Demostración de que Jesucristo es el Mesías esperado por los

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Demostración de que Jesucristo es el
Mesías esperado por los hebreos
Tabla de contenido
Capítulo 1
-Por qué escribí este libro.........................................1
-Cual es la razón de los números que hay a la
izquierda de cada renglón en este libro...................4
-Resumen del capítulo 1...........................................5
Capítulo 2
-La profecía de Daniel de las 70 semanas
de años nos dice la época en que
vendría el Mesías...................................................6
-Resumen del capítulo 2.........................................17
Capítulo 3
-Isaías profetiza claramente el sacrificio
de Jesucristo ........................................................18
-Alejandro, César, Napoleón y Cristo....................26
-Resumen del capítulo 3.........................................27
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Capítulo 4
El profeta Malaquías advirtió que el Mesías
entraría en aquel Templo, y que tendría un
precursor; lo mismo profetizó Haggeo................28
-Resumen del capítulo 4.........................................34
Capítulo 5 Varias otras profecías
-El Mesías nacería en Belén. Jesucristo
nació en Belén.....................................................35
-El salmo 22 profetiza sobre Jesucristo..................36
-Profecía de David sobre la resurrección
de Jesucristo........................................................39
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-Veamos una profecía sobre los Reyes Magos.......39
-El Mesías cabalgando en un burro........................40
-El que derramó espíritu de gracia fue
traspasado............................................................41
-El Mesías nacería de una virgen ...........................43
-Resumen del capítulo 5.........................................45
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Capítulo 6
-¿Debe un sincero adorador de Dios cambiar
Sus leyes sin autorización divina? La Pascua.....46
-Los pecados se limpiaban con corderos, ¿cómo
se limpian ahora que no hay sacrificios?.............50
-Resumen del capítulo 6.........................................51
Capítulo 7
-La destrucción de las genealogías y el Mesías......52
-Hoy en día no existen genealogías. .......................58
-Resumen del capítulo 7.........................................59
Capítulo 8
Las genealogías y el sacerdocio.............................60
-El futuro sacerdocio judío va a ser espurio,
por cuanto no se tienen las genealogías...............65
-La ausencia del Templo es aviso de que Dios
se apartaba de ellos..............................................66
-Resumen del capítulo 8.........................................67
Capítulo 9
-¿Es Jesucristo el Hijo de Dios?.............................68
-Resumen del capítulo 9.........................................78
Capítulo 10
-Calumniar a Cristo es más fácil que leer la
Escritura, pero más dañino para el calumniador....79
-Resumen del capítulo 10.......................................81
Capítulo 11
-Profecías del Antiguo y el Nuevo Testamento
nos indican que los judíos se convertirían
a Cristo al final de los tiempos............................82
-El Mesías vendría dos veces: una como
Cordero de Dios y otra como Rey del Mundo.....84
-Resumen del capítulo 11.......................................88
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Jesucristo es el Mesías
esperado por los hebreos
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Por qué escribí este libro
Quien sea un creyente de buena fe, y considere
que su creencia es la correcta, o que simplemente es
la mejor, debe predicarla para beneficiar a otros.
Debe ser un propagador de su fe. No debe
“comérsela” él solo, sin importarle lo que le suceda
eternamente a otros. Callar nuestra creencia es
egoísmo cruel, pues al hacerlo condenamos por
toda la eternidad a los que no tienen nuestra
salvadora fe. El que no predica su fe es porque
desprecia a los demás seres humanos, porque no le
importa su eterno destino, o porque no está seguro
de que la suya sea la verdadera o la mejor. Tan
simple como eso. Por eso yo propago mi fe a todos,
incluyendo a los judíos.
El propósito de este libro es ayudar a todos los
hebreos de buena fe a comprobar que Jesucristo
es el Mesías. Lo hago, para que al comprobarlo,
puedan obtener la salvación de su alma, aceptándolo
como el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo.
Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y los demás
antecesores sacrificaban un cordero para limpiar sus
pecados. Ellos lo hacían porque habían recibido el
conocimiento de que Dios enviaría a su Mesías, que
era el Verdadero Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo. Hoy en día algunos ignorantes
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califican de salvajismo el sacrificio de corderos que
para limpiar sus pecados hacían los judíos fieles en
épocas anteriores a la destrucción del Templo por
los romanos. Eso no era un salvajismo, era un
simbolismo de lo que ellos sabían que ocurriría
algún día. Ese Cordero de Dios era Jesucristo. Por
eso después de su sacrificio Dios permitió que
terminaran los sacrificios de corderos en el Templo.
El motivo de este libro es demostrar a los
judíos que creen en las Escrituras de Moisés y los
profetas, que Jesús es el Mesías, el Verdadero
Cordero de Dios. No me baso para afirmar esto, en
libros escritos por “sabios”, sino en las Escrituras
hebreas, es decir, en el Antiguo Testamento. No
estoy aquí trayendo la opinión de curas, rabinos o
pastores, a los que sus seguidores llaman “sabios”.
El único Sabio es Nuestro Creador, que nos dio las
Escrituras de los profetas, para que guiáramos por
ellas
nuestro
comportamiento.
Para
que
alcanzáramos el conocimiento de quién sería y
cuándo vendría el deseado Mesías. Si leemos las
Escrituras veremos que el Mesías iba a tener dos
venidas a la Tierra. Una como cordero, a dejarse
sacrificar por los pecados de los que aman a Dios.
Otra como Rey del Mundo, para gobernar con vara
de hierro. La Primera Venida ya fue llevada a cabo
con el nacimiento, vida sin pecados, crucifixión,
muerte y resurrección de Jesucristo. La Segunda
Venida está por venir, y no se halla muy lejos en el
tiempo.
Cuando una persona cree de buena fe tener una
verdad que pueda beneficiar a otros, su deber es
compartirla. Eso es lo que estoy haciendo.
Dios no nos da las Escrituras para que
tengamos que depender de otros para
entenderlas. El Creador da Su Palabra para que
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cualquier ser humano pueda entenderla; lo mismo
un sabio que un pescador. No obstante, como
siempre ocurre, surgen unos aprovechados que
pretenden hacernos creer que si no es a través de su
personal “inteligencia genial”, o a través de su
“divina unción”, nosotros, simples mortales, no
podemos llegar a saber qué es lo que Dios quiere de
nosotros.
El día que nos enfrentemos al Juicio Final, no
nos van a preguntar qué era lo que nos enseñaban
nuestros pastores, rabinos o curas, sino, qué era lo
que decía la Sagrada Escritura. Es por eso que en
este libro no se va a mencionar la opinión de ningún
rabino, cura, pastor o sabio teólogo, sino lo que
dijeron los verdaderos profetas de Dios.
El clero de todas las religiones por lo general
“vive de su cuento” y nos cobra muy caro para
“enseñarnos” lo que ellos dicen ser el producto de
su “sabiduría” y de sus muchos estudios. Dios le da
oportunidad a todos los humanos a buscar la verdad,
no tenemos que depender de otros.
Yo les aconsejo a los que lean este libro, que
busquen un Antiguo Testamento, escrito en
hebreo, impreso en una imprenta ortodoxa, para
que comprueben la veracidad de los argumentos
aquí esgrimidos. No usen traducciones a idiomas
corrientes, porque cuando esos traductores llegan a
aquellos pasajes que demuestran que Jesucristo es el
Mesías, los intereses creados hacen que distorsionen
la traducción. Lo escrito en hebreo no está
distorsionado, sobre todo los ejemplares antiguos
que se hallan en bibliotecas.
Los ejemplares antiguos son confiables, por varias
razones. Primero, los judíos que son verdaderos
creyentes no han permitido que se distorsione la
Palabra de Dios. Segundo, los que hacen
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traducciones del hebreo al inglés, al español o a
cualquier otro idioma, no tienen temor de que los
descubran, porque los que saben hebreo no leen
esas alteradas traducciones, y los que no saben
hebreo no pueden impugnar la traducción.
Donde yo trabajaba laboraba también un
hebreo sabra, es decir, nacido y criado en Israel,
razón por la cual él leía y entendía perfectamente el
hebreo. El hombre no era religioso, ni se interesaba
en estas cuestiones, por lo cual no tenía opinión
prejuiciada. Como que ambos hablábamos inglés, él
me traducía al inglés lo que yo le preguntaba.
Yo tengo un Antiguo Testamento escrito en
hebreo, que me fue regalado por un amigo judío ya
fallecido, el cuál me lo trajo de Israel. Cuando yo
quería comprobar si lo que decía un pasaje del
Antiguo Testamento traducido por Reina-Valera,
concordaba con lo escrito en hebreo, yo fotocopiaba
el lugar y se lo llevaba a mi compañero de trabajo y
le pedía que me lo tradujera al inglés. Siempre que
lo hice, lo dicho por ese judío sabra concordaba con
la traducción Reina-Valera al español, y disentía de
traducciones rabínicas hechas en Argentina. Por eso
es que les aconsejo usar Escrituras antiguas en
hebreo, si es que ustedes saben el hebreo, o usar el
método que yo usé: utilizar a un sabra que no sea
religioso, a fin de que traduzca sin prejuicios.
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Cual es la razón de los números que hay a la
izquierda de cada renglón en este libro.
A mi modo de ver, todo escritor debe estar
accesible a la discusión sana y edificante; no
encerrarse en su “torre de marfil” sin permitirle a
nadie que discuta su teoría. Por eso yo doy acceso a
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que me impugnen lo que digo, porque considero que
de la sana discusión sale la luz. De esa manera, me
beneficio yo, porque me sacan de mis errores, si es
que los tengo, y se benefician mis interlocutores,
porque salen de los errores suyos si es que los tienen.
De los autores que he conocido ninguno ha deseado
jamás discutir por escrito y públicamente sus
doctrinas, o sus interpretaciones de la Escritura.
Dicen las cosas para que uno se las crea
dogmáticamente, por aquello de “magister dixit”. Y
si uno intenta impugnar con razones y argumentos,
por escrito, lo que ellos enseñan, contestan que no
desean “perder el tiempo” porque están “muy
ocupados”. De esa manera evitan que les demuestren
que están errados.
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Resumen del capítulo 1. Quien sea un creyente
de buena fe, y considere que su religión es la
correcta, o que es la mejor, debe predicarla para
beneficiar a otros. El propósito de este libro es
ayudar a todos los hebreos de buena fe a comprobar
que Jesucristo es el Mesías, el Cordero de Dios. De
esa manera alcanzan la salvación de sus almas.
El día que nos enfrentemos al Juicio Final, no nos
van a preguntar qué era lo que nos enseñaban
nuestros pastores, rabinos o curas, sino, qué era lo
que decía la Sagrada Escritura.
Como que yo no sé el idioma hebreo, me valía de
un judío sabra que trabajaba conmigo, el cual por no
ser religioso me traducía sin prejuicios. Les
recomiendo que hagan algo parecido,
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La profecía de Daniel de las 70 semanas de años
nos dice la época en que vendría el Mesías
Una de las profecías que con más exactitud nos
muestra que Jesucristo es el Mesías, es la de las
setenta semanas de años. Esta profecía nos indica el
tiempo que iba a transcurrir desde que Artajerjes dio
a Nehemías el permiso para la reconstrucción de
Jerusalem, hasta la venida del Mesías. Eso es lo que
vamos a tratar en este capítulo.
Como que la palabra “semana” actualmente se
usa solamente para nombrar un lapso de siete
días, es imprescindible demostrar primero que en
los días de Moisés y los profetas, la palabra también
se utilizaba para nombrar un lapso de siete años.
Si vamos a leer Gn 29:27-28 veremos que en este
pasaje se comprueba que, desde tiempos inmemoriales, uno de los significados bíblicos de la palabra
“semana” era el de un período de siete años. Aquí
se relaciona directamente, la palabra “semana”
con un período de siete años. Es importante
puntualizar esto, porque el significado este de la
palabra “semana” es la clave para la interpretación
de la profecía de las Setenta Semanas.
Después que Jacob fue engañado por su suegro
cuando éste le dio por mujer a Lea en lugar de a
Rachel, Labán le propuso a su yerno que trabajara
“otra semana”, para darle también a Rachel.
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“27 Cumple la semana de ésta, y se te dará
también la otra, por el servicio que hicieres
conmigo otros siete años. 28 E hizo Jacob así,
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Rachel su hija por mujer.” (Gn 29:27-28)
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Como vimos en el pasaje anterior, se le llama
“semana” a un lapso de siete años. También en
Levítico 25:8 vemos que se le llama “semana” a
un período de siete años. Los que no han leído la
Escritura ignoran que en ella se habla también de
“semanas de años”. En el siguiente versículo vemos
claramente que en ocasiones se llamaban
“semanas” a períodos de siete años.
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“Y te has de contar siete semanas de años,
siete veces siete años; de modo que los días
de las siete semanas de años vendrán a serte
cuarenta y nueve años.” (Lev 25:8)
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Vemos de nuevo en el recién leído versículo, que
la palabra “semana” se usaba también para indicar
un período de siete años. Sabido ya el antiguo uso
de la palabra “semana” para indicar un período de
siete años, vamos a leer la profecía contenida en el
libro del profeta Daniel, capítulo nueve.
Al comenzar el capítulo vemos que Daniel está en
busca de la voluntad de Dios, por lo cual oraba. De
eso nos enteramos al leer el capítulo nueve, desde el
versículo uno hasta el veintitrés, en el cual nos dice
que se le apareció un ángel que le hizo la siguiente
revelación. Analicen concienzudamente esta
revelación, para que vean que solamente
concuerda con Jesucristo.
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“24 Setenta semanas están determinadas
sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para
acabar la prevaricación, y concluir el
pecado, y expiar la iniquidad; y para traer la
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justicia de los siglos, y sellar la visión y la
profecía, y ungir al Santo de los santos. 25
Sepas pues y entiendas, que desde la salida de
la palabra para restaurar y edificar a
Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habrá
siete semanas, y sesenta y dos semanas. Se
tornará a edificar la plaza y el muro en
tiempos angustiosos. 26 Y después de las
sesenta y dos semanas se quitará la vida al
Mesías, y no por sí; y el pueblo de un
príncipe que ha de venir, destruirá la ciudad
y el santuario. Con inundación será el fin de
ella, y hasta el fin de la guerra será talada
con asolamientos. 27 Y en otra semana
confirmará el pacto a muchos, y a la mitad de
la semana hará cesar el sacrificio y la
ofrenda; después, con la muchedumbre de
las abominaciones será el desolar, y esto
hasta una entera consumación; y se
derramará la ya determinada sobre el pueblo
asolado.”
(Dn 9:24-27)
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De este importantísimo pasaje de la profecía de
Daniel sacamos en conclusión que Dios le estaba
revelando al profeta, que el pueblo judío pasaría por
tres períodos distintos.
El primer período era de siete semanas, o sea,
49 años, durante el cual se tornaría a edificar la
plaza y el muro en tiempos angustiosos. Esto
ocurrió en época de Nehemías; basta leer este libro
para comprobarlo.
El segundo período era de sesenta y dos
semanas, o sea, 434 años, que sumado con el
primer período formaban 483 años (49+434=483).
Después de esos 483 años vendría el Mesías como
dice el versículo 25, y después de su venida se le
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quitaría la vida, como dice el versículo 26, en forma
clarísima, y luego de eso la ciudad de Jerusalem y
su Templo serían destruidos.
De la lectura de esta profecía de Daniel sacamos
en consecuencia que:
a) Dios tenía determinado un período de 70
semanas de años para el pueblo de Israel.
b) El Mesías llegaría 483 años después de que se
diera la orden de restaurar a Jerusalem.
c) Al Mesías lo matarían después de ese período
de tiempo, es decir, después de los 483 años
posteriores a la orden de restaurar a Jerusalem.
d) Después de que se le quitara la vida al Mesías,
la ciudad de Jerusalem y el Templo, serían
destruidos, como ocurrió con Tito Flavio, hijo del
emperador Vespasiano.
e) Luego de estos dos períodos que suman 69
semanas de años, todavía quedaría un futuro
período de una semana de años, en el que Israel
volvería a ser parte de la profecía de Dios.
Esos son los siete años finales de la historia del
mundo. Los primeros tres años y seis meses de ese
período final de siete años, se distinguirán por la
aparición de lo que la profecía del Apocalipsis, (en
el Nuevo Testamento), denomina “los dos testigos”.
Estos dos testigos son dos profetas de Dios que
harán maravillas, al igual que en los tiempos
antiguos hacía Elías. Luego de estos primeros tres
años y medio, surgirá el antiCristo, durante los
cuarenta y dos meses restantes (tres años y medio).
Este personaje matará a los dos testigos de Dios, y
hará creer que él es el mesías, para luego exigir que
lo adoren, porque él es dios, y exigirá que se
marquen con el número 666, lo cual muchos
aceptarán.
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¿Cuándo comienzan a contarse los 483 años?
Sabido ya en resumen qué es lo que la profecía de
Daniel dice, vamos a demostrar ahora cómo esta
profecía del Mesías se cumple en Jesucristo. Para
saber cuándo se cumplen los 483 años, tenemos
primero que saber cuando comienza ese período.
Según la propia profecía de Daniel, desde la
salida de la palabra para restaurar y edificar a
Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habría siete
semanas, y sesenta y dos semanas, que hacen un
total de 69 semanas de años. Por lo tanto, vayamos
a enterarnos en la misma Escritura, cuándo fue dada
esa orden.
Este pasaje de Neh 2:1-6 es uno de los más
importantes en las profecías sobre el Mesías. En la
fecha dada en él se basa el comienzo del cómputo
de la profecía de las setenta semanas de años que
se hace en Dn 9:24-27. Ambos pasajes unidos son
un magnífico argumento para probar a los judíos
que Cristo es el Mesías en su Primera Venida; y a
los ateos, que la Biblia es un libro de Dios. Veamos.
Al comenzar este capítulo dos de Nehemías,
vemos que este personaje se halla en el año 20 del
reinado de Artajerjes. En ese momento aún
Jerusalem estaba destruida a consecuencia del sitio
que a ella puso Nabucodonosor en época de
Sedequías rey de Judá. Esto lo sabemos por lo dicho
en Neh 1:3 y lo pormenorizado por Nehemías al rey
Artajerjes en 2:3-5. En estos versículos se evidencia
que:
a) la gente que vivía en Jerusalem estaba en gran
mal y afrenta, debido a que los muros de la ciudad
estaban derribados y sus puertas quemadas;
b) la ciudad estaba desierta, es decir poca gente
habitaba en ella, esto se confirma en Neh 11:1-2
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donde vemos una especie de leva compulsoria para
reclutar habitantes para Jerusalem;
c) Nehemías pide al rey directamente, que lo
envíe a reedificar a Jerusalem, lo cual es señal cierta
de que aún no estaba reedificada. Además,
comprobamos allí, que en ese momento se estaba
dando a Nehemías, por parte del rey Artajerjes,
la orden de reedificarla así como la autoridad y
los medios para hacerlo.
Por todo lo anteriormente dicho, no cabe la más
mínima duda de que “la salida de la palabra para
restaurar y reedificar a Jerusalem” tuvo lugar el
año 20 del rey Artajerjes.
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“1 Palabras de Nehemías, hijo de Hachalías. Y acaeció en el mes de Chisleu, en el
año veinte, estando yo en Susán, capital del
reino, 2 que vino Hanani, uno de mis
hermanos, él y ciertos varones de Judá, y les
pregunté por los judíos que habían escapado,
que habían quedado de la cautividad, y por
Jerusalem. 3 Y me dijeron: El residuo, los que
quedaron de la cautividad allí en la
provincia, están en gran mal y afrenta, y el
muro de Jerusalem derribado, y sus puertas
quemadas a fuego.”
(Neh 1:1-3)
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El pasaje recién leído nos demuestra que en el año
20 del rey Artajerjes, todavía Jerusalem estaba
destruida, sin muros ni puertas para defenderse.
Veamos ahora cómo fue en este año 20 de
Artajerjes, que éste da la orden de restaurar a
Jerusalem.
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“1 Y fue en el mes de Nisán, en el año veinte
del rey Artajerjes, que estando ya el vino
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delante de él, tomé el vino, y dilo al rey. Y
como yo no había estado antes triste en su
presencia, 2 díjome el rey: ¿Por qué está
triste tu rostro, pues no estás enfermo? No es
esto sino quebranto de corazón. Entonces
temí en gran manera. 3 Y dije al rey: El rey
viva para siempre. ¿Cómo no estará triste mi
rostro, cuando la ciudad, casa de los
sepulcros de mis padres, está desierta, y sus
puertas consumidas del fuego? 4 Y me dijo el
rey: ¿Qué cosa pides? Entonces oré al Dios
de los Cielos, 5 y dije al rey: Si al rey place, y
si agrada tu siervo delante de ti, que me
envíes a Judá, a la ciudad de los sepulcros
de mis padres, y la reedificaré. 6 Entonces el
rey me dijo, (y la reina estaba sentada junto
a él): ¿Hasta cuándo será tu viaje, y cuándo
volverás? Y plugo al rey enviarme, después
que yo le señalé tiempo. ” (Neh 2:1-6)
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Pero no solamente el rey Artajerjes da la orden,
sino que también da autoridad a Nehemías, soldados
y recursos para llevar a cabo la obra, como podemos
leer en el libro de Nehemías.
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“7 Además dije al rey: Si al rey place,
dénseme cartas para los gobernadores de la
otra parte del río, que me franqueen el paso
hasta que llegue a Judá; 8 y carta para Asaf,
guarda del bosque del rey, a fin que me dé
madera para enmaderar los portales del
palacio de la casa, y para el muro de la
ciudad, y la casa donde entraré. Y me lo
otorgó el rey, según la benéfica mano de Dios
sobre mí. 9 Y vine luego a los gobernadores
de la otra parte del río, y les dí las cartas del
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rey. Y el rey envió conmigo capitanes del
ejército y gente de a caballo.” (Neh 2:7-9)
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Como hemos visto, la orden para la restauración
de Jerusalem fue dada el año 20 del rey Artajerjes.
Por otra parte Dn 9:25-26 dice claramente que
desde la salida de la palabra para restaurar a
Jerusalem hasta el Mesías, transcurrirían dos
períodos, uno de 7 semanas y otro de 62 semanas, o
sea, 69 semanas de años, lo cual representaba 483
años.
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“25 Sepas pues y entiendas, que desde la
salida de la palabra para restaurar y edificar
a Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habrá
siete semanas, y sesenta y dos semanas; se
tornará a edificar la plaza y el muro en
tiempos angustiosos. 26 Y después de las
sesenta y dos semanas se quitará la vida al
Mesías, y no por sí; y el pueblo de un
príncipe que ha de venir, destruirá a la
ciudad y el santuario; con inundación será el
fin de ella, y hasta el fin de la guerra será
talada con asolamientos.” (Dn 9:25-26)
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Si ahora vamos a la Enciclopedia británica, XV
Edición 1977, Micropaedia, volumen I, página 549,
veremos que el rey Artajerjes I que aquí se
menciona como dando la “palabra para restaurar y
edificar a Jerusalem”, reinó desde el año 465 al 425
a.C. Si este monarca comenzó a reinar en el año 465
a.C., el año veinte de su reinado sería el 445 a.C. Ya
sabemos que la cronología, tanto la bíblica como la
histórica, no es muy exacta, pero aún así podemos
basarnos en ella para encontrar la verdad.
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Pues bien, si desde el año 20 de Artajerjes (445
a.C.) hasta el Mesías, iban a transcurrir 483 años,
hagamos los cálculos y veremos que venimos a
caer en el año 38 después de Cristo. Es decir que
aún con la inexactitud de la cronología, el cómputo
nos hace llegar a la época de Jesucristo.
Pudiera algún aferrado alegar que el cómputo
cae en el año 38 y no en el 33, cuando Cristo fue
crucificado; ni en el año cero, cuando nació Jesús.
Pero eso es irrelevante por dos razones:
a) porque por ser inexacta la cronología, esos 5
años no son gran diferencia; incluso la cronología
actual tiene 4 años de error y,
b) en toda aquella época no surgió otro ser de
estatura mesiánica, aparte de Jesucristo.
Es decir, que nuestro problema no es tratar de ver
a cual de tres o cuatro personajes contemporáneos
unos de otros en aquella época, le sienta mejor la
cronología profética. Si hubiera habido otro
“mesías” con la estatura religiosa de Cristo, pudiera
haber dudas; pero no, él fue el único en todo aquel
período. Es lógico pues que el plazo se cumplía en
él aunque a esta distancia en el tiempo, exista una
pequeña inexactitud en el cómputo. Es decir, que
los creyentes en las Escrituras Hebreas tienen dos
alternativas: a) o Cristo es el Mesías en su Primera
Venida, o b) el profeta Daniel falló miserablemente en su predicción, cosa que un creyente
consideraría blasfema.
Una vez visto todo esto, podemos decir que
cualquier ateo honesto que quiera razonar sobre
el asunto, que tenga interés en investigar la verdad,
tiene que darse cuenta de que ahí tiene una prueba
del origen divino de la Biblia. Los dos pasajes que
prueban que Jesús cumple la profecía hecha sobre el
Mesías, pertenecen al Antiguo Testamento, o sea,
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pertenecen a lo que los judíos admiten y
administran. No puede existir en un ateo la
sospecha de que esos dos pasajes fueron
“arreglados” para que concordaran con
Jesucristo, puesto que: 1) los judíos ortodoxos no
“arreglan” la Escritura; y 2) porque aún en el caso
de “arreglarla”, jamás la arreglarían para demostrar
que Jesucristo es el Mesías.
Por lo tanto, si las pruebas de que el advenimiento
de Cristo estaba profetizado con exactitud,
descansan en pasajes que no pueden haber sido
arreglados, es justo pensar que la profecía esa se
cumplió. Y si a 483 años vista se profetiza un
evento singular, y más bien único, hay que llegar
a la conclusión de que el libro que lo contiene no
es, y no puede ser, de inspiración humana.
Si un ateo desea más pruebas de que la Biblia es
el Libro de Dios, puede leer mi libro “Las Cuatro
Últimas Potencias Mundiales” que se halla en mi
website www.bibleserralta.com. En él se demuestra
con pruebas ajenas a la Biblia, que la profecía del
capítulo 7 del libro bíblico de Daniel Profeta se está
cumpliendo actualmente. En esa profecía, hecha
hace casi 3,000 años se dice que las últimas cuatro
potencias del mundo serían Inglaterra, Rusia, China
y la Unión Europea.
Volvamos al tema. Recuérdese que lo de
Artajerjes fue un permiso oficial respaldado por
fuerzas del ejército (Neh 2:9), para reedificar a
Jerusalem, y no para reedificar el Templo, que ya
había sido mandado a reedificar por Ciro mucho
antes (Esd 1:1-4). Además, fue Artajerjes el que,
además de permiso y tropas, dio materiales de
construcción para reedificar la ciudad y la muralla
como ya vimos en Neh 2:8-9.
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Como para confirmarnos el doble uso de la
palabra “semana”, vemos que un poquito más
adelante en el mismo libro de Daniel, éste aclara
que las otras semanas de las que allí él habla, son
semanas de días. Tal vez, sabiendo que antes había
hablado de semanas de años, se cree obligado aquí a
aclarar que son semanas de días, para evitar
confusiones. Veamos.
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“No comí pan delicado, ni entró carne ni
vino en mi boca, ni me unté con ungüento,
hasta que se cumplieron tres semanas de
días.”
(Dn 10:3)
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Además de todos estos obvios datos y
razonamientos que nos demuestran que era
costumbre hablar de semanas de años, podemos
darnos cuenta de que cualquier judío que crea en el
Antiguo Testamento como palabra de Dios, tiene
que concluir que si en la profecía de las 70 semanas
se refiriera a semanas de días, entonces la profecía
no se hubiera cumplido. Digo esto, porque año y
pico (setenta semanas) después de comenzada la
reedificación de Jerusalem no la volvieron a
destruir. Como que cualquier creyente verdadero
sabe que las profecías de Dios no fallan, es
necesario aceptar que se tiene que estar refiriendo a
semanas de años. Efectivamente, más de 483 años
después de su reconstrucción fue destruida la ciudad
y el santuario; prueba de que se trataba de semanas
de años.
Para resumir, vamos a situarnos mentalmente en
aquel período de la historia hebrea que se vivió 483
años después del día en que fue dada la orden de
reedificar y restaurar a Jerusalem. Durante todo ese
período no se levantó otro ser de estatura mesiánica
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aparte de Jesucristo. Nadie puede mostrar un
profeta, un sumo sacerdote, un caudillo, ni
ningún otro personaje que cumpla la profecía de las
setenta semanas, como la cumplió Jesús. ¿Por qué
pues no aceptar a Cristo como Mesías? ¿Por lo que
puedan decir o pensar tus amigos? Lo malo es lo
que pueda pensar Dios cuando te presentes ante Él y
te pregunte que por qué no creíste a Su palabra, y
por qué amaste más la aprobación de tus amigos,
que la aprobación de tu Padre Dios.
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Resumen del capítulo 2. La profecía de las
setenta semanas de años, en el libro de Daniel,
capítulo 9, nos muestra certeramente cuándo había
de venir el Mesías. Los dos pasajes de Gn 29:27-28
y Lv 25:8 nos muestran cómo en la época bíblica la
palabra semana se usaba también para indicar un
lapso de siete años. Luego, en Dn 9:24-27 vemos
cómo el profeta Daniel anunció que el Mesías
vendría 69 semanas de años, o sea, 483 años
después que saliera la orden de restaurar a
Jerusalem. Luego de este lapso matarían al Mesías,
y luego el Templo sería destruido, y también la
ciudad de Jerusalem. Sin embargo, quedaba una
semana de años para el futuro, en la que Dios
volvería a manifestarse a Israel. De los 7 años de la
última semana, los primeros 3½ años Dios se
manifestaría por medio de los dos testigos que
describe en el Nuevo Testamento en el libro
Apocalipsis. Uno de esos dos profetas pudiera ser
Elías. No hay que olvidar que según el profeta
Malaquías, al final de los tiempos volvería Elías.
Durante la segunda mitad de esa semana (3½ años)
reinará el antiCristo, que impondrá su número 666,
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y que será aceptado por muchos y rechazado por
otros,
Vimos después en Neh 2:1-6 que el rey
Artajerjes, en el año 20 de su reinado, dio la orden
de restaurar a Jerusalem y le dio a Nehemías la
autoridad y los medios para hacerlo. Sabiendo que
según la Enciclopedia el año 29 de este rey es
aproximadamente el año 445 antes de Cristo, es
fácil darnos cuenta de que 483 años después viene a
caer en el año 38 de nuestra era cristiana. El único
ser de estatura mesiánica que se levantó durante ese
lapso, fue Jesucristo. Hay que tener ganas de no
creer, para no aceptar esta prueba,
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Isaías profetiza claramente el sacrificio de
Jesucristo
La última parte del capítulo 52 de Isaías forma
parte del mismo tema que se trata en todo el
capítulo 53, que es lo que en ese entonces era el
futuro sacrificio expiatorio de Jesucristo, el
verdadero Cordero de Dios. A partir del versículo
13 del capítulo 52, se ve que se está hablando del
Escogido de Dios.
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“13 He aquí que mi siervo será prosperado,
será engrandecido y ensalzado, y será muy
sublimado. 14 Cómo se pasmaron de ti
muchos, en tanta manera fue desfigurado de
los hombres su parecer; y su hermosura más
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que la de los hijos de los hombres. 15 Empero
él rociará muchas gentes; los reyes cerrarán
sobre él sus bocas; porque verán lo que
nunca les fue contado, y entenderán lo que
jamás habían oído.”
(Isa 52:13-15)
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En el versículo 52:14 se comprende que no se
debía esperar que el Mesías fuera un gran general,
un caudillo u hombrazo al estilo humano, porque
dice la profecía: “en tanta manera fue desfigurado
de los hombres su parecer”. Esa fue la razón por la
que Jesús fue rechazado por muchos de los judíos
de aquella época: ellos querían un caudillo
anonadante, un general victorioso, no un simple
carpintero que viniera a rociar con su sangre
expiatoria a muchas gentes, como se ve en 52:15.
Y cuando en ese versículo dice “gentes” incluye a
los gentiles, es decir, a los no judíos.
Lo escrito en 53:1-3 donde dice que sería
despreciado y desechado por el pueblo de Israel, el
cual escondió de Jesús su rostro, se cumplió
perfectamente en Jesús. Claro que no todo el
pueblo de Israel rechazó a Cristo. Hay que
recordar que en su principio, la Iglesia Cristiana
estaba formada por judíos solamente, judíos que
fueron perseguidos y asesinados por otros judíos
que no querían admitir que Jesucristo era el Cordero
Pascual, el Cordero de Dios, que como en los
sacrificios del Templo, quitaba el pecado de
aquellos que tenían fe en su sacrificio. Judíos que
no querían admitir a Cristo como Mesías.
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“1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y
sobre quién se ha manifestado el brazo de
Dios? 2 Y subirá cual renuevo delante de él, y
como raíz de tierra seca; no hay parecer en
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él, ni hermosura; verlo hemos, mas sin
atractivo para que le deseemos. 3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón
de dolores, experimentado en quebranto; y
como que escondimos de él el rostro, fue
menospreciado, y no lo estimamos.”
(Isa 53:1-3)
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Como se ve por lo hasta aquí dicho, estaba
profetizado que el Escogido de Dios, o sea, el
Mesías, sería despreciado por el pueblo de Israel.
¿Qué otra persona de estatura mesiánica ha sido
despreciada y desechada tan unánimemente por
el pueblo de Israel? ¿No nos indica ese mismo
desprecio y rechazamiento general, que Jesús es el
Mesías, el cual cumplió esta profecía de Isaías en su
Primera Venida? ¿Qué otro ser ha cumplido todo lo
que dice el pasaje leído? Si sólo Jesús cumplió
todo esto, ¿no indica ello que sólo Jesús es el
Mesías anunciado por Isaías? ¿Por qué pues
rechazarlo ahora que a posteriori pueden darse
cuenta de la realidad del cumplimiento de tal
profecía?
Los versículos 4-6 indican claramente cuál iba a
ser la función del Mesías: ser herido por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados, y aclara
luego que el mismo Dios cargó en él, (como se
cargaba en los corderos del sacrificio) , el pecado
de todos nosotros. ¿Qué más claramente puede
profetizarse que el Escogido de Dios, el Mesías,
venía a sufrir en su Primera Venida para llevar el
pecado de todos nosotros? ¿Qué otro ser de estatura
mesiánica puede uno pensar que cumplió esto, sino
sólo Jesús?
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“4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le
tuvimos por azotado, por herido de Dios y
abatido. 5 Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el
castigo de nuestra paz sobre él; y por su
llaga fuimos nosotros curados. 6 Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada
cual se apartó por su camino, mas Dios cargó
en él el pecado de todos nosotros. 7
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca:
como cordero fue llevado al matadero; y
como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, y no abrió su boca .”
(Isa 53:4-7)
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El versículo 8, hablando todavía del Escogido de
Dios dice bien claramente que sería muerto,
cortado de la tierra de los vivientes. Con esto
concuerda también la profecía de las setenta
semanas que dice claramente que el Mesías sería
muerto (Dn 9:26). Por lo tanto, si declara que sería
muerto, ¿por qué esperar que él venía a establecer el
Reino Eterno desde su Primera Venida? ¿Por qué
no darnos cuenta de que sobre el Mesías hay dos
tipos de profecías? Una en la que se habla de que
viene a morir, a sufrir, a ser despreciado, a redimir
al mundo; y otra en la que se habla de que viene a
reinar, a ser respetado, a castigar, a poner las
cosas en orden? ¿No es cierto? ¿Y no es Jesús, en
su pasada Primera Venida y su futura Segunda
Venida, el único que cumple esas profecías? ¿Por
qué, pues, no aceptar a Jesús como Mesías y
salvador?
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“De la cárcel y del juicio fue quitado; y su
generación ¿quién la contará? Porque
cortado fue de la tierra de los vivientes; por
la rebelión de mi pueblo fue herido.”
(Isa 53:8)
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“Y después de las sesenta y dos semanas
se quitará la vida al Mesías, y no por sí; y el
pueblo de un príncipe que ha de venir,
destruirá a la ciudad y el santuario; con
inundación será el fin de ella, y hasta el fin
de la guerra será talada con asolamientos.”
(Dn 9:26)
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¿No está bien claro también en el versículo 9 del
capítulo 53 de Isaías, que el Mesías moriría? El
que lea el evangelio verá cómo a pesar de haberse
dispuesto con los impíos (dos ladrones) su
sepultura, un senador de Israel, José de Arimatea,
hombre rico, pidió su cadáver a Pilato, cumpliendo
así lo que aquí dice “...mas con los ricos fue en su
muerte”.
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“Y se dispuso con los impíos su sepultura,
mas con los ricos fue en su muerte; porque
nunca hizo él maldad, ni hubo engaño en su
boca.”
(Isa 53:9)
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El versículo 10 habla claramente de la resurrección del Escogido de Dios, del Mesías, después de
su muerte, cuando dice que: después que hubiere
puesto su vida en expiación por el pecado, verá
linaje, vivirá por largos días. ¿Qué otro ser de
estatura mesiánica puede alegar que murió por los
pecados del mundo y resucitó, sino solamente
Jesucristo? ¿Por qué pues no aceptarlo? Los
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sacrificios de corderos que la religión israelí
efectuaba, no eran el reflejo de su supuesto
“salvajismo”, como muchos calumniadores tratan
de hacer ver. Esos sacrificios eran un simbolismo
del sacrificio que por nuestros pecados iba a hacer
Jesucristo, el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo.
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“Con todo eso Dios quiso quebrantarlo,
sujetándole a padecimiento. Cuando hubiere
puesto su vida en expiación por el pecado,
verá linaje, vivirá por largos días, y la
voluntad de Dios será en su mano
prosperada.”
(Isa 53:10)
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Por último, en el versículo 11 vemos cómo de
nuevo se aclara que se está hablando del Mesías,
cuando Dios lo llama “mi siervo justo”. O sea, que
no hay duda de que lo que se va a decir se refiere al
Mesías. Entonces dice que el Mesías llevará las
iniquidades del pueblo en sí mismo, para terminar
en el versículo 12 ratificando una vez más que ese
Mesías de quien se habla, moriría. Si el Mesías
moriría, ¿por qué decir que Jesús no era el Mesías
por el hecho de que murió?
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“11 Del trabajo de su alma verá y será
saciado; con su conocimiento justificará mi
siervo justo a muchos, y él llevará las
iniquidades de ellos. 12 Por tanto, yo le daré
parte con los grandes, y con los fuertes
repartirá despojos; por cuanto derramó su
vida hasta la muerte, y fue contado con los
perversos, habiendo él llevado el pecado de
muchos y orado por los transgresores.”
(Isa 53:11-12)
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Leamos ahora de corrido toda la Escritura
que antes leímos fraccionadamente.
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(Isaías 52:13) He aquí que mi siervo será
prosperado, será engrandecido y ensalzado, y
será muy sublimado.
14 ¡Cómo se pasmaron de ti muchos!, en
tanta manera fue desfigurado de los hombres
su parecer; y su hermosura más que la de los
hijos de los hombres.
15 Empero él rociará muchas gentes; los
reyes cerrarán sobre él sus bocas; porque
verán lo que nunca les fue contado, y
entenderán lo que jamás habían oído.
(Isaías 53:1) ¿Quién ha creído a nuestro
anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el
brazo de Dios?
2 Y subirá cual renuevo delante de él, y
como raíz de tierra seca, no hay parecer en
él, ni hermosura: verlo hemos, mas sin
atractivo para que le deseemos.
3 Despreciado y desechado entre los
hombres, varón de dolores, experimentado en
quebranto; y como que escondimos de él el
rostro, fue menospreciado, y no lo
estimamos.
4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros
le tuvimos por azotado, por herido de Dios y
abatido.
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Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el
castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga
fuimos nosotros curados.
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Todos nosotros nos descarriamos como
ovejas, cada cual se apartó por su camino,
mas Dios cargó en él el pecado de todos
nosotros.
7 Angustiado él, y afligido, no abrió su
boca, como cordero fue llevado al matadero;
y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, y no abrió su boca.
8 De la cárcel y del juicio fue quitado; y su
generación ¿quién la contará? Porque
cortado fue de la tierra de los vivientes; por
la rebelión de mi pueblo fue herido.
9 Y se dispuso con los impíos su sepultura,
mas con los ricos fue en su muerte; porque
nunca hizo él maldad, ni hubo engaño en su
boca.
10 Con todo eso Dios quiso quebrantarlo,
sujetándole a padecimiento. Cuando hubiere
puesto su vida en expiación por el pecado,
verá linaje, vivirá por largos días, y la
voluntad de Dios será en su mano
prosperada.
11 Del trabajo de su alma verá y será
saciado; con su conocimiento justificará mi
siervo justo a muchos, y él llevará las
iniquidades de ellos.
12 Por tanto,
yo le daré parte con los
grandes, y con los fuertes repartirá despojos;
por cuanto derramó su vida hasta la muerte,
y fue contado con los perversos, habiendo él
llevado el pecado de muchos y orado por los
transgresores.” (Isa 52:13-15 hasta 53:1-12)
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Alejandro, César, Napoleón y Cristo
Los griegos viven orgullosos de Alejandro Magno
y sus sangrientas batallas para conquistar el
mundo. Los italianos veneran a Julio César a pesar
de las sangrientas guerras que llevó a cabo. Los
franceses se ufanan de Napoleón Bonaparte, porque
conquistó un efímero imperio desangrando a
Francia y a toda Europa. Sin embargo, los judíos
están abochornados del judío Jesucristo, lo
desprecian, lo rechazan y algunos hasta lo odian, y
todo esto a pesar de que fue con su propia sangre
y no con sangre ajena, con su propio sufrimiento
y no con sufrimiento ajeno, con lo que nos
redimió de pecados y conquistó un duradero
imperio de miles de millones de súbditos
voluntarios.
¿Tienen ustedes razón hijos de Israel, para estar
abochornados de Jesucristo en vez de estar
orgullosos de él? ¿Tienen ustedes razón para
despreciarlo, rechazarlo y … hasta odiarlo? ¿Qué
cosa mala hizo Jesús contra su pueblo? Si luego
Roma, falseando las enseñanzas de Cristo, le ha
hecho daño a los judíos invocando hipócritamente su nombre, ¿es por eso Jesús digno de
desprecio y odio?
Eso es tan injusto como si los japoneses odiaran a
los judíos porque Albert Einstein, un judío genial,
inventó la teoría de la bomba atómica que los
americanos lanzaron en Hiroshima y Nagasaki. O
como si el mundo entero, ante el temor de un
holocausto nuclear, decidiera acabar con los judíos ,
o decidiera odiar a Moisés, David o Salomón,
porque Albert Einstein fue el que dio lugar a la
bomba atómica.
Jesucristo nunca hizo nada en contra de los judíos.
Odiar a Jesucristo, porque Roma usando su
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nombre persiguió a los judíos, es absolutamente
injusto.
El Antiguo Testamento, aprobado por los judíos,
habla cien veces más mal de los mismos judíos, que
el Nuevo Testamento. Éste, aunque rechazado por
los judíos, contiene sólo unos pocos reproches, y sin
embargo, está lleno de palabras de buena
voluntad hacia los judíos.
Examinen hijos de Israel la posición que contra
Jesucristo tienen muchos de ustedes, porque les va a
ser muy dificultoso mantenerla y defenderla
cuando, como todos los seres humanos, cada uno
tenga que comparecer ante el juicio de Dios en
presencia de Su Mesías.
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Resumen del capítulo 3. En el Antiguo Testamento hay dos tipos de profecías sobre la venida del
Mesías. Un tipo de profecía es sobre la Primera
Venida de Cristo, cuando vino como Cordero de
Dios a sufrir por nuestros pecados, como vimos en
la profecía de Isaías, capítulos 52 y 53. En esta
profecía se anuncia que sería rechazado por el
pueblo de Israel. También en Isaías 7:14 donde se
anuncia que nacería de una virgen. El otro tipo de
profecía es el que anuncia la Segunda Venida
cuando vendrá a reinar y poner el mundo en orden y
justicia,
El Catolicismo Romano, falseando las
enseñanzas de Cristo, le ha hecho daño a los judíos
invocando hipócritamente su nombre. No es lógico
ni justo que por ello los judíos le tengan mala
voluntad al judío Jesucristo. Ese judío conquistó y
puso bajo sus pies a millones de goim, usando su
propia sangre, y no sangre ajena como Alejandro
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Magno, Julio César y Napoleón Bonaparte. Los
pueblos de esos líderes viven orgullosos de ellos, el
pueblo judío detesta a Jesús.
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Capítulo 4
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El profeta Malaquías advirtió que el Mesías
entraría en aquel Templo, y que tendría un
precursor; lo mismo profetizó Haggeo
El siguiente versículo anunciaba que Dios
enviaría un mensajero a preparar el camino, y que
luego de eso vendría a su Templo, (aquel mismo
Templo) el Señor a quien buscaban los judíos, el
ángel del pacto, a quien ellos deseaban. Veamos.
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“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual
preparará el camino delante de mí; y luego
vendrá a su Templo el Señor a quien
vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien
deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho el
Dios de los ejércitos.”
(Mlq 3:1)
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A juzgar por lo aquí profetizado se enviaría un
mensajero previo, y luego el Mesías entraría
personalmente en aquel Templo, no en otro.
Todos sabemos que Juan el Bautista, con el espíritu
y la virtud de Elías, precedió a Jesús, preparando a
las masas, que por siglos no habían visto un profeta,
para el advenimiento de Jesús.
¿Qué otro ser de estatura mesiánica entró en
aquel Templo y fue precedido por un potente
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mensajero como Juan el Bautista? Ningún otro.
Por lo tanto, si Jesús no es el Mesías como opina la
mayoría de los judíos hoy en día, entonces esta
profecía falló miserablemente, cosa ridícula,
absurda e increíble para un judío creyente.
¿Qué otro personaje de estatura mesiánica,
fuera de Cristo, penetró en aquel Templo, cuál
otro ha sido precedido en su ministerio por un
mensajero precursor de la talla de Juan Bautista,
y quién otro, además reúne en su persona las
características y circunstancias que según se
anuncia en Daniel 9 e Isaías 52-53, iban a
acompañar al Mesías?
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Todo esto concuerda con lo dicho por el
profeta Haggeo en Hg 2:6-9. También este
profeta vaticinó que el Mesías iba a entrar en
aquel Templo, por lo cual la gloria de ese Templo
iba a ser mayor que la del primero (el de Salomón),
a pesar de que primero tuvo más riquezas. Siendo
como fue el Segundo Templo, de menos
importancia desde el punto de vista humano y con
menos riquezas que el anterior, solamente se le
puede atribuir mayor gloria (como dice Hg 2:6-9),
porque lo visite “el Deseado de todas las gentes” y
“el Señor a quien vosotros buscáis”.
Por eso Dios dice en Hg 2:8 “Mía es la plata, y
mío el oro”, como diciendo: si quisiera llenar de oro
y plata este Segundo Templo no me costaría trabajo
alguno; pero no será así, su mayor gloria consistirá
en recibir al Mesías.
A pesar de todas estas pruebas y toda esta
claridad, hay ahora una serie de “sabios lingüistas”
con muy sospechosas ínfulas de traductores
“sinceros” y “objetivos”, que dicen que la palabra
“Deseado” que apareció por siglos en todas las
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traducciones, es incorrecta. Según ellos en su
lugar debe aparecer la palabra “riquezas”. Es
decir, que en este pasaje en vez de decir “…el
Deseado de todas las gentes…” debe decir “…las
riquezas de todas las gentes…”.
En su afán de “ecumenizar” la Biblia, están
tratando de hacer ver que en vez de venir al
Segundo Templo “el Deseado de todas las gentes”,
que es lo que siempre ha dicho ese pasaje, y lo que
dice en hebreo, lo que iba a venir a ese Segundo
Templo serían “las riquezas de todas las gentes.”
Se ve que quieren anular una profecía que
demuestra fehacientemente que Jesucristo es el
Mesías. Veamos.
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“6 Porque así dice el Dios de los ejércitos:
De aquí a poco aun haré yo temblar los
Cielos y la Tierra, y la mar y la seca; 7 y
haré temblar a todas las gentes, y vendrá el
Deseado de todas las gentes; y henchiré esta
casa de gloria, ha dicho el Dios de los
ejércitos. 8 Mía es la plata, y mío el oro, dice
el Dios de los ejércitos. 9 La gloria de
aquesta casa postrera será mayor que la de
la primera, ha dicho el Dios de los ejércitos;
y daré paz en este lugar, dice el Dios de los
ejércitos.”
(Hg 2:6-9)
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Lean este pasaje en una versión ortodoxa antigua,
escrita en hebreo y verán que es “el Deseado” y no
“las riquezas”, lo que se menciona en la profecía.
Pero aún sin tener que ir a comprobarlo en una
versión arcaica ortodoxa, usando el más simple
razonamiento, también podemos ver quién tiene la
razón.
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Primero que todo hay que razonar que “el
Deseado” podía venir al Templo por sí mismo;
pero “las riquezas” no podían venir por sí mismas,
las tenían que traer. Parece que a los que pretenden
alterar la palabra “Deseado” se les olvidó cambiar
el verbo “venir” por el verbo “traer”.
Segundo, si Haggeo, que vivió antes del
nacimiento Cristo, se refería a Jesús cuando dijo
que el “Deseado” vendría al Templo, acertó con
su profecía; porque efectivamente, el Mesías vino
al Templo, y con su venida, hinchió de gloria el
Segundo Templo. Sin embargo, si como quieren
hacer ver modernamente estos sospechosos
“lingüistas”, la profecía de Haggeo se refería a las
riquezas de las gentes, entonces el profeta falló
miserablemente; porque las “riquezas de las
gentes” ni fueron traídas, ni vinieron, ni hinchieron
de gloria aquella casa, ni el mundo se conmovió
por las riquezas del Templo.
Fue Roma la que se llevó las riquezas de las
gentes de aquella época. Ese Templo fue destruido
en el año 70 D.C., y jamás fueron traídas a ese
Templo las riquezas de las gentes. Por tanto, si nos
guiamos por esos sospechosos traductores y
“expertos” en el idioma hebreo, tenemos que llegar
a pensar que Haggeo falló, y también quien lo
inspiró, lo cual es absurdo para cualquier creyente
verdadero.
Sin embargo, si nos guiamos por los traductores
anteriores al moderno ecumenismo, los que siempre
tradujeron “el Deseado”, comprobaremos que la
profecía se cumplió, porque:
a) Vino el Deseado, es decir el Mesías, a ese
Templo, antes de que lo destruyeran.
b) El mundo se conmovió con la venida de Cristo;
c) Con su venida se hinchió de gloria aquel
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Templo que se estaba construyendo en el momento
de la profecía, y al cual se refería el vaticinio de
Haggeo, y
d) Mayor fue la gloria del Segundo Templo que la
del primero, porque a ese Templo vino el Mesías y
al primero no. Y si no fue por la venida del Mesías
al Segundo Templo, ¿en qué otra cosa fue la gloria
del segundo mayor que la del primero, que fue
construido por el gran rey Salomón, lleno de
riquezas?
Tercero, vemos que si este pasaje se traduce con
la palabra “Deseado” (como siempre se tradujo),
concuerda con Malaquías 3:1, que anuncia lo
mismo. Sin embargo, traducido con la palabra
“riquezas” no concuerda con ningún otro pasaje de
la Biblia; resulta único e inconexo.
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“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual
preparará el camino delante de mí; y luego
vendrá a su Templo el Señor a quien
vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a
quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha
dicho El Dios de los ejércitos.”
(Mlq 3:1)
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Siendo como fue el Segundo Templo, de menos
importancia desde el punto de vista humano, y con
menos riquezas que el Primer Templo, solamente se
le puede atribuir mayor gloria, como dice el profeta
Haggeo, porque lo visitara “el Deseado de todas las
gentes” (Hg 2:7) y “el Señor a quien vosotros
buscáis”, (Mlq 3:1).
Por eso Dios dice en Hg 2:8 “Mía es la plata, y
mío el oro”; como diciendo: si quisiera llenar de
oro y plata este Segundo Templo no me costaría
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trabajo alguno; pero no será así, su mayor gloria
consistirá en recibir dentro de él al Mesías.
Cuarto, el motivo de la fabricación de ese cuento
de hadas es quitarle fuerzas a la profecía del
Mesías. Ese cuento de hadas dice que el Segundo
Templo fue construido por Herodes, o al menos que
fue engrandecido por él, hasta el punto que lo hizo
mayor y mejor que el de Salomón. Inventan este
cuento de hadas para poder “demostrar” que el
Segundo Templo fue mayor y más rico que el
primero. Así tratan de lograr que la torsión de la
profecía de Haggeo, concuerde con una inexistente
“realidad”.
Es absurdo pensar que Herodes iba a poder
gastar más en el Templo, y ponerle más riquezas,
que un rey independiente y poderoso como
Salomón. Herodes no podía dotar al Templo de más
riquezas que Salomón, porque: a) era un reyezuelo
de tercera categoría que sólo gobernaba sobre una
pequeña sección de Judea, b) era un vasallo de
Roma, un reyezuelo que además tenía que enviar a
Roma las recaudaciones, c) por el lado opuesto,
Salomón poseía enormes riquezas, gobernaba todo
el territorio de Israel y naciones aledañas, y tenía
varios reyes vasallos que le pagaban tributos.
Ese cuento de hadas que dice que Herodes puso
en ese Templo más riquezas que Salomón en el
primero, sólo lo traga quien no razone.
Además de todo eso, hay que recordar que Dios
vetó a David para que no construyera el Primer
Templo, porque David había derramado mucha
sangre. Y David sufrió ese veto a pesar de que esas
sangres por él derramadas fueron por lo general en
guerras justas. Con todo y eso, Dios vetó a David
para que no construyera el Primer Templo.
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¿Podrían ustedes creer que Dios vetó a David,
pero premió a Herodes, asesino de niños y adultos,
profetizando Haggeo que él iba a construir un
Templo más glorioso, más grande y mejor que el de
Salomón? ¿Creen ustedes que Dios iba a basar la
gloria del Segundo Templo en las riquezas y
construcciones que hiciera un consumado asesino
de hebreos? ¿Va Dios a vetar a David, un hebreo,
pero va a aprobar a Herodes, que además de asesino
era edomita y no hebreo?
Desgraciadamente hay muchos que son
confundidos por estos “expertos” y les creen sus
cuentos de hadas. Es mentira que las riquezas de
las naciones fueran a parar al Segundo Templo. Al
contrario, fueron las riquezas del Segundo Templo
las que fueron a parar a las naciones: especialmente
a Roma, bajo el mando del general romano Tito
Flavio Vespasiano.
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Resumen del capítulo 4. Los profetas Malaquías
y Haggeo vaticinaron que el Mesías entraría en el
Segundo Templo. El único ser de estatura mesiánica
que entró en aquel Templo fue Jesucristo, por lo
tanto es lógico pensar que él es el Mesías,
Incluso Malaquías dijo que antes del Mesías
vendría un mensajero de Dios, lo cual se cumplió
con Juan el Bautista. En cuanto a Haggeo, él dijo
que la gloria de aquel segundo Templo que entonces
se estaba construyendo, sería mayor que la del
primero, porque allí entraría el Deseado de todas las
gentes, o sea, el Mesías. Sólo a Jesucristo le viene
bien esa profecía,
En cuanto a Herodes, un asesino, un reyezuelo
vasallo de Roma, no podría construir un Templo
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mejor que el del gran rey Salomón. Si Dios le negó
a David la construcción del Primer Templo, por las
sangres que había derramado, no iba a concederle a
un vil asesino como Herodes, la construcción de un
templo mejor que el de Salomón, ni decirle a
Haggeo que profetizara tal cosa.
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Capítulo 5
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Varias otras profecías
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El Mesías nacería en Belén. Jesucristo nació en
Belén.
Si alguien no quiere aceptar que el hecho de que
Jesús naciera en Belén prueba que es el Mesías, por
lo menos tiene que aceptar que el día que venga otro
que se quiera endilgar el apelativo de “mesías”
tiene que probar que nació en Belén. El único que
hasta ahora ha cumplido esto y todas las demás
condiciones, ha sido Jesús. Además, ¿qué otro ser
de estatura mesiánica ha nacido en Belén?
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“Mas tú, Beth-lehem Efrata, pequeña para
ser en los millares de Judá, de ti me saldrá el
que será Señor en Israel; y sus salidas son
desde el principio, desde los días del siglo.”
(Miq 5:2)
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Muchas otras pruebas hay, como esta, que
algunos prefieren llamarlas pequeñas “coinciden-
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cias”, las cuales prueban que Jesucristo es el
Mesías. Veamos otras.
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El salmo 22 profetiza sobre Jesucristo
A través de la lectura del salmo 22 se pueden
notar muchas similitudes con las cosas que
acontecieron a Jesús; de donde se deduce que es
una profecía sobre él.
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La primera es el versículo uno, que es semejante
a la exclamación que ya crucificado, hace
Jesucristo, como se ve en Mt 27:46.
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“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
dejado? ¿Por qué estás lejos de mi salud, y de
las palabras de mi clamor?”
(Sal 22:1)
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“Y cerca de la hora de nona, Jesús exclamó
con grande voz, diciendo: Eli, Eli, ¿lama
sabachtani? Esto es: Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado?”
(Mt 27:46)
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Estando Jesucristo en la cruz, habiendo cargado
en sí mismo el pecado de todos nosotros, se
convirtió en el ser más pecaminoso del universo.
Por eso fue abandonado por Dios, que no soporta el
pecado. De esa manera, al morir como el cordero
del sacrificio, pagó los pecados de todos aquellos
que acepten la redención que nos regala.
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La segunda similitud está en el versículo 8, que
recuerda la burla que los príncipes de los
sacerdotes, los escribas y los fariseos, hacían de
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Jesús en la cruz. Ellos le decían que si era verdad
que Dios se complacía en él, que lo salvara ahora
del tormento en que se veía (Mt 27:43).
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“Se remite a Dios, líbrelo; sálvele, puesto
que en él se complacía.” (Sal 22:8)
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“Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere;
porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.”
(Mt 27:43)
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Si Dios lo libraba de la cruz, entonces él no
moriría por nuestros pecados, y nosotros
seguiríamos siendo condenados eternamente. Por
eso Dios no lo libraba. Eso no lo entendían, o no lo
querían entender sus enemigos.
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La tercera similitud se halla en el versículo 16
de este salmo, donde se dice que horadaron sus
manos y sus pies, lo cual es público y notorio que
sucedió a Jesús. Ahora bien, la actual edición judía
en castellano, de León Dujovne y Manasés y
Moisés Konstantynowski, impresa por la Editorial
S. Sigal, Corrientes 2854, Buenos Aires, República
Argentina, no usa al traducir, la palabra “horadar”,
sino que le añaden la palabra “atándome” que
evidentemente no se halla en el original. Para esto
también hay que buscar un judío sabra para que
traduzca, y demostrar quién es el que tiene la razón.
Pero sin llegar a buscar ayuda, basta darnos cuenta
de que en dicha traducción amañada la palabra
“atándome” se halla dentro de paréntesis, con lo
cual nos indican que esa palabra no existía en el
hebreo, sino que fue añadida por los traductores. En
la versión antes mencionada el versículo 16 tiene el
número 17.
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La cuarta similitud se haya en el versículo 18,
(19 en dicha versión), donde dice que se
repartieron su ropa, echando suertes sobre ella.
Eso se cumplió en Jesús según lo narra Mt 27:35 y
otros evangelios.
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“Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi
ropa echaron suertes.”
(Sal 22:18)
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“Y después que le hubieron crucificado,
repartieron sus vestidos, echando suertes;
para que se cumpliese lo que fue dicho por el
profeta: Se repartieron mis vestidos, y sobre
mi ropa echaron suertes.”
(Mt 27:35)
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En resumen, los siguientes versículo de este
salmo concuerdan con lo sucedido a Cristo:
-Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
dejado? (versículo 1)
-Todos los que me ven, escarnecen de mí,
estiran los labios, menean la cabeza,
diciendo: Se remite a Dios, líbrelo; sálvele,
puesto que en él se complacía. (7 y 8)
-Porque perros me han rodeado, me ha
cercado cuadrilla de malignos: Horadaron
mis manos y mis pies. (16)
-Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi
ropa echaron suertes. (18)
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Profecía de David sobre la resurrección de
Jesucristo
Veamos una profecía de David sobre la
resurrección de Cristo, el Mesías, el Santo de Dios.
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Dado que David era profeta, y dado que el cuerpo
de David se corrompió en su sepulcro, este pasaje
del salmo 16 tiene que ser una profecía del Mesías,
pues no puede David estar hablando sobre sí
mismo.
Lo que aquí se dice no puede referirse a David,
pues su cuerpo se corrompió y quedó en el sepulcro.
Sin embargo, el de Jesucristo no. Si leemos la
historia de Jesús, veremos que resucitó al tercer día;
no vio corrupción ni quedó en el sepulcro, pues
subió al Cielo. Por lo tanto, esta es una profecía de
la resurrección de Jesús. ¿Con los hechos de quién
otro coincide tan perfectamente esta profecía?
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“Porque no dejarás mi alma en el sepulcro;
ni permitirás que tu santo vea corrupción.”
(Sal 16:10)
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Veamos una profecía sobre los Reyes Magos
Hay aquí dos referencias que bien claramente
señalan al nacimiento de Cristo. En el versículo 2
dice “la gloria de Dios nacerá en ti”. ¿Quién es la
gloria de Dios, sino su Mesías? Después, en el
mismo versículo 2, para que se vea que no es una
metáfora dice: “sobre ti nacerá Dios y sobre ti será
vista su gloria.”
Por último, recuerda a los Reyes Magos, que eran
príncipes gentiles, cuando dice: “andarán las gentes
a tu luz y reyes al resplandor de tu nacimiento”.
Efectivamente, aquellos príncipes gentiles siguieron
la estrella de Belén, la luz que los guío a Jesús.
¿Quién otro que no sea Jesús, ha cumplido estas
profecías?
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“1 Levántate, resplandece; que ha venido tu
lumbre, y la gloria de Dios ha nacido sobre
ti. 2 Porque he aquí que tinieblas cubrirán la
Tierra, y oscuridad los pueblos, mas sobre ti
nacerá Dios, y sobre ti será vista su gloria. 3
Y andarán las gentes a tu luz, y los reyes al
resplandor de tu nacimiento.” (Isa 60:1-3)
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El Mesías cabalgando en un burro
Otra profecía es la del Rey que viene a Jerusalem,
cabalgando en un burro, en vez de en un brioso
caballo blanco, como dice la errada tradición. Al
leer el versículo 9 vemos que quien cabalga sobre
el burro es el Rey de Sión en su Primera Venida.
En el 10 se ve también que de quien se está
hablando es del Mesías, por cuanto se dice que su
señorío será de mar a mar y hasta los fines de la
Tierra, refiriéndose a su Segunda Venida. Por lo
tanto es evidente que el Mesías vendría a Jerusalem
cabalgando en un asno. Veamos.
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“9 Alégrate mucho, hija de Sión; da voces
de júbilo, hija de Jerusalem, he aquí, tu Rey
vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y
cabalgando sobre un asno, así sobre un
pollino hijo de asna. 10 Y de Efraím destruiré
los carros, y los caballos de Jerusalem; y los
arcos de guerra serán quebrados; y hablará
paz a las gentes; y su señorío será de mar a
mar, y desde el río hasta los fines de la
Tierra.”
(Zc 9:9-10)
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Esto de que el Rey de Sión o Mesías vendría
cabalgando en un asno, lo cumplió Jesucristo el día
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de su entrada en Jerusalem, el Domingo de Ramos,
como se puede ver en Mt 21:1-5. Con esto debía
bastar para demostrar que Cristo es el Mesías. Pero
por si alguno quiere alegar que eso lo hizo Cristo
precisamente para hacer ver que él era el Mesías, se
le puede responder lo siguiente: No es lógico que
hiciera eso para fingir ser el Mesías, porque todos
sabemos que una errada tradición judía dice que
el Mesías vendría en un caballo blanco, no en un
burrito.
Aunque las Sagradas Escrituras dicen claramente
lo del asno, no obstante, lo que creyera el pueblo y
los líderes religiosos era lo que contaba. Si Cristo
hubiera querido hacer ver que él era el Mesías,
hubiera entrado en Jerusalem cabalgando un caballo
blanco. Sin embargo, vino montado en un burrito,
porque no estaba buscando la manera de hacer creer
tal cosa a los que creían en la tradición y no en la
Escritura.
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El que derramó espíritu de gracia fue traspasado
Otra profecía que concuerda con Jesucristo es la
que dice que, el que el mismo que derramó el
espíritu de gracia, fue el traspasado. Son muchas las
pistas que en el Antiguo Testamento se dieron para
que el Mesías fuera reconocido cuando viniera, por
todo aquel que quisiera reconocerlo. Entre esas
pistas está este pasaje.
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“Y derramaré sobre la casa de David, y
sobre los moradores de Jerusalem, espíritu de
gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien
traspasaron, y harán llanto sobre él, como
llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre él
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como quien se aflige sobre primogénito”
(Zc 12:10)
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Es evidente que quien mismo iba a derramar
sobre la casa de David y sobre los moradores de
Jerusalem “espíritu de gracia”, iba además, a ser
traspasado. ¿No fue Jesucristo, traspasado en la
cruz? ¿Es que las “cuarenta” “coincidencias” de
este tipo que aparecen en el Antiguo Testamento,
las cuales señalan a Jesús como Mesías son “pura
coincidencia”? No importa que a pesar de las
pruebas que te presentan no quieras reconocer la
existencia de la electricidad; tócala y el efecto será
el mismo, ora creas en la electricidad o no.
Jesús vendrá de nuevo y será en esta ocasión
cuando establecerá su reino, creas en ello o no; y te
dejará en tu perdición si no has querido rogarle que
te salve. Él no te obligará a ser salvo, él hizo todo lo
que pudo por regalarte la salvación. Él fue el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, él
es aquella persona simbolizada por los corderos que
se sacrificaban en el Templo. Él te hace el regalo de
limpiarte tus pecados, pero no te obligará a
aceptarlo si tu deseas rechazarlo. Para que un regalo
sea regalo, tiene dos fases: alguien lo da, y otro lo
acepta.
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El Mesías nacería de una virgen
Veamos la profecía de Isaías 7:14 donde dice que
el Mesías nacería de una virgen, es decir, de una
mujer que nunca ha tenido relaciones con un
hombre. Esta profecía es una clarísima señal para
todo aquel que quiera examinarlo con sinceridad, de
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que Jesucristo es el Mesías, igual que la profecía de
las setenta semanas.
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“Por tanto el mismo Señor os dará señal:
He aquí que la virgen concebirá, y parirá
hijo, y llamará su nombre Emmanuel.
(Isa 7:14)
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Hay quienes impugnan esto diciendo que la
palabra hebrea de la que se traduce “virgen”,
significa lo mismo una virgen que una mujer joven.
Si efectivamente, la palabra utilizada en hebreo
tiene dos acepciones, y puede significar lo mismo
“virgen” que “mujer joven”, es evidente a
cualquiera, que la acepción correcta a escoger para
la traducción es la de “virgen”. ¿Por qué?
El versículo 14 dice que Dios nos dará una
señal, o sea, algo no usual, algo milagroso.
¿Quién pensaría que sería una señal milagrosa de
parte de Dios el que una mujer joven tuviera un
hijo? ¿No es eso usual? Sin embargo, sí es una
gran señal el que una virgen tenga un hijo. Por lo
tanto, es más que razonable que, dado el contexto,
de los dos significados que dicen tener la palabra, se
escoja, para traducirla, el significado de “virgen”.
Es más que razonable darnos cuenta de que lo que
dice el versículo 14 es que una virgen va a dar a luz
a un niño, y que ese niño es Emmanuel (Dios con
nosotros). No hace falta nada más para darnos
cuenta de que ese niño que iba a nacer de una
virgen, era el Mesías.
Hay quienes impugnan el pasaje, diciendo que lo
dicho en los versículos mencionados (Isa 7:14-16)
se refiere al hijo de Isaías, del que se habla en el
siguiente capítulo, en 8:3-4, y no al Mesías. Si lo de
la frase “la virgen concebirá un hijo” se refiere a la
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esposa e hijo de Isaías, entonces tenemos que llegar
a la conclusión de que aceptan para Isaías, su esposa
y su hijo, el milagro de concepción virginal que se
niegan a aceptar para José, María y Jesús.
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“3Y me junté con la profetisa, la cual
concibió, y parió un hijo. Y me dijo Dios:
Ponle por nombre Maher-Salal-hash-baz. 4
Porque antes que el niño sepa decir, Padre
mío, y Madre mía, será quitada la fuerza de
Damasco y los despojos de Samaria, en la
presencia del rey de Asiria.” (Isa 8:3-4)
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Además de esto hay que fijarse en que, aunque en
ambos pasajes pareciera estarse hablando de la
misma cosa, en realidad se habla de dos cosas
diferentes. En el primero (capítulo 7) dice que el
niño se llamará Emmanuel, y en el segundo
(capítulo 8) dice que se llamará Maher-Salal-hashbaz. También ambos nombres tienen significados
diferentes: el primero significa “Dios con
nosotros,” lo cual concuerda con lo que Jesucristo
proclamara de sí mismo: que él es Hijo de Dios. El
segundo significa “el despojo se apresura, la
presa se precipita”. En el primero dice “antes que
el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno”;
en el segundo dice “antes que el niño sepa decir
padre mío y madre mía. Además, el espíritu de lo
que se dice para el primero, es de paz, el espíritu
de lo que se dice para el segundo es de castigo.
Se ve que no se trata del mismo asunto, sino de dos
cosas diferentes con algo de semejanza.
Es interesante pensar que a pesar de que ni el
judaísmo ni el islamismo quieren admitir que esta
profecía se refiere al Mesías, no obstante, basado en
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esta profecía se ha formado una de las mayores
religiones del mundo: la cristiana.
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Resumen del capítulo 5. Hay varias profecías en el
Antiguo Testamento, que señalan a Jesucristo como
el Mesías. Una de ellas es la de Miq 5:2, que dice
que el Mesías nacería en Belén. Otra es el salmo 22
donde se describe los acontecimientos ocurridos a
Cristo en la cruz. También tenemos el Sal 16:10,
donde David anuncia que el cuerpo del Mesías no
vería corrupción. Otra profecía es la de Isa 60:1-3
sobre el nacimiento del Mesías y los Reyes Magos.
Otra es la del Mesías viniendo a Jerusalem
cabalgando en un burro, como anuncia Zc 9:9-10.
Igualmente podemos constatar cómo en Zc 12:10 se
dice que al Mesías lo iban a traspasar, como le
sucedió a Jesucristo en la cruz. Como vemos, son
varias las profecías que apuntan hacia Jesucristo
como el Mesías.
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Capítulo 6
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¿Debe un sincero adorador de Dios cambiar sus
leyes sin autorización divina? La Pascua
A través de todo el Antiguo y el Nuevo
Testamento Dios advierte muy seriamente que no se
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pueden cambiar sus mandamientos. Desgraciadamente, la inmensa mayoría de los creyentes en Dios
hacen caso omiso de esa advertencia y cambian los
mandamientos. Uno de esos cambios hechos sin
autorización divina es el de descansar el domingo
en vez del sábado, que es una herejía de casi todas
las religiones cristianas. Otro de esos cambios es la
adoración de la Virgen María y de las imágenes de
los santos, a quienes han dado categoría de semi
dioses, como el catolicismo y otras religiones
llamadas cristianas. Veamos lo que advierte Dios.
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“1 Ahora pues, oh Israel, oye los estatutos y
derechos que yo os enseño, para que los
ejecutéis, y viváis, y entréis, y poseáis la
tierra que Dios, el Dios de vuestros padres te
da. 2 No añadiréis a la palabra que yo os
mando, ni disminuiréis de ella, para que
guardéis los mandamientos del Señor vuestro
Dios que yo os ordeno.” (Dt 4:1-2)
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“Cuidaréis de hacer todo lo que yo os
mando; no añadirás a ello, ni quitarás de
ello.”
(Dt 12:32)
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“5 Toda palabra de Dios es limpia, es
escudo a los que en él esperan. 6 No añadas a
sus palabras, porque no te reprenda, y seas
hallado mentiroso.”
(Prv 30:6)
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“18 Porque yo protesto a cualquiera que oye
las palabras de la profecía de este libro: Si
alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá
sobre él las plagas que están escritas en este
libro. 19 Y si alguno quitare de las palabras
del libro de esta profecía, Dios quitará su
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parte del Libro de la Vida, y de la Santa
Ciudad, y de las cosas que están escritas en
este libro.”
(Apocalipsis 22:18-19)
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Como antes dije, la casi totalidad de los creyentes
en Dios desestiman o cambian los mandamientos de
Dios, y los judíos no son una excepción. Moisés
estatuyó, por mandato de Dios, leyes y ordenanzas
que el judaísmo ha menospreciado o cambiado. Una
de esas es la celebración de la Pascua. Veamos
qué estatuyó Dios y qué hace el judaísmo.
La Pascua que hoy celebran los judíos es una
pésima caricatura de la que Dios les ordenó a través
de Moisés. En general igual sucede con su religión:
está compuesta por una partida de supersticiones sin
base bíblica, sin base en Moisés, sino basados en
mandamientos rabínicos.
En el pasaje que más abajo presento vemos la
forma en que hay que guardar la Pascua; y....¿qué
hace el judaísmo en la actualidad? ¿cumplirlo?
Nada de eso. Veamos:
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a) No comienzan el año con el mes de la Pascua,
(alrededor de marzo-abril), sino con Rosh Hashanah
en septiembre (versículo 2)
b) No apartan un cordero por familia, desde el día
10 del mes correspondiente (versículo 3)
c) No utilizan un cordero de un año (versículo 5).
d) No lo matan el día 14 al atardecer, para
comerlo esa misma noche (versículo 6).
e) No untan la sangre en el dintel de la puerta,
etc.. (versículo 7)
f) No todos comen cordero, sino por ejemplo,
pavo.
g) No asan el cordero entero, ni comen la carne
con hierbas amargas (versículos 8-9)
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h) No queman las sobras (versículo 10)
i) No la comen apresuradamente, como quien
tiene que partir para un viaje, sino que hacen fiesta
y la comen reposadamente (versículo 11).
j) Y sobre todo, comen la pascua fuera de
Jerusalem, cosa que está expresamente
prohibida por Dios. (Dt 16:5-6) Veamos.
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“1 Y habló Dios a Moisés y a Aarón en la
tierra de Egipto, diciendo: 2 Este mes os será
principio de los meses; será este para
vosotros el primero en los meses del año. 3
Hablad a toda la congregación de Israel,
diciendo: En el diez de aqueste mes tómese
cada uno un cordero por las familias de los
padres, un cordero por familia. 4 Mas si la
familia fuere pequeña que no baste a comer el
cordero, entonces tomará a su vecino
inmediato a su casa, y según el número de las
personas, cada uno conforme a su comer,
echaréis la cuenta sobre el cordero. 5 El
cordero será sin defecto, macho de un año,
lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. 6 Y
habéis de guardarlo hasta el día catorce de
este mes; y lo inmolará toda la congregación
del pueblo de Israel entre las dos tardes. 7 Y
tomarán de la sangre, y pondrán en los dos
postes y en el dintel de las casas en que lo
han de comer. 8 Y aquella noche comerán la
carne asada al fuego, y panes sin levadura,
con hierbas amargas lo comerán. 9 Ninguna
cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua,
sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y
sus intestinos. 10 Ninguna cosa dejaréis de él
hasta la mañana; y lo que habrá quedado
hasta la mañana, habéis de quemarlo en el
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fuego. 11 Y así habéis de comerlo: ceñidos
vuestros lomos, vuestros zapatos en vuestros
pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo
comeréis apresuradamente, es la Pascua del
Señor.”
(Ex 12:1-11)
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“5 No podrás sacrificar la Pascua en
ninguna de tus ciudades, que el Señor tu
Dios te da, 6 sino en el lugar que el Señor tu
Dios escogiere para hacer habitar allí su
nombre, sacrificarás la Pascua por la tarde a
puesta del sol, al tiempo que saliste de
Egipto”
(Dt 16:5-6)
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Como vemos, la Pascua actual del judaísmo es
una pésima caricatura de la que Moisés estatuyó por
mandato de Dios. Casi todo lo que hoy se hace en
ella es lo inventado por el rabinato, no lo estatuido
por Dios a Moisés. ¿Puede ser eso una religión de
Dios? ¿Quién les dio permiso a los líderes o
rabinos para modificar el mandamiento de Dios?
¿Por qué hacen ellos lo mismo que el Papa:
inventar una religión e imponerla dogmáticamente, sin apoyo en las Escrituras?
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Los pecados se limpiaban con corderos, ¿cómo se
limpian ahora que no hay sacrificios?
Otro tanto sucede con el resto de la religión judía.
Moisés estatuyó de parte de Dios, que los pecados
se limpiaban con sacrificios de corderos, que era un
simbolismo de lo que había de venir. Pero ahora la
religión judía ni sacrifica corderos ni acepta al
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Cordero de Dios. Por lo tanto, o ya no se limpian
los pecados de los creyentes, o fingen “limpiar” los
pecados de alguna forma que no estatuyó Dios a
través de Moisés, sino que inventó algún rabino o
grupo de ellos, sin autoridad, divina. ¿A quién le
fue dado o quién usurpó la autoridad divina de
cambiar lo que Dios dispuso? Hacen lo mismo que
los papas, que modifican lo estatuido por Dios a
su capricho.
Jesucristo fue muerto a la hora en que se mataba
el cordero Pascual, en la tarde anterior a la noche
en que se comía la Pascua aquella. Como que la
verdadera Pascua fue Jesucristo, la parte ritual de
este evento ha caído en desuso.
Dios es todopoderoso. Si Jesucristo no hubiera
sido la verdadera Pascua, si él no hubiera sido el
verdadero Cordero de Dios que limpió de una
vez por todas los pecados de todos los que
aceptamos su perdón, Dios no hubiera permitido
que los sacrificios del Templo hubieran dejado
de hacerse.
Si la única forma que Dios estableció para limpiar
pecados fue el sacrificio de corderos en el Templo y
ya no hay Templo ni se sacrifican corderos, ¿cómo
se limpiaron los pecados de los judíos que han
muerto desde que el Templo se destruyó hasta hoy?
¿Y cómo se limpian los pecados hoy en día? ¿Han
establecido una nueva forma de limpiar pecados?
¿Con qué autoridad se ha establecido esa nueva
forma de limpieza de pecados, si es que se ha
establecido alguna? Y si no se ha establecido
ninguna, entonces, ¿cuál es el destino de los judíos
pecadores?
Todo esto le está gritando en los oídos a todo
judío que no quiera tapárselos, que los sacrificios
del Templo eran un simple simbolismo del futuro
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sacrificio de Jesucristo en la cruz. Por eso una vez
realizado este verdadero sacrificio del verdadero
Cordero de Dios, ya no hace falta Templo ni
sacrificios de corderos. Por eso el Templo fue
destruido y no ha sido reedificado en estos casi
2000 años.
En Levítico capítulo 16, vemos que en Yom
Kipur había que hacer sacrificios, según lo ordenó
Moisés por mandato de Dios, para obtener el
perdón. ¿Quién autorizó a no hacerlos ahora, pero
seguir diciendo que es el día del perdón?
*
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La religión judía actual no es
una religión mosaica, sino una
religión rabínica.
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Resumen del capítulo 6. ¿Debe un sincero
adorador de Dios cambiar Sus leyes sin autorización
divina? Claro que no. Eso es lo que ha hecho el
judaísmo con las leyes que estableció Dios a través
de Moisés. La inmensa mayoría de los creyentes en
Dios, incluyendo el cristianismo hacen caso omiso
de las leyes de Dios y cambian los mandamientos.
Ejemplos del cristianismo son el sábado y la
adoración de imágenes; ejemplos del judaísmo es la
pascua, que la celebran fuera de Jerusalem, y el
perdón de los pecados, sin tener sacrificios de
corderos en el Templo,
Jesucristo tenía que morir al mismo día que se
mataba el cordero pascual. Si Jesucristo no hubiera
sido la verdadera Pascua, si él no hubiera sido el
verdadero cordero de Dios que limpió de una vez
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por todas los pecados de todos los que aceptamos su
perdón, Dios no hubiera permitido que los
sacrificios del Templo hubieran dejado de
hacerse. Eso grita en el oído de cualquiera que no
quiera tapárselo, que Jesucristo es el Mesías.
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Capítulo 7
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La destrucción de las genealogías y el Mesías
Está bien claramente establecido que el Mesías
tenía que ser de la tribu de Judá, y específicamente,
descendiente de David, como se colige de varios
pasajes de los profetas.
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“5 He aquí que vienen los días, dice Dios, y
despertaré a David renuevo justo, y reinará
Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y
justicia en la Tierra. 6 En sus días será salvo
Judá, e Israel habitará confiado; y este será
su nombre que le llamarán: Dios Justicia
Nuestra.”
(Jer 23:5-6)
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“15 En aquellos días y en aquel tiempo haré
producir a David Pimpollo de justicia, y hará
juicio y justicia en la Tierra. 16 En aquellos
días Judá será salvo, y Jerusalem habitará
seguramente, y esto es lo que le llamarán:
Dios, Justicia Nuestra. 17 Porque así ha
dicho Dios: No faltará a David varón que se
siente sobre el trono de la casa de Israel”
(Jer 33:15-17)
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Estas profecías están siendo dadas en época de
Jeremías. Después de él se acabaron los reyes de
Israel. Por lo tanto, ese vaticinio no se refiere a
ninguno de los reyes que reinaron en Israel.
En varias profecías se nos muestra que una de las
condiciones a cumplir por el Mesías es que fuera
descendiente de David. El pasaje que más abajo
presento nos lo muestra, dado que la descripción
que hace solamente puede referirse al Mesías, y
después de eso, nos lo relaciona con el trono de
David. Lógico es pues, que el Mesías tiene que ser
un probado descendiente de David.
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“6 Porque un niño nos es nacido, hijo nos es
dado; y el principado sobre su hombro; y se
llamará su nombre: Admirable, Consejero,
Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. 7
Lo dilatado de su imperio y la paz no
tendrán término, sobre el trono de David, y
sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora para
siempre. El celo del Dios de los ejércitos hará
esto.”
(Isa 9:6-7)
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En el siguiente pasaje volvemos a ver cómo los
profetas aseguraban que el Mesías sería un
descendiente de David.
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“He aquí que vienen los días, dice Dios, y
despertaré a David renuevo justo, y reinará
Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y
justicia en la Tierra.”
(Jer 23:5)
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Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto,
salieron junto con ellos en el éxodo, mucha gente
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que no eran hebreos, sino que se juntaron con ellos;
supongo que para salir de la esclavitud. Esto lo
vemos claramente en Ex 12:38.
Dado que esta gente que subió con ellos no eran
hebreos, por lo tanto, sus descendientes, aunque
eran israelitas desde el punto de vista político, no
eran hebreos desde el punto de vista mesiánico, no
eran hijos de Abraham, Isaac ni Jacob. De los
descendientes de ellos no podía salir el Mesías.
Otra gente que se mezcló con los hebreos, y que
no pueden ser detectados a menos que se tengan
genealogías, son los siervos comprados que se
circuncidaban y los extranjeros peregrinos, que para
poder comer la pascua también los circuncidaban,
como dicen Ex 12:44 y 48. Al mezclarse éstos con
los hebreos, sólo las genealogías podían detectarlos
para prohibirles ser levitas, sacerdotes o mesías,
puesto que no eran hijos de Abraham, Isaac, Jacob y
David.
También los descendientes del suegro de Moisés
(cineo), que no eran hebreos, se israelizaron, al
igual que multitud de los otros extranjeros que
subieron de Egipto durante el éxodo, como dice en
el pasaje que más abajo presento.
Asimismo leemos en Dt 23:7-8 que los descendientes de los egipcios y los idumeos, después de la
tercera generación, podían pasar a formar parte de
la “congregación de Dios”. Es decir, eran israelitas
desde el punto de vista político, pero no eran
hebreos, no eran hijos de Abraham; de sus
descendientes no podría surgir el Mesías. Por eso
fue que los israelitas llevaron en forma tan
meticulosa los registros de las genealogías. Lo
hacían con objeto de asegurarse que el Mesías era
descendiente de Abraham, Isaac, Jacob y David; y
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también para cerciorarse de que los sacerdotes eran
hijos de Aarón.
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“Y también subió con ellos grande
multitud de diversa suerte de gentes; y
ovejas, y ganados muy muchos.” (Ex 12:38)
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“44 Mas todo siervo humano comprado por
dinero, comerá de ella después que lo
hubieres circuncidado. 45 El extranjero y el
asalariado no comerán de ella. 46 En una
casa se comerá, y no llevarás de aquella
carne fuera de casa, ni quebraréis hueso
suyo. 47 Toda la congregación de Israel le
sacrificará. 48 Mas si algún extranjero
peregrinare contigo, y quisiere hacer la
pascua á Jehová, séale circuncidado todo
varón, y entonces se llegará á hacerla, y será
como el natural de la tierra; pero ningún
incircunciso comerá de ella.”
(Ex 12:44-48)
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“Y los hijos de Cineo, suegro de Moisés,
subieron de la ciudad de las palmas con los
hijos de Judá al desierto de Judá, que está al
mediodía de Arad; y fueron y habitaron con
el pueblo.”
(Jue 1:16)
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“7 No abominarás al Idumeo, que tu hermano es; no abominarás al egipcio, que
extranjero fuiste en su tierra. 8 Los hijos que
nacieren de ellos, a la tercera generación
entrarán en la congregación de Dios.”
(Dt 23:7-8)
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Ellos todos se mezclaron con el pueblo, pero los
hebreos, que siempre habían guardado celosamente
sus genealogías, sabían quiénes de ellos eran
descendientes de Abraham y quienes pertenecían a
la gente que se unió a ellos. El Mesías tenía que
descender tanto de Abraham como de David.
Dos casos evidentes en los que un egipcio tuvo
descendencia israelita, se halla en Lev 24:10 y I Cr
2:35. Si se sigue leyendo este último versículo
desde este pasaje en adelante, se verá cuántos
descendientes de este egipcio fueron anotados en
estas genealogías. Ese tipo de mezclas fue la razón
para que los israelitas llevaran tan perfectamente los
libros de las genealogías. No podía ocurrir que
alguien que no fuera descendiente de Abraham y
David, se declarara Mesías, ni tampoco que alguien
que no fuera descendiente de Aarón, fuera a
convertirse en sacerdote del Templo.
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“En aquella sazón el hijo de una mujer
Israelita, el cual era hijo de un Egipcio, salió
entre los hijos de Israel; y el hijo de la
Israelita y un hombre de Israel riñeron en el
real.”
(Lev 24:10)
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“34 Y Sesán no tuvo hijos, sino hijas. 35 Y
tuvo Sesán un siervo egipcio, llamado Jarha,
al cual dio Sesán por mujer a su hija, y ella le
parió a Athai.”
(I Cr 2:35)
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Cuando el reino del norte, el reino de Israel, fue
destruido y su pueblo fue llevado en cautiverio, se
mezclaron con los habitantes de Asiria y sus
alrededores y se perdieron entre las gentes del
mundo. No obstante, quedó el reino del sur, Judá,
que estaba compuesto por gente de todas las tribus
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de Israel, aunque la mayoría eran descendientes de
la tribu de Judá. No obstante, como que en el
Templo y en Judá se seguían llevando las
genealogías, ellos sabían quiénes eran israelitas por
naturalización, quienes eran hebreos descendientes
de Abraham. De entre éstos, ellos sabían quiénes
eran de la tribu de Judá, y de entre estos últimos,
quiénes eran descendientes de David. Los
descendientes de David eran los únicos que podían
dar lugar al Mesías. Los descendientes de Aarón
eran los únicos con derecho al sacerdocio. También
sabían quiénes eran simplemente levitas, sin
derecho al sacerdocio.
Para constatar que los componentes de las
diversas tribus de Israel estaban mezclados con los
habitantes de la tribu de Judá basta leer los pasajes
que más abajo presento. A esto se le puede añadir el
hecho de que desde siempre, la posesión de la tribu
de Simeón, se hallaba en el territorio de la tribu de
Judá, por lo cual sus componentes se mezclaban con
los de la tribu de Judá.
No todos los que en la actualidad se llaman
judíos son descendientes de la tribu de Judá.
Después de la trasmigración, los israelitas no
siguieron viviendo cada tribu en su región, sino que
se mezclaron todas. En Jerusalem habitaron gente
de las tribus de Simeón, Benjamín, Efraím, Manasés
y Judá, además de los netineos y los levitas. La
misma mezcla de tribus se ve en Neh 11:4. En
aquella época ellos sabían de qué tribu eran, porque
todavía se conservaban los libros de las genealogías.
Después de la destrucción de Jerusalem y el
Templo por Roma todo eso se perdió. Hoy en día
ningún judío sabe de qué tribu él es
descendiente.
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Hoy no se sabría si uno que se proclama a sí
mismo ser el Mesías, es o no de la tribu de Judá y
sobre todo, de la descendencia de David, como se
supone que sea según la profecía.
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“2 Los primeros moradores que entraron en
sus posesiones en sus ciudades, fueron así de
Israel, como de los sacerdotes, levitas, y
netineos. 3 Y habitaron en Jerusalem de los
hijos de Judá, de los hijos de Benjamín, de
los hijos de Efraím y Manasés.” (I Cr 9:2-3)
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“Después hizo juntar a todo Judá y
Benjamín, y con ellos, los extranjeros de
Efraím, y de Manasés, y de Simeón, porque
muchos de Israel se habían pasado a él,
viendo que el Señor su Dios era con él.”
(II Cr 15:9)
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Hoy en día no existen genealogías
Cualquier israelita, que sea llamado judío puede
ser descendiente de un egipcio, un idumeo, un cineo
o cualquier otro extranjero, lo mismo que descendientes de Jacob o Aarón. Nadie puede estar seguro
de su ascendencia. Por lo tanto, hoy en día no se
podría garantizar si uno que dice ser el Mesías es
hijo de David o descendiente de un egipcio.
Tampoco podría saber si es descendiente de
Aarón con derecho al sacerdocio, o si es
descendiente de un idumeo, o simplemente un
levita.
Esto debía ser suficiente prueba como para que
cualquier judío sincero, que no quiera cerrar sus
ojos a la verdad, se dé cuenta de que la religión
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judía finalizó con la destrucción total del Templo
y la pérdida de las genealogías. Ésto ocurrió
después de la venida, crucifixión, muerte y
resurrección de Jesucristo. Eso debía ser indicio
suficiente como para que comprendieran que si no
puede haber más religión judía, ni más sacerdocio,
ni más Templo, ni más Mesías, Jesús tuvo que ser el
Mesías. Las profecías de Dios respecto a la venida
del Mesías no pueden fracasar, por lo tanto no hay
otra posibilidad.
Eso le debía hacer razonar a los judíos, que si ya
no se puede saber cuál es el árbol genealógico de
ningún israelita, y si Dios permitió que tal cosa
sucediera, es porque ya vino el Mesías, y por lo
tanto, no es necesario que se conozca la ascendencia
de ningún otro supuesto “mesías”.
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Resumen del capítulo 7. Los judíos llevaban
muy meticulosamente los libros de sus genealogías.
Una de las razones era que el Mesías tenía que ser
un descendiente de Abraham y de David. Otra razón
era saber quién podía ser sacerdote por descender de
Aarón. Sin las genealogías, nadie podía garantizar
que era descendiente de esos patriarcas. Dado que
cuando los israelitas subieron de Egipto, se les
unieron muchos que no eran descendientes de
Abraham, y dado que durante la época de los jueces
y los reyes también hubo mucha mezcla, las
genealogías eran indispensables.
No todos los que en la actualidad se llaman judíos
son descendientes de la tribu de Judá. En Jerusalem
habitaron gente de las tribus de Simeón, Benjamín,
Efraím, Manasés y Judá, además de los netineos y
los levitas.
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En aquella época ellos sabían de qué tribu eran,
porque todavía se conservaban los libros de las
genealogías. Después de la destrucción de
Jerusalem y el Templo por Roma todo eso se
perdió, y hoy en día ningún judío sabe de qué
tribu él es descendiente. Por lo tanto, nadie puede
probar que él es el Mesías hijo de Abraham y de
David. Eso demuestra que Jesucristo es el Mesías,
porque ya otro no puede ser,
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Las genealogías y el sacerdocio
En la ley de Dios era muy riguroso el mandato de
que solamente los hijos de Aarón fueran sacerdotes
en el Templo. Nadie que no fuera del linaje de
Aarón podía oficiar de sacerdote, so pena de
muerte. Incluso veremos en el libro de Esdras cómo
en una ocasión, al no haber pruebas genealógicas de
la descendencia aarónica de ciertos sacerdotes, éstos
fueron echados del sacerdocio. Sin pruebas
genealógicas fehacientes, ni sacerdotes ni levitas
podían oficiar. Aún en el caso de que por
tradición se supusiera que ellos eran de correcta
descendencia, se exigía prueba genealógica.
Veamos las exigencias de la ley de Dios dada por
Moisés, para el sacerdocio. Fíjense específicamente
en que era absolutamente prohibido que alguien
ejerciera el sacerdocio si no era de la descendencia
de Aarón.
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“Y cuando el tabernáculo partiere, los
levitas lo desarmarán; y cuando el
tabernáculo parare, los levitas lo armarán; y
el extraño que se llegare, morirá.”
(Nm 1:51)
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“Mas Nadab y Abiú murieron delante de
Dios, cuando ofrecieron fuego extraño
delante de Dios, en el desierto de Sinaí; y no
tuvieron hijos; y Eleazar e Ithamar ejercieron
el sacerdocio delante de Aarón su padre.”
(Nm 3:4)
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“Y constituirás a Aarón y a sus hijos, para
que ejerzan su sacerdocio; y el extraño que
se llegare, morirá.”
(Nm 3:10)
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“Y los que acamparán delante del
tabernáculo al oriente, delante del
tabernáculo del testimonio al levante, serán
Moisés, y Aarón y sus hijos, teniendo la
guarda del santuario en lugar de los hijos de
Israel; y el extraño que se acercare, morirá.”
(Nm 3:38)
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“35 Y salió fuego de Dios, y consumió los
doscientos y cincuenta hombres que ofrecían
el sahumerio. 36 Entonces Dios habló a
Moisés, diciendo: 37 Di a Eleazar, hijo de
Aarón sacerdote, que tome los incensarios de
en medio del incendio, y derrame más allá el
fuego; porque son santificados. 38 Los
incensarios de estos pecadores contra sus
almas. Y harán de ellos planchas extendidas
para cubrir el altar. Por cuanto ofrecieron
con ellos delante de Dios, son santificados; y
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serán por señal a los hijos de Israel. 39 Y el
sacerdote Eleazar tomó los incensarios de
metal con que los quemados habían ofrecido;
y extendiéronlos para cubrir el altar, 40 en
recuerdo a los hijos de Israel que ningún
extraño que no sea de la simiente de Aarón,
llegue a ofrecer sahumerio delante de Dios,
porque no sea como Coré, y como su séquito;
según se lo dijo Dios por mano de Moisés.”
(Nm 16:35-40)
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“1 Y Dios dijo a Aarón: Tú y tus hijos, y la
casa de tu padre contigo, llevaréis el pecado
del santuario; y tú y tus hijos contigo
llevaréis el pecado de vuestro sacerdocio. 2 Y
a tus hermanos también, la tribu de Leví, la
tribu de tu padre, hazlos llegar a ti, y júntense
contigo, y servirte han; y tú y tus hijos
contigo serviréis delante del tabernáculo del
testimonio. 3 Y guardarán lo que tú
ordenares, y el cargo de todo el tabernáculo,
mas no llegarán a los vasos santos ni al
altar, porque no mueran ellos y vosotros. 4
Se juntarán, pues, contigo, y tendrán el cargo
del tabernáculo del testimonio en todo el
servicio del tabernáculo; ningún extraño se
ha de llegar a vosotros. 5 Y tendréis la guarda
del santuario, y la guarda del altar, para que
no sea más la ira sobre los hijos de Israel. 6
Porque he aquí yo he tomado a vuestros
hermanos los levitas de entre los hijos de
Israel, dados a vosotros en don de Dios, para
que sirvan en el ministerio del tabernáculo
del testimonio. 7 Mas tú y tus hijos contigo
guardaréis vuestro sacerdocio en todo
negocio del altar, y del velo adentro, y
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ministraréis. Yo os he dado en don el servicio
de vuestro sacerdocio; y el extraño que se
llegare, morirá.”
(Nm 18:1-7)
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Habrán notado ustedes que con el mandamiento
de Dios no se jugaba al jueguito de ver si yo soy o
no descendiente de Aarón. El que se atreviera a
usurpar ese ministerio, era castigado con la pena
capital. Ese fue el motivo por el cual vemos en el
libro de Esdras que en una ocasión, debido a que no
había pruebas genealógicas, varios individuos
fueron echados del sacerdocio.
De la lectura del pasaje que más abajo presento,
se da uno cuenta de cuan estricta era la cuestión
de ser descendientes probados de Aarón para
poder ejercer el sacerdocio. Aquí se ve que no era
permitido a nadie ser sacerdote si no podía probar
sin lugar a dudas su genealogía aarónica. No se
admitía como “prueba” el simple testimonio de los
conocidos, o el nombre que pudieran tener.
Tanto la gente relacionada en el versículo 60
como los sacerdotes relacionados en el versículo 61
tenían problemas de genealogías. Los sacerdotes del
versículo 61 sin embargo, tenían mayores problemas, porque por no encontrar las genealogías que
probaran que eran de la descendencia de Aarón,
fueron echados del sacerdocio, como se ve en el
versículo 62.
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“59 Y estos fueron los que subieron de Telmela, Tel-harsa, Cherub, Addan, e Immer, los
cuales no pudieron mostrar la casa de sus
padres, ni su linaje, si eran de Israel. 60 Los
hijos de Delaía, los hijos de Tobías, los hijos
de Necoda, seiscientos cincuenta y dos. 61 Y
de los hijos de los sacerdotes: los hijos de
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Abaía, los hijos de Cos, los hijos de Barzillai,
el cual tomó mujer de las hijas de Barzillai
Galaadita, y fue llamado del nombre de ellas.
62 Estos buscaron su registro de genealogías, y no fue hallado; y fueron echados del
sacerdocio.”
(Esd 2:59-62)
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Como vemos, por no tener un registro de
genealogías fueron echados del sacerdocio gente
que según la tradición eran hijos de sacerdotes.
Esta gente que tenían testigos vivos de ser hijos de
Aarón, pero que no tenían la genealogía, gente que
de buena fe creían que eran de la familia sacerdotal,
no fueron admitidos. Es bueno hacer notar que estos
que fueron echados del sacerdocio por no tener
genealogías no eran gente cuyos antepasados se
perdían en una lejana época, sino que eran gente
cuyos padres y abuelos vivieron unos 70 años antes,
cuando fue destruido el primer Templo. Sin
embargo, ni aún así les permitieron ser sacerdotes, y
a los que ya lo eran, los echaron del sacerdocio.
Pues bien, el Segundo Templo fue destruido por
los ejércitos romanos hace casi dos mil años, y con
él todas las genealogías y la nación. Nunca más
hubo genealogías en Israel. Habiendo pasado casi
dos mil años, no setenta años, es más que evidente
que hoy en día nadie tiene pruebas de ser de la
descendencia de Aarón.
Los aspirantes a sacerdotes del futuro tercer
templo no sólo no tienen genealogías demostrativas
de la autenticidad de su descendencia de Aarón,
sino que ni siquiera pueden demostrar si son o no de
Israel, pues su tradición se pierde en la niebla de los
siglos. La gente que en el pasado se ha mezclado
con el pueblo de Israel no se pueden detectar, sobre
todo israelitas de las tribus de Simeón, Benjamín,
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Efraím, Manasés, etc., pero además egipcios,
edomitas, romanos, sin olvidar los europeos en
general que se han mezclado, a través de los siglos,
con los judíos de hoy en día. Es decir, que no
solamente hoy en día ningún judío sabe de que tribu
él desciende, sino que ni siquiera sabe si desciende
de alguno de los extranjeros que hace mil o dos mil
años se mezclaron con los judíos. Siendo esto así,
menos aún va a saber un judío de hoy en día si él es
descendiente de Aarón. Y si nadie puede probar que
desciende de Aarón, nadie puede ser sacerdote en
un futuro tercer templo inventado por ellos, pero
que no tiene respaldo divino como los otros dos
anteriores.
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El futuro sacerdocio judío va a ser espurio, por
cuanto no se tienen las genealogías
Aún los que se apellidan “Cohen”, no pueden
demostrar por medio de genealogías, que ellos de
verdad son descendientes de Leví. Esos nombres
pueden haber sido adoptados en siglos pasados, por
mera conveniencia personal, por cualquier judío que
fuera de cualquier otra tribu, o por cualquiera que,
sin ser judío, hubiera podido infiltrarse entre ellos.
Como antes vimos, los que tenían el nombre de
Barzillai galaadita, y los otros, fueron echados del
sacerdocio.
Es evidente que todas estas contradicciones
están gritándole al oído a cada judío que no
quiera tapárselos, que el Mesías, el Verdadero
Cordero, ya vino. Esas contradicciones están
demostrándoles que Jesucristo era el cordero
simbolizado por los corderos de los diferentes ritos
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y ceremonias. Que él era el Mesías, y que
rechazarlo es una afrenta a Dios.
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La ausencia del Templo es aviso de que Dios se
apartaba de ellos
En el pasaje que más abajo presento Dios advierte
a la nación de Israel que si ellos se apartaban de Él,
el Templo sería destruido. Por lo tanto, la ausencia
del Templo indica que se apartaron de Dios.
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“19 Mas si vosotros os volviereis, y dejareis
mis estatutos y mis preceptos que os he
propuesto, y fuereis y sirviereis a dioses
ajenos, y los adorareis, 20 yo los arrancaré de
mi tierra que les he dado; y esta casa que he
santificado a mi nombre, yo la echaré de
delante de mí, y la pondré por proverbio y
fábula en todos los pueblos.”
(II Cr 7:19-20)
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El Primer Templo fue destruido por Nabucodonosor rey de Babilonia, porque Israel se apartó de
Dios. ¿Cómo se apartó de Dios Israel? Se apartó
de Dios adorando imágenes. Los judíos volvieron
del cautiverio babilónico, y por mandato de Dios
construyeron el Segundo Templo. Como es lógico,
para ese Segundo Templo también era válida la
advertencia que se hace en el pasaje recién leído: si
se volvían a apartar de Dios, también sería destruido
ese Segundo Templo.
Efectivamente, el Segundo Templo fue también
destruido, esta vez por Roma, una segunda
Babilonia, porque los judíos se volvieron apartar de
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Dios. ¿Qué hicieron esta vez para apartarse de
Dios? Dios envió a Su Mesías, pero los judíos lo
rechazaron apartándose así de Dios. En consecuencia, el Segundo Templo también fue destruido, y los
judíos volvieron a ser llevados cautivos, igual que
cuando se apartaron de Dios cuando la destrucción
del Primer Templo.
Si el apartarse de Dios no hubiera sido motivado
por rechazar a Jesucristo como Mesías, entonces,
¿qué otro gran pecado cometió el pueblo judío, que
Dios los castigó tan duramente, destruyendo el
Segundo Templo y lanzándolos a una diáspora
mucho mayor que la de los 70 años babilónicos? La
ausencia del Templo y la prolongada diáspora,
declaran sin palabras, pero muy seria y
elocuentemente, que Jesucristo es el Mesías, el Hijo
de Dios.
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Resumen del capítulo 8. Por la misma razón de
mezcla de otros pueblos con el pueblo de Israel, y
por la ausencia de las genealogías, cosa que vimos
en el capítulo anterior, es que hoy no puede saberse
si uno que dice ser descendiente de Aarón, lo es en
realidad. La ley de Moisés era sumamente estricta
en lo que a no permitir que ejercieran de sacerdotes
hombres que no pudieran probar por medio de las
genealogías, que ellos descendían de Aarón. Por
eso, como vimos anteriormente en Esd 2:59-62,
fueron echados del sacerdocio gente que hacía
solamente 70 años que habían perdido sus
genealogías,
aunque
ellos
alegaban
ser
descendientes de Aarón. Cuanto menos autorizados
estarán para desempeñar el cargo de sacerdotes,
gente que han perdido sus genealogías hace casi
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2000 años, aunque hayan adoptado el nombre de
Cohen.
Todas estas contradicciones están gritándole al
oído a todo el que no quiera tapárselos, que ya vino
el Mesías, ya se sacrificó el Verdadero Cordero de
Dios, que era simbolizado por los sacrificios del
Templo, y por lo tanto, ya no hace falta Templo ni
sacrificios ni sacerdotes. Cualquier templo o
sacrificio que se establezca en Jerusalem será
espurio y no gozará de las bendiciones de Dios, sino
de la usurpación del antiCristo,
Como antes vimos, la ausencia del Templo era
una señal de que el pueblo judío se había apartado
de Dios. El primer apartamiento de Dios fue
castigado con la destrucción del Primer Templo por
Nabucodonosor y la expulsión de su tierra por 70
años, y su causa fue la idolatría. El segundo
apartamiento de Dios ocurrió por haber rechazado
al Mesías, al escogido de Dios, y fue castigado con
la destrucción del Templo por los romanos y la
expulsión de su tierra por casi 2000 años,
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Capítulo 9
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¿Es Jesucristo el Hijo de Dios?
Todo el salmo 2 nos convence, sin lugar a dudas,
de que se describe al Mesías. Entre otras cosas
porque los versículos 8 y 9 dan a entender que su
reino se extiende a todas las gentes y no sólo a Sión.
Este salmo enseña que Dios tiene un hijo
(versículos 7 y 12); que ese hijo es el Mesías, el
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que ha de reinar en Sión (versículos 6-9); y que
hay que servir tanto a Dios como a Su Hijo
(versículos 11 y 12). Veamos.
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“1 ¿Por qué se amotinan las gentes, y los
pueblos piensan vanidad? 2 Estarán los reyes
de la Tierra, y príncipes consultarán unidos
contra Dios, y contra su ungido, diciendo: 3
Rompamos sus coyundas, y echemos de
nosotros sus cuerdas. 4 El que mora en los
Cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos. 5
Entonces hablará a ellos en su furor, y los
turbará con su ira. 6 Yo empero he puesto mi
rey sobre Sión, monte de mi santidad. 7 Yo
publicaré el decreto: Dios me ha dicho: Mi
hijo eres tú; Yo te engendré hoy. 8 Pídeme, y
te daré por heredad las gentes, y por
posesión tuya los términos de la Tierra. 9
Quebrantarlos has con vara de hierro; como
vaso de alfarero los desmenuzarás. 10 Y
ahora, reyes, entended; admitid corrección,
jueces de la Tierra. 11 Servid a Dios con
temor, y alegraos con temblor. 12 Besad al
Hijo, porque no se enoje, y perezcáis en el
camino, cuando se encendiere un poco su
furor. Bienaventurados todos los que en él
confían.”
(Sal 2:1-12)
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Como se ve, desde la remota antigüedad, antes del
Nuevo Testamento, ya se sabía que existía un Hijo
de Dios, cosa que niegan los musulmanes. En el
versículo 2 del pasaje recién leído vemos que se
está hablando del Mesías, y en el versículo 7, a ese
Mesías Dios le dice “mi Hijo eres tú”. En el 8 y el 9
le promete que le va a dar el poder sobre toda la
Tierra, para terminar en el versículo 12 diciendo
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que besen al Hijo. Se hace evidente que desde la
más remota antigüedad del Antiguo Testamento, se
sabe que Dios tiene un Hijo, un ser especial que
tiene todas las características de un Hijo Unigénito.
Algo parecido a esto puede sacarse en
consecuencia cuando refiriéndose a Dios dice en
Proverbios 30:4 “....¿Cual es su nombre y el
nombre de su hijo, si sabes?” Esto de Prv 30:4
concuerda con Sal 2:7 donde dice: “El Señor me
dijo: mi hijo eres tú”.
Aquí se declara que el Creador tiene un hijo, un
particular y especial hijo; no una cualquiera de sus
criaturas a la que pudiera llamársele hijo. Es bueno
también notar que en el versículo uno de este
capítulo de Proverbios se nos dice que esto es una
profecía, o sea, algo inspirado por Dios.
Yo nunca me he conformado con leer toda la
Biblia muchas veces, sino que además, en esas
muchas veces que la he leído he tratado de leer el
mayor número de traducciones diferentes. Así he
leído la versión antigua de Reina-Valera, (que es
la mejor); he leído la de Scío de San Miguel (que
de las católicas es la mejor); he leído la de NácarColunga; la copia fotográfica de la traducción
de Casiodoro de Reina solo, antes de la revisión de
Cipriano Valera, que fue impresa en 1573; la
traducción de Torres Amat; la copia fotográfica
del original de la versión de Cipriano de Valera
impresa en 1602; he leído la de Reina-Valera
impresa en 1855; la versión de los ruselistas; la
New American Standard, en inglés;
la
traducción de King James, también en inglés, que
es la mejor de las de habla inglesa; la New King
James Versión; la llamada versión moderna; el
Antiguo Testamento judío traducido al español
por rabinos; la versión del 60 de Reina-Valera; la
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Chronological Bible; y no recuerdo ahora cuantas
otras versiones, sin contar las veces que he repetido
la lectura de las versiones antes mencionadas. Y
cuando digo que leí esas versiones estoy diciendo
que las leí como siempre hago, desde Génesis hasta
Apocalipsis, sin saltar nada. Esto sin contar los
libros “sagrados” del adventismo, los mormones, la
World Wide Church de Armstrong, los de los
ruselistas, el Corán, etc..
Lo que quiero decir al mencionar todo esto, es que
no soy una persona de perspectiva estrecha. No soy
de aquellos que todo lo ven a través de la hendija
por la que les permite atisbar su secta. Yo no
pertenezco a ninguna secta, ni soy una persona que
sólo sabe lo que leyó en la traducción de la Biblia
que autoriza su secta, por cuanto he leído las
traducciones de la Biblia de todas.
Precisamente por haberlo hecho es por lo que
tengo conocimiento y fuerza moral para recomendarles la Antigua versión de Reina-Valera como la
mejor que existe. Por haber leído todas esas
versiones es que puedo decir que en ellas hay
errores; pocos en unas y muchos en otras, y que
hay hasta alteraciones voluntarias. Ese es el caso de
la versión judía al español de León Dujovne,
Manasés y Moisés Konstantynowski, impresa
por la Editorial S. Sigal, Corrientes 2854, Buenos
Aires, República Argentina.
Como todos los sectarios deshonestos, la versión
judía al castellano mantiene la pureza de la Biblia
en todo aquello que no sea una franca contradicción
a sus dogmas. Pero cuando llega a aquellos pasajes
que clara e inequívocamente señalan a Jesucristo
como el Mesías, los distorsionan, omiten o
“explican”.
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Tal es el caso con Sal 2:12. En el versículo once
de la versión Reina-Valera, hablando de Dios
dice: “Servid a Dios con temor y alegraos con
temblor. Besad al Hijo (dice el comienzo del
doce) porque no se enoje....”. Como vemos, esta
es una clara y abierta referencia al Hijo de Dios;
un respaldo absoluto y total al concepto de que Dios
tiene un hijo. Este es un concepto que los judíos y
los musulmanes niegan tozudamente.
Para no dar su “brazo a torcer”, en la traducción
judía al castellano antes mencionada, ellos omiten la
frase “Besad al Hijo”, y la sustituyen por la espuria
frase “Armaos de pureza”. Esta falsificación de las
Sagradas Escrituras ellos la hacen a sabiendas, no es
un error. Son falsarios que engañan a aquellos que
confían en ellos como traductores, y por cuya
canallada tendrán que dar cuenta el día del juicio.
Pero ahora cabría preguntarme a mí: “Y cómo
tú, que no sabes hebreo, puedes saber cuál de los
dos traductores tiene la razón? ¿Cómo te atreves a
‘juzgar’ a tu prójimo?”
Cuando yo llego a una conclusión en contra de lo
sostenido por “A”, no lo hago basado en lo que me
dice “B” que es antagonista de “A”, sino en lo
mismo que dice “A”. Dios es muy grande y
poderoso y no se ha dejado sin testimonio de la
verdad ni aún en las Biblias arregladas y
amañadas. ¡¡Hasta la Biblia traducida por los
ruselistas, que está alterada desde el Génesis
hasta el Apocalipsis, da testimonio contra ellos
mismos, contra sus propias doctrinas!!
Como que en el caso de la traducción judía, yo no
sabía hebreo, tuve que elaborar una solución. Yo
tenía una edición del Antiguo Testamento en
hebreo, (la versión impresa en Israel por la editorial
“Sinaí Publishing”, de Tel Aviv) así que tomé una
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fotocopia de ese salmo de una página del libro. Esa
copia la llevé a un amigo hebreo, un científico
especializado en biofísica, un judío sabra, nacido y
criado en Israel, que trabajaba conmigo, y le pedí
que me tradujera aquellas palabras del versículo 12.
Mi amigo hebreo, que hablaba y leía el idioma
hebreo como su lengua materna, y el inglés como el
idioma adquirido, me contestó en este último, que
era el idioma común en que nos comunicábamos
nosotros: “Here says: Kiss the son”. O sea, que
traducido al español lo que me dijo fue: “Aquí
dice: besad al hijo”.
Lo que estos traductores habían modificado para
traducirlo al español, el rabinato no se había
atrevido a modificarlo en el hebreo. ¿Por qué? El
alto clero de todas la sectas, los directores de las
sectas erradas, no están dispuestos a decir la verdad
a las ovejas de las que trasquilan la lana. Por otra
parte, el creyente en general es moroso para leer la
Biblia, lo mismo el cristiano que el judío. Pero
menos aún la va a leer en un idioma que él no
conoce. Por eso al traducirlo al idioma corriente del
país en que viven, lo modifican, pero en el idioma
desconocido, en el idioma que sólo conocen los
rabinos y el alto clero del país en cuestión, en el
idioma que sólo leen los que tienen intereses
sectarios y económicos en su religión, no es
necesario modificarlo. Ellos aunque lean la verdad y
la palpen no van a creer, porque no la quieren creer.
Cuando Jesús una vez más demostró su divinidad
resucitando a Lázaro, los judíos sinceros lo
aceptaron como una prueba de que Jesús era el
Mesías. No obstante, los insinceros, los
prejuiciados, los pertenecientes a la clerigalla
farisea, determinaron que había que matar a Lázaro,
para que no hubiera prueba de su resurrección, (Jn
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12:9-10). Todo esto habrá de pagarse el día del
juicio.
Por otro lado, la multitud de creyentes judíos
sinceros, que están sinceramente equivocados,
que nacieron en Israel y conocen el hebreo, no
van a permitir que se les modifique la Sagrada
Escritura en un idioma que ellos entienden: el
hebreo, y del que tienen cientos de copias
ortodoxas. Los rabinos sinceros de todos los países,
tampoco van a permitir que se les modifiquen las
Escrituras. Por eso estos traductores sólo pueden
hacer estas alteraciones muy parcialmente, y sólo en
idiomas en los que las falsificaciones no produzcan
mucho antagonismo o problemas entre su propia
gente.
También en el libro del profeta Ezequiel, como
ya he señalado en otros lugares, se evidencia que
Dios tiene un hijo; no una criatura cualquiera, sino
un ser especial al que Él considera Su hijo. En la
Biblia judía en español, aunque esta vez no se ha
alterado la traducción, sí difiere en el número de los
versículos, pues lo que aquí nosotros tenemos en
Ezq 21:10, ellos lo tienen en Ezq 21:15. Esta
diferencia de numeración ocurre frecuentemente en
esta traducción.
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“8 Y fue a mí palabra de Dios, diciendo: 9
Hijo del hombre, profetiza, y di: Así ha dicho
el Señor Dios: Di: La espada, la espada está
afilada, y aun acicalada; 10 para degollar
víctimas está afilada, acicalada está para
que relumbre. ¿Hemos de alegrarnos? A la
vara de mi hijo viene menospreciando todo
árbol. 11 Y la dio a acicalar para tenerla a
mano, la espada está afilada, y acicalada está
ella, para entregarla en mano del matador. 12
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Clama y aúlla, oh hijo del hombre; porque
ésta será sobre mi pueblo, será ella sobre
todos los príncipes de Israel. Temores de
espada serán a mi pueblo: por tanto, hiere el
muslo.”
(Ezq 21:8-12)
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Es bueno recordar al leer el versículo 10, lo que
más adelante dice el versículo 12. Allí podemos
constatar que la espada que se anuncia, iba a ser
enviada contra el pueblo de Israel y contra sus
príncipes. También vemos allí que se especifica
que los temores de espada serían “a mi pueblo”.
Eso nos indica que la palabra “hijo”, que existe en
la frase “a la vara de mi hijo viene menospreciando
todo árbol”, no puede estarse refiriendo al pueblo
de Israel como algunos quieren hacer ver. No puede
estarse refiriendo al pueblo de Israel, porque lo que
están diciendo del “hijo” es una queja porque lo
menosprecian, mientras que lo que están diciendo
de Israel es que va a ser castigado con espada. Es
decir, por un lado Dios se queja de que a Su hijo
lo menosprecian, mientras que por el otro lado
Dios dice que va a castigar a Israel con espada.
No es lógico pensar que Dios va a castigar a Israel
porque ese pueblo (Israel) sea menospreciado. Lo
lógico es pensar que Cristo Su Hijo, es el
menospreciado, y de eso es de lo que Dios se queja,
mientras que Israel es castigado con espada, y eso
es lo que Dios anuncia en este pasaje (8-32).
Algunos estarían dispuestos a creer que
Jesucristo es el Mesías, pero les cuesta trabajo
aceptar que es un ser divino. El gran rey David
consideraba que el Mesías era su Señor. Siendo el
Mesías un descendiente de David desde el punto de
vista carnal, no es lógico que él le llame Señor. Sin
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embargo, David le llama Señor tanto a Dios como al
Mesías.
En este caso al decir David la frase “Dios dijo a
mi Señor”, se ve que él llama Dios al Padre Dios, y
que el personaje a quien él llama “mi Señor”, (o
sea, el Señor de David), es el que se sienta a la
diestra de Dios. Por lógica, este que se sienta a la
diestra de Dios no puede ser otro que el Mesías, y
para sentarse a la diestra de Dios, tienen que ser
de su misma estirpe. El hecho de que David le
llame “Señor” al Mesías, nos indica claramente que
ese Mesías no iba a ser un humano, sino alguien de
superior jerarquía, alguien divino.
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“Salmo de David. Dios dijo a mi Señor:
Siéntate a mi diestra, en tanto que pongo tus
enemigos por estrado de tus pies.”(Sal 110:1)
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Si el Mesías que aquí se anuncia, fuera un ser
humano, el gran rey David no lo hubiera llamado
“mi Señor” por dos razones. La primera, porque el
fundador de la dinastía era David, y el Mesías sería
meramente un descendiente del fundador, por lo
cual el superior era el fundador, por ser fundador y
por ser un antecesor. La segunda, porque nunca
jamás, pero muchísimo menos en aquella época, le
iba alguien a llamar “mi señor” a un descendiente.
Eran los descendientes los que trataban con ese
respeto a sus antecesores. Por lo tanto, si David
trata de “mi Señor” al Mesías, se evidencia que éste
no iba ser humano, sino divino. De otra manera no
tenía David que llamarle “mi Señor”.
En resumen, David, que fue un hombre tan
considerado en el judaísmo, y que además fue
profeta, al llamar al Mesías su Señor, nos hace ver
que él no lo consideraba humano. Si lo hubiera
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considerado humano, no tenía que llamarle su
Señor, por cuanto iba a ser descendiente suyo. Esa
veneración que manifiesta David hacia el Mesías
nos indica que éste era algo más que un humano
elegido por Dios para rey de Israel, proveniente de
la descendencia de David.
Este pensamiento sobre la divinidad de Jesucristo,
concuerda con lo dicho en Sal 45:6-7. Al decir en el
versículo seis “tu Trono oh Dios…”, se ve que le
está hablando a un ser divino. Al continuar en el
versículo siete hablándole a esa persona y decirle
“por tanto te ungió Dios, el Dios tuyo”, nos está
haciendo ver que ese ser a quien le estaba hablando
primero, no era Dios Padre, sino uno que había sido
ungido por Dios. Es decir, se trataba de uno que
tenía a Dios por superior a él, o sea, el Mesías. Al
ver que antes trató al Mesías como a un ser divino
nos hace ver que el verdadero Mesías es un ser
divino.
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“6 Tu trono, oh Dios, eterno y para
siempre; vara de justicia la vara de tu reino. 7
Amaste la justicia y aborreciste la maldad;
por tanto te ungió Dios, el Dios tuyo, con
óleo de gozo sobre tus compañeros.”
(Sal 45:6-7)
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La traducción judía al español de Dujovne y
Konstantynowski, en vez de tener este pasaje en los
versículos antes mencionados, los tiene en el 7 y el
8. Además, tuerce el primer versículo traduciéndolo
de la siguiente manera: “tu trono será establecido
por Dios….”, con lo cual pretenden quitarle la
connotación de divinidad al Mesías. Sin embargo, la
mejor manera de saber quien tiene la razón es tomar
una Biblia en hebreo, fotocopiar ese pasaje, recortar
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esos dos versículos, el 7 y el 8 y dárselos a leer a un
judío nacido en Israel, que no sea religioso, para
que así lo lea sin saber de qué se trata, y sea
honesto al traducirlo.
También el hecho de que en Isa 7:14, que ya
leímos, se le llame Emmanuel al hijo que la virgen
habría de dar a luz, nos está diciendo que el ser del
cual se estaba hablando era un ser divino. La
palabra “Emmanuel” significa “Dios con nosotros”.
Si por el examen de las profecías llegamos a la
conclusión de que Cristo es el Mesías, y él dice que
es Hijo de Dios y que es de naturaleza divina, es
lógico que le creamos, el Mesías no miente.
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Resumen del capítulo 9. Otra cosa que le causa
dificultad a los que leen escritos rabínicos, pero no
el Antiguo Testamento, es la afirmación de que
Cristo es el Hijo de Dios. Sin embargo, vimos
claramente en el Salmo 2 que se habla sobre el
Mesías, y en ese contexto se dice que Dios tiene un
hijo, especialmente en el versículo 12. Lo mismo se
puede decir de Prv 30:4, donde se habla del Hijo de
Dios, y en Ezq 21:8-12. También vemos que David,
en el Sal 110:1, le llama Señor al Mesías, señal de
que era un ser superior al ser humano, porque si no,
el gran rey David no lo hubiera llamado “mi Señor”
por dos razones: una, porque el fundador de la
dinastía era David, y el Mesías sería meramente un
descendiente del fundador; y segunda, porque
nunca jamás, pero muchísimo menos en aquella
época, le iba alguien a llamar “mi señor” a un
descendiente. Este pensamiento sobre la divinidad
del Mesías, concuerda con lo dicho en Sal 45:6-7,
donde el contexto nos dice que se está hablando del
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Mesías. Al decir en el versículo seis “tu Trono oh
Dios…”, se ve que le está hablando a un ser divino.
Todas estas citas, sacadas del Antiguo Testamento,
nos hablan de la divinidad del Mesías, como Hijo de
Dios.
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Capítulo 10
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Calumniar a Cristo es más fácil que leer la
Escritura, pero más dañino para el calumniador
He discutido a menudo con amigos míos judíos,
que por estar educados bajo la influencia rabínica,
me han asegurado que Jesús decía ser hijo de Dios,
porque él no tenía padre reconocido, y entre los
judíos ser bastardo es muy grave mancha. Por eso,
según ellos, su defensa era decir, cuando le
preguntaban por su padre, que él era hijo de Dios,
uno de los hijos, como cualquier humano. Sin
embargo, eso es falso, porque todo el pueblo lo
tenía por hijo del carpintero.
Además, la más elemental lógica nos dice que si
hubiera habido la más mínima sospecha de que
Cristo era bastardo, sus correligionarios, y sobre
todo sus enemigos de la élite religiosa, no le
hubieran permitido pertenecer a la sinagoga, lo
hubieran expulsado, y no le hubieran permitido
enseñar en la sinagoga. La ley de Dios prohibía a
los hijos bastardos pertenecer a la congregación,
como se ve en Dt 23:2.
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“No entrará bastardo en la congregación
de Dios; ni aún en la décima generación
entrará en la congregación de Dios.”
(Dt 23:2)
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“54 Y venido a su tierra, les enseñaba en la
sinagoga de ellos, de tal manera que ellos
estaban atónitos, y decían: ¿De dónde tiene
éste esta sabiduría, y estas maravillas. 55 ¿No
es éste el hijo del carpintero? ¿no se llama
su madre María, y sus hermanos Jacobo y
José, y Simón, y Judas. 56 ¿Y no están todas
sus hermanas con nosotros? ¿De dónde,
pues, tiene éste todas estas cosas? 57 Y se
escandalizaban en él. Mas Jesús les dijo: No
hay profeta sin honra sino en su tierra y en su
casa.”
(Mt 13:54-57)
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Como se ve en este pasaje todo el pueblo lo tenía
por hijo del carpintero y conocían además a toda
su parentela. Por lo tanto, Jesús no confrontaba el
problema social de ser un hijo sin padre, un
bastardo, como calumnian algunos rabinos. Como
se ve, calumniar es más fácil que usar su raciocinio
en Isa 7:14; Isa 53; Dn 9 :24-27; etc.
No me vaya nadie a replicar que el versículo 55
de Mateo 13 es una mentira puesta ahí para
desvirtuar lo de su bastardía, porque si mentir
hubieran querido los evangelistas, no tenían que
haber escrito que Jesús no era hijo directo de José.
Podían haber dicho que era su hijo carnal, pero con
la intervención del Espíritu de Dios. Cuando se
dicen todas las cosas que se han dicho en el
evangelio, sin quitar una, es porque, primero, están
diciendo la verdad, y segundo, porque no les
importa lo que los demás digan o piensen.
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A esos amigos judíos yo los he tratado de sacar de
su error con este razonamiento por un lado, y por el
otro, mostrándoles las muchas profecías que
sobre Cristo como Mesías hay en el Antiguo
Testamento. El problema es que los rabinos, al
igual que los jerarcas católicos y de muchas otras
sectas no católicas, hacen mucho énfasis en que sus
feligreses vayan a la sinagoga y dejen la plata; pero
muy poco en que lean las Escrituras.
La mayoría de los más religiosos lo único que
leen es un pedazo de la Torá (Pentateuco) cada
sábado en la sinagoga... y ya. Jamás leen los
profetas, salmos, etc. Lo ignoran casi todo. En vez
del Viejo Testamento, les leen el Talmud y una
serie de libros rabínicos. Estos libros, como los de
todas las élites religiosas, no pretenden enseñar de
Dios, sino que con ellos sólo aspiran a mantenerse
en su posición de influencia y hegemonía.
Busquen en cada sinagoga, a ver si hallan un judío
que haya leído el Viejo Testamento completo
aunque sea veinte veces en su vida. La inmensa
mayoría no la ha leído completo ni siquiera una sola
vez. Si no te interesa la palabra de Dios, ¿cómo vas
a alcanzar la verdad?
Esos que se atreven a calumniar al Mesías están
jugando con fuego, porque a sabiendas están
transgrediendo el noveno mandamiento, y lo están
transgrediendo contra Dios y su Mesías.
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“No hablarás contra tu prójimo falso
testimonio.”
(Ex 20:16)
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Resumen del capítulo 10. Hay judíos que
calumnian a Cristo diciendo que era un hijo
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bastardo. La ley de Dios prohibía que un hijo
bastardo perteneciera a la sinagoga. Si hubiera
habido la más mínima sospecha de que Cristo era
bastardo, sus correligionarios, y sobre todo sus
enemigos de la élite religiosa no le hubieran
permitido pertenecer a la sinagoga, y mucho menos
enseñar en ella o entrar en el Templo. Todo el
pueblo tenía a Cristo por hijo del carpintero,
Esos que se atreven a calumniar al Mesías están
jugando con el fuego del Infierno, porque a
sabiendas están transgrediendo el noveno
mandamiento, y lo están transgrediendo contra Dios
y su Mesías.
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Capítulo 11
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Profecías del Antiguo y el Nuevo Testamento nos
indican que los judíos se convertirían a Cristo al
final de los tiempos
Cuando el profeta Oseas dice: “Muchos días
estará Israel sin rey....etc.”, se refiere indudablemente al período de la diáspora y no al del
cautiverio de Babilonia, porque habla del fin de
los días. Además, durante el período babilónico
siguió habiendo sacerdotes y príncipes. Solamente
la diáspora concuerda con esta descripción del
profeta Oseas, porque durante los siglos de la
diáspora nunca tuvieron sacerdotes ni adoraron
ídolos.
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“4 Porque muchos días estarán los hijos de
Israel sin rey, y sin príncipe, y sin sacrificio,
y sin estatua, y sin efod, y sin terafim. 5
Después volverán los hijos de Israel, y
buscarán al Señor su Dios, y a David su rey;
y temerán a Dios y a su bondad en el fin de
los días.”
(Os 3:4-5)
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Es de notarse que se dice que después del período
ese en el cual se hallarían sin sacerdotes, sin
sacrificios, etc., se añade que buscarán a Dios su
Dios y a David su rey. De lo aquí dicho se da uno
cuenta de que están hablando del Mesías; porque
el verdadero rey David ya había muerto, no había
manera de buscarlo. Es además de notarse que dice
que eso ocurrirá “en el fin de los días”. De ahí
podemos concluir una vez más que los judíos, al
final de los tiempos, se convertirán a Cristo.
También en el Nuevo Testamento hay profecías
que señalan la futura conversión de los judíos a
Cristo. Una de ellas es la de San Pablo en la que él
simboliza a los judíos como el árbol de la oliva, y a
los gentiles (goim) como el acebuche, que es un
olivo silvestre. Veamos.
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“17 Que si algunas de las ramas fueron
quebradas, y tú, siendo acebuche, has sido
ingerido en lugar de ellas, y has sido hecho
participante de la raíz y de la grosura de la
oliva, 18 no te jactes contra las ramas; y si te
jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino
la raíz a ti. 19 Pues las ramas, dirás, fueron
quebradas para que yo fuese ingerido. 20
Bien: por su incredulidad fueron quebradas,
mas tú por la fe estás en pie. No te
ensoberbezcas, antes teme. 21 Que si Dios no
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perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco
no perdone. 22 Mira, pues, la bondad y la
severidad de Dios: la severidad ciertamente
en los que cayeron; mas la bondad para
contigo, si permanecieres en la bondad; pues
de otra manera tú también serás cortado. 23 Y
aun ellos, si no permanecieren en
incredulidad, serán ingeridos; que poderoso
es Dios para volverlos a ingerir. 24 Porque si
tú eres cortado del natural acebuche, y contra
natura fuiste ingerido en la buena oliva,
¿cuánto más éstos, que son las ramas
naturales, serán ingeridos en su oliva? 25
Porque no quiero, hermanos, que ignoréis
este misterio, para que no seáis acerca de
vosotros mismos arrogantes: que el
endurecimiento en parte ha acontecido en
Israel, hasta que haya entrado la plenitud de
los gentiles; 26 y luego todo Israel será salvo;
como está escrito: Vendrá de Sión el
Libertador, que quitará de Jacob la
impiedad.”
(Ro 11:17-26)
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Como vemos, tanto en las profecías del Antiguo
como del Nuevo Testamento se anuncia que al final
de los tiempos los judíos se convertirán a Jesucristo,
como su salvador personal. El Cordero de Dios que
limpia el pecado, simbolizado por los corderos
sacrificados en el Templo.
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El Mesías vendría dos veces: una como Cordero
de Dios y otra como Rey del Mundo
Leyendo las profecías tanto del Antiguo
Testamento como del Nuevo Testamento, nos
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enteramos de que el Mesías iba a tener dos venidas:
la primera, cuando venía a sufrir por nuestros
pecados, y la segunda venida, cuando venía para
reinar con vara de hierro. La primera venida, la de
sufrir por nuestros pecados, está profetizada en
Isaías capítulos 52 y 53. La segunda venida,
cuando va dominar sobre el mundo, está profetizada
en varios pasajes, de los cuales escogí Sal 2:8-9 y
110:1-2. Veamos.
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(Isaías 52:13) He aquí que mi siervo será
prosperado, será engrandecido y ensalzado, y
será muy sublimado.
14 ¡Cómo se pasmaron de ti muchos!, en
tanta manera fue desfigurado de los hombres
su parecer; y su hermosura más que la de los
hijos de los hombres.
15 Empero él rociará muchas gentes; los
reyes cerrarán sobre él sus bocas; porque
verán lo que nunca les fue contado, y
entenderán lo que jamás habían oído.
(Isaías 53:1) ¿Quién ha creído a nuestro
anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el
brazo de Dios?
2 Y subirá cual renuevo delante de él, y
como raíz de tierra seca, no hay parecer en
él, ni hermosura: verlo hemos, mas sin
atractivo para que le deseemos.
3 Despreciado y desechado entre los
hombres, varón de dolores, experimentado en
quebranto; y como que escondimos de él el
rostro, fue menospreciado, y no lo
estimamos.
4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros
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le tuvimos por azotado, por herido de Dios y
abatido.
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Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el
castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga
fuimos nosotros curados.
6 Todos nosotros nos descarriamos como
ovejas, cada cual se apartó por su camino,
mas Dios cargó en él el pecado de todos
nosotros.
7 Angustiado él, y afligido, no abrió su
boca, como cordero fue llevado al matadero;
y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, y no abrió su boca.
8 De la cárcel y del juicio fue quitado; y su
generación ¿quién la contará? Porque
cortado fue de la tierra de los vivientes; por
la rebelión de mi pueblo fue herido.
9 Y se dispuso con los impíos su sepultura,
mas con los ricos fue en su muerte; porque
nunca hizo él maldad, ni hubo engaño en su
boca.
10 Con todo eso Dios quiso quebrantarlo,
sujetándole a padecimiento. Cuando hubiere
puesto su vida en expiación por el pecado,
verá linaje, vivirá por largos días, y la
voluntad de Dios será en su mano
prosperada.
11 Del trabajo de su alma verá y será
saciado; con su conocimiento justificará mi
siervo justo a muchos, y él llevará las
iniquidades de ellos.
12 Por tanto,
yo le daré parte con los
grandes, y con los fuertes repartirá despojos;
por cuanto derramó su vida hasta la muerte,
y fue contado con los perversos, habiendo él
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llevado el pecado de muchos y orado por los
transgresores.”(Isa 52:13-15 hasta 53:1-12)
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Hasta aquí, vemos profetizada su Primera Venida.
Veamos ahora el salmo 2 en el que vemos que se
está hablando sobre el Mesías. En ese contexto dice
que regirá a las gentes con vara de hierro, es
decir, no viene como la primera vez a dejarse
crucificar, escupir, golpear, etc., por nuestros
pecados. Dado que ya nuestros pecados están
limpiados por la aceptación de su sacrificio, él no
tiene que venir de nuevo a sufrir, sino a gobernar.
Por eso la profecía dice:
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“8 Pídeme y te daré por heredad las gentes,
y por posesión tuya los términos de la Tierra.
9 Quebrantarlos has con vara de hierro;
como vaso de alfarero los desmenuzarás.”
(Sal 2:8-9)
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También tenemos este otro salmo de David y un
pasaje del profeta Zacarías:
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“1 Dios dijo a mi Señor: Siéntate a mi
diestra, en tanto que pongo tus enemigos por
estrado de tus pies. 2 La vara de tu fortaleza
enviará Dios desde Sión: Domina en medio
de tus enemigos.”
(Sal 110:1-2)
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“8 En aquel día Dios defenderá al morador
de Jerusalem, y el que entre ellos fuere flaco,
en aquel tiempo será como David; y la casa
de David como ángeles, como el ángel de
Dios delante de ellos. 9 Y será que en aquel
día yo procuraré quebrantar todas las gentes
que vinieren contra Jerusalem. 10 Y
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derramaré sobre la casa de David, y sobre los
moradores de Jerusalem, espíritu de gracia y
de oración; y mirarán a mí, a quien
traspasaron, y harán llanto sobre él, como
llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre él
como quien se aflige sobre primogénito.”
(Zc 12:8-10)
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Como hemos visto, hay dos tipos de claras
referencias a la venida del Mesías. El primer tipo
de referencias, como Cordero de Dios a quitar el
pecado de los que lo acepten. El segundo tipo de
referencias, como rey del mundo a imponer justicia.
Querido lector, no seas tú de los que rechazan
la salvación que te brinda Jesucristo, el Cordero
enviado por Dios. No te dejes impresionar por el
hecho de que si te conviertes a Jesucristo tus
correligionarios te van a llamar “marrano”, o te van
a borrar del libro de sus amistades. Peor es que Dios
te borre del Libro de la Vida. Las religiones que se
imponen con presiones, venganzas o con la fuerza
bruta no son de Dios
Si por “quedar bien” con ellos vas a perdición,
cuando estés en el Infierno ninguno de esos
“amigos” que ahora te rinden loas por no
convertirte a Cristo, va a poder ayudarte en nada.
Acepta a Jesucristo, el Cordero de Dios, que es
aquel cuya sangre limpia tus pecados, y por ello te
libra del Infierno, como se simbolizaba con los
corderos que se sacrificaban en el Templo.
Si al fin de los tiempos muchos judíos se han de
convertir a Jesucristo, sé tú de los primeros, no de
los últimos.
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Resumen del capítulo 11. Varias profecías del
Antiguo y Nuevo Testamento, indican que los
judíos se convertirán a Cristo al final de los
tiempos. Tal vez durante la última de las setenta
semanas del profeta Daniel. En el Antiguo
Testamento, Os 3:4-5, vemos tal cosa, y luego en el
Nuevo Testamento, en Ro 11:17-26,
Recordemos el salmo 2 en el que vemos que se
está hablando sobre el Mesías. En ese contexto dice
que regirá a las gentes con vara de hierro. Es decir,
no viene como la primera vez a dejarse crucificar,
escupir, golpear, etc., por nuestros pecados. Esta
segunda vez viene a reinar, a poner en orden el
mundo, a impartir verdadera justicia. Esa será la
Segunda Venida de Cristo, esta vez en las nubes.
Recuerda esto que te voy a decir, porque es
cuestión de vida o muerte: si no viene en las
nubes no es el verdadero Mesías.
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