Resumen de lo anterior - Educastur Hospedaje Web

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Aquella mañana desde lo alto de la
torre de vigilancia el Patito Feo mira
cómo la Sirenita nada alegre en el lago
que los dos comparten. Levanta la vista
y alcanza a ver en alta mar, lejos de la
playa, al barco de Barba Azul desde el
que una y otra vez se lanzan las redes al
agua, para volver a sacarlas al poco
tiempo cargadas de peces, que reflejan
la luz con tonos de plata.
Sobre el timón, al lado del capitán, El
Gato con Botas pasa la lengua por sus
largos bigotes y
piensa en el festín que le espera.
Una voz sobresalta al tranquilo
pato. Se gira y al mirar hacia el suelo,
escucha :
- ¡un ¡... ¡dos!... ¡un!...
¡dos!...
¡maaaaaarrrrrrrr....chen!
por la calle principal desfila
el Soldadito de Plomo al
que sigue marcialmente un
pequeño ejército formado por los Siete
Enanitos, que, fusil de juguete al
hombro, se empeñan en prepararse por
si les atacan.
En el mismo momento, sentado sobre un
viejo tonel, Pulgarcito ve cómo de las
casas salen sus
amigos. Le parece raro que Pinocho,
siempre tan madrugador,
no haya venido a
saludarle. ¡Se habrá
dormido!
-piensa- mientras que con
la mirada sigue al sol, que
fatigosamente viene desde el Este y al
que las nubes blancas secan el sudor de
su roja cara, que destaca sobre el fondo
azul del cielo.
Cerca de mediodía empieza a
preocuparse. La puerta permanece
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cerrada. Impaciente se levanta y camina
hacia la vivienda.
Llama una y otra vez y sólo le contesta
el silencio.
Cuando ya se da por vencido oye un
lamento. Sin pensarlo dos veces, entra.
Tumbado sobre la cama, con los brazos
colgando y el dolor dibujado en el rostro,
está su compañero, que con voz
entrecortada susurra:
-¡Pul, estoy muy mal; me muero!
A su lado, montones de serrín,
indican el origen de su mal.
Al oir esto, el pequeño personaje,
sale de forma precipitada de la
habitación y corre mientras grita:
-¡Pinocho se muere! ¡Pinocho se muere!
¡Ayuda! ¡Ayuda!
En un abrir y cerrar de ojos, todos
rodean al enfermo. La rabia, la
impotencia y el dolor flotan en el aire.
Por los rostros bajan lentamente las
lágrimas. La tensión se corta.
Oyen unas pisadas...
Sobre el umbral de la entrada se recorta
la figura de Gurgullín. Se acerca, pega
su oído al pecho del
paciente y exclama
mientras señala con el
dedo índice, uno de los
agujeros que el muñeco
tiene... ¡carcoma!
-¿Y eso qué es? – pregunta
Blancanieves.
Él le responde mientras pasea por el
cuarto:
-Se trata de unos insectos que roen
y taladran la madera.
Y luego les invita a acercarse para que
escuchen el ruido que hacen “al trabajar”
y en voz baja dice:
- Si llegan hasta el corazón, nada ni
nadie podrá salvarle.
Otra vez la desesperanza
sacude a los presentes.
-¿Qué mal ha hecho?
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- No es posible, ¿por qué?
Gurgullín contesta:
- Lo siento, lamentarse no cura. Hay
que encontrar un remedio y el único
que se me ocurre es ir a buscar a
Gepetto.
- Y ese ¿quién es?- interroga
Caperucita.
Con rapidez contesta
Gretel:
- Un señor que vive
en
Italia y que hace
muñecos y marionetas
y
es como el padre de
Pinocho.
- ¡Buf! Eso está muy lejos.
- ¿Cómo llegaremos?
- ¡En mi barco! – dijo Simbad.
Seguiremos la ruta
del Atlántico
cruzando el
Estrecho de Gibraltar
hasta la Península Italiana.
Casi sin haber acabado de hablar, iba
hacia el muelle con Gurgullín al lado. La
travesía no fue fácil.
Ya en tierra, se fueron guiando con las
señas de una carta que Fígaro –el gato
de Gepetto- había enviado a su primo, el
de las Botas.
Al llegar a la
morada, el alma se
les cae a los pies,
ante el aspecto que
presenta, viejo y
ruinoso. Daba la
sensación de estar
vacía. Nadie
responde. Lo intentan nuevamente con
el mismo resultado. Dan la vuelta tristes
y cabizbajos...
Se oye un chirrido, giran los rostros y
ven a un hombre muy anciano, de pelo
blanco y gafas que protegiéndose los
ojos con las manos dice:
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-¿Qué queréis?
De manera atropellada le explican lo que
pasa mientras le colocan en un viejo
cajón los útiles de trabajo.
En el poblado todos esperan, no saben
el qué, quizás... un milagro.
Haciendo un gran esfuerzo Gepetto se
acerca a Pinocho, que al verle dibuja
una
sonrisa bañada en lágrimas.
Durante largo tiempo fue sacando uno a
uno los “bichos”. Al acabar secándose el
sudor mientras les mira,
comenta:
-Hace falta traer madera
de boj, para taparle las heridas.
-¡Sin problema. Yo sé
dónde hay ese árbol en el bosque! –
responde Hänsel.
Con mucha paciencia y ayudándose de
las herramientas que trajo va cortando
trocitos que
encaja cuidadosamente, para
tapar los huecos que la enfermedad
había dejado. Cada uno de los
movimientos que hace va seguido por
todos con curiosidad. Se sienta y
después de ajustarse los lentes
comenta:
- Ahora sólo queda aguardar.
La espera fue larga, muy larga. Pero
pasados cuatro días, se nota que la cosa
va muy bien. Y así sigue hasta el
restablecimiento
total.
Para celebrarlo
organizan una fiesta
y alrededor de una
gran hoguera,
cantan, ríen y bailan.
Subiéndose a una roca Gurgullín hace
un gesto pidiendo silencio:
-Amigos, hoy es un día muy
importante para nosotros; entre todos
hemos vencido, por eso quiero darle las
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gracias a nuestro benefactor y pedirle
que para poder ayudarnos, se quede a
vivir con nosotros.
No pudo terminar. Los vítores y aplausos
se lo impidieron.
Cuando cesó el alboroto, vino la
respuesta: Gepetto, al que tiene cogido
de la mano Pinocho, sólo acierta a dar
las gracias mientras su rostro se ilumina
de felicidad.
Y así, termina esta aventura, que como
todas lo hace...
“y colorín, colorado este cuento se ha
acabado”.
Pero seguramente que
continuará.
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