EL PAPEL PROTAGÓNICO DE LA UNIVERSIDAD EN LOS

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EL PAPEL PROTAGÓNICO DE LA UNIVERSIDAD
EN LOS TIEMPOS MODERNOS
LECTIO INAUGURALIS 2012
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
Introducción
Dada la coyuntura histórica que está viviendo el sistema universitario
en Colombia, en América Latina, especialmente en Chile y en otros
países del mundo, he pensado que vale la pena, en el contexto de la
lectio inauguralis de este año 2012, ofrecer algunos elementos que
nos permitan entender la importancia de no dejar pasar de largo este
momento y como directivos, docentes y estudiantes de esta, una
Universidad privada, poder aportar a las reflexiones que se adelantan
en nuestro país en torno de la reforma de la ley de educación superior.
Cerrar los ojos ante esta realidad que tendrá sus implicaciones no sólo
en el sistema de educación superior oficial sino también en el privado,
sería un acto de suma irresponsabilidad.
Es por esto, que de una manera muy sencilla, en el lenguaje que me
ha caracterizado, me permito compartir con ustedes algunos aspectos
que considero fundamentales en los debates.
Lo que aquí propongo, es fruto de mis reflexiones personales y de la
visión que he podido tener de la Universidad colombiana, gracias a mi
labor como Rector de la UPB durante 8 años y miembro de ASCUN
(Asociación Colombiana de Universidades), de la cual fui además su
Presidente. También recojo los aportes recibidos de las significativas
reuniones y de las asambleas en que he participado con la FIUC
(Federación Internacional de Universidades Católicas), de la ODUCAL
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(Organización de Universidades Católicas de América Latina), y de los
tres encuentros con los rectores de universidades católicas realizados
en la UPB y de las que esperamos este año consolidar la red.
La misión de la Universidad
Sin dar muchas vueltas a este asunto, en general conocido por la
mayoría, se ha dicho que la misión de la universidad es la formación
de los profesionales que habrán de aportar con sus saberes y el
ejercicio de sus carreras, al desarrollo y prosperidad de los pueblos.
Pero esto no ha sido siempre así. El origen de la Universidad en la
edad media fue otro. Auspiciada por la Iglesia, en Bolonia, en París,
etc., nace la Universidad a manera de escuela en donde se trata de
dar respuesta a una serie de cuestiones que hoy por hoy siguen
teniendo vigencia. Por ejemplo, el Concilio Vaticano II, en la
constitución pastoral Gaudium et Spes, hace casi 50 años, nos dice
que: “Ante la actual evolución del mundo, son cada día más
numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva
penetración las cuestiones más fundamentales: ¿qué es el hombre?
¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de
tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las
victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la
sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta
vida temporal?” (GS, 10).
La misión fundamental de la universidad, que al cumplirla pone las
bases para la realización profesional de las personas, es
sustancialmente la búsqueda de la verdad. Este deseo innato del
hombre es el que lo impulsa a investigar, a preguntarse, a estudiar, a
ser mejor persona, a mirar el universo creado con otros ojos, a ser
universitario. En tal sentido, reducir la misión de la universidad a la
sola formación técnica y científica, o a un espacio para la mera
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adquisición de competencias para el trabajo, sería deslucir la noble
misión de la universidad que realmente busca cosas mayores.
Vale la pena hacer alusión a un texto del Papa Benedicto XVI en su
intervención preparada para la Universidad de la Sapienza, en Roma,
en el 2008, visita que tuvo que ser suspendida el 15 de enero del
mismo año. Decía el Papa: “¿Y qué es la universidad? ¿Cuál es su
tarea? … Creo que se puede decir que el verdadero e íntimo origen de
la universidad está en el afán de conocimiento, que es propio del
hombre. Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere la verdad”
(Tomado de Siete discursos universitarios de Benedicto XVI, Madrid,
Fundación Universitaria Española 2011, p. 127).
Para la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el primero de enero
de cada año, en su mensaje de este año 2012, el Papa Benedicto XVI
quiso proponernos el tema “Educar a los jóvenes en la justicia y la
paz”. Hay unos apartes que, como decimos en un lenguaje popular,
“nos caen como anillo al dedo”.
En la Universidad la actividad primordial es la educación, y ésta se
torna cada vez más compleja y exigente. Por ello el Papa nos dice que
“La educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida. Educar
-que viene de educere en latín- significa conducir fuera de sí mismos
para introducirlos en la realidad, hacia una plenitud que hace crecer a
la persona” (n. 2). Por tanto, cuando se educa, “se ha de transmitir a
los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en
ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Éste es un deber -dice el
Papa- en el que todos estamos comprometidos en primera persona”
(n. 1).
Es muy interesante, traer a colación también un documento que
espero sea conocido por las mesas de concertación para la reforma de
la ley de educación superior colombiana, y es la declaración final de la
Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina y el
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Caribe (CRES), celebrada del 4 al 6 de junio de 2008, en la ciudad de
Cartagena de Indias, Colombia.1
En esta Conferencia participamos más de 3.500 integrantes de la
comunidad académica de América Latina y el Caribe.
En la Declaración final se dice con claridad, que “La Educación
Superior es un bien público social, un derecho humano y universal y
un deber del Estado”. Que “Ésta es la convicción y la base para el
papel estratégico que debe jugar en los procesos de desarrollo
sustentable de los países de la región”.
De igual manera, se hace un especial llamado, que supera toda
confesión religiosa, para decir que “Reivindicamos el carácter
humanista de la Educación Superior, en función del cual ella debe
estar orientada a la formación integral de personas, ciudadanos y
profesionales, capaces de abordar con responsabilidad ética, social y
ambiental los múltiples retos implicados en el desarrollo endógeno y la
integración de nuestros países, y participar activa, crítica y
constructivamente en la sociedad”. En esta afirmación, pienso, se
sintetiza la misión de la Universidad en los tiempos actuales, y no
puede ser desconocida.
La misión de la UPB, coincide sustancialmente en lo que afirmamos
los rectores de la CRES, cuando también hacemos énfasis en la
formación integral de quienes conformamos nuestra universidad.
Los objetivos de la universidad
Aplicando la misión institucional, surgen los objetivos generales y
específicos, que permiten el cumplimiento de la misión trazada. En
1
El texto completo de la Declaración
http://www.ascun.org.co/?idcategoria=1217.
se
encuentra
en
el
portal
de
ASCUN:
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esto la Universidad de los tiempos modernos, ciertamente ha crecido y
sus objetivos no solo se han multiplicado en cantidad, sino que se han
diversificado en sus temas y acciones.
Por eso, la Universidad no puede quedarse en la mera transmisión de
conocimientos, sino que tiene que ir más allá, propiciando la
investigación y la proyección, como bien lo dice la Ley 30 y
prácticamente todos los documentos de educación superior.
Actualmente se están adicionando términos como innovación,
transferencia del conocimiento, emprenderismo, como elementos
realmente diferenciadores, que permiten la competitividad no sólo de
la institución educadora, sino en general del país.
La CRES, conferencia a la que he venido haciendo alusión, propone
en su declaración una serie de objetivos, que simplemente menciono,
pues tampoco deben ser olvidados cuando se trate de fortalecer el
sistema educativo del nivel superior, como es propósito del Ministerio
de Educación nacional, sobre todo para este año 2012.
Dice la Declaración que “Tan importantes como la generación y
socialización del conocimiento en las áreas de ciencias exactas,
naturales y tecnologías de producción son los estudios humanísticos,
sociales y artísticos con el fin de fortalecer perspectivas propias para
el abordaje de nuestros problemas, responder a los retos en materia
de derechos humanos, económicos, sociales y culturales, equidad,
distribución de la riqueza, integración intercultural, participación,
construcción democrática y equilibrio internacional, así como de
enriquecer nuestro patrimonio cultural”
Cuando se habla, por ejemplo del impacto social de la educación
superior, vista como un derecho humano y un bien público social,
nuevamente la CRES dice algo que me parece supremamente
importante destacar:
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“En América Latina y el Caribe, particularmente, se necesita una
educación que contribuya eficazmente a la convivencia democrática, a
la tolerancia y a promover un espíritu de solidaridad y de cooperación;
que construya la identidad continental; que genere oportunidades para
quienes hoy no las tienen y que contribuya, con la creación del
conocimiento, a la trasformación social y productiva de nuestras
sociedades. En un continente con países que vienen saliendo de la
terrible crisis democrática que provocaron las dictaduras y que ostenta
la penosa circunstancia de tener las mayores desigualdades sociales
del Planeta, los recursos humanos y el conocimiento serán la principal
riqueza de todas cuantas disponemos”.
El sistema de educación superior no puede entonces desconocer que
se debe tener especial cuidado con la cobertura con calidad; que se
requiere hacer una veloz revisión de los modelos pedagógicos de las
instituciones, teniendo en cuenta la calidad y las fortalezas y
debilidades de los alumnos que están ingresando al sistema, sin
descuidar un aspecto que no deja de ser preocupante, y es el ingreso
a la Universidad y al sistema de educación superior en general, de
estudiantes cada vez más jóvenes. Las estadísticas nos hablan de
que son cerca del 40% los alumnos nuevos menores de edad, de 15,
16 y 17 años los que se están matriculando en la universidad cada
semestre.
Interesante destacar también el énfasis que se hace en los valores
sociales y humanos de la educación superior. A este respecto,
nuevamente la CRES nos dice que “La Educación Superior, en todos
los ámbitos de su quehacer, debe reafirmar y fortalecer el carácter
pluricultural, multiétnico y multilingüe de nuestros países y de nuestra
región”.
Hago aquí un paréntesis para recordar lo que desde hace más de tres
décadas la UPB realiza con las comunidades indígenas y afro, en
convenio con el Instituto Misionero de Antropología, en territorios como
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Toribío, Leticia, Puerto Asís, y el Urabá antioqueño, formando en
ciencias sociales, etnoeducación y gerencia, a más de 1800
colombianos, que de otra forma no tendrían acceso a la educación
superior. Trabajos de gran envergadura ha realizado la UPB con la
Seccional Bucaramanga, en las cárceles de todo el territorio
colombiano, con el INPEC, y ahora con el Programa Unidos de la
Presidencia de la República para la erradicación de la pobreza
absoluta, acompañando las familias de los lugares más recónditos.
Otros objetivos de la educación superior, que actualmente están
tomando gran fuerza, son el respeto al medio ambiente, el desarrollo
sostenible, el respeto a la norma, y la internacionalización, puesto que
nos encontramos, sin lugar a dudas en un mundo cada vez más
globalizado e intercomunicado.
Por último, en la CRES se aborda también el tema de la formación
para toda la vida y el papel de los postgrados. Creo oportuno
transcribir también lo que nos dice sobre este tema: “La formación de
postgrado resulta indispensable para el desarrollo de la investigación
científica, tecnológica, humanística y artística, basada en criterios
rigurosos de calidad. El postgrado ha de estar fundamentado en líneas
activas de investigación y creación intelectual para garantizar que
sean estudios que promuevan las más altas calificaciones
profesionales y la formación permanente, contribuyendo efectivamente
a la generación, transformación y socialización del conocimiento”.
En la Pontificia Bolivariana, tenemos estos y otros objetivos plasmados
en forma más amplia en el Proyecto Institucional, y hacemos especial
énfasis en los principios y valores, los cuales debemos siempre
recordar. Principios y valores que invito a toda la comunidad, a no
desechar, sino a difundirlos con esperanza y valentía. Estos hacen
parte de nuestra naturaleza y precisamente son parte de los
elementos diferenciadores de nuestros profesionales egresados.
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Como principios tenemos: el reconocimiento y respeto por las
personas, sin discriminación alguna, y la búsqueda de la verdad y el
conocimiento. Y como valores propugnamos por la solidaridad, la
justicia, la honradez, la creatividad y la innovación, la lealtad y el
compromiso con la paz y el desarrollo del país.
Volviendo al ya mencionado mensaje de Su Santidad para la Jornada
Mundial de la Paz, del 1º de enero, bien se podría afirmar que educar
para la paz se convierte en el objetivo síntesis de todo el quehacer
universitario, pues si hay profesionales con una adecuada formación
humanista, honestos, de calidad, que aporten al desarrollo integral del
mundo, se contribuye directamente a la paz y a la construcción de un
mundo realmente justo. Y la base esencial para alcanzar esta meta es
saber educar en la auténtica libertad. Escuchemos de nuevo al Papa
en su mensaje:
“La libertad es un valor precioso, pero delicado; se la puede entender y
usar mal. «En la actualidad, un obstáculo particularmente insidioso
para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y
cultura, del relativismo que, al no reconocer nada como definitivo, deja
como última medida sólo el propio yo con sus caprichos; y, bajo la
apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en una prisión,
porque separa al uno del otro, dejando a cada uno encerrado dentro
de su propio “yo”. Por consiguiente, dentro de ese horizonte relativista
no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la verdad,
antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la
bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la
validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en
común»”(n.3).
La Universidad Católica
En medio de esta discusión, que pone en el centro la misión de la
Universidad en general, es fundamental que nos preguntemos acerca
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del papel de la universidad privada y sobre todo, de la Universidad
católica.
Pienso que es importante, que la Universidad católica, y en especial la
UPB que tiene una tan grande presencia nacional, tenga muy clara su
identidad y la responsabilidad que tiene en la formación de tantas
generaciones de jóvenes, que nos eligen, motivados en la mayoría por
sus familias, por la identidad cristiana y católica y la misión que se nos
ha encomendado.
Tenemos a nuestro alcance la exhortación apostólica Ex Corde
Ecclesiae, que nos brinda las pistas suficientes para saber quiénes
somos y qué se espera de nosotros.
Cuando aborda el tema de la identidad y la misión, el Papa Juan Pablo
II, autor de la Ex Corde Ecclesiae nos dice que:
“La Universidad Católica, en cuanto Universidad, es una comunidad
académica, que, de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y
desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la
investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las
comunidades locales, nacionales e internacionales. Ella goza de
aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus
funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad
académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la
comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien común.
(ECE, 12).
Hay aquí unas palabras claves que en las discusiones actuales
tenemos que saber salvaguardar: que la universidad católica es en sí
misma una comunidad académica; que busca la tutela de la dignidad
de la persona humana y el desarrollo de los pueblos en general con
base en los principios del humanismo cristiano; que goza de
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autonomía institucional que debe ser respetada; y que en ella se
garantiza la libertad académica.
Por otra parte, la misma exhortación apostólica nos abre los ojos ante
las características esenciales que tampoco se pueden poner en
discusión, puesto que son propias de nuestra naturaleza. Dice el
Papa:
“Puesto que el objetivo de una Universidad Católica es el de garantizar
de forma institucional una presencia cristiana en el mundo universitario
frente a los grandes problemas de la sociedad y de la cultura, ella
debe poseer, en cuanto católica, las características esenciales
siguientes:
1. Una inspiración cristiana por parte, no sólo de cada miembro, sino
también de la Comunidad universitaria como tal;
2. Una reflexión continua a la luz de la fe católica, sobre el creciente
tesoro del saber humano, al que trata de ofrecer una contribución
con las propias investigaciones;
3. La fidelidad al mensaje cristiano tal como es presentado por la
Iglesia;
4. El esfuerzo institucional a servicio del pueblo de Dios y de la familia
humana en su itinerario hacia aquel objetivo trascendente que da
sentido a la vida (ECE, 13).
“En una palabra, siendo al mismo tiempo Universidad y Católica, ella
debe ser simultáneamente una comunidad de estudiosos, que
representan diversos campos del saber humano, y una institución
académica, en la que el catolicismo está presente de manera vital”
(ECE, 14).
Finalmente, es importante reconocer el papel protagónico de la
Universidad católica y de sus miembros, cuando se trata de aportar a
la transformación social y humana del entorno, en nuestro caso por
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más de 75 años. Dice nuevamente el Papa que “La Universidad
Católica es, por consiguiente, el lugar donde los estudiosos examinan
a fondo la realidad con los métodos propios de cada disciplina
académica, contribuyendo así al enriquecimiento del saber humano.
Cada disciplina se estudia de manera sistemática, estableciendo
después un diálogo entre las diversas disciplinas con el fin de
enriquecerse mutuamente” (ECE, 15).
La Universidad y la reforma de la ley de educación superior en
Colombia
Este año es crucial en lo que tiene que ver con el futuro de la
Educación Superior en Colombia. Bien sabemos cómo se adelanta la
construcción del texto para la reforma de la ley 30 de educación
superior, vigente desde 1992.
Se podría partir de una pregunta. ¿Qué motiva la reforma de la ley 30
de educación superior? ¿Será que la educación superior en Colombia
está en crisis?
Yo me atrevo a decir que la reforma se hace, no porque la educación
superior colombiana esté en crisis, sino porque es necesario darle
respuesta a los muchos y nuevos retos que ésta tiene que enfrentar.
Según sea el punto de partida de los diálogos, se orientan las
discusiones.
Parto de un hecho real; si la educación superior estuviera en crisis
real, no se estaría cumpliendo con el objetivo de entregar a la
sociedad, cada año, miles de nuevos profesiones que se insertan en la
vida laboral del país y están aportando al desarrollo económico del
mismo, en los distintos niveles. Si estuviera en crisis la educación
superior, no serían tan numerosos los jóvenes ejecutivos colombianos
que están al frente de tantas empresas o son líderes de importantes
proyectos sociales, económicos o de innovación. Si estuviera la
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universidad colombiana en crisis, nuestros egresados no tendrían
tanto éxito en las universidades extranjeras, en donde hacen sus
estudios de postgrado, y en las cuales se valora y reconoce la calidad
de la educación ofrecida en nuestro país. Esto sólo para hacer
mención de unos pocos aspectos que nos permiten ver la realidad
desde una óptica diferente.
Es decir, la reforma se hace imperante y urgente, no porque estemos
en crisis, sino, y precisamente, porque es necesario dar respuesta a
los nuevos retos del mundo cambiante.
Siendo objetivos, la Ley 30 como está nos permite realizar a cabalidad
nuestra misión. Sin embargo, como lo he dicho, sí es necesario
actualizarla en algunos aspectos. En lo que se debe tener especial
cuidado es en la forma en cómo se proceda con el ejercicio de la
reforma.
El Papa Benedicto XVI en el mensaje para la paz que vengo
proponiendo, nos da la clave para el trabajo que debe realizarse. Dice
así el Papa:
“Deseo decir con fuerza a todos, y particularmente a los jóvenes: «No
son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada
al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad,
el garante de lo que es realmente bueno y auténtico [...], mirar a Dios,
que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor
eterno. Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?». El amor se complace
en la verdad, es la fuerza que nos hace capaces de comprometernos
con la verdad, la justicia, la paz… Queridos jóvenes, vosotros sois un
don precioso para la sociedad. No os dejéis vencer por el desánimo
ante las dificultades y no os entreguéis a las falsas soluciones, que
con frecuencia se presentan como el camino más fácil para superar
los problemas” (n. 6).
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Desde mi punto de vista, hay unos aspectos en el proyecto de reforma
que debemos tener es especial consideración, y que como universidad
privada debemos acompañar cuidadosamente. Me atrevo a proponer,
en principio, estos cinco:
1. La articulación del sistema educativo.
Nuevamente tomo otro aparte de la declaración de la CRES, que
recoge una de las principales inquietudes, y a mi manera de ver,
vacíos de la reforma de la ley 30.
“La Educación Superior tendrá que hacer efectivo el desarrollo de
políticas de articulación con todo el sistema educativo, colaborando
en la formación de sólidas bases cognitivas y de aprendizaje en los
niveles precedentes, de tal manera que los estudiantes que
ingresan al nivel superior cuenten con los valores, las habilidades,
destrezas y capacidades para poder adquirir, construir y transferir
conocimientos en beneficio de la sociedad. La Educación Superior
tiene una indudable responsabilidad en la formación de profesores
para todo el sistema educativo, así como en la consolidación de la
investigación pedagógica y la producción de contenidos
educativos. Los Estados deben asumir en su plenitud la prioridad
de garantizar una educación de calidad para todos, desde la
educación inicial hasta la superior”.
Lo cierto es que tanto en la actual ley 30, como el mismo proyecto
de la nueva ley, la articulación con todo el sistema educativo es
mínima. Es necesario que el Estado se aproxime a la educación
como un todo, interrelacionando los distintos ciclos formativos, en
especial, la media con la superior, sea ésta técnica o profesional, y
esto tiene que ver tanto con la cualificación de los docentes, como
con los contenidos mismos que se ofrezcan a los alumnos.
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2. El financiamiento
Este es uno de los puntos más álgidos del debate. No se trata,
pienso, del sólo desembolso de unos dineros del Estado a las
instituciones oficiales. Se trataría, inicialmente, de revisar el
adecuado uso de los dineros que hoy reciben para que
efectivamente permitan el logro de las metas propuestas. Dinero
hay, y bastante, lo que es necesario preguntarse es, cómo es su
distribución y cómo se está utilizando para no despilfarrarlo.
Tampoco se puede negar que cada día las necesidades aumentan,
como crecen también las urgencias en capacitación de los
docentes, fortaleciendo los niveles de magísteres y doctores, el
mejoramiento y actualización de los sistemas de información y de
infraestructura física y bases de datos, el mejoramiento de los
niveles salariales en algunos casos, etc. Esto implica altos niveles
de inversión no sólo en las instituciones oficiales sino también en
las privadas. Este segundo aspecto no se aborda. Si el Estado
exige altos niveles de calidad y competitividad en las universidades
privadas sin ánimo de lucro, ¿cómo hacer que el Estado reconozca
en ellas su función pública y apoye, proporcionalmente su trabajo?
He aquí la cuestión.
3. La autonomía.
Este es otro caballo de batalla. De muchas maneras el Ministerio
ha dicho que la autonomía se respeta. De hecho, y es verdad,
acogieron en el proyecto que fue retirado del Congreso, aportes de
los Rectores de ASCUN respecto de la autonomía universitaria,
fruto de las reflexiones para la presentación de una ley estatutaria
que reglamentara y tutelara mejor la autonomía universitaria.
Menos mal que siendo constitucional la autonomía, hasta el
momento teóricamente se respeta.
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La duda es cómo definir los límites entre la gestión de control
propia del Estado de los servicios universitarios prestados, y la
coerción de su autonomía. Al reiterar el compromiso de rendir
cuentas con toda libertad a los distintos entes que lo requieran,
también se hace la respetuosa invitación para que se preserve y
garantice la autonomía universitaria, respeto que debe verse
reflejado en la acogida y acompañamiento a la misión propia de
cada institución, sea oficial o privada y ésta confesional o no. Y las
amenazas, para éstas últimas son grandes.
4. El sistema de calidad
Lo he repetido también en varias ocasiones, que la educación
superior debe ser ofrecida con calidad y pertinencia. El sistema de
calidad en Colombia ha crecido y ha propiciado un incremento no
sólo de los controles sino también del mejoramiento de los
procesos administrativos y académicos. Y eso está bien.
Como está bien que el Gobierno quiera garantizar la calidad de los
programas de la educación superior. Ya se cuenta con el
instrumento de los registros calificados, muy valioso para este fin.
Con el Consejo Nacional de Acreditación y el mismo Ministerio de
Educación Nacional, se ha venido implementando la acreditación
de programas y la acreditación institucional de los centros
educativos. La UPB le ha apostado a este sistema, y no sólo
cuenta con programas acreditados de alta calidad, unos 26, sino
que también cuenta con la renovación de la acreditación
institucional. Queremos que todo el sistema también logre esta
meta.
Sin embargo, siguiendo el espíritu de la norma, éste era un acto
libre de cada institución, y no algo impuesto. En el proyecto de ley,
casi se imponía, pues una institución que después de 8 años no
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obtuviera la acreditación, perdía incluso su denominación. Es decir,
una universidad no acreditada no podía seguir denominándose
universidad.
Personalmente pienso que el Gobierno debe pensar mejor en unos
estímulos reales que permitan a las instituciones asumir unos
compromisos que son costosos desde todo punto de vista para
acreditar sus programas y alcanzar la acreditación institucional. La
UPB optó por acreditarse porque su misión propende por ofrecer
una formación de calidad, reconocida y pertinente; por la
competitividad en el medio y porque, por gracia de Dios y ayuda de
muchos, sus recursos lo han permitido.
Pero aquí viene la pregunta: ¿Si una institución está haciendo bien
las cosas, está formando con pertinencia y calidad a sus
estudiantes, tiene impacto social reconocido, etc., pero no puede
asumir las exigencias de los procesos de acreditación, deberá
verse castigada por el hecho de que no hizo el proceso de
acreditación institucional? Es como si dijéramos que las
seccionales de la UPB Bucaramanga, o Montería o Palmira, por no
tener la acreditación institucional deberían cambiar su nombre.
Lo mismo tiene que ver con las tipologías de la educación superior.
Ese es un punto muy delicado en el que las instituciones técnicas,
tecnológicas, las instituciones universitarias, las Normales, etc.
deberán hacer sus propias reflexiones y aportes.
En todo esto hay un riesgo, y es que por asumir de forma radical
los procesos de autoevaluación y acreditación, con la importante
participación de los entes reguladores del Estado, así se diga que
están conformados por pares académicos, se atente contra la
autonomía universitaria.
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Que el deseo de querer ser mejores, motivados por los escalafón
internacionales, no vayan en detrimento de la calidad de nuestra
educación. Alguien, experto en estos estudios de calidad
comparativos, nos decía que es bueno el bench marking, lo que no
es bueno es querer ser como lo otros. Lo importante es, viendo a
los otros, hacer bien lo que tenemos que hacer.
5. La cobertura
Tal vez es ésta una de las principales razones expuestas por el
Ministerio para la reforma de la ley de educación nacional. No se
puede negar que hay esfuerzos enormes para alcanzar la
cobertura en educación. La gratuidad en los niveles preescolar,
básico y media, es una estrategia válida, que no se sabe hasta
cuándo podrá ser mantenida. Pero se reconoce el esfuerzo. Es
mejor, como se dice, equivocarse haciendo, que no permanecer
con los brazos cruzados. Pero aquí viene lo complicado.
Hoy en día están terminando bachillerato más de 700 mil alumnos
cada año. Si todos ingresaran a la educación superior, en
cualquiera de sus niveles, no se tiene ni la infraestructura ni los
medios para acogerlos y para ofrecerles una educación con
calidad, con lo que tenemos hoy.
Pienso que la cobertura no se garantiza con una ley, la cobertura
se garantiza con planes y estrategias de mayor calado que
permitan el ingreso a la vida laboral de tantos jóvenes, desde la
formación media, técnica y tecnológica.
Cobertura con calidad y pertinencia ha sido y es el clamor de los
directivos universitarios, como es el clamor de tantos jóvenes que
ven frustrados sus proyectos de vida por la imposibilidad de
acceder a la educación superior. Pero, ¿todos tienen que ser
profesionales y doctores? ¿Tiene el Estado la obligación de
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garantizar el acceso a la formación profesional, o puede estimular
también, logrando los justos niveles, el acceso financiado a la
formación técnica y tecnológica de una inmensa mayoría?
Conclusiones
Estos son sólo unos esbozos de apenas cinco aspectos que pueden
servir de punto de partida para los debates en torno de la reforma de
la ley de educación superior en Colombia.
Como pueden darse cuenta, la discusión no puede centrarse en el
acceso o no de las fuerzas del Estado a una institución universitaria, o
al deseo de establecer una especie de “co-gobierno” de las
Universidades, en especial las oficiales.
El asunto es más de fondo, y como lo dije al inicio, también las
instituciones privadas, como la nuestra, tendrán mucho que ver con el
resultado final de la reforma.
Sería bueno, que al menos con los estamentos representativos de la
comunidad universitaria, con los representantes de los egresados, de
los docentes y de los estudiantes, se hiciera un diálogo constructiivo
con propuestas que se puedan hacer llegar al Ministerio.
Los rectores, por nuestra parte, bajo el acompañamiento de ASCUN,
así como lo hicimos el año anterior, con numerosas reuniones con la
Ministra, el Viceministro y expertos del Ministerio, haremos llegar
nuestros aportes.
Les agradezco de todo corazón todo lo que han hecho para consolidar
este proyecto educativo, la UPB, prácticamente en todo el territorio
colombiano, y los invito para continuar anunciando a Cristo en la
Universidad con el mayor de los empeños e ilusiones. Es Cristo y sólo
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Él quien, quien nos permite avanzar en el camino de la verdad, pues
Él mismo es la verdad.
Para terminar, permítanme hacerlo nuevamente con las palabras del
Papa Benedicto XVI en el mensaje para la jornada mundial de la paz
de este año.
“Miremos con mayor esperanza al futuro, animémonos mutuamente en
nuestro camino, trabajemos para dar a nuestro mundo un rostro más
humano y fraterno y sintámonos unidos en la responsabilidad respecto
a las jóvenes generaciones de hoy y del mañana, particularmente en
educarlas a ser pacíficas y artífices de paz” (n. 6).
Muchas gracias.
Mons. LUIS FERNANDO RODRÍGUEZ VELÁSQUEZ
Rector
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