La fuerza de la inspiración. El 14 de diciembre de 1911, un grupo de exploradores noruegos, liderados por Roald Amundsen se convirtieron en los primeros hombres en llegar al Polo Sur, en el continente antártico. Durante los 99 días que duró la odisea, desafiaron temperaturas de 51 grados bajo cero, en medio de tempestades y ventiscas; sobreponiéndose al cansancio de jornadas de 16 horas de caminata y alimentándose con una severa dieta de galletas y carne seca. Para llegar a la meseta dónde se ubica el Polo Sur, Amundsen y sus compañeros superaron una abrupta cordillera. Tuvieron que explorar y descubrir senderos para que los perros groenlandeses que jalaban sus trineos pudieran transitar y en muchos lugares los noruegos se vieron forzados a cargar los animales para superar obstáculos del terreno. En el transcurso de esos 99 días los expedicionarios se vieron rodeados invariablemente de hielo y nieve, envueltos en la enceguecedora claridad del reflejo solar que lastima la vista y provoca quemaduras en la piel. Casi 15 semanas pasaron en condiciones extremas, soportando un clima despiadado, al borde del agotamiento, y en uno de los terrenos más inhóspitos del mundo. Y surge una pregunta: ¿Que puede llevar al ser humano a enfrentar, desafiar y superar dificultades extraordinarias? El mismo Roald Amundsen dio la explicación, en una conferencia para la Sociedad Geográfica de Oslo, en la primavera de 1913. “En los peores momentos, cerraba los ojos durante dos segundos, soñaba la bandera noruega ondeando en el Polo Sur, y sentía que una nueva fuerza me llenaba, suficiente para compartirla con mis compañeros” Si la inspiración en un sueño puede llevar a hombres comunes a lograr éxitos extraordinarios, ¿que hace falta para convertirla en una constante de nuestra vida? ¿Cuantas veces, en nuestra vida profesional, luego de sufrir un contratiempo preferimos caer en el derrotismo y claudicar, en lugar de redoblar esfuerzos y continuar nuestros proyectos en pos de un objetivo? Si la fuerza de la inspiración, el sueño de ver su bandera ondear en el Polo Sur, llevó a Roald Amundsen y sus hombres a superar el frio, las tempestades y la distancia; ¿que podrá hacer por las organizaciones? La fuerza de la inspiración es una poderosa energía que todos los seres humanos poseemos en estado latente, desde el momento en que podemos desear, anhelar y soñar. En la vida organizacional, muchas veces creemos en aquellas teorías administrativas que hablan de la despersonalización y deshumanización de la rutina laboral, y por ello nos olvidamos de soñar. A fuerza de querer creer que en la empresa los únicos alicientes e indicadores se miden por pesos y minutos; ocupamos nuestros puestos dejando fuera las emociones y sentimientos, y por lo tanto también se quedan en la puerta los sueños, deseos y anhelos que la dan vida a la fuerza de la inspiración. Las grandes organizaciones capitalizan a sus empleados por años de experiencia, títulos académicos, sueldo devengado, horas trabajadas, etc, pero ¿alguna vez han tabulado también la capacidad de soñar? Ser competente es indispensable para que un miembro de cualquier organización, desempeñe exitosamente las funciones propias de su puesto. Ser competente es dominar conocimientos y habilidades, asumir responsabilidades y tomar decisiones. Pero poseer la fuerza de la inspiración, es saber obtener de los sueños y deseos la tenacidad para sobreponerse a la adversidad y obtener el impulso para el esfuerzo extraordinario, aún en las situaciones más desfavorables. La fuerza de la inspiración es la diferencia entre una empresa formada por personal competente, eficaz y eficiente… pero encerrado en sus hábitos y funciones; y una organización capaz de crear sueños e impulsar a su gente a superar cualquier obstáculo para perseguirlos y alcanzarlos.