizantes como un problema de primera magnitud no solamente para el deporte de alto nivel, sino también para un porcentaje significativo de la población que no hace deporte de competición (Yesalis et al 1993). 3.4. Razones por las que se ingieren. Las razones por las cuales los deportistas suelen utilizar esteroides anabolizantes varían en función del tipo de actividad que realicen. Por ejemplo, los fisioculturistas los utilizan porque desean aumentar su masa muscular y disminuir su porcentaje graso (Alen and Rahkila 1988,Lombardo et al 1991,O'Sullivan et al 2000,Yesalis 1993a). Los levantadores de pesas desean levantar el mayor peso posible, mientras que los lanzadores de disco, peso y jabalina intentan lanzar lo más lejos posible (Yesalis 1993a). Los nadadores y atletas fondistas, así como los deportistas de disciplinas de fuerza anteriormente señalados desean entrenarse durante largo tiempo a gran intensidad sin tener problemas de recuperación entre cada esfuerzo (Yesalis 1993a) y aumentar el número de células rojas de la sangre (Alen and Rahkila 1988). Muchos de los deportistas que ingieren grandes cantidades de esteroides anabolizantes señalan que les beneficia porque mejora su apariencia física, su capacidad para entrenar con grandes cargas de intensidad, su fuerza máxima, su líbido, su carácter y su autoconfianza (Scott et al 1990). Algunos refieren sentirse eufóricos cuando ingieren dichas sustancias (Scott et al 1990). Otros señalan otras razones: porque se lo pide su entrenador, porque creen que no perjudica a la salud, para ayudar a su equipo, para recuperar más rápido de las lesiones (Yesalis et al 1993), y porque creen que es la única manera de competir en el alto rendimiento deportivo en igualdad de condiciones (Wagman et al 1995). Charlie Francis, el entrenador del grupo de Ben Johnson, señaló, en el libro que publicó, las razones por las cuales decidió que sus atletas utilizasen esteroides anabolizantes (Francis 1990). Algunas de estas razones son las siguientes: 1) Porque sus atletas estaban ya clasificados entre los 10 mejores del mundo sin tomar anabolizantes. Esto le permitía pensar que ayudándose con estas sustancias podían alcanzar los primeros puestos del ranking mundial, como así ocurrió en algunos casos. 2) Porque habían observado impresionantes cambios corporales en sus adversarios que les hicieron sospechar que utilizaban sustancias prohibidas. 3) Porque, a pesar de que sus jóvenes deportistas habían mejorado aquel año espectacularmente sus marcas, sin embargo habían retrocedido en las posiciones del ranking mundial. 4) Porque estaba convencido de que no se podía llegar a ser el número uno mundial sin utilizar esteroides anabolizantes. 5) Según Francis, los pocos efectos secundarios que se producían como consecuencia de la utilización de los esteroides anabolizantes eran reversibles cuando se dejaba de utilizarlos. 6) Porque se aconsejaba utilizarlos en períodos de entrenamiento intenso, y no en las fechas cercanas a la competición, con lo que las posibilidades de detección de estas sustancias en los controles antidopaje no eran muy elevadas. Tal vez la principal razón por la cual los deportistas utilizan estas sustancias es por la obsesión de vencer y de ganar dinero y gloria. Bridge (1996) señala que en una encuesta realizada a 198 atletas de nivel mundial en 1984, el 52% de los sujetos afirmaron que, probablemente, aceptarían tomarse una droga que les asegurase la victoria aunque supiesen que les iba a provocar la muerte a los 5 años de su ingestión. Los mecanismos mediante los cuales la ingestión de esteroides anabolizantes podría tener los efectos referidos por los deportistas son las siguientes: 1) Los esteroides anabolizantes tendrían una acción directa activando la síntesis de proteínas en el músculo (American College of Sports Medicine 1987). 2) Los esteroides anabolizantes podrían aumentar la secreción o la actividad de sustancias que promueven el crecimiento y la síntesis protéica como, por ejemplo, la hormona del crecimiento o la IGF (insulin-like growth hormone) (Lombardo et al 1991). 3) Los esteroides anabolizantes podrían tener una acción anticatabólica inhibiendo la acción del cortisol. Se piensa que los esteroides anabolizantes podrían bloquear los receptores de glucocorticoides de los músculos, o bien actuar a nivel genético en las proteínas que inducen la formación de glucocorticoides (Lombardo et al 1991, American College of Sports Medicine 1987). Esta acción anticatabólica de los esteroides anabolizantes contrarrestaría los efectos catabólicos que se producen durante los ejercicios intensos o en situaciones de sobreentrenamiento en las que se observa un aumento significativo de la concentración sanguínea de cortisol (Lombardo et al 1991). En ese caso, el mayor efecto de la ingestión de esteroides anabolizantes debería observarse en los atletas que se entrenan intensamente, incluso en situación de sobreentrenamiento (Haupt 1993). 4) Los esteroides anabolizantes podrían tener una acción directa sobre el sistema nervioso central. Se sabe que el cerebro y las motoneuronas-alpha tienen receptores de andrógenos que pueden facilitar la liberación de acetilcolina en la unión neuromuscular y liberar monoaminas del músculo. Esta activación del sistema nervioso podría explicar el aumento de agresividad, la euforia y la disminución de la fatiga que refieren algunos sujetos que utilizan esteroides anabolizantes. Este aumento de la agresividad podría ser un factor que favorezca que los sujetos entrenen más intensamente (Clarkson 1997,Lombardo et al 1991). 5) El número de receptores androgénicos que se encuentran en la célula muscular es muy pequeño en el hombre sano normal (Hickson and Kurowski 1986). Además, la mayoría de estos receptores androgénicos están saturados por las hormonas circulantes en el hombre en condiciones de reposo (Celotti and Negri Cesi 1992). El entrenamiento físico se acompaña de un aumento del número de receptores androgénicos del músculo (Hickson and Kurowski 1986). Se cree que este aumento del número de receptores androgénicos debido al entrenamiento debería acompañarse de una aumento en la capacidad del músculo para responder en presencia de esteroides anabolizantes (Hickson and Kurowski 1986). En ese caso, los esteroides anabolizantes ingeridos podrían utilizar estos receptores extra que se crean con el entrenamiento y potenciar los efectos anabólicos (Fahey 1998). 6) Los esteroides anabolizantes serían efectivos para reponer la disminución de la producción de testosterona (reflejada por una disminución de la concentración sanguínea basal de testosterona) que se observa cuando los deportistas realizan actividades aeróbicas intensas de larga duración. De hecho, algunos autores han encontrado que los deportistas de elite de deportes de larga duración suelen presentar concentraciones sanguíneas basales de testosterona que son significativamente inferiores a las de los sujetos sedentarios o a las de los deportistas de fuerza (Hackney et al 1988). Esto podría ser compatible con un déficit anabólico por inhibición del eje hipotálamo hipofisario. En esta situación de déficit anabólico, la reposición con esteroides anabolizantes les permitiría recuperar más rápidamente entre sesión y sesión de entrenamiento (Friedl 1994). Todos estos mecanismos posibles de acción (producción de hormonas anabólicas, bloqueo de receptores de glucocorticoides y activación del sistema nervioso) podrían ser los causantes de los efectos positivos sobre la fuerza y la entrenabilidad que suelen referir los sujetos que utilizan esteroides anabolizantes. Por último, conviene señalar que también es posible que algunos deportistas lo tomen por inadvertencia o por ingerir ayudas ergogénicas que no tienen las suficientes garantías de calidad. Por ejemplo, en un estudio financiado por el Comité Olímpico Internacional y llevado a cabo en el Instituto de Bioquímica de la Universidad de Colonia, se estudió la composición de 634 suplementos nutritivos comerciales no hormonales (Geyer et al 2004). Estos suplementos habían sido fabricados en 13 países diferentes. Los resultados de este estudio muestran que el 15% de los suplementos contenían esteroides anabolizantes, generalmente prohormonas de la testosterona, sin que estuviese indicado en los prospectos. Los suplementos que contenían esteroides anabolizantes estaban fabricados en Holanda (26%), Austria (23%), Reino Unido (19%) y USA (19%). Se cree que estos productos están contaminados por dos probables motivos: 1) por mala fe de los productores o, 2) la razón más probable es que estos productos se procesen en las mismas máquinas en las que se procesan los esteroides anabolizantes y que no se limpien las máquinas con el suficiente rigor. Esto hace que se contaminen unos productos con otros. Este estudio ha supuesto una voz de alarma en el mundo deportivo, porque la ingestión de suplementos nutritivos contaminados puede dar resultados positivos en un análisis antidopaje. Por dicho motivo se recomienda que solo se prescriban aquellos suplementos que tengan un certificado de calidad, como los que se venden en farmacias o hayan pasado por los controles legales de las respectivas Agencias del Medicamento de los países productores. 3.5. Tipos de esteroides y pautas de administración. La gran mayoría de los receptores androgénicos de la célula muscular están saturados en el hombre sano normal. Por lo tanto, se cree que para que los esteroides administrados exógenamente puedan ser efectivos en los procesos de anabolismo del hombre sano normal, es necesario que tengan una actividad anabólica muy elevada, una gran afinidad por el receptor de la célula muscular, y que se administren en dosis elevadas (Lombardo et al 1991). Las formas de administración más frecuente de los esteroides anabolizantes en los deportistas son la ingestión oral y la inyección intramuscular (Yesalis 1993a). Se cree que los esteroides anabolizantes más utilizados por los deportistas son las preparaciones inyectables (Methandrostenolona, Deca-Durabolín, Primobolan), y los esteroides orales (Dianabol, Oxandrolona, Stanozolol, Boldenona) (Melchert and Welder 1995,VanHelder et al 1991,Yesalis et al 1993).Recientemente, se rumorea que algunos atletas de elite se administran testosterona en forma de parches transdérmicos que se aplican en el escroto o en otras partes del cuerpo, y también se administra testosterona en forma de esprays nasales (Yesalis 1993a). Los esteroides anabolizantes se suelen tomar tradicionalmente en “ciclos” de 6 a 12 semanas o más, seguidos por varias semanas (6 a 12) en las que los deportistas no ingieren esteroides anabolizantes (Lombardo et al 1991). La razón por la cual se utilizan ciclos de tratamiento seguidos de ciclos sin tratamiento es para evitar dar positivo en el control antidopaje, y porque los efectos del entrenamiento de gran intensidad realizado cuando se ingieren esteroides anabolizantes se mantiene durante varias semanas (Hartgens et al 2001). Sin embargo, hay algunos deportistas, como los fisioculturistas que los usan de modo continuado y aumentan las dosis en algunas épocas del año, cuando están preparando una competición (Yesalis 1993a). Muy a menudo, estos deportistas suelen tomar más de un anabolizante al mismo tiempo; esto se denomina “staking” en inglés (Yesalis 1993a). La razón por la cual los deportistas toman más de un anabolizante al mismo tiempo es porque piensan que se activan más receptores musculares y porque creen que se pueden potenciar más los efectos. Por último, los deportistas que utilizan esteroides anabolizantes suelen consumir también otros productos al mismo tiempo para potenciar más sus efectos o para tratar de disminuir los efectos secundarios que producen los esteroides anabolizantes. Estos productos incluyen los estimulantes, los diuréticos, la hormona gonadotropina coriónica, la hormona del crecimiento, la medicación contra el acné y los antiinflamatorios. Esta polifarmacia se suele denominar “array” en el argot inglés (Yesalis 1993a). Las dosis que suelen tomar los deportistas dependen de las características de cada deporte (Yesalis 1993a). Por ejemplo, los atletas y nadadores fondistas utilizan dosis pequeñas, ligeramente inferiores a la producción diaria de testosterona en el hombre sano normal (unos 7 mg por día) (Yesalis 1993a). Los velocistas y lanzadores suelen utilizar dosis diarias que son de 1.5 a 2 veces superiores a la producción diaria de testosterona en el hombre sano normal, aunque van aumentando con los años de tratamiento (Yesalis 1993a). Por ejemplo, Charlie Francis señaló que conocía levantadores de pesas que utilizaban diariamente 150 mg de Dianabol, 200 mg de Anadrol y 100 mg de testosterona. Este tratamiento se mantenía durante 10 meses por año (Francis 1998). Con Ben Johnson, Francis refiere que el Dr. Astaphan les programaba ciclos de tratamiento con stanozolol (el famoso “estragol” señalado anteriormente) de 6 semanas en el mes de noviembre, 6 semanas durante el mes de marzo y 2 semanas al final de agosto, 4 semanas antes de los Juegos Olímpicos de Seúl. Se cree que los fisioculturistas suelen utilizar las dosis diarias más elevadas de esteroides anabolizantes (de 10 a 100 veces, o incluso 1000 veces superiores a la producción diaria de testosterona en el hombre sano normal) (Scott et al 1990,Yesalis 1993a). Sin embargo, las dosis varían porque existe una respuesta diferente en cada persona, y porque la actividad biológica de cada esteroide anabolizante que existe en el mercado es diferente. La figura 1.10 muestra las dosis medias diarias de esteroides anabolizantes utilizadas por 3 fisioculturistas y un “power-lifter” finlandeses de alto nivel, durante un ciclo de 6 meses de preparación de un campeonato (Alen and Häkkinen 1987). Se observa que los esteroides anabolizantes utilizados fueron la methandienona (oral, en dosis diarias crecientes cercanas a los 20 mg), la nandrolona phenilpropionato (inyectable una vez por semana), el stanozolol (inyectable una vez por semana), y la testosterona (inyectable 1 a 8 veces por mes, en una inyección de 250 mg que contenía 30 mg de testosterona propionato, 60 mg de testosterona phenylpropionato, 60 mg de testosterona isocaproato y 100 mg de testosterona decanoato). Estos resultados muestran que el grupo estudiado utilizó dosis muy elevadas de esteroides anabolizantes (Alen and Häkkinen 1987). Parecidas pautas de administración de esteroides anabolizantes se han encontrado en fisioculturistas españoles de Cádiz, cuando llevan a cabo las fases de 6 semanas en las que combinan el entrenamiento de fuerza con la toma de esteroides anabolizantes (Inigo et al 2000). Figura 1.10. Dosis medias diarias de esteroides anabolizantes utilizadas por 3 fisioculturistas y un "power-lifter" finlandeses de alto nivel, durante 6 meses de tratamiento (Alen and Häkkinen 1987). Por último, las mujeres suelen utilizar generalmente dosis inferiores a las utilizadas por los hombres (Yesalis 1993a). Por ejemplo, Charlie Francis señaló que cuando Ángela Issajenko utilizó esteroides anabolizantes, comenzó a ingerir 5 mg diarios de Dianabol en ciclos de 3 semanas con 3 semanas de descanso, aunque sabía que había velocistas femeninas británicas y de los países de Europa del Este que solían ingerir hasta 35 mg diarios. Posteriormente el Dr. Astaphan también incluyó en el tratamiento de Issajenko la administración de Arginina, hormona del crecimiento, ornitina, inosina y vitamina B12 (Francis 1998). Francis pensaba que las dosis pequeñas debían ser eficaces en la mujer para mejorar su fuerza y evitar en lo posible los efectos virilizantes (Francis 1998). La progresión en las dosis de las mujeres solía ser de unos 5 mg diarios cada año (Francis 1998). Una de las razones por las cuales los deportistas utilizan ciclos de varias semanas de tratamiento con esteroides anabolizantes seguidos por semanas sin tratamiento es porque con ello evitan dar positivo durante los tests antidopaje que se realizan el día de la competición (Francis 1998). Según Charlie Francis, los esteroides anabolizantes tienen un tiempo de eliminación a partir del cual ya no se detectan en los análisis antidopaje (Francis 1998). Por ejemplo, según Francis, el Dianabol administrado por vía oral tenía un tiempo de eliminación de 21 días, aunque por precaución convenía dejar de tomarlo 28 días antes del día en que se realizase el control antidopaje. Durante los 28 días en los que no se utilizaban esteroides anabolizantes, se solía utilizar hormona del crecimiento para estimular la producción de testosterona en el testículo (Lombardo et al 1991), ya que no se detectaba en el control antidopaje (Francis 1998). Según Francis, la mayoría de los esteroides anabolizantes orales se eliminan mucho más rápidamente que los intramusculares (o por lo menos, dejaban de detectarse en el control antidopaje mucho antes) (Francis 1998). Por ejemplo el Decadurabolin (nandrolona decanoato) todavía podía ser detectado a los 6-13 meses de su administración (Francis 1998). Sin embargo, algunos ésteres inyectables de testosterona no se detectaban en el análisis antidopaje si se interrumpía su administración de 3 a 6 semanas antes del día del control antidopaje (Yesalis et al 1993). Yesalis y col. (1993) señalan que, basados en manifestaciones realizadas por el Comité Olímpico estadounidense, parece ser que algunos atletas se hacen realizar análisis frecuentes de orina cuando ingieren esteroides anabolizantes para conocer sus tiempos individuales de eliminación de las sustancias prohibidas. La mayoría de los deportistas que utilizan esteroides anabolizantes obtienen dichos productos de manera ilegal en el mercado negro, ya que se cree que solamente el 10% de los esteroides anabolizantes se prescriben oficialmente con receta médica (Yesalis 1993a). Yesalis (1993a) señala que en Estados Unidos los esteroides anabolizantes existentes en el mercado negro provienen de tres fuentes: 1) un tercio se producen legal o ilegalmente fuera de los Estados Unidos y se introducen clandestinamente en el país. Yesalis y Bahrke (1995) indican que los principales países suministradores de esteroides anabolizantes a los estadounidenses es Méjico, seguido de Rusia, Polonia, Hungría, España e Italia. 2) un tercio se produce en laboratorios farmacéuticos legales de los Estados Unidos y son introducidos clandestinamente en el mercado negro por algunos productores, distribuidores, farmaceúticos, veterinarios o médicos, y 3) el último tercio se produce en laboratorios clandestinos de los Estados Unidos. Por último, algunos deportistas utilizan esteroides anabolizantes que se producen para uso veterinario. 4. Efectos en la aptitud física y la marca. Cuando se quieren estudiar los efectos de la utilización de una sustancia en la aptitud física de un sujeto, conviene recordar que dicha aptitud es en realidad el resultado del desarrollo óptimo de múltiples factores (condición física, habilidad técnica, dieta, aptitud psíquica, descanso, aspectos genéticos, ayudas ergogénicas, etc.) (Lombardo 1993). Hemos visto anteriormente cuando se trataban los testimonios de los deportistas de elite, que muchos de ellos consideran que la utilización de esteroides anabolizantes se acompaña de un aumento significativo de la fuerza, de la masa muscular, de la resistencia y de la capacidad para recuperar completa y rápidamente después de realizar entrenamientos intensos. Para conocer si la utilización de esteroides anabolizantes tiene alguno de estos efectos se puede acudir a dos fuentes de información (Lombardo 1993) : 1) los testimonios de los deportistas, y 2) los trabajos científicos que se han publicado al respecto. En el apartado anterior se han mostrado algunos testimonios de deportistas. En este apartado se analizarán diferentes estudios científicos que han tratado este tema en los últimos 30 años. 4.1. Efectos en la fuerza. Hacia final de los años 60, los investigadores comenzaron a interesarse por el estudio de los efectos de la ingestión de esteroides anabolizantes en la ganancia de fuerza (Hickson and Kurowski 1986). Sin embargo, los resultados de una veintena de estudios que se han publicado desde entonces sobre el tema son contradictorios, porque en aproximadamente la mitad de ellos no se observó una ganancia significativa de la fuerza, mientras que en la otra mitad de los estudios los autores encontraron una ganancia significativa de fuerza en el grupo que utilizó los esteroides anabolizantes (Lombardo 1993,Lombardo et al 1991,VanHelder et al 1991). Vistos estos resultados en su conjunto, no se puede afirmar con rotundidad que la utilización de los esteroides anabolizantes se acompañe de una mejora significativa de la fuerza en los humanos (Lombardo 1993). La consecuencia de este análisis superficial fue que hasta finales de los años 70, la comunidad médica internacional sostuvo que no se podía afirmar que la ingestión de esteroides anabolizantes se acompañase de un aumento de la fuerza, por lo que su ingestión era una completa pérdida de tiempo y de dinero ya que su efecto sobre la fuerza era nulo (American College of Sports Medicine 1977,VanHelder et al 1991). Estas conclusiones chocaban frontalmente con los testimonios y vivencias de los deportistas y con los resultados de las encuestas epidemiológicas que indicaban que los esteroides anabolizantes estaban siendo utilizados por un porcentaje creciente de la población joven porque estaba segura que aumentaba la fuerza (VanHelder et al 1991). Sin embargo, en los años siguientes se analizaron en profundidad los estudios publicados en los años 70 y los nuevos estudios que se habían publicado en los años 80 (VanHelder et al 1991). Yesalis y col. (1993) indicaron que había una serie de razones que podían explicar los resultados contradictorios de dichos estudios: 1) Los años de entrenamiento previo de los sujetos. Algunos estudios utilizaron sujetos poco entrenados, que suelen mejorar de modo notable su fuerza cuando realizan un programa de entrenamiento por primera vez. Sin embargo, es más lógico pensar que los efectos de los esteroides anabolizantes deberían observarse con más nitidez en sujetos que llevan muchos años de experiencia de entrenamiento de fuerza, porque ya han alcanzado una meseta en la ganancia de fuerza, y porque las mejoras a los estímulos de entrenamiento son muy pequeñas (Yesalis 1993). 2) La intensidad del entrenamiento. Algunos estudios utilizaron protocolos de entrenamiento de fuerza de bajo volumen, baja intensidad y corta duración. Estos protocolos de entrenamiento no se pueden comparar con los entrenamientos intensos, largo y frecuentes que realizan los deportistas de alto nivel {(Yesalis 1993)}. 3) Las dosis suministradas de esteroides anabolizantes. Se ha señalado anteriormente que algunos deportistas utilizan dosis diarias muy elevadas de esteroides anabolizantes (10, 100 y hasta mil veces superiores a las usadas para tratar el hipogonadismo). Por razones éticas, no se puede dar a los sujetos de experiencia estas dosis tan elevadas. Tan sólo se podrían realizar estudios con deportistas que utilicen habitualmente estas dosis, pero no es nada fácil debido a la conspiración de silencio que suele ser frecuente en esta población. Por dichos motivos, la mayoría de los estudios publicados sobre los efectos de la administración de esteroides anabolizantes en la ganancia de la fuerza y la composición corporal han utilizado dosis pequeñas. No se sabe si los resultados de los estudios que han suministrado dosis pequeñas de esteroides anabolizantes pueden extrapolarse a los sujetos que utilizan grandes dosis. 4) La especificidad del entrenamiento. Algunos estudios han evaluado la ganancia de fuerza utilizando tests de fuerza que no eran específicos del entrenamiento realizado. Por ejemplo, evaluaron los efectos sobre la fuerza isométrica cuando, en realidad, habían llevado a cabo el entrenamiento de fuerza realizando ejercicios isotónicos. Esta falta de especificidad en la evaluación de la fuerza podría tener una influencia negativa en los resultados de los estudios. 5) El control de la dieta. Algunos de los estudios no controlaron la dieta utilizada por los sujetos. Se sabe que el tipo de dieta que ingieren los sujetos de estudio tiene una gran importancia cuando se quiere estudiar los efectos de la utilización de una sustancia sobre la fuerza u otras cualidades físicas. Las tablas 1.6 y 1.7 muestran las características de los estudios que encontraron un aumento significativo de la fuerza tras la ingestión de esteroides anabolizantes (tabla 1.6), y los que NO encontraron una mejora de la fuerza (tabla 1.7). El análisis de estos trabajos sugiere que la mayoría de los estudios que encontraron una mejora de la fuerza (tabla 1.6) se caracterizaban por utilizar sujetos que tenían varios años de experiencia de entrenamiento de fuerza (Alen et al 1984,Ariel 1973,Bhasin et al 1996a,Hervey et al 1981,O'Shea 1971,Stamford and Moffat 1974), realizaban entrenamientos de pesas de alta intensidad (Alen et al 1984,Bhasin et al 1996a,Hervey et al 1981,Johnson and O'Shea 1969,O'Shea 1971,Stamford and Moffat 1974,Ward 1973), y evaluaban los resultados del estudio realizando tests de fuerza específicos, es decir, utilizando los ejercicios y el material con el que los sujetos se habían entrenado (Alen et al 1984,Ariel 1973,Bhasin et al 1996a,Hervey et al 1981,Johnson and O'Shea 1969,Johnson et al 1972,O'Shea 1971,Stamford and Moffat 1974,Ward 1973). Más recientemente, también se han publicado estudios que han encontrado un mayor aumento de la fuerza máxima en sujetos experimentados que entrenaron intensamente con pesas e ingirieron esteroides anabolizantes (Giorgi et al 1999). Autor Johnson y O’Shea (1969) O’Shea (1971) Johnson y col. (1972) Droga/dos Duración is Dianabol 10mg/día 6 semanas Dianabol 10mg/día Dianabol 10mg/día 4 semanas Entrenamien Test to Intensida Frecuenci Dieta d a/semana Ariel (1973) Dianabol 10mg/día ? Ward (1973) Stamford y Moffatt (1974) Hervey y col. (1981) Dianabol 10mg/día Dianabol 20mg/día 4 semanas Idem + MediaIsométric alta o Press banca Idem Mediaalta Pesas Idem + ? Isométric o Press banca y Idem + ? piernas sentadill a Pesas Idem Alta 4 semanas Pesas Idem Dianabol 6 semanas 100mg/día Pesas Alen y col. (1984) Methandie 24 nona semanas (35mg/día) Stanozolol (15mg/día) Nandrolon a (15mg/día) Testostero Pesas Idem + MediaIsométric alta o Idem + Alta Isométric o 7 semanas Pesas Alta Sujetos Metodología Núme Experienci Doble ro a ciego 24 No No No 3 Supl. Proteína 3 20 ? Supl. Proteína No ? Placebo Sí Sí 31 Halterofili a 7 semanas Sí Sí No 6 2 años Sí Sí 3? No 16 No Sí Sí 3 Supl. Proteína 24 Sí (50%) Sí Sí _ No 7 Halterofili a Sí No 6 Controlada 5 Sí No No Bhasin y col. (1996) na (40mg/día) Testostero 10 na semanas enanthato (85mg/día) Pesas Idem Mediaalta 3 Controlada 43 Sí Sí Sí Tabla 1.6. Características de los estudios que mostraron un aumento significativo de la fuerza tras varias semanas de utilizar esteroides anabolizantes. (Test, Idem: test idéntico al entrenamiento realizado) (Dieta, supl. proteína: dieta suplementada con proteínas; no: no controlada). Tomado de (VanHelder et al 1991), a partir de diferentes estudios (Alen et al 1984,Ariel 1973,Bhasin et al 1996a,Hervey et al 1981,Johnson and O'Shea 1969,Johnson et al 1972,O'Shea 1971,Stamford and Moffat 1974,Ward 1973) Por el contrario, el análisis de los estudios que NO encontraron mejora en la fuerza tras la utilización de esteroides anabolizantes (tabla 1.7) presentan, según VanHelder y col. (1991) algunos problemas metodológicos. Por ejemplo, la mayoría de los estudios utilizaron sujetos que tenían poca o ninguna experiencia previa en entrenamiento de fuerza (Casner et al 1971,Fahey and Brown 1973,Fowler et al 1965,Hervey et al 1976,Loughton and Ruhling 1977,Stromme et al 1974), y algunos no utilizaron tests específicos para evaluar la fuerza (Crist et al 1983,Fowler et al 1965,Golding et al 1974,Stromme et al 1974). Por ejemplo, Golding y col. (1974), aunque utilizaron como sujetos a levantadores de pesas experimentados, les evaluaron la fuerza en aparatos de gimnasio (press de banca) o midiéndoles la fuerza isométrica. Esta evaluación es muy poco específica, porque los levantadores de pesas no suelen utilizar estos ejercicios en su entrenamiento normal. Esto podría explicar la ausencia de mejora de la fuerza señalada por los autores. Autor Fowler y col. (1965) Casner y col. (1971) Fahey y Brown (1973) Golding y col. (1974) Stromme y col. (1974) Droga/dosis Androstenolo na 20mg/día Winstrol 6mg/día DecaDurabolin. 4 inyecciones (1mg/Kg peso) Dianabol 10mg/día Mesterolona 75mg/día (4 semanas) 150mg/día (4 semanas) Hervey y Dianabol col. (1976) 100mg/día Loughton y Dianabol Ruhling 10mg/día (3 (1977) semanas) 5mg/día (3 semanas) Crist y col. Nandrolona (1983) 100mg/seman a Duración Entrenamie nto Test Intensida Frecuenci Dieta d a _ Sí Isométri Baja co Idem _ 9 semanas Pesas Idem + BajaIsocinéti media co 3 No 12 Pesas semanas ciclos (3 sí/1 no) 8 semanas Pesas Idem + MediaIsométri alta co 4 Isométri Mediaco alta 6 semanas Pesas Idem 6 semanas Pesas 3 semanas, Pesas 3 veces con 2 Isocinéti Mediaco alta Metodología Númer Experienc Doble o ia ciego No 47 10 Rugby Sí 37 No Controlada 27 No Sí 16 Pesas + semanas rugby 7 semanas Pesas Mediaalta Idem + MediaIsométri alta co Sujetos 5 28 Placebo Sí Poca Sí Sí Controlada 40 + Supl. Proteína Si Sí Sí 3 No 21 No Sí Sí _ No 11 No Sí Sí 6 Supl. Proteína 12 No (6) Sí (6) Sí Sí _ Supl. Proteína 8 Sí Sí Sí semanas sin tto. entre medio Tabla 1.7. Características de los estudios que NO mostraron un aumento de la fuerza tras varias semanas de ingestión de esteroides anabolizantes. Para interpretar la nomenclatura, mirar a la tabla 6. Tomado de (Lombardo 1993,VanHelder et al 1991), a partir de diferentes estudios (Casner et al 1971,Crist et al 1983,Fahey and Brown 1973,Fowler et al 1965,Golding et al 1974,Hervey et al 1976,Loughton and Ruhling 1977,Stromme et al 1974). Lombardo y col. (1991) sugieren que la comparación de los dos estudios de Hervey y col. (Hervey et al 1976,Hervey et al 1981), uno que encontró una mejora de la fuerza (tabla 6) (Hervey et al 1981), y otro que no encontró modificaciones en la fuerza (tabla 1.7) (Hervey et al 1976), ilustran muy bien los resultados aparentemente contradictorios que se encuentran en los trabajos que estudiaron los efectos de la utilización de esteroides anabolizantes en la fuerza. Ambos estudios fueron realizados en el mismo laboratorio con sujetos que utilizaron el mismo tipo de esteroide anabolizante, con idénticas dosis y duración del tratamiento, y que realizaron el mismo tipo de entrenamiento. Sin embargo, la única diferencia que existió entre los dos estudios es que en el estudio en el que se observó una mejora significativa de la fuerza (Hervey et al 1981) los sujetos eran levantadores de pesas con muchos años de experiencia con el entrenamiento de fuerza, mientras que en el estudio en el que no se encontró mejora de la fuerza (Hervey et al 1976) los sujetos eran estudiantes de Educación Física que no habían entrenado fuerza anteriormente. El artículo de Alen y col. (1984) señalado en la tabla 1.6 fue, probablemente, el primer trabajo experimental más relevante que se realizó en los años 80 sobre los efectos de la administración de elevadas cantidades de esteroides anabolizantes en las diferentes manifestaciones de la fuerza. Estos autores estudiaron a 5 deportistas finlandeses muy entrenados en fuerza (3 fisioculturistas, 1 power-lifter y un luchador de lucha libre), de nivel nacional, utilizadores habituales de grandes dosis de esteroides anabolizantes, durante 24 semanas de entrenamiento muy intenso de fuerza durante los cuales los sujetos iban a utilizar grandes dosis de esteroides anabolizantes. Antes de comenzar el período de entrenamiento, los 5 sujetos no habían utilizado esteroides anabolizantes durante, al menos, 8 semanas. Los investigadores estudiaron también a un grupo control de 6 deportistas de parecido nivel deportivo que el grupo anterior que se iban a entrenar durante 24 semanas de modo parecido a dicho grupo, pero que no iban a utilizar esteroides anabolizantes. Los dos grupos se entrenaron durante 6 meses (24 semanas), 6 sesiones de entrenamiento por semana, aunque el entrenamiento más intenso de los músculos extensores de las rodillas se realizó en 2 sesiones semanales. La intensidad relativa de los ejercicios de extensión de la rodilla estuvo comprendida entre el 80% y el 100% de una repetición máxima, y el número de repeticiones de cada serie estuvo comprendido entre 1 y 6, con un número máximo de repeticiones por sesión comprendido entre 18 y 26. Durante las 24 semanas de entrenamiento el grupo que utilizó esteroides anabolizantes tomó un tratamiento muy parecido al que se ha mostrado en la figura 1.10. Los tests de fuerza fueron realizados antes y a lo largo de las 24 semanas de entrenamiento, y también a lo largo de las 6 semanas siguientes posteriores a la finalización del tratamiento con esteroides anabolizantes (semanas 24 a 30). Los tests realizados fueron la fuerza máxima en el ejercicio de sentadilla completa (1RM), un test de fuerza máxima isométrica de los músculos extensores de las rodillas, y el test de salto vertical con contramovimiento previo, utilizando el propio peso de los sujetos y añadiendo posteriormente cargas adicionales en una barra de halterofilia situada encima de los hombros. Durante las 6 semanas que siguieron a las 24 semanas de tratamiento, los sujetos de ambos grupos siguieron entrenándose intensamente, pero ninguno de los sujetos utilizó esteroides anabolizantes. La figura 1.11 muestra la ganancia de fuerza máxima observada en los dos grupos de sujetos, en el ejercicio de sentadilla (izquierda) y en el test de fuerza isométrica máxima de los músculos extensores de la rodilla (derecha) a lo largo de las 30 semanas que duró la experiencia. Figura 1.11. Aumento relativo de la fuerza dinámica máxima durante el test de sentadilla (izquierda, en porcentaje de los valores iniciales de 1RM), y aumento de la fuerza isométrica máxima de los músculos extensores de la rodilla(derecha, en newton), en los sujetos que utilizaron esteroides anabolizantes (círculos negros unidos por líneas discontinuas) y en los sujetos que no utilizaron esteroides anabolizantes (círculos blancos unidos por líneas discontinuas), durante las 24 semanas de tratamiento (semanas 0 a 24) y las 6 semanas posteriores (semanas 24 a 30) en las que ninguno de los sujetos de ambos grupos utilizaron esteroides anabolizantes (Alen et al 1984). Se observa (parte izquierda de la figura 1.11) que durante las primeras 6 semanas del estudio (semanas 0 a 6), ambos grupos ganaron fuerza pero no se observaron diferencias en la ganancia de 1RM en sentadilla entre los dos grupos. Sin embargo, a partir de la sexta semana, la ganancia de fuerza fue mayor en el grupo que utilizó esteroides anabolizantes. Al terminar las 24 semanas de entrenamiento los dos grupos de sujetos habían aumentado significativamente sus valores de 1RM, aunque el aumento fue significativamente mayor en el grupo que había utilizado esteroides anabolizantes (18%) que en el grupo que no los había utilizado (13%). Durante las 6 semanas siguientes, en las que ninguno de los sujetos utilizó esteroides anabolizantes, se observó un aumento significativo de 1RM en sentadilla en el grupo que había utilizado esteroides anabolizantes en las semanas anteriores, mientras que no se observó aumento en el grupo que no había ingerido dichas sustancias. La evolución del test de fuerza isométrica máxima de los músculos extensores de las rodillas (parte derecha de la figura 1.11) fue bastante similar a la observada en el test de sentadilla, aunque las diferencias encontradas entre los dos grupos fueron de mayor magnitud. Por ejemplo, al terminar las 24 semanas de entrenamiento, el grupo que había utilizado esteroides anabolizantes había aumentado su fuerza isométrica máxima significativamente (15%), mientras que el grupo que no utilizó dichas sustancias no aumentó su fuerza isométrica significativamente (aumento de un 6%, no significativo estadísticamente). Durante las 6 semanas siguientes, en las que ninguno de los sujetos utilizó esteroides anabolizantes, se observó un aumento significativo de la fuerza isométrica máxima en el grupo que había utilizado esteroides anabolizantes en las primeras 24 semanas del estudio, mientras que no se observó aumento en el grupo que no había ingerido dichas sustancias. También conviene señalar que, al igual que ocurría en el test de 1RM, durante las primeras 6 semanas del estudio la ganancia de fuerza isométrica máxima fue similar en los dos grupos. La figura 1.12. muestra la evolución media de la altura de los saltos con contramovimiento previo cargando con el propio peso y con cargas adicionales, realizados por el grupo que utilizó esteroides anabolizantes (izquierda), y por el grupo que no utilizó dichas sustancias (derecha) durante las 24 primeras semanas de entrenamiento. Figura 1.12. Evolución media del salto vertical con contramovimiento previo cargando con el propio cuerpo y con cargas adicionales, en el grupo que utilizó esteroides anabolizantes (izquierda), y en el grupo que NO utilizó dichas sustancias (derecha), antes (línea continua) y después (línea discontinua) de las 24 primeras semanas de entrenamiento (Alen et al 1984). Se observa que el grupo que utilizó esteroides anabolizantes aumentó significativamente (7%) la altura del salto vertical utilizando el propio peso corporal, mientras que el grupo que no utilizó dichas sustancias no aumentó la altura del salto vertical. De igual modo la altura del salto vertical aumentó significativamente durante los saltos realizados con cargas adicionales en el grupo que utilizó esteroides anabolizantes, mientras que no lo hizo en el grupo que no los utilizó. Los resultados del estudio de Alen y col. (1984) muestran que la utilización de esteroides anabolizantes en grandes dosis durante 24 semanas de entrenamiento muy intenso en deportistas de alto nivel con muchos años de experiencia en entrenamiento de fuerza, se acompaña de aumentos en las diferentes manifestaciones de la fuerza (dinámica máxima, isométrica máxima y explosiva) que son significativamente superiores a las que se observan en sujetos de similar nivel deportivo que no utilizan esteroides anabolizantes. Un hallazgo interesante del estudio de Alen y col. (1984) fue que el grupo que utilizó esteroides anabolizantes continuó aumentando sus valores de fuerza máxima dinámica e isométrica durante las 6 semanas posteriores a la finalización del tratamiento con esteroides anabolizantes. No se sabe la razón por la cual ocurre este hecho, pero podría explicar los testimonios de algunos deportistas que refieren que las mejores marcas deportivas las obtienen durante las semanas posteriores a la finalización del tratamiento con esteroides anabolizantes (Francis 1998). Ese período de tiempo posterior a la finalización de la toma de esteroides anabolizantes, suele coincidir con una reducción del volumen y la intensidad del entrenamiento (tapering). Otro hallazgo interesante del estudio de Alen y col. (1984) fue que durante las 6 primeras semanas de la experiencia, las ganancias de fuerza fueron muy similares en los dos grupos, mientras que en las semanas posteriores de entrenamiento (semanas 6 a 24) el grupo que utilizó esteroides anabolizantes aumentó la fuerza máxima en mayor magnitud que el grupo que no utilizó dichas sustancias. Esto sugiere que se necesitan de 6 a 12 semanas de entrenamiento intenso para que se comiencen a observar los efectos de la administración de esteroides anabolizantes. La insuficiente duración del estudio podría explicar la ausencia de ganancia de fuerza encontrada por algunos autores en los artículos que se han analizado en la tabla 1.7 (Casner et al 1971,Crist et al 1983,Fahey and Brown 1973,Hervey et al 1976,Loughton and Ruhling 1977,Stromme et al 1974). En el mismo trabajo realizado por Alen y col. (1984), aunque publicado en otros dos artículos (Alen et al 1985,Alen and Häkkinen 1987), los autores también midieron las concentraciones sanguíneas de testosterona, cortisol, FSH y LH, cada 4 semanas durante las 26 primeras semanas del estudio (semanas 0 a 26) en las cuales los sujetos de uno de los dos grupos utilizaron esteroides anabolizantes, y durante las 16 semanas posteriores (semanas 26 a 42) en las que ninguno de los sujetos utilizó dichas sustancias. Los autores encontraron que durante las 26 semanas de tratamiento, la concentración sanguínea de testosterona total fue aumentando progresivamente en el grupo que utilizó esteroides anabolizantes hasta alcanzar al final de las 26 semanas valores que eran casi un 300% superiores a los valores iniciales (de 20.8 ± 2.2 nmol.l-1 en la semana 0 a 59.1 ± 17.2 nmol. l-1 en la semana 26) (figura 1.13) (Alen et al 1985). Este aumento de la concentración sanguínea de testosterona que acompaña a la administración de esteroides anabolizantes ha sido también observado por otros autores (Friedl et al 1991,Palatini et al 1996,Plymate and Friedl 1992). Sin embargo, en el grupo que no había utilizado esteroides anabolizantes la concentración sanguínea de testosterona total no se modificó (de 26.0 ± 3.8 nmol.l-1 a 27.0 ± 7.4 nmol. l-1) (figura 1.13). Cuando los sujetos del grupo que utilizaba esteroides anabolizantes dejaron de tomarlos (semanas 26 a 42), se observó una brusca disminución de la concentración sanguínea de testosterona que provocó que, al menos durante 12 semanas, los valores del grupo que previamente había utilizado esteroides anabolizantes fuesen significativamente inferiores a los del grupo que no había utilizado dichas sustancias. Figura 1.13. Evolución de la concentración sérica de testosterona total en el grupo que utilizó esteroides anabolizantes (líneas continuas) y en el grupo que NO utilizó dichas sustancias (líneas discontinuas), durante las 26 semanas de tratamiento (semanas 0 a 26), y durante las 12 semanas posteriores en las que ninguno de los sujetos utilizó esteroides anabolizantes. Adaptada de (Alen et al 1985). La figura 1.14 muestra la evolución de las concentraciones séricas de FSH y de LH en los mismos grupos de sujetos durante el mismo período experimental (Alen et al 1985). Figura 1.14. Evolución de la concentración sérica de FSH (arriba) y de LH (abajo) en el grupo que utilizó esteroides anabolizantes (líneas continuas) y en el grupo que NO utilizó dichas sustancias (líneas discontinuas), durante las 26 semanas de tratamiento (semanas 0 a 26), y durante las 12 semanas posteriores en las que ninguno de los sujetos utilizó esteroides anabolizantes (semanas 26 a 42). Adaptada de (Alen et al 1985). Se observa que a las 8 semanas de haber comenzado el tratamiento con esteroides anabolizantes, se encontraba una disminución significativa de las concentraciones séricas de FSH y de LH. Esta disminución persistió mientras se mantuvo el tratamiento con esteroides anabolizantes (semanas 8 a 26). Sin embargo, cuando los sujetos dejaron de tomar dichas sustancias, las concentraciones séricas de FSH y de LH aumentaron lentamente hasta alcanzar, al cabo de pocas semanas, los valores que tenían antes de comenzar el tratamiento. Estos resultados muestran que la administración de dosis elevadas de esteroides anabolizantes durante 26 semanas se acompañó de un aumento progresivo de la concentración sérica de testosterona total hasta alcanzar valores que eran 2 a 3 veces superiores a los encontrados antes de empezar el tratamiento. La rápida disminución de las concentraciones séricas de FSH y de LH que se observó en el grupo que utilizó esteroides anabolizantes se debe, probablemente, a que se produjo una inhibición del eje hipotálamo-hipofisario debido a las tasas sanguíneas elevadas de testosterona (Alen et al 1985). Esta inhibición del eje hipotálamo-hipofisario puede ser muy acentuada y persistir durante varias semanas después de finalizar la utilización de esteroides anabolizantes. La figura 1.15 muestra la evolución de la fuerza isométrica máxima de los músculos extensores de las rodillas (en porcentaje de los valores iniciales) y del ratio testosterona/cortisol sanguíneo, a lo largo de las 24 semanas de tratamiento y de entrenamiento, en los dos grupos de sujetos (utilizadores y no utilizadores de esteroides anabolizantes). Los valores de fuerza isométrica máxima son los mismos que los de la parte derecha de la figura 1.11, pero están expresados en porcentaje de los valores iniciales, en vez de en valores absolutos. Figura 1.15. Cambios relativos (en porcentaje de los valores iniciales) de la fuerza isométrica máxima de los músculos extensores de las rodillas ("force") y del ratio testosterona cortisol (T/C), durante las primeras 24 semanas de entrenamiento, en el grupo que utilizó esteroides anabolizantes (círculos negros), y en el grupo que no los utilizó (círculos blancos). Adaptado de Alen y Häkkinen (1987). Se observa que el ratio testosterona/cortisol del grupo que utilizó esteroides anabolizantes fue significativamente superior al del grupo que no los utilizó. Además, la evolución del ratio testosterona/cortisol en este grupo fue bastante parecida a la evolución de la fuerza isométrica máxima de los músculos extensores de las rodillas. Por último, en el grupo que utilizó esteroides anabolizantes se encontró una relación lineal directa significativa entre el aumento del ratio testosterona/cortisol entre las semanas 20 a 24 (meses 4.5 a 6 en la figura) y el aumento de la fuerza isométrica máxima en esas mismas semanas. Estos resultados permitieron sugerir a los autores que los elevados valores del ratio testosterona/cortisol encontrados en los utilizadores de esteroides anabolizantes podrían explicar la razón por la cual los utilizadores de estas sustancias tienen más capacidad para recuperar entre sesiones muy intensas de entrenamiento. Más recientemente, Bhasin y col. (1996a,Bhasin et al 1996b) (tabla 1.6) han publicado un trabajo que ha aportado más claridad a los efectos añadidos de la administración de esteroides anabolizantes y del entrenamiento físico en la mejora de la fuerza. Los autores estudiaron los efectos de la administración de 600 mg semanales de testosterona enanthato (6 veces la dosis diaria de reposición), durante 10 semanas, en 4 grupos de hombres (n=43), de edades comprendidas entre 19 y 40 años, que tenían experiencia previa con el entrenamiento de fuerza y que nunca hasta entonces habían utilizado esteroides anabolizantes: 1) un grupo que tomó un placebo y no se entrenó, 2) otro grupo que tomó testosterona enanthato y que tampoco se entrenó, 3) un tercer grupo que tomó un placebo y que se entrenó levantando pesas, y 4) un cuarto grupo que tomó testosterona enanthato y que se entrenó levantando pesas. Además, durante las 10 semanas que duró la experiencia se controló la dieta a todos los sujetos. La intensidad del entrenamiento de pesas fue elevada, y se evaluó la fuerza mediante el test de 1RM en el press de banca y en el de sentadilla. Los resultados muestran que el grupo que más fuerza ganó fue el que tomó testosterona enanthato y se entrenó levantando pesas (ganancia: 22 Kg en press de banca y 38 Kg en sentadilla), seguido del grupo que tomó placebo y se entrenó levantando pesas (ganancia: 10 Kg en press de banca y 25 Kg en sentadilla) y del grupo que tomó testosterona enanthato y no se entrenó (ganancia: 9 Kg en press de banca y 13 Kg en sentadilla). Por último, el grupo que tomó un placebo y no se entrenó, no aumentó significativamente su fuerza máxima (ganancia: -1 Kg en press de banca y 3 Kg en sentadilla. Este ha sido el primer estudio que ha mostrado que la administración de esteroides anabolizantes en grandes dosis durante 10 semanas se acompañó de un aumento significativo de la fuerza máxima aunque los sujetos no se entrenasen. Sin embargo, esta ganancia en la fuerza máxima fue menor que la que obtuvieron los sujetos que realizaron entrenamiento de fuerza y no utilizaron esteroides anabolizantes. Por último, este estudio mostró que la mayor ganancia de fuerza se obtenía cuando se realizaba un entrenamiento intenso de fuerza y se utilizaban esteroides anabolizantes. El análisis realizado en este apartado sugiere que es muy probable que en algunas circunstancias (sujetos muy entrenados en fuerza, dosis elevadas, entrenamientos intensos y largos, y evaluación realizada con tests específicos), la utilización de esteroides anabolizantes se acompañe de una mejora significativa de la fuerza. De hecho, la Sociedad Americana de Medicina Deportiva (ACSM), reconoció oficialmente en 1987 que en algunos sujetos, la mejora de la fuerza que se obtiene entrenando intensamente e ingiriendo una dieta adecuada puede incrementarse significativamente cuando se utilizan al mismo tiempo esteroides anabolizantes (American College of Sports Medicine 1987). Esto rectificaba lo que la citada Sociedad había afirmado oficialmente 10 años antes cuando señaló que no existían evidencias de que la utilización de esteroides anabolizantes pudiese acompañarse de una mejora de la fuerza (American College of Sports Medicine 1977). En el apartado 2.6 se señalaba que en los últimos años se han sintetizado hormonas esteroideas androgénicas precursoras de la testosterona, como la dehidroepiandosterona (DHEA), la androstenediona y el androstenediol o sus análagos (Bross et al 1999). En algunos ambientes deportivos se ha preconizado que administrando grandes dosis de estas hormonas se debería aumentar la producción de testosterona y, con ello, mejorar la fuerza y la masa muscular. Se han publicado algunos trabajos que han estudiado los efectos de la administración de estas sustancias en la marca deportiva en hombres. Los resultados indican que la administración por vía oral de 100-300 mg/día de androstenediona (King et al 1999) o de 150-1600 mg/día de DEA (Brown et al 1999,Nestler et al 1988,Welle et al 1990) en hombres jóvenes que realizaron varias semanas de entrenamiento intenso de fuerza, no aumentó la concentración sanguínea basal de testosterona, ni mejoró más la fuerza ni la masa muscular, ni la síntesis de proteinas comparado con los grupos que no ingirieron estas hormonas. Estos estudios sugieren que la administración oral de DEA o de androstenediona no aumenta la producción de testosterona ni potencia el aumento de la fuerza muscular tras el entrenamiento de fuerza. Sin embargo, Brown y col. (2002) en un estudio más reciente han encontrado que la administración por vía sublingual de 20 mg de androstenediol con ciclodextrina en hombres jóvenes se acompaña de un aumento del 88% y del 103% de las concentraciones sanguíneas de testosterona total y de testosterona libre, respectivamente (Brown et al 2002). Este aumento se debe probablemente a que cuando se administra androstenediol con ciclodextrina por vía sublingual, no es captada ni metabolizada por el hígado, mientras que cuando se administra por vía oral sí lo es (Brown et al 2002). Este aumento exagerado de la concentración sanguínea de testosterona que se observa cuando se administran las prohormonas por la vía adecuada ha hecho que las autoridades deportivas hayan prohibido su utilización. Las mujeres son más sensibles a la administración de estas prohormonas porque se ha encontrado que incluso administrando por vía oral de 100-300 mg de androstenediona, se observa un aumento significativo de la concentración sanguínea de testosterona (Brown et al 2004,Kicman et al 2003,Mahesh and Greenblatt 1962). Ello se debe a que como la mujer produce mucho menos testosterona que el hombre, un aumento ligero en valor absoluto de su concentración sanguínea, se traduce en un gran aumento en valor relativo de la misma (Kicman and Gower 2003). 4.2. Efectos en la composición corporal. Lombardo y col. (1991) señalan que los deportistas de elite creen que la ingestión de esteroides anabolizantes se acompaña de un aumento de la masa magra y de una disminución del porcentaje de grasa corporal. Sin embargo, el análisis superficial de los trabajos científicos que han estudiado los efectos de la utilización de esteroides anabolizantes sobre la composición corporal indica que, como ocurría al estudiar los efectos sobre la fuerza, los resultados son contradictorios porque aproximadamente la mitad de los estudios encuentra un aumento significativo de la masa corporal en los utilizadores de esteroides, mientras que la otra mitad no encuentra aumento. Lombardo y col. (1991) sugieren que los resultados contradictorios se deben probablemente a que los investigadores utilizaron sujetos con distintos años de experiencia en entrenamiento de fuerza, diferentes métodos de medida de la composición corporal y diferentes materiales. Sin embargo, Vanhelder y col. (1991) indican que si se analizan los trabajos de las tablas 1.6 y 1.7 que, además de estudiar los efectos de la utilización de los esteroides anabolizantes en la fuerza, también estudiaron los efectos en la composición corporal, los resultados son mucho más coherentes. Por ejemplo, los 5 estudios señalados en la tabla 1.6 que además de estudiar los efectos sobre la fuerza, también estudiaron los efectos sobre la composición corporal, encontraron que la utilización de esteroides anabolizantes aumentaba la ganancia de fuerza y de masa magra (Alen et al 1984,Bhasin et al 1996a,Hervey et al 1981,O'Shea 1971,Stamford and Moffat 1974). Otros estudios más recientes también han encontrado en fisioculturistas un mayor aumento de la masa magra y de la fuerza máxima tras la administración de esteroides anabolizantes (Giorgi et al 1999,Hartgens et al 2001). Por otra parte, de los 7 trabajos citados en la tabla 1.7 (no encontraron mejora de la fuerza) que, además de estudiar los efectos sobre la fuerza, estudiaron los efectos sobre la composición corporal, en 5 de ellos no encontraron una mejora de la masa magra (Crist et al 1983,Fahey and Brown 1973,Fowler et al 1965,Golding et al 1974,Stromme et al 1974), mientras que 2 estudios encontraron un aumento significativo de la masa magra (Hervey et al 1976,Loughton and Ruhling 1977) tras la ingestión de esteroides anabolizantes. En el trabajo de Alen y col. (1984), citado anteriormente, en el que 5 deportistas finlandeses de nivel nacional muy entrenados en fuerza que utilizaron grandes dosis de esteroides anabolizantes durante 24 semanas durante las cuales se entrenaban intensamente, y que encontraron una ganancia de fuerza muy superior a la de un grupo control que no ingería esteroides anabolizantes, los autores también evaluaron la composición corporal de los sujetos. Los resultados del estudio muestran que la utilización de esteroides anabolizantes se acompañó de un aumento significativo del peso corporal durante las 24 semanas de entrenamiento (de 86.9 ± 11.4 Kg a 92.0 ± 9.0 Kg), mientras que el grupo que no utilizaba esteroides anabolizantes no modificó su peso corporal. La ganancia de peso se debió fundamentalmente a un aumento equivalente de la masa magra. Los autores también realizaron biopsias musculares en el músculo vasto lateral para estudiar los efectos sobre las características de las fibras musculares, y encontraron que en el grupo que utilizó esteroides anabolizantes se producía una hipertrofia muscular (aumento del área de las fibras musculares) significativa al final de las 24 semanas de tratamiento. La hipertrofia muscular se produjo predominantemente en las fibras ST, mientras que en el grupo de sujetos que no utilizaron esteroides anabolizantes no se encontró dicha hipertrofia. Aunque no se conocen con precisión los mecanismos por los cuales la utilización de esteroides anabolizantes favorece el aumento de la masa muscular (Sheffield-Moore 2000), algunos autores sugieren que se puede deber a la formación de nuevas células musculares por activación de las células satélite (Kadi et al 1999). Forbes (1985) realizó una revisión bibliográfica sobre los efectos de la administración de esteroides anabolizantes en la masa magra, en humanos. La figura 1.16 muestra la relación que encontró el autor entre la cantidad total de esteroides anabolizantes administrada a los sujetos (en escala semilogarítmica), y la ganancia en masa magra (en Kg). Figura 1.16. Relación entre la cantidad total de esteroides anabolizantes administradas a los sujetos de experiencia (en escala semilogarítmica) y el aumento medio de masa magra (en Kg). Revisión bibliográfica de varios estudios realizados en humanos (Forbes 1985). Se observa que cuando la cantidad total de esteroides administrada es inferior a unos 2000 miligramos, el aumento de la masa magra es pequeño, no superior a 1-2 kg. Sin embargo, cuando la cantidad total administrada es superior a 3000 miligramos, el aumento de la masa magra es directamente proporcional a la cantidad total de esteroides anabolizantes administrada (en escala semilogarítmica). Estos resultados también han sido encontrados en estudios realizados en animales, y sugieren que se necesita suministrar grandes cantidades de esteroides anabolizantes para que se produzca un aumento significativo de la masa magra. Por ejemplo, en el estudio citado en este mismo apartado de Alen (1984), los deportistas utilizaron una cantidad media total de esteroides anabolizantes cercana a los 12.000 miligramos durante los 6 meses que duró el estudio. Según la relación de la figura 1.16, los sujetos que utilizaron esteroides anabolizantes deberían haber aumentado de modo espectacular su masa magra, como así ocurrió. Otros autores han encontrado que los efectos no solamente dependen de la dosis suministrada, sino que también dependen del tipo de esteroide administrado. Por ejemplo, Friedl y col. (1991) encontraron que la administración a 15 hombres sedentarios de 100 mg por semana de 19-nortestosterona decanoato durante tan solo 6 semanas (dosis total de 600 mg), se acompañaba de un aumento del peso corporal significativamente mayor que la administración de una dosis similar de testosterona enanthato. Al igual que ocurría cuando se estudiaban los efectos sobre la fuerza, el análisis de los diferentes trabajos que han estudiado los efectos de la utilización de esteroides anabolizantes sobre la composición corporal permite concluir, como lo afirmó oficialmente la Sociedad Americana de Medicina del Deporte en 1987 , que “la utilización de esteroides anabolizantes puede contribuir, si se acompaña de una dieta adecuada, de un aumento del peso corporal y de la masa magra corporal” (American College of Sports Medicine 1987). La revisión realizada por Forbes (Forbes 1985) (figura 1.16), permite añadir que es muy importante utilizar grandes dosis de esteroides si se quieren obtener aumentos considerables de la masa magra corporal. 4.3. Efectos en la resistencia. Se sospecha que, teóricamente, la utilización de esteroides anabolizantes debería mejorar la resistencia aeróbica por varias razones: 1) favoreciendo y acelerando la síntesis de proteínas y de glucógeno muscular, 2) estimulando la producción de glóbulos rojos (eritropoyesis) y el aumento de la hemoglobina (American College of Sports Medicine 1987, Kiraly 1988,Mirand et al 1965), y 3) aumentando la capacidad de recuperación entre dos sesiones de entrenamiento muy intensas. Sin embargo, el análisis de los trabajos que han estudiado los efectos de la ingestión de esteroides anabolizantes sobre la resistencia aeróbica muestra que los resultados son mucho más confusos que los referidos a la ganancia de fuerza y de masa muscular. Por ejemplo, algunos estudios han encontrado que la utilización de los esteroides anabolizantes se acompaña de una mejora del consumo máximo de oxígeno (Albrecht and Albrecht 1969,Johnson et al 1972,Keul et al 1976), mientras que otros estudios no encontraron dicho aumento del consumo máximo de oxígeno (Fahey and Brown 1973,Hervey et al 1976,Johnson et al 1972,Johnson et al 1975). Por último, Stromme y col. (1974) encontraron una disminución significativa del consumo máximo de oxígeno en los sujetos que habían utilizado esteroides anabolizantes, aunque durante la fase de tratamiento los sujetos no realizaron entrenamiento de resistencia. No se saben las razones por las cuales los resultados de los trabajos que han estudiado los efectos de la utilización de esteroides anabolizantes en la resistencia aeróbica son tan contradictorios. Lombardo y col. (1993) creen que puede ser debido a diferentes razones: 1) la medida del consumo máximo de oxígeno no es el mejor test para evaluar la resistencia aeróbica, porque está peor relacionado con la marca deportiva en los ejercicios de larga duración que la evaluación de la capacidad aeróbica (umbral anaeróbico, por ejemplo). En este caso, cuando se quieran estudiar los efectos de la utilización de los esteroides anabolizantes en resistencia aeróbica, sería más conveniente evaluar la capacidad aeróbica que el consumo máximo de oxígeno. 2) los efectos sobre la resistencia deberían ser más importantes en sujetos muy entrenados en resistencia que en sujetos sedentarios, poco entrenados, o entrenados en fuerza. Ello se debe a que, probablemente, los efectos de la utilización de esteroides sobre el aumento de la producción de glóbulos rojos de la sangre es menor en la persona no entrenada que en el deportista muy resistente (Lombardo 1993). Un estudio más reciente realizado en caballos permite sospechar la razón por la cual la utilización de esteroides anabolizantes también puede tener efectos positivos en las disciplinas de resistencia. Hyppa (2001) observó en 6 caballos de carreras que la recuperación de las reservas de glucógeno muscular al día siguiente de correr una competición era mucho más rápida en los caballos que utilizaban esteroides anabolizantes que en los que no lo hacían. No existen, en lo que nosotros conozcamos, trabajos que hayan estudiado en el hombre la recuperación de las reservas de glucógeno muscular tras la realización de un ejercicio intenso y la administración de esteroides anabolizantes. Sin embargo, si tenemos en cuenta que en los ejercicios de larga duración: 1) la disponibilidad en glucógeno muscular antes de empezar el ejercicio favorece la marca deportiva (Hultman 1989), 2) las concentraciones sanguíneas de hormonas anabolizantes pueden estar disminuidas tras hacer ejercicios intensos de muy larga duración repetidos en días seguidos (Brouns et al 1989) y, 3) la administración de hormonas anabolizantes favorece la recuperación de las reservas musculares de glucógeno en caballos, es probable que la administración de esteroides anabolizantes en humanos mejore las prestaciones deportivas en los deportes en los que hay que hacer esfuerzos largos, intensos y muy repetidos (ejemplo: carrera ciclista por etapas). Sin embargo, esto está por demostrar. El análisis de los diferentes trabajos que han estudiado los efectos de la utilización de esteroides anabolizantes sobre la resistencia aeróbica, NO permite concluir que existan efectos positivos sobre la misma. Sin embargo, la realidad es que un número significativo de deportistas de resistencia de alto nivel lo utilizan porque consideran que ello les permite realizar sesiones de entrenamiento más largas, más frecuentes y más intensas, recuperando rápidamente (Lombardo 1993). Se deberán realizar otros estudios utilizando sujetos muy entrenados en resistencia, evaluando el consumo máximo de oxígeno y la capacidad aeróbica, para intentar conocer si existen realmente efectos de la utilización de esteroides anabolizantes en la resistencia aeróbica. 5. Efectos en la salud. Friedl (1993) afirma que durante muchos años la comunidad médica afirmó que la ingestión de esteroides anabolizantes tenía unos efectos catastróficos para la salud. El mismo autor señala que muchas veces dicha comunidad se limitaba a enumerar una lista de posibles complicaciones derivadas de la utilización de esteroides anabolizantes, pero sin diferenciar entre los tipos de esteroides anabolizantes utilizados, sus dosis, ni explicar si los efectos eran reversibles o irreversibles. Además, en la mayoría de los casos, dichas afirmaciones estaban basadas en casos anecdóticos no fundamentados científicamente. Esto provocó que los deportistas no creyesen a la profesión médica en este tema (Lombardo et al 1991,VanHelder et al 1991). La realidad es que las evidencias científicas actuales no apoyan la afirmación de que la utilización de esteroides anabolizantes en pequeñas dosis, similares a las dosis de reposición utilizadas para tratar el hipogonadismo, tengan efectos catastróficos para la salud (Friedl 1993). Parece ser que, siempre que se ingieran unos determinados esteroides anabolizantes en dosis de reposición, los efectos secundarios son mínimos y, la mayoría de ellos, reversibles. Sin embargo, hay que señalar también que no se conocen cuáles son las consecuencias que tiene para la salud, a medio y largo plazo, la utilización de dosis muy elevadas de esteroides anabolizantes durante muchos años. Por dicho motivo, conviene mantener cierta prudencia aunque no se sepan con certeza cuáles pueden ser los efectos a largo plazo (Friedl 1993,Lombardo et al 1991,VanHelder et al 1991). En este apartado se analizarán los efectos negativos que tiene la ingestión de esteroides anabolizantes en la salud del hombre normal, sedentario o deportista que utiliza esteroides anabolizantes. La mayoría de los trabajos realizados en el hombre sedentario tuvieron como objetivo estudiar los efectos producidos en la salud por la ingestión de dosis de anabolizantes que provocan una azoospermia y podrían, por lo tanto, ser utilizadas por los hombres como contraceptivos. Para ello, se seguirá el esquema desarrollado por Friedl (1993). Este autor señala que hay que saber en primer lugar que no todos los esteroides anabolizantes, ni cualquier tipo de dosis, producen los mismos efectos sobre la salud. En segundo lugar, Friedl (1993) cree que hay que estudiar en profundidad los siguientes efectos: cosméticos, cardiocirculatorios, hepáticos, infertilidad, accidentes vasculares cerebrales, problemas prostáticos, y otros efectos. En este apartado se analizarán estos aspectos basándonos en el trabajo de Friedl (1993). 5.1. Distinción entre tipos y dosis de esteroides anabolizantes. No todos los esteroides anabolizantes producen los mismos efectos. El caso más claro es el de los efectos producidos por los esteroides anabolizantes orales que tienen un grupo “17-alpha-alkyl”. En la tabla 1.3 se señalaban alguno de los esteroides anabolizantes que tienen este grupo “17-alpha-alkyl” como, por ejemplo, la methandrostenolona, la oxandrolona, el stanozolol, la oxymetholona, la fluoxymesterona, la methyltestosterona, y la methandienona. Como se verá más adelante, estos esteroides anabolizantes orales son muy utilizados por los deportistas, pero se cree que son tóxicos para el hígado, y su utilización no es recomendable. Es probable que alguno de los efectos secundarios derivados de la utilización de esteroides anabolizantes como, por ejemplo, la existencia de accidentes cerebrales vasculares, esté ligado a la ingestión de dosis extraordinariamente elevadas de dichas sustancias (Friedl 1993). Estas ingestiones de dosis elevadas suelen ser habituales en algunos deportistas, para los que el límite de la utilización de esteroides está marcado solamente por su precio o su disponibilidad en el mercado (Friedl 1993). Por ejemplo, las dosis de reposición de testosterona enanthato que se suelen administrar a los hombres que tienen hipogonadismo son de 100 a 125 miligramos por semana. Las dosis utilizadas como contraceptivo masculino suelen ser de 200 a 250 miligramos por semana. Sin embargo, se sabe que algunos deportistas han llegado a utilizar dosis de hasta 1.000 miligramos por semana en ciclos de 6 semanas. Es lógico pensar que no se producirán los mismos efectos cuando se ingieran dosis tan diferentes y que, probablemente, los efectos sobre la salud serán más negativos cuando se utilicen dosis más elevadas (Friedl 1993). 5.2. Efectos cosméticos. Los efectos cosméticos de los esteroides anabolizantes son probablemente los más conocidos porque se detectan a simple vista y suelen inquietar a los fisioculturistas, ya que se trata de una población muy sensibilizada con su apariencia externa (Friedl 1993). 5.2.1. Efectos en el pelo. La disposición del pelo y del vello en el cuerpo depende en parte de la cantidad de esteroides anabolizantes producidos por el organismo. Por ejemplo, el aumento en la producción de testosterona que se produce durante la adolescencia en el varón normal se acompaña de la aparición de la barba, de vello en el pecho, la espalda y la parte inferior del abdomen, y de una caída del pelo en la línea temporal de la cabeza. Esta relación entre aumento de la producción de testosterona y disposición del pelo en el hombre está estrechamente relacionada, porque la castración en el hombre adulto provoca que se detenga la caída del cabello en la línea frontal, y si se trata al hombre castrado con esteroides anabolizantes se vuelve a observar la caída del cabello en esa zona de la cabeza (Friedl 1993). Friedl (1993) señala que, teóricamente, la utilización de esteroides anabolizantes en el hombre sano normal se debería acompañar de una mayor pérdida de cabello en la línea temporal de la cabeza. Sin embargo, en lo que nosotros conocemos, esto no ha sido estudiado. 5.2.2. Acné. Se cree que los andrógenos regulan el desarrollo y la actividad secretora de las glándulas sebácea y que están ligados a la aparición del acné y de la seborrea (Gooren and Polderman 1990). Esto está apoyado en el hecho de que los hombres castrados no tienen acné, y si se les administra esteroides anabolizantes en dosis de reposición, puede aparecer el acné (Friedl 1993). Cuando la dosis de esteroides anabolizantes es algo mayor (unas dos veces las dosis de reposición), como ocurre por ejemplo en los hombres normales a los que se les suministra dichas sustancias como anticonceptivo masculino, puede aparecer acné o foliculitis, especialmente cuando se suministra testosterona enanthato o methyltestosterona (Friedl 1993). Por último, cuando se administran dosis muy elevadas de esteroides anabolizantes, los efectos sobre la piel son mayores. Por ejemplo, Király (1988) estudió los efectos de la administración de grandes dosis de esteroides anabolizantes en 7 atletas de fuerza, durante 12 semanas de tratamiento y de entrenamiento intenso, y encontró que a la cuarta semana de tratamiento la fracción de colesterol de los lípidos de la superficie de la piel había aumentado significativamente, del 3.3% al 5.6%. Dicho aumento no se observó en un grupo control de deportistas de fuerza que no utilizaron esteroides anabolizantes, y se mantenía durante el resto de las semanas de tratamiento. Como se considera que el colesterol que se encuentra en los lípidos de la superficie de la piel proviene de las glándulas sebáceas, los autores concluyeron que la administración de esteroides anabolizantes se acompañaba de un aumento de la secreción de colesterol de las glándulas sebáceas. Alen y Häkkinen (1985), en un estudio realizado con un fisioculturista, encontraron que la administración de grandes dosis de esteroides anabolizantes durante 1 año se acompañaba de un aumento de la secreción sebácea de la piel y de la aparición de pústulas inflamatorias en la parte alta de la piel y de la espalda. Estos estudios sugieren que la administración de esteroides anabolizantes en dosis superiores a las de reposición se acompaña de un aumento significativo de la secreción de las glándulas sebáceas y de la fracción de colesterol de los lípidos secretados por dichas glándulas. Este aumento puede provocar la aparición de acné y de pústulas inflamatorias en la piel. 5.2.3. Ginecomastia. Ginecomastia es el desarrollo anormal de los pechos en el varón. Algunos estudios han referido la aparición de ginecomastia en hombres que utilizan esteroides anabolizantes, incluso en dosis no muy elevadas (Friedl 1993,Salazar et al 2000). La mayoría de las veces este fenómeno suele ser reversible (de Luis et al 2001), e incluso desaparece aunque el sujeto siga utilizando esteroides anabolizantes. Sin embargo, muy raramente puede darse el caso de que la ginecomastia persista incluso después de dejar el tratamiento. En ese caso, para eliminar la ginecomastia se debe realizar una intervención quirúrgica para extirpar el exceso de grasa del pecho (de Luis et al 2001), aunque en algunos casos suele recurrir (Babigian and Silverman 2001). No se sabe la razón por la cual se desarrolla la ginecomastia en algunos sujetos que utilizan esteroides anabolizantes. Algunos autores sugieren que puede deberse a que los niveles de estrógenos o de los receptores de estradiol y de progesterona suelen aumentar (Calzada et al 2001,Salazar et al 2000) cuando se ingieren algunos esteroides anabolizantes, porque se sabe que los estrógenos estimulan el aumento de la grasa del pecho. Sin embargo, también se han observado casos de ginecomastia en varones que utilizaban esteroides anabolizantes pero que tenían concentraciones sanguíneas normales de estrógenos. Por dicho motivo no se puede confirmar la teoría del aumento de la concentración de estrógenos en la sangre como causa de la ginecomastia en estos sujetos (Friedl 1993). 5.3. Efectos cardiovasculares. Durante muchos años se señaló que los utilizadores de esteroides anabolizantes tenían un riesgo elevado de desarrollar enfermedades cardíacas (Friedl 1993). Sin embargo, si se realiza un análisis riguroso de esta cuestión, se debe concluir que no se ha demostrado científicamente este hecho. De todos modos, existen sospechas de que la ingestión de dosis elevadas de algunos esteroides anabolizantes, especialmente los orales, puede favorecer el desarrollo de estas enfermedades (Friedl 1993). En este apartado se analizarán diferentes trabajos que han estudiado esta cuestión. Para ello, siguiendo el esquema de Friedl (1993) se estudiarán los efectos de la ingestión de esteroides anabolizantes en los lípidos de la sangre, la tolerancia a la glucosa, la hipertensión y el corazón. 5.3.1. Lípidos de la sangre. Uno de los efectos secundarios más conocido y más estudiado de la utilización de esteroides anabolizantes es que se acompaña de una reducción significativa de la fracción HDL del colesterol sanguíneo (Friedl 1993). Puesto que diferentes estudios realizados en poblaciones normales de sujetos que no utilizaban esteroides anabolizantes habían demostrado que la disminución de la fracción HDL del colesterol estaba asociada con un aumento del riesgo de desarrollar la arteriosclerosis (National Cholesterol Education Program Expert Panel 1988), se ha venido señalando durante muchos años que la ingestión de esteroides anabolizantes aumenta el riesgo de desarrollar las enfermedades derivadas de la arteriosclerosis (infarto de miocardio, accidentes vasculares cerebrales, etc.) (Friedl 1993). Sin embargo, no es correcto generalizar esta afirmación, por diferentes motivos: 1) No todos los esteroides anabolizantes producen los mismos efectos sobre la reducción de la fracción HDL del colesterol. Por ejemplo, se cree que la gran mayoría de los estudios que han encontrado esta reducción de la fracción HDL estudiaron a sujetos que ingerían esteroides anabolizantes orales que tienen un grupo “17-alphaalkyl”. La figura 1.17 muestra una síntesis de diferentes estudios que han encontrado una disminución significativa de la fracción HDL del colesterol sanguíneo tras la ingestión de esteroides anabolizantes. Todos estos estudios utilizaron sujetos que ingirieron esteroides anabolizantes orales que tienen un grupo “17-alpha-alkyl”. Figura 1.17. Evolución de la concentración sanguínea de la fracción HDL del colesterol (barras en negrita), en diferentes estudios, antes (barra de la izquierda en cada autor) y después (barra de la derecha en cada autor) de varias semanas de utilización de esteroides anabolizantes. Las barras blancas situadas por encima de las barras negras corresponden a la concentración sanguínea de la fracción LDL del colesterol. La suma de las barras negras y blancas corresponde a la concentración sanguínea de colesterol total. En todos los estudios los sujetos ingirieron esteroides anabolizantes orales que tienen un grupo “17-alpha-alkyl”. En (Friedl 1993), a partir de diferentes estudios. Se observa que en todos esos estudios se encontró una disminución significativa de la fracción HDL del colesterol sanguíneo, y un aumento de la misma magnitud de la fracción LDL del colesterol sanguíneo. En general, dicha disminución se suele empezar a observar unos pocos días después de haber comenzado la ingestión de dichos esteroides anabolizantes. Sin embargo, cuando los sujetos utilizaron otros esteroides anabolizantes orales que no tienen el grupo 17-alpha-alkyl, o inyecciones intramusculares de testosterona enanthato o de ésteres de testosterona en dosis no muy elevadas, no se observó esta disminución de la fracción HDL del colesterol sanguíneo (Friedl 1993). Por último, conviene señalar que cuando las dosis de estas últimas sustancias son elevadas, puede observarse también una disminución de la fracción HDL. Por ejemplo, Kouri y col. (1996) encontraron, en hombres normales tratados con dosis progresivas de inyecciones intramusculares de testosterona cypionato, que la administración de 150 miligramos por semana de dicha sustancia no se acompañaba de una reducción de la fracción HDL pero que, por el contrario, la administración de 300 miligramos por semana sí se acompañaba de la disminución de la fracción HDL del colesterol sanguíneo (recordar que la dosis recomendada de reposición para tratar el hipogonadismo es de 100-125 miligramos por semana) (tabla 1.4). Estos resultados sugieren que cuando se utilizan dosis poco elevadas de esteroides anabolizantes que no contengan el grupo 17-alpha-alkyl, no se suele observar una disminución de la fracción HDL del colesterol sanguíneo. Sin embargo, como se ha señalado en apartados anteriores, conviene tener en cuenta que la mayoría de los deportistas que utilizan esteroides anabolizantes suelen ingerir, entre otros, los que tienen el grupo 17-alpha-alkyl, y utilizar grandes dosis, muy superiores a las dosis de reposición. Por ello, es muy probable que la mayoría de los deportistas que utilizan estas sustancias presenten unas concentraciones sanguíneas disminuidas de la fracción HDL del colesterol durante las semanas de tratamiento. 2) La gran mayoría de los estudios que han observado una disminución de la fracción HDL del colesterol sanguíneo en sujetos que utilizaban esteroides anabolizantes y que continuaron estudiando a los sujetos cuando dejaron de utilizar dichas sustancias, encontraron que cuando los sujetos dejaban de utilizarlas, los valores de HDL volvían a la normalidad al cabo de 3 a 12 semanas (Alen and Häkkinen 1985,Baldo Enzi et al 1990,Kouri et al 1996,Kuipers et al 1991). Esto les hizo sugerir que, en el caso de que la disminución de la fracción de HDL observada en los utilizadores de esteroides anabolizantes aumentase el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas, dicho riesgo debería contabilizarse solamente durante las semanas en las que los sujetos estuviesen tomando el tratamiento. En ese caso, el riesgo de estos sujetos sería mucho menor que el de las personas sedentarias que presentan valores de HDL disminuidos durante muchos años seguidos. 3) Aunque se sospecha que la reducción de la fracción HDL del colesterol sanguíneo que se observa en los sujetos que utilizan algunos esteroides anabolizantes a dosis elevadas aumenta el riesgo de desarrollar la arteriosclerosis, la realidad es que, según Gooren y Polderman (1990), no existen estudios serios en la literatura que hayan demostrado que dichos sujetos desarrollen más fácilmente la arteriosclerosis o sus enfermedades derivadas (infarto de miocardio, accidentes vasculares cerebrales, etc.). Esto puede deberse a dos motivos (Gooren and Polderman 1990): a) Se necesitan bastantes años para ver los efectos de la arteriosclerosis y todavía no ha transcurrido un período de tiempo necesario desde que los deportistas comenzaron a utilizar dichas sustancias. b) Tal vez, los efectos negativos de la ingestión de esteroides anabolizantes y de las dietas excesivamente grasas que suelen ingerir muchos de los deportistas que utilizan esteroides anabolizantes (Keith et al 1996,Kleiner et al 1989) se compensan con los efectos positivos que produce el ejercicio físico sobre la arteriosclerosis. En ese caso, la población de utilizadores de esteroides anabolizantes no tendría más riesgo de desarrollar la arteriosclerosis que la población sedentaria normal. No se sabe la razón por la cual se produce una disminución de la fracción HDL del colesterol sanguíneo en los sujetos que ingieren esteroides anabolizantes orales que tienen el grupo 17-alpha-alkyl . Se cree que puede deberse a que estos esteroides estimulan la enzima trygliceril lipasa que cataboliza la fracción HDL del colesterol sanguíneo (Gooren and Polderman 1990). El análisis realizado sugiere que los efectos adversos que tiene la ingestión de esteroides anabolizantes en la reducción de la fracción HDL del colesterol sanguíneo se producen solamente en los sujetos que ingieren esteroides anabolizantes orales que tienen el grupo 17-alpha-alkyl, o en sujetos que utilizan grandes dosis. Esta disminución es reversible cuando se dejan de utilizar dichas sustancias, y no se ha demostrado hasta el momento que se acompañe realmente de un aumento del riesgo de acelerar la arteriosclerosis. Sin embargo, la existencia de algunos casos aislados que, como se explicará más adelante, hacen sospechar cierta relación entre esteroides anabolizantes y arteriosclerosis, junto a la prudencia, el sentido común, y la obligación moral que tiene el médico y el entrenador de cuidar por la salud de sus deportistas, aconsejan realizar sistemáticamente un estudio de los lípidos de la sangre a los sujetos que utilicen esteroides anabolizantes y, en el caso de que se observe un descenso de la fracción HDL del colesterol sanguíneo, aconsejar a dichos sujetos que dejen de utilizarlos (Gooren and Polderman 1990). 5.3.2. Tolerancia a la glucosa. Algunos estudios han sugerido que la utilización de esteroides anabolizantes puede acompañarse de concentraciones elevadas de insulina en la sangre y de dificultades para que la glucosa de la sangre atraviese la membrana de las células musculares (Friedl 1993,Tremblay et al 1995). En el caso de que sea cierto, esto se acompañaría también de un riesgo elevado de acelerar la arteriosclerosis (Friedl 1993). Sin embargo, parece que estos efectos sobre la insulina de la sangre y sobre la glucosa solo se producen cuando se ingieren algunos esteroides anabolizantes orales que tienen el grupo 17-alpha-alkyl, como la methandrostenolona y la oxymetholona, y cuando se utilizan varios esteroides anabolizantes a la vez y en grandes dosis (Friedl 1993). Sin embargo, estos efectos no se han observado cuando se inyectan ésteres de testosterona. De todos modos, los autores señalan que estos efectos son difíciles de interpretar (Friden et al 1984,Friedl 1993). 5.3.3. Hipertensión arterial. Friedl (1993) señala que, probablemente, se ha exagerado mucho cuando se ha afirmado durante muchos años que la ingestión de esteroides anabolizantes se acompaña de un aumento significativo de la tensión arterial. Según dicho autor, ello se debe a que la American College of Sports Medicine afirmó oficialmente en 1987 que la utilización de esteroides anabolizantes podía aumentar la tensión arterial de reposo. Sin embargo, el análisis de los trabajos que han estudiado este tema no permite asegurar esto de modo rotundo, puesto que solamente unos pocos estudios han encontrado un aumento significativo de la tensión arterial (Freed et al 1975,Kuipers et al 1991,Lenders et al 1988,Palatini et al 1996), mientras que otros estudios no lo han encontrado (Alen 1985,Friedl et al 1990,Hervey et al 1976,Mauss et al 1988,World Health Organization Task Force on Methods for the Regulation of Male Fertility 1990). En este apartado se analizarán con algún detalle algunos de estos trabajos. Existen varios estudios que han encontrado un aumento significativo de la tensión arterial en reposo en utilizadores de esteroides anabolizantes. Por ejemplo, Freed y col. (1975) suministraron de 10 a 25 miligramos diarios de methandrostenolona durante 6 semanas a unos levantadores de pesas, y encontraron que la tensión arterial sistólica aumentaba de manera significativa, aunque ligeramente, al final del tratamiento. Los autores también refieren que uno de los sujetos tuvo tendencia a desarrollar una hipertensión arterial durante el tratamiento con esteroides anabolizantes. Lenders y col. (1975) encontraron en fisioculturistas que la utilización de elevadas dosis de esteroides anabolizantes durante 8 semanas se acompañaba de un aumento significativo de la tensión arterial sistólica (de 118.1 ± 2.2 mmHg a 121.3 ±2.4mmHg). En otros dos estudios posteriores también se ha encontrado un aumento de la tensión arterial ligada a la utilización de esteroides anabolizantes. Por ejemplo, Kuipers y col. (1991), en 7 fisioculturistas que se autoadministraron elevadas dosis de esteroides anabolizantes por vía intramuscular encontraron que, tras 8-10 semanas de tratamiento, la tensión arterial diastólica en reposo había aumentado desde valores de 73.6 ± 9.3 mmHg hasta 86.0 ± 13.8 mmHg. La tensión arterial sistólica también aumentó aunque de modo no significativo (de 122.3 ±6.8 mmHg a 134.0 ± 14.4 mmHg). Este aumento de la tensión arterial es mayor que el encontrado en el estudio de Lenders y col. (1975) y se debe, probablemente, a que en el estudio de Kuipers y col. (1991) los sujetos utilizaron dosis más elevadas de esteroides anabolizantes. Por último, Palatini y col. (1996) estudiaron 2 grupos de 10 fisioculturistas; un grupo utilizaba esteroides anabolizantes, mientras que el otro grupo no los utilizaba. Los autores estudiaron la evolución de la tensión arterial durante 24 horas, y encontraron que el grupo que utilizaba esteroides anabolizantes presentaba durante la noche una tensión arterial significativamente superior a la del grupo que no utilizaba esteroides anabolizantes. Recientemente, Giorgi y col. (1999), también han encontrado un aumento significativo de 10 mmHg en la presión sistólica de sujetos experimentados que utilizaron esteroides anabolizantes (3.5 mg/Kg x semana, intramuscular de testosterona enantato, durante 12 semanas) mientras realizaban entrenamientos intensos de fuerza. En los párrafos anteriores se han analizado 5 estudios que han encontrado un aumento significativo de la tensión arterial ligado a la utilización de esteroides anabolizantes. Sin embargo, existen otros estudios que NO han encontrado modificaciones de la tensión arterial tras la ingestión de dichas sustancias (Alen 1985,Friedl et al 1990,Hervey et al 1976,Mauss et al 1988,World Health Organization Task Force on Methods for the Regulation of Male Fertility 1990). Por ejemplo, Hervey y col. (1976) (tabla 7), en 11 sujetos sin experiencia con el entrenamiento de pesas que utilizaron 100 miligramos diarios de Dianabol durante 6 semanas al mismo tiempo que realizaban entrenamiento de pesas, encontraron que la tensión arterial de reposo no se modificaba significativamente durante las 6 semanas de tratamiento. Otros estudios han encontrado similares resultados (Alen 1985,Friedl et al 1990,Mauss et al 1988,World Health Organization Task Force on Methods for the Regulation of Male Fertility 1990). Estos resultados sugieren que en algunas ocasiones la administración de esteroides anabolizantes se puede acompañar de un aumento significativo de la tensión arterial. Sin embargo, como se veía anteriormente, no siempre se ha encontrado este aumento. Además, algunos autores han encontrado que cuando se dejan de utilizar los esteroides anabolizantes, los valores de tensión arterial disminuyen progresivamente en unas pocas semanas hasta alcanzar los valores normales previos a la utilización de dichas sustancias (Kuipers et al 1991,Lenders et al 1988). Por último, conviene señalar que en los estudios en los que se encontró un aumento significativo de la tensión arterial, en la gran mayoría de los casos los valores estaban dentro de la normalidad y eran significativamente inferiores a los de los sujetos sanos sedentarios de la misma edad (Palatini et al 1996). Al igual que lo señalado cuando se analizaban los efectos sobre los lípidos de la sangre, es probable que los efectos negativos que tiene la ingestión de esteroides anabolizantes sobre la tensión arterial, se compensen con los efectos positivos que produce el ejercicio físico sobre dicha tensión arterial. En ese caso, la población de utilizadores de esteroides anabolizantes no tendría más riesgo de desarrollar una hipertensión arterial que la población sedentaria normal. No se sabe la razón por la cual se produce un aumento de la tensión arterial en algunos sujetos que utilizan esteroides anabolizantes. Algunos autores sugieren que puede deberse a que la administración de esteroides anabolizantes se acompaña de un aumento de la retención de líquido (Giorgi et al 1999) o del volumen de la sangre (Kuipers et al 1991,Smith and Perry 1992). El análisis realizado sugiere que los efectos que tiene la ingestión de esteroides anabolizantes sobre el aumento de la tensión arterial no se producen sistemáticamente. En los casos en los que se produce un aumento de la tensión arterial, éste suele ser de muy pequeña magnitud y reversible a las pocas semanas de dejar de utilizar dichas sustancias. Además, el aumento no es muy importante puesto que los valores de tensión arterial de los sujetos que utilizan esteroides anabolizantes suelen estar comprendidos entre los valores normales. Sin embargo, al igual que lo señalado cuando se trataban los lípidos de la sangre, la existencia de algunos casos aislados de sujetos que desarrollan hipertensión arterial tras ingerir esteroides anabolizantes, aconseja realizar sistemáticamente un seguimiento frecuente de la tensión arterial a los sujetos que utilicen esteroides anabolizantes y, en el caso de que se observe un aumento exagerado de dicha tensión arterial, se debe aconsejar a dichos sujetos que dejen de utilizarlos (Gooren and Polderman 1990). 5.3.4. Corazón. La mayoría de los trabajos que han analizado los efectos probables de la utilización de esteroides anabolizantes en el corazón han presentado estudios de casos clínicos aislados. Sin embargo, la publicación en la literatura médica de casos clínicos aislados presenta, según Friedl y col. (1993), algunos problemas metodológicos: 1) un médico que está estudiando un problema de salud determinado en un deportista y que descubre que dicho deportista utiliza esteroides anabolizantes, puede pensar que ese problema de salud está relacionado con la ingestión de dichas sustancias y publicarlo. Sin embargo, nunca se podrá demostrar si existe una relación causa a efecto entre la enfermedad y la utilización de esteroides anabolizantes, 2) muchos deportistas pueden decidir dejar de tomar esteroides anabolizantes cuando empiezan a tener problemas de salud y decirlo o no a su médico, que a su vez puede publicarlo o no en una revista científica. Puesto que lo más habitual es que estos casos no se publiquen, la incidencia de estos problemas podría ser en realidad mucho mayor que la que se deduce de los casos publicados. 3) normalmente solamente se suelen publicar casos graves que provocan enfermedades graves o mortales. Si no se publican muchos casos de problemas leves o menos graves de salud, el número de casos reales también sería mucho mayor que el de los casos publicados. Por todos estos motivos, conviene tener en cuenta que, probablemente, el estudio de casos clínicos aislados es insuficiente y no permite generalizar o establecer relaciones de causa-efecto entre utilización de esteroides anabolizantes y desarrollo de enfermedades del corazón. Sin embargo, los casos clínicos deberían permitir reflexionar sobre el tema y estar alerta para prevenir la aparición de posibles complicaciones. Los trabajos publicados en la literatura sobre los probables efectos de los esteroides anabolizantes sobre el corazón han estudiado dos aspectos: 1) la influencia sobre el tamaño del corazón, y 2) la influencia sobre la aparición de enfermedades del corazón. Efectos sobre el tamaño del corazón. McKillop y col. (1989) publicaron un estudio ecocardiográfico de un fisioculturista de 23 años que había utilizado esteroides anabolizantes en grandes dosis durante 8 años, aunque de manera intermitente. Los autores encontraron que el tamaño del ventrículo izquierdo de dicho deportista era muy superior al de otros deportistas de elite, y muy similar al de los sujetos que tienen una enfermedad severa de las válvulas del corazón. Sin embargo, dicho fisioculturista estaba aparentemente en buena salud y no se pudo saber si existía una relación entre el tamaño del corazón y la utilización de esteroides anabolizantes. Existen algunos trabajos que han estudiado el tamaño del corazón de deportistas que se entrenaban en disciplinas de fuerza y que ingerían esteroides anabolizantes, y lo compararon con el corazón de otros deportistas que no los utilizaban. En alguno de esos estudios no se encontraron diferencias en el tamaño del corazón entre los dos grupos de sujetos (utilizadores y no utilizadores) (Salke et al 1985). Sin embargo, en otro trabajo realizado por Sachtleben y col. (1993) se estudió el tamaño del corazón, por ecocardiografía, de 11 levantadores de pesas que utilizaban esteroides anabolizantes y de otros 13 levantadores que no utilizaban dichas sustancias. Además, se estudió al grupo de los utilizadores cuando llevaban 8 semanas utilizando las sustancias y cuando dejaron de utilizarlas durante varias semanas. Los autores encontraron que el grupo de sujetos que utilizaban esteroides anabolizantes presentaba una masa del ventrículo izquierdo significativamente mayor que la del grupo de no utilizadores. Sin embargo, a las pocas semanas de dejar de utilizar los esteroides anabolizantes, el tamaño de corazón de los antiguos utilizadores se reducía y era similar al del grupo de no utilizadores. Otro estudio más reciente también ha encontrado un aumento del tamaño del ventrículo izquierdo en mujeres levantadoras de pesas que utilizaban esteroides anabolizantes (Urhausen and Kindermann 1999). El análisis realizado sugiere que la utilización de esteroides anabolizantes se puede acompañar en algunos casos de un aumento significativo del tamaño del ventrículo izquierdo. Sin embargo, parece ser que dicho aumento es reversible porque cuando se dejan de utilizar dichas sustancias, el tamaño del corazón vuelve a la normalidad en unas pocas semanas. No se sabe la razón por la cual se produce este aumento del tamaño del corazón. Algunos autores sugieren que podría deberse a la existencia de un edema en las células del miocardio o a un exudado y daño de las mitocondrias (Sachtleben et al 1993). Efectos sobre el desarrollo de enfermedades del corazón. Hemos encontrado 14 casos publicados en la literatura sobre enfermedades cardíacas en deportistas jóvenes que utilizaban esteroides anabolizantes. En todos los casos se trata de casos clínicos aislados y, como se señalaba anteriormente, conviene ser muy prudente en la interpretación de dichos estudios. Sin embargo, es importante comentarlos porque se trata de casos de enfermedades graves o mortales que se producen de modo anormal en sujetos muy jóvenes que utilizaban esteroides anabolizantes en dosis elevadas. Cowart (1987) señaló un caso de un deportista, utilizador de esteroides anabolizantes, que murió de un ataque cardíaco a los 27 años de edad. Sin embargo, también indicó que el padre de dicho sujeto no había utilizado esteroides anabolizantes y también había muerto de un ataque cardíaco a la edad de 32 años. Luke y col. (1990) refieren el caso de un fisioculturista, utilizador de esteroides anabolizantes en grandes dosis, que murió a los 21 años de edad de un ataque cardíaco. Los resultados de la autopsia mostraron la presencia de una fibrosis extensiva en el miocardio y la presencia de metabolitos de nandrolona y de ésteres de la testosterona. Sin embargo, los autores señalaron que no se puede saber si la muerte se debió a la utilización de esteroides anabolizantes o a otro motivo como, por ejemplo, una miocarditis vírica tóxica que no tuviese relación con los esteroides anabolizantes. McNutt y col. (1988) refieren el caso de un especialista en power-lifting que sufrió un infarto de miocardio a los 22 años, aunque se recuperó del mismo posteriormente. Dicho deportista había utilizado esteroides anabolizantes orales e intramusculares durante 6 semanas. Los autores encontraron que el sujeto presentaba una elevada agregabilidad plaquetaria, que suele estar relacionada con un aumento de la posibilidad de producir trombos. Huie (1998) refiere el caso de un levantador de pesas aficionado de 25 años que sufrió un infarto agudo de miocardio unas horas después de haber realizado una sesión intensa de pesas. Como antecedentes familiares de riesgo, el sujeto tenía un abuelo muerto de infarto de miocardio a los 40 años y un tío carnal que había sufrido un infarto a esa misma edad, aunque se recuperó del mismo. El tratamiento con esteroides anabolizantes previo a la aparición del infarto consistió en inyectarse intramuscularmente Decadurabolín durante 12 semanas, con una dosis comprendida entre 100 y 200 miligramos semanales, en dos ciclos de 6 semanas, intercalados por 4 semanas de descanso. El examen hemodinámico reveló la presencia de un trombo en la arteria coronaria anterior que desapareció cuando se le trató con infusión de uroquinasa. El sujeto se recuperó posteriormente y pudo llevar una vida normal. Fineschi y col. (2001) refieren dos casos de muerte súbita de fisioculturistas que ingerían esteroides anabolizantes. El primero, de un fisioculturista de 32 años de edad, utilizador durante varios meses de grandes dosis de esteroides anabolizantes (testosterona propionato: 700 mg/semana; nandrolona: 200 mg/semana y estanozolol: 70 mg/semana), que murió mientras realizaba una sesión de entrenamiento de pesas. La autopsia reveló la existencia de un corazón de tamaño normal y unas arterias coronarias normales. Sin embargo, en 20% del ventrículo izquierdo se encontraron bandas de necrosis (muerte celular) agrupadas o diseminadas. Además, el análisis de orina reveló la presencia de esteroides anabolizantes exógenos. El segundo fisioculturista tenía 29 años, había estado utilizando durante meses esteroides anabolizantes (nandrolona: 250 mg/semana y stanozolol: 350 mg/semana) y fue encontrado muerto por la mañana en la cama. La biopsia reveló el mismo tipo de lesión que en el anterior fisioculturista, sin observarse lesiones de las arterias coronarias. También en este fisioculturista, el análisis de orina reveló la presencia de esteroides anabolizantes exógenos. Nieminen y col. (1996) encontraron serios problemas cardiovasculares en 4 levantadores de pesas que utilizaron esteroides anabolizantes durante varios años. Uno de ellos presentaba fibrilación ventricular durante el ejercicio, otro tenía un trombo en una arteria de una pierna y los otros dos tenían signos y síntomas de insuficiencia cardiaca (uno de ellos con trombos masivos en los dos ventrículos). Algunos de estos 4 sujetos presentaban signos de fibrosis en el miocardio. Sullivan y col. (1999) refieren el caso de un joven fisioculturista utilizador de grandes dosis de esteroides anabolizantes que presentó una fibrilación auricular que no desapareció durante las 10 semanas posteriores a la finalización de la utilización de esteroides anabolizantes. Godon y col. (2000) refiere el caso de un joven fisioculturista de elite que desarrolló un infarto de miocardio. Dicho autor refiere que el único factor de riesgo que presentaba el citado deportista era que estaba utilizando grandes dosis de esteroides anabolizantes desde hace muchos años. Tischer y col. (2003) refieren el caso de un fisioculturista de 32 años utilizador de grandes dosis de esteroides anabolizantes durante varios años que murió de un paro cardiaco. La autopsia reveló que el sujeto presentaba un corazón hipertrofiado, trombos en las arterias coronarias, infarto de miocardio, trombos en los ventrículos y embolias. Por último, McCarthy y col. (2000) refieren el caso de fisioculturistas utilizadores de grandes dosis de esteroides anabolizantes que desarrollaron una enfermedad cardiaca grave porque produjeron trombos en el interior del corazón que provocaron posteriormente embolias graves. Aunque estos 14 casos sugieren una posible relación entre la utilización de esteroides anabolizantes y el desarrollo de enfermedades del corazón , la realidad es que, como señala la American College of Sports Medicine, esta relación no está demostrada científicamente (American College of Sports Medicine 1987). Será necesario realizar estudios epidemiológicos más rigurosos para poder afirmar o rechazar esta posible relación. Sin embargo la gravedad de estos casos es de tal magnitud que debería ser suficiente para no recomendar la ingesta de esteroides anabolizantes. En cualquier caso, como se ha señalado a lo largo de este capítulo, debería realizarse periódicamente un seguimiento cardiovascular y de factores de riesgo a los sujetos que utilicen esteroides anabolizantes en grandes dosis, así como aconsejarles que dejen de utilizarlos. No se sabe la razón por la cual la utilización de esteroides anabolizantes favorecería, en algunos casos, el desarrollo de enfermedades cardíacas. Algunos autores creen que la utilización de dichas sustancias podría favorecer un aumento de la agregación plaquetaria y, por lo tanto, de la formación de trombos y la aceleración de la arteriosclerosis (Ebenbichler et al 2001,Ferenchick and Adelman 1992,McNutt et al 1988). Otros autores sugieren que la utilización de esteroides anabolizantes podría favorecer el desarrollo de la arteriosclerosis (Godon et al 2000), de alteraciones en la repolarización ventricular (Stolt et al 1999), o aumentar la toxicidad a las catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) de las células miocárdicas del corazón o de las neuronas que lo inervan (Fineschi et al 2001,Urhausen and Kindermann 1999). Estas alteraciones parecen ser mayores cuanto mayor es la dosis utilizada (Zaugg et al 2001) y podrían favorecer la aparición de las necrosis (muerte celular) que se han encontrado en alguna de las autopsias realizadas. 5.4. Efectos sobre el hígado. Friedl (1993) señala que el hígado es un órgano que está estrechamente relacionado con los esteroides anabolizantes porque tiene receptores para dichas sustancias (los esteroides anabolizantes ejercen sus propiedades en el hígado), y porque es el lugar donde se metabolizan. Además, es el primer órgano que entra en contacto con los esteroides anabolizantes orales, una vez que éstos han sido absorbidos en el tubo digestivo y se han dirigido hacia el hígado por la vena porta. Se ha considerado clásicamente que los esteroides anabolizantes podrían favorecer la aparición de cuatro tipos de efectos secundarios sobre el hígado: la alteración de los enzimas hepáticos, la colestasis hepática, la peliosis hepática y los tumores hepáticos (Friedl 1993, American College of Sports Medicine 1987). En los siguientes apartados se analizarán los trabajos que han estudiado los posibles efectos tóxicos de los esteroides anabolizantes sobre el hígado. 5.4.1. Alteración de los enzimas hepáticos. La mayoría de las revisiones publicadas en la literatura sobre los efectos secundarios del tratamiento con esteroides anabolizantes señalan que la utilización de dichas sustancias favorece la elevación de la concentración sanguínea de algunos enzimas hepáticos, como la GOT (glutamato oxalacetato transaminasa), la GPT (glutamato piruvato transaminasa), y la LDH (lactato deshidrogenas) (Friedl 1993). Sin embargo, Friedl (1993) señala que no se puede afirmar esto con rotundidad, porque no siempre se observa una elevación de las concentraciones sanguíneas de dichos enzimas hepáticos en los utilizadores de esteroides anabolizantes. Además, si se produce dicha elevación, ésta suele ser transitoria y depende del tipo de esteroide anabolizante utilizado. Estas afirmaciones se basan en 4 argumentos experimentales bastante relevantes: 1) La elevación de las concentraciones sanguíneas de algunos enzimas hepáticos, como la GOT, la GPT y la LDH solamente se ha encontrado en las personas que ingieren esteroides anabolizantes orales que contienen el grupo 17-alpha-alkyl (tabla 4) (Friedl et al 1990,Johnson and O'Shea 1969,Kuipers et al 1991,Petera et al 1962,Rodés 1989). Por ejemplo, Petera y col. (1962) encontraron en 40 pacientes no deportistas que fueron tratados con dosis diarias de 30 miligramos de methyltestosterona oral, que la concentración sanguínea de GOT y de GPT estaban significativamente elevadas a los 10-12 días de haber comenzado el tratamiento. Otros autores encontraron que las concentraciones sanguíneas de GOT y GPT se habían elevado significativamente a las 3 semanas de tratamiento, en hombres sanos normales tratados con 10 miligramos diarios de methandrostenolona (contiene el grupo 17-alphaalkyl). Sin embargo, en los estudios en los cuales los sujetos utilizaron esteroides anabolizantes orales o intramusculares que no contienen el grupo 17-alpha-alkyl, como, por ejemplo, la nandrolona decanoato o la testosterona propionato, no se encontraron elevaciones de las concentraciones sanguíneas de los enzimas hepáticos (Kuipers et al 1991,Petera et al 1962,Rodés 1989). 2) En los casos en los que se ingieren esteroides anabolizantes orales que contienen un grupo 17-alpha-alkyl y se observa un aumento de las concentraciones sanguíneas de algunos enzimas hepáticos, este aumento es transitorio, porque dichas concentraciones sanguíneas se mantienen elevadas durante las 3 primeras semanas de tratamiento, pero suelen descender a los valores normales hacia el primer mes de tratamiento y se mantienen posteriormente en los valores normales aunque persista dicho tratamiento (Friedl et al 1990,Hartgens et al 1996,Petera et al 1962). 3) Durante el tiempo en el que las concentraciones sanguíneas de los enzimas hepáticos se encuentran significativamente elevadas, dicha elevación suele ser muy ligera y, muchas veces, los valores se mantienen dentro del rango de normalidad de una persona normal sana (Alen 1985). 4) Por último, hay que tener en cuenta que cuando un sujeto que no utiliza esteroides anabolizantes realiza un ejercicio intenso de fuerza, se observa también un aumento significativo de las concentraciones sanguíneas de GOT, de GPT y de LDH (Braseth et al 2001,Dickerman R.D. et al 1999,Pertusi et al 2001). Por lo tanto, cuando se observa un aumento de las concentraciones sanguíneas de dichos enzimas hepáticos en un deportista que utiliza esteroides anabolizantes, no se puede saber si dicho aumento se debe a un efecto secundario de los esteroides anabolizantes, o bien si es el reflejo del daño muscular producido por la realización de entrenamientos físicos muy intensos (Dickerman R.D. et al 1999,Friedl 1993). Algunos autores consideran que para saber si hay afectación del hígado es mejor medir la concentración sanguínea del enzima hepático GGT (gamma-glutamyltranspeptidasa), porque suele aumentar cuando hay un problema en el hígado como, por ejemplo, una hepatitis, pero no varía cuando se realiza ejercicio intenso de pesas (Dickerman R.D. et al 1999,Pertusi et al 2001). Todas estas razones sugieren que la elevación de la concentración sanguínea de enzimas hepáticos solamente se observa en sujetos que ingieren esteroides anabolizantes orales que contienen el grupo 17-alpha-alkyl. Además, dicha elevación es de pequeña magnitud y transitoria porque se mantiene solamente las 3 primeras semanas de tratamiento. No se sabe cuál es la significación clínica de esta elevación de las concentraciones sanguíneas de los enzimas hepáticos, aunque se recomienda a los sujetos que no utilicen los esteroides anabolizantes que contengan el grupo 17-alphaalkyl. 5.4.2. Colestasis hepática. La colestasis es la existencia de un obstáculo que impide total o parcialmente que la bilis fluya correctamente y llegue con normalidad desde la vesícula biliar hasta el duodeno (Rodés 1989). En la colestasis hepática, el estudio del hígado mediante biopsia suele mostrar un depósito de pigmento biliar y, a veces, otro tipo de lesiones. Los signos clínicos más característicos de la colestasis son: la ictericia y el picor intenso (prurito), aunque no siempre se dan estos signos (Friedl 1993). Se suele considerar clásicamente que una de las complicaciones típicas de la utilización de esteroides anabolizantes es la colestasis hepática con ictericia (Friedl 1993). Sin embargo, conviene señalar que esta afirmación no se debe generalizar, y mucho menos en el caso de los deportistas. Ello se debe a los siguientes motivos: 1) La gran mayoría de los sujetos utilizadores de esteroides anabolizantes que desarrollaron colestasis, ingirieron esteroides anabolizantes que contienen el grupo 17alpha-alkyl y, más concretamente, la methyltestosterona, el stanozolol y la norethandrolona (Friedl 1993). 2) Según Friedl (1993) en 1993, no existe ningún caso publicado en la literatura científica de colestasis hepática dignosticada en deportistas que utilicen esteroides anabolizantes. La primera vez que se asoció la toma de esteroides anabolizantes con la colestasis fue cuando Lloyd-Thomas y Sherlock (1952) trataron con methyltestosterona a un paciente que tenía ictericia y prurito y le empeoraron los síntomas. La frecuencia de colestasis en enfermos no deportistas tratados con altas dosis de esteroides anabolizantes es muy variable porque oscila, según los estudios, entre valores muy pequeños (Westaby et al 1977) y valores de hasta el 17% (Pecking et al 1980). Más adelante se observó que los utilizadores de esteroides anabolizantes que desarrollaban colestasis eran personas que tenían enfermedades graves y eran tratadas con esteroides anabolizantes que contienen el grupo 17-alpha-alkyl (Friedl 1993). 3) Cuando se desarrolla una colestasis hepática en sujetos utilizadores de esteroides anabolizantes, no se suelen observar signos de inflamación o necrosis en el hígado. Sólo se suele observar acumulación de la bilis en las células del hígado. Además, la colestasis normalmente desaparece totalmente a las pocas semanas de finalizar el tratamiento con esteroides anabolizantes, y no siempre vuelve a aparecer cuando se reanuda dicho tratamiento (Pecking et al 1980). 4) La colestasis asociada a la utilización de esteroides anabolizantes no suele ser mortal. Solamente se han publicado unos pocos casos de muerte en sujetos muy viejos o que tenían enfermedades muy graves (Friedl 1993). 5) Aunque solamente existe un caso publicado de colestasis hepática en deportistas (Bross et al 1999), ello no quiere decir obligatoriamente que dicha enfermedad no ocurra en dicha población. Ello se debe, según Friedl (1993), a que es probable que los deportistas dejen de ingerir los esteroides anabolizantes orales cuando les aparece la ictericia o que, tal vez, a los deportistas no les importa desarrollar una ictericia con tal de seguir utilizando los esteroides anabolizantes. En ese caso, la frecuencia de aparición de la colestasis hepática en la población deportiva que utiliza esteroides anabolizantes sería muy superior a la señalada por la literatura científica. El análisis realizado sugiere que no se puede generalizar cuando se señala que la colestasis hepática es una complicación de la utilización de esteroides anabolizantes. Ello se debe a que solamente parece estar asociada con la ingestión de esteroides orales que contienen el grupo 17-alpha-alkyl, es reversible y solamente se conoce un caso publicado de colestasis en deportistas que utilizan esteroides anabolizantes. 5.4.3. Peliosis hepática. Junto con los tumores hepáticos, la peliosis hepática es la complicación hepática más seria asociada con la utilización de esteroides anabolizantes (American College of Sports Medicine 1987). La peliosis hepática es una enfermedad grave que puede ser mortal, caracterizada por la presencia en el hígado de quistes gruesos y numerosos llenos de sangre (Friedl 1993). Cuando se produce la muerte, se suele deber a una hemorragia interna por ruptura de los quistes, o porque se produce una insuficiencia hepática (Friedl 1993). Originalmente se pensó que la peliosis hepática era una enfermedad muy rara que se desarrollaba exclusivamente en los enfermos diagnosticados de tuberculosis pulmonar. Sin embargo, desde que en 1952, Burger y Marcuse sugirieron que podía existir una relación significativa entre la utilización de esteroides anabolizantes y la aparición de peliosis hepática (Burger and Marcuse 1952), se han publicado más de 70 artículos sobre peliosis hepática desarrollada en sujetos que utilizaban esteroides anabolizantes. Sin embargo, para evitar generalizaciones que pueden llevar a confusión, conviene hacer algunas matizaciones (Friedl 1993): 1) La mayoría de trabajos que han encontrado peliosis hepática en sujetos que utilizaban esteroides anabolizantes, utilizaban esteroides anabolizantes orales que tienen el grupo 17-alpha alkyl, como la fluoxymesterona, la noretahandrolona, la oxymetholona, la methenolona y la methyltestosterona (Friedl 1993). Sin embargo, conviene señalar que también existe una decena de casos publicados en la literatura de peliosis hepática en sujetos que utilizaban esteroides anabolizantes que no contienen el grupo 17-alpha-alkyl, como por ejemplo los ésteres de la testosterona (Soe et al 1992,Turani et al 1983). 2) La incidencia de sujetos que desarrollan una peliosis hepática en utilizadores de esteroides anabolizantes es mucho más elevada en sujetos que sufren enfermedades graves que en sujetos sanos. Por ejemplo, Wakabayashi y col. (1984), en autopsias realizadas a 19 pacientes que habían muerto por causa de una anemia aplásica y que habían sido tratados con oxymetholona o methenolona, encontraron que 7 de los sujetos (el 37%) tenían una peliosis hepática, mientras que en otro grupo de 28 pacientes fallecidos a causa de la misma enfermedad pero que no habían sido tratados con esteroides anabolizantes, solamente 1 de ellos (el 4%) tenía una peliosis hepática. Sin embargo, Westaby y col. (1977), en biopsias hepáticas realizadas a 60 transexuales y hombres impotentes sanos tratados con methyltestosterona (150 miligramos diarios) durante 5 años, encontraron que 12 sujetos (el 20% del total), 9 de ellos con dilataciones sinusoidales y 3 con formación de quistes, presentaban lesiones potencialmente pelióticas. 3) Street y col. (1996) señalaron que en 1996 existía, en lo que ellos conocían, un solo caso publicado de peliosis hepática en deportistas utilizadores de esteroides anabolizantes. Cabasso (1994) refiere el caso de un deportista de 27 años utilizador habitual de esteroides anabolizantes que desarrolló una peliosis hepática. 4) Por lo general, la peliosis hepática suele remitir cuando los sujetos dejan de utilizar los esteroides anabolizantes (American College of Sports Medicine 1987, Nadel and Kosek 1977), o cuando sustituyen la methyltestosterona por ésteres inyectables de testosterona (Westaby et al 1977). Esto confirma que existe una relación estrecha entre utilización de algunos tipos de esteroides anabolizantes y el desarrollo de la peliosis hepática (American College of Sports Medicine 1987). Aunque no hay que olvidar, como se señalaba anteriormente, que existen casos publicados de peliosis hepática en sujetos que utilizaban ésteres de testosterona. 5) Por último, conviene señalar que los casos de peliosis hepática ligados a la utilización de esteroides anabolizantes son probablemente mucho más numerosos que los que se deducen de los trabajos publicados al respecto (Friedl 1993). Ello se debe a que la peliosis no se puede diagnosticar por métodos estándar de laboratorio, sino que se suele descubrir generalmente al realizar autopsias o cuando un sujeto desarrolla una hemorragia interna y se le realiza una biopsia hepática (Friedl 1993). Aún y todo, se considera que el riesgo de contraer una una peliosis aumenta cuando se utilizan esteroides anabolizantes orales que contengan el grupo 17-alpha-alkyl durante más de 6 meses (Kicman and Gower 2003). No se sabe la razón por la cual se produce la colestasis y la peliosis hepática. Paradinas y col. (1977) sugieren que los esteroides anabolizantes que contienen el grupo 17-alpha-alkyl favorecerían una hiperplasia de las células del hígado (hepatocitos). Este aumento del número de células hepáticas comprimiría el sistema venoso hepático ocluyendo los vasos sanguíneos y los canalículos biliares. Esto provocaría el desarrollo de la colestasis y de la peliosis. El análisis realizado sugiere que la peliosis hepática es una complicación seria derivada de la utilización de esteroides anabolizantes, porque puede ser mortal, puede afectar a una mayor población de la que se deduce de los casos publicados, y no se puede detectar por los métodos estándar de laboratorio. Aunque la mayoría de los casos conocidos de peliosis hepática están relacionados con la utilización de esteroides anabolizantes orales que contienen un grupo 17-alpha-alkyl, también se conocen varios casos de peliosis en utilizadores de ésteres de testosterona. Será necesario que se realicen otros estudios epidemiológicos para saber con qué tipo de esteroides anabolizantes está asociada la peliosis hepática, y si la aparición de esta enfermedad del hígado es dependiente de la dosis de esteroide anabolizante suministrada. Por el momento, el riesgo de desarrollar una peliosis hepática constituye una de las razones que desaconsejan la utilización de esteroides anabolizantes. 5.4.4. Tumores hepáticos. Parece demostrado que la utilización de esteroides anabolizantes aumenta el riesgo de desarrollar tumores hepáticos (Friedl 1993, American College of Sports Medicine 1987). El tipo de tumor hepático que está asociado con la utilización de esteroides anabolizantes es un tipo de tumor especial que parece actuar de modo bastante similar al adenoma hepatocelular benigno (Friedl 1993). Sin embargo, benigno no debe interpretarse en este caso como ausencia de riesgo vital, porque estos tumores hepáticos asociados con la utilización de esteroides anabolizantes pueden romperse y producir una hemorragia interna que puede causar la muerte. La gran mayoría de la cuarentena de casos publicados sobre tumores hepáticos ligados exclusivamente a la utilización de esteroides anabolizantes se han producido en sujetos no deportistas. El primer caso fue publicado en 1984 por Drew (1984) que describió el caso de un hombre de 44 años, utilizador de esteroides anabolizantes, que fue diagnosticado en 1961 de un carcinoma hepatocelular y tratado con la extirpación de parte del tumor y quimioterapia. Después de haber transcurrido 22 años desde la operación, el sujeto estaba vivo y no mostraba signo alguno de alteración del hígado. Este hecho es muy sorprendente porque el carcinoma hepatocelular es un tumor muy maligno del hígado, con una esperanza de vida comprendida entre 1 mes y 1 año. La conclusión del trabajo de Drew (1984) era que en realidad no se trataba de un carcinoma hepatocelular maligno, sino de un nuevo tipo de tumor benigno asociado con la utilización de esteroides anabolizantes. Trabajos posteriores han mostrado que, en algunos casos, los tumores hepáticos asociados con la utilización de esteroides anabolizantes se curan espontáneamente cuando los sujetos dejan de utilizar dichas sustancias (Friedl 1993). Esto confirma que los esteroides anabolizantes favorecen la aparición de un tipo particular de tumor hepático. Según Friedl (1993), en 1993 existían 2 casos publicados de tumores hepáticos asociados con la utilización de esteroides anabolizantes en deportistas. En el primer caso, el sujeto murió de una hemorragia interna por ruptura del tumor hepático (Creagh et al 1988). En el segundo caso el deportista sobrevivió después de que se le extirpó el tumor (Goldman 1985). En el año 2000, Bagia y col. (2000) refirieron el caso de un fisioculturista que desarrolló un adenoma inducido probablemente por la utilización de esteroides anabolizantes y que se rompió espontáneamente. La incidencia de los tumores hepáticos asociados con la utilización de esteroides anabolizantes parece ser dependiente del tipo de esteroide anabolizante que se utilice, de la dosis y de la duración del tratamiento. En general, se suele considerar que la incidencia será tanto mayor cuanto mayores sean las dosis utilizadas, mayor sea la duración del tratamiento, y más se utilicen los esteroides anabolizantes orales que tienen el grupo 17-alpha-alkyl. Por ejemplo, Friedl (1993) estima que en un grupo de sujetos que hayan tomado esteroides anabolizantes orales que contengan el grupo 17-alphaalkyl, durante 2 a 8 años, en dosis superiores a las de reposición, el riesgo de desarrollar un tumor hepático es del 1% al 3%. Se considera que el riesgo de contraer un tumor hepático aumenta cuando se utilizan esteroides anabolizantes orales que contengan el grupo 17-alpha-alkyl durante más de 2 años (Kicman and Gower 2003). Por último, es muy probable que la incidencia de tumores hepáticos en los utilizadores de esteroides anabolizantes sea mayor puesto que la mayoría de los tumores hepáticos asociados con la utilización de esteroides anabolizantes no se detectan porque los pacientes no suelen tener síntomas y sólo se diagnostican en las autopsias rutinarias (Friedl 1993). La mayoría de los sujetos que han desarrollado tumores hepáticos asociados con la utilización de esteroides anabolizantes utilizaron esteroides anabolizantes orales que contienen el grupo 17-alpha-alkyl, como la methyltestosterona y la oxymethenolona. Sin embargo, el desarrollo de tumores hepáticos no está asociado exclusivamente con este tipo de esteroides anabolizantes, porque también se han publicado algunos casos de tumores hepáticos asociados con la utilización de ésteres de testosterona (Turani et al 1983). El análisis realizado sobre los efectos de la utilización de esteroides anabolizantes en el hígado muestra que se suele hablar clásicamente de 4 efectos secundarios: la alteración de los enzimas hepáticos, la colestasis hepática, la peliosis hepática y los tumores hepáticos. La elevación de la concentración sanguínea de enzimas hepáticos y la colestasis solamente se observan en sujetos que ingieren esteroides anabolizantes orales que contienen el grupo 17-alpha-alkyl. Dichas alteraciones suelen ser reversibles al finalizar el tratamiento. Sin embargo, la peliosis hepática y los tumores hepáticos son una complicación seria derivada de la utilización de esteroides anabolizantes porque pueden ser mortales, pueden afectar a una mayor población que la que se deduce de los casos publicados, y no se pueden detectar por los métodos estándar de laboratorio. Aunque la mayoría de los casos conocidos de peliosis hepática y de tumores hepáticos están relacionados con la utilización de esteroides anabolizantes orales que contienen un grupo 17-alpha-alkyl, también se conocen varios casos en utilizadores de ésteres de testosterona. Por último, la aparición de tumores hepáticos parece estar estrechamente relacionada con la dosis y la duración del tratamiento con esteroides anabolizantes. Por todos estos motivos es conveniente desaconsejar la utilización de esteroides anabolizantes que contienen el grupo 17-alphaalkyl, incluso en dosis pequeñas, mientras que los demás tipos de esteroides deberían ser desaconsejados por lo menos cuando se hayan utilizado en grandes dosis y durante largos períodos de tiempo (Street et al 1996). 5.5. Infertilidad. La Organización Mundial de la Salud ha estudiado en los últimos años la posibilidad de que los esteroides anabolizantes puedan utilizarse como posible tratamiento anticonceptivo masculino. Los resultados de los estudios demuestran que la utilización de algunos esteroides anabolizantes, como la testosterona enanthato, es efectiva como tratamiento anticonceptivo en los hombres (World Health Organization Task Force on Methods for the Regulation of Male Fertility 1990), porque se acompaña de oligospermia (poca concentración de esperma en el semen) o de azoospermia (ausencia de esperma en el semen) (American College of Sports Medicine 1987). La figura 1.18 muestra la relación existente entre la concentración de esperma y la dosis semanal de testosterona enanthato administrada a hombres sanos normales a los que se inyectó dicho esteroide anabolizante durante 6 meses (Matsumoto and Bremner 1988). Figura 1.18. Concentración de esperma, expresada en porcentaje de los valores individuales previos al comienzo del tratamiento, en función de la dosis administrada por vía intramuscular de testosterona enanthato, durante 6 meses, en hombres sanos normales (Matsumoto and Bremner 1988). Se observa que cuando la dosis de testosterona enanthato es superior o igual a 100 miligramos por semana, la concentración de esperma a los 6 meses de tratamiento es prácticamente nula. Además, la capacidad de fertilización de los espermatozoides a esas bajas concentraciones de esperma es también prácticamente nula. Por último, cuando se administran dosis superiores a 100 miligramos, la concentración de esperma no disminuye todavía más, sino que presenta valores muy similares a los observados cuando se administran dosis de 100 miligramos semanales. Una vez terminado el tratamiento con esteroides anabolizantes, deben transcurrir varios meses sin utilizar esteroides anabolizantes para que la concentración de esperma recupere sus valores normales (Boyadjiev et al 2000). Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud considera que si un hombre ha utilizado 200 miligramos semanales de testosterona enanthato durante 1 año como tratamiento anticonceptivo, volverá a recuperar sus valores normales de concentración de esperma al cabo de 6 a 9 meses de haber finalizado dicho tratamiento (World Health Organization Task Force on Methods for the Regulation of Male Fertility 1990). Friedl (1993), señalaba en 1993 que no existían casos publicados en la literatura de infertilidad irreversible relacionados con la utilización de esteroides anabolizantes No todos los esteroides anabolizantes tienen el mismo efecto sobre la concentración de esperma. Por ejemplo, algunos esteroides anabolizantes orales, como la methyltestosterona y la testosterona undecanoato, no disminuyen la concentración de esperma, mientras que la mayoría de los ésteres de testosterona disminuyen dicha concentración de modo significativo (Friedl 1993). No se conocen las razones por las cuales se produce la disminución de la concentración de esperma tras la administración de algunos tipos de esteroides anabolizantes. Se cree que se debe a que la administración de ésteres de testosterona provoca una inhibición parcial del eje hipotálamo-hipofisario que se acompaña de una disminución de la liberación de LH y FSH del hipotálamo a la sangre (figura 1.14). Como la LH y la FSH estimulan la producción (LH) y maduración (FSH) de los espermatozoides en los túbulos seminíferos de los testículos (Smith and Perry 1992), la disminución de la concentración sanguínea de FSH y LH se acompaña de una inhibición de la producción y maduración de espermatozoides y, por lo tanto, de una disminución progresiva de la concentración de esperma (Friedl 1993). Como la mayor parte del testículo está compuesto por túbulos seminíferos y células en desarrollo, cuando el tratamiento con esteroides anabolizantes se acompaña de una disminución significativa de la concentración de esperma, también se suele observar una disminución significativa del tamaño del testículo (Eklof et al 2003,O'Sullivan et al 2000). Por ejemplo, en un trabajo anteriormente citado de Alen y Hakkinen (1985), en el que se estudiaron los efectos de la administración de grandes dosis de esteroides anabolizantes durante un año en un fisioculturista, los autores encontraron que al final del tratamiento el sujeto presentaba una azoospermia y una disminución del tamaño testicular del 33%. El testículo recuperaba su tamaño original después de varias semanas de haber finalizado el tratamiento con esteroides anabolizantes (Boyadjiev et al 2000). La mayoría de los deportistas que utilizan esteroides anabolizantes suelen administrarse dosis mucho más elevadas que las utilizadas por la Organización Mundial de la Salud como anticonceptivos masculinos. No se sabe hasta qué punto los resultados obtenidos en los estudios de contracepción masculina se pueden extrapolar a los deportistas que utilizan elevadas dosis de esteroides anabolizantes. Es probable que dichos deportistas sean infértiles durante los períodos de utilización de dichas sustancias y durante varios meses posteriores a la finalización del tratamiento (Boyadjiev et al 2000). Por ejemplo, Menon (2003), en un un fisioculturista que había utilizado esteroides anabolizantes en grandes dosis durante bastante tiempo, encontró que después de un año de haber dejado de utilizar dichas sustancias el sujeto seguía teniendo una azoospermia. No se sabe los efectos a largo término que puede tener la utilización de estas grandes dosis durante varios años en la fertilidad y en la funcionalidad del testículo de los deportistas (American College of Sports Medicine 1987). 5.6. Accidentes vasculares cerebrales. En los últimos años se han publicado algunos casos de individuos que utilizaban esteroides anabolizantes y que sufrieron un accidente cerebrovascular. En todos los casos se trata de casos clínicos aislados y, como se ha venido comentando anteriormente, conviene ser muy prudente en la interpretación de dichos estudios. Sin embargo, es importante comentarlos porque se trata de enfermedades graves que se produjeron de modo anormal en sujetos jóvenes que utilizaban esteroides anabolizantes en dosis elevadas. Nagelberg y col. (1986) refieren el caso de un hombre con hipogonadismo que sufrió un accidente cerebral vascular. Sin embargo, a dicho sujeto se le estaba tratando con dosis pequeñas de esteroides anabolizantes, pero por propia iniciativa decidió aumentar brutalmente dichas dosis, hasta alcanzar concentraciones plasmáticas de testosterona que eran 10 veces superiores a los valores del hombre sano. Los autores sugirieron que la utilización de grandes dosis de esteroides anabolizantes podría favorecer el desarrollo de trombos en el cerebro. Franckle y col. (1988) refieren el caso de un fisioculturista de 34 años que sufrió una trombosis cerebrovascular de la que se recuperó parcialmente. El deportista había estado utilizando esteroides anabolizantes en grandes dosis durante los últimos 4 años. Laroche (1990) refiere el caso de un fisioculturista de 28 años que sufrió un accidente cerebrovascular y trombosis en otras partes del cuerpo, de las que posteriormente se recuperó totalmente. Dicho deportista también había utilizado grandes dosis de esteroides anabolizantes en los 3 años anteriores al accidente. Mochizuki y Richter (1988) publicaron el caso de un fisioculturista de 32 años de edad que había utilizado, durante más de 10 años grandes dosis de diferentes esteroides anabolizantes orales (methandrostenolona, oxandrolona y stanozolol) e inyectables intramuscularmente (nandrolona decanoato, nandrolona phenpropionato), así como de hormona gonadrotopina coriónica. Dicho sujeto sufrió dos accidentes cerebrales vasculares en 4 meses de los que no se recuperó totalmente, porque le quedó como secuela una hemiparesis espástica. Lisiewicz y col. (1999) han publicado el caso de un fisioculturista de 22 años, utilizador de dosis elevadas de esteroides anabolizantes que, sin tener antecedentes médicos ni otros factores de riesgo, tuvo un accidente cerebral vascular. Los autores sugirieron que el único factor de riesgo que podía explicar dicho accidente era la utilización de esteroides anabolizantes. Por último Kledal y col. (2000) refiere el caso de un fisioculturista de 21 años, utilizador de dosis masivas de esteroides anabolizantes, sin antecedentes médicos ni otros factores de riesgo, que murió como consecuencia de un edema cerebral masivo. El análisis de los 6 trabajos anteriormente citados indica que en todos ellos los sujetos eran fisioculturistas, jóvenes, habían utilizado durante bastantes años varios esteroides anabolizantes a la vez, y en dosis muy elevadas. Esto permite pensar que la utilización de esteroides anabolizantes en grandes dosis podría favorecer el desarrollo de accidentes cerebrovasculares. No se sabe la razón por la cual la utilización de esteroides anabolizantes podría favorecer la aparición de accidentes cerebrovasculares. Algunos autores sugieren que la utilización de algunos esteroides anabolizantes se acompaña de un aumento en la concentración sanguínea de estrógenos que, a su vez, favorece la aparición de trombos en el cerebro y, por lo tanto, de accidentes cerebrovasculares (Ferenchick and Adelman 1992,Friedl 1993,McNutt et al 1988). Como se señalaba al tratar el tema de los infartos de miocardio, aunque el análisis de los 6 trabajos sugiere que existe una posible relación entre la utilización de esteroides anabolizantes y el desarrollo de trombos que producen accidentes cerebrovasculares, la realidad es que, como afirma la American College of Sports Medicine, esta relación no está demostrada científicamente (American College of Sports Medicine 1987). Será necesario realizar estudios epidemiológicos más rigurosos para poder afirmar o rechazar esta posible relación. Sin embargo, la gravedad de estos casos es de tal magnitud que debería ser suficiente para no recomendar la utilización de esteroides anabolizantes. En cualquier caso, como se ha señalado a lo largo de este capítulo, debería realizarse periódicamente un seguimiento cardiovascular y de factores de riesgo a los sujetos que utilicen esteroides anabolizantes en grandes dosis, así como aconsejarles que dejen de utilizarlos. 5.7. Problemas prostáticos. Aunque la Organización Mundial de la Salud publicó en 1992 que no existía evidencia de que la utilización de esteroides anabolizantes en bajas dosis para tratar el hipogonadismo favoreciese el desarrollo de hiperplasia prostática benigna (World Health Organization 1992), algunos autores han sugerido que la utilización de esteroides anabolizantes podría favorecer el desarrollo del cáncer de próstata, porque la próstata es un tejido sensible a los esteroides anabolizantes, se ha conseguido inducir el cáncer en ratas a las que se le suministraron dichas sustancias y, por último, porque cuando a una persona que tiene cáncer de próstata se le suministran esteroides anabolizantes, el cáncer empeora. Sin embargo estos argumentos no son lo suficientemente contundentes como para poder afirmar que exista una relación casual entre utilización de esteroides anabolizantes y la aparición del cáncer de próstata (Friedl 1993). En un trabajo más reciente, Tenover (Tenover 1992) estudió los efectos de la administración de 100 miligramos semanales de testosterona enanthato por vía intramuscular, durante 3 meses, a 13 hombres sanos de edades comprendidas entre 57 y 76 años, que presentaban unas concentraciones sanguíneas de testosterona total por debajo, o en el límite inferior, de los valores normales. Después de 3 meses de tratamiento, los autores encontraron que los sujetos tratados con testosterona enanthato aumentaron significativamente su masa magra y su hematocrito, y disminuyeron las concentraciones sanguíneas de colesterol total y de colesterol-LDL. Sin embargo, en el 90% de los sujetos se observó un aumento significativo de la concentración sanguínea de antígeno prostático-específico (PSA). Este aumento se interpretó por los autores como el reflejo de una estimulación de las células del epitelio de la próstata que podría favorecer la aparición del cáncer de próstata. Sin embargo, se necesitarán realizar otros estudios utilizando diferentes esteroides anabolizantes, en diferentes dosis y con diferentes tipos de sujetos, para confirmar o rechazar esta hipótesis. 5.8. Otros efectos secundarios. Además de los efectos secundarios señalados anteriormente, se considera que la utilización de esteroides anabolizantes parece estar asociada en algunas ocasiones con las siguientes alteraciones: ataxia (movimientos voluntarios incoordinados) (American College of Sports Medicine 1987), cierre prematuro de las epífisis óseas en los jóvenes (American College of Sports Medicine 1987), elevación excesiva de la concentración sanguínea del enzima creatin kinasa (CK) durante el ejercicio (Häkkinen and Alen 1989,McKillop et al 1989), riesgo de trombosis en los vasos sanguíneos periféricos (Lepori et al 2002), apnea durante el sueño (Gooren and Polderman 1990), infección local en el lugar de la inyección (Al Ismail et al 2002,Herr et al 2002), insomnio (VanHelder et al 1991), dolor de cabeza (VanHelder et al 1991), alteraciones de la líbido (O'Sullivan et al 2000) e insuficiencia renal (Hartung et al 2001). Estudios realizados en ratas han encontrado que la utilización de esteroides anabolizantes se acompaña de efectos negativos sobre los tendones porque se vuelven menos elásticos y pierden capacidad para absorber energía. Como se ha visto anteriormente, la utilización de esteroides anabolizantes se suele acompañar de un aumento del tamaño y de la fuerza del músculo. Por lo tanto, es muy probable que la unión tendón-músculo sea frágil en el utilizador de esteroides anabolizantes, porque se produce un desequilibrio entre la existencia de un músculo más fuerte y la presencia de un tendón más frágil (Miles et al 1992). Aunque no se ha demostrado en humanos los efectos sobre la unión tendónmúsculo encontrados en las ratas, existen bastantes trabajos publicados sobre rupturas musculares y tendinosas en deportistas que utilizan grandes dosis de esteroides anabolizantes (Street et al 1996). Esto permite sospechar que, aunque no esté demostrado hasta la fecha, podría existir una relación entre utilización de esteroides anabolizantes en grandes dosis y rupturas musculares y tendinosas. Se considera que los efectos adversos de los esteroides anabolizantes que han sido señalados en el párrafo anterior podrían depender del tipo de esteroide anabolizante utilizado, de la dosis, de la duración del tratamiento y de cierta predisposición individual de los sujetos. Sin embargo, en lo que se conoce, no existe ningún método para predecir si un sujeto tendrá o no tendrá más predisposición a tener uno o varios de dichos efectos secundarios tras la utilización de esteroides anabolizantes (American College of Sports Medicine 1987). 5.9. Esteroides anabolizantes y mortalidad. En el apartado anterior se han estudiado los efectos secundarios a corto y medio plazo que puede tener la utilización de esteroides anabolizantes. No se conocen los efectos secundarios a largo plazo que puede tener la utilización de esteroides anabolizantes ni si puede tener efectos sobre la mortalidad. Sin embargo, existen algunos estudios realizados en animales y en humanos que permiten reflexionar sobre la cuestión. Bronson y Matherne (1997) estudiaron los efectos de la administración de esteroides anabolizantes a diferentes dosis durante largos períodos de tiempo, en la esperanza de vida de ratones machos. Para ello, formaron tres grupos de 50 ratones adultos normales de igual edad (2 meses): 1) un primer grupo de ratones placebo, a los que no se les suministraron esteroides anabolizantes, 2) un segundo grupo al que se administró inyecciones de testosterona y testosterona cypionato, y dos esteroides anabolizantes orales (methyltestosterona y norethandrolona), durante 6 meses, a unas dosis que eran 5 veces superiores a las dosis de reposición que se suele suministrar a los ratones castrados, y 3) un tercer grupo que fue tratado de igual manera que el segundo grupo, con la diferencia de que las dosis de esteroides anabolizantes eran 20 veces superiores a las dosis de reposición. Los autores suministraron los citados esteroides anabolizantes y las correspondientes dosis porque son los más utilizados por los deportistas. El estudio tuvo una duración total de 18 meses. Durante los 6 primeros meses, cuando los ratones tenían entre 2 meses y 8 meses de edad, se administraron los tres tratamientos (placebo, 5 veces la dosis de reposición, y 20 veces la dosis de reposición), mientras que durante los últimos 14 meses, cuando los ratones tenían entre 8 meses y 20 meses de edad, no se les suministró ningún tipo de tratamiento con esteroides anabolizantes. A lo largo del trabajo se contabilizó el número de ratones que habían muerto en cada grupo, y se realizó una autopsia detallada de cada ratón muerto para estudiar las posibles lesiones relacionadas con la utilización de esteroides anabolizantes. Conviene señalar que la vida media de un ratón sano normal es de 30 meses. La figura 1.19 muestra las curvas de supervivencia de los tres grupos a lo largo del estudio. Figura 1.19. Curvas de supervivencia de ratones tratados durante 6 meses ("exposure") con placebo ("control", cuadrados negros), 5 veces ("low dose", círculos blancos), y 20 veces ("high dose", triángulos negros) la dosis de reposición de esteroides anabolizantes. El estudio terminó 12 meses después de haber finalizado los 6 meses de tratamiento. En ese momento, las ratones que habían sobrevivido tenían 20 meses de edad (Bronson and Matherne 1997). Se observa que durante los 6 meses que duró el tratamiento (meses 2 a 8), no se encontraron diferencias significativas en la mortalidad entre los tres grupos. Sin embargo, una vez finalizado el tratamiento, se comenzó a observar una mayor mortalidad en los grupos que habían utilizado esteroides anabolizantes, especialmente en el grupo que había utilizado las dosis más altas. Al finalizar el estudio, cuando los ratones supervivientes tenían 20 meses de edad y habían pasado 12 meses desde la finalización del tratamiento con esteroides anabolizantes, el 52% de los ratones que habían utilizado las mayores dosis de esteroides anabolizantes habían muerto, mientras que en el grupo que utilizó dosis más pequeñas habían muerto el 33% de los ratones, y en el grupo que no utilizó esteroides anabolizantes (placebo) solamente habían muerto el 12% de los ratones. Las diferencias de mortalidad entre los tres grupos fueron significativas. El estudio de las autopsias mostró que los ratones que habían sido tratados con esteroides anabolizantes presentaban un mayor número de alteraciones en el hígado (tumores, peliosis y hemorragias internas), riñón (tumores) y corazón (hipertrofia miocárdica y fibrosis) que los ratones del grupo placebo. Los autores concluían señalando que la utilización de esteroides anabolizantes en grandes dosis en el ratón se acompañaba de una mayor mortalidad y de la aparición de lesiones en el hígado, riñón y corazón. El hallazgo más importante de este estudio fue que la mortalidad comenzaba a aumentar significativamente varios meses después de que los sujetos habían finalizado el tratamiento con esteroides anabolizantes. No se sabe hasta qué punto se pueden aplicar al hombre los resultados del estudio de supervivencia de ratones de Bronson y Matherne (Bronson and Matherne 1997). Dichos autores señalaron que las lesiones de hígado encontradas en las autopsias realizadas a los ratones que utilizaban esteroides anabolizantes (tumores, peliosis hepática) se parecían a las encontradas en algunos hombres utilizadores de grandes dosis de esteroides anabolizantes. Sin embargo, otras lesiones, como las observadas en los riñones de las ratones, no se han encontrado en el hombre. Por último, el hallazgo de que la mortalidad en las ratones comienza a aumentar varios meses después de haber finalizado el tratamiento con esteroides anabolizantes no se puede extrapolar al hombre, aunque si se considera en términos relativos con respecto a la vida media de un ratón (30 meses), se podría sospechar que los efectos negativos de la utilización de esteroides anabolizantes durante mucho tiempo comenzarían a manifestarse con más virulencia en el hombre al cabo de 10 a 20 años de haber comenzado a utilizarlos. Aunque esta hipótesis está por demostrar, el sentido común y la búsqueda prioritaria de la salud de las personas desaconsejan la utilización de esteroides anabolizantes en el hombre, al menos en grandes dosis. En un trabajo más reciente, Parssinen y col. (2000) en un estudio realizado con 62 levantadores de pesas finlandeses clasificados entre los 5 primeros del ranking nacional entre los años 1977 y 1982 y que muy probablemente habían utilizado dosis elevadas de esteroides anabolizantes en aquella época porque los controles antidopaje en esos levantadores comenzaron en 1984, encontraron que la mortalidad en los siguientes 12 años (12.9%) fue casi 5 veces mayor que en una población de similar edad. La media de edad de los levantadores que fallecieron fue de 43 años y las muertes se debieron a infarto de miocardio (3), suicidio (3), insuficiencia hepática (1) y a linfoma (1). Los problemas cardiacos, hepáticos y psicológicos podrían estar relacionados con la utilización de anabolizantes, mientras que el linfoma podría estar relacionado con la utilización de la hormona de crecimiento. Se podría objetar que este aumento de la mortalidad podría deberse a que los sujetos se entrenaron intensamente durante años y no a que utilizaron esteroides anabolizantes. Sin embargo, esta hipótesis se puede eliminar porque hay estudios que han encontrado que los deportistas de competición que han entrenado durante años intensamente la fuerza muscular y no utilizaron esteroides anabolizantes no tienen una mortalidad superior a la de los sujetos sedentarios de edad similar (Parssinen and Seppala 2002). Aunque este estudio no permite afirmar con rotundidad que la utilización de esteroides anabolizantes aumenta el riesgo de muerte a largo plazo en humanos, sus resultados deberían ser motivo suficiente para dejar de administrarlos en el mundo deportivo. 5.10. Conclusión. El análisis realizado sobre los efectos de la administración de esteroides anabolizantes en la salud, permite realizar algunas reflexiones: 1) No es correcto generalizar afirmando que todos los esteroides anabolizantes producen efectos adversos sobre la salud (Friedl 1993). Ello se debe a que no todos los esteroides anabolizantes producen los mismos efectos sobre el organismo, y a que dichos efectos parecen ser dependientes de la dosis y de la duración del tratamiento. Por último, muchos de los efectos secundarios suelen ser reversibles. 2) Se puede afirmar que los esteroides anabolizantes orales que contienen el grupo 17-alpha-alkyl producen efectos adversos para la salud (descenso de la fracción HDL del colesterol, riesgo de peliosis hepática, de tumores hepáticos y, probablemente, de enfermedad cardíaca) (Friedl 1993). Sin embargo, otros esteroides anabolizantes orales, como la testosterona undecanoato o la mesterolona, tomados en dosis pequeñas, parecen tener muy pocos efectos secundarios, por lo menos a corto y medio plazo (Gooren and Polderman 1990). 3) Se considera que los ésteres de testosterona, utilizados en pequeñas dosis (inferior a 300 miligramos semanales), durante unas pocas semanas por año, tienen pocos efectos secundarios sobre la salud (Street et al 1996). Por dicho motivo, la Organización Mundial de la Salud ha realizado ensayos clínicos suministrando dosis pequeñas de ésteres de testosterona a hombres sanos, para evaluar su utilidad como posible futuro anticonceptivo masculino (Friedl 1993). 4) Es probable, aunque no esté demostrado, que la utilización de esteroides anabolizantes en grandes dosis, produzca efectos adversos graves para la salud. Los casos clínicos graves o, incluso, mortales de accidentes cardíacos, cerebrovasculares, o hepáticos encontrados en utilizadores de grandes dosis de esteroides anabolizantes desaconsejan rotundamente su utilización. Esto debería aplicarse especialmente a cierta población deportiva que, en su intento de ser cada día más fuerte, más rápida y más resistente, aumenta indiscriminadamente las dosis y el número de esteroides anabolizantes ingeridos sin fijarse ningún límite ético ni racional. 5) No se conocen cuáles son los efectos a largo plazo que puede tener la utilización de esteroides anabolizantes en grandes dosis sobre la salud. Sin embargo, es probable que dichos efectos comiencen a manifestarse clínicamente al cabo de varios años de haber comenzado su utilización. Es necesario que se realicen más estudios en humanos para conocer si la utilización de esteroides anabolizantes tiene efectos adversos sobre la salud. 6) Numerosas asociaciones deportivas, científicas y médicas (American Medical Association, American Academy of Pediatrics, American College Health Association, American College of Sports Medicine, National and Strength and Conditioning Association, National Athletic Association, National Football League, US Olympic Committee, International Olympic Committee) han condenado el uso de esteroides anabolizantes en deportistas basándose en criterios éticos, en los conocidos efectos sobre la salud, y en el desconocimiento que existe sobre los efectos a largo plazo de la utilización de dichos productos (Scott et al 1990). 6. Efectos en la mujer. Las mujeres producen testosterona fundamentalmente en las glándulas adrenales y en los ovarios. Sin embargo, la producción diaria de testosterona en las mujeres (0.3 miligramos) es 20 veces inferior a la de los hombres (7 miligramos diarios). Por dicho motivo, la concentración sanguínea de testosterona en la mujer es unas 20 veces inferior a la del hombre (Strauss and Yesalis 1993). En principio, es lógico pensar que la administración de esteroides anabolizantes a una mujer se debería acompañar de un estímulo de los efectos anabólicos (aumento de la masa muscular, de la fuerza, etc.). Sin embargo, también se acompaña de la aparición de un efecto secundario indeseable: la masculinización (Strauss and Yesalis 1993). Existen muy pocos estudios publicados en la literatura sobre la utilización de esteroides anabolizantes en las mujeres. Ello se debe a dos motivos: 1) Los esteroides anabolizantes se utilizan muy poco para tratar enfermedades en las mujeres, porque solamente se suelen utilizar para tratar algunas endometriosis, o como agentes antitumorales en las enfermas de cáncer de pecho (Strauss and Yesalis 1993). Esto no ocurría en el caso de los hombres, en el que ha habido numerosos trabajos publicados sobre los efectos de la utilización de esteroides anabolizantes en el tratamiento de diversas enfermedades y como anticonceptivo masculino. 2) El porcentaje de mujeres que utilizan esteroides anabolizantes es muy inferior al de los hombres. Además, la mayoría de las utilizadoras de esteroides anabolizantes no suele decir que los utiliza por los efectos secundarios de virilización que producen dichas sustancias. En este apartado se analizará, basados en el trabajo de Strauss y Yesalis (1993), la incidencia del uso de esteroides anabolizantes en la población femenina, los efectos sobre la fuerza, el tipo de esteroides anabolizantes utilizados, los efectos secundarios producidos, y las razones por las cuales algunas mujeres utilizan esteroides anabolizantes. 6.1. Incidencia del uso de esteroides anabolizantes en la mujer. En el apartado 3.2. se indicaba que las encuestas epidemiológicas señalaban que cerca del 1% al 2% de las adolescentes y de las estudiantes universitarias de los Estados Unidos reconocían haber utilizado alguna vez esteroides anabolizantes (Yesalis 1993b). En otras encuestas realizadas, el 10% de las mujeres fisioculturistas indican que han utilizado alguna vez esteroides anabolizantes. Sin embargo, como se señalaba en el apartado 3.2., el número de mujeres estudiantes y de deportistas que utilizan esteroides anabolizantes es, probablemente, bastante mayor que el que muestran los resultados de estas encuestas, porque dichas encuestas subestiman el número real de sujetos que utilizan dichas sustancias. Además, se indicaba que es probable que en dichas encuestas las mujeres mientan más que los hombres porque los esteroides anabolizantes se acompañan de efectos virilizantes (androgénicos) indeseables para las mujeres (Yesalis 1993b). 6.2. Efectos sobre la fuerza. Strauss y Yesalis (1993) señalan que en 1993 no existían trabajos que hubiesen estudiado los efectos de la utilización de esteroides anabolizantes en la fuerza de las mujeres. Por lo tanto, no se conoce, en lo que nosotros sabemos, los efectos de la administración de dichas sustancias en esta cualidad física. Sin embargo, basándose en algunos estudios realizados en ratas hembras (Hickson and Kurowski 1986), se puede pensar que, muy probablemente, la administración de esteroides anabolizantes se debería acompañar de un aumento significativo de la fuerza en las mujeres (Strauss and Yesalis 1993). Pero esto debería ser demostrado experimentalmente. 6.3. Tipo de esteroides anabolizantes utilizados. Strauss y col. (1985), en 10 mujeres levantadoras de pesas de competición que utilizaban esteroides anabolizantes, encontraron que los más utilizados eran los esteroides anabolizantes orales (mesterolona, methandrostenolona, methyltestosterona, oxandrolona, methenolona acetato y stanozolol), y los inyectables (stanozolol de uso veterinario, boldenona de uso veterinario, methandrostenolona, nandrolona decanoato, testosterona cypionato, etc.). Se observa que las deportistas utilizaban algunos esteroides anabolizantes orales que tenían el grupo 17-alpha- alkyl, y algunos inyectables de uso veterinario. En un estudio más reciente, Korkia y col. (1996), en 15 mujeres fisioculturistas inglesas que habían utilizado esteroides anabolizantes durante los últimos 4 años, encontraron que los esteroides anabolizantes utilizados por las fisioculturistas eran muy similares a los utilizados en el trabajo de Strauss y col. (1985). El esteroide oral más utilizado fue el stanozolol porque es poco androgénico, aunque tiene efectos secundarios importantes ya que contiene el grupo 17-alpha-alkyl. Sin embargo, también utilizaron ésteres inyectables de testosterona, que son muy androgénicos. Las dosis medias de stanozolol oral semanales ingeridas por las fisioculturistas oscilaron entre 14 miligramos y 175 miligramos (dosis recomendada de reposición en el hombre cercana a 40 miligramos semanales), mientras que las de Oxandrolona oral oscilaron entre 17 miligramos y 210 miligramos semanales (dosis recomendada de reposición: 70 miligramos). Estos estudios sugieren que las mujeres fisioculturistas o levantadoras de pesas que utilizan esteroides anabolizantes se suelen administrar los mismos tipos de esteroides anabolizantes que los hombres, aunque en dosis bastante inferiores. 6.4. Efectos secundarios. El principal efecto secundario de la utilización de esteroides anabolizantes en las mujeres es la masculinización (Strauss and Yesalis 1993). Strauss y col. (1985), en un trabajo citado anteriormente en el que 10 mujeres levantadoras de pesas de competición utilizaban esteroides anabolizantes en grandes dosis, encontró que dichas mujeres referían tener los siguientes efectos secundarios derivados de la utilización de esteroides anabolizantes: voz más profunda (10 casos), aumento del vello facial (9 casos), aumento del tamaño del clítoris (8 casos), aumento de la agresividad (8 casos), ausencia de menstruación o aparición de ciclos irregulares (7 casos), aumento de la líbido (6 casos), aumento del acné (6 casos), disminución del tamaño del pecho (5 casos), aumento del vello corporal (5 casos) y pérdida de cabello (2 casos). En el estudio también citado anteriormente de Korkia y col. (1996), con 15 mujeres fisioculturistas inglesas que habían utilizado esteroides anabolizantes durante los últimos 4 años, los efectos secundarios fueron: voz más profunda (8 casos), aumento del tamaño del clítoris (7 casos), aumento de la agresividad y problemas psicológicos (11 casos), ausencia de menstruación o aparición de ciclos irregulares (12 casos), aumento del acné (1 caso), disminución del tamaño del pecho (3 casos), aumento del vello corporal (5 casos) y retención de líquido corporal (6 casos). Se observa que los resultados de este estudio de Korkia y col. (1996) son muy similares a los del estudio de Strauss y col. (1985). Algunos de los efectos secundarios de masculinización parecen ser irreversibles, como la voz más profunda, el crecimiento del vello facial y corporal, y el aumento del tamaño del clítoris. Sin embargo, otros efectos parecen ser reversibles, como la aparición de trastornos menstruales, el aumento de la líbido y de la agresividad, y el acné (Strauss and Yesalis 1993). Por último, en algunas mujeres utilizadoras de esteroides anabolizantes en grandes dosis y durante mucho tiempo, como las hembras transexuales, se ha encontrado una gran incidencia (cercana al 70 %) de poliquistosis ovárica (Spinder et al 1989). Malarkey y col. (1991) estudiaron en 9 levantadoras de halterofilia norteamericanas de edades comprendidas entre 23 y 41 años, los efectos de la administración de varios tipos de esteroides anabolizantes en grandes dosis, en las concentraciones sanguíneas de diferentes hormonas y en algunas variables relacionadas con el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Los autores también estudiaron las mismas variables en un grupo de mujeres levantadoras de pesas que no utilizaban esteroides anabolizantes, y en un grupo de hombres y mujeres sedentarios de similar edad que tampoco utilizaban esteroides anabolizantes. La figura 1.20 muestra la concentración sanguínea de testosterona total de los sujetos de los 4 grupos estudiados en el trabajo de Malarkey y col. (1991). Figura 1.20. Concentración sérica individual de testosterona total en los cuatro grupos de sujetos: Mujeres sedentarias no utilizadoras de esteroides anabolizantes ("normal female"), hombres sedentarios no utilizadores ("normal male"), mujeres levantadoras de halterofilia no utilizadoras ("never used steroids") y, por último, mujeres levantadoras de halterofilia que utilizaban grandes dosis de esteroides anabolizantes ("currently using steroids"). En (Strauss and Yesalis 1993), tomado de (Malarkey et al 1991). Se observa que la concentración sanguínea media de testosterona total en el grupo de utilizadoras de esteroides anabolizantes era 30 veces superior al de mujeres no utilizadoras. Además, 5 de las mujeres utilizadoras de esteroides anabolizantes tenían valores de concentración sanguínea de testosterona total que eran superiores al mayor valor encontrado en el grupo de hombres. Por último, los autores encontraron que el grupo de utilizadores de esteroides anabolizantes presentaban, con respecto a los otros dos grupos de mujeres no utilizadoras, unas concentraciones sanguíneas significativamente disminuidas de SHBG y de FSH. En el mismo trabajo, los autores encontraron que el grupo de utilizadoras de esteroides anabolizantes presentó una disminución significativa de la concentración sanguínea de la fracción HDL del colesterol (39%), y un aumento significativo de las concentraciones sanguíneas de los enzimas hepáticos alanino amino transferasa y aspartato amino transferasa. Por último, los autores refieren que las utilizadoras de esteroides anabolizantes presentaban los signos y síntomas típicos de la masculinización. Estos resultados sugieren que la utilización de grandes dosis de esteroides anabolizantes en las mujeres se acompaña de los mismos efectos secundarios de los hombres a los que se añaden los efectos negativos de la masculinización y los disturbios hormonales que producen alteraciones del ciclo menstrual. Por dicho motivo, la utilización de esteroides anabolizantes debería ser desaconsejada en las mujeres. 7. Efectos psicológicos. En este apartado se señalarán brevemente los efectos psicológicos que parecen estar relacionados con la ingestión de esteroides anabolizantes. En 1987, la American College of Sports Medicine, señaló oficialmente que la utilización de esteroides anabolizantes se acompañaba, tanto en hombres como en mujeres, de alteraciones de la líbido, y de un aumento de la agresividad (American College of Sports Medicine 1987). Sin embargo algunos autores señalan que existen pocas bases científicas que sostengan esa afirmación (Bahrke et al 1996). Por ejemplo, Bahrke (1996) señala que algunos trabajos han encontrado que la utilización de esteroides anabolizantes en pequeñas dosis en el hombre sano normal no se acompaña de efectos negativos psicológicos en los sujetos. Sin embargo, en los últimos años se han publicado algunos estudios en fisioculturistas y levantadores que sugieren que la utilización de esteroides anabolizantes en grandes dosis se puede acompañar de trastornos psicológicos (Cooper et al 1996,Pope, Jr. and Katz 1988,Smith and Perry 1992). Por ejemplo, Pope y Katz (Pope, Jr. and Katz 1988), entrevistaron a 41 fisioculturistas y jugadores de fútbol americano que utilizaban elevadas dosis de diferentes esteroides anabolizantes. El objetivo real de la entrevista era detectar posibles síndromes psiquiátricos, mediante la realización del cuestionario DSM-III-R, aunque los deportistas entrevistados no lo sabían. Los resultados mostraron que durante las semanas de tratamiento con esteroides anabolizantes, el número de sujetos que presentaban trastornos psiquiátricos (22%) era significativamente superior al porcentaje de sujetos de la misma población que presentaban trastornos psiquiátricos durante las semanas en las que no utilizaban esteroides anabolizantes (5%). Los trastornos psiquiátricos más frecuentes eran los síntomas psicóticos (en el 12% de los sujetos) y los episodios maníacos (12% de los sujetos). Los trastornos psiquiátricos desaparecían a las pocas semanas de finalizar el tratamiento con esteroides anabolizantes. Este estudio fue el primero que mostró una relación estrecha entre utilización de esteroides anabolizantes en grandes dosis y aparición de trastornos psiquiátricos. Sin embargo, presentaba el problema metodológico de que no se había utilizado un grupo control de sujetos. En un estudio posterior, Perry y col. (citado en (Smith and Perry 1992)) estudiaron el estado mental de 20 levantadores de pesas que utilizaban grandes dosis de varios esteroides anabolizantes, y de otros 20 levantadores de pesas que nunca habían utilizado dichas sustancias. Los resultados del estudio mostraron que el grupo de utilizadores de esteroides anabolizantes presentaba una mayor incidencia de trastornos depresivos, ansiedad y hostilidad que el grupo que no utilizaba esteroides anabolizantes. Además, estos trastornos desaparecían en el grupo de utilizadores de esteroides anabolizantes cuando dejaban de utilizarlos. Los autores concluyeron sugiriendo que la utilización de esteroides anabolizantes en grandes dosis se acompaña de ligeros trastornos mentales, pero como dichos trastornos son muy leves, no pueden considerarse como trastornos psiquiátricos. Cooper y col. (1996) analizaron la personalidad de un grupo de 18 fisioculturistas de Sudáfrica que utilizaban grandes dosis de esteroides anabolizantes y de otro grupo de fisioculturistas que nunca habían utilizado esteroides anabolizantes. Los resultados muestran que el grupo de utilizadores de esteroides anabolizantes presentaban más trastornos de la personalidad que el grupo que no utilizaba esteroides anabolizantes, especialmente en medidas de paranoia, narcisismo, agresividad, y tendencia esquizoide. Estos rasgos desaparecían cuando los sujetos dejaban de utilizar esteroides anabolizantes. Otros estudios han confirmado que la utilización de esteroides anabolizantes favorece la aparición de alteraciones de la conducta como irritabilidad (Giorgi et al 1999,VanHelder et al 1991), conducta agresiva (Copeland et al 2000,Eklof et al 2003,Giorgi et al 1999,Midgley et al 2001,O'Sullivan et al 2000,Perry et al 2003,Pope, Jr. et al 2000,Thiblin et al 2000), ansiedad (O'Sullivan et al 2000) o depresión (Eklof et al 2003,O'Sullivan et al 2000) que puede llevar al suicidio (Thiblin et al 1999,Thiblin et al 2000). Estudios recientes sugieren que estas alteraciones de la conducta podrían estar relacionadas con cambios químicos y neurológicos del cerebro causados por los esteroides anabolizantes (Daly et al 2001). Por último, Smith y Perry (1992) señalan que existen varios estudios que sugieren que la utilización de esteroides anabolizantes en grandes dosis puede crear cierto grado de dependencia. Según dichos estudios, algunos sujetos podrían presentar signos y síntomas de dependencia similares a los que se observan al dejar la cocaína o el alcohol, cuando finalizan sus tratamientos con esteroides anabolizantes. Por ejemplo, en un estudio realizado en el Centro Nacional Australiano de Investigación en Drogas y Alcohol, los autores encontraron que el 23% de una muestra de utilizadores de anabolizantes presentaban una dependencia de los esteroides anabolizantes (Copeland et al 2000). Los principales síntomas del síndrome de abstinencia de esteroides anabolizantes fueron: insatisfacción con la imagen corporal (38%), pérdida de apetito (33%), depresión (31%), deseo de tomar esteroides (28%), fatiga (24%), pérdida de interés (23%), ansiedad (12%), incapacidad para descansar (10%) náusea (2%) y pensamientos suicidas (2%). Otro estudio indica que los principales síntomas del síndrome de abstinencia son la depresión con tendencias suicidas, insomnio, anorexia, disminución de la líbido, fatiga, dolor de cabeza, dolor en músculos y articulaciones y deseo de volver a utilizar esteroides anabolizantes (Medras and Tworowska 2001). Si estos estudios se confirman, indicarían que los efectos a largo plazo de la ingestión de dosis elevadas de anabolizantes son graves desde el punto de vista psicológico. Además, algunos autores sugieren que los sujetos que abusan de la toma de productos dopantes, como los anabolizantes, la hormona de crecimiento o el clenbuterol, tienen bastantes posibilidades de abusar también de la ingestión de otras drogas, como la cocaína, las anfetaminas, el alcohol y la marihuana (Arvery and Pope 2000). Esta utilización abusiva de múltiples drogas puede tener graves riesgos para la salud y para la vida (Cotlar 2001,Kindlundh et al 2001,Thiblin et al 2000). En conclusión, la utilización de esteroides anabolizantes en dosis pequeñas no parece acompañarse de trastornos mentales. Sin embargo, existen unos pocos estudios que sugieren que los utilizadores de varios tipos de esteroides anabolizantes en grandes dosis pueden presentar algunos trastornos mentales leves que suelen remitir cuando los sujetos dejan de utilizar esteroides anabolizantes. Por último, algunos sujetos presentan signos de dependencia al dejar de utilizar esteroides anabolizantes. Será necesario que se realicen más estudios utilizando diferentes poblaciones y diferentes tipos y dosis de esteroides anabolizantes para confirmar estas hipótesis. 8. Síntesis de ideas fundamentales. - La principal acción de la testosterona es estimular la espermatogénesis. Además, la testosterona estimula los factores nerviosos la hipertrofia de las fibras musculares tipo II y la liberación de GH y de somatomedinas que estimulan a su vez la síntesis de proteínas y los procesos de reparación. Por último, la testosterona estimula el crecimiento de hueso, la eritropoyesis, la síntesis de glucógeno muscular y la agresividad. - Existen algunos esteroides anabolizantes que tienen una gran actividad anabolizante y una pequeña actividad androgénica, aunque no existe por el momento ninguna molécula que pueda disociar completamente las dos actividades. Sin embargo, se denominan esteroides anabolizantes a esas moléculas que tienen una gran actividad anabolizante, aunque también tienen una pequeña actividad androgénica. - La vía de administración de esteroides anabolizantes más utilizada clásicamente ha sido la vía intramuscular. La razón por la cual los esteroides inyectables son mucho más utilizados es porque su vida media es mucho más prolongada que la de los esteroides anabolizantes administrados oralmente. - La utilización de implantes subdérmicos de testosterona es una forma de tratamiento del hipogonadismo muy efectiva porque es muy estable y dura varios meses. Además, es más barata que el tratamiento con esteroides anabolizantes orales o intramusculares. Sin embargo, a pesar de sus ventajas y de que se comenzaron a utilizar hace varias décadas, se utilizan muy poco en la clínica médica debido, probablemente, a que tienen poca aplicación comercial porque se trata de un producto no patentable. - La administración de testosterona por vía transcutánea es efectiva porque reproduce la evolución diaria de la concentración sanguínea de testosterona del hombre sano normal. Además es mejor que la vía oral o intramuscular porque no se acompaña de cambios bruscos de la concentración sanguínea de testosterona y tiene menos efectos secundarios que la vía de administración oral. - La Asociación Americana de Medicina (AMA) ha señalado que la utilización de los esteroides anabolizantes está indicada en las siguientes condiciones clínicas: las disfunciones del aparato reproductor masculino, fundamentalmente el hipogonadismo, para mejorar la eritropoyesis y la anemia en enfermedades renales. Por su parte, la Administración Americana de Alimentos y Drogas (The Food and Drug Administration,FDA), también ha suministrado un listado de indicaciones terapéuticas de los esteroides anabolizantes: reposición del déficit de testosterona en el hombre, la anemia y la insuficiencia renal, el cáncer de mama, el angioedema hereditario, la endometriosis, la enfermedad fibroquística de la mama y el angioedema hereditario. - La utilización de esteroides anabolizantes por los deportistas de alto rendimiento deportivo es, probablemente, mucho mayor que la que se puede deducir de los resultados de los controles antidopaje realizados en los Juegos Olímpicos. Algunas federaciones están realizando controles antidopaje por sorpresa. Sin embargo, aunque supone un gran avance en la lucha contra la ingestión de esteroides anabolizantes, incluso con los controles por sorpresa no se pueden detectar probablemente ni la utilización de dosis moderadas de ésteres de testosterona, ni la utilización de otras hormonas, como la eritropoyetina o la hormona del crecimiento. - Los testimonios y encuestas sugieren que la utilización de esteroides anabolizantes ha aumentado significativamente en las 3 últimas décadas en la población juvenil y universitaria. Además, un porcentaje notable de los deportistas de alto nivel, muy superior al que se observa en los resultados de los análisis antidopaje, utiliza probablemente esteroides anabolizantes. - Las demoledoras conclusiones del informe Dubin sobre el positivo de Ben Johnson en los Juegos Olímpicos de Seúl dieron a conocer a la opinión pública que el porcentaje de deportistas de alto nivel que utilizaban esteroides anabolizantes era mucho mayor que el que se deducía de los resultados de los controles antidopaje o de las encuestas epidemiológicas. Además, dicho informe señaló que “millones y millones” de otras personas que no practicaban deporte de competición estaban utilizando esteroides anabolizantes. Esto sitúa a la utilización de esteroides anabolizantes como un problema de primera magnitud no solamente para el deporte de alto nivel, sino también para un porcentaje significativo de la población que no hace deporte de competición. - Las formas de administración más frecuentes de los esteroides anabolizantes en los deportistas son la ingestión oral y la inyección intramuscular. Se cree que los esteroides anabolizantes más utilizados por los deportistas son las preparaciones inyectables (Methandrostenolona, Deca-Durabolín, Primobolan), y los esteroides orales (Dianabol, Oxandrolona, Stanozolol, Boldenona) (Melchert and Welder 1995,VanHelder et al 1991,Yesalis et al 1993). Los esteroides anabolizantes se suelen tomar tradicionalmente en “ciclos” de 6 a 12 semanas o más, seguidos por varias semanas (6 a 12) en las que los deportistas no ingieren esteroides anabolizantes. La razón por la cual se utilizan ciclos de tratamiento seguidos de ciclos sin tratamiento es para evitar dar positivo en el control antidopaje, y porque los efectos del entrenamiento de gran intensidad realizado cuando se ingieren esteroides anabolizantes se mantiene durante varias semanas. Las dosis que suelen tomar los deportistas dependen de las características de cada deporte. Por último, las mujeres suelen utilizar generalmente dosis inferiores a las utilizadas por los hombres. - Es muy probable que en algunas circunstancias (sujetos muy entrenados en fuerza, dosis elevadas, entrenamientos intensos y largos, y evaluación realizada con tests específicos), la utilización de esteroides anabolizantes se acompañe de una mejora significativa de la fuerza. De hecho, la Sociedad Americana de Medicina Deportiva (ACSM), reconoció oficialmente en 1987 que en algunos sujetos, la mejora de la fuerza que se obtiene entrenando intensamente e ingiriendo una dieta adecuada puede incrementarse significativamente cuando se utilizan al mismo tiempo esteroides anabolizantes. Esto rectificaba lo que la citada Sociedad había afirmado oficialmente 10 años antes, cuando señaló que no existían evidencias de que la utilización de esteroides anabolizantes pudiese acompañarse de una mejora de la fuerza. - La utilización de esteroides anabolizantes puede contribuir, si se acompaña de una dieta adecuada, al aumento del peso corporal y de la masa magra corporal. Es probable que sea muy importante utilizar grandes dosis de esteroides si se quieren obtener aumentos considerables de la masa magra corporal. - El análisis de los diferentes trabajos que han estudiado los efectos de la utilización de esteroides anabolizantes sobre la resistencia aeróbica, NO permite concluir que existan efectos positivos sobre la misma. Sin embargo, la realidad es que un número significativo de deportistas de resistencia de alto nivel lo utilizan porque consideran que ello les permite realizar sesiones de entrenamiento más largas, más frecuentes y más intensas, recuperando rápidamente (Lombardo 1993). Se deberán realizar otros estudios utilizando sujetos muy entrenados en resistencia, evaluando el consumo máximo de oxígeno y la capacidad aeróbica, para intentar conocer si existen realmente efectos de la utilización de esteroides anabolizantes en la resistencia aeróbica. - La administración de esteroides anabolizantes en dosis superiores a las de reposición se acompaña de un aumento significativo de la secreción de las glándulas sebáceas y de la fracción de colesterol de los lípidos secretados por dichas glándulas. Este aumento puede provocar la aparición de acné y de pústulas inflamatorias en la piel. - Algunos estudios han referido la aparición de ginecomastia en hombres que utilizan esteroides anabolizantes, incluso en dosis no muy elevadas. La mayoría de las veces este fenómeno suele ser reversible, e incluso desaparece aunque el sujeto siga utilizando esteroides anabolizantes. Sin embargo, muy raramente puede darse el caso de que la ginecomastia persista incluso después de dejar el tratamiento. En ese caso, para eliminar la ginecomastia se debe realizar una intervención quirúrgica para extirpar el exceso de grasa del pecho. - Los efectos adversos que tiene la ingestión de esteroides anabolizantes en la reducción de la fracción HDL del colesterol sanguíneo se producen solamente en los sujetos que ingieren esteroides anabolizantes orales que tienen el grupo 17-alpha-alkyl, o en sujetos que utilizan grandes dosis. Esta disminución es reversible cuando se dejan de utilizar dichas sustancias, y no se ha demostrado hasta el momento que se acompañe realmente de un aumento del riesgo de acelerar la arteriosclerosis. Sin embargo, la existencia de algunos casos aislados que, como se explicará más adelante, hacen sospechar cierta relación entre esteroides anabolizantes y arteriosclerosis, junto a la prudencia, el sentido común, y la obligación moral que tiene el médico de cuidar por la salud de sus pacientes, aconsejan realizar sistemáticamente un estudio de los lípidos de la sangre a los sujetos que utilicen esteroides anabolizantes y, en el caso de que se observe un descenso de la fracción HDL del colesterol sanguíneo, aconsejar a dichos sujetos que dejen de utilizarlos. - Cuando se utilizan dosis poco elevadas de esteroides anabolizantes que no contengan el grupo 17-alpha-alkyl, no se suele observar una disminución de la fracción HDL del colesterol sanguíneo. Sin embargo, conviene tener en cuenta que la mayoría de los deportistas que utilizan esteroides anabolizantes suelen ingerir, entre otros, los que tienen el grupo 17-alpha-alkyl, y utilizar grandes dosis, muy superiores a las dosis de reposición. Por ello, es muy probable que la mayoría de los deportistas que utilizan estas sustancias presenten unas concentraciones sanguíneas disminuidas de la fracción HDL del colesterol durante las semanas de tratamiento. - Los efectos que tiene la ingestión de esteroides anabolizantes sobre el aumento de la tensión arterial no se producen sistemáticamente. En los casos en los que se produce un aumento de la tensión arterial, éste suele ser de muy pequeña magnitud y reversible a las pocas semanas de dejar de utilizar dichas sustancias. Además, el aumento no es muy importante puesto que los valores de tensión arterial de los sujetos que utilizan esteroides anabolizantes suelen estar comprendidos entre los valores normales. - La utilización de esteroides anabolizantes se puede acompañar en algunos casos de un aumento significativo del tamaño del ventrículo izquierdo. Sin embargo, parece ser que dicho aumento es reversible porque cuando se dejan de utilizar dichas sustancias, el tamaño del corazón vuelve a la normalidad en unas pocas semanas. No se sabe la razón por la cual se produce este aumento del tamaño del corazón. Algunos autores sugieren que podría deberse a la existencia de un edema en las células del miocardio o a un exudado y daño de las mitocondrias. - Aunque existen algunos casos publicados que sugieren una posible relación entre la utilización de esteroides anabolizantes y el desarrollo de trombos que producen el infarto de miocardio, la realidad es que esta relación no está demostrada científicamente. Será necesario realizar estudios epidemiológicos más rigurosos para poder afirmar o rechazar esta posible relación. Sin embargo, resulta conveniente realizar periódicamente un seguimiento cardiovascular y de factores de riesgo a los sujetos que utilicen esteroides anabolizantes en grandes dosis. - El análisis realizado muestra que se suele hablar clásicamente de 4 efectos secundarios de la utilización de esteroides anabolizantes en el hígado: la alteración de los enzimas hepáticos, la colestasis hepática, la peliosis hepática y los tumores hepáticos. La elevación de la concentración sanguínea de enzimas hepáticos y la colestasis solamente se observan en sujetos que ingieren esteroides anabolizantes orales que contienen el grupo 17-alpha-alkyl. Dichas alteraciones suelen ser reversibles al finalizar el tratamiento. Sin embargo, la peliosis hepática y los tumores hepáticos son una complicación seria derivada de la utilización de esteroides anabolizantes porque pueden ser mortales, pueden afectar a una mayor población que la que se deduce de los casos publicados, y no se pueden detectar por los métodos estándar de laboratorio. Aunque la mayoría de los casos conocidos de peliosis hepática y de tumores hepáticos están relacionados con la utilización de esteroides anabolizantes orales que contienen un grupo 17-alpha-alkyl, también se conocen varios casos en utilizadores de ésteres de testosterona. Por último, la aparición de tumores hepáticos parece estar estrechamente relacionada con la dosis y la duración del tratamiento con esteroides anabolizantes. Por todos estos motivos es conveniente desaconsejar la utilización de esteroides anabolizantes que contienen el grupo 17-alpha-alkyl, incluso en dosis pequeñas, mientras que los demás tipos de esteroides deberían ser desaconsejados por lo menos cuando se hayan utilizado en grandes dosis y durante largos períodos de tiempo. - La mayoría de los deportistas que utilizan esteroides anabolizantes suelen administrarse dosis mucho más elevadas que las utilizadas por la Organización Mundial de la Salud como anticonceptivos masculinos. No se sabe hasta qué punto los resultados obtenidos en los estudios de contracepción masculina se pueden extrapolar a los deportistas que utilizan elevadas dosis de esteroides anabolizantes. Es probable que dichos deportistas sean infértiles durante los períodos de utilización de dichas sustancias y durante varios meses posteriores a la finalización del tratamiento. No se saben los efectos a largo término que puede tener la utilización de estas grandes dosis durante varios años en la fertilidad y en la funcionalidad del testículo de los deportistas. - Aunque el análisis de algunos casos clínicos sugiere que existe una posible relación entre la utilización de esteroides anabolizantes y el desarrollo de trombos que producen accidentes cerebrovasculares, la realidad es que esta relación no está demostrada científicamente. Será necesario realizar estudios epidemiológicos más rigurosos para poder afirmar o rechazar esta posible relación. Sin embargo es conveniente realizar periódicamente un seguimiento cardiovascular y de factores de riesgo a los sujetos que utilicen esteroides anabolizantes en grandes dosis, así como aconsejarles que dejen de utilizarlos. - Se ha sugerido que la utilización de esteroides anabolizantes podría favorecer el desarrollo del cáncer de próstata, porque la próstata es un tejido sensible a los esteroides anabolizantes, se ha conseguido inducir el cáncer en ratas a las que se le suministraron dichas sustancias y, porque cuando a una persona que tiene cáncer de próstata se le suministran esteroides anabolizantes, el cáncer empeora. Sin embargo estos argumentos no son lo suficientemente contundentes como para poder afirmar que exista una relación casual entre utilización de esteroides anabolizantes y la aparición del cáncer de próstata. - No se conocen cuáles son los efectos a largo plazo que puede tener la utilización de esteroides anabolizantes en grandes dosis sobre la salud. Sin embargo, estudios aislados realizados en ratas y en humanos sugieren que es probable que dichos efectos sean muy graves para la salud y comiencen a manifestarse clínicamente al cabo de varios años de haber comenzado su utilización. Es necesario que se realicen más estudios en humanos para conocer si la utilización de esteroides anabolizantes tiene efectos adversos sobre la salud. - La utilización de grandes dosis de esteroides anabolizantes en las mujeres se acompaña de los mismos efectos secundarios de los hombres a los que se añaden los efectos negativos de la masculinización y los disturbios hormonales que producen alteraciones del ciclo menstrual. Por dicho motivo, la utilización de esteroides anabolizantes debería ser desaconsejada en las mujeres. - La utilización de esteroides anabolizantes en dosis pequeñas no parece acompañarse de trastornos mentales. Sin embargo, existen unos pocos estudios que sugieren que los utilizadores de varios tipos de esteroides anabolizantes en grandes dosis pueden presentar algunos trastornos mentales leves que suelen remitir cuando los sujetos dejan de utilizar esteroides anabolizantes. Por último, algunos sujetos presentan signos de dependencia al dejar de utilizar esteroides anabolizantes. Autoevaluación 1.1. ¿Cuáles son los efectos de la utilización de esteroides anabolizantes en la ganancia de fuerza muscular? 1.2. ¿Cuáles son los efectos secundarios sobre el hígado de la utilización de esteroides anabolizantes? Respuestas Autoevaluación 1.1. Es muy probable que en algunas circunstancias (sujetos muy entrenados en fuerza, dosis elevadas, entrenamientos intensos y largos, y evaluación realizada con tests específicos), la utilización de esteroides anabolizantes se acompañe de una mejora significativa de la fuerza. De hecho, la Sociedad Americana de Medicina Deportiva (ACSM), reconoció oficialmente en 1987 que en algunos sujetos, la mejora de la fuerza que se obtiene entrenando intensamente e ingiriendo una dieta adecuada puede incrementarse significativamente cuando se utilizan al mismo tiempo esteroides anabolizantes. Esto rectificaba lo que la citada Sociedad había afirmado oficialmente 10 años antes, cuando señaló que no existían evidencias de que la utilización de esteroides anabolizantes pudiese acompañarse de una mejora de la fuerza. 1.2. Se suele hablar clásicamente de 4 efectos secundarios de la utilización de esteroides anabolizantes en el hígado: la alteración de los enzimas hepáticos, la colestasis hepática, la peliosis hepática y los tumores hepáticos. La elevación de la concentración sanguínea de enzimas hepáticos y la colestasis solamente se observan en sujetos que ingieren esteroides anabolizantes orales que contienen el grupo 17-alpha-alkyl. Dichas alteraciones suelen ser reversibles al finalizar el tratamiento. Sin embargo, la peliosis hepática y los tumores hepáticos son una complicación seria porque pueden ser mortales, pueden afectar a una mayor población que la que se deduce de los casos publicados, y no se pueden detectar por los métodos estándar de laboratorio. Por último, la aparición de tumores hepáticos parece estar estrechamente relacionada con la dosis y la duración del tratamiento con esteroides anabolizantes. 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