Mora del deudor y actualización monetaria

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Mora del deudor y actualización monetaria.
Autor: Alferillo, Pascual Eduardo
Publicado: La Ley 1987-B, 491
I. Introducción.
La Corte de Justicia provincial, en fecha 17 de setiembre de 1986, en autos "Ponte
Vázquez, Manuel c. Marcel, S.R.L. - Ejecutivo - Casación e inconstitucionalidad", se ha
pronunciado en una problemática bastamente debatida por la doctrina y jurisprudencia. En ese
decisorio debió meritar, dentro del ámbito de las obligaciones cartulares, como debe ser ubicada
una deuda dineraria instrumentada en un pagaré con cláusula "sin protesto", la posible
vinculación existente entre la constitución en estado de mora del deudor y la procedencia de la
actualización monetaria de la suma consignada en el documento desde la fecha de vencimiento,
entre otros temas.
Lo polémico y opinable del asunto sometido a examen quedó manifestado con la emisión
de tres votos disímiles. El primero, hace lugar a la actualización y rechaza el cómputo de los
intereses desde el vencimiento de la obligación. El segundo, casa la sentencia de Cámara
íntegramente y declara procedente ambos ítem desde la fecha de pago. Y el tercer
pronunciamiento, se sitúa en contra de la actualización e intereses sin la previa constitución en
mora del deudor.
En razón de ello y del contenido normativo del art. 209 de la Constitución Provincial en
vigencia, además de modificar parcialmente la sentencia recurrida, esta resolución se constituye
en doctrina judicial obligatoria para todos los tribunales inferiores, motivo que torna valedero
llevar a cabo algunas reflexiones en relación a la mora y la actualización monetaria.
II. La actualización monetaria de obligaciones dinerarias.
a) Breve reseña. La agudización en extremo del proceso inflacionario de nuestra
economía, hace más de una década, produjo la necesidad de revisar los criterios jurídicos
observados hasta ese momento por la doctrina y jurisprudencia, para morigerar las situaciones
injustas producidas en el campo patrimonial.
El Código Civil, elaborado en un tiempo de estabilidad monetaria y de plena
convertibilidad, receptó la tesis nominalista en su art. 619 y conc. y se constituyó en el primer
obstáculo para recepcionar, de inmediato, las teorías que imbuidas del concepto de justicia
distributiva, pretendían restablecer los desequilibrios producidos por la inflación de la economía
en las relaciones obligacionales.
Desde esta perspectiva, los autores nacionales receptaron las enseñanzas de Nussbaum,
de Alemania, y Ascarelli, de Italia, quienes habían elaborado un régimen diferencial para las
obligaciones en las cuales el dinero no constituye el objeto de la prestación sino el medio para
satisfacer la misma al tiempo del pago (deudas de valor); al distinguirla de las dinerarias, donde
el débito es una suma de dinero (deuda dineraria).
Para el primer tipo, le fue aplicable el reajuste por depreciación monetaria, toda vez, que
se meritaba que si bien la obligación se debía cumplir con la entrega de monedas de curso legal,
la cantidad que abonaría el deudor se encuentra sujeta a las variaciones del valor de lo tenido
como standard comparativo.
En cambio, no se le dio igual tratamiento a las obligaciones propiamente dinerarias, en
las cuales -se consideraba- el deudor cumple pagando la cantidad en la misma especie de moneda
pactada atendiendo el principio nominalista establecido en la normativa civil; aun cuando,
apareciera ello como muy injusto en una época de rápido envilecimiento monetario.
A partir de estas formulaciones jurisprudenciales fue menester recurrir a la teoría de la
imprevisión, la lesión y al abuso del derecho para remediar transitoriamente los pedimentos de
equidad impetrado ante los tribunales.
Más adelante, en el caso "La Amistad, S.R.L. c. Iriarte, R.C." (E.D., t. 74, p. 463 -Rev. La
Ley, t. 1977-D, p. 1) se consideró viable la revalorización de una deuda de dinero en relación con
la depreciación monetaria cuando el deudor hubiere incurrido en mora. Este criterio fue adoptado
por las Cámaras Nacionales de Comercio en el caso "Papelera Alsina, S.A. c. Amedo, José"
(E.D., t. 75, p. 611 - Rev. La Ley, t. 1978-A, p. 267), para actualizar las deudas dinerarias en los
procesos ejecutivos cuando se ejecutaban letras de cambios, pagaré o cheques.
Por su parte, esta doctrina de actualizar las deudas únicamente cuando se ha verificado la
constitución en mora del deudor, era la vigente en nuestros tribunales hasta el pronunciamiento
sujeto a comentario.
A la par de la evolución jurisprudencial se fue lentamente elaborando la tesis que
propiciaba la distinción, entre la mora y la repotenciación por desvalorización monetaria. En esta
corriente de pensamiento encontramos, entre otros autores, a Moisset de Espanés-PizarroVallespinos ("Inflación y actualización monetaria", Ed. Universidad, 1981), quienes insistían "en
que la mora del deudor nada tiene que ver en materia de actualización por depreciación
monetaria. No estamos -decían- aquí frente a un problema de responsabilidad civil sino que, por
el contrario, nos hallamos en la órbita del derecho monetario, en donde la indexación se produce
en razón de haber perdido la moneda poder adquisitivo".
Por su parte, recién, en el caso "Cinti, A. c. Larrere, Eldo R. y otro" (E.D., diario 6515
27/6/86)", la Corte Suprema de Justicia de la Nación opina de modo concordante, cuando analiza
la actualización de honorarios profesionales del abogado al expresar: "... si bien el art. 54 de la
ley 8904 de la Provincia de Buenos Aires (ADLA, XXXVII-D, 4130) supedita la procedencia de
la actualización monetaria de los honorarios regulados a la existencia de mora por parte del
obligado al pago, de ello no debe seguirse que el cómputo de la actualización comience a partir
de la época de la mora, sino que una vez que el condenado en costas ha incurrido en mora, nace
para el acreedor el derecho de percibir los honorarios regulados actualizados en función de la
desvalorización de la moneda desde el momento de la regulación...".
El contenido del fallo transcripto tiene importantes corolarios: 1) el máximo tribunal se
aparta del texto expreso de la ley para actualizar, lo que implica que no existiendo norma sobre
el particular es también procedente; 2) la carencia de mora debitoris obsta al ejercido del derecho
de percibir los honorarios y 3) descarta al retardo culpable como presupuesto para la procedencia
de la actualización, la cual debe ser computada desde la fecha del auto regulatorio.
La doctrina judicial transcripta, resulta necesario destacar, ha sido elaborada sobre una
hipótesis considerada como una obligación de valor (C.S.N. 3/3/77, "Acha c. CAP La Negra",
J.A., 1977-III, p. 236), por cuya razón subsiste la duda de su aplicación a las deudas pecuniarias.
Del breve recuento de las principales expresiones jurisprudenciales y doctrinarias vertidas
sobre la actualización de las obligaciones dinerarias se colige la trascendencia del fallo anotado,
toda vez que admite en este tipo de deudas el reajuste por depreciación monetaria desde la fecha
de vencimiento impresa en el pagaré con prescindencia absoluta de la constitución en mora del
deudor. Es decir, se da consagración legislativa a la tesis que opina que toda deuda es
actualizable a partir del momento fijado por el pago, sobre la base de que la cantidad de moneda
establecida pierde poder adquisitivo a partir de esa fecha.
b) La repotenciación de una suma dineraria, no es un accesorio del capital. Los
pensamientos económicos clásicos enseñaban que la moneda cumplía las funciones de
instrumento de cambio, de medida de valor o precio de los demás bienes y servicios, y la de
medio legal de pago en razón de su poder cancelatorio. Pero era necesario, para una moneda con
estas funciones, que su valor se mantuviera estable o con variaciones mínimas que pasaran
desapercibidas.
Para ello, en primer momento, se recurrió, con el propósito de ser utilizado como patrón
de medida, a materiales cuya estructura permanecía, inalterable como es, entre otros, el oro. Más
adelante, se produce la mutación del concepto de moneda al crearse la moneda de papel, la cual
impreso en el billete el numerario representaba exactamente la cantidad de metálico que tenía de
respaldo. Este tipo fue suplido por el papel moneda emitido por el Estado sin garantía, con
circulación forzosa y poder cancelatorio emergente de la voluntad de la ley.
Sin perjuicio de los tipos de moneda descripto, en los últimos tiempos, enseña Trigo
Represas ("Obligaciones de dinero y depreciación monetaria", Ed. Platense, 1978), se plasmó la
idea de la moneda como "servicio público a cargo del Estado, que ha de aumentar o restringir los
medios de pago en circulación en relación a las modificaciones experimentadas en el nivel de los
precios, para obtener así un control funcional sobre estos últimos...", para llegar finalmente "a
considerarla en base a las modificaciones intencionadas que efectúan los gobiernos, como un
complicado instrumento de la política económica social...".
Como se infiere de la evolución sufrida por la moneda, el hecho económico previsto y
legislado por Vélez Sársfield -moneda papel con plena convertibilidad- en la normativa civil, es
un supuesto fáctico distinto al objeto utilizado actualmente para la medida de los intercambios de
los bienes y servicios. Por esta razón estimamos que no es menester recurrir a esforzadas
interpretaciones para pronunciarse en favor de la repotenciación, sino que una vez comprendida
la existencia de una nueva realidad económica-monetaria buscar en el marco normativo la
solución más ajustada a equidad.
Teniendo como premisa que la moneda en circulación en estos tiempos no representa un
valor estable, ni mantiene su poder adquisitivo, cuando se la utiliza como parámetro de los
intercambios, se lo hace teniendo en cuenta que la cantidad de dinero a dar en pago en
compensación de lo recibido está en relación al tiempo fijado para ello. Por tanto, cuando se
difiere el vencimiento en el tiempo se efectúan las previsiones inflacionarias y determina el
monto abonable.
Es decir, el equilibrio de las prestaciones se debe dar al momento de su resolución tanto si
es una obligación pura y simple, condicional o a plazo, lo que constituye el sinalagma genético
de los negocios jurídicos.
Pues bien, desde esta perspectiva le asiste razón al doctor Bruni, quien en el caso
analizado destaca que "cuando las partes se unieron a través de una relación crediticia, no
hicieron otra cosa que representar, en una suma nominal, expresada en moneda de curso legal, un
convenio en el cual el cumplimiento de la prestación a cargo de una de las partes se difería en el
tiempo. Esta cifra constituía la prestación a cargo de una de las partes, cuya causa ha sido otra
prestación a su beneficio...".
En sentido concordante, la doctrina moderna (Mosset Iturraspe, Jorge, "Compra venta
inmobiliaria", p. 198; Venini, Juan Carlos, "La revisión del contrato y la protección del
adquirente", p. 139) conceptualiza el "precio" como la compensación equivalente al derecho
transferido o el cambio compensatorio por el objeto de la compra. A partir de esta idea podemos
afirmar que si el debitoris abona el precio en el tiempo previsto, se habría conservado la
equivalencia entre las prestaciones de conformidad a lo previsto en la causa de la obligación.
Pero, producida cualquier tipo de demora, sea ésta imputable a cualquiera de las partes o
un simple retardo, se verifica que el equilibrio de las prestaciones, por injerencia de un tercero
(el Estado), comienza a sufrir menoscabo en perjuicio de aquél que debe recibir la prestación
dineraria, pues el numerario pactado pierde poder adquisitivo con el transcurso del tiempo y la
existencia de inflación y de modo independiente de la voluntad de las partes del negocio.
Dentro de esta línea de pensamiento la Corte de Justicia Nacional ("Cinti, Aldo c.
Larrere, Eldo y otros, E.D., diario 6515, 27/6/86) ha fijado su criterio al expresar que la
concesión del reajuste dinerario "no revista desmedro patrimonial alguno para el deudor, sino
que reafirma el derecho de propiedad, pues la actualización del monto nominal no hace la deuda
más onerosa en su origen, sino que sólo mantiene su valor económico real frente al paulatino
envilecimiento de la moneda...".
Va de suyo, que la adecuación del capital en relación al menoscabo sufrido por la
depreciación del signo monetario, sea desde la constitución en mora o no, de modo alguno está
agregando un accesorio al capital debido, sino por el contrario, sólo se está integrando el mismo,
se está reponiendo la capacidad adquisitiva perdida por efecto del proceso inflacionario.
III. Conclusiones.
El fallo anotado, que posee una vasta gama de temas interesantes no agotados por cierto
en este comentario, permite colegir las siguientes conclusiones:
a) Que la actualización por depreciación del signo monetario es procedente para todas las
obligaciones dinerarias.
b) Que si se puede lo más, actualizar, deudas dinerarias, se puede lo menos, actualizar
todas las deudas de valor.
c) Que la actualización debe computarse de inmediato en las obligaciones puras y simples
y desde las fechas de vencimiento fijadas en las obligaciones a plazo.
d) Que la mora del deudor es irrelevante a los fines de reajuste dinerario.
e) La actualización monetaria, no agrega nada al capital, sino que únicamente concurre a
reponer la capacidad adquisitiva perdida por efecto de la inflación, manteniéndolo intangible,
causa por la cual no es un accesorio de éste.
f) Para mantener la intangibilidad del capital se debe mantener la equivalencia de las
prestaciones, tanto en la génesis de la vinculación obligacional, como al momento del pago. Es
decir, se debe conservar el sinalagma genético y funcional.
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