INFECCIONES SISTÉMICAS Antifúngicos Voriconazol como alternativa al tratamiento antifúngico con anfotericina B En un reciente ensayo se ha comparado el tratamiento empírico para las infecciones fúngicas invasivas de los pacientes con neutropenia y fiebre persisitente con amfotericina B y amfotericina B liposómica frente a los tiazoles, en concreto el voriconazol. Los resultados muestran que el voriconazol es una alternativa efectiva y más segura para los pacientes con neutropenia y fiebre persisitente. La neutropenia puede definirse como la reducción en el número de neutrófilos por debajo de 1000/mm3. La ausencia de neutrófilos impide una correcta respuesta inflamatoria, teniendo una mayor susceptibilidad a infecciones bacterianas, fúngicas y virales, además de estar ausentes un signo clave que nos permite el diagnostico de infecciones. Con frecuencia, los hongos aparecen en los casos de neutropenia prolongada o cuando el paciente ha recibido varias tandas de antibióticos. Son fundamentalmente Candida spp, Aspergillus spp, Cryptococcus neoformans y los Phycomycetes. La neutropenia es frecuentemente un factor asociado con fiebre entre los pacientes con cáncer, o que predispone a ella. Casi dos tercios de los casos de fiebre en los pacientes con neutropenia prolongada pueden ser atribuidos a infecciones. La fiebre puede ser molesta para los pacientes y puede ir seguida de escalofríos y sudores a medida que el cuerpo intenta regular la temperatura interna. La fiebre en un paciente neutropénico con cáncer puede significar una infección que pone su vida en peligro. Los pacientes con neutropenia y fiebre persistente con frecuencia son tratados de forma empírica con amfotericina B o con amfotericina B liposómica para prevenir las infecciones fúngicas invasivas. La anfotericina en un antibiótico antifúngico con acción bacteriostática, del grupo de los macrólidos poliénicos. Actua alterando la permeabilidad de la membrana del hongo, al formar canales iónicos en la misma. Presenta un amplio espectro antifúngico, incluyendo dermatofitos y levaduras, como Candida, aunque su acción sobre los primeros es sólo moderada. Los efectos adversos son frecuentes e importantes. Suelen tratarse de alteraciones digestivas, genitourinarias, como insuficiencia renal, anemiay transtornos neuropsiquiátricos. Sobre todo debe evitarse la administración intravenosa rápida; sólo debe realizarse en pacientes afectados por infecciones fúngicas potencialmente mortales. En un ensayo clínico aleatorio, multicéntrico y multinacional, se ha comparado el voriconazol, un nuevo tiazol de segunda generación, con la amfotericina B liposómica como terapia antifúngica empírica. Para ello, se valoraron los resultados satisfactorios del tratamiento en un total de 837 pacientes (415 asignados a voriconazol y 422 a amfotericina B liposómica). Las frecuencias de resultados satisfactorios globales fueron del 26,0% con voriconazol y del 30,6% con amfotericina B liposómica (intervalo de confianza del 95% de la diferencia, –10,6 a 1,6 puntos porcentuales). Estas frecuencias fueron independientes de la administración de profilaxis antifúngica o de la utilización de factores estimulantes de colonias. En los pacientes tratados con voriconazol se documentaron menos infecciones fúngicas importantes que en los que recibieron amfotericina B liposómica (8 [1,8%] en comparación con 21 [5,0%]; p = 0,02). En el grupo voriconazol se observaron menos casos de reacciones severas relacionadas con la infusión (p < 0,01) y de nefrotoxicidad (p < 0,001). La incidencia de hepatotoxicidad fue similar en los 2 grupos. Los pacientes que recibieron voriconazol, presentaron más episodios de trastornos visuales transitorios que los que recibieron amfotericina B liposómica (22% en comparación con 1%; p < 0,001) y más alucinaciones (4,3% en comparación con 0,5%; p < 0,001). El voriconazol parenteral se cambió a la formulación oral en un 22% de los pacientes del grupo asignado a este fármaco, con una reducción de la duración media de la hospitalización de un día en todos los pacientes (p = 0,17) y de 2 días en los pacientes de alto riesgo (p = 0,03). Los autores concluyen que el voriconazol ofrece una alternativa efectiva y potencialmente más segura a las preparaciones a base de amfotericina B para la terapia antifúngica empírica, en los pacientes con neutropenia y fiebre persistente. Walsh T, Pappas P, Winston D, et al. Voriconazole compared with liposomal amphotericin B for empirical antifungal therapy in patients with neutropenia and persistent fever. New Eng J Med 2002; 346(4): 225-34