Introducción a la crítica textual latina - Rodin

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INTRODUCCIÓN A LA CRÍTICA TEXTUAL LATINA
Antonio Serrano Cueto
1. INTRODUCCIÓN: DEFINICIÓN Y CONCEPTO
1.1 La crítica textual para A. Bernabé1.
[...] el texto de la edición crítica de una obra [...] antigua no corresponde a ningún original de
ninguna etapa concreta. Es, en cierto modo, una “radiografía de la transmisión” [...], una
especie de obra colectiva resultado de la conjunción de esfuerzos del autor y de todos cuantos
han contribuido a conservarla y a alterarla a lo largo del tiempo. Todo ello por no hablar de la
legión de individuos que han analizado el texto para interpretarlo y que, sin duda, han logrado
que leamos en él un sinnúmero de matices y de contenidos maravillosos de cuya presencia en el
texto el autor ni siquiera se percató.
1.2. ¿Qué es, pues, la crítica textual?
Los textos, desde que salen de la pluma de su autor hasta que el filólogo se propone
hacer una edición, recorren un camino lleno de vicisitudes que altera inevitablemente la
forma originaria. Este recorrido, más largo en el caso de los textos griegos y latinos es el
que la crítica textual debe examinar; puede decirse que la crítica textual se encarga de
recorrerlo en sentido inverso, hacia atrás, siguiendo los hilos de la transmisión, hasta llegar
a recomponer la forma primera del texto, esto es, el autógrafo.
Para llegar al autógrafo el crítico examina dos hechos esenciales que alteran todo
texto, y que son el punto de partida de su labor.
a) los incidentes materiales, es decir, los que sufre el libro como soporte;
b) los incidentes textuales, es decir, los que sufre el texto por la acción humana.
1.3. La crítica textual no es una ciencia exacta.
Definición de A. Blecua2:
La crítica textual es un arte que ofrece una serie de consejos generales extraídos de una práctica
plurisecular sobre los casos individuales de naturaleza muy diversa.
1
2
A. Bernabé, Manual de crítica textual y edición de textos griegos, Madrid 1992, 79-80.
A. Blecua, Manual de crítica textual, Madrid 1990 (= 1983), 99.
2
No es una ciencia exacta: cada caso concreto, en cada obra concreta, requerirá una
decisión concreta. Tiene un ámbito tan extenso como el de los textos que son objeto de su
estudio. Por ello hay Crítica Textual Clásica (latina y griega), Románica, etc. Y en el caso de
autores con especial problemática, podemos hablar de Crítica Textual de Homero, de
Píndaro, neotestamentaria...
1.4. Conocimientos subsidiarios de la crítica textual.
Algún filólogo dijo una vez: “No se es filólogo si no se ha realizado la edición
crítica de un texto”. No es para tanto, pero en estas palabras subyace una realidad de la
crítica textual: su práctica requiere un amplio abanico de conocimientos:
a) Paleografía: ésta se encarga de la interpretación, datación, clasificación, etc. de
las distintas escrituras, especialmente las antiguas, y la escritura es uno de los
principales escollos que debe salvar la crítica textual para proceder a la correcta
fijación del texto.
b) Codicología: es la disciplina que estudia los manuscritos en sí mismos (historia,
datación, catalogación, interrelación) como soporte material de los textos. Lo
mismo ocurre con la papirología, en la medida en que hay textos antiguos
transmitidos en este soporte.
c) Lingüística, retórica, estilística, métrica, etc.: sin los pertinentes conocimientos
gramaticales de una lengua no puede procederse a la buena edición de los textos
escritos en esa lengua. Son auxiliares las otras disciplinas, en función del tipo de
texto que se edite (discurso, poema, etc.). Ahora bien, dicha relación no se
limita sólo al proceso de la edición. Un texto ya editado siempre es susceptible
de revisión en la medida en que nuevos o interpetaciones en materia de
gramática, estilística, métrica, etc. pueden hacernos cambiar una forma que se
creía correcta.
1.5. La letra impresa no es infalible.
Es un principio de crítica textual. La letra impresa produce una seguridad falsa,
porque creemos que antes de llegar a la imprenta ha sido liberado de erratas y adherencias.
De ello ya se quejaba en el s. XVI el humanista Juan Lorenzo Palmireno34:
3
J. L. Palmireno, Campi eloquentiae..., Valentiae, Pedro de Huete, 1574, p. 239.
3
[...] Anno 1555, pridie Calendas Iulii mortuus est Ioannes Myco concionator egregius
Dominicanus; huius uitam Hispanice descripsi, ut bibliopolae studiose petenti satisfacerem.
Sed pro dolor! in uulgus apparuit mendaciis refertissima, cum enim idem bibliopola
typographus esset, addidit fabellas aliquot, deinde ineptam auxesim, nempe tapetes templi
maximi procellosis uentis agitatos Myconi interitum proximum esse declarasse; sed homo a
Musis alienus, dum utilitatem exquirit, aliud excogitare non potuit [...]
1. APUNTES SOBRE LA TRANSMISIÓN DE LOS TEXTOS
El total de autores latinos de que tenemos constancia es 772. Sólo de 144 (18%) nos
han llegado obras enteras (no obra completa); de 353 (45%), fragmentos, y de 276 (35%),
sólo el nombre5. Entre las pérdidas importantes tenemos los Orígenes de Catón, el Hortensius
de Cicerón y las elegías de Cornelio Galo.
1.1. El libro antiguo.
La forma del libro antiguo era el rollo6, sobre una de cuyas caras se escribía en
columnas. Habitualmente el material empleado para el rollo era el papiro (gr. ),
formado por las láminas u hojas que se obtenían de la planta homónima (Cyperus Papyrus) que
crecía en las riberas y, muy especialmente, en el delta del Nilo7.
La planta tiene forma de caña, con corteza y tuétano. El tuétano se extraía en forma
longitudinal y se cortaba en tiras lo más anchas posible, que se superponían una
perpendicular a la otra y se pegaban con una cola hecha con agua del Nilo. Se elaboraba así
una hoja (gr. ; lat. charta), cuyas asperezas se eliminaban comprimiéndola en una
prensa o a golpes con un mazo8.
Una vez secada al sol, se pegaba a otras hasta formar una tira o rollo (rotulus) de unas
veinte hojas que se enrollaba sobre un eje cilíndrico llamado umbilicus, que llevaba atada una
cinta con el index o titulus9. El conjunto resultante era el uolumen (de unas veinte páginas) y la
escritura se hacía sólo por una cara, la que tenía las tiras dispuestas de forma horizontal, en el
sentido de la escritura. En algún caso excepcional se escribía por las dos caras (opistógrafo)10.
H. Bardon, La littérature latine inconnue, París 1952, I 13.
Para todo lo concerniente a la fabricación del papiro, cf. PLIN. 13, 11-12 (22-26).
7 En el s. I a.C. también había centros menores de producción en Siria y cerca de Babilonia.
8 Había distintos tipos de papiros según la calidad, que dependía normalmente de la parte de la planta que se
utilizara: el centro del tuétano, los laterales, etc.).
9 El rollo se conservaba en una cápsula (theca).
10 IVV. 1.6; PLIN. epist. 3.15,17.
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6
4
La impresión se hacía con la pluma, originariamente de caña (calamus), aunque
también de bronce y de ave (penna)11, y con tinta negra (atramentum:). La tinta roja (minium) se
reservaba para las iniciales y los títulos (rubrica).
La lectura se hacía desenrollando el rollo con la mano derecha (parte aún no leída) y
enrollándolo con la izquierda.
Inconvenientes del rollo:
a) Lectura incómoda por varias razones: para empezar otro lector la lectura había que
volver a enrollarlo; para localizar una cita había que desenrollar y buscarla, lo que explica que
no verificaran las citas y emplearan la memoria, con los consiguientes memoriae lapsus; la
puntuación era muy rudimentaria y las palabras se escribían sin división entre ellas; la
intervención de personajes en el diálogo no siempre se señalaba; etc.
b) Fragilidad: El vegetal se dañaba con facilidad a consecuencia sobre todo de la
humedad (pérdida de color de las letras, dificultad para enrollar y desenrollar) y la polilla. Para
combatir ambos enemigos se untaba el rollo con aceite de cedro12.
Búsqueda de alternativas
Razones políticas llevaron a la búsqueda de un material alternativo. Según noticia de
Varrón recogida por Plinio (13,70), el gobierno egipcio, que estaba enfrentado a Pérgamo,
prohibió en el s. II a.C. la exportación de papiro, lo que provocó la búsqueda de un
material alternativo.
En Pérgamo se procedió a tratar la piel de animal (cordero, cabra, ternero) para
dotarla de una superficie más apta para la escritura con pluma y tinta. Su nombre era
membrana (gr. ) y hasta principios del s. IV d. C. no se le llamará pergamino13.
Los autores latinos también plasmaron sus obras en el rollo de papiro siguiendo el
ejemplo griego. Los libros en rollo ya circulaban libremente en tiempos del Círculo de
Escipión (s. II a.C.) y luego en tiempos de Varrón y Cicerón (fines s.II y I a.C.).
El tipo de pluma tenía que ver con la escritura: p.e., la de ave se utilizaba para la uncial; la pluma vegetal
para la cursiva antigua; etc.
12 De ahí la expresión latina dignus cedro, "digno de inmortalidad".
13 Aunque a Pérgamo debe atribuírsele el papel pionero en el tratamiento de la piel animal, la utilización de la
misma en bruto para la escritura está atestiguada mucho antes. Según Heródoto (5.58), los jonios,
disponiendo de poco material para escribir, ya habían recurrido en el s. V a.C. a pieles de cordero y cabra,
siguiendo la práctica de sus vecinos orientales. Había distintos tipos de pergamino, según la calidad. Especial
era el llamado uitela, que procedía de la piel de animales non-natos.
11
5
1.2. El códice
El códice tiene la forma del libro actual: son varias hojas de pergamino luego cosidas
por un lado.
El antecedente del códice son las tablillas de cera (cerae, pugillares) que los romanos
usaron en toda la Antigüedad en las escuelas, la correspondencia epistolar, borradores,
documentos legales, etc.14 Fueron precisamente los romanos quienes dieron el paso de
reemplazar las tablillas por las hojas de pergamino.
Hasta el s. II d. C. el rollo de papiro había sido el soporte de los textos literarios
escritos. Entonces se empezó a utilizar el códice de pergamino, que se extendió en el s. III
y triunfó en el s. IV.
Ventajas del códice:
a) Comodidad y facilidad de manejo;
b) Formato más completo y fácil de consultar: contenía más texto; se podían numerar
las páginas, lo que facilita la localización de cualquier pasaje; añadir índices15.
c) Material más resistente: pergamino primero y papel luego16.
Contrapartida del paso del rollo al códice
Pérdida de muchas obras. Se hizo una transferencia gradual de la literatura antigua a
esta nueva forma de libro, es decir: había que pasar los textos antiguos al nuevo y más
duradero formato. En este proceso debieron de perderse muchas obras, poco leídas o no
disponibles en ese momento, cuyos rollos de papiro acabarían pereciendo.
1.3. Las bibliotecas
Eran varias tablillas de madera enceradas por una cara y unidas por un broche. El conjunto de dos recibía el
nombre latino duplices o diptycha; el de tres triplices o triptycha; etc. Se escribía en ellas con el stilus o graphium,
punzón de metal, marfil o hueso, con una espatula para borrar en la otra punta.
15 Hay un hecho llamativo. El códice será utilizado al principio con mayor interés para la literatura de carácter
bíblico y religioso que para la profana, aferrada durante un tiempo al rollo. La razón es sencilla: el códice
permitía elaborar un índice de contenido que preservaba de interpolaciones falsas y otras interferencias, y esta
seguridad agradaba a quienes velaban por las Sagradas Escrituras.
16 El papel se impuso como material. Producto de origen chino, cuya invención se fija en el 105 d.C, tras la
ocupación del Turkestan, los árabes aprendieron su fabricación de los prisioneros de guerra chinos y lo
introdujeron en Occidente a través de España. Desde el s. XII se fabrica en las papeleras de Játiva (Valencia), las
14
6
En la Antigüedad hubo bibliotecas públicas y privadas. Muchas de ellas dependían de
de instituciones académicas como el Liceo aristotélico o el Museo de Alejandría. Al rey de
Egipto Ptolomeo II Filadelfo (285-246) se le atribuyen la fundación y rápida expansión de la
más famosa biblioteca de todos los tiempos: la biblioteca de Alejandría17. Era la colección
de libros del Museo, que fue el primer gran centro de estudios y conservación de la literatura.
No hay datos fiables sobre sus fondos, pero se hizo un notable esfuerzo por reunir la
literatura griega completa. Ptolomeo ordenó copiar todos los libros que transportaran los
navíos llegados a su puerto; el original quedaría en la biblioteca y la copia se entregaría a los
navegantes. Al parecer, también hizo el rey una petición a todos los soberanos y gobernantes
del mundo para que le enviasen libros de toda suerte de autores. A la vez, se organizó la
traducción al griego de las obras que estaban en otras lenguas.
Esta biblioteca era lugar de trabajo de una serie de eruditos que realizaban una labor
de revisión y crítica textual, con objeto de hacer más inteligibles al lector las copias que
atesoraba la biblioteca. Esta labor de erudición se ve clara en el hecho de que los primeros
bibliotecarios fuese literatos de relieve, como Apolonio de Rodas (s. III), Calímaco (s. III),
Eratóstenes (s. III-II), y Aristarco (s. III-II).18
Durante la República, en Roma había importantes bibliotecas privadas, en las que los
libros griegos habían entrado en gran medida como botín de guerra. Era famosa la biblioteca
privada de Luculo, abierta para todo el que quisiera utilizarla. Pero sería Julio César quien
planificaría la primera gran biblioteca pública, encargando al erudito Varrón la compilación
de libros. Sin embargo ésta no se fundó. Más tarde, en el 39 a.C. Fue C. Asinio Polión
(cónsul en el 40 a. C.) quien fundó la primera biblioteca pública en Roma, concretamente en
el Atrium Libertatis.
primeras de Europa. El papel se impone por la mayor abundancia de su materia prima, la madera, las
posibilidades de reutilización.
17 No hay que olvidar el papel del erudito Demetrio de Falero, que fue quien, al parecer, materializó el proyecto
del rey.
18 La leyenda de la destrucción apocalíptica de la biblioteca en la guerra de Alejandría (48-47 a.C.) es, según L.
Cánfora (L. Cánfora, La Bibliothèque d'Alexandrie et l'histoire des textes, Liège 1992), falsa. Además de la
contradicción de las fuentes, sabemos que Estrabón (Str. geog. 17,1,8, donde da una descripción del Museo)
trabajó en esta biblioteca durante su estancia en Egipto en 25-20 a. C. Todavía a fines del siglo II y principios
del III d. C. Ateneo de Naucratis parece buscar material en la biblioteca. Su destrucción debe fecharse, según
Cánfora, en la guerra entre el emperador Aureliano y la reina Zenobia de Palmira (s. III d. C.). Pasado un
tiempo, los gobernantes de Pérgamo (rey Eumenes II) decidieron fundar en el s. II a.C. una biblioteca que
rivalizara con la de Alejandría, con estudiosos aplicados a diversas facetas del estudio bibliográfico. Tenemos
menos datos de esta biblioteca que de la de Alejandría. Sin embargo, según Galeno, esta proliferación de
bibliotecas por rivalidad política provocó un considerable aumento de las falsificaciones.
7
La conservación y trasmisión de libros continúa con Augusto y sus sucesores19.
Augusto fundó dos bibliotecas públicas en Roma, una en el templo de Apolo (28 a. C.) y otra
en el Campo de Marte. Una de las bibliotecas más famosas de Roma fue la fundada más tarde
por el emperador Trajano, la Biblioteca Ulpia. En el s. IV d. C. Roma llegó a tener veintiocho
bibliotecas públicas20.
1.4. La transmisión en la Edad Media y el Renacimiento
A fines del s. IV (395) el vasto imperio romano queda dividido en dos21: Imperio de
Occidente e Imperio de Oriente. Sus destinos serán diferentes:
a) Imperio de Occidente: durará unos ochenta años, gobernado por emperadores
débiles y sometido a los ataques de los diferentes pueblos22.
b) Imperio de Oriente: subsistirá unos diez siglos, hasta que en el 1453 caerá bajo el
dominio de los turcos.
Esta escisión del imperio trajo consigo la división del mundo clásico en dos culturas,
la latina, que pervivirá en Occidente, y la griega, que pervivirá en Bizancio23. El asedio de los
turcos a Constantinopla contribuirá decisivamente al nuevo encuentro de las dos literaturas
durante el Humanismo.
El Oriente Griego: Bizancio (s. V a 1453, Caída de Constantinopla). Es una época
de conservación y estudio de la literatura griega y de nuevas producciones. El acervo cultural
del mundo heleno pudo conservarse gracias a los eruditos bizantinos. Su principal mérito fue
tomarse gran interés por los textos clásicos y conservarlos hasta que otros estudiosos
tomaran el relevo. El relevo fue tomado por los humanistas italianos. Éstos habían acogido el
No olvidemos que con Augusto se desarrolla la etapa dorada de la literatura latina, en la que tiene una gran
importancia la figura del mecenas, el rico que se rodea de literatos y patrocina sus publicaciones. Los círculos
más significativos son el de Mecenas y el de Mesala
20 La creación y florecimiento de las grandes bibliotecas en Roma, debe relacionarse con los intentos de
control por iniciativa imperial, como una forma más de concentración y apropiación de la cultura escrita por
parte del poder. Así ocurrió al menos con las grandes bibliotecas, como la de Apolo en el Palatino fundada
por Augusto y la Ulpia en el Foro de Trajano. Entre los siglos I a. C. y I d. C. crece el número de bibliotecas
privadas, incluso como signo de clase social.
21 A pesar de los intentos de Constantino por mantener unido el gran imperio, en el 395, a la muerte del
emperador Teodosio (379-395), el imperio queda dividido definitivamente en dos: el Imperio de Occidente
pasa a manos de su hijo Honorio, y el Imperio de Oriente a su hijo Arcadio.
22 El último emperador romano, Rúmulo Augústulo, fue derrotado en el 476 por los hérulos.
23 En la Edad Media en Occidente el conocimiento de la literatura griega era indirecto, a través de las
traducciones latinas.
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8
saber filológico de los bizantinos a través de embajadas diplomáticas llegadas a Italia (Máximo
Planudes, por ejemplo, quien estuvo de embajada en Venecia en el s. XIII). Por otra parte,
tras la Caída de Constantinopla en 1453 a manos de los turcos, los eruditos de Bizancio
huyen a Creta e Italia24. La etapa bizantina de la literatura griega será objeto de estudio de la
asignatura Crítica Textual Griega.
El Occidente Latino. Hasta el s. VI d. C. las copias de los libros estaban a cargo de
libreros especializados, que trabajaban en sus scriptoria. También había scriptoria privados
donde se reproducían copias a petición de su dueño. La mano de obra corría cargo de
esclavos. Tras la caída del Imperio de Occidente (año 476), los libros se copian en los scriptoria
de los monasterios, en los que regía la obligación de dedicarse a la lectura y la necesidad de
hacer acopio de códices.
Testimonio de Casiodoro (490-583):
Felix intentio, laudanda sedulitas, manu hominibus praedicare, digitis linguas
aperire, salutem mortalibus tacitum dare, et contra diaboli subreptiones illicitas
calamo atramentoque pugnare
De este modo, los centros monásticos estaban destinados (a veces a su propio pesar)
a representar el papel preponderante en la conservación y transmisión de lo que quedaba de
la antigüedad pagana25. Para la propia formación, los monjes utilizaban sobre todo los libros
litúrgicos y religiosos, menos los gramaticales y aún menos los literarios; para su cuidado y
sustento utilizaban los tratados técnicos y de medicina.
El trabajo de la copia era manual, lo que, unido a circunstancias diversas (poca luz,
cansancio, dictado interior, etc.), propiciaba los errores de transmisión.
El Renacimiento Carolingio (fines VIII-IX d.C.)
Es una etapa de florecimiento cultural en torno a la unidad política y espiritual que
representaba el emperador Carlomagno (768-814)26. Para poder mantener la administración
Manuel Crisoloras fue el primer profesor de griego en Florencia (s. XIV), traído por Coluccio Salutati.
Puede decirse que en la Edad Media la transmisión de la literatura latina dependía casi exclusivamente del
trabajo de los monjes en los monasterios. En una época sacudida por conquistas, guerras y barbaries, los
monasterios, con su retiro espléndido, ofrecían una inestimable ayuda para la continuidad intelectual. En menor
medida puede rastrearse la transmisión en las escuelas y bibliotecas anejas a las grandes catedrales.
26 Su imperio alcanzaba desde el Elba hasta el Ebro y desde Calais a Roma.
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seglar y eclesiástica de tan vasto imperio, era preciso un gran número de funcionarios
religiosos experimentados, por lo que se concedió gran papel a la educación de éstos. Se
pensó en el modelo inglés y Carlomagno invitó a Alcuino de York, dirigente del principal
centro educativo inglés (y europeo) en la ciudad de York. Se crearon escuelas y bibliotecas
junto a monasterios y catedrales y se favoreció la educación literaria. La corte se convirtió así
en un punto de relación fructífera entre poetas y estudiosos llegados de toda Europa. Aquí
surgió una corriente cultural en la que la dedicación a los clásicos ocupaba un lugar
importante. Para todo este programa cultural los libros eran imprescindibles, por lo que en
esta etapa se copiaron en abundancia, gracias a lo cual ha sobrevivido buena parte de la
literatura latina. Fue en este período cuando se adoptó universalmente un nuevo tipo de
escritura: la minúscula carolina. A raíz de ello hubo un movimiento de trasvase de los
textos a la nueva escritura.
El Renacimiento (ss. XIV-XVI)
Más que enriquecer el cúmulo de textos, rescata muchos poco estimados u olvidados
por el Medievo, los estudia en profundidad y realiza múltiples copias.
El movimiento conocido como Humanismo inició su actividad en ciertos lugares de
Italia a fines del s. XIII27. A mediados del XVI ya se había extendido por toda Europa
Occidental. Este movimiento cultural tuvo un papel preponderante en la transmisión y
estudio de la literatura clásica. A fines del Renacimiento el estudioso tenía a su disposición
casi tanta literatura clásica como tenemos hoy, y podía leerla en su mayor parte impresa. Las
muchas traducciones del griego al latín y de ambas lenguas a las vernáculas habían difundido
enormemente la literatura antigua.
En la búsqueda de manuscritos destacaron Petrarca (1304-74) y Poggio (13801459). Viajando por los conventos y catedrales de toda Italia en busca de códices, Petrarca
logró reunir la mayor colección de manuscritos de su tiempo. Merece destacarse un
manuscrito de Tito Livio que luego pasó a Lorenzo Valla28. Poggio Bracciolini también
En Padua, en la segunda mitad del XIII, se detecta el embrión en el círculo del juez Lovato Lovati.
Hay un acontecimiento histórico que favoreció la labor investigadora de Petrarca: el traslado de la sede
papal de Roma a Aviñón (sureste de Francia) en los años 1309-77. Aviñón se convirtió en un punto de
contacto entre el Norte y el Sur y allí fueron atraídos hombres eruditos de diferentes nacionalidades, sobre
todo legistas y eclesiásticos, cada vez más interesados por los textos clásicos. Petrarca sacó buen provecho de
la compañía de estos hombres doctos. Con poco más de veinte años recopiló un volumen (algunas partes las
copió a mano) con algunas décadas de Tito Livio, que fue aumentando hasta vanagloriarse de poseer el
ejemplar de Livio más completo y con el mejor texto (Copistas y filólogos, pp. 167 ss..).
27
28
10
viajó en pos de los textos clásicos. Entre sus hallazgos cabe citar un texto con varios
discursos de Cicerón y un Quintiliano completo29.
La imprenta
En 1445 se inventa la imprenta, una maquina que revolucionaría la industria del libro
y, por ende, la transmisión de todo tipo de textos. Como curiosidad, anotaremos que los
primeros textos latinos que se imprimieron fueron De officiis y Paradoxa de Cicerón30. La
suerte de los textos griegos fue muy diferente, por la ignorancia de esta lengua y porque las
imprentas tardarían un tiempo en hacerse con los tipos adecuados31.
Ahora bien, como ya advertíamos en la Introducción y podremos comprobar con
detenimiento, la imprenta no solucionó el problema de los errores de transmisión, antes
vino a difundirlos. Los impresores no siempre eran especialistas en las lenguas de los textos
que imprimían; muchas veces, como veíamos en el texto de Palmireno, eran simples
libreros más preocupados por ganar dinero que por la pulcritud de sus impresos.
TEMA 3. LA TRADICIÓN TEXTUAL. CAUSAS DE PÉRDIDAS Y ERRORES
DE TRANSMISIÓN
Por tradición textual se conocen los diferentes modos y fuentes en que nos han
llegado los textos antiguos. He aquí la clasificación de Van Groningen3233:
- Tradición escrita / tradición oral. Para estadios muy antiguos (Homero o ciclo
épico).
- Tradición larga / corta. Esto dependerá del número de intermediarios que hay
entre el autor y nuestra edición.
Cuando durante 1414-17 toda la corte papal se trasladó a Constanza con motivo del Concilio de Constanza,
muchos eruditos aprovecharon el tiempo para ir en busca de manuscritos. Poggio, p.e., fue en 1415 al
monasterio de Cluny, donde halló un manuscrito antiguo con varios discursos de Cicerón. En 1416 fue de
expedición al monasterio de Saint Gall, donde encontró un Quintiliano completo y parte de los Argonautica de
Valerio Flaco. Y así continuó en los años siguientes.
30 Los impresos hasta 1500 se denominan incunabula (orígenes, niñez).
31 Aldo Manucio fue el primero en montar una imprenta especializada en textos griegos.
32 B.A. Van Groningen, Traité d'historie et de critique des textes grecs, Amsterdam 1963.
29
11
- Tradición simple / múltiple. Los manuscritos conservados se agrupan en una o
varias familias. La separación entre familias se produce cuando las diferencias entre los mss.
son tales que no hay forma de emparentarlos.
- Tradición separada / colectiva. La colectiva la constituyen aquellas obras que,
bien sea por la identidad del autor, bien por el tema, se han transmitido juntas, como el
Corpus Tibullianum. Separada cuando una obra se separa de un conjunto y se transmite sola,
como la “Fábula de la alondra” de Ennio transmitida por Aulo Gelio.
- Tradición protegida / no protegida. Hay textos que, por su importancia, han
merecido un interés especial que ha contribuido a su conservación y buen estado. Piénsese,
por ejemplo, en el interés del emperador Augusto y los amigos de Virgilio en que no se
perdiera la Eneida.
- Tradición estable / no estable. La estable es la de los textos literarios, cuyos
contenidos se procura conservar en la forma más genuina34; no estable es la de los
manuales, obras técnicas, gramaticales, etc., cuyos contenidos se
alteran para
modernizarlos.
Sin embargo, C. Codoñer cree que, tratándose de los textos literarios, hay que
distinguir también entre textos abiertos y textos cerrados. Los textos abiertos son aquellos
que admiten ampliación: colecciones de poemas independientes (p.e., las antologías, como
la Antología Palatina), novelas de episodios, etc.
Frente a la clasificación múltiple de Van Groningen, hay muchos filólogos que
reducen las formas de la tradición textual a un solo par: tradición directa / tradición
indirecta.
La directa la conforman las sucesivas copias, manuscritas o impresas, que jalonan
una obra desde su nacimiento hasta la primera edición crítica.
La indirecta la seguida por un texto que es deformado (paráfrasis, epítome,
extracto, cita, traducción e imitación).
Sin embargo, no debemos desechar “a priori” esta forma de tradición. Porque a
veces una cita, p. e., tiene una influencia decisiva, pues es el único testimonio existente, o
ha sido objeto de estudio -por cualquier razón lingüística o literaria- por algún autor
antiguo.
C. Codoñer, “Aparente homogeneidad en la práctica de la edición crítica”, en La crítica textual y los textos
clásicos, Universidad de Murcia 1986, 30.
34
12
Con las citas, no obstante, hay ser cautos. Porque como los antiguos citaban de
memoria y la memoria no siempre es infalible. ¿Cómo podemos estar seguros de que no
estamos ante un memoriae lapsus?
Debemos aplicar ahora un principio de crítica textual: La lectura alternativa de
una cita sólo tiene probabilidad de ser correcta si con ella se pretendía llamar la
atención precisa y especialmente sobre esa diferencia.
- Tradición directa (mss.):
crudeles gaudent in tristi funere fratre
35
Tradición indirecta (Macrobio, s. V d.C.) :
(LVCR. 3.72)
... fratris
Macrobio cita el verso en un pasaje en que compara a Lucrecio con Virgilio, pero
no lo hace para señalar, p.e., que donde se lee fratre debe leerse fratris, o para poner un
ejemplo de genitivo (fratris), etc.
Preferencia de los editores: la tradición directa.
- Tradición directa (mss.): non, ut opinor, id a leto iam longius errat
Tradición indirecta (gramático Carisio, s. IV d.C.):
(LVCR. 3,676)
... longiter
Afirma Carisio que su objetivo era ejemplificar esa forma de adverbio.
Generalmente los editores adoptan esa forma.
Una forma especial de tradición indirecta es la que consiste en reminiscencias
verbales, esto es, en la imitatio formal de un autor por otro. Esta relación entre distintas
obras puede ser a veces una auxilio eficaz para la crítica textual. Un ejemplo:
-Tradición directa (mss. A,V): et pudet et narrat scire nefanda meam
Intentos de corrección:
a pudet, et narrat (Mueller, Postgate)
et pudet a narrat (Baehrens)
et pudet enarrat (alii)
35
MACR. sat. 6.2,15.
(TIB. 1.5,42)
13
Defensa de la tradición directa por reminiscencias verbales en Ovidio (Ponchont):
et pudet et referam (met. 14,279)
et pudet et metuor (Pont. 4.15,29)
et pudet et dicam (rem. 407)
Pero también hay que ser cautos: debemos conocer bien las influencias de un
autor sobre otro y tener la certeza de que hemos cotejado todos los pasajes pertinentes.
Las pérdidas de obras en la transmisión
Las causas más importantes de las pérdidas de obras en la transmisión pueden ser:
1. Estético-personales: el autor quiere acabar con su obra porque no le satisface
(caso célebre de Virgilio - Vario).
2. Calidad: obras mediocres que sucumben.
3. Género literario: hay géneros que tienen poco arraigo, a pesar de tener obras
notables. Baste el ejemplo de la comedia palliata.
4. Época: autores que se adelantan a su época o, como en Séneca, causas históricas
(el Cristianismo) que revalorizan una obra.
5. Materiales: poco incremento de las copias en papiro y pergamino; ediciones de
escasa tirada; deterioro físico (humedad, insectos, etc.); invasiones, guerras, incendios
(Biblioteca de Alejandría); reutilización de manuscritos (palimpsestos).
6. Ideológicas: éstas pueden ser políticas, morales y religiosas36. Veamos más
detenidamente este apartado.
Políticas: Que el emperador Augusto favoreciera a los autores afines a su causa
(Virgilio, Horacio, Tito Livio) hizo que se perdieran por completo obras de autores como
Tito Labieno37 o Casio Severo38. Por otra parte, la obra de Cremucio Cordo (s. I d. C.) fue
quemada porque era republicano y hostil a Tiberio.
Véase Gil, La censura en el mundo antiguo, Madrid 1961; R. Ogilvie, "Monastic Corruptions", G&R 18 (1971),
32-34L. E. Montero, "Censura monástica y crítica textual", en Actas del I Congreso Nacional de Latín Medieval,
Univ. de León 1995, 47-60.
37 Historiador y orador republicano.
38 Orador (ca. 50 a.C.-37d.C.).
36
14
Morales: Se sabe que existió una rica literatura pornográfica tanto griega (Filénide,
Botros), como latina (Sabelo, Museo), pero no se conservan obras; tan sólo las críticas de
muchos autores paganos y cristianos.
Religiosas: Los monjes, imbuidos de la educación religiosa, alteraban, a veces
inconscientemente, los textos al copiarlos (“interpolación monástica”, “corrupción
monástica” o “censura monástica”. El influjo de la religiosidad de los monjes podía ser:
- A través de antologías, florilegios y ediciones escolares: en ellas se seleccionaba lo
“religiosamente correcto”.
- A través de la interpretación alegórica (glosa, explicación, comentario, etc.). Son
conocidos los casos de Virgilio, cuya égloga IV se convirtió en el anuncio del nacimiento
del Mesías, y Ovidio, cuyas Metamorfosis fueron cristianizadas. Es curioso el caso de Séneca,
a quien una superchería del s. IV le atribuyó correspondencia epistolar con San Pablo.
- Mediante alteraciones voluntarias o inconscientes de las palabras o pasajes
peligrosos para la fe cristiana.
Pero una de las principales causas de la pérdida de textos clásicos en la Edad Media
es que la mayor parte de los cristianos no los leían. La literatura pagana estaba
supeditada a la cristiana y había preferencia por los Libros Sagrados y los Santos Padres.
En cuanto a la censura, hay que aclarar que no fue una norma. Antes al contrario, la
norma era la transmisión sin más problemas. En la primera mitad del siglo XX se han
censurado mucho más los textos clásicos que en la Edad Media. Y se ha hecho a través de
ediciones escolares en las que se eliminaban partes o se adaptaban; traducciones latín-latín
o eufemísticas; ocultación de obras en rincones de las bibliotecas; etc.
Veamos a continuación un caso de censura en el Renacimiento. Merece la pena por
la relevancia del autor censurado, aunque no se trate de un autor latino antiguo. Es un texto
de los Adagia de Erasmo de Rotterdam, una de las obras que alcanzó mayor éxito en el
Renacimiento europeo. Si bien esta obra no fue censurada en los índices inquisitoriales
españoles, sí que sufrió expurgaciones en los índices de Roma39.
15
Los errores en la transmisión
El proceso de la copia es, en términos generales, el siguiente:
1. El copista lee un fragmento;
2. lo memoriza;
3. se lo dicta a sí mismo (dictado interior);
4. lo transcribe;
5. y vuelve al modelo.
Las circunstancias que lo envuelven son múltiples:
1. Las condiciones físicas y psíquicas en las que trabaja el copista (iluminación,
comodidad, estado psicológico, cansancio, etc.)40;
2. La claridad / obscuridad del modelo. Influye, por ejemplo, la difusión de un
texto: a mayor difusión, menos posibilidad de que los errores lo conviertan en ininteligible;
3. Los conocimientos del copista y la época.
La tipología, pues, de los errores es la siguiente:
I. Errores por alteraciones involuntarias del texto:
I.1. Atribuibles a las características del modelo:
I.1.A. Falta de división entre palabras.
I.1.B. Semejanza en el tipo de escritura.
I.1.C. Abreviaturas mal desarrolladas.
I.1.D. Defectos del modelo.
I.2. Atriuibles al copista:
I.2.A. Errores de pronunciación en el dictado interior.
Por ejemplo, el de Paulo IV (1558).
Un copista comete una media de un error por página. Un copista cansado más. Por ello, muchas veces en
algunas zonas de los mss. se acumulan más errores que en otras.
39
40
16
I.2.B. Errores por adición (per adjectionem).
I.2.C. Errores por omisión (per detractionem).
I.2.D. Errores por cambio del orden (per transmutationem).
I.2.E. Errores inducidos por el contexto.
II. Errores por alteraciones voluntarias del texto: glosas, anotaciones,
interpolaciones, censura, etc.
I. Errores por alteraciones involuntarias del texto
I.1. Atribuibles a las características del modelo:
I.1.A. Falta de división entre las palabras en muchos manuscritos:
Ms. R de VERG., ecl. 6,9-10:
...si quis tamen haec quoque, si quis
captus amor releget., te nostrae, Vare, myricae
Ha habido, sin embargo, un falso corte que arroja una traducción extraña: “si algún
amor cautivo releyera...” El texto hubo de corregirse de la siguiente forma:
...si quis tamen haec quoque, si quis
captus amore leget,, te nostrae, Vare, myricae
I.1.B. Semejanza de ciertas letras de una escritura. En este tipo de error influye
notablemente el tipo de escritura utilizado. Por ejemplo:
Capital: entre ILT EF PT PF PC BR HN OQ COG M con NI.
SEN. epist. 81,25.
codd. rec.:
ms. w:
Confusión de I/T
Manifestum etiam coniuenti discrimen est
contuenti
17
Uncial: entre ILT FPR CEOGU U con CI.
PLAVT. Aul. 564.
ms. J:
Confusión de C/G,I/T
quia ossa ac pellis totust, ita cura magei
Nonius (lectura admitida):
macet
Minúscula carolina: entre au oe cld un sf ct a con ci u con ii.
PLAVT. Cas. 404.
Confusión de s/f
ms. B2
LY. percide os tu illi odio. age, ecquid sit? caue obiexis manum.
Lectura admitida:
fit
I.1.C. Incorrecto desarrollo de una abreviatura41. Hay muchos tipos de
abreviaturas, de las que ahora sólo seleccionaremos una muestra.
ê = em, en (nasalización)
ê = est.
La mala interpretación de este signo ha provocado varios errores en cadena en la
transmisión de Plauto, Pseud. 1066:
SIMO. quid est? BA. iam. SIMO. quid iam?
ms. D quidê > ms. C quidem
I.1.D. Defectos del modelo. Agujeros, desgarramientos de hojas, oscurecimiento
del papel, etc. provocan que se omitan partes sustanciales del texto en las sucesivas copias.
Ocurre con frecuencia que en las primeras copias el copista señala el espacio más o menos
exacto del texto perdido, pero esto suele dejar de anotarse en copias posteriores.
1.2. Atribuibles al copista:
41
Obra importante para este aspecto es el diccionario de A. Cappelli citado en bibliografía.
18
1.2.A. Errores de pronunciación en el dictado interior:
Una grafía cuya pronunciación haya cambiado con el tiempo puede provocar
errores:
En época clásica la u era bilabial. A partir del s. I d. C. se convirtió en b fricativa
sonora. Así, por ejemplo, el copista podría leer uiuit y transcribir como le sonaba: bibit:
Hay un caso conocido de Domicio Afer transmitido por Quintiliano (6,393):
plerique mss.:
Panem et aquam bibo
Haupt:
Pane et aqua uiuo
1.2.B. Errores por adición (per adiectionem).
Con frecuencia el copista repite una letra, una sílaba (ditografía), una palabra, una
o más frases por la cercanía de elementos iguales.
Quod acerbum fuit ferre, retulisse iucundum est
(SEN. epist. 78,14)
Bartsch corrigió en tulisse.
1.2.C. Errores por omisión (per detractionem).
El copista omite una letra, sílaba, palabra o frase de extensión variable por la
cercanía de un elemento que comienza o termina de forma igual o semejante. Hay varios
fenómenos:
haplografía: omisión de varias letras o una sílaba en un contexto en que van
seguidas.
Ms. l31:
Quidquid id est, habeant; tu cetera percipe dicta
Otros mss. omiten id
(LVCR. 3,135)
19
Salto de igual a igual. Omisión de un grupo de palabras, de las cuales la última se
ha confundido con la que precede a la primera:
CIC. Att. 7,9,4:
Praeteriit tempus non legis sed libidinis tuae, fac tamen legis; ut succedatur decernitur
Pero el ms. w omite sed libidinis tuae, fac tamen legis
Cuando estos saltos se producen por la cercanía de dos palabras que comienzan
igual, se denomina homeoarto; pero si, por el contrario, la parte idéntica está al final de las
palabras, se denomina homoeoteleuto.
CIC. de or. 1,4 (homeoarto):
Ac mihi repetenda est ueteris cuiusdam memoriae non sane satis explicata recordatio
ms. M: non satis
VERG. Aen. 2,684 (homoeoteleuto):
Lambere flamma comas et circum tempora pasci
ms. P: flammas
1.2.D. Errores por alteración del orden (per transmutationem).
Es frecuente que el copista invierta el orden de dos elementos contiguos (letras,
sílabas, palabras, versos o líneas). En poesía es frecuente encontrar los versos copiados en
orden equivocado.
si minus offendit uitam uis horrida teli
(LVCR. 3,170)
mss. OQ: leti
Marullo: teli
(lectura aceptada por muchos editores, p.e. C. Bailey).
1.2.E. Errores inducidos por el contexto.
20
a) Contexto gráfico: una palabra se ve atraída a una falsa concordancia, régimen o
coordinación por asimilación a otra palabra cercana (falsa rima):
ms. V:
tu cursu dea menstrua
metiens iter annum
(CATVLL. 34,17-8)
Guarino corrigió menstruo
b) Contexto ideológico: el copista tiene que identificar conceptos culturales ajenos a
su cultura y propios de la época del autor. Esto ocurre con frecuencia en el caso de mss. sin
separación verbal, y es notable la influencia del Cristianismo en este tipo de errores:
ms. H (PETRON. 43,1):
Quid habet quod queratur? abbas secreuit
La traducción sería “¿De qué ha de quejarse? El abad separó”. Esto no tiene mucho
sentido, máxime en una época en la que difícilmente existirían los abades. La corrección de
Scheffer aclara el sentido: ... ab asse creuit . La traducción sería ahora: “Empezó a crecer
desde un as” (desde cero, hasta hacerse millonario).
II. Errores por alteraciones voluntarias del texto
Son la inclusión de glosas o anotaciones marginales; la interpolación; la censura que
elimina o altera pasajes obscenos o “peligrosos”; alteraciones por no haber comprendido el
pasaje; etc.
nonne putas melius, quod tecum pusio dormit?
(IVV. 6,34)
Juvenal aconseja al adultero dormir con un muchacho. Pues bien, en algunos mss.
antiguos (P, S) se lee, en lugar de pusio ("hombre joven"), el término pugio ("puñal").
ac resupina iacens multorum absoruit ictus
(IVV. 6,126)
21
Se refiere a la capacidad de aguante de Mesalina en la cama. Pues bien, a los editores
les plantea el problema de discernir si se trata de una interpolación obscena, o si
corresponde a la lectura correcta y ha sido eliminado en la tradición manuscrita por pudor.
En Marcial ocurría otro tanto de lo mismo: términos como futuere y cunnus eran
sustituidos sistemáticamente. En el ms. T el primero por salire y subigere; el segundo por
mundus, turpis y monstrum.
4. La crítica textual
4.1. Introducción histórica
La historial real de la crítica textual corre paralela a los desvelos de quienes se han
preocupado de transmitir un texto fiable. Este interés remonta a época helenístical (s. III
a. C.), cuando los gramáticos alejandrinos quisieron recuperar la antigua poesía griega, muy
especialmente los poemas homéricos. Desarrollan una práctica editorial sofisticada:
a) Comparación de numerosas copias de un texto;
b) Respeto de la tradición incluso donde ésta podía plantear un problema;
c) Uso respetuoso de la conjetura;
d) Atención al estilo del autor para elegir entre las variantes (usus scribendi).
Hicieron ediciones con comentarios textuales (hypomnemata) que indicaban variantes y
dudas en cuanto a la calidad del texto. Mediante signos críticos en el texto remitían al
comentario.
En Roma eran raras las ediciones plenamente elaboradas como en Alejandría. Los
romanos conocían las prácticas editoriales helenísticas, pero las aplicaron ocasionalmente a
sus textos, sobre todo a partir del s. I d. C.42
En Bizancio, a partir del s. IX, se produce un despegue en los estudios filológicos
que se ha denominado Segundo Helenismo. Eruditos bizantinos como Demetrio Triclinio,
Máximo Planudes y Magister destacarían por sus técnicas de crítica textual de los textos
griegos, como el cotejo de varios códices para obtener la mejor lectura (emendatio ope codicum) y
el establecimiento de conjeturas (emendatio ingenii ope).
Sin embargo, la falta de testimonios fidedignos nos impide reconstruir los inicios de dicha actividad
filológica. Las noticias específicas casi sólo se hallan en la tradición indirecta, es decir, en los comentarios de
gramáticos que dejaron constancia de su preferencia por tal o cual lectura, sin informar de la fuente de dicha
lectura, por lo que no podemos saber si se trata de una variante de manuscrito o de una conjetura. Así, p.e.,
Gelio (1.21) nos sirve de fuente para conocer las contribuciones crítico-textuales de Gayo Julio Higino y
Probo (gramático de la segunda mitad del s. I d.C.) al texto de Virgilio. Pero, insistimos, éste es un episodio
de la literatura latina prácticamente desconocido. Cf. A. Escobar, "La práctica de la collatio en la edición romana
antigua", en Actas del VIII Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid 1994, II, 603-610.
42
22
Tras tomar el relevo de los eruditos bizantinos, como ya vimos, los humanistas
entienden que había que rechazar el recurso a las traducciones de segunda o tercera mano y
tomar como base los originales griegos. En el caso del latín, el acopio de manuscritos para
realizar el cotejo pertinente (collatio) es una labor importante para los humanistas del s. XIV.
La imprenta (1445) aseguraba la pervivencia de los textos clásicos. Sin embargo, a
pesar de la revolución del invento, la costumbre de copiar los códices continuó. La imprenta
trajo algunas consecuencias negativas para la conservación y correcta transmisión de los
textos:
1. Las editiones principes se basaban, generalmente, en codices recentiores, de fácil
adquisición y fácil lectura para los tipógrafos. La editio princeps de un autor clásico no era más
que la transcripción de cualquier manuscrito humanístico, es decir una réplica impresa., a la
que se concedía una autoridad que no siempre merecía (editio vulgata o textus receptus).
2. Una vez impresas las obras, no siempre se conservaban los códices. De hecho, hay
casos en los que la tradición manuscrita se ha perdido y la crítica textual tiene que recurrir a
las editiones principes.
La actividad crítica del siglo XVI tenía algunos defectos, además de obstáculos a
veces insalvables:
Defectos:
a) No se investigaba el stemma codicum, sino que se confiaba en un manuscrito
antiguo cuyas lecturas eran de buena calidad.
b) Se concedía excesivo valor a conjeturas propias, hecho explicable en una época en
que abundaba la soberbia intelectual, no pocas veces manifiesta en polémicas y discusiones
eternas.
c) Las correcciones no se hacían sobre el texto transmitido como se entiende hoy,
sino sobre una versión vulgata (uulgata o textus receptus). Eran correcciones de detalle en
lecturas aisladas, pero la inercia y el conservadurismo impedían la edición de un texto
radicalmente nuevo.
Escollos:
a) La difícil localización de manuscritos. En muchos casos los editores tenían que
renunciar a corregir textos muy corruptos por falta de manuscritos.
b) Uno de los más grandes obstáculos, no sólo insalvable en muchos casos, sino
incluso peligroso para los humanistas, fue la Iglesia. La Inquisición veía en la labor de la
23
crítica textual un campo abonado para la herejía, porque quienes enmendaban los textos
clásicos podían osar enmendar las Sagradas Escrituras. En el estudio de la Biblia, los Padres
habían aconsejado acudir a las lenguas originales (hebreo o griego), pero del Concilio de
Trento emanaron otras disposiciones que prohibían este método, y sólo permitían adoptar
determinadas lecturas de las lenguas originales si éstas eran coincidentes en la mayoría de los
manuscritos. También prohibió en el estudio de la Biblia las traducciones que se basaran en
los textos en griego o hebreo43.
La situación que hubo de vivir la crítica textual con la Contrarreforma fue la misma
que sufrieron los estudios clásicos y bíblicos. El Concilio de Trento (1545-63) llevaba
implícita la abolición de la libertad intelectual. Se reafirmó la Vulgata como texto de la Biblia
y las obras más comprometidas de humanistas como Erasmo aparecieron en los índices
inquisitoriales. La atmósfera de los países católicos no contribuía precisamente al desarrollo
de los estudios filológicos. La Contrarreforma había provocado que los estudiosos se
dedicasen a desempolvar documentos para demostrar la antigüedad de las instituciones
eclasiásticas, lo que dio origen a la Paleografía y la Diplomática (estudio de documentos
legales y oficiales). No obstante hubo ediciones de textos griegos y estudiosos destacados.
La reforma protestante, por contra, siguió profundizando en el estudio de las
Sagradas Escrituras, estableciendo una serie de normas de crítica textual que han llegado
hasta nuestros días.
Merece destacarse ahora la Biblia Políglota (o Políglota Complutense, 1520), aunque más por la importancia de su
empresa (editar la biblia en las tres lenguas: hebreo, griego y latín) que por la labor de crítica textual, que fue muy
pobre. Fue un trabajo estimulado y dirigido por el Cardenal Cisneros. Para una empresa de tal envergadura
mandó llamar a Nebrija, Hernán Núñez de Toledo y otros doctos hombres del momento. Nebrija debía revisar
la Vulgata, pero topó con varios escollos: si bien el cardenal lo había sugerido, algunos de sus colaboradores
habían decidido que no debía corregirse la Vulgata según el texto griego. Pero Nebrija consideraba que este
cotejo y corrección eran imprescindibles, y se apartó de la empresa. Años más tarde, Felipe II, después de
consultar al Santo Oficio, y dado que la del cardenal Cisneros estaba agotada, decide poner a Arias Montano
al frente de un equipo que trabajaba en Flandes en la edición de la Biblia en sus cinco lenguas (latín, griego,
hebreo, siríaco y caldeo). En ....... salió de las prensas de Plantino-Moreto en Amberes la conocida como
Políglota de Amberes.
43
24
Humanistas y filólogos relevantes en la historia de la crítica textual
Petrarca (1304-1347). No conoció la imprenta, por lo que no padeció las premuras que angustiaban a
todos tras la invención del aparato: el ferviente deseo de ser los primeros en editar un texto clásico inédito. En su
labor de crítica textual podemos destacar sus correcciones al texto de Tito Livio.
L. Valla (1407-1457). Hizo correcciones a textos griegos (Heródoto, Tucídides) y se atrevió a corregir
el texto latino de la propia Vulgata de San Jerónimo cotejándolo con el original griego. Sus notas y correcciones
(1449) fueron publicadas en 1505 por Erasmo, al que habrían de servir de estímulo más tarde en su edición
griega del Nuevo Testamento. El manuscrito de Petrarca de Livio pasó luego a Valla, que hizo sobre él famosas
correcciones (Emendationes sex librorum Titi Livi, libros 21-26).
A. Poliziano (1459-94), junto con Valla, constituye la cima de los estudios filológicos del s. XV. Hizo
correcciones a Catulo (66.48) tomando como referente el texto de Calímaco, y a las Epistulae ad Atticum. En más
de una ocasión utilizó la conjetura. Desconfiaba de las copias de los humanistas y procuraba siempre consultar
los manuscritos más antiguos disponibles. Consideraba los recientes como copias de otros vetustísimos. Una de
sus obras más llamativas es la gran edición de Plinio el Viejo (Roma 1473), que hoy se conserva en Oxford.
Novedades importantes fueron la introducción por Poliziano de abreviaturas para designar a los manuscritos y la
eliminatio codicum descriptorum, procedimiento que no vuelve a utilizarse hasta el s. XIX
Erasmo de Rotterdam (1466-1536). Valoraba como nadie el conocimiento del latín, el griego y el
hebreo, imprescindibles para el estudio de las Sagradas Escrituras. En la Praefatio de su primera edición del Nuevo
Testamento (1516) pone de manifiesto la necesidad de nuevas ediciones en las que los textos estén dotados de
comentarios, paráfrasis y traducciones. Utilizó manuscritos griegos para corregir la Vulgata, continuando una
tarea que comenzó Valla. Editó textos griegos de Aristóteles, Demóstenes, Ptolomeo y latinos de Terencio,
Livio, Suetonio, Plinio el Viejo y Séneca. En 1516 editó las obras de San Jerónimo y textos de los Padres de la
Iglesia: Cipriano, Hilario, Agustín. Su edición del Nuevo Testamento, con la primera edición del texto griego, a
pesar de su importancia, no fue feliz, porque utilizó manuscritos de poco valor.
Wilhelm Canter (1542-75), que se especializó en la crítica textual del griego.
Robert Estienne (Stephanus), impresor francés que, junto con su padre Henry y con Guillaume Budé
(1467-1540), se dedicó a publicar ediciones príncipes de textos griegos. Fue el primero en utilizar siglas para
distinguir los manuscritos.
Joseph Justo Scaliger (1540-1609), hijo de Julius Caesar Scaliger, alcanzó la noción de arquetipo
medieval, al reconstruir como arquetipo un ejemplar escrito en minúscula precarolina.
Francesco Robortello (1515-1517) fue el primer autor de un tratado teórico de crítica textual: De arte
siue ratione corrigendi antiquorum libros disputatio (1557).
Gaspar Schoppe (1576-1649). Su tratado de crítica textual fue el más importante de la época: De arte
critica et praecipue de altera eius parte emendatrice (1597).
J. Mabillon (1632-1707) destacó por ser el inventor de la paleografía. Estudió manuscritos y
documentos y definió de modo sistemático por primera vez una serie de criterios para comprobar la autenticidad
de documentos medievales.
N. Heinsius (1620-1681) tuvo por principio básico de la crítica la emendatio codicum et ingenii ope. La gran
aportación de Heinsius fue postular que el cotejo y estudio de los manuscritos debe preceder siempre a la
constatación de las corrupciones y, por tanto, a la formulación de conjeturas. Viajó por toda Europa e hizo
colaciones de códices.
Richard Bentley (1662-1742). Es el mejor crítico anterior a Lachmann y en muchos aspectos su
predecesor. Se le considera el padre de la conjetura moderna. En su edición de Horacio rechazaba el principio
renacentista intocable de la lectio recepta (o uulgata). La conjetura debe tener en cuenta: a) el sentido común y el
sentido del pasaje (ambos “valen más que cien códices”, sin que por esto deba interpretarse que no utilizaba los
manuscritos); b) una probabilidad paleográfica; c) la sintonía con la materia y el estilo del autor. Bentley, no
obstante, se dejó llevar en exceso por la lógica. Es conocido su empeño en corregir nitedula en lugar de uulpecula
en la fábula del zorro (HOR. epist.1.7,29), porque, según él, el zorro no come grano y el ratón de campo sí. No
tuvo en cuenta que el autor de la fábula se limitó a escoger un animal representativo de la astucia, sin tener en
cuenta para nada la historia natural. Su empeño más importante fue luchar contra el encorsetamiento del textus
receptus, y proyectó una edición del Nuevo Testamento utilizando los manuscritos antiguos y la Vulgata latina.
25
J. A. Bengel en su edición del Nuevo Testamento (1734) subrayó la necesidad de hacer una genealogía
de los códices (tabula genealogica) y estableció la necesidad de tener en cuenta el criterio geográfico.
Carl G. Zumpt, contemporáneo de Lachmann, dibujó en su edición de las Verrinas de Cicerón el que
parece haber sido el primer stemma codicum.
Wettstein (Prolegomena 1730): dio la enunciación teórica de principios como el usus scribendi y la lectio
difficilior,
Karl Lachmann (1793-1851). Su nombre es inseparable de la teoría estemmática de recensión. Sus
fundamentos fueron expuestos en el prólogo de su edición del Nuevo Testamento (1831), pero sobre todo en su
edición de Lucrecio de 1850. En realidad, lo que hizo Lachmann fue dar coherencia y organización sistemática a
una serie de principios y hechos ya señalados por filólogos anteriores.
4.2. El método crítico
Como hemos visto, la labor de los humanistas se limitaba a una simple selectio de
lecturas, apoyada en los manuscritos que podían hallar (emendatio ope codicum) o fruto de
conjeturas (emendatio ope ingenii), pero siempre tomando como texto base de discusión un
textus receptus o editio uulgata. Eras, pues, una labor de corrección (emendatio) sobre una parte
sólo del material transmitido por la tradición.
Así se hizo hasta el siglo XVIII. Es entonces cuando se empieza a cuestionar el
método. Los primeros pasos hacia este nuevo método de trabajo vinieron de los estudios
sobre el Nuevo Testamento. De una parte, la riqueza de testimonios manuscritos apenas
dejaba lugar para la conjetura; de otra, escoger una lectura entre estos manuscritos se
convertía en un auténtico problema, pues chocaba frontalmente con el textus receptus44. La
recensio nacerá, pues, de una parte, de poner en tela de juicio la autoridad del textus receptus de la
Vulgata; de otra, de plantear la necesidad de tomar los manuscritos como base de una edición
crítica.
Pero el textus receptus equivalía a la tradición y el retorno a los códices antiguos era una
temeridad. Bentley, uno de los primeros que cuestionó el textus receptus, sufrió este
conservadurismo. En 1721 proyectó una edición del Nuevo Testamento basada en los
manuscritos antiguos y en la Vulgata latina, pero los teólogos no permitieron que este
proyecto cuajara. A pesar de todo, las críticas al textus receptus se hicieron más frecuentes y
pocas décadas después esta actitud había trascendido los estudios neotestamentarios y
penetrado en la filología clásica45.
Ahora bien, era imprescindible encontrar un método que permitiera separar lo
superfluo de lo esencial entre tanto material transmitido. Para ello nació la recensio, que, en
Los editores operaban entonces del siguiente modo: si una lectura no satisfacía, se acudía en este punto a
los códices, para cotejarla con las lecturas que éstos proporcionaban. Esta forma discriminada de colación
(pues el testimonio de los códices sólo era utilizado en los pasajes problemáticos) provocó la introducción de
muchas corruptelas y lecturas fáciles.
45 Filólogos como Johann August Ernesti y Friedrich August Wolf plantearon con firmeza la necesidad de
tomar los manuscritos como base de cualquier texto crítico. De gran ayuda iba a ser que los ss. XVII y XVIII
hubieran sido fecundos en el hallazgo de manuscritos.
44
26
realidad, es la gran innovación del siglo XIX es la recensio, porque la emendatio se venía
practicando desde la Antigüedad y, muy especialmente, en los ss. XVI-XVIII.
Lachmann dio el paso definitivo organizando varios principios que ya habían sido
defendidos por otros críticos:
1. Rechazo del textus receptus y uso de los códices (no de forma aislada, como los
humanistas) como fundamento de la edición46.
2. Desconfianza de los códices humanísticos47.
3. Necesidad de hacer la historia del texto a través de la familia de manuscritos48.
4. Formulación de criterios que permitan saber cuál de entre varias lecturas remonta
al arquetipo49.
Lachmann dividió la crítica textual en dos fases: recensio y emendatio.
La recensio consiste en la recoleción y lectura de todo el material transmitido con el
objeto de llegar a establecer el stemma o relación que mantienen entre sí los manuscritos
conservados.
La emendatio consiste en restituir el texto sanando las lecturas corruptas, rellenando las
lagunas y eliminando las interpolaciones.
A partir de Lachmann los críticos han discutido sobre las partes de la critica textual
.P. Maas perfeccionó el método de Lachmann añadiendo dos fases intermedias en las que el
iudicium era esencial50: la examinatio, en la que se examina la autenticidad de los manuscritos, y
la selectio, selección de la lectura que corresponda al arquetipo51.
4.3. El método estemático
Maas es el formulador de la teoría estemática clásica. El stemma o árbol genealógico
de los manuscritos se construye tomando como base las variantes, que pueden ser de dos
tipos: significativas y no significativas. Sólo las primeras interesan a la teoría stemmática. Para
que una variante sea significativa debe ser de tal naturaleza que no puedan escribirla a la vez
dos copistas por separado (porque sea un error habitual) ni pueda ser un error corregido
fácilmente por conjetura. Es el caso de los errores por omisión y transposición.
A su vez, las variantes significativas pueden ser de dos tipos:
Esto ya está en Bentley y Ernesti, entre otros. Lachmann aplica en la práctica este principio al Nuevo
Testamento, donde hasta entonces se había aplicado en la teoría.
47 Como precursores de esta formulación están Poliziano y Joseph-Justo Scaliger.
48 Como precedentes tenemos, entre otros, a Zumpt y Madvig.
49 Algo de esto ya hay en Bengel y Madvig.
50 A Lachmann se le criticaba que no tenía en cuenta el iudicium del filólogo.
51 Las fases, pues, serían, según Maas: a) Recensio b) Examinatio c) Selectio d) Emendatio.
46
27
a) conjuntivas: las que muestran que dos manuscritos están más cercanamente
relacionados entre sí que con respecto a un tercero.
b) separativas: las que muestran que un manuscrito es independiente de otro porque
contiene una variante que no tiene aquel.
ABC tienen numerosas variantes comunes que los emparentan:
a) Pueden proceder de un códice común perdido52:

A
B
C
b) Uno puede ser la fuente de los otros dos:
A
B
B
C
A
C
C
A
B
Pero si dos de ellos (B C), aparte de las que comparten con A, presentan variantes
comunes que no tiene A, A tendría entonces una variante separativa, lo que nos induciría a
pensar en un antepasado común para B y C distinto de A:


A
B
C
Ahora bien, las variantes conjuntivas siempre van a mostrar la filiación entre los
manuscritos; las separativas no siempre son prueba de independencia. Ocurre a menudo
que dos copias de un mismo manuscrito realizadas en diferente tiempo contienen
divergencias, porque en el espacio temporal que media entre la primera y la segunda copia el
manuscrito modelo se ha alterado:

s. XI
A
*
(alteración de )
B
s. XIII
28
Se trataría, pues, de la misma rama de la tradición y no de otra. Es un caso típico
medieval, que consiste en que un códice copiado de otro es corregido por un segundo
manuscrito. Las correcciones quedan entre líneas o al margen, hasta que el manuscrito en
cuestión vuelve a ser copiado y el nuevo copista escoge entre las dos lecturas.
El propio Maas reconoció que el método era válido para una tradición cerrada,
pero no para una tradición abierta. G. Pasquali, que corrigió a Maas, distinguió entre
tradición cerrada y tradición abierta. En efecto, la teoría de Maas supone que las lecturas y
los errores se transmiten verticalmente de un manuscrito a otro, o, lo que es lo mismo, de
un libro a las copias que de él se hacen. Pero esto es desconocer la labor del copista. Un
copista no copiaba necesariamente de un solo ejemplar; al ser sus textos con frecuencia
corruptos, podía tener ante sí, además del modelo, otros ejemplares, de los que también
extraería lecturas para su copia. Es lo que se conoce con el nombre de contaminatio, o
transmisión horizontal o transversal53:


A

C
B
D
A pesar de las imperfecciones de una teoría basada en los errores, hasta la fecha no se
ha encontrado un método más objetivo. Los problemas que plantea la recensio siguen siendo
hoy muy debatidos.
Las fases del método
Como ya se ha dicho, tradicionalmente se acepta que son dos las fases de la crítica
textual: la recensio y la emendatio. Hay filólogos, como Blecua, que hacen a su vez subdivisiones
en cada una de ellas54. Nosotros vamos a seguir el esquema de Blecua, pero prescindiendo de
los epígrafes latinos para cada una de las subdivisiones para no confundir con la
nomenclatura.
I. RECENSIO
Como ya señaló Pasquali, para la tradición abierta hay que echar mano del iudicium del filólogo a partir de
criterios internos.
54 Blecua divide la recensio en: a) fontes criticae: acopio y análisis histórico de los testimonios; b) collatio codicum:
cotejo de todos los testimonios para determinar las variantes; c) examinatio y selectio de las variantes; y d) constitutio
stemmatis codicum si es posible.
53
29
I.1. Acopio y análisis histórico de los testimonios
El método de trabajo ideal es el estudio directo por parte del editor de todos los
testimonios. Pero esto raramente se realiza así por la dispersión del material en distintas
bibliotecas. El texto ha llegado hasta nosotros a través de uno o más testimonios, y en
tradición indirecta o directa. Veamos:
1. Un solo testimonio en forma manuscrita. Hemos de tener cuidado en distinguir
bien entre:
a) borrador: suele presentar numerosas anotaciones y correcciones;
b) original autógrafo, copia hecha por el autor con especial cuidado sobre el
borrador. En ella se subsanarán errores del borrador, pero a su vez se deslizarán otros.
c) copia autógrafa: copia hecha por el autor a partir del original. En ella se
subsanarán errores del original, pero también se deslizarán otros. No siempre es fácil
distinguir entre éstas dos últimas.
2. Un solo testimonio en forma impresa. Hay que tener en cuenta los siguientes
hechos:
a) hasta fechas recientes era frecuente que ejemplares de una misma edición
presentaran diferencias entre sí;
b) correcciones realizadas por el impresor;
c) si el autor revisó la impresión; si añadió correcciones en ediciones posteriores, lo
que no siempre se indica55;
d) calidad de la impresión; o si es fotocomposición o facsímil;
e) si tiene corrigenda.
Veamos ahora un ejemplo de distintas versiones manuscritas.
De las poesías del humanista alcañizano Domingo Andrés se conserva un ms. F que
presenta el siguiente texto56:
Vltima ductores reliquos proceresque Pelasgos
Cum Piali belli principe fata uorant.
(3.102,57-58)
Así en las dos primeras ediciones de los Humanae salutis monumenta de B. Arias Montano: ambas se hicieron en
Amberes en 1571 y, aunque hay diferencias textuales, no se hizo constar cuál es la primera y cuál la segunda. Cf.
J. M. Maestre, "Limae labor y creación literaria en latín durante el Renacimiento: las dos versiones del Carmen
in natali serenissimi Philippi de Sobrarias", en J. M. MAESTRE - J. PASCUAL (coord.), Humanismo y pervivencia
del mundo clásico, Cádiz 1993, I 135-178
56 J. Mª Maestre, Poesías varias del alcañizano Domingo Andrés, Teruel 1987.
55
30
El códice perdido de Alcañiz, al que tuvo acceso Asso del Río (s. XVIII), ofrece
variantes:
Vltima ductores reliquos proceresque Pelasgos
Cum duce Martis Ali principe fata uocant.
La corrección de Piali por Ali parece motivada por rigor histórico, ya que el jefe de la
armada turca en Lepanto no fue Piali Bajá, sino Ali Bajá. La corrección de uorant por uocant se
explica por la cláusula ovidiana ...fata uocant (OV. epist. 6,28).
Como ejemplo de diferentes versiones impresas podemos ofrecer un verso de la
Salutatio ad patriam de Nebrija. En la edición de Salamanca de 1491 se lee:
Hic fuerant cunae, quae me sopiere iacentem
En cambio, en la de Antequera de 1577 se ha corregido:
Hic fuerant cunae, quae me mulsere iacentem
La explicación viene dada en las notas explicativas al texto. El pretérito perfecto
sopiere tiene la primera sílaba larga y la segunda breve (sopiere), lo cual contraviene el esquema
del hexámetro dactílico. El verbo mulsere presenta una secuencia larga-larga, y el sentido, al ser
sinónimos, no se ve alterado. La confusión estuvo motivada porque el sustantivo sopor tiene la
primera sílaba larga.
3. Varios testimonios
Ahora, a los condicionantes que acabamos de analizar para la tradición con un solo
testimonio, se suman los problemas propios de la tradición con varios testimonios:
divergencias de lecturas, establecimiento de stemma, etc.). La collatio será la que ayudará al
editor a establecer la relación entre ellos.
I.2. Comparación de los testimonios y registro de las variantes
Contamos ahora con dos posibilidades de trabajo:
a) codex optimus o técnica del mejor manuscrito. Consiste en valorar un manuscrito
por encima de los demás, tomándolo como base de lecturas y ediciones. A favor de este
método se suele argumentar que, al menos así, se reconstruye el texto tal como alguna vez lo
leyó el lector, y no un texto producto de una depuración que corre el riesgo de ser una
entelequia.
31
b) Dar a todos los manuscritos igual valor, o, lo que es lo mismo, tomar como base
todos los manuscritos a la vez, a pesar del riesgo señalado más arriba.
Conviene que más de una persona realicen la collatio, porque los errores por saltos de
lectura de un testimonio a otro son frecuentes. Deben anotarse todas las diferencias, por muy
insignificantes que parezcan (pecar mejor de exceso que de defecto). En este punto se
procede a la eliminatio codicum descriptorum. Esto es el rechazo de los manuscritos que deriven
directamente de otros conservados, porque sólo añadirán errores. Para rechazar estos códices
debe haberse realizado la collatio completa y exhaustivamente. Sin embargo, estos códices sí
serán tenidos en cuenta cuando permitan reconstruir una parte perdida del manuscrito del
que derivan (p.e. por deterioro físico: desgarro, agujero).
I.3. Examen de cada variante y selección de las buenas
Tras la collatio, el editor tiene delante numerosas variantes de calidad desconocida. La
tarea que ahora comienza consiste en el examen de cada una de estas variantes para
intentar establecer el parentesco de los testimonios (códices).
Hay que tener en cuenta una serie de aspectos:
a) Debe desecharse el viejo método de los codices plurimi, es decir, el que daba
garantía de autenticidad a una lectura por el simple hecho de haberse transmitido en la
mayoría de los códices. Las razones que podrían argumentarse contra este método son
muchas, pero una de peso bastará: ¿cómo se puede hablar de codices plurimi cuando nunca
podremos saber el número exacto de códices que se hicieron durante siglos de una obra, pues
desconocemos cuántos se han perdido tantos en la transmisión?
b) En esta fase debe aplicarse la eliminatio lectionum singularium. Si tenemos, por
ejemplo, tres manuscritos que dependen de un mismo modelo, si se da el caso de que dos de
ellos coinciden en una lectura frente al otro, que presenta una lectura divergente, ésta debe
marginarse como lectio singularis. Si son más de tres, las lectiones singulares se dan cuando un
grupo de manuscritos presenta una lectura común frente a los demás, que presentan lecturas
diferentes en relación a los otros y además no coincidentes entre sí. Ahora bien, las lectiones
singulares deben marginarse, nunca desecharse del todo, porque, al ser separativas, luego sirven
para comprobar el parentesco entre los testimonios. Por otra parte, puede ocurrir que una
lectio singularis sea la correcta, frente una lectura errónea común a los demás. Podría ser, por
ejemplo, una emendatio acertada de un copista.
32
c) Las circunstancias externas del texto: historia de los manuscritos, procedencia (los
tipos de letras, p.e., denuncian determinados scriptoria), ornamentación, división del texto en
libros y párrafos. Uno de los conocimientos más importantes para el editor es el de la
actividad erudita de los copistas: cómo cotejaban, copiaban, etc. Mientras esta no sea
conocida en detalle, al editor siempre se le ocultará una parte que puede ser de gran validez
para la valoración de variantes, la filiación entre manuscritos, etc.
d) Recentiores aliquando non deteriores. Ya Pasquali (recentiones non deteriores) salió al paso de
Lachmann, quien consideraba despreciables los manuscritos recentiores bizantinos (s. XIII)
porque, según él, estaban hechos a base de conjeturas57. Los manuscritos no son
necesariamente buenos por ser antiguos ni malos por ser recientes, sino que son buenos o
malos por el mayor o menor número de lecciones buenas o malas que contiene. Para
Bernabé habría que formular el célebre principio del modo que encabezamos este apartado:
recentiores aliquando non deteriores.
I.4. Establecimiento del stemma
En la cabeza del stemma que vamos a intentar reconstruir está el arquetipo
(designado siempre con la letra griega ).
El arquetipo (archetypus) es el modelo medieval al que remontan directamente las
diferentes familias de manuscritos58, que, a su vez, desciende del original, que sería el
autógrafo (escrito por el autor). Maas creó en neologismo hiparquetipo o subarquetipo para los
descendientes perdidos del arquetipo; Pasquali utilizó prearquetipo para señalar un antepasado
notable del arquetipo, reconstruible por testimonios indirectos y papiros.
Examinadas y seleccionadas las variantes, si el editor, con una gran certeza, puede
demostrar la existencia de un arquetipo y de unos subarquetipos o ramas independientes,
estará en condiciones de trazar el stemma. Pero debemos recordar una vez más que la teoría
basada en el error o variante sólo puede demostrar la dependencia, pero no siempre la
independencia.
Detrás de esta discusión late, al parecer, un problema de rivalidad entre la filología del norte (representada por
Lachmann) y la italiana (representada por Pasquali), cuyos copistas habían copiado gran parte de los recentiores.
58 Archetypus se emplea por primera vez en Cicerón (Att. 6.3,1) en el sentido de modelo. Pasó a los humanistas
con este sentido de primer ejemplar; para éstos, el arquetipo era el ejemplar oficial que una serie de copias
posteriores, en particular medievales, habría corrompido. Pero en el s. XIX Madvig y Lachmann le dan un
sentido nuevo: el arquetipo pasa a ser el modelo medieval al que remontan directamente las diferentes familias
de manuscritos.
57
33
II. CONSTITVTIO TEXTVS
II.1. Examen y selección de las variantes (emendatio ope codicum)
Tras la fase de la recensio, el editor puede haber trazado la relación entre todos los
testimonios y establecido un stemma codicum, que debe ser siempre considerado como un
marco de referencia exento de infalibilidad. Se pasa ahora del conjunto a la particularidad, es
decir, de la relación entre códices a las lecturas que creemos acertadas.
Ahora bien, el editor moderno cuenta con informaciones complementarias que debe
añadir al material obtenido en la collatio: se trata de los estudios (artículos, comentarios, etc.)
realizados sobre el conjunto o una parte del texto que vamos a editar.
Las lecturas se distribuirán en tres grupos:
a) las que pasarán al texto de la edición;
b) las que quedarán en el aparato crítico;
c) las que deberán ser corregidas.
Hay una serie de principios de crítica textual que rigen la selección de las lecturas,
pero que el editor jamás debe acatar como criterios indiscutibles.
1. Lectio melioris codicis potior. “La lectura preferible es la del mejor códice”.
Es un principio que favorece la idea del codex optimus, entendido como aquel que tiene el
mayor número de lecturas acertadas. Pero, como no hay copista que no cometa errores,
sólo debe aplicarse este criterio estadístico cuando no exista otro argumento.
2. Lectio melioris classis potior. “La lectura preferible es la del mejor grupo” (o
familia). Han de observarse las mismas limitaciones que el caso anterior.
3. Lectio plurimum codicum potior. “La lectura preferible es la de la mayoría de
los códices”. Ya hemos hablado de este principio. A veces un solo manuscrito puede
contener la lectura acertada, frente a una errónea transmitida por la mayoría.
4. Lectio antiquior potior. “La lectura preferible es la más antigua”. En el espacio
que separa al editor del original, se supone que la versión más antigua está más cerca del
34
original. Pero no siempre es así. Por ejemplo, hay papiros que contienen lecturas menos
fiables que las de los manuscritos.
5. Lectio difficilior potior. “La lectura preferible es la más difícil”. La lógica hace
pensar que un copista simplicará un término que no entiende antes que complicar uno
inteligible. Pero a veces una lectio difficilior puede haber surgido de un simple error. (Véase el
artículo de P. M. Martínez Suárez).
6. Lectio breuior potior. “La lectura preferible es la más breve”. Parte de la base
de que entre los errores de los copistas es más frecuente la paráfrasis que la omisión.
7. Lectio quae alterius originem explicat potior. “La lectura preferible es la que
explica el origen de la otra” (es decir, el origen del error). Es, según Bernabé, el principio
más valiosos de todos.
8. Lectio non repetita potior. “La lectura preferible es la no repetida”. La
repetición es un error más frecuente que omitir una repetición del texto.
Todas ellas deben contrastarse debidamente con otros criterios de valoración:
a) en cuanto a la obra: estilo, personalidad y época del autor, género literario,
contexto de la obra.
b) en cuanto a la transmisión: conocimiento previo de los datos ofrecidos por la
tradición y de tradición misma (trabajo de los copistas, peculiaridades de las escrituras, de
los scriptoria, etc.)
II.2. Correcciones
Dado que todo editor debe mantener una postura de desconfianza ante el texto,
puede ocurrir que, una vez seleccionadas las variantes, no estemos satisfechos con:
a) la variante más verosímil de todas;
b) la lectura unánimemente transmitida.
Veamos cuáles son los indicios de un error:
1. El hecho mismo de la variedad de lecturas. Sólo una (puede darse el caso de que
ninguna) es la correcta. Por otra parte, la ausencia de variantes tampoco debe considerarse
síntoma de autenticidad.
35
2. El texto atenta contra la fonética, la sintaxis, la métrica, la morfología, la
semántica, la época, el estilo del autor, etc.
Detectada la corruptela, procede hacer una corrección que, de una parte, sane el
texto, y, de otra, permita explicar por qué se ha producido. Cuando el editor cree no poder
subsanarlo, entonces editará el texto flanqueado por la crux philologica †† (una delante y otra
detrás).
Hay toda una gama de correcciones de detalle, como cambiar un caso, un modo
o un tiempo verbales, los límites entre palabras, la puntuación, etc. Los tipos principales se
corresponden con los tipos de errores, pero esta correspondencia será en sentido contrario:
a) si hay un error por adición (adiectio), se corregirá por supresión (atétesis);
b) si hay un error por supresión (detractio), se corregirá por adición (adiectio);
c) si hay un error por alteración del orden (transmutatio), se corregirá restituyendo el
orden que se cree verdadero (transpositio).
II.3. Conjeturas
Cuando una corrección no basta, se recurre a la diuinatio (o emendatio ope ingenii) o
conjetura. Esto supone un gran riesgo, pues toda conjetura es, en palabras de Fränkel, “un
salto al vacío”. La conjetura debe ser siempre el último recurso y debe darse cuando el
texto está claramente corrompido y es mínimamente aceptable desde el punto de vista de la
fonética, morfología, sintaxis, métrica, semántica, etc. Por otra parte, no siempre tiene que
ser explicable por uno de los errores paleográficos frecuentes.
Durante los siglos XVIII y XIX abundó la conjetura. Actualmente nos
encontramos con los dos extremos: quienes siguen conjeturando en exceso y quienes,
temerosos y llevados por un objetivismo discutible, colocan entre cruces los pasajes
corruptos que no se atreven a subsanar. Ni una ni otra postura contribuyen como deberían
al fin último del editor: restituir el texto original de forma inteligible. Lo ideal es agotar
todas las posibilidades para defender la lectura transmitida, es decir, pensar que no
sabemos entender el pasaje porque algo se nos escapa, y seguir indagando, antes que
conjeturar para trivializar lo que no comprendemos.
36
II.4. Forma de presentación de la edición
Lo primero que debemos tener claro es qué tipo de edición vamos a hacer. Las
posibilidades son varias:
a) Nueva edición crítica. Se realiza todo el trabajo desde el principio, desde la
recensio.
b) Edición crítica corregida: se presupone que la recensio y la collatio han sido bien
realizada por los editores anteriores y no limitamos a escoger entre las variantes ya
recogidas y a enmendar algún pasaje.
c) Edición no crítica. Se reproduce el texto con las variantes que estimamos buenas
sin ningún tipo de referencia a las variantes no aceptadas.
Todas estas posibilidades admiten que se acompañe el texto latino de traducción
anotada o no y/o estudio.
La edición crítica tradicional (Oxford, Teubner) presenta un prefacio (praefatio) en
latín, en el que se da cuenta de diversos aspectos: oportunidad de la edición y aportaciones;
códices que transmiten el texto y relación entre ellos (localización, fecha y estado de
manuscritos, stemma codicum); normalizaciones gráficas.
Antes del texto debe situarse la relación de manuscritos y las abreviaturas
correspondientes. Ya están establecidas las siguientes pautas:
- Mayúsculas latinas (A B Z X): códices conservados.
- Letras griegas:
- minúsculas (, , , ): códices perdidos reconstruidos (familias y
arquetipo).
- : uno o más códices tardíos.
-  : escolios.
-  : papiros, seguidos, si más de uno, de un número.
- Siglas: ediciones antiguas o modernas.
En el caso de los manuscritos de obras ya editadas anteriormente, las abreviaturas
ya están fijadas y son universales. Normalmente corresponde a la inicial de la biblioteca
donde se encontró el ms. o a la que lo guarda en la actualidad, seguido de las referencias de
37
ubicación (signatura). Si se manejan ediciones, hay mayor libertad y el editor establece una
serie de abreviaturas de uso en su edición.
Un elemento utilísimo, situado al final, después de la edición del texto, es el índice.
Los más usuales son el index uerborum y el index nominum.
II.5. Forma de presentación del texto (dispositio textus)
Son varios los aspectos importantes que el editor debe atender:
1) Grafías y puntuación. No hay un claro consenso en materia de grafías, como
puede verse en dobletes como alloquor/adloquor (asimilación/no asimilación) y ualeo/valeo.
Tampoco hay criterios unánimes en relación con la puntuación, aunque hay cierta
uniformidad. Por ejemplo, hay editores que colocan una coma ante una oración
subordinada sustantiva introducida por ut o quod, y otros no. Igual sucede con la
subordinada condicional.
2) Aparato crítico (apparatus criticus). De forma sinóptica pero clara debe reflejar el
conjunto de variantes desechadas por el editor. Suelen estar redactados en latín (algún caso
en otras lenguas, como la ed. de Jacoby de los fragmentos de historiadores, en alemán).
Pueden ser prolijos en información y ofrecer los datos más triviales (p.e. ligeras variantes
gráficas), o más sencillos y recoger sólo la información esencial.
Aparato positivo: Ofrece la lectura que se elige, los manuscritos que la dan, las
lecturas desechadas y los manuscritos que las transmiten. Es el más completo, pero el más
prolijo.
Aparato negativo: No se señala la procedencia de la lectura escogida (si es códice),
sino sólo las variantes. Es el más económico, pero no el más completo.
Aparato mixto: Proporciona la información acerca de los manuscritos de los que se
extrae la lectura que creemos correcta, pero no necesariamente de la totalidad de las
lecturas divergentes de los demás manuscritos.
La numeración de las líneas del texto debe ser clara, como clara ha de ser la
numeración del aparato. Las variantes se separan con los dos puntos (:) o por un espacio en
blanco. Cuando hay que señalar más de un grupo de variantes en una misma línea, se suele
separar por una barra vertical (|).
En el caso de las conjeturas, suele figurar el nombre del filólogo, aunque no
siempre de forma regularizada: Heinsius/Heinsio. Hay quienes dan la referencia completa del
libro o artículo de revista en que aparece la conjetura.
38
Como datos complementarios puede añadirse la localización de citas de autores
antiguos, así como la relación de loci similes. Estas notas deben estar en un aparato paralelo
(dividido por espacio o línea, normalmente arriba). Ahora bien, si los loci similes pueden
respaldar la elección de alguna variante o una conjetura, entonces deben incluirse en el
aparato crítico.
3) Aparato de referencias o citas
Un autor cita a otro de varias maneras:
- Sin mención del nombre del autor ni del hecho mismo de la cita. Esto es
frecuente en los humanistas. Juan de Mal Lara (s. XVI) se quejaba en su Filosofía vulgar de
que los autores no siempre confiesan "sus hurtos".
- Sin mención del nombre del autor pero confesando que es una cita, con
expresiones del tipo: “Como se dice en la Antigüedad”, “Como dijeron los autores”,
“Como dijo el poeta”, etc.
- Con mención explícita del nombre del autor, con expresiones del tipo apud
Plinium, ut dicit Vergilius, etc. En estos casos puede indicarse de la obra, libro, verso o
capítulo.
El editor debe localizar los pasajes pertinentes y remitir a ellos en un aparato
paralelo al aparato crítico, pero no dentro de éste, ya que sus funciones son diferentes. Sin
embargo, el editor puede utilizar la fuente como argumento para una corrección o
conjetura; en ese caso, debe incluirla (citando el texto o remitiendo a él) en el aparato
crítico.
Este tipo de aparato es frecuente en obras técnicas y de erudición, cuyos autores
remiten constantemente a quienes les han proporcionado el material o citan pasajes de
autores que consideran curiosos o interesantes59
59
Ocurre a veces que al comienzo del libro se hace una relación de dichos autores. El caso de Plinio el Viejo
es significativo: el libro I de su Historia naturalis contiene los índices de los treinta y siete libros de que consta
la obra. Cada uno de esos índices se divide en dos partes: contenido y autores que se han utilizado, con
especificación de los que son nacionales y extranjeros.
39
5. La edición de textos latinos renacentistas60
La presencia de este capítulo en el temario se justifica sobradamente porque ésta es
la principal línea de investigación del Grupo Elio Antonio de Nebrija, integrado en el Area
de Filología Latina de la Universidad de Cádiz: la edición crítica de textos latinos del s.
XVI.
Estructura de la edición:
1. Introducción
1.1. Biografía del autor. Muchos de ellos son desconocidos y en la biografía
"oficial" de otros más célebres se han deslizado con frecuencia errores que deben ser
corregidos. En realidad, se profundizará más en la biografía de los humanistas y en le
relación entre ellos a medida que se vayan desempolvando sus obras.
1.2. Obras del autor. Está íntimamente ligado al apartado anterior, por cuanto que
vida y obra literaria no puiden discriminarse. Hay que corregir errores de catálogos y
repertorios bibliográficos antiguos.
1.3. Estudio de la obra concreta que vamos a editar. Dentro de este apartado es
imprescindible hacer un:
1.3.1. Estudio literario de la obra, que se centraría en el contexto histórico-literario y
en el género literario.
1.3.2. Estudio de la lengua, que debe hacerse con cuadros y cómputos que permitan
comparaciones entre las distintas obras.
1.3.3. Estudio de fuentes. En este apartado es necesario, por puro rigor filológico,
consultar las ediciones renacentistas que pudieron haber manejado los humanistas cuando
se detecten variantes con las ediciones modernas. Porque con frecuencia estas variantes
sólo se explican porque el humanista manejó un manuscrito o edición contemporánea
cuyas lecturas han sido rechazadas por la tradición. Igualmente, antes que pensar en una
40
fuente en lengua griega, hay que acudir a las traducciones latinas (editiones uulgatae), que
fueron las que habitualmente utilizaban los humanistas.
También es importante el estudio de las fuentes contemporáneas. Éstas no sólo se
mezclan con las grecolatinas, sino que es frecuente que las fuentes contemporáneas hayan
servido de puente entre el mundo antiguo y los humanistas. Nos puede servir de ilustración
el caso de los Adagia de Erasmo. El humanista de Rotterdam incluye en su colección
numerosas alusiones, referencias y relatos de fábulas grecolatinas. Varios de estos relatos,
que eran ya una versión, ya una mera traducción del griego, se extrajeron del cuerpo de los
Adagia y se incluyeron en colecciones de fábulas. Paralelamente circulaban las fuentes
antiguas de las que Erasmo había tomado su material, pero un humanista podía utilizar
como modelo no dicha fuente antigua, sino la fuente intermediaria que suponía el texto
erasmiano. Fernando de Arce es un buen botón de muestra. Dos de sus fábulas presentan
iuncturae claramente extraídas de la versión de Erasmo61.
Dentro del estudio de fuentes es importante tener en cuenta la información que
puede proporcionarnos la métrica. Las cláusulas métricas, por ejemplo, del hexámetro y las
cláusulas de la prosa métrica son una ayuda inestimable que ofrecen las fuentes a la crítica
textual.
1.3.4. Estudio de manuscritos e impresos. Como en toda edición, hay que hacer un
estudio pormenorizado de los manuscritos e impresos: si una obra tuvo varias ediciones, si
fueron censuradas, si se trata de una obra de recopilación, si es una reelaboración, etc.
Finalmente, si es posible, se hará el stemma codicum y/o el stemma editionum.
1.3.5. Normas de edición. Hay que tener un criterio claro y coherente en la
regularización de las grafías, aspecto este que no deja de causar problemas al editor. Hoy se
está de acuerdo en que se debe reflejar el usus scribendi del autor y de la época. En caso de
grafías vacilantes, se optará por el uso mayoritario, según el criterio estadístico. El caso de
la j y la v sigue siendo un problema en el que no hay consenso.
1.3.6. Bibliografía. No hay diferencias notables en relación con cualquier
bibliografía de la edición de un texto antiguo.
2. Edición
MAESTRE, J. M., "La edición crítica de textos latinos humanísticos, en J. MAESTRE - J. PASCUAL - L.
CHARLO (eds.), Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico. Homenaje al profesor Luis Gil, Cádiz 1997, III 10511106.
61 Cf. A. Serrano, "La fábula grecolatina en los Adagia de Erasmo y su influencia en el humanista Fernando de
Arce", Myrtia 7 (1992), 49-80.
60
41
Como es lógico, las partes coincidirán en líneas generales con las de cualquier
edición crítica de un texto clásico. Sin embargo, los textos renacentistas deben
acompañarse de un aparato de fuentes (apparatus fontium). Ello se explica a partir del método
de composición de los humanistas. Para ellos la originalidad no era lo mismo que para
nosotros, sino una vuelta a los orígenes, es decir, al mundo grecolatino. En consecuencia, su
latín, al no haber ya una comunidad de latino-hablantes, su lengua es necesariamente un
latín de laboratorio. Por ello su composición es una especie de tejido en el que los calcos
(iuncturae) están trabandos unos con otros. Según la metodología acuñada por J. Mª
Maestre, los calcos pueden ser:
1. Calcos textuales. El autor se sirve no sólo del significado y sentido, sino también
de la forma literal. Pueden ser, a su vez:
1.1. Textuales totales. Son aquellos que respetan el orden del original; en el caso del
verso, incluso la métrica:
ANDRÉS III 15, 21-22 ...repugnat / Nec sinit...
OV. met. 3,376-7 ...repugnat / Nec sinit...
ANDRÉS III 53,2 ...Ciceronis opus
MART. 7.63,6 ...Ciceronis opus
ARCE III 42 Materia uires exuperante meas
OV. trist. 1.5,56 Materia uires exuperante meas
1.2. Textuales parciales. Presentan alguna variante, ya formal, ya de contenido:
ANDRÉS III 84,3 ...sorticus amicos?
HOR. sat. 1.6,53 sortitus amicum
ANDRÉS II 24,4 ...flumina lata (=muchas lágrimas)
VERG. georg. 3,213 ...flumina lata (=anchos ríos)
ARCE III 27 ...latebrasque reposcit
OV. met. 5,460 ...latebramque petit
ARCE IV 99 ...sator diuumque hominumque...
VERG. Aen. 1,254 ...hominum sator atque deorum
forma.
2. Calcos contextuales. El autor sólo se sirve de la idea, del contenido, pero no de la
Hic furem cur te, cur te uocat ille poetam?
Ex uno duo sunt nomina fraude tibi.
(ANDRÉS III 19)
Erras, meorum fur auare librorum,
fieri poetam posse qui putas tanti,
scriptura quanti constet et tomus uilis.
(MART. 1.66,1-3)
42
3. Calcos textuales-contextuales. Es un tipo que tiene un poco de los dos anteriores,
sin llegar a ser ninguno de ellos. Son calcos que toman alguna expresión formal y el
contenido.
Quod petere eribui, eripui furtoque doloque:
Basiolum quouis nectare suaue magis.
(ANDRÉS III 33,1-2)
Surripui tibi, dum ludis, mellite Iuuenti,
suauiolum dulci dulcius ambrosia.
(CATVLL. 99,1-2)
El editor puede optar por citar las fuentes (tan extensas como sea necesario para
ilustrar el texto) o sólo registrar, mediante abreviaturas, autor, obras y ubicación. El primer
caso es preferible, porque con un simple vistazo el lector puede percibir el alcance de la
influencia. El segundo caso siempre conlleva el esfuerzo añadido de tener que consultar
por cuenta propia el pasaje si interesa por alguna razón.
Para el aparato de fuentes existe ya una serie de abreviaturas y signos de uso
habitual. En primer lugar, es imprescindible que todas las abreviaturas de los autores
antiguos se rijan por los mismos criterios:
- las de autores y obras latinas, según el sistema de abreviaturas del ThLL.
- las de autores y obras griegas, según el sistema de abreviaturas del DGE.
Si los autores no son ni griegos ni latinos (p.e., árabes o humanistas), la abreviatura
se creará siguiendo uno de los dos sistemas anteriores y deberá especificarse en la
introducción o prefatio.
En cuanto a los signos, aunque aún no hay unanimidad en su uso, los más regulares
son:
I,  una o dos barras verticales (igual que el aparato crítico) para separar fuentes
cuando sean varias a las que remite el texto.
# Para indicar que el texto y la fuente están en la misma sedes metrica.
() Paréntesis. Para añadir fuentes secundarias o para remitir a pasajes de la obra que
editamos que complementan la información.
Los demás signos o expresiones latinas son los mismos que los del aparato crítico.
3. Traducción
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Es importante porque un texto humanístico va a ser leído por profesionales de
disciplinas donde el latín cada vez tiene menos presencia: hispanistas, historiadores,
filósofos, estudiosos del Renacimiento en cualquiera de sus vertientes.
4. Notas
Serán históricas y literarias, concernientes no sólo al mundo clásico, sino también la
tardo-medieval y al renacentistas. Y no sólo al ámbito latino, sino también al vernáculo,
sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVI. Son necesarias las notas aclaratorias
del aparato crítico y del aparato de fuentes.
5. Índices
Cuantos más, mejor: correspondencia en la numeración entre distintas ediciones;
nombres propios, topónimos, lugares citados, lugares imitados, primeros versos y conspectus
metrorum. En el caso de colecciones como, por ejemplo, los adagios, las fábulas, los exempla,
se pueden añadir índices temáticos.
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