1. Vivir en peligro

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AULA BIOFORUM:
Serie La comunicación de la ciencia en situaciones de riesgo y de crisis
Por Victoria Mendizábal
1. Vivir en peligro
¿Hemos dejado la sociedad industrial para adentrarnos en lo que el sociólogo alemán
Ulrich Beck denomina la ‘sociedad del riesgo’? Y de ser así, ¿ha sido el desarrollo
científico-tecnológico quien nos ha puesto en este nuevo lugar? Coincidiendo con la
catástrofe nuclear de Chernóbil, Beck publica La sociedad del riesgo: hacia una nueva
modernidad (1986). Desde su originaria publicación y, sobre todo, desde su traducción al
inglés en 1992, este clásico de la sociología moderna, ha situado la cuestión acerca de la
efectividad y legitimidad de las instituciones a la hora de controlar y regular
satisfactoriamente los riesgos derivados del progreso, en el centro del debate social.
Calificada por algunos como la más creativa y políticamente relevante forma de sociología
desarrollada en los últimos años, y desestimada por otros como un «manifiesto
ambientalista» repleto de «discurso mitológico» (Jensen y Blok, 2008), la teoría de la
sociedad del riesgo se ha convertido en una perspectiva muy influyente en el pensamiento
de principios del siglo XXI.
1.1. La teoría de la sociedad del riesgo
De acuerdo con esta teoría, la ciencia y la tecnología estarían en el origen de gran parte
de los riesgos que amenazan el futuro de la humanidad. Sin embargo, no se trataría de
aseverar que en nuestras sociedades actuales existan mayores peligros reales que en
otros tiempos. En cambio, esta nueva sociedad se enfrentaría a unos riesgos
cualitativamente diferentes. Unos riesgos que no son el producto de la acción de los
dioses, la naturaleza, el destino o la mala suerte, sino peligros potenciales que se derivan
del propio desarrollo tecnológico y que, además, son el resultado de acciones y
decisiones humanas.
Ejemplo
En este contexto, Chernóbil se convierte en el ejemplo paradigmático de la tragedia en la
sociedad del riesgo: produce una conmoción tal que hace cambiar la percepción de los
desarrollos tecnológicos por parte de la población de sociedades avanzadas.
Así, los tres ejes de la teoría de la sociedad del riesgo se fundamentan en que (Beck,
1999):
1. Los riesgos no son externos sino que son producto del propio desarrollo humano.
2. El hombre debe optar y tomar decisiones individuales o colectivas que, de alguna
manera, influyen sobre estos riesgos.
1. La ciencia se ha convertido en causa, instrumento de definición y fuente de
solución de dichos riesgos.
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Es decir, la ciencia no solo estaría generando nuevos peligros potenciales, sino que sería
también la que define cuáles son los riesgos. Es, precisamente, la ciencia la que aporta
los conceptos y las normas metodológicas bajo las cuales dichos riesgos pueden ser
identificados y reconocidos. Y, por último, la ciencia también obtendría ganancias de estos
riesgos, en la medida en que es sobre la base de cómo son identificados y reconocidos
que construye nuevos campos de investigación y nuevos mercados.
A primera vista podría parecer que, dada esta triple caracterización de la ciencia como
causa, instrumento de definición y fuente de solución, en la época del riesgo solo existe
una autoridad: la ciencia. Sin embargo, quien pensase esto estaría incurriendo en un error
acerca de la naturaleza del riesgo, dice Beck:
1. Porque las ciencias operan con conceptos de probabilidad de sucesos y, por lo
tanto, nunca se puede excluir el caso más grave. Esto es: el riesgo cero no existe.
2. Porque si bien los expertos pueden aportar conocimientos más o menos seguros
sobre la probabilidad de un suceso, jamás podrán responder a la pregunta de cuál
de los riesgos es aceptable o no.
«En todas las afirmaciones de riesgo hay instaladas normas de tolerancia y aceptación
que se orientan hacia la moral, hacia los patrones culturales y las percepciones y, por
último, hacia la pregunta ¿cómo queremos vivir? Una pregunta que para responderla no
basta con ser experto»
Beck, 1999
Es por eso que, para el autor, la lógica de la producción y el reparto de los riesgos
sustituye a la de producción de la riqueza, dominante en la sociedad industrial. Si, en el
paradigma anterior, la desigualdad social consistía en el reparto y en la distribución de la
riqueza socialmente producida, ahora es el reparto, la minimización y la canalización de
los riesgos generados por el desarrollo económico y científico-técnico del proceso
modernizador.
¿ sabías que..?
Aunque ese reparto de los riesgos siga la lógica de la desigualdad de clases, se trataría
de una lógica diferente. Tanto si se trata del cambio climático, como del reparto de
sustancias tóxicas en el aire, los alimentos o el agua, estos riesgos se extienden a todo el
planeta. Por lo tanto, en lo que más adelante Beck denomina ‘la sociedad del riesgo
global’, los nuevos riesgos son de carácter mundial, supranacional y no entienden ni de
estados ni de clases sociales.
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1.2. Conflictos en torno al riesgo
Desde esta perspectiva, la sociedad se ve enfrentada a una serie de incertidumbres sobre
las que los expertos no pueden dar respuestas definitivas y, muchas veces, tampoco
mayoritarias. Asimismo, se produce una confrontación entre la racionalidad científica que
se justifica en la idea de progreso y una nueva racionalidad social que se basa en la
crítica de las consecuencias de ese progreso.
Ejemplo
De alguna manera, si bien la ciencia se hace cada vez más necesaria, resulta cada vez
más insuficiente para definir una ‘verdad’ socialmente aceptada. Por lo tanto, poco a poco
se va generalizando la idea de que los científicos no pueden seguir garantizando
certidumbres con respecto a los riesgos tecnológicos y ambientales, sino que deben
compartir sus dudas con el público.
Sin embargo, esta idea no predomina en la práctica de quienes gestionan estos riesgos.
De hecho, el primer conflicto en torno al riesgo es su definición. Mientras para los
expertos, el riesgo puede definirse técnicamente considerando la probabilidad de que un
daño ocurra y la expectativa de la magnitud del daño, el público general considera otros
factores a la hora de percibir riesgos.
Es por eso que el especialista en comunicación de riesgo Peter Sandman propone
distinguir entre el concepto de riesgo y el de peligro. Así, el cálculo técnico de riesgo sería
lo que el experto denomina ‘peligro’ (hazard) y todos los demás factores se llamarían
conjuntamente ‘ultraje o indignación’ (outrage). Por lo tanto, el riesgo para Sandman sería
la suma del peligro y el ultraje.
«La gente presta muy poca atención al peligro, mientras que los expertos hacen caso
omiso del ultraje. No es de extrañar, pues, que clasifiquen los riesgos de manera
diferente»
Sandman, 2006
Para este especialista, los factores de ultraje no serían distorsiones presentes en la
percepción del riesgo por parte de las personas, sino que serían partes intrínsecas de lo
que queremos decir por riesgo. En este sentido, una frase de Beck resulta muy ilustrativa
de esta cuestión: «los peligros en los cuales se cree son reales en sus consecuencias ya
que hacen que las relaciones se muevan, como saliendo al baile» (Beck, 1999).
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1.2.1. El problema de la percepción de riesgo
Pero, ¿cuáles son estos ‘factores de ultraje’ que pueden modificar el curso de una
situación de riesgo y transformarla en una auténtica crisis? Los expertos en percepción de
riesgos han identificado más de veinte factores. A continuación resumimos algunos de
los más importantes, según Sandman:
1) Voluntariedad: es sabido que las personas aceptan más un riesgo que se asume
voluntariamente que uno forzado. Por ejemplo, existe una diferencia sustancial entre que
nos obliguen a bajar una montaña con tablas resbaladizas y que decidamos ir a esquiar.
2) Control: cuando la prevención y la mitigación dependen del propio individuo, el riesgo
(aunque no el peligro) es mucho menor que cuando están en manos de un organismo
gubernamental.
3) Justicia: las personas que deben soportar riesgos mayores que sus vecinos, sin recibir
mayores beneficios, se sienten agraviadas.
4) Proceso: si da la impresión de que la institución que está manejando la situación es
deshonesta o arrogante, o si no dice lo que está pasando y no escucha y responde las
inquietudes de la comunidad, evidentemente, produce mayor indignación.
5) Moralidad: un determinado riesgo puede resultar moralmente inaceptable para una
determinada sociedad. Por ejemplo, imaginen a las autoridades diciendo que un
pederasta ocasional es un riesgo aceptable.
6) Familiaridad: las situaciones extrañas, derivadas de una alta tecnología, por ejemplo,
provocan más indignación que los riesgos conocidos (como los riesgos de accidentes en
el hogar o los que se derivan de manejar un vehículo).
7) Capacidad de ser recordado: una situación de riesgo, asociada a un accidente
memorable, hace que el riesgo sea más fácil de imaginar y, por lo tanto, se perciba como
más peligrosa.
8) Terror: situaciones de riesgo que se encuentran en estado latente durante un tiempo
prolongado suscitan más terror y, por lo tanto, mayor sensación de riesgo. Por ejemplo,
enfermedades como el sida o el cáncer cuando se las compara con un enfisema.
9) Difusión en tiempo y espacio: las situaciones de riesgo que están más concentradas
en tiempo y espacio se perciben como más peligrosas. Por ejemplo, no es lo mismo si el
peligro A mata a cincuenta personas anónimas al año en todo el país, que un peligro B
que tiene una probabilidad entre diez de devastar un vecindario de cinco mil personas en
algún momento de la próxima década. La evaluación de riesgos nos dice que las dos
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tienen la misma mortalidad anual prevista: cincuenta personas. Pero, la evaluación de
ultraje nos indica que el peligro A es, probablemente, más aceptable que el B.
A pesar de que muchos expertos en análisis de riesgos tienen nociones de percepción de
riesgos, muchas veces insisten en que únicamente los ‘datos’ y no el público ‘irracional’
deberían determinar las políticas de gestión de riesgo. Sin embargo, existe una amplia
literatura que indica que la voluntariedad, el control, la justicia y demás elementos son
componentes importantes de la definición que nuestra sociedad hace del riesgo.
«Cuando un gestor de riesgo sigue pasando por alto estos factores y sigue
sorprendiéndose por la respuesta de indignación del público, vale la pena preguntarse de
quién es el comportamiento irracional»
Sandman, 2006a
1.2.2. El problema de la credibilidad de las instituciones
Como vimos, los conflictos en torno al riesgo comenzaron con la energía nuclear hace ya
varias décadas y luego se han ido centrando en el uso de productos químicos en la
agricultura o en efectos de la contaminación atmosférica.
Ejemplo
En un principio, se pensó que estos conflictos derivaban de la ignorancia del público en
torno a lo que Sandman denomina ‘peligro’ y muchas de las estrategias de comunicación
de riesgo se centraron en tratar de hacer comprender al público los fundamentos técnicos
de dicho peligro. Sin embargo, poco a poco las ciencias sociales tomaron estos conflictos
como objeto de análisis, estudiando las variables psicológicas, sociológicas y culturales
que influyen en las actitudes hacia el riesgo.
Una de las conclusiones más interesantes de estos estudios sitúa a los conflictos en torno
al riesgo en una perspectiva diferente y que puede explicar muy bien por qué estos
conflictos resultan tan difíciles de gestionar, por ejemplo, para las instituciones públicas.
Ejemplo
De acuerdo con estos estudios, en su protesta contra la energía nuclear, el uso masivo de
plaguicidas o la contaminación atmosférica, el público no solo estaría preocupado por la
protección del entorno y la salud pública. Además, estaría protestando por una falta de
credibilidad en las instituciones, la desigualdad social, un sentimiento de amenaza en
contra de su libertad individual o su bienestar económico. Desde esta perspectiva, las
protestas por la ubicación de un cementerio radiactivo no solo serían protestas por la
posibilidad de que se puedan producir fugas radiactivas, además, pueden ser un
cuestionamiento de los mecanismos sociales de toma de decisiones o de distribución de
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los costes y beneficios asociados con la alta tecnología. Algo similar, ocurriría con la
instalación de antenas de telefonía móvil, o el consumo de productos transgénicos.
1.3. ¿Qué comunicar en situaciones de riesgo?
Como hemos visto, las investigaciones sobre percepción de riesgo han mostrado que el
público tiene su propia manera de enfrentar los riesgos y que, definitivamente, no es la
misma que los científicos utilizan para establecer riesgos desde el punto de vista técnico.
Si consideramos que comunicar el riesgo significa informar al público acerca de los
peligros potenciales definidos técnicamente, podríamos pensar que la comunicación de
riesgo es una tarea relativamente sencilla. Simplemente, se trataría de mejorar la
comunicación aplicando técnicas y herramientas que permitan hacer frente a las
dificultades en torno a un lenguaje técnico que habría que ‘traducir’.
Pero, entendiendo la comunicación de este modo, estaríamos obviado los factores
ultraje que consideramos anteriormente. Si nos restringiéramos a entender
comunicación de riesgo como a la transmisión de la información experta al público
experto, estaríamos tomando en consideración solo una función de la comunicación
riesgo.
de
la
no
de
En este sentido, la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo
(OECD, 2002) distingue cuatro funciones principales de la comunicación de riesgo:
1. Informar sobre los riesgos y dar a conocer las herramientas para el manejo de
esos riesgos.
2. Ayudar al público a manejar el riesgo, incidiendo en sus conductas y actitudes.
3. Fortalecer la confianza en las instituciones que evalúan y manejan riesgos,
brindando al público la seguridad de que los mecanismos establecidos para
manejar el riesgo son efectivos, eficientes, justos y aceptables.
4. Facilitar la participación en las decisiones relacionadas con el riesgo y en la
resolución de conflictos: dar a los grupos de interés y a los representantes del
público la oportunidad de involucrarse en los procesos de evaluación de riesgo y
en la resolución de conflictos sobre riesgos.
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1.4. Tipos de comunicación de riesgo
Por último, resulta interesante la clasificación propuesta por Sandman (2006) para
situaciones de riesgo que vincula los conceptos de peligro e indignación y sugiere
distintas estrategias de actuación para manejarlo.
1.4.1. Promover la precaución: alto peligro-bajo ultraje
Cuando la gente está insuficientemente preocupada acerca de un serio peligro, la tarea es
advertirla. Por definición, una baja indignación corresponde a un público indiferente y, por
lo tanto, captar y mantener la atención de este público será sumamente difícil.
El desafío será concebir un mensaje clave, expresarlo en el menor número de palabras
posible y hallar la manera de hacer que sea interesante.
Las buenas prácticas de este modelo se vinculan a la tradición de la comunicación para la
salud y la comunicación relativa a la seguridad. En ambas, lo que se busca es provocar
preocupación para motivar la toma de medidas de precaución.
1.4.2. Gestionar la indignación: bajo peligro-alto ultraje
Cuando la gente está excesivamente preocupada en pequeños peligros, la tarea es
tranquilizarla. En este caso, el público se muestra muy indignado y, precisamente, lo que
hay que hacer es reducir la indignación que sienten las personas escuchándolas,
reconociendo errores, pidiendo disculpas, compartiendo el control y el crédito, etc.
Dado que en este caso, el peligro es bajo, muchas veces uno de los obstáculos que
deben superarse es el propio enojo con la audiencia y afrontar la necesidad de centrarse
en la indignación, cuando lo que preferiríamos sería hablar sobre los aspectos más
técnicos del problema.
Los responsables de comunicación corporativa se refieren a esta situación como
‘comunicación de crisis’ dado que esta preocupación pública puede desembocar en una
crisis para la reputación y la rentabilidad de las empresas.
1.4.3. Comunicar durante la crisis. Alto peligro-alto ultraje
Cuando la gente está ‘apropiadamente’ preocupada sobre un serio peligro, la tarea es
ayudarla a enfrentar la crisis y guiarla para salir de ella. En este caso, el sentimiento del
público es más de temor y sufrimiento que de enojo. Por lo tanto, la tarea consiste en
ayudar a la audiencia a soportar su temor y desgracia. Algunas de las estrategias clave
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son evitar la confianza en exceso, compartir los dilemas, mostrar humanidad y empatía,
proponer actuaciones y reconocer la incertidumbre. Por supuesto, la realidad no es tan
simple.
En cualquier crisis específica, existe una diversidad de reacciones por parte del público.
Mientras algunos pueden estar insuficientemente preocupados, otros pueden estar
excesivamente preocupados o mostrar un nivel de preocupación acorde con el peligro
‘real’.
Para saber más
Peter Sandman tiene una página web íntegramente dedicada a la comunicación de riesgo
donde
pueden
consultarse
distintos
materiales
sobre
esta
temática:
http://www.psandman.com/
1.5. Resumiendo
Como vimos en la serie didáctica anterior, desde distintas áreas de la comunicación se
han producido fuertes críticas hacia los modelos que suponen que la comunicación sigue
un clásico esquema de estímulo-respuesta. Es decir, un emisor que envía un estímulo o
mensaje a un receptor que fácilmente decodifica su significado o, en otras palabras, que
la comunicación es la mera transmisión de información.
En contraste con esta idea, vimos que los modelos contextuales se están transformando
en las alternativas más frecuentes en el ámbito de la educación o la comunicación de la
salud. Para el caso de la comunicación de riesgo, queda claro que no basta con transmitir
información técnica a un público que entiende el riesgo desde una perspectiva
completamente diferente a la de los expertos. En cambio, si se quiere evitar el conflicto en
torno al riesgo y llegar a un consenso, será preciso establecer una conversación entre los
distintos actores implicados en la que se aborde el concepto de riesgo desde los distintos
niveles de comprensión del significado del término.
Bibliografía
BECK, U. (1986): Risikogesellschaft: Auf dem Weg in eine andere Moderne. Frankfurt:
Suhrkamp. Versión en español (2006): La sociedad del riesgo: hacia una nueva
modernidad, Barcelona: Paidós Ibérica.
BECK, U. (1999): “La teoría de la sociedad del riesgo reformulada” (traducción de
Fernando Robles) en Revista Chilena de Temas Sociológicos, vol. 5, nº 4 (págs.11-43).
http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/polis/cont/1997/pr/pr13.pdf
Web: http://bioforumargentina.wix.com/bioforum
Blog: http://bioforumargentina.wordpress.com/
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JENSEN, M.; BLOK, A. (2008): “Pesticides in the Risk Society: The View from Everyday
Life” en Current Sociology, vol. 56, nº 5 (págs.757-778).
ORGANIZATION FOR ECONOMIC COOPERATION AND DEVELOPMENT (OECD),
(2002): Guiding document on risk communication for chemical risk management. París:
OECD.
SANDMAN, P. (2006): “Comunicación de riesgo: afrontar el ultraje público”, publicado
originalmente por U.S. Environmental Protection Agency Journal, nov. 1987 (págs. 21-22).
Traducción cortesía de Organización Panamericana de la Salud, Oficina Regional para las
Américas
de
la
Organización
Mundial
de
la
Salud
(OPS).
http://www.psandman.com/articles/facingS.pdf
SANDMAN, P. (2006): “Crisis Communication Best Practices: Some Quibbles and
Additions” en Journal of Applied Communication Research, vol. 34, nº 3 (págs. 257-262).
Web: http://bioforumargentina.wix.com/bioforum
Blog: http://bioforumargentina.wordpress.com/
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