La Gran Belleza: de Roma con amor

Anuncio
60
LATERCERA Viernes 25 de abril de 2014
Cultura&Entretención
RR Toni Servillo es Jep Gambardella, un hombre que alcanzó el éxito con una novela juvenil y que ahora protagoniza la vacía vida nocturna romana. FOTO: OUTNOW
[ESTRENO] El jueves llega a salas la cinta ganadora del Oscar
Extranjero, que puso a Italia otra vez en el mapa del cine
mundial. Este tributo a La dolce vita y a la ciudad eterna es la
historia de un escritor desencantado. Por Rodrigo González M.
La Gran Belleza: de
Roma con amor
T
odos los caminos
conducen a Roma
y también a Federico Fellini. Paolo
Sorrentino, napolitano de nacimiento y fiel retratista de los barrios pobres de Nápoles en sus primeros guiones,
se escapó más de alguna vez a la
capital italiana en su juventud.
“Para estudiar algo y también
para vivir y conocer”, comentaba el realizador el año pasado, al
estrenar su cinta La gran belleza
en el Festival de Cannes. Luego
volvería al sur, a su provincia de
la Campania natal, donde conoció al actor Toni Servillo, otro na-
politano errante. Sorrentino lo
ha dirigido desde entonces en
cuatro películas: como un cantante pop fracasado en L’uomo in
più (2001), un melancólico sirviente de la Cosa Nostra en Las
consecuencias del amor (2004),
el primer ministro Giulio Andreotti en Il Divo (2008) y, ahora, un
cínico escritor en La gran belleza (2013). Roma, la urbe de los
sueños de juventud de Sorrentino, es el paisaje de fondo y al mismo tiempo, la otra protagonista
del largometraje, de la misma
manera que en La dolce vita
(1960) de Fellini.
Ganadora del Oscar a la Mejor
Película Extranjera, La gran be-
lleza se estrena la próxima semana en Chile, precedida de una
gran recepción crítica, particularmente en Estados Unidos, donde
acumuló 20 millones de dólares y
se transformó en una de las 20
cintas italianas más vistas en los
últimos 30 años. La trama de este
particular fresco urbano y espiritual se mueve al ritmo de Jep
Gambardella (Tonio Servillo), un
columnista y alguna vez escritor
que dio en el clavo con su primera y única novela juvenil. Desde
entonces, todos celebran aquel
trabajo, pero el mimo Gambardella está ya seco de ideas, sin interés por escribir más, desengañado de la realidad. Duerme de día
y, cual vampiro de emociones,
sale de noche, husmeando cafés
y clubes romanos, probando la
decadencia de los famosos.
Las similitudes con La dolce
vita se hicieron evidentes desde
la primera función en Cannes.
No sólo el título es un claro tributo, sino que al igual que en la obra
de Fellini, el protagonista es un
periodista cínico, amigo de la bohemia y la noche, amante ocasional y, más que nada, un hombre
que se enfrenta a la decadencia de
sus propios compatriotas. “Es interesante la comparación con La
dolce vita, pero debo decir que
aquélla es una obra maestra. Se
mira, pero no se toca. En cambio,
en mi caso, sólo puedo decir que
me gustaría que La gran belleza
fuera algo así como una obra
maestra”, comenta Sorrentino en
Cannes.
Considerada por algunos críticos como una suerte de retrato de
la Italia de Berlusconi, de la misma manera que Rossellini reflejó su país durante la Segunda
Guerra o Fellini en el boom económico de los 60, La gran belleza es para Sorrentino sinónimo de
vidas vacías y espíritus a la deriva. Eso sí, la magnificencia de la
metrópoli es siempre el punto de
partida y llegada. De ahí el título. “Roma es una ciudad muy bella. Yo vivo en ella como un turista sin pasaje de vuelta. Quise
transferir aquel punto de vista
personal al protagonista de la cinta, que tampoco es originalmente de Roma, como yo”, ha dicho.
Acerca de su propia vida en la
ciudad, agrega: “Durante el tiempo que llevo aquí he acumulado
muchas anécdotas sobre la clase
media romana y sus fiestas nocturnas. La gran belleza es una
reflexión sobre eso”. Sin embar-
go, el director también halla un
significado más duro: “También
retrato el empobrecimiento espiritual de Italia. No me interesa
mostrar la pobreza material, sino
la vacuidad de ciertos sectores”.
Palabras del protagonista
Hombre de teatro y director de
ópera, Toni Servillo es, probablemente, la mayor figura en el
mundo actoral italiano del momento. Ha estado en varias de las
cintas de los realizadores peninsulares que logran llamar la atención fuera de su país y para la
memoria quedan sus roles como
el jefe mafioso Franco, en Gomorra (2010), de Matteo Garrone, o
el del mencionado primer ministro Giulio Andreotti, en Il divo.
Sobre su personaje en La gran
belleza dice al diario español El
País: “Me he enamorado de Jep
Gambardella porque creo que es
un cínico sentimental desilusionado. Y estos tipos terminan por
ser también grandes moralistas.
Es con esa actitud con la que él se
mueve por el vacío de esas fiestas
que no representan nada, de una
mundanidad cansada, contando
un argumento que no tiene que
ver sólo con Italia”. Y agrega, con
entusiasmo: “Son los paseos de
este cínico sentimental desilusionado que opone su propio vacío al de este mundo que gira sobre sí mismo, desperdiciando el
propio talento y dejando a su paso
la marca de las ocasiones perdidas. Esto es poético y por eso interesa, es universal”.
A 64 años de que La dolce vita
ganara la Palma de Oro en Cannes, llega otra cinta desde Italia
que pretende ser la crónica del
desencanto. Y, como dice su protagonista, ser además un trabajo
universal.b
Descargar