la atención médica al final de la vida tiene que ser un derecho

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JACINTO BÁTIZ, SECRETARIO DE LA COMISIÓN CENTRAL DE DEONTOLOGÍA DE LA OMC
La medicina en
paliativos es arte,
es emplear la parte
humana más que la
parte científica
«LA ATENCIÓN MÉDICA AL FINAL DE LA
VIDA TIENE QUE SER UN DERECHO»
A
LUPE CALVO ELIZAZU
pasionado de su trabajo, Jacinto Bátiz Cantera (Sestao, 1948), Jefe
de la Unidad de Cuidados Paliativos del
Hospital San Juan de Dios de Santurtzi,
reclama de los médicos más dosis de
humanidad para tratar a las personas en
la fase final de su vida, cuando la ciencia ya nada más puede hacer. El doctor
Bátiz es, asimismo, Secretario de la Comisión Central de Deontología de la
OMC y miembro del Grupo de Trabajo
«Atención Médica al Final de la Vida» de
la OMC.
Según el humanista Francisco Petrarca «una muerte bella honra toda la
vida». Desde su experiencia, ¿qué es
una muerte digna, una muerte bella?
Creo que decir que una muerte es bella
es muy atrevido. Bella es la vida. Y decir
que una muerte es digna creo que es inadecuado, porque la muerte no es digna. Digno es cómo se vive mientras llega
la muerte. La misión de los médicos que
nos dedicamos a paliativos es mantener
con dignidad a la persona mientras llega su muerte para que la muerte sea en
paz. Tratamos de que la muerte sea lo
menos traumática posible.
¿Qué se puede hacer para mantener
la dignidad y que la muerte sea lo
menos traumática posible?
Los médicos somos conscientes que hay
enfermos que no podemos curar, pero
a todos los podemos cuidar. Por eso, lo
primero que hay que hacer es no abandonar al enfermo, que cuando llegada la
situación de no poder curar no dejemos
al enfermo con la familia y nos marchemos. Lo importante es seguir ahí y ver
qué necesidades tiene el enfermo y su
familia, estar siempre disponibles. Necesita, por ejemplo, que le aliviemos el dolor y, al final de la vida, la dosis adecuada
la marca el propio paciente cuando dice:
«Doctor, ya no tengo dolor». Tenemos
que creer al enfermo cuando dice que
tiene dolor y si dice que tiene mucho
dolor, ¡pues tiene mucho dolor! ¿Por qué
dudarlo? Y así podríamos plantearnos
todos los síntomas al final de la vida. Y si
por darle más dosis para poder controlar
el síntoma el paciente muere antes, no
le estoy provocando la eutanasia. Lo que
estoy haciendo está dentro de la buena
práctica médica recogida en nuestro
propio Código de Ética y Deontología
Médica, sería lo que se llama doble efecto.
Hasta ahora ha hablado del dolor físico, pero también hay otro tipo de
dolor, el dolor del alma, ¿cómo trata
este dolor un médico?
21
MEDIKUEN AHOTSA ENTREVISTA
Agradezco esta puntualización porque
el dolor tiene cuatro aspectos: físico,
emocional o psicológico, social o familiar, y espiritual y nosotros no podemos
centrarnos solo en un aspecto del dolor.
Si solamente resolvemos el dolor físico
no lo estamos haciendo del todo bien
ya que tenemos que tratar los cuatro
aspectos del dolor. ¿Cómo? Con una
atención integral al enfermo desde la
perspectiva de varias disciplinas: psicólogos, pastorales de la salud, trabajadores sociales, etc.
¿Qué papel juega en este proceso la
familia?
La familia juega un papel fundamental
porque cuando uno se está yendo de
esta vida lo que más le duele no es el
sufrimiento físico sino los seres queridos
que va a dejar. Si en esos momentos no
los tiene al lado ese sufrimiento aumenta y la mejor medicación que puede
recibir es ver que los que le quieren le
están acompañando. Por eso, nosotros
facilitamos el acompañamiento de sus
seres queridos e incluso ayudamos a la
familia que también necesita nuestro
apoyo.
y, en 1993, nos trajeron un paciente en
coma y sin familia y nos pidieron si lo podíamos cuidar. En ese momento nos encontramos con un paciente al que solo
podíamos cuidar y me percaté de que
los médicos también estábamos para
otra cosa que no fuera curar unas anginas, operar una apendicitis, inmovilizar
una fractura… Así empezamos, con el
primer paciente en 1993. Hoy cuidamos
a 36 enfermos que están ingresados en
nuestro hospital. Además, todos los días,
un equipo acude a atender a aquellos
enfermos que han decidido morir en su
domicilio.
¿Qué ofrece una unidad de cuidados
paliativos como esta del Hospital San
Juan de Dios de Santurtzi?
Ofrece una atención integral en un ambiente lo más cálido posible, porque
entendemos que el paciente cuando
está en la etapa final de su vida tiene,
como ya lo he explicado anteriormente,
cuatro tipos de necesidades: médicas,
emocionales, sociales y espirituales. Para
atender las médicas (físicas) estamos
el equipo médico, enfermería, etc. Los
psicólogos se encargan de atender las
necesidades emocionales, porque hay
miedos, temores, no sabe qué va a pasar, le han dado esperanzas que no se
cumplen... Hay gente joven que está en
ese proceso de morir y se da cuenta de
que no ha resuelto todos sus problemas,
sobre todo cuando sus niños todavía
no han completado su formación. Y, finalmente, hay que dar respuesta a esas
preguntas trascendentales que se hace
la persona: el sentido de su vida, por qué
ha merecido la pena estar aquí... Nuestra
misión es que todas estas necesidades
sean cubiertas para que se vaya en paz.
Usted antes ha mencionado la eutanasia, una cuestión que muchas veces se relaciona con los cuidados al
final de la vida.
Sí, en los medios de comunicación
siempre hay esa disculpa para plantear
el debate de la eutanasia, pero cuando
se trabaja en cuidados paliativos lo que
menos nos preocupa es la eutanasia,
porque antes me has preguntado ¿Qué
podemos hacer? Podemos no abandonar al enfermo; tratarle el dolor –o cualquier otro síntoma– con la intensidad
que necesite; evitar las pruebas diagnósticas o tratamientos que al final de
la vida son inútiles, pues es absurdo someterle a pruebas que no van a resolver
nada; y si fuera necesario, porque a pesar
de todo el paciente sigue sufriendo, le
podemos sedar.
¿Cómo llegó usted a los cuidados
paliativos?
Era médico de guardia de este hospital
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Cuando el enfermo
dice que tiene mucho
dolor tenemos que
creerle, ¿Por qué
dudarlo?
Entendemos que la mejor forma de
que el paciente no sufra es sedándolo
cuando lo autoriza y comprobamos que
todos los tratamientos que hemos empleado no han resuelto su sufrimiento.
Podemos ofrecerle la sedación siempre
y cuando tengamos en cuenta el consentimiento del enfermo y estemos de
acuerdo en que es una buena práctica
médica. Si hacemos todo eso y respeta-
mos las voluntades últimas del enfermo,
conseguiremos que este paciente se
muera en paz y viva con dignidad hasta
que llegue su muerte.
Los médicos consideramos que cuando
un paciente se nos muere hemos fracasado y cuando tenemos que atender a
un enfermo en fase terminal con intenso
dolor echamos a correr y no le quitamos
el dolor porque no sabemos cómo hacerlo. Si un enfermo nos dice que «no
desea seguir así» entendemos que lo
que nos está pidiendo es la eutanasia y si
no conocemos qué es lo que podemos
hacer para aliviar su sufrimiento tal vez
lo único que creemos que le podemos
ofrecer es la eutanasia.
Pero si el paciente desea la muerte y dice
«Doctor, deseo que usted acabe conmigo cuanto antes», le preguntamos ¿por
qué? Si la respuesta es «No quiero sufrir»
le explico que me encargaré de que no
sufra y a partir de ese momento se lo
tengo que demostrar. Cuando demuestras que le estás aliviando su sufrimiento
no vuelven a pedir la eutanasia.
Perdone que lo diga así, pero a veces
tal vez los peores sean los médicos.
Sí, pero porque tenemos sensación de
fracaso y cuando se plantean las leyes,
en ninguna de las que se han aprobado
(tampoco en la que el Gobierno Vasco,
si le da tiempo, va a proponer) se toca el
tema de la formación de los profesionales. Desde nuestro hospital, junto con la
Facultad de Medicina, dirigimos un Master de Atención Integral de Cuidados
Paliativos porque consideramos que lo
más importante para atender adecuadamente al final de la vida es la formación.
En la Universidad del País Vasco se ha
estado cursando durante tres años una
cátedra de humanidades médicas en la
que yo impartía el módulo de El médico
ante la muerte y les explicaba a los alumnos que cuando salen de la facultad ya
licenciados creen que ningún paciente
se les va a morir, porque no se les ha
enseñado a cuidar a los enfermos moribundos. Yo les digo: «Que no se muera
ninguno por vuestra culpa, porque los
enfermos también se mueren a pesar de
nuestra ciencia. Y cuando se mueran no
penséis que sois unos fracasados. Seréis
unos fracasados si alguno se muere porque vosotros no habéis sabido resolver
el problema». Esa sensación de fracaso,
de frustración, es la que genera que los
ENTREVISTA MEDIKUEN AHOTSA
médicos se obstinen diagnóstica y terapéuticamente.
El médico de guardia, por ejemplo, si tuviera el conocimiento de que el paciente
que llega está en fase terminal, lo mejor
que puede hacer es dar tiempo a su
muerte, es decir, ayudarle a que no sufra,
pero ni provocar, ni adelantar, ni retrasar
su fallecimiento. Estar ahí. Pero, en ocasiones, ¿Qué ocurre? «Si se me muere a
mi en la guardia, acabo de empezar las
guardias de puerta, me van a decir que
me he cargado a no sé cuántos… Le
pongo lo que sea y que se le muera al siguiente». O es un familiar médico y dice:
«Tengo que demostrar que soy médico y
hacer lo que sea». Tenemos que ser honrados y decir: «¿Tenemos claro que se ha
hecho todo lo que se podía y no se ha
podido curar su enfermedad? ¿Qué nos
ha dicho el enfermo? ¿Nos ha dicho que
no quiere que le hagamos ninguna barbaridad más?». Entonces no lo hacemos.
Ahora, si el enfermo nos dice: «Haced
todo lo que sea para conseguir un día
más de vida», tendremos la obligación
de hacerlo porque el enfermo nos lo ha
mandado.
¿El encarnizamiento terapéutico es
cosa del pasado?
El encarnizamiento terapéutico es también cosa del presente porque la alta
tecnología en medicina muchas veces
nos lleva a este tipo de cosas. En nuestro
país se puede morir mal por falta de cuidados paliativos y también por emplear
mal las altas tecnologías.
Muchas veces son los familiares los que
pueden provocar este encarnizamiento
porque el paciente va a durar un día,
dos días… y siempre hay un hijo que
viene de Estados Unidos, o donde sea,
y te dice: «¿Por qué no le hace una resonancia magnética? Pues, porque en
este momento no va a ser útil para el
enfermo. En Estados Unidos, donde yo
estoy, lo hacen». ¿Qué le está ocurriendo
a este hijo? Que no ha estado en todo el
proceso de morir y quiere demostrar a
sus hermanos que él va a hacer algo que
ellos no han hecho. Cuando le dices: «Estate tranquilo, no se puede hacer más.
Entendemos que no lo dices porque la
solución esté ahí, sino porque quieres
demostrar que has venido desde lejos
y que deseas ayudar a que muera lo
mejor posible». Pero además, el encarnizamiento terapéutico, la obstinación
terapéutica, puede existir si los médicos
nos empeñamos en hacer cosas que son
inútiles en esta fase final de la vida.
Por el contrario, ¿cómo se enfrentan
los médicos a su propia muerte?
No sé cómo lo viven otros, ni cómo lo
viviré el día que me toque, pero mis pacientes me enseñan a asumir mi propia
muerte cuando me toque y pediría que
me cuiden, que no me dejen sufrir y que
no venga un desaprensivo que, porque
sea médico, quiera hacer cosas para demostrar su gran ciencia, pero no me demuestre humanidad. Lo importante es
que sigamos empleando nuestra ciencia, pero con un acercamiento humano
sensible porque aquí la ciencia ya no resuelve el problema del enfermo.
Yo siempre planteo: «Haz a los demás
lo que te gustaría que te hicieran a ti»,
así cuando voy a ver a un paciente me
planteo: ¿Me gustaría que cuando estoy
haciendo pis abra un médico la puerta y
entre? Por eso a quienes hacen prácticas
les digo: «Por favor, llamad a la puerta,
pero esperad a que os digan ¡Adelante!».
A las enfermeras, por su parte, les pregunto: «¿Te gustaría tener en tu casa el
colector de la orina en la mesa del desayuno?». O ves a un paciente paseando
con el blusón y por detrás se le ve el pañal. ¡Eso sí que no es digno! Hay que dignificar la vida hasta que llegue la muerte.
Usted lo ha dicho antes, el Parlamento vasco prepara una ley aunque tal
vez no tenga tiempo a desarrollarla
y España tampoco cuenta con legislación al respecto.
España no cuenta con legislación porque se quedó al final de la legislatura
anterior. En mayo, para explicar las características que tendría que tener la ley,
la Organización Médica Colegial (OMC)
y la Sociedad Española de Cuidados
Paliativos (SECPAL) organizó en Madrid
una jornada titulada «Atención al final
de la vida desde la perspectiva humana,
médica y jurídica» a la que invitamos a
los portavoces de los grupos parlamentarios, a la Iglesia, a representantes de
las universidades, pacientes, miembros
de la Fiscalía del Estado, del tribunal Supremo y del Consejo General del Poder
Judicial…. Hablamos de la formación,
de la calidad en la atención, de la acreditación de los profesionales, de la adecuación del esfuerzo terapéutico, de la
sedación paliativa… Con esta jornada
se pretendía que todos los implicados
en la atención al final de la vida pudieran conocer lo que los profesionales que
nos dedicamos a dicha atención deseamos que tuvieran en cuenta a la hora de
elaborar una Ley que fuera útil para los
ciudadanos. Todas las leyes están dando
derecho a la sedación y nosotros opinamos que hay que retirarlo de la ley, pues
creemos que una ley no puede contemplar el derecho a la sedación. Es como
si dicen: «Tienen derecho a los antibióticos». En este caso aceptaríamos que un
paciente pudiera decirnos: «Quiero que
me seden». Hay que explicar que si es
necesaria la sedación y está indicada, y
el médico no la realiza le puede demandar porque el enfermo tiene derecho a
que se le sede, pero solo si está indicado,
no porque se lo pida. Esto no está bien
explicado en ninguna de las leyes hasta ahora promulgadas. Es como si viene
un paciente a la consulta y dice: «Déme
antibióticos». Le preguntaré qué le pasa.
«No, quiero que me de antibióticos, porque tengo derecho a los antibióticos».
Es evidente que tiene derecho a los antibióticos si tiene una faringitis aguda y
según el protocolo hay que tratarlo con
antibiótico, pero no porque se va de viaje y quiere llevar antibiótico por si va a
sufrir una faringitis aguda.
¿Qué contempla el Código de Deontología Médica a este respecto?
Con el capitulo siete del Código de Ética
y Deontología Médica un médico puede
hacer una atención adecuada al final de
la vida. Ahí se contempla que si puede
tiene obligación de curar al enfermo y si
no puede debe cuidarlo, es decir, debe
tratarle todos los síntomas con la intensidad necesaria e incluso si por intensidad
puede provocar un adelantamiento de la
muerte nunca sería una eutanasia. Debe
evitar aquellos tratamientos y pruebas
diagnósticas que no sean necesarias,
puede sedar y explica cómo hacerlo.
Explica que hay que tener en cuenta las
voluntades anticipadas del enfermo, etc.
Es decir, un médico que conozca bien el
Código de Ética y Deontología Médica
cuenta con normativa suficientemente
clara para poder hacer que un paciente
no sufra al final de la vida.
La OMC y la SECPAL han publicado
hace no demasiado la Guía de Sedación Paliativa; ha habido médicos
miembros de Derecho a Morir Dignamente que han criticado esta guía
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Los paliativos
no se resuelven
solo con leyes;
la formación
acreditada de los
profesionales es
fundamental
porque dicen que no beneficia a los
pacientes y que el objetivo es frenar
la sedación terminal. ¿Qué opina?
Con esa guía creo que podemos ayudar
a muchos médicos que tenían miedo a
hacer sedaciones porque pensaban que
era una práctica que pudiera ser eutanasia. Dejamos muy claro qué es eutanasia
y qué es sedación y lo explicamos desde
el punto de vista ético y clínico. Muchos
médicos que la han conocido después
de que la hemos explicado nos lo han
agradecido, pues ahora tienen un instrumento más para poder ayudar a aliviar
el sufrimiento al final de la vida. La guía
está muy consensuada y hemos contado con muchos expertos con los que
hemos podido consultar. También la hemos consensuado casi todos los 1.500
profesionales de la SECPAL: enfermeras,
médicos, psicólogos, trabajadores sociales, etc.
Respetamos al grupo Derecho a Morir
con Dignidad, que entendemos que defiende la decisión del paciente a morir
pidiendo la eutanasia y son partidarios
de ella, pero nuestro Código de Ética y
Deontología Médica no nos permite hacerlo, y aunque una ley despenalizara la
eutanasia nuestro Código nos seguiría
obligando, sobre todo a aquellos Colegios en los que la colegiación es obligatoria.
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Gran parte de los profesionales reconocen una deficiente preparación
para afrontar esta etapa final de la
vida.
Además de mi actividad asistencial con
los enfermos y sus familias me he empeñado y me sigo empeñando para que
los profesionales que nos dedicamos a
esta etapa final de la vida podamos estar
bien formados. ¿Por qué? Porque los paliativos no se resuelven solamente con
leyes y es necesaria y fundamental la formación acreditada de los profesionales.
Actualmente imparto clases sobre Cuidados Paliativos en varias universidades.
Miembros de la Facultad de Medicina
de Leioa y del Hospital San Juan de Dios
de Santurce pensamos que por qué no
hacer un curso de postgrado en la CAPV
con profesores de la propia Comunidad
con amplia experiencia en Medicina
Paliativa. De esta manera, nuestros profesionales no se tienen que alejar tanto
para acreditar su formación.
¿Cuántas plazas hay disponibles en
el master?
A partir de ahora, que pasa a ser master
y va a durar dos años, contará con 30
alumnos, que por la experiencia del curso pasado, suelen estar muy motivados.
¿Por qué falta esa formación en las
facultades?
Enfrentarse a la atención del moribundo
ha dado siempre miedo a los médicos,
a los profesores, a los catedráticos… y
en las facultades se ha pensado que
otros aspectos eran más importantes.
Para que te hagas una idea, una asignatura que se da varias veces a lo largo de
la carrera es microbiología –donde se
analizan las bacterias–, pero un médico
cuando acaba medicina y se dedica a su
actividad asistencial nunca analiza una
bacteria y, sin embargo, le han hecho
pasar dos o tres años estudiando de
qué color son, qué forma tienen, qué
patología provoca, cómo se reproducen, cómo se tiñe para poder ser identificada al microscopio… Cuando acabas la carrera y te dicen: «Oiga, tengo la
garganta mal», haces un análisis (frotis
faríngeo) y lo envías al laboratorio. Y
para eso has empleado tres años de tus
estudios. En cambio, acabas la carrera y
ves a un enfermo en fase terminal, con
un dolor muy fuerte, muchísima fatiga,
se está ahogando, pero no sabes cómo
emplear un medicamento para sedarlo
o para quitarle el dolor, porque en la Facultad te han enseñado: «No empleen
la morfina de cualquier manera porque
puede producir depresión respiratoria».
Por eso los alumnos recién salidos te
dicen: «La morfina no». Tienen miedo
a emplearla porque de este fármaco,
tan útil en la etapa final de la vida, sólo
ENTREVISTA MEDIKUEN AHOTSA
les enseñaron que producía depresión
respiratoria. En los cursos de postgrado
se dedican varias clases a explicar cómo
emplear la morfina y sus derivados para
controlar varios de los síntomas molestos al final de la vida.
Eso podía ser entendible hace veinte años, pero ha dicho que usted
lleva ya diecinueve años haciendo
cuidados paliativos…
Los paliativos en España comenzaron
hace 25 años y sigue habiendo problemas. ¿Por qué? Tal vez, porque se ha
partido de que para hacer medicina hay
que ir por ciencias puras, con lo cual se
han perdido la formación en las humanidades. Yo creo que eso ha sido un mal
planteamiento. Yo me formé en humanidades porque estuve estudiando en
el seminario donde nos enseñaron algo
más que no eran matemáticas: latín,
griego, filosofía… que nos aportó una
formación más cerca de la persona, nos
formó en la reflexión.
Los Colegios deben hacer una labor
muy importante, y no solo respecto
al aspecto final de la vida. Hay un gran
problema en la profesión médica, los
médicos somos muy orgullosos, muy
pendencieros, todo lo que se pueda
decir, y la mayoría de los conflictos en
los Colegios se deben a malas relaciones entre los profesionales. Esto no
tiene sentido en una profesión puramente fraternal, pero hay unas luchas
impresionantes porque no hay una
deontología adecuada y la gente no
se ha leído el código. Ahora va a salir
un manual sobre ética y deontología
médica que es una ampliación y un
comentario al Código de Ética y Deontología que servirá como instrumento
para formar a profesionales.
A los alumnos de un master de oncología, en el que doy la asignatura ¿Qué
se puede hacer cuando no se puede
curar el cáncer?, les digo que cuando
el cáncer no se puede curar todavía se
pueden hacer muchas cosas. De entrada contactar bien con los pacientes,
que sean capaces de comunicar bien
las malas noticias. Que no les digan,
por ejemplo, que van a durar 6 meses,
que es lo que dicen siempre. Han de
aproximar el tiempo que les quede,
pero no ser tan explícitos, aunque
nuestra prepotencia nos suele conducir a este atrevimiento.
La sensación de fracaso
es la que genera
que los médicos se
obstinen diagnóstica y
terapéuticamente
¿Qué hay que decirle a una persona
en esa situación?
Hay que decirle la verdad. Y decir la verdad es decir la verdad que el paciente
sea capaz de comprender. A un niño no
se le engaña diciendo que los niños vienen de Paris, pero tampoco se le pone
una película pornográfica para explicarle el proceso. Dependiendo de la edad,
le cuentas las cosas de modo que lo
que le dices sea verdad, porque como
no sea verdad a ver cómo lo reconduces para que luego te crea. Si el enfermo
comprueba que le hemos engañado no
confiará, a partir de entonces, en nosotros.
Y ¿cuándo la familia se empeña en
ocultarlo? por ejemplo.
Un argumento muy útil es preguntar:
¿Quién tiene derecho a saber la verdad,
usted o el enfermo? Si usted estuviera
enfermo, ¿Le gustaría que le engañáramos? Mire, su padre no ha perdido
ningún derecho. No se preocupe, no se
lo voy a decir de forma que le perjudique. Si no me lo pregunta no se lo voy
a decir, porque también tiene derecho a
no saber, pero si me pregunta se lo voy
a decir de forma que voy a ir adaptándome a lo que me vaya preguntando.
Si el paciente te dice: «Oiga, ¿Tengo
cáncer?». Tú sabes que lo tiene y no le
puedes decir: «Sí», pero tampoco: «No».
Entonces le preguntas: ¿Por qué crees
que tienes cáncer? ¿Relacionas cáncer
con morir? Si dice que sí, se le puede
responder que el cáncer también tiene tratamiento y que lucharemos para
poderle ayudar a encontrarse mejor. No
le hemos mentido. Podemos continuar
diciéndole: «Lo que tienes va a ser difícil
de resolver, pero vas a estar tranquilo,
no vas a tener dolor, te vamos a ayudar,
vamos a estar contigo, no te vamos a
abandonar…». Yo creo que esto es también lo que el paciente quiere. Hay veces que nada más llegar el paciente del
hospital, donde le han engañado, cuando has ido a saludarle te dice: «Doctor,
¿Qué es lo que tengo? Pues es que acabas de llegar, déjame que mire la historia, pero ya que has venido del hospital
seguro que allí te han dicho lo que tienes. ¿Qué te han dicho?». Y así conoces
qué sabe. «Me han dicho que tengo una
ulcera de estómago, que va a tardar mucho en curar…». Ya le han engañado y
sabemos cómo seguir trabajando con
él en la información de su enfermedad.
Esto es arte. La medicina en paliativos es
arte, es emplear la parte humana más
que la parte científica.
Convivir tan directamente con gente que va a morir en breve tiene que
ser difícil. Imagino que hay que estar anímicamente fuerte.
Sí, sí. También tienes que tener comprensión. Se pasa mal rato cuando fallece una persona con la que has estado
mucho tiempo. Yo me acuerdo de un
paciente que estuvo con nosotros en
coma 17 años, murió el año pasado, y lo
pasamos todos muy mal porque los pacientes te dejan entrar en su intimidad y
terminan siendo parte de ti.
Tras la muerte de los pacientes nosotros
continuamos atendiendo a las familias
en el duelo, pero el duelo se puede prevenir. Hay mucha gente que durante
días está todo el día en el hospital y un
día dice: «Tengo que ir a casa a cambiarme». Y justo en ese momento se muere.
Para prevenirlo les decimos: «Siempre
que os marchéis despediros por dentro como si fuera la última vez y darle el
último beso». Hemos constatado que a
quienes lo hacen, si se muere el familiar,
no les genera ningún problema porque
previamente ya se han despedido.
¿Algo más que añadir para terminar?
La atención al final de la vida debe ser
un derecho y hay que sensibilizar a la
sociedad para que esa necesidad se
transforme en un derecho. Ya sabemos
que es una necesidad porque hay que
atender bien en la agonía, pero tenemos que conseguir que los ciudadanos
lo exijan como un derecho y que las autoridades lo valoren como un derecho
para que se pueda exigir. Para los médicos es un deber deontológico atender a
los enfermos con competencia profesional y con exquisita humanidad en el final
de sus vidas. „
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