ESQUEMA 7 LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL “TERCER MUNDO” Y

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ESQUEMA 7
LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL “TERCER MUNDO” Y SUS
PARTICULARIDADES.
DE
LA
“SUSTITUCIÓN
DE
IMPORTACIONES” A LA “EXPORTACIÓN DE MANUFACTURAS”.
Durante los últimos sesenta años, algunos países de los denominados
subdesarrollados pretendieron salir de esta situación, sobre la base de intentar “la
industrialización” a partir de transformaciones profundas en sus economías, y en buena
medida, intentando imitar las experiencias de industrialización del mundo desarrollado,
como si fuera una experiencia homogénea, modélica e imitable.
Aunque los caminos seguidos para conseguir “la industrialización” por estos
países, ha sido variada, y sus resultados muy dispares, numerosos analistas pretenden
simplificarla a partir de hablar de tres modelos:
a.
La Industrialización Sustitutiva de Exportaciones (I.S.I.), adjudicada
fundamentalmente a la experiencia latinoamericana (aunque en realidad, todos
los países del mundo pasaron por ella), consistente en intentar producir los
bienes industriales más sencillos (bienes de consumo básicos: textiles, calzado,
transformación de materias primas, etc), a partir de una industria nacional
(privada y pública), y por lo tanto, reducir la importación de esos bienes desde
el exterior (sustitución de importaciones). Se suponía que a partir de poder
garantizar el consumo de esos bienes con producción propia (siendo
“protegida” esta industria por los poderes públicos, con el fin de poder
consolidarse), la industria nacional podría ir ascendiendo en la producción de
bienes cada vez más complejos (bienes intermedios, y bienes de capital), en el
largo plazo, y con ello, consolidar la industrialización.
b.
La Industrialización Orientada a la Exportación (I.O.E.), en referencia a la
orientación que adquirió el proceso industrial en algunos países asiáticos
(Corea del Sur, Taiwán, Hong-Kong, Singapur, los denominados “dragones”),
en los años setenta-ochenta, cuando se especializaron en la producción de
productos manufactureros de consumo básico (textiles, calzado, electrónica
sencilla, etc.), con el objetivo de exportarlos al mercado mundial,
incrementando significativamente su participación en el comercio mundial,
especialmente gracias a su fuerte competencia (basada en salarios muy baratos,
abundancia de materias primas o regímenes especiales de producción).
c.
La Industrialización estatizante o de industrias “industrilizantes” (I.E.), en
relación a ciertas experiencia que se dieron en diversos países (Argelia, India,
Irak, etc.), que a partir de un cambio de régimen político drástico y la
instauración de un sistema político muy centralizado (de partido único), se
intenta la industrialización desde el Estado, favoreciendo a través de
importantes inversiones la instalación de la industria pesada y de bienes
intermedios, con el fin de dotarse del instrumental básicos para posteriormente
producir todo tipo de bienes de consumo sobre la base de una estructura
industrial propia. Se trataría de una industrialización “desde arriba hacia abajo”
(desde los bienes más complejos a los más sencillos), en contraposición a las
otras dos estrategias que se inician “desde abajo hacia arriba” (desde lo más
sencillo a lo más complejo).
El discurso neoliberal que inunda el panorama intelectual y político desde los
años ochenta ha “demonizado” las experiencias ISI e IE, e “idealizado” la ISE, con el
objetivo de que los países subdesarrollados orientaran sus estrategias de crecimiento e
industrialización hacia los intereses de este discurso: liberalizar sus economías,
desregularizar los mercados internos y las relaciones con el exterior, reducir
drásticamente el papel del Estado, etc.
AMÉRICA LATINA, 1950-1980. LA ETAPA EXPANSIVA E
INDUSTRIALIZADORA.
Durante el período 1950-1980 la región latinoamericana experimenta un período
de crecimiento muy significativo, ya que el PIB crece a una media anual del 5,5 %,
ritmo muy alto durante un período muy largo, treinta años. Este crecimiento fue
acompañado de grandes cambios económicos y sociales, cuya expresión máxima sería
un intenso proceso de urbanización (migraciones intensas del campo a las ciudades) y
modernización productiva (con especialización agraria – dualización -, industrialización
y crecimiento y diversificación de las actividades de servicios). Aunque los logros
conseguidos, y las transformaciones son muy diferentes según países, sus propios
procesos históricos y sus posibilidades, los cambios son más profundos y de mayor
calados en los grandes y medianos: Argentina, Brasil y México, especialmente, y en
menor medida Colombia, Venezuela, Chile, Perú, etc.
La nueva estructura productiva se caracterizó por un fuerte dinamismo del
sector agrario-ganadero exportador, la explotación de los recursos mineros y energético,
y en algunos países, la consolidación de una industria amplia de producto
manufacturados sencillos (hasta los años sesenta), y en menor medida complejos
(bienes intermedios y de capital elaborados por grandes grupos nacionales privados,
empresas públicas y empresas transnacionales). La consolidación de la industrialización
requería grandes apoyos públicos, a partir de una fuerte protección frente a la
competencia externa (aranceles, prohibiciones, regulaciones intensas), y apoyo directo e
indirecto a través de transferencias de recursos al sector privado (y a la sociedad) y una
política económica favorable a esta estrategia.
Muy pronto esta estrategia de crecimiento económico y de industrialización se
encontró con serios problemas: de eficiencia económica, de desequilibrios de diverso
tipo (empleo, desabastecimientos, externo), y de capacidad de sostenimiento financiero.
A partir de estas dificultades la estrategia gira hacia otros objetivos de industrialización,
incorporando como protagonistas a las Empresas Transnacionales y la Inversión
Extranjera Directa, en sectores económicos importantes, y también en la orientación de
la política económica e industria, para beneficiar a los grandes grupos económicos e
industriales, nacionales y extranjeros.
Cuando las dificultades se hicieron más grandes, y parecieran insalvables para
algunos países, surgen dos factores que parecieron hacer olvidar los graves problemas
económicos y sociales acumulados: los altos precios de ciertas materias primas (con el
petróleo a la cabeza en los años 1973-1982), y las posibilidades de endeudarse
crecientemente gracias a la abundancia de capitales a nivel internacional (surgimiento
de la Deuda externa impagable en los años ochenta).
A nivel social, aunque se aprecian mejoras significativas en diversos campos
(empleo, reducción de la pobreza, educación, salud, alimentación), las carencias al
inicio del período eran tan grandes, y la lógica del modelo de crecimiento económico
tan poco sensible a ellas, que los avances conseguidos parecieran mínimos al final de
los años setenta, dadas las enormes dimensiones de éstas.
A nivel de la población, asistimos a un crecimiento exponencial de la misma,
llegando a tasas de crecimiento demográficas “records” en el mundo, como
consecuencia de una reducción significativa de la mortalidad, sobre todo infantil, y una
fecundidad muy alta durante un período importante. Esto hizo elevarse la población, y
con ella, sus necesidades de empleo, educación, salud, vivienda, etc. A pesar del fuerte
crecimiento económico y de las transformaciones productivas señaladas, además de una
política económica y social que pretendía satisfacer ciertos mínimos que mejorara las
condiciones de vida de la población, muy pronto aparecieron graves problemas de
empleo (con amplias bolsas de subempleo e informalidad), de lentos avances en la
reducción de la pobreza, de mejoras significativas pero insuficientes en educación y
salud, así como una muy desigual reparto de la riqueza creada, de forma que la región
pasa por ser una de las más injustas y desiguales del mundo.
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