84 ANÁLISIS DEL CRITERIO DE MUERTE ENCEFÁLICA Y SUS REPERCUSIONES ÉTICAS Yael Zonenszain Laiter Resumen Debido al desarrollo de la tecnología, el reconocimiento del momento en el cual el organismo humano está muerto ha cambiado, trayendo consigo diversas polémicas con consideraciones éticas importantes. El fenómeno de la muerte humana engloba aspectos biológicos, metafísicos, éticos y culturales, que obligan a plantear una definición multidimensional de la misma. Es de suma importancia analizar si es ética la definición actual de la muerte humana, en la que se equipara la muerte de la persona con la muerte de su encéfalo, dadas las posibles consecuencias de la misma en la práctica médica actual. Palabras clave: muerte encefálica, criterios, persona, ética, definición de muerte Abstract Due to the development of certain technologies, the recognition of the moment in which the human body is dead has changed, deriving in diverse polemical points of view, with important ethical considerations to be taken into account. The phenomenon of human death encompasses biological, metaphysical, ethical and cultural aspects, making the establishment of a multidimensional definition of death compulsory. It is important to analyze if the current definition of human death, in which the death of the person is equated to the Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 85 death of the brain, is ethical, given the possible consequences of this definition on current medical practice. Key words: brain death, criteria, person, ethics, definition of death La muerte siempre ha sido reconocida como el límite final de la existencia. Sin embargo, y debido al desarrollo de la ciencia y de la tecnología, el reconocimiento del momento en el cual un organismo está muerto ha cambiado, trayendo consigo diversas polémicas con consideraciones éticas importantes. El fenómeno de la muerte, específicamente humana, engloba aspectos biológicos, metafísicos, éticos y culturales, que obligan a plantear una definición multidimensional de la misma. Para algunos autores, la muerte se define como la separación entre el alma y el cuerpo. Para otros, la muerte es el cese del funcionamiento orgánico integrado del cuerpo y para otros más, la muerte humana se define como la pérdida permanente de la capacidad de conciencia (Singer, 1997); (Bernat, 2006); (Byrne, 2009) . El concepto de muerte natural nació en la cultura griega del siglo IV a.C., definiéndose como aquella, en la que poco a poco, van muriendo las diferentes funciones y órganos del organismo hasta llegar a la muerte del corazón: ultimun moriens (Pace, 2001). Hasta mediados del siglo pasado, el reconocimiento del fenómeno de la muerte natural era poco problemático. Por lo general, la condición física de los pacientes se iba deteriorando hasta perder Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 86 la conciencia; eventualmente cesaba el latido cardiaco y la circulación sanguínea, conduciendo a la muerte de los diferentes órganos por falta de oxigenación. Finalmente, y como mera formalidad legal, se declaraba al paciente muerto. Esta progresión natural de eventos no podía detenerse o hacerse reversible hasta hace algunas décadas, cuando los avances en las técnicas médicas convirtieron lo anterior en una posibilidad. Era claro desde la antigüedad que, con el cese de la respiración y del latido cardíaco, el cerebro del individuo moriría en pocos minutos. Sin embargo, el desarrollo de las técnicas de reanimación cardiopulmonar y de tecnologías como el ventilador mecánico, que tienen la capacidad de superar la no funcionalidad de los antiguos parámetros, la determinación de la muerte se ha visto influenciada por la posibilidad de mantener por períodos prolongados, de manera artificial, las funciones fisiológicas de un paciente con daño sistémico severo (Fisher, 1999); (Shemie, 2007); (Choi, 2008). De esta manera, se ha abierto la puerta a diferentes cuestionamientos importantes, con grandes implicaciones éticas, principalmente en lo que respecta al final de la vida y a los criterios que definen la muerte. En particular, es de suma importancia analizar si es ética la definición actual de la muerte humana, en la que se equipara la muerte de la persona con la muerte de su encéfalo, dadas las posibles consecuencias de la misma, tales como la práctica de la donación de órganos. Durante las décadas de los años 40 y 50 del siglo XX, a raíz de las epidemias de poliomielitis en los Estados Unidos, se presentaron grandes avances en las Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 87 técnicas de ventilación pulmonar asistida (Racca, 2013). En la siguiente década se perfeccionaron las técnicas de reanimación cardiopulmonar y se desarrollaron las Unidades de Cuidados Intensivos, en las cuales aumentó el número de pacientes en estado crítico que sobrevivían en estas condiciones; (Hill, 2009). En 1957, los neurocirujanos y neurofisiólogos franceses Mollaret y Goulon acuñaron el término “coma dépassé” para referirse a un estado de coma prolongado, que inevitablemente fue ligado posteriormente al surgimiento del término muerte cerebral y al desarrollo de las técnicas de obtención de órganos para trasplante de los mismos (Pace, 2001); (Baron, 2006). Desde mediados de la década de los 60s, comenzaron a manifestarse algunas críticas hacia la medicina moderna por promover tratamientos invasivos complejos que torturaban a los moribundos y postergaban la muerte (Pernick, 1999). Posteriormente tuvieron lugar ciertos acontecimientos que empezaron a captar la atención pública en torno al debate acerca del tema de la muerte y su definición. En 1965 se reportó el primer trasplante renal de un donador declarado con “muerte cerebral”. A finales de 1967, se realizó el primer trasplante de corazón, extraído de una joven mujer, víctima de un accidente. Menos de dos semanas después, se efectuó otro trasplante similar, de un donador que presentó una severa hemorragia subaracnoidea. En esta ocasión, el médico de guardia que admitió al donador al hospital de Cape Town, fue urgido por el equipo de trasplantes del hospital para que declarara al paciente como fallecido con el fin de poder extraer su corazón. Inicialmente, el Dr. Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 88 Hoffenberg se rehusó a cumplir con la petición del equipo de trasplantes, ya que el paciente aún mantenía algunos reflejos neurológicos. Al ya no poder estimular estas respuestas reflejas en el paciente, el doctor lo declaró muerto y se procedió al trasplante (Hoffenberg, 2001). Un año después, en 1968, se realizaron 107 procedimientos similares a nivel mundial (Gherardi, 2010). Con el desarrollo de las técnicas de trasplante de órganos, y con la posibilidad de poder conservar algunas funciones del organismo de manera artificial, se hizo necesaria para la comunidad médica una definición de muerte certera, y a la vez ética, para poder obtener los órganos antes de que fueran inservibles para su trasplante, sin adelantar o causar la muerte de ningún paciente (Torpy, 2008). En septiembre de 1968 se constituyó en la Escuela de Medicina de Harvard un comité ad hoc para examinar la definición del término de muerte. El comité publicó un reporte en el cual se estableció el coma irreversible como el nuevo criterio de muerte (Ad Hoc Commmitee of the Harvard Medical School to Examine the Definition of Brain Death, 1968). El reporte aduce dos razones por las cuales se hace necesaria una nueva definición de muerte: (a) para reducir la carga a los pacientes con pérdida irreversible del intelecto, a sus familiares, a los hospitales y a aquellos pacientes que necesitan las camas ocupadas por los pacientes comatosos, y (b) porque los criterios obsoletos para la definición de la muerte pueden causar controversia durante la obtención de órganos para trasplantes. Posteriormente, en 1976, Gran Bretaña redefinió los criterios para determinar la muerte cerebral y adoptó el principio de muerte del tallo cerebral como criterio para la definición de la muerte (Conference of Medical Royal Colleges Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 89 and their Faculties in the United Kingdom, 1976), ya que en esta estructura se encuentran localizados los núcleos reguladores del automatismo cardiorespiratorio, y que su propio fallo implica necesariamente la muerte cortical. Las recomendaciones del reporte de Harvard fueron adoptadas por varias autoridades, aunque la definición de muerte propuesta por el mismo, fomentó gran confusión, principalmente entre los profesionales de la salud (Youngner, 1989). En consecuencia, se conformó una comisión presidencial, con el fin de estudiar las implicaciones éticas y legales del asunto de la definición de la muerte, además de incluir una recomendación para el desarrollo de una definición uniforme de la muerte ( President´s Commission for the Study of Ethical Problems in Medicine and Biomedical and Behavioral Research, 1981). En conjunto con la American Bar Association 1, con la American Medical Association 2 y la National Conference of Commissioners on Uniform State Laws 3, se impulsó el Uniform Determination of Death Act 4, la cual establece que un individuo está muerto si presenta (1) cese irreversible de sus funciones respiratorias y circulatorias o (2) cese irreversible de todas las funciones del cerebro en su totalidad, incluido el tallo cerebral (National Conference of Commisioners On Uniform State Laws , 1981). A esto se le denomina muerte encefálica. El acta sugiere la adopción de esta definición de muerte en todo el territorio norteamericano (Kerridge, 2002). Desde entonces, la muerte encefálica es legalmente equivalente a la muerte del paciente en la 1 Asociación Americana de la Barra de Abogados Asociación Americana de Medicina 3 Conferencia Nacional de Comisionados para la Legislación Estatal Uniforme 4 Acta Uniforme de la Determinación de la Muerte 2 Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 90 legislatura de los Estados Unidos, y en la de muchos otros países del mundo, incluido México (Ley General de Salud, 1984). La definición de muerte ha evolucionado a través del tiempo, especialmente en las últimas décadas, cuando se ha hecho evidente el vínculo entre la muerte del encéfalo y la del individuo. De esta manera, han surgido nuevos criterios para la determinación de la muerte, mismos que no podían ser considerados anteriormente, dado el progreso de la tecnología médica y de las posibilidades de diagnóstico y de tratamiento que ofrece. El rabino Moisés Maimónides 5 fue el primero en sugerir que el cerebro tenía suma importancia para el sostenimiento de la vida, al percatarse de que todos los individuos decapitados invariablemente morían (Baron, 2006). El concepto de muerte, desde el advenimiento de la muerte encefálica 6, puede clasificarse en tres categorías principales. La primera de ellas, la categoría biológica, sostiene que el cerebro le confiere al cuerpo una unidad integradora transformándolo de una colección de órganos y tejidos, a un organismo “en su totalidad”7; al perder la unidad somática integradora, representada por el encéfalo, el organismo muere (Bernat, 2006). Esta definición no se limita exclusivamente a la muerte de los individuos de la especie humana. 5 1135, Córdoba – 1204, Fustat, Egipto. La muerte encefálica es la condición en la cual el cerebro y el tallo cerebral han perdido su función irreversiblemente como consecuencia de un accidente o de una hemorragia cerebral masiva (Chavarría Martínez, 2001) 7 El organismo en su totalidad no equivale a todo el organismo. Todo el organismo implica la suma de los tejidos y órgano que lo componen; el organismo como un todo se refiere a la unidad compuesta por la interacción compleja, innata y espontánea de los múltiples sistemas de órganos de un organismo (Bernat, Culver, & Gert, 1981); (Shewmon D. , The brain and somatic integration: insights into the standard biological rationale for equating brain death with death, 2001). 6 Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 91 La categoría biológica de definición de la muerte aborda el concepto de muerte desde diversos enfoques que hacen énfasis en criterios divergentes para la determinación de la misma. Los criterios vigentes para la determinación de la muerte incluyen el criterio cardiopulmonar, el criterio de muerte encefálica y el criterio de la muerte cerebral (De Grazia, 2008). El criterio tradicional de muerte que se empleó hasta el surgimiento de la definición de muerte cerebral fue el criterio cardiopulmonar, que sostiene que la muerte es el cese irreversible de la función cardiopulmonar; por lo tanto, un cuerpo humano que respira y que conserva su circulación sanguínea está con vida, a pesar de que se necesite de ayuda externa para el mantenimiento de dichas funciones (Seifert, 2009). Otra corriente de pensamiento se basa en el criterio de muerte encefálica, que se define como el cese completo e irreversible del encéfalo, incluyendo la corteza cerebral, el tallo encefálico y el cerebelo. Esta definición hace énfasis en la incapacidad del paciente de mantener de forma automática las funciones cardio-respiratorias, ya que con la muerte del tallo cerebral necesariamente muere la corteza (De Grazia, 2008); (Pellegrino, 2009). El criterio de muerte encefálica también recalca la pérdida irreversible del funcionamiento del organismo como un todo: según este criterio, la muerte de todo el encéfalo, indispensable para integrar las funciones orgánicas principales, es la condición necesaria para la muerte del ser humano; por lo tanto, los términos muerte y muerte encefálica son equivalentes. Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 92 Una última corriente clasificada dentro de la categoría biológica de la definición de muerte se basa en el criterio del tallo cerebral, y afirma lo siguiente: si la muerte humana se define como la pérdida irreversible de la capacidad de conciencia, en combinación con la pérdida irreversible de la capacidad de mantener de forma automática las funciones cardio-respiratorias, entonces la muerte del tallo cerebral, sede de ambos constituyentes de la existencia humana y centro integrador del organismo, será condición suficiente para la muerte del individuo 8 (Omrod, 2005). Esta categoría puede englobarse dentro de la de muerte encefálica. La segunda categoría del concepto de muerte, la psicológica, equipara a la persona humana con la mente; la muerte humana se define como la pérdida irreversible de la conciencia (Veatch, 2009). La categoría psicológica de clasificación de la muerte humana afirma que el atributo esencial del ser humano es su capacidad de experimentar la conciencia 9. Su argumento puede resumirse de la siguiente manera: para la persona humana, la pérdida irreversible de la capacidad de consciencia comprende la pérdida de aquello que es esencial para su existencia; para la persona humana, la pérdida de aquello que es esencial para su existencia es la muerte; por lo tanto, la pérdida irreversible de la capacidad de conciencia es suficiente para la muerte (De Grazia, 2008). La pérdida de la vida consciente del paciente, que incluye su capacidad para recordar, para juzgar, para razonar y para actuar sería entonces 8 El tallo cerebral conecta el cerebro y el cerebelo con la espina dorsal y funciona como el centro de comunicación del sistema nervioso central. Controla la respiración y la circulación autónomas. Además permite el estado de consciencia por medio del sistema activador reticular ascendente (Paliokas, 1989); (De Grazia, 2008); (Simon, Greenberg, & Aminoff, 2009); (Waxman, 2010). 9 La consciencia se refiere a cualquier experiencia subjetiva del individuo (De Grazia, 2008). Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 93 la muerte de la persona como individuo humano 10. Esta categoría se vincula con el criterio de muerte cerebral, en el cual hay daño irreversible de la corteza cerebral y/o del cerebelo pero no necesariamente del tallo cerebral (De Grazia, 2008). La tercera categoría es la sociológica y se enfoca en la personalidad legal del individuo; define la muerte como la pérdida de pertenencia, socialmente conferida, a la comunidad humana. Esta definición se circunscribe a cada cultura en particular, e incluso algunos autores aseguran que es una construcción más social, religiosa y cultural, que científica (Singer, 1997); (Wertz, 2001). Desde el punto de vista sociológico y legal, y en palabras de Friedrich Carl von Savigny (1849), “la muerte, como el final del goce natural de los derechos civiles, es un fenómeno tan natural y simple que no se necesita de una más exacta observación de sus elementos, al igual que el nacimiento” (Weber, 2009). Después del pronunciamiento del comité Ad Hoc de Harvard, la definición de muerte humana en el ámbito legal ha sido consistente con los criterios establecidos para la muerte encefálica, al considerar que la característica esencial del ser humano es su capacidad de auto-regular las funciones corporales no-cognitivas y de conservar su unidad funcional; por lo tanto, la pérdida permanente de dicha capacidad se define como muerte. Con base en la definición legal de la muerte, la disposición del cadáver puede llevarse a 10 El punto fundamental es la irreversibilidad del proceso, ya que existen situaciones fisiológicas, como el sueño, o artificiales, como la anestesia, en las que no se deja de ser persona aunque estas funciones estén parcialmente bloqueadas en el primer caso, y bloqueadas en su totalidad en el segundo caso (nota de la autora) Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 94 cabo dentro del marco que la ley ordene, como es el caso de la procuración de órganos para trasplante a partir de donantes diagnosticados con muerte encefálica. Desde el punto de vista filosófico, la investigación acerca de la muerte humana se ha enfocado en dos preguntas que se sobreponen entre sí: ¿qué es la muerte humana, y cómo podemos determinar que ha ocurrido? (De Grazia, 2008); (Pellegrino, 2009). La primera interrogante es ontológica o metafísica, y su respuesta consiste en una definición, como por ejemplo “la muerte es el cese irreversible de las funciones orgánicas” o “la muerte humana es la pérdida irreversible de la personalidad”. Algunos autores proponen una definición moral de la muerte: la muerte marca la etapa en la cual ya no se le debe respeto al individuo (Khushf, 2010). La segunda interrogante es de tipo epistemológico o conceptual, y la respuesta se basa en los criterios empleados para determinar que ha ocurrido la muerte, como pueden ser el criterio cardiopulmonar, el criterio de muerte encefálica, etcétera. La divergencia en cuanto a las diferentes definiciones de muerte que se presentan en la actualidad se basa en la falta de separación y de claridad conceptual, por parte de algunos autores, de tres elementos inequívocos: la definición de muerte, el criterio médico que determina que la muerte ha ocurrido, y los exámenes médicos que prueban que se satisface el criterio (Beckmann, 2009). Para que la definición de muerte propuesta sea coherente, primero debe determinarse que cada nivel de análisis es consistente con los demás: los Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 95 individuos que se ajusten a los exámenes también deben ajustarse a los criterios, y aquellos que cumplan con los criterios necesariamente deben ajustarse a la definición de muerte propuesta. A pesar de lo anterior, diversos estudios muestran incongruencias entre los exámenes utilizados y los criterios que quieren probar (Gherardi, 2010). La misma incongruencia se presenta entre la definición de muerte que se propone y los criterios empleados para determinar que realmente ha ocurrido la misma (Shewmon, 1998). En muchas instancias, el criterio empleado para la determinación de la muerte tiene una función de pronóstico más que de diagnóstico, y se basa en la irreversibilidad de los cuadros clínicos en quienes se verifican las condiciones neurológicas, y en los que, aun manteniendo las medidas de asistencia respiratoria mecánica y de soporte circulatorio, el paro cardíaco se produciría en pocas horas o días. La irreversibilidad se propone sólo como un requerimiento para los criterios de determinación de la muerte y no para la definición misma de la muerte (Verjheijde, 2007). Para algunos filósofos, la imprecisión de la percepción humana no puede dar origen a la precisión de los conceptos de la realidad, y por lo tanto, los estados de duda no dan origen a la certeza. Aristóteles dijo en alguna ocasión que era signo de un espíritu formado no exigir mayor exactitud (akribeia) al saber de lo que el objeto permite (Aristóteles, 2004). Hans Jonas retoma lo anterior en su argumento acerca de la imposibilidad de formular una definición precisa de la muerte: “Ciertas formas de lo real, de las que el espectro vida-muerte quizá sea una, pueden ser ‘imprecisas’ en sí mismas, o pueden serlo el saber alcanzable con ellas. Pero reconocer tal estado de cosas les hace más justicia Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 96 que una definición precisa, que les hace violencia” (Jonas, 1997). Esta lógica es especialmente relevante para cualquier intento de realizar juicios morales en presencia de alguna duda razonable acerca de los criterios empleados para determinar la muerte (Pellegrino, 2009). Ya que los individuos con muerte encefálica están legalmente muertos, motivo por el cual pueden ser desprovistos de los medios terapéuticos que mantienen algunas de sus funciones, o ser candidatos para la donación de órganos, no se ha prestado atención suficiente a las funciones que perduran en estos pacientes ni por cuánto tiempo sucede lo anterior. Algunos estudios sugieren que, con los cuidados adecuados, la sobrevida de estas personas es relativamente prolongada, pudiendo llegar incluso a alcanzar varios meses (Shewmon A. , 2012); (Suzuki, Mogami, & Toribe, 2012). Sin embargo, muchos otros estudios describen un rápido deterioro en las condiciones fisiológicas de la mayoría de los pacientes con diagnóstico de muerte encefálica; (Wijdicks, 2010). El tiempo de sobrevida de los pacientes con muerte encefálica está relacionado con la etiología, la edad del paciente y con la agresividad de la terapia médica que se propocione. Surge entonces la interrogante de si es éticamente correcto que un ser humano decida cuándo otro ser humano se encuentra vivo o muerto, mediante el empleo de criterios y definiciones que no son totalmente precisas, dada la naturaleza del objeto que se quiere definir (Weaver, 2009). Las consecuencias éticas de tal determinación también pueden tener repercusiones muy serias. Según algunos filósofos, mientras únicamente se trate de cuándo debe estar permitido suspender la prolongación artificial de ciertas funciones, como la de Revista Etbio Año 6- Núm. 8- 2016 97 la respiración, tradicionalmente consideradas como signos de vida, no hay nada ominoso en el concepto de muerte encefálica: si se da un estado cerebral claramente definido, el médico puede permitir al paciente morir su propia muerte (Brown, 2007); (Verheijde, 2009); (Smith, 2012). Sin embargo, otro objetivo vinculado al dictamen de Harvard es el de anticipar el momento de la declaración de defunción, permitiendo mantener al cuerpo en un estado que, conforme a la antigua definición, sería de “vida”, para poder disponer de sus órganos y tejidos en las condiciones ideales. Esto, antes de la nueva definición, hubiera constituido una vivisección (Jonas, 1997). De aquí se desprende una interrogante: ¿Se debe dejar que el proceso de la muerte siga su curso hasta su concreción absolutamente certera, antes de empezar a violentar al cuerpo, al que se le puede hacer lo que para cualquier cuerpo viviente sería tortura y muerte? TRABAJOS CITADOS President´s Commission for the Study of Ethical Problems in Medicine and Biomedical and Behavioral Research. (1981). Defining death: medical, legal and ethical issues in the determination of death. Washington D.C.: U.S. Government Printing Office. 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