ESTRICTAmENTE PROHIBIDO

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curiosidades bibliográficas
Estrictamente prohibido
No hay mejor forma de conocer cómo se comportaba de veras
la gente en una determinada época que revisando qué cosas le
estaban prohibidas. Con el tiempo, las censuras quedan sin efecto,
pero dejan tras sí registros tan recalcitrantes y coloridos como
los siguientes, donde incluso aquello que pudo pasar sin pena ni
gloria termina cobrando vida.
Por Macarena Dölz / Imágenes de Memoria Chilena, Biblioteca Nacional.
Índice último de los
libros prohibidos y
mandados expurgar (1790)
La galopante difusión de la imprenta a
partir del siglo XVI empujó a la Iglesia a
tomar medidas para poner atajo a lo que
consideraba una tendencia al “libertinaje”
en la producción y transmisión del
conocimiento. Los movimientos reformistas
impulsaron la proliferación de impresos
que fueron tildados de heréticos por
Roma, acusados de corromper la doctrina
católica “con tan atenta malicia, que si no
es prohibiendo todo el libro, no se puede
distinguir lo malo de lo bueno”. Con ese fin,
desde 1564 se publicaron veinte ediciones
del Index librorum prohibitorum, catálogo
que registra las obras censuradas por la
autoridad eclesiástica y que en esta versión
–una de las doce que conserva la Biblioteca
Nacional– incluye títulos como Robinson
Crusoe, la Enciclopedia de Diderot y el
Quijote. Quien leyera, tuviera o prestara
cualquiera de los libros allí inscritos, se
arriesgaba incluso a la excomunión.
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Otoño, 2015 / Nº 62
Bando que prohíbe los juegos de
Carnestolendas (1816)
Al llegar a Valparaíso en 1815 para asumir como
gobernador de Chile, Casimiro Marcó del Pont fue recibido
con gran jolgorio. Es que cualquier cosa prometía ser
mejor que el duro régimen impuesto por su predecesor, el
militar realista Mariano Osorio, artífice de la Reconquista
española. Poco duraron, sin embargo, las músicas, los
aplausos y las fiestas: Casimiro demostró muy pronto que,
además de excéntrico y vanidoso, era despiadado y estaba
decidido a no dejar “a los chilenos ni lágrimas que llorar”.
Apenas un par de meses después de su desembarco,
emitía este bando donde amenazaba con penas de azotes
y trabajos forzados a quienes participaran durante los días
de carnaval en actividades tales como la popular diversión
de arrojarse agua en la calle, o la de ir de paseo a Renca
en coches y carretas. Luego se encargaría de proscribir
también el juego de bola y las chinganas, con el objetivo
de evitar la “reunión de gentes”.
Zizaña del lenguaje (1890)
Mucha tinta ha corrido en defensa del purismo en la lengua, pero pocos lo han
abrazado de manera tan cáustica como el español Francisco Orellana (1820-1891).
Tras una larga carrera como escritor de folletines históricos y editor de clásicos del
Siglo de Oro, en 1871 publicó la primera edición de este libro, bajo el provocador
título Vocabulario de disparates, extranjerismos, barbarismos y demás corruptelas,
pedanterías y desatinos introducidos en la lengua castellana (q. e. p. d.). Dedicado
“al vulgo de alto y bajo copete”, este muestrario fustiga el estilo afectado de los
“escribidores” de su época, que se pavonean con expresiones como périto y záfiro,
amén de un abundante repertorio de galicismos innecesarios. Orellana las recoge
y disecta como si se tratase de las más letales alimañas, por mucho que hoy nos
parezcan inofensivas.
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