Caída de Fernando De la Rúa

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“Juro hacer cumplir la Constitución, si así no lo hiciese, Dios y la Patria
me lo demanden"
María Florencia Beloso / [email protected] y Mauro Damián Arlando
“M
e siento bien, con la satisfacción del deber cumplido y deseando lo mejor para mi país. Concluyo una
etapa de mi vida donde he entregado lo mejor de mí para el país (...) quiera Dios alumbrar el camino de la
República”. Este fue el último discurso de Fernando De la Rúa en la Casa de Gobierno.
40 muertos y centenares de heridos fue el resultado de un nuevo quiebre institucional, esta vez sin intervención
de las Fuerzas Armadas, que concluyó con el gobierno de Fernando De la Rúa después de 740 días como presidente de
la Nación.
El 10 de diciembre de 1999 la fórmula de la Alianza (UCR-Frepaso) integrada por Fernando De la Rúa y Carlos
‘Chacho’ Alvarez se hace cargo del gobierno de la Nación tras ganarle el 24 de octubre por más del 10 % a la fórmula
presentada por el Partido Justicialista (PJ), integrada por Eduardo Luis Duhalde y Ramón ‘Palito’ Ortega. Luis Zamora,
diputado nacional (Autodeterminación y Libertad) afirma que De la Rúa "subió como una expectativa de cambio, donde
su carácter reaccionario y conservador, muy tradicional, de un político de toda una historia fue ocultado con el maquillaje
del Frepaso”.
La Alianza se formó el 3 de agosto de 1997 con el propósito de crear una nueva alternativa de poder para
ponerle fin al menemismo y responder a las demandas sociales de un gran sector de la clase media. “Esa alianza nació
ya con la mentira habitual de los dirigentes en campaña”, opina Luis Zamora. Por otra parte, el diputado nacional
(Soberanía Popular), Mario Cafiero afirma: “La Alianza era para ganarle al PJ. La unión del Frepaso, la centroizquierda y
los radicales fue alentada desde los grandes medios de comunicación”.
La primera victoria política de la Alianza fue en las elecciones legislativas del 26 de octubre de 1997, en la cual
Graciela Fernández Meijide superó en votos a Hilda ‘Chiche’ González de Duhalde. Por aquel entonces, la unificación
entre la UCR y el Frepaso comenzaba a ganar espacios estratégicos de lucha por el poder, y sus principales figuras
tenían cada vez más aceptación por parte de la sociedad.
Tras diez años de ejercer la Presidencia de la Nación, Carlos Menem le entregó a Fernando De la Rúa la
conducción de un país con más de un año de recesión económica, con elevados índices de desocupación e indigencia,
acompañado por un alto grado de corrupción política. Habidas cuentas de la situación imperante en la Argentina, la
Alianza se perfilaba como la fuerza política que podía revertir el estado del país y ponerle fin a la crisis de legitimidad de
los dirigentes políticos. “Tuvieron una gran posibilidad histórica de transformar la política porque tenían un gran apoyo de
la población. Incineraron la esperanza de la gente”, señala el periodista Omar López.
Crónica de una caída
A sólo 19 días de asumir, el Gobierno de la Alianza aplicó el denominado “Impuestazo”, con el cual comenzó a
perder la confianza popular ya que perjudicó los ingresos de la clase media, su sostén electoral. En enero de 2000 firmó
con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el crédito más importante de la historia argentina por 7400 millones de
dólares. Como consecuencia de esto, el gobierno se comprometió a implementar una reforma laboral, provocando el
primer paro general convocado por el dirigente gremial de la CGT disidente Hugo Moyano. “De la Rúa tuvo que cumplir
con el FMI, votando una ley de Flexibilización Laboral. Pero nadie se pregunta porque De la Rúa necesitaba acordar con
el Fondo. La respuesta es: para demostrar que era un alumno disciplinado de la política ortodoxa neoliberal”, afirma
Mario Cafiero.
Tras el escándalo, ante la sospecha que se había sobornado a varios senadores desde algún sector del Poder
Ejecutivo para que votaran dicha ley, Carlos Alvarez renunció. “Chacho en principio no se hace eco de esas denuncias.
Se hace bastante el distraído y después cuando estalla el escándalo tiene que mostrarse absolutamente al margen”
asegura Mario Cafiero. Reafirmando esta versión el periodista Martín Granovsky en su libro “El divorcio”. Cuenta de una
reunión en la Quinta presidencial de Olivos donde participaron Fernando De la Rúa; los ministros Federico Storani y José
Luis Machinea; el ex presidente Raúl Alfonsín, y Carlos Alvarez. En la misma, el ex vicepresidente contaba que al
enterarse de las coimas al principio se había hecho el “boludo” y luego no tanto porque “quedaría pegado”.
El principal implicado en esta causa parecía ser el ministro de Trabajo, una de las personas más apegadas al
vicepresidente, el peronista Alberto Flamarique. El presidente Fernando De la Rúa, luego que el escándalo se diera a
conocer por los medios de comunicación, nombró a dicho funcionario como Secretario General de la Presidencia.
Además el presidente ratificó en su cargo como jefe de la Secretaria de Inteligencia del Estado (SIDE) a Fernando De
Santibáñes, otro implicado en dicha causa. Se provocaron cambios en el Gabinete dándole esta situación más poder a la
UCR y todo esto provocó la ida de Carlos ‘Chacho’ Alvarez el 6 de octubre de 2000. Ese mismo día De la Rúa afirmó
que “aquí no hay crisis”.
Al cumplir un año de gestión, la imagen positiva del presidente bajó de 73 a 37, 5 por ciento. En el verano de
2001 se acordó con distintos organismos internacionales el denominado “Blindaje”. El 2 de marzo renunció como ministro
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de Economía José Luis Machinea y su cargo fue tomado por el economista y ministro de Defensa Ricardo López Murphy.
En sólo 15 días de gestión quiso implementar diversos ajustes que provocaron el repudio de diferentes sectores, en su
mayoría de la comunidad educativa de todos los niveles, particularmente secundarios y universitarios. Ambas CGT, la
Central General de trabajadores Argentinos (CTA), con la adhesión de partidos de izquierda y organizaciones de
desocupados, declararon una huelga general contra las medidas anunciadas. López Murphy renunció a su cargo. El
gobierno de De la Rúa pasó de una crisis política sin resolver a una crisis económica. “Lo de Chacho y el clima
económico era un binomio imposible de resolver”, opina Mario Cafiero sobre el hecho.
Se decide convocar “al padre de la convertibilidad”, Domingo Felipe Cavallo para que se haga cargo del
Ministerio de Economía. “Chacho Alvarez apoyó esta decisión”, asegura Omar López. Al poco tiempo de asumir, se le
otorgaron poderes extraordinarios más conocidos como “superpoderes”. El ministro centró su política en mantener la
convertibilidad, “un peso, un dólar”. Para ello, incorporó a dicho plan, la misma paridad con el Euro. Se hizo un nuevo
acuerdo con los organismos multilaterales, denominado “Megacanje”. Se implementó el impuesto al cheque. Se decretó
la denominada “Bancarización” que forzaba a realizar todas las transacciones económicas a través de los bancos. Se
aplicó la política de “Déficit 0”, y para pagar la deuda pública se recortó un 13 por ciento los salarios de empleados
estatales y jubilados. Muchas provincias debieron emitir bonos para solventar sus gastos. Todo esto generó que en las
elecciones legislativas del 14 de octubre, el oficialismo perdiera en casi todas las provincias, por lo cual el PJ aseguró la
mayoría en ambas Cámaras. Una porción importante del padrón electoral no votó, voto en blanco o anuló su voto. En
algunos distritos, entre ellos la Capital Federal, este llamado “voto bronca”, superó el 40 por ciento del padrón, ocupando
el primer lugar.
La Convertibilidad era insostenible. Muchos bancos dejaban de vender dólares o los vendían a más de un peso.
En las calles del microcentro porteño aparecieron los llamados “arbolitos” que vendían la moneda internacional a un costo
mayor del establecido por la Ley. Durante todo el 2001 entre empresas y personas físicas, giraron al exterior un total de
15.915 millones de dólares. “La convertibilidad explotó a fines de noviembre, cuando en un solo día se fueron del sistema
financiero 1.230 millones de dólares y se tuvieron que cerrar los bancos”, dijo más tarde José Ignacio De Mendiguren, ex
presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA).
El primero de diciembre se establece el “Corralito”, medida impulsada para frenar los retiros de fondos que
estaban comprometiendo la continuidad de las entidades bancarias. El 10 de diciembre el FMI no giró el tercer tramo del
préstamo de 1264 millones de dólares, dando así por incumplido el acuerdo del blindaje económico. “El FMI decía: la
Argentina va a estallar. No tienen dólares. No les podemos seguir prestando. Que se declaren en moratoria o en
cesación de pagos y entonces, reestructuramos la deuda”, contó Luis Zamora. Pero la Argentina cumplió con su
obligación y pagó el día 14 de diciembre, en concepto de deuda, la suma de 700 millones de dólares, evitando así la
cesación de pagos.
Hasta la fecha había 14 millones de pobres en nuestro país. El 40 por ciento de los habitantes vivía en
condiciones de pobreza. Más de la mitad de los asalariados ganaba sólo 500 pesos al mes. En Capital y el Gran Buenos
Aires vivían 4,5 millones de pobres y, de éstos, el 60 por ciento provenían de la clase media. El índice de desocupación
ascendía al 18,3 por ciento (2.800.000 personas). En ese contexto, el gobierno de De la Rúa dio a conocer algunos
puntos del presupuesto para 2002: mantendría la baja de los salarios y jubilaciones y se estudiaba suprimir los
aguinaldos. Esa misma semana trascendió a través de los medios de comunicación que los senadores cobraban 10.000
pesos de salario más beneficios mensuales.
Cuenta regresiva
El miércoles 12 se llevaron a cabo varias movilizaciones contra el gobierno de las que participaron por separado
trabajadores asalariados ocupados y desocupados, pequeños y medianos propietarios, estudiantes, jubilados y
piqueteros. Se realizaron varios cortes de ruta en el país. Al mediodía, los comerciantes nucleados en la Coordinadora de
Actividades Mercantiles Empresarias (CAME), realizaron una caravana de autos hasta la Plaza de Mayo y un cacerolazo
frente al Cabildo. Al anochecer, convocaron a un apagón acompañado por el ruido de las cacerolas. Miles de
trabajadores estatales y desocupados se manifestaron, por convocatoria de la CTA, para ir a la Plaza de Mayo. Uno de
los oradores fue el dirigente, en ese entonces, de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV), Luis D’Elía, quien hacia un
llamado a los afectados por el “Corralito”: “A esa clase media que putea en sus casas les decimos que salgan a la calle”.
Convocada por las tres centrales sindicales (ambas CGT y CTA) se realizó, el jueves 13 la séptima huelga
general contra el gobierno de De la Rúa, alcanzando una alta adhesión en todo el país. “Este es un paro cuyos motivos
no están claros. Al parecer se vincula con las medidas bancarias”, fueron las palabras del Presidente.
En Pergamino unos 100 manifestantes, pertenecientes a la Corriente Clasista y Combativa (CCC), provocaron
incendios y destrozos en la municipalidad hasta que finalmente fueron desalojados por la Gendarmería. En el monumento
del General San Martín, en la provincia de Neuquén, se reunieron unos 5000 trabajadores estatales que fueron
reprimidos por la policía, usando gases y balas de goma. Tanto en Mendoza como en Rosario, se produjeron los
primeros saqueos.
Entre el viernes 14 y martes 18 los disturbios en las calles, el vaciamiento de los comercios y las manifestaciones
se expandieron por el resto del país. En Rosario los supermercados grandes y medianos abrieron sus puertas con
custodia policial; los pequeños cerraron, por considerar que no tenían garantías de seguridad. El mismo martes, el
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Ministro del Interior, Ramón Mestre, el de Desarrollo Social, Daniel Sartor y el de Trabajo, José Dumón, recibieron al
gobernador de Santa Fe, Carlos Reutemann y al Intendente de Rosario, Hermes Binner. La reunión fue concertada con el
fin de conversar sobre la situación en la ciudad santafesina, la segunda con más desocupación del país.
Ante esta situación, varios supermercados decidieron dar bolsos de comida. El gobierno, tras cinco días de
saqueos, resolvió distribuir ayuda alimentaria a los sectores más cadenciados del país.
El lunes 17 por la madrugada explotó, en un local de Acción por la República, partido liderado por Domingo
Cavallo, un artefacto lanzapanfletos, en donde aparecía la leyenda: “Se van todos o los echamos. Siempre habrá un
caudillo capaz de conducir una montonera”, firmado por el Comando Nacionalista Ricardo López Jordán.
Los distintos actos eran cada vez más multitudinarios. Comerciantes y familias enteras cortaron diferentes calles
de la Ciudad de Buenos Aires y fueron acompañados por los bocinazos de los autos, en repudio de la política económica
que provocó una fuerte caída de las ventas y restricciones para el uso de dinero en efectivo. Se pedía que “se cambien
todas las políticas o que se vayan”. En la provincia de Buenos Aires, varios vecinos se armaron y custodiaron sus
propias viviendas frente a los rumores a los posibles saqueos; no sólo a los comercios, sino también a las casas de
familia.
Desde hacía 10 días, la SIDE le informaba a De la Rúa que detrás de los saqueos se encontraba el gobernador
bonaerense Carlos Ruckauf. Los ministros más allegados al Presidente, aconsejaron que él mismo diera a conocer a
través de un mensaje dirigido al pueblo, que el peronismo estaba involucrado en las revueltas. Además, se manejaba la
hipótesis de que iban finalmente a producir un estallido social en el Gran Buenos Aires. El diputado nacional del ARI,
Eduardo Macaluse, opinó que “el PJ fue responsable por los saqueos. Había zonas liberadas con la complicidad del
accionar pasivo de la policía”. Ruckauf logró frenar el intento de De la Rúa de querer responsabilizarlo, convocando a una
reunión urgente con el gobierno. Este encuentro, fue tomado por el Presidente, como la oportunidad para lograr un
acuerdo con el PJ, estabilizar la situación de crisis por la que estaba atravesando el gobierno integrando dirigentes
peronistas al gabinete. Chrystian Colombo, jefe de Gabinete, se reunió con el gobernador bonaerense en un hotel
céntrico de la Ciudad de Buenos Aires. Carlos Ruckauf no sólo rechazó integrarse al gobierno, sino que además no
ofreció ningún apoyo.
Esa misma noche, en la Casa Rosada, ante los periodistas acreditados De la Rúa aseguró: “No encontramos
motivos para que haya una magnificación de estos episodios. El problema existe, pero no debe ser motivo de alarma o
de hablar de un conflicto”
Cacerolazo
“¿Es conveniente que vaya a la reunión?”, preguntó De la Rúa, “si”, le respondió el jefe de Gabinete.
El miércoles 19 amaneció con gran parte de la provincia de Buenos Aires saqueada. La Iglesia había convocado
a una reunión a los principales dirigentes del país para buscar una salida a la crisis que se estaba atravesando. Cedió la
sede de Caritas. En principio, la reunión tenía como objetivo cambiar el rumbo económico del país y definir la manera en
que se iba a dar asistencia alimenticia a muchas provincias para evitar los saqueos. “Nada de lo que hablamos es
posible si Cavallo sigue en el ministerio de Economía” decía por entonces, Osvaldo Cornide, titular de la Confederación
Argentina de la Mediana Empresa (CAME), rompiendo el hielo y llevando el debate a la cuestión central. En esos
momentos,De la Rúa se hace presente junto con su vocero Juan Pablo Baylac. “La concertación debe darse con o sin De
la Rúa”, indicó Rodolfo Daer, secretario General de la CGT, en ese instante. Los reclamos al Presidente se centraron en
la renuncia de Domingo Cavallo. El primer mandatario dejó claro que el rumbo económico no se iba a cambiar. De la Rúa
salió de la sede de Cáritas y se dirigió a la Casa de Gobierno que se encuentra a solo 200 metros. En el camino fue
abucheado por personas que se encontraban en la calle y recibió un piedrazo en la luneta del auto. En cuanto llegó a la
Casa Rosada le comentó a Hernán Lombardi, ministro de Turismo, que lo estaban dejando solo. Raúl Alfonsín y los jefes
de los diputados y senadores radicales, Horacio Pernasetti y Carlos Maestro esperaban a De la Rúa en un despacho. Le
exigieron la renuncia de Domingo Cavallo. Luego el Presidente recibió al gobernador de Río Negro, Pablo Verani, quien
le hizo el mismo pedido. De la Rúa le comunicó que el ministro ya había renunciado y que a la brevedad lo anunciaría por
los medios. La Cámara de Diputados le había dado media sanción a la derogación de los “superpoderes” que tenia
Cavallo.
Aquella tarde se produjeron los primeros muertos por los saqueos en el Gran Buenos Aires. Propietarios de
pequeños comercios mataron a dos saqueadores: en Villa Fiorito (Lanús) murió de un tiro en la cabeza Diego Avila de 24
años y en Steffi (Libertad- Merlo), el suegro del propietario de un local mató de tres balazos a Cristian Eduardo
Legembre, de 20 años.
Carlos Ruckauf se comunicó con Chrystian Colombo para pedirle que se decrete el Estado de Sitio y solicitarle
apoyo de la Gendarmería nacional. “Cuando De la Rúa estaba trabajando la idea de declarar el Estado de Sitio, el PJ
estaba en eso: extorsionar, miren que vamos a permitir los saqueos, saquen a Cavallo”, contó al respecto Luis Zamora.
En casi todas las provincias los saqueos eran cada vez más multitudinarios y habían ya muchas víctimas fatales.
En el hotel Élevage se reunieron Eduardo Menem, Ramón Puerta y Carlos Ruckauf en representación del PJ. Por
el gobierno estaban Colombo, Mestre, “Coti” Nosiglia, Rafael Pascual, el jefe de la SIDE Carlos Becerra y los
gobernadores de Río Negro y Mendoza, Pablo Veroni y Roberto Iglesias. El objetivo del encuentro fue en principio, tratar
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de llegar a un acuerdo con el PJ para formar un gobierno de unidad nacional. Quizás ésta era la última alternativa para
sostener lo que ya por ese entonces era insostenible, el gobierno de Fernando De la Rúa.
Era un hecho ya la renuncia de Domingo Cavallo. Chrystian Colombo negociaba con los representantes del PJ
sin hacer mención a la ida del ministro.
Entraba en vigencia el Estado de Sitio. El pueblo comenzaba a copar las calles. La reunión continuaba. “Cuando
dictaron el Estado de Sitio el pueblo se movilizó violando totalmente la autoridad presidencial. Desde ese momento, de la
Rúa se acabó” opina Mario Cafiero. Sin embargo, Fernando De la Rúa continuaba gobernando a la espera de buenas
noticias provenientes del encuentro con el PJ. Pero ya era tarde, debería esperar hasta la mañana siguiente cuando en el
desayuno que compartiría con Colombo, éste contara las novedades de la reunión definitoria.
Desde aquella reunión el peronismo ya le había bajado los pulgares al presidente, pero De la Rúa continuaba con
la ilusión de concretar el acuerdo. Las buenas noticias no llegaban. Sin embargo, Luis Zamora asegura que “El PJ
negoció con De la Rúa hasta el último momento. Quizás De la Rúa podía haber seguido con un gobierno de coalición.
Pero lo que rompe el proceso es que sale la gente el 19”. Por su parte, Mario Cafiero afirma que “a lo último, el PJ lo
dejó. Lo acompañó al cementerio pero no se enterró con él”.
A las 22.41 de la noche se emitió en cadena nacional un discurso grabado por la tarde, en el que Fernando De la
Rúa, amparándose en el Artículo número 23 de la Constitución Nacional, decretaba el Estado de Sitio por 30 días. El
presidente le decía a la gente: “Tengo clara conciencia del padecimiento de muchos compatriotas y es mi compromiso
trabajar para resolver la emergencia social, pero sé distinguir entre los necesitados y los violentos o delincuentes”. La
omisión de la renuncia de Domingo Cavallo en el discurso, sumando la implementación del Estado de Sitio, provocó un
fuerte cacerolazo. Primero en Belgrano y en Barrio Norte, y luego se extendió a los demás barrios, donde se cortaron
calles y se prendieron fogatas. Según Hebe de Bonafini, titular de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, “la clase
media salió a la calle porque le tocaron el bolsillo”. Por su parte Luis Zamora opina que el movimiento fue espontáneo.
Algunos noticieros continuaron largas horas al aire, provocando que muchos televidentes que seguían la transmisión, se
incorporaran al “cacerolazo”. La concentración masiva de familias enteras se dirigía con sus cacerolas a Plaza de Mayo,
el Obelisco, el Congreso Nacional, la quinta de Olivos y a la casa de varios funcionarios, incluyendo la de Domingo
Cavallo. Este último, pidió garantías para su seguridad personal y de su familia. Además, mandó a llamar al jefe de la
SIDE Carlos Becerra, para solicitarle un avión y poder dejar el país. Fue apedreada la casa de María Julia Alsogaray (ex
funcionaria menemista), Carlos ‘Chacho’ Alvarez y de Agustina De la Rúa (hija del presidente). Rompieron varios vidrios
de la casa del jefe de Gobierno Aníbal Ibarra, pero la policía logró disuadir a las personas con gases lacrimógenos. Juan
Pablo Baylac pedía que refuercen la guardia en la quinta de Olivos.
Algo semejante ocurrió en diferentes provincias como Santa Fe, Córdoba, La Pampa, Tucumán y Mendoza,
donde se produjeron varias manifestaciones e incidentes en las casas de los funcionarios.
A la una de la mañana se conoció la renuncia de Domingo Cavallo, noticia que llenó de alegría a la gente.
“Cuando renuncia Cavallo, yo estaba en el Congreso, y se comienza a escuchar el que se ‘vayan todos’. Hay una
explosión de alegría y la gente comienza a gritar contra De la Rúa, contra Menem, los militares y contra los dirigentes
sindicales. Contra todos”, cuenta Luis Zamora.
Miles de personas que se encontraban en el Congreso Nacional se dirigieron a la Plaza de Mayo, en donde un
grupo de manifestantes había colgado un cartel en el ministerio de Economía con la leyenda: “se alquila”. A partir de ese
momento, se produjo el primer ataque por la guardia de infantería de la Policía Federal, que estaba protegiendo la Casa
Rosada, con gases y balas de goma. “Fuimos con la gente hasta delante de todo y vimos que venían con gases.
Empezaron a tirar. Decidimos ir al Congreso. Nos juntamos todas las madres y decidimos redactar una carta para
mandársela a De la Rúa, pidiéndole que renuncie y saque el Estado de Sitio” relata Hebe de Bonafini.
Muchos manifestantes se defendieron con piedras. Varias personas, sobre todo las familias, salían corriendo.
Mientras eran dispersados por la Avenida de Mayo, atacaron varios locales de bancos y otros comercios. Pasadas las
tres de la madrugada, mientras los manifestantes que se encontraban en el Congreso comenzaban a dispersarse, la
Guardia de Infantería de la Policía Federal reprimía con gases, balas de goma y de plomo. La mayoría corría. Otros se
resistían y los enfrentaban. Jorge Demetrio Cárdenas, de 52 años, herido de tres balazos en la ingle, quedó sangrando
en las escalinatas del Congreso, y junto a otros dos manifestantes, fueron hospitalizados. Finalmente murió el 27 de julio
de 2002, aunque en su autopsia no se encontraron elementos para relacionarlo con las heridas sufridas ese día. Varios
intentos por llegar nuevamente a las escalinatas eran reprimidos por la policía, obligando a los manifestantes a
dispersarse por los alrededores.
La batalla final
“No nos podemos quedar acá. ¡Mirá lo que están haciendo!. Están arrastrando a los pibes de los pelos. Tenemos
que ir”, le decía Hebe de Bonafini a Evel Petrini (Beba) el jueves 20 a las 9.00 de la mañana, cuando por la televisión
pasaban la imagen de una joven que era arrastrada de los pelos por la policía. Mientras tanto, en horas tempranas, el
presidente Fernando De la Rúa se mostraba preocupado porque no había podido comunicarse con Cavallo para
anunciarle la aceptación formal a su renuncia. Pero los acontecimientos corrían a otra velocidad. Las reuniones y las
declaraciones siempre se adelantaban al Presidente. La situación lo desbordaba todo.
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La Plaza de Mayo amaneció atravesada por un vallado que la dividía en dos. Desde muy temprano iban llegando
cientos de personas, algunas que habían quedado desde la noche anterior y otras que se dirigían al trabajo.
Se sumaban militantes partidarios de Mohamed Alí Seíneldin, movimientos de trabajadores desocupados, el
Partido Obrero, el Movimiento al Socialismo e Izquierda Unida. “El 20 la manifestación fue organizada. Las consignas
cambiaron. Aparecían las banderas partidarias” cuenta Aurora Tumanischwili, militante de la CTA, diferenciando esta
manifestación con la del 19 ya que “esa noche no hubo nada organizado, a nosotros los militantes, nos había superado el
espontaneísmo de la gente. No había banderas partidarias, no se cantaban consignas políticas”, agrega.
“Chupete ya se va y el pueblo no se va” eran los cánticos que se escuchaban. El mensaje era claro: al pueblo no
lo saca nadie de las calles “que el estado de sitio se lo metan en el culo”.
A las 9.30 de la mañana la Policía Federal comenzó a desalojar la Plaza de Mayo. Las fuerzas de seguridad
atacaban con gases y balas de goma. La conmoción y el clima de violencia se reiniciaba otra vez. “La orden de reprimir
era del ministro”, asegura Hebe de Bonafini. Por otra parte, Luis Zamora afirma que “un funcionario me dijo que la orden
fue: ‘La plaza no se puede llenar. Hoy a la mañana hubo una reunión. De la Rúa dio la orden a la federal’”. Mario Cafiero
agrega que “hubo una clara directiva de sofocar a sangre y fuego la revuelta popular. Supongo que la orden vino de De la
Rúa. No creo que la policía tire sin tener una directiva”. “La idea de reprimir tuvo que ver con saldar cuentas con el
duhaldismo que se sabía que estaba operando”, afirma Omar López. Por su parte, Eduardo Macaluse asegura que “la
orden la dió De la Rúa y Mestre”.
Algunos grupos comenzaban a retroceder. Otros avanzaban. Unos pocos permanecían en el lugar. La mayor
parte se retiraba hacia las calles aledañas.
Las Madres de Plaza de Mayo se sumaron con un petitorio en el que pedían firmas, exigiendo la renuncia de
Fernando De la Rúa. “Las cosas se ponían pesadas. Los comisarios nos decían que teníamos pocos minutos para dejar
la plaza. Nos tomamos del brazo y armamos una fila en diagonal. La gente de infantería subida a los caballos se nos
puso adelante. Nos pegaban latigazos. Por atrás nos atropellaban. Empezamos a correr desesperadas como toda la
gente” cuenta Hebe de Bonafini.
La Policía Montada atacó a los manifestantes con látigos, gases lacrimógenos, balas de goma, y hasta utilizaron
un camión hidrante. Desde ahí se comenzaba a dispersar el centro de concentración hacia la calle Diagonal Norte, la
Avenida de Mayo y San Martín.
“¡Pare esta represión indiscriminada!”, con tono furioso, le ordenaba la jueza federal de turno, María Romilda
Servini de Cubría, al comisario Jorge Palacios, quien aseguraba no estar a cargo del accionar policial. En el lugar
también estaba Luis Zamora, quien había llegado alrededor de las 12.30 junto con el dirigente de Izquierda Unida,
Patricio Etchegaray. También se hacían presentes otros dirigentes políticos pero fueron abucheados, como el caso de
Moisés Ikonicoff, Mary Sánchez, María América González y Graciela Ocaña. El titular de Autodeterminación y Libertad
recuerda que el jefe del operativo le decía en ese momento que “no se puede estar bien con todos. De la Rúa me dijo
que si la plaza se llena que reprima. Vienen ustedes y me dicen que no reprima. Después viene la jueza Servini de
Cubría y me dice que sólo reprima si la gente toca las vallas”.
A pocas cuadras, en el barrio de San Telmo, estacionaron tres camiones llenos de manifestantes con palos que
avanzaba hacia la Plaza y la Policía Montada los atacó con gases.
Un grupo de personas llevaron una corona fúnebre al grito “Cavallo se murió”, y la colocaron en la valla que
protegía la Casa de Gobierno. La policía quería despejar el lugar, llevando a los manifestantes hacia la Avenida 9 de
julio. Las fuerzas de seguridad ganaban terreno a fuerza de disparos de gases y balas de goma. Cada tanto, la gente
volvía a la plaza y nuevamente era reprimida. Otros manifestantes optaban por armar barricadas en las calles aledañas
con los objetos que se encontraban a su alrededor: bancos de las plazas, carteles, gomas, para evitar el paso de los
caballos, y los prendían fuego para contrarrestar el humo de los gases lacrimógenos. Para defenderse tiraban piedras y
otros elementos que encontraban a su paso, y desde los balcones de los edificios de la Avenida de Mayo, no solamente
llovían insultos hacia la policía, “tiraban botellas, piedras y cascotes. Un policía de montada levantó el arma e intentó
disparar hacia el interior de un departamento”, cuenta Aurora Tumanischwili, quien estaba en el lugar.
Los motoqueros se encargaron de alertar a los distintos manifestantes sobre los movimientos de la policía.
Daban aviso a las ambulancias para atender a los heridos. También repartieron agua y limones para contrarrestar el
efecto de los gases. Muchos vecinos de la zona se solidarizaron con los manifestantes repartiendo paños mojados. El
calor era insoportable. “No repriman más, somos todos iguales, los enemigos están para el otro lado”, les decían los
manifestantes a los policías.
Por toda la Avenida de Mayo y las calles laterales se habían formado barricadas, utilizando los baños químicos
que se encontraban en las obras de los subtes.
Julio Talavera, de 28 años relató: “Eran las 15.30 y estábamos en el Congreso junto a otros compañeros de
HIJOS, cuando vimos que la infantería empezaba a disparar balas de goma y gases lacrimógenos. Entonces nos fuimos
a refugiar a una parada de colectivos en Rivadavia y Callao. En un momento trato de defender a una pareja a la que se
llevaban detenida, la mujer era ciega. Como consecuencia, recibí palos en la cabeza y un culatazo en la oreja izquierda”.
Aurora Tumanischwili comenta que “en la puerta de la confitería Plaza del Carmen, frente al Congreso, se encontraba
una mujer en silla de ruedas acompañada de una adolescente. Los policías le pegaron itakasos, la sacaron de la silla y la
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arrastraron. A metros del lugar un chico sangrado del cuello era arrastrado por la policía, se desmaya y lo dejan tirado en
la vereda”.
Según consta en la declaración presentada por el ex Presidente ante la jueza María Servini de Cubría, después
de finalizada la conferencia de prensa, en donde el primer mandatario había llamado al peronismo a un gobierno de
unidad nacional, De la Rúa se cruzó en los pasillos con el secretario de Seguridad Enrique Mathov y le preguntó si había
habido algún muerto en las calles. La respuesta fue no.
A las 16 horas, una vez que los manifestantes lograron cruzar la Avenida 9 de Julio en dirección a la Plaza de
Mayo, la policía comenzó a disparar con balas de plomo. “Esto fue a mansalva. No importa a quiénes se mataban, lo que
pedían o de donde venían. Era pegar y pegar con mucha ferocidad. No es que no fueron feroces con nuestros hijos pero
se podría decir que fue más selectivo. Esto fue a mansalva”, asegura Hebe de Bonafini.
Diego Lamagna murió en Bernardo de Irigoyen e Hipólito Yrigoyen, por un perdigón en su pecho. Algunas
versiones comentan que le dispararon desde un auto particular. A 50 metros, en Avenida de Mayo y 9 de Julio, un policía
uniformado le disparó en el tórax a Carlos Almirón y lo mató. Unos 50 motoqueros avanzaron con sus vehículos por el
centro de la Avenida de Mayo, mientras otros jóvenes lo hacían por los costados tirando piedras. Un grupo de cuatro
policías comenzó a disparar matando de un disparo en el tórax al motoquero Gastón Riva. En este choque se produjeron
casi una decena de heridos, algunos de gravedad.
En respuesta a las muertes, los manifestantes sobrepasaron la barrera formada por los patrulleros. Los policías
retrocedieron 300 metros. En la calle Chacabuco encontraron a un grupo de uniformados que se refugiaba en un garaje
descubierto del edificio del Banco HSBC. Los manifestantes le arrojaron una valla de hierro. Los policías contestaron con
balas de goma y gases. Las personas avanzaron sobre el banco, rompieron los cristales y desde adentro del edificio 4
personas de seguridad y algunos policías comenzaron a disparar a mansalva. Uno de los balazos entró por la nuca,
matando a Gustavo Benedetto, que corría hacia la Plaza de Mayo. Los manifestantes volvieron a atacar con piedras,
arrancaron un farol con el que armaron una barricada, pero un avance de la infantería los hizo replegar hacia la Avenida
9 de Julio, permitiendo la salida de los policías atrapados en el banco. A las 17.30 la Plaza de Mayo estaba
prácticamente vacía, salvo los periodistas y algunos manifestantes que lograron permanecer en el lugar. A las 18, una
columna de 500 personas avanzó sobre Diagonal Norte hacia la Plaza de Mayo. Mientras la policía disparaba gases y
balas de goma, una tanqueta avanzaba hacia la multitud y la montada perseguía a varios jóvenes por la calle San
Martín. Los manifestantes se dispersaron, incendiando autos que eran usados como barricada. Fueron destruidos varios
comercios y locales, entre ellos, bancos y los McDonald’s de la zona.
A las 19.00 horas, un pequeño grupo cerca del Obelisco, que se protegía de los gases lacrimógenos, fue atacado
por un grupo de policías que llegaron en una camioneta 4x4 doble cabina y en dos autos que se detuvieron cerca de las
esquinas de Carlos Pellegrini y Sarmiento. Se bajaron un policía de civil y uniformados que dispararon con escopetas y
pistolas 9 milímetros, matando a Alberto Márquez de dos balazos en el tórax y dejando herido en la cabeza a Martín Galli,
quien fue salvado de la muerte por otro manifestante.
Cerca de las 20 en varios barrios de la ciudad comenzaba un nuevo cacerolazo, que se dirigía al centro porteño.
En la zona del Congreso los choques callejeros continuaban. A partir de las 23 la gendarmería patrullaba las calles, por
orden de la jueza María Servini de Cubría.
Si bien el enfrentamiento que se produjo en la Ciudad de Buenos Aires entre los manifestantes y la policía fue el
más relevante por llevarse a cabo a metros de donde se encontraba Fernando De la Rúa, no fue el único caso. En zonas
del conurbano como La Matanza, hubo varios enfrentamientos en donde se produjeron muertos y decenas de heridos.
Además se registraron violentas luchas entre manifestantes y guardias de seguridad en La Plata, Bahía Blanca y Mar del
Plata. En Resistencia, Provincia de Chaco; en Córdoba Capital; en Santa Rosa La Pampa; Comodoro Rivadavia
Provincia de Chubut; Rosario Santa Fe; en Mendoza capital y San Rafael; Posadas Provincia de Misiones; Bariloche,
Neuquén; San Salvador de Jujuy.
En estos días de diciembre se produjeron 40 muertos (datos estadísticos) y centenares de heridos.
Ida, vuelta, ida
A las 16.15, De la Rúa a través de una conferencia de prensa llamó a la unidad nacional pidiéndole al peronismo
que se sumara al gobierno. Pero la decisión del PJ ya estaba tomada. Era un No rotundo. De inmediato sonó el teléfono
móvil de Colombo, era el presidente provisional del Senado, el misionero Ramón Puerta que le decía: “Me parece que ya
es tarde para probar con algo así”. Mientras tanto, el presidente del bloque de Diputados peronista, Humberto Roggero,
salía por televisión y negaba cualquier acuerdo con un gobierno al frente de Fernando De la Rúa.
El senador Carlos Maestro le decía telefónicamente a De la Rúa que “la situación es irrecuperable”.
La decisión estaba tomada. El primer mandatario redactó la renuncia, acompañado solamente, por pedido de él,
de su amigo y canciller Adalberto Rodríguez Giavarini, quien le sugirió que lo escriba a puño y letra.
Se sacaron fotocopias de la renuncia que fueron repartidas por Juan Pablo Baylac a cada uno de los periodistas
acreditados en Casa de Gobierno.
Por motivos de seguridad se decidió el traslado de De la Rúa en helicóptero, ya que en las calles reinaba el caos.
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Sorpresivamente el 21 de diciembre se presentó en la Casa Rosada. Ante la pregunta de un periodista sobre
porqué no había parado la represión, Fernando De la Rúa contestó que se dictó el Estado de Sitio y debió actuar la Ley.
Yo no estaba al frente de eso”. Omar López opina que “el mensaje al pueblo ‘es miren que duro y que fuerte que soy’.
Fue un mensaje a los que armaron todo, afirmándoles que ‘no tiene problema en cortar cabezas’”.
Como estaba previsto, se encontró con el ex jefe del Gobierno español Felipe González y derogó el Estado de Sitio. Luego
De la Rúa se retiró. Nicolás Gallo, secretario General de la Presidencia, le dijo que por lo menos diga frente a los medios lo
que había firmado recién. El ex presidente improvisó lo que fue su último discurso.
Fuentes y Bibliografía:
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Entrevistas realizadas a: - Luis Zamora (Diputado Nacional).
- Eduardo Macaluse (Diputado Nacional).
- Mario Cafiero (Diputado Nacional).
- Vilma Ripoll (Legisladora Porteña).
- Hebe de Bonafini (Titular de Madres de Plaza de Mayo).
- Omar López (Periodista).
- Liliana Belforte (Periodista).
- Aurora Tumanischwili, (Militante de la CTA)
“Argentinos” Tomo 2, Jorge Lanata.
“PIMSA 2003” (Publicación del Programa de Investigación sobre el Movimiento de la Sociedad Argentina).
“El Divorcio”, Martín Granovsky.
“20 años de democracia”, suplemento especial del diario Clarín (10/12/03).
“20 años no es nada”, suplemento especial del diario Página/12 (10/12/03).
“La caída de De la Rúa”, Equipo de investigación de Clarín (18/12/02).
Diario Clarín (19-20-21-29/12/01).
Diario Página/12 (19-20-21/12/03).
Diario La Nación (19-20-21/12/03).
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