ARIÑO, A. i SERRA, I.: “Cultura y socialización”, en GARCÍA FERRANDO, Manuel (coord.): Pensar nuestra sociedad global. Fundamentos de sociología. València, Tirant Lo Blanch, 2005. Pàgs. 113-128. LA SOCIALIZACIÓN COMO PROCESO La definición comúnmente aceptada de socialización en el campo de la sociología, es la de considerarla como el proceso a través del cual una persona aprende e interioriza, en el curso de su vida, los elementos socioculturales de su medio, los integra a las estructuras de su personalidad, bajo la influencia de experiencias y agentes sociales significativos, y se adapta así al entorno social en el que le ha correspondido vivir (Rocher, G.: Introducción a la sociología general. Barcelona, Herder, 1985. Pàg. 133). A continuación, se especifican algunos aspectos claves contenidos en la definición que hacen referencia al cómo se produce la socialización y a los efectos que la misma produce en las personas. En primer lugar, se explica el cómo se realiza: "En el transcurso de su vida": la etapa más intensa del proceso de socialización tiene lugar, lógicamente, durante los primeros años de la vida de cada persona. Pero, sobre todo en las sociedades avanzadas, las personas continúan "siendo socializadas" durante toda su vida, y ello por dos razones principalmente: porque ninguna persona llega nunca a aprender e interiorizar "todos" los elementos de una cultura, y porque todos estamos, casi continuamente, "ingresando" en nuevas subculturas. Cada vez que ingresamos en un nuevo centro de estudio, en un nuevo grupo de amigos, en una nueva empresa, etc., tenemos que aprender los elementos subculturales propios de dicha formación social (por ejemplo, símbolos, normas, valores, etc.). “Bajo la influencia de experiencias y agentes sociales significativos": efectivamente, en la mayoría de los casos no nos socializamos, nos socializan; unas veces con nuestra anuencia (como cuando alguien toma un curso de guitarra porque le gusta), otras veces a pesar nuestro (el niño tiene que aprender en la escuela lo que le mandan, sus padres lo obligan a saber comportarse "como es debido" etc.); en muchas ocasiones no hay agentes de socialización explícitos, pero los hay implícitos, como cuando tenemos la experiencia de que un determinado comportamiento suscita gestos de desaprobación en los otros, con lo cual vamos aprendiendo las normas que rigen en una sociedad o en un determinado subgrupo, o cuando aprendemos técnicas, costumbres, etc., imitando a los otros; incluso el autodidacta, el que aprende algo "solo" no está tan solo, ya que generalmente trabajará con material que ha sido preparado por otros, libros etc., de modo que los autores de este material se convierten en agentes de socialización indirectos. Sobre los agentes de socialización hablaremos en el próximo apartado. En segundo lugar, se precisan los efectos de la socialización: "Se adapta al entorno social": efectivamente, ya hemos comentado anteriormente que al adquirir (aprender e interiorizar) una cierta parte de la cultura de una sociedad una persona se hace apto (se adapta) para vivir y desenvolverse en esa sociedad. Ahora bien, la cuestión de la adaptación suscita una serie de cuestiones de vivo interés sociológico: los individuos socializados, ¿actúan todos y siempre del modo deseado?, ¿deseado por quién?, ¿qué se hace para evitar conductas "no deseadas" y qué se hace cuando éstas ya se han producido? Estas y otras relacionadas con ellas son cuestiones relativas al control social, la conformidad y la desviación. "Los integra (los elementos socioculturales) en la estructura de su personalidad". En este caso se refiere a la influencia de la socialización sobre la personalidad. Pero, ¿qué entendemos por personalidad? Según Newcomb "personalidad es la organización en el individuo de predisposiciones para actuar" (Newcomb, T.M.: Manual de psicología social (2 vol.). Buenos Aires, Eudeba, 1973. Pàg. 405). Para comprender mejor esta definición convendrá que nos preguntemos de qué depende que una persona actúe de un modo o de otro, o, lo que es lo mismo, de qué factores depende su conducta. En primer lugar observamos que las personas se comportan de modo diferente según se encuentren en una situación o en otra. La gente no se comporta del mismo modo en la oficina que en el bar; si se declara un incendio que si no hay ninguna emergencia, etc. Así pues, la conducta de las personas depende, por un lado de la situación en que se encuentran. Pero también observamos, por otro lado, que en una misma situación diferentes personas se comportan de modos diferentes: en una misma situación uno miente y otro no; uno agrede y otro huye (entre otras posibles alternativas); uno intenta arreglar algo que no funciona y otro busca quien lo arregle, etc. Por lo tanto, la conducta de los individuos depende (a) de unos factores externos a ellos mismos, que constituyen la situación, y (b) de otros factores internos, "propios" de cada individuo, los cuales sería “predisposiciones para actuar" según Newcomb. Al conjunto de esos factores propios de cada persona lo llamamos personalidad. En la interacción con los otros, la persona aprende símbolos (principalmente palabras), aprende normas, empieza a interiorizar valores, etc. Todo esto constituye un proceso social, en el curso del cual la persona aprende a distinguir entre si misma y los otros, forma su propio “yo” (self) al tiempo que aprende a tener en cuenta a los otros. Así pues, podemos concluir que el proceso de desarrollo de la personalidad y el proceso de socialización vienen a ser el mismo, sólo que lo llamamos una cosa u otra según centremos nuestra atención en los efectos sobre el sujeto o en el hecho de la transmisión de elementos culturales, respectivamente. Ahora bien, si la personalidad depende tan íntimamente de la socialización, y el contenido de ésta es la cultura, ¿no resultará que las personalidades de todos los miembros de una misma sociedad serán muy similares entre si? La respuesta es más bien no, ya que la cultura no es ni el único determinante de la personalidad ni un determinante rígido. En primer lugar, ya vimos que la personalidad se desarrolla a partir de la base biológica de cada persona. Esto ya introduce una fuente de variación independiente de la cultura. En segundo lugar, no es posible calibrar qué parte de la cultura y del sistema social es así integrada en la personalidad. La proporción varía de una persona a otra. Lo que sí puede afirmarse es que la cultura y el sistema social, una vez integrados en la personalidad pasan a convertirse, como hemos apuntado anteriormente, en la obligación moral, en la regla de conciencia y en la manera que parece "natural” o “normal”, de comportarse, de pensar o sentir). Con todo, dentro de una sociedad habrá bastante diversidad de personalidades, pero también habrá ciertas uniformidades básicas. Teniendo esto en cuenta evitaremos el malinterpretar expresiones como "el hombre es un producto social", o la aparentemente opuesta de que "cada persona es un ser único". Ambas afirmaciones pueden ser ciertas si se interpretan matizadamente, no de un modo simplista. Por otra parte, la existencia, culturalmente determinada, de ciertas características muy difundidas en una sociedad, explica que muchos individuos puedan tener por "natural" lo que en realidad es cultural, y sean incapaces de comprender que individuos de otras sociedades (con otras culturas) puedan tener valores, ideas o gustos diferentes. Esta falta de comprensión genera frecuentemente sentimientos de hostilidad o de desprecio. En esto consiste el etnocentrismo, que va superándose a medida que aumenta el conocimiento de otras sociedades y el contacto con ellas. FASES DEL PROCESO SOCIALIZADOR Como hemos comentado en párrafos anteriores, el proceso de socialización dura toda la vida, y además no llega nunca a terminar porque a lo largo de la biografía de cualquier persona tienen lugar diversas socializaciones. Ahora bien, ni la importancia ni la intensidad de las mismas es siempre igual. Es por este motivo por el que desde la sociología se diferencian y se distinguen tres etapas cronológicas en el proceso socializador: socialización primaria, socialización secundaria (socializaciones secundarias para algunos autores) y socialización terciaria. Socialización primaria Con el término socialización primaria se hace referencia a la socialización que se efectúa durante la infancia, y que precisamente por ser la primera es la más fuertemente arraigada dentro de la conciencia individual. Es aquella en la que se interiorizan los elementos socioculturales más importantes y significativos de la sociedad, como es el lenguaje, la identidad de género, de clase, etc. Es muy inclusiva, ya que se extiende a casi todos los aspectos de la individualidad. Es asimismo, la más duradera y la que se efectúa de forma acrítica. La socialización primaria es, pues, el periodo en el que se construye el primer mundo, incuestionablemente real, un mundo sólido donde no caben ni la desconfianza ni la duda. La familia, en sus diversas modalidades, es uno de los agentes socializadores más significativos de esta etapa. Constituye el primer paso para la aprehensión de las normas sociales. Es en la primera infancia cuando el niño/a aprende a asumir el rol del otro, es decir, además de a reconocer ciertas actitudes en los otros y comprender su significado, aprende a asumirlos. Por ejemplo, la actitud de enfado de la madre o del padre cuando hace algo que no debe hacer, es expresada no solo por gesticulaciones y palabras, sino que también trasmite un significado particular, "eso no se hace", y, posteriormente, el niño imitará expresiones externas de esta actitud tanto verbalmente como no verbalmente. En efecto, esta primera etapa de la socialización se combina con la presencia participativa de los otros significativos. Para George Herbert Mead (Espíritu, persona y sociedad, 1953) los otros significativos son aquellas personas con las que el niño/a interacciona con más frecuencia (los padres, principalmente) y con los que tiene una relación emocional importante. Las actitudes y los roles de estos otros significativos serán muy importantes para su futuro desarrollo social, ya que los interiorizará como si fuesen los únicos posibles (en realidad, en esta primera fase lo son). Ellos son los primeros en facilitar el marco de connotaciones afectivas y de componentes emotivos que contribuyen a establecer las características identitarias de la persona (personalidad de base), muy difíciles de modificar posteriormente. La identificación afectiva permite al niño imitar las acciones e interpretar los roles de estos otros significativos, acciones y roles que le preparan para participar en el juego social. En el mismo sentido se expresan Berger y Luckman cuando manifiestan que “en la socialización primaria no existe ningún problema de identificación, ninguna elección de otros significantes. La sociedad presenta al candidato a la socialización ante un grupo predefinido de otros significantes a los que debe de aceptar en cuanto tales, sin posibilidades de optar por otro arreglo. Hay que aceptar a los padres que el destino nos ha deparado. Esta desventaja injusta inherente a la situación de hijo tiene la consecuencia obvia de que, aunque el niño no sea un simple espectador pasivo en el proceso de socialización, son los adultos quienes disponen las reglas del juego. El niño puede intervenir en el juego con entusiasmo o con hosca resistencia, pero por desgracia no tiene otro juego a mano. Esto tiene un corolario importante. Como el niño no interviene en la elección de sus otros significantes, se identifica con ellos casi automáticamente. El niño no internaliza el mundo de sus otros significantes como uno de los tantos posibles: lo internaliza como el mundo, el único que existe y que se puede concebir. El mundo tout court." (Berger y Luckman, La construcción social de la realidad. Buenos Aires, Amorrortu, 1968. Pàgs. 170-171). Por esta razón el mundo internalizado en la socialización primaria se implanta en la conciencia con mucha más firmeza que los mundos internalizados en las socializaciones secundarias. Socialización secundaria Con la expresión socialización secundaria nos referimos a los procesos posteriores a la socialización primaria y que consiste en la interiorización de submundos de valores y normas más específicos y concretos, correspondientes a funciones que se van a ejercer en la vida adulta. La socialización secundaria es para Berger y Luckman (1968) "la adquisición de conocimientos específicos de roles, estando estos directa o indirectamente arraigados en la división del trabajo. "Los submundos" internalizados en la socialización secundaria son generalmente realidades parciales que contrastan con el "mundo base" adquirido en la socialización primaria. Sin embargo, también ellos constituyen realidades más o menos coherentes, caracterizadas por componentes normativos, y afectivos a la vez que cognoscitivos." (Berger y Luckman, pàg. 175). Los roles adquiridos y/o aprendidos en esta fase de la socialización son extraordinariamente diversos y diferenciados. La sociedad global es una sociedad altamente diferenciada que precisamente por serlo comprende una gama muy amplia de roles y de posiciones sociales. El objetivo principal de esta etapa socializadora es la formación de las capacidades sociales específicas y necesarias para el desempeño de los roles mencionados. Posteriormente haremos referencia detallada a la conceptualización y características de los roles sociales. Ciertamente en el transcurso de la socialización secundaria pueden aparecer nuevas interiorizaciones que pueden llegar a contradecir a las anteriores. No debemos olvidar que la socialización secundaria es posterior en el tiempo a la socialización primaria e inferior en intensidad y fuerza con respecto a la primera socialización. Por tanto son los elementos de la socialización primaria los que tienden a permanecer. Las nuevas interiorizaciones buscaran adaptarse a las formas del pasado, minimizando las transformaciones que se hayan podido producir. Con el proceso de aprendizaje de una lengua Berger y Luckman ilustran las diferencias que presentan las interiorizaciones según tengan lugar en el marco de la socialización primaria o de la socialización secundaria. "Una segunda lengua se adquiere construyendo sobre la realidad ya establecida de la lengua materna. Durante largo tiempo cada elemento del nuevo idioma que se está aprendiendo se retraduce continuamente a la lengua propia. Únicamente en esta forma puede empezar a cobrar alguna realidad la nueva lengua. A medida que esta realidad llega a quedar establecida por derecho propio, puede ir prescindiéndose poco a poco de la re-traducción, para adquirir la capacidad de "pensar" en el nuevo idioma. Sin embargo, es raro que una lengua aprendida en la vida posterior alcance la realidad inevitable y auto-evidente que posee la primera lengua aprendida en la niñez. De ahí deriva la cualidad afectiva que tiene la lengua materna. (Berger y Luckman, pàg. 181). Pocas veces una lengua aprendida de adulto llega a adquirir el grado de realidad inevitable y evidente que tiene la lengua que hemos aprendido en la infancia. Además, mientras una segunda lengua siempre se puede olvidar si no hacemos uso de ella, difícilmente se olvida la lengua de los padres aprendida en la infancia. Por último, señalar que el proceso de socialización es un proceso continuo que dura toda la vida. De esta continuidad interesa subrayar dos aspectos. El primero de ellos, se refiere a la naturaleza más o menos acumulativa de los procesos de aprendizaje que acompañan a la socialización. La socialización secundaria se fundamenta en las fases socializadoras precedentes, en esta etapa, cada nuevo aprendizaje utiliza una serie de elementos ya aprendidos anteriormente. Cuando el aprendizaje de cosas nuevas entra en conflicto y resulta incompatible con una parte de lo que ya ha sido aprendido, esta parte debe de ser "alejada" para "dejar lugar" y hacer posible la adquisición de las nuevas experiencias. El segundo aspecto de la continuidad del proceso, consiste en el hecho que pasando de la socialización primaria a la socialización secundaria, la persona adquiere un control siempre mayor sobre el proceso mismo, llega a ser un agente de su propia socialización, capaz de decidir sobre las posibles elecciones que dirigen el proceso y, al mismo tiempo, condicionar las acciones de los agentes de socialización. Socialización terciaria En los últimos años se ha introducido una tercera etapa en el proceso socializador que es la socialización terciaria. Se hace referencia a la misma cuando las personas adultas relativizan todo lo aprendido anteriormente dentro de un determinado contexto social, y prefieren (deben) asumir o interiorizar normas y valores de otra cultura o sociedad. La socialización terciaria se relaciona con la transculturación y la integración de las personas en sociedades o sistemas de referencia totalmente distintos a los anteriormente aprendidos. En esta última etapa, los medios de comunicación social, así como las ideologías, la religión y otros productos simbólicos de la cultura son muy relevantes como agentes socializadores. En un mundo globalizado en donde los individuos, grupos y naciones se hacen cada vez más interdependientes, es posible que se produzca un proceso de adaptación y aceptación de nuevos valores y normas sociales que requieran de todo un proceso socializador. La globalización está cambiando fundamentalmente el carácter de nuestras experiencias cotidianas. A medida que las sociedades en las que vivimos sufren profundas transformaciones, las consolidadas instituciones que solían sostenerlas van quedando fuera de lugar, lo que está conduciendo a una redefinición de aspectos íntimos y personales de nuestras vidas como la familia, los roles de género, la sexualidad, la identidad personal, las interacciones con los demás y la relación con el trabajo. Estas nuevas redefiniciones requieren de un proceso de socialización nuevo de un ciudadano global que tiene que sustentarse sobre los ya existentes. Los movimientos migratorios dentro de la sociedad global, están produciendo transformaciones importantes en una doble dirección: por una parte en las sociedades de acogida se requiere la interiorización de valores y aprendizaje de comportamientos hasta ahora desconocidos. Por otra, los propios inmigrantes se enfrentan a una nueva adaptación sociocultural en la sociedad receptora que cuenta con sus propias normas, valores y costumbres en las que los nuevos ciudadanos tienen que socializarse. La socialización interétnica puede considerarse una modalidad de la socialización terciaria. Los flujos migratorios están favoreciendo la formación de grupos étnicos diferenciales y estables que han convertido las sociedades occidentales en sociedades étnicamente plurales. El "encuentro entre culturas" se perfila como uno de los hechos estructurales más relevantes de nuestros días, que está creando problemas de adaptación, no sólo a las minorías, por razones obvias, sino también a las mayorías, que deben de aprender a convivir con una realidad étnicamente plural. "Convivir con la diferencia" es hoy una realidad evidente para la que la sociedad tiene que resocializar a sus miembros, tanto a los pertenecientes a las sociedades de acogida como a los inmigrantes. Estos últimos se ven sometidos simultáneamente a varios procesos de resocialización que no se limitan a un simple cambio de sociedad y de cultura. Procedentes en su mayoría de entornos rurales y de culturas no desarrolladas, deben, aprender paralelamente a adaptarse a un medio urbano, a un sistema productivo tecnológicamente avanzado y a una organización compleja de la vida social. Los lazos extendidos de parentesco y la religión, pierden su papel de referentes sociales y deben de ser integrados en la esfera de lo privado. Además, deben de hacerse cargo de unos rasgos físicos que le hacen vivenciarse continuamente no solo como "distinto" sino también, con frecuencia, como "inferior". La socialización interétnica debe de potenciar mecanismos de integración social más que de asimilación que se caracteriza por ser un proceso unidireccional. La integración debe de partir de un cambio de actitudes, tanto en las mayorías como en las minorías. La tolerancia, el valor de la diversidad, el respeto mutuo y la aceptación de la diferencia, son las verdaderas claves de una socialización interétnica que debe de contar con los agentes socializadores educativos para lograr un cambio de actitudes y una integración social de los inmigrantes. LOS AGENTES DE SOCIALIZACIÓN De una manera clara y concisa nos podemos referir a los agentes de socialización indicando que son aquellos grupos o contextos sociales donde tienen lugar los procesos de socialización. Entre el grupo de agentes socializadores el más destacado e importante, y el que tiene como objetivo explicito la socialización, es la familia, porque en su seno tienen lugar los procesos más significativos de socialización, esto es, la socialización primaria. Existen otros grupos que tienen como objetivo implícito la socialización, entre los que se encuentra el jardín de infancia, la escuela, los amigos (peer groups), los medios de comunicación, las nuevas tecnologías de la información (ordenador, videojuegos, internet, etc.) que hoy día desempeñan un papel importante en el proceso de adaptación y de integración social. Enumerar todos los agentes de socialización es una tarea bastante difícil. Por este motivo, en lugar de presentar una lista interminable proponemos unos criterios de clasificación que nos ayudan a establecer diferencias entre ellos. Estos criterios son, por un lado, la institucionalización, la finalidad y la composición de la socialización, y por otro, los criterios de tradición y globalización. Agentes tradicionales de la socialización En la sociedad se han desarrollado siempre instituciones especializadas cuyo objetivo explícito ha sido el de socializar a sus miembros a lo largo de las diferentes etapas de su vida. A su vez, también han existido y existen instituciones que tienen la labor socializadora como un objetivo implícito, es decir, que "desempeñan esa función de un modo solamente instrumental, con miras a otras actividades o a otros fines tomados como objetivos explícitos" (Rocher, 1985; pág. 151). Las principales entre los agentes del primer grupo son la familia, las iglesias y los centros de estudios de cualquier nivel (si bien con diverso ámbito, puesto que en la escuela primaria el objeto de la socialización es muy amplio, mientras que los centros de superior nivel se centran en la transmisión de parcelas más específicas de la cultura). Entre los agentes del segundo tipo podemos mencionar empresas, sindicatos, partidos, asociaciones recreativas y similares, grupos de amigos, entre otros. Una segunda clasificación posible es la que hace referencia a la composición de los grupos o instituciones con funciones socializadoras en función de la edad de sus miembros. Los grupos que se forman pueden ser: grupos de edad homogénea o grupos de edad heterogénea. Una combinación entre estos dos criterios proporciona una tipología bastante clara de los principales agentes de socialización, tal como se presenta en el cuadro siguiente: Todos los autores coinciden en señalar a la familia y a la escuela como los agentes que tienen un peso significativo en el proceso de socialización. Principalmente, nos detendremos en este apartado en exponer los aspectos más destacados de los agentes tradicionales de socialización (familia, escuela). Además, haremos referencia a otros agentes de socialización que poseen un menor grado de influencia pero que no por ello son menos importantes en el proceso socializador (medios de comunicación, grupos de iguales, etc.). Finalmente, en el apartado siguiente se aborda el destacado papel que la televisión y las nuevas tecnologías de la información y del conocimiento ejercen en la socialización de los miembros de la sociedad global. El que la familia sea considerada como el principal agente socializador no se debe solamente al hecho de que sea el primer agente en actuar sobre el niño/a, sino al carácter cualitativo de su influencia. En la familia no sólo son agentes socializadores el padre y la madre sino todos los componentes del núcleo familiar son socializadores y socializados. La socialización nunca es unidireccional: marido y mujer se influyen mutuamente, al igual que los padres influyen en los hijos y éstos en aquellos, sin olvidar la influencia que ejercen entre sí los hermanos. Con todo, esta multidireccionalidad de la socialización en el seno de la familia, la influencia más significativa es la ejercida por los padres sobre los hijos. Los padres son agentes socializadores no sólo cuando se proponen unos objetivos concretos y explícitos y unas estrategias calculadas, sino que lo son siempre que interaccionan con los hijos. La acción socializadora de los padres se efectúa dentro de un contexto social determinado, lo que introduce cambios en la acción socializadora de las sociedades de ayer y en la sociedad de hoy. En efecto, en la sociedad actual se han producido cambios importantes en la estructura de la familia respecto a la familia tradicional, como se ha apuntado en capítulos anteriores. Mientras la sociedad tradicional permitía que el niño participase del mundo de los adultos a través de la familia extensa, hoy nuestra sociedad tiende a aislar a los niños desde la más tierna infancia a un mundo diferente: los jardines de infancia y guarderías que han adquirido un papel relevante, aún por determinar, en el proceso socializador. Otro de los elementos importantes del cambio en la socialización familiar es la menor presencia física de los padres en la casa, junto con la importancia adquirida en el seno del hogar por los principios de igualdad y libertad aplicados a las relaciones entre padres e hijos. A este respecto, en opinión de Harris (1986) los padres de nuestros días están llamados continuamente a la responsabilidad, pero a diferencia de lo que sucede en las empresas, donde las personas con responsabilidad tienen también la autoridad para poder actuar en consecuencia, los padres están desposeídos de la facultad de ejercer su autoridad. Paralelamente se ha extendido la idea que los padres son los primeros responsables de lo que son sus hijos. Anteriormente, cuando un hijo infringía alguna de las normas sociales el grupo compadecía a la familia, ahora le responsabiliza. Esta situación Harris (1986) la define como el dilema entre permisividad y responsabilidad educativa paterna y materna (citado por Fernández Mostaza, La societat (I): El procés de socialització, 1999). Como indica Fernando Savater (El valor de educar. Barcelona, Ariel, 1997) puede ser que el reto actual de la familia sea el proponer y asumir un tipo de padre con autoridad suficiente para gestionar el miedo en el que se fundamenta el principio de realidad, pero también en un clima de afecto y ternura que ha caracterizado el papel de las madres dentro de la familia. Con respecto al otro agente socializador significativo, la escuela, es considerada como la institución que asume un papel destacado en la socialización secundaria. En esta fase, las personas adquieren las competencias necesarias para desarrollar un rol social adulto que en la escuela viene enseñado a través de códigos simbólicos. La socialización escolástica más allá de los contenidos específicos de la propia enseñanza, trasmite, en función de cómo se efectúe y del tipo de relaciones sociales en las que se enmarque, una serie de comportamientos que se refieren a los principios de autoridad, de competencia y de cooperación. Actualmente, el papel educativo y socializador de la escuela ha adquirido gran importancia, sustituyendo, a veces, al papel desempañado por la familia. La escuela desarrolla una serie de objetivos y tareas que en principio corresponden a la familia. Como ejemplo, cabe señalar la cada vez edad más temprana en que los niños/as acuden a las guarderías y jardines de infancia (mencionado en párrafos anteriores) donde reciben la atención que antes estaba reservada al núcleo familiar. El resto de los agentes socializadores desempañan un papel mucho más difuso dentro del proceso de socialización. Mención especial requieren los medios de comunicación: periódicos, cine, radio, televisión, discos, video, etc. Algunos de los productos de estos medios tienen una intención explícitamente socializadora, como, por ejemplo, el material didáctico, mientras que en la mayoría de los casos la intención explícita es otra, por ejemplo entretener, y por lo tanto, el efecto socializador que pueda tener será indirecto. Indirecto, sin embargo, no quiere decir imprevisto o no deseado. Todos sabemos que no pocos productos de los medios de comunicación de masas presentan la intención manifiesta de entretener, ilustrar, informar..., si bien, realmente lo que hacen es difundir ciertos valores, opiniones, ideas, etc. Otro de los agentes de socialización secundaria que adquiere cierta relevancia son los grupos de amigos o grupos de pares. La socialización en este caso es una socialización que se produce entre personas que se encuentran en el mismo plano y entre las que no existe una relación de autoridad o subordinación, como sucede en la familia, en la escuela, en la empresa, etc. Este tipo de socialización tiene lugar en la primera infancia (relación entre hermanos y hermanas, entre alumnos/as), y continua durante todas las etapas de la vida adulta (compañeros de estudios, de deportes, de trabajo). Por otro lado, en las actividades que realizan estos grupos los roles no están necesariamente jerarquizados como sucede en las actividades de tiempo libre, en las asociaciones de voluntariado, en las relaciones de amigos. Predominan las relaciones simétricas entre las personas que integran estos grupos. Las relaciones dentro de los grupos de iguales se sitúan entre los polos de la solidaridad y de la competitividad. Se puede decir que el efecto de la socialización del grupo de iguales sobre los miembros que lo integran se manifiesta en términos de aprendizaje de los modelos de acción solidaria y de acción competitiva. Entre los diversos grupos a los que una persona puede pertenecer están los partidos políticos, sindicatos y movimientos sociales, que adquieren una importancia particular en el proceso de socialización ya que inciden en la denominada socialización política de sus componentes. El compartir una ideología, una serie de creencias y de principios, participar de una visión común e interpretación de la escena política, tienden a definir la identidad del grupo. Finalmente, señalar que otro de los agentes socializadores que no tiene como objetivo explícito la socialización de sus miembros es la empresa. Las empresas desarrollan modalidades socializadoras más o menos explícitas de integración de sus nuevos empleados: periodos de aprendizaje, de adiestramiento, y a veces incluso de "educación", más o menos prolongado según sea el empleo y la empresa. Las empresas trasmiten a sus integrantes su propia cultura organizacional, compuesta al igual que toda cultura, por normas, valores, símbolos, comportamientos y actuaciones específicas. El aprendizaje y asimilación del tipo de cultura específico de una organización por parte de sus miembros forma parte del proceso de socialización secundaria de las personas adultas. Agentes de socialización en la sociedad global En la sociedad global, y sobre todo en la sociedad de la información, el papel de la familia y de la escuela como agentes socializadores compiten con otros agentes hasta hace poco tiempo desconocidos. La televisión, el video, los videojuegos, Internet, etc., en definitiva "la pantalla", han modificado sustancialmente el proceso socializador de las personas que vivimos en la sociedad global. En la década de los setenta un programa de TV producido en Estados Unidos, Barrio Sésamo, consiguió un gran éxito entre la infancia por ser un programa educativo divertido y diferente a cómo se enseñaba en la escuela tradicional. Los efectos fueron interesantes, por un lado, los padres podían dejar ver por más tiempo la televisión a sus hijos porque se trataba de un programa educativo. Por otro, los educadores encontraban el programa simpático con sus nuevos métodos, y además se les comentaba que se podía educar más eficazmente con la utilización de las nuevas tecnologías. Pero aquí estaba el problema, Barrio Sésamo enseña a los niños/as a apreciar la escuela solamente si la escuela es como Barrio Sésamo, algo que significaba socavar la idea tradicional de lo que representa la enseñanza. Mientras que el aula es un lugar de interacción social, el espacio delante de la televisión es un lugar privado. Mientras que en el aula se puede preguntar al profesor, en el televisor nadie responde. . ... Mientras que en el aula la diversión no es más que un medio para conseguir un fin, en la televisión la diversión es la finalidad. El ejemplo presentado es significativo, pero lo que es un hecho es la importancia que la televisión ha adquirido no sólo en la infancia sino en el mundo de los adultos en general. Sobre los efectos que los programas de televisión tienen en el proceso de socialización se han efectuado numerosas investigaciones con resultados a menudo contradictorios. Por un lado, han sido considerados como elementos de homologación de modelos estereotipados, de modas efímeras y superficiales alejadas de la realidad y con efectos pasivizantes sobre los telespectadores. Por otro lado, los efectos de la televisión se han considerado como estimuladores de intereses, como sugeridores de nuevos horizontes culturales y de nuevas capacidades cognitivas. Hoy todavía es una opinión generalizada y prevalente que la función principal de la televisión es de tipo integrador y consiste en conservar o crear amplios consensos sobre modelos de comportamiento que aseguran el funcionamiento no conflictual de la sociedad. (Ghisleni y Moscati, Che cos’è la socializzacione. Roma, Carocci, 2001) A la popularización de la televisión ha sucedido la eclosión de las nuevas tecnologías de la información y del conocimiento (NTIC) propiciada por la presencia generalizada del ordenador personal en las empresas, administración pública y hogares. Dentro de las nuevas tecnologías el papel socializador predominante lo adquiere Internet. Sin ningún género de dudas, la máxima expresión del proceso de radical globalización que vive el mundo sea Internet con sus influencias en los comportamientos personales y sociales. La generalización del uso del ordenador es un hecho. Según los resultados de una encuesta sobre el equipamiento y uso de ordenadores e Internet realizada por el Instituto Nacional de Estadística en el año 2004 en España, el 48,1% del total de viviendas españolas dispone de ordenador y el 30,8% tiene acceso a Internet. En el año 1997, solamente el 25% de los hogares tenía ordenador, y a Internet solamente accedían el 3,9% de los hogares. En el primer caso se ha casi duplicado el número de hogares que poseen ordenador y en el segundo, el aumento es también muy elevado, cercano al 28% en ocho años. El equipamiento de las tecnologías de la información y la comunicación continúa extendiéndose en España. Las Comunidades Autónomas que poseen un mayor equipamiento de ordenadores son Madrid (58,2%), Cataluña (54,7%), País Vasco (52,6%) y Navarra (50,1%). Las Comunidades con mayor proporción de viviendas con acceso a Internet son Cataluña (40,4%), Madrid y País Vasco (39,4%). Seis de cada diez viviendas españolas que disponen de ordenador, también disponen de acceso a Internet. Es importante destacar la frecuencia de uso del ordenador para conocer su posible influencia en la vida cotidiana de los usuarios. Los datos son significativos: un 84,7% del total de personas usuarias lo utiliza todas las semanas. Asimismo, el uso de Internet también muestra porcentajes altos, con un 45,2% de personas que utiliza Internet diariamente. Si hemos comentado la importancia que la socialización primaria y sus agentes socializadores tienen en la conformación de la identidad y en la personalidad social de las personas, es interesante destacar que el 68% de los niños/as de entre 10 y 14 años utiliza el ordenador y el 60% accede a Internet. Ahora bien, ¿para qué se utiliza el ordenador e Internet? La misma encuesta nos señala que la utilización del ordenador se realiza en primer lugar para "ocio", música y juegos (86,63%), y en segundo lugar, para trabajos escolares (85,96). Como se puede colegir de los datos presentados, los juegos y la música son los principales objetivos de la utilización de la "pantalla". Es un ocio generalmente individualizado que no socializa a la persona con su grupo de iguales. El ordenador no comunica presencialmente a sus usuarios. Estamos ante una sociedad virtual en donde los procesos socializadores son diversos a los tradicionales. Para los estudiosos de la Nuevas Tecnologías de la Información y del Conocimiento (NTIC), entre ellos Castells (1997), los jóvenes son los que en mayor medida se adaptan a las nuevas herramientas informáticas, de lo que se deduce que la influencia de las nuevas tecnologías tiene una gran importancia socializadora porque se ejerce en las primeras décadas de vida. Todo lo anterior justifica plenamente la afirmación del sociólogo español Manuel Castells, en el sentido de que "la revolución de la tecnología de la información debido a su capacidad de penetración en todo el ámbito de la actividad humana, será un punto de partida para analizar la complejidad de la nueva sociedad y cultura en formación" (M. Castells, La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Madrid, Alianza Editorial, 1998; pàg.73).