Si nos centramos en el presente de la profesión docente, aquí y

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Si nos centramos en el presente de la profesión docente, aquí y ahora, lo
mejor es atender a las reflexiones y datos que aporta el profesor Esteve. Su
afortunada
expresión
autoconsideración
desconcierto,
del
inhibición,
“malestar
colectivo.
traslado,
docente”
Pero,
se
describe
puede
abandono,
cabalmente
ampliar
absentismo,
la
añadiendo:
agotamiento,
ansiedad, estrés, autoculpabilización, ansiedad, neurosis, depresión... Escasa
o nula formación inicial, falta de interés por la docencia, ausencia de
preparación para el desempeño de la profesión, exigencia de una desmesurada
implicación personal, pueden ser también algunos rasgos del mismo síntoma.
Cuando la primera edición de “El malestar docente” (Esteve, 1987) utiliza
este término, apenas se había oído hablar de una crisis de la profesión
docente. En cualquier caso es y ha sido un fenómeno internacional con
aspectos semejantes en países de nuestro entorno.
Recordemos que en Francia, en 1984, se publicaron dos libros:
“Mientras no queden profesores” y “Los enseñantes perseguidos” que
inicialmente fueron acogidos con escepticismo. Pero, años más tarde (1988),
se reconocía que se estaban quedando sin profesores y no se estaba
consiguiendo atraer a nuevos docentes como para sustituir a los más antiguos.
En Inglaterra se reconocía dicha escasez en 1989-90 y se empezó a recurrir a
contratación en la Commonwealth para cubrir vacantes en Londres. Lo mismo
estaba sucediendo en Alemania en 1990, donde el Comité de Planificación e
Investigación en Educación estimó que para los siguientes cinco cursos se
necesitaría contratar miles de nuevos profesores de educación primaria.
Como bien reconocía el profesor Esteve, la expresión “malestar docente”
es intencionalmente ambigua. La palabra malestar, según el Diccionario de la
Real Academia Española, se refiere a una desazón o incomodidad indefinible.
Por tanto, malestar nos indica que “algo no está bien, pero no somos capaces
de definir qué es lo que no marcha y por qué” (Esteve, 1994, 12).
Ese proceso cotidiano generará tensiones, repercutiendo negativamente
en las posibilidades de éxito profesional con el alumnado, así como en su
propia satisfacción, en su autoestima, en su motivación y esfuerzo, en sus
deseos de implicarse en el ejercicio profesional... y en su equilibrio como
persona.
Quizás por ello, en los últimos años, en la literatura sobre este tema se
ha pasado de expresiones de “malestar docente” a expresiones de “salud
mental del docente” o “estrés” y “burnout” en docentes. Tal es así, que debido a
lo que se ha descubierto en esos estudios y a su expresión pública por parte de
docentes y sindicatos, la enseñanza se caracteriza hoy en día por pertenecer a
ese conjunto de ocupaciones consideradas tradicionalmente como estresantes.
En general, en Europa, los informes de la OCDE acerca del profesorado
y la enseñanza indican:
•
Que la enseñanza está dejando de ser atractiva para las nuevas
generaciones.
•
Que el número de profesores tiende a reducir su incremento (en
Gran Bretaña, para poder cubrir las plantillas, han recurrido repetidas
veces a importar profesores de otros países) y que el cuerpo de
enseñantes se hace más viejo y está cada vez más feminizado.
•
Que el profesorado es presa de un malestar indefinido, que podría
ser causado por los actuales referentes de legitimidad social y por
sus condiciones de trabajo…
•
Que los profesores sufren una crisis de identidad, relacionada con la
falta de consenso social sobre las funciones de la escuela y el rol
docente.
En España, por su parte, los Servicios de Inspección Médica en
Educación aportan insistentemente datos epidemiológicos que muestran el
incremento alarmante de la conflictividad, demandando intervenciones
correctoras desde la prevención primaria y secundaria, que redunden en la
atención adecuada a la salud del profesor, a la calidad de la enseñanza y al
ahorro en el capítulo de gastos por sustituciones de docentes en baja laboral.
Estos trabajos coinciden en que la resolución de los problemas pasa,
indispensablemente, por el perfeccionamiento de la función docente y de los
instrumentos pedagógicos utilizados en el proceso de enseñanza aprendizaje.
Posición que hasta ahora tenía un marcado carácter pedagógico pero, que es
reforzada, tanto desde la psicología evolutiva o de la clínica como desde la
psicología del trabajo y de las organizaciones.
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