Países del sur han pagado 6 veces el monto de la deuda externa y deben el triple Uno de los mecanismos financieros de toda economía como lo es el crédito para el desarrollo, en los países del tercer mundo ha terminado convirtiéndose en todo lo contrario: en créditos para la expoliación, el atraso y la pobreza. La deuda externa de los países del hemisferio sur, negociada en su mayoría en la década de los años 80 del siglo pasado, por banqueros inescrupulosos y gobernantes corruptos , con la mediación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial entre otros “garantes”, terminó convirtiéndose en un pesado fardo para muchas de estas naciones que, asfixiadas, han debido destinar la mayor parte de sus ingresos al pago del servicio de la deuda eliminando toda posibilidad de desarrollo. Esta deuda, en muchísimos casos, con intereses exorbitantes, aumentó escandalosamente al sumársele al capital los intereses no cobrados (anatocismo). Tal situación llevó a mucha de estas naciones al extremo de sus posibilidades, perdiendo décadas enteras para el desarrollo, al tiempo que se incrementó la precariedad de las condiciones de vida de sus pobladores, por la reducción de programas y partidas de inversión social recetadas por los garantes de los acuerdos. Paradójicamente, que se sepa, ninguna de las grandes potencias capitalistas, asiento de la banca prestamista expoliadora, pagó jamás las deudas contraídas. Sobre este tema, en su trabajo: “ ¿Qué hacer con la deuda?” (Argenpress.info, 02/7/2014), el analista e investigador Alejandro Teitelbaum apunta: “Para analizar las posibles soluciones al problema de la deuda, hay que remitirse en primer lugar a los ejemplos de la historia, que demuestran que, sobre todo las grandes potencias, nunca o casi nunca han pagado sus deudas”. El autor cita a Keynes (Keynes, John Maynard, Defaults by foreing governments, 1924), quien ya en las primeras décadas del siglo XX, dijo: “...los incumplimientos por gobiernos extranjeros de su deuda externa son tan numerosos y ciertamente tan cercanos a ser universales que es más fácil tratar sobre ellos nombrando a aquéllos que no han incurrido en incumplimiento, que aquéllos que lo han hecho. Además de aquellos países que incurrieron técnicamente en incumplimiento, existen algunos otros que pidieron prestado en el exterior en su propia moneda y permitieron que esa moneda se depreciara hasta menos de la mitad de su valor nominal y en algunos casos a una fracción infinitesimal. Entre los países que actuaron así cabe citar a Bélgica, Francia, Italia y Alemania”. Teitelbaum señala al respecto: “Desde el punto de vista económico-financiero, si se hiciera un estudio actuarial descontando las deudas ficticias, los intereses usurarios, los intereses de los intereses, los gastos y comisiones desproporcionados y la fuga de capitales, se llegaría a la conclusión de que la deuda ha sido totalmente pagada y probablemente se vería que los presuntos deudores son en realidad acreedores. Un documento del 25 de junio de 2001 de la organización Jubileo Sur Américas, dice que en 1980 los países del sur debían 567 mil millones de dólares, que desde entonces se han pagado 3 billones 450 mil millones, es decir seis veces el monto de la deuda de 1980 y que sin embargo deben actualmente algo más de dos billones, es decir tres veces y media más que en 1980. Desde un punto de vista ético-añade finalmente- habría que poner la presunta deuda en un platillo de la balanza y en el otro platillo la deuda social, ecológica e histórica que los acreedores tienen con los presuntos deudores. Es decir poner en ese platillo el enorme daño social causado con las políticas de ajuste, el daño ecológico provocado con industrias contaminantes, con los desechos tóxicos transportados a los países del Tercer Mundo, con la devastación de los bosques y la deuda histórica contraída con los presuntos deudores durante siglos de despojo de sus riquezas y recursos humanos. Puede afirmarse que la deuda externa de los países del tercer mundo es jurídica, económica y financieramente inexistente y éticamente insostenible y que su subsistencia forma parte del sistema mundial capitalista dominante caracterizado por la hegemonía del capital financiero parasitario que funciona como una bomba aspirante del trabajo y el ahorro de los pueblos de todo el mundo, siendo los más afectados los países pobres y dentro de ellos, los sectores más desfavorecidos de la población”, concluye Teitelbaum. Powered by TCPDF (www.tcpdf.org)