EL IDEALISMO ABSOLUTO Interesa subrayar por lo pronto

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ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES ARTES Y HUMANIDADES
401204: Filosofía Moderna
Act No.11: Lección de Reconocimiento Unidad 3
EL IDEALISMO ABSOLUTO
Interesa subrayar por lo pronto, que autores en consideración, y por supuesto de
otros autores fundamentales que intencionalmente se omiten aquí como es el
caso de Leibniz y Spinoza, no tienen ya como propósito explícito abordar el
problema del conocimiento en relación con los desarrollos alcanzados por las
demás ciencias. Sin embargo, elaboran una concepción del conocimiento y de la
ciencia que, aunque representativa de la filosofía moderna, ofrece los gérmenes
del nacimiento de una nueva concepción de la filosofía. Con los nombres Fichte,
Schelling y Hegel no se quiere presentar una visión homogénea y progresiva del
llamado idealismo alemán que tenga como pretensión afirmar que dicho
movimiento filosófico tiene sus inicios en Fichte, que se problematiza con Schelling
y se resuelve dialécticamente con la obra de Hegel. Interesa, por el contrario,
comentar los aspectos fundamentales de su filosofía en relación directa con su
concepción de conocimiento y de ciencia con el propósito de ofrecer un panorama
más amplio de la filosofía moderna entendida como una filosofía del sujeto; una
filosofía que reflexiona y se asume en torno al problema de la subjetividad.
Se debe aclarar igualmente que no se podría hablar, en rigor, por separado de
cada uno de estos autores. La influencia mutua de su filosofía, la amistad y el
diálogo permanente y fecundo de sus ideas, los hace deudores de una gran
influencia recíproca que, no obstante, permite ver a su vez la gran originalidad de
sus planteamientos y, por consiguiente, sus grandes diferencias. No obstante las
evidentes diferencias en la filosofía de Fichte, Schelling y Hegel, es lícito sostener
que sus principales tesis los convierten en los máximos represenntantes del
llamado idealismo alemán. Se puede afirmar que, incluso a pesar de sus
importantes divergencias, mantienen en general una concepción del yo o del
sujeto como sujeto absoluto, lo que les ha valido, en parte, ser considerados
como los dignos representantes del idealismo absoluto alemán. Los filósofos en
mención, con las profundas diferencias que supone la elaboración de sistemas de
pensamiento originales, comparten una concepción de lo absoluto que se
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constituye en el punto de quiebre de la perspectiva epistemológica de sujeto
manejada por Descartes y Kant.
Ya en Fichte la idea del yo no tiene que ver,
como en Descartes, con la idea de un sujeto que se piensa a si mismo, esto es, de
un sujeto que esta en condición de colocarse el mismo como objeto de
pensamiento.
Para Fichte, al igual que para Schelling y Hegel, la idea del yo corresponde a la
idea de un sujeto que tiene por principio la autoconciencia de sí, pero no al modo
de una reflexión sino de una consumación.
Por muy exagerado y absurdo que
parezca el decir que es el mismo entendimiento la fuente de las leyes de la
naturaleza y, consiguientemente, de su unidad formal, tal afirmación es correcta y
conforme al objeto, es decir, a la experiencia.
Claro que ni las leyes empíricas pueden, en cuanto tales, proceder del
entendimiento puro, ni la inmensa diversidad de los fenómenos puede
comprenderse de modo suficiente a partir de la forma pura de la intuición sensible.
Pero todas las leyes empíricas son simples determinaciones especiales de las
leyes puras del entendimiento: las primeras son posibles si se someten a las
segundas y se conforman a sus normas. Por su parte, los fenómenos tienen que
asumir una forma legal, al igual que todos esos fenómenos tienen que hallarse
siempre de acuerdo, independientemente de su diversa forma empírica, con las
condiciones de la forma pura de la sensibilidad. El entendimiento puro constituye,
pues, en las categorías, la ley de unidad sintética de todos los fenómenos y es lo
que hace así primordialmente posible la experiencia, por lo que a la forma de ésta
se refiere. En la deducción trascendental de las categorías pretendíamos sólo
hacer comprensible esta relación entre el entendimiento y la sensibilidad y, a
través de esta última, la relación del entendimiento con todos los objetos de la
experiencia.
Pretendíamos, pues, hacer comprensible a priori la validez objetiva de los
conceptos puros del entendimiento, estableciendo así su origen y su verdad. Se
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trata de una autoconciencia que no admite, en sentido estricto, la división entre un
sujeto y un objeto, sino que en tanto proceso de autoconsumación conlleva la
unidad indisoluble entre éstas. Así, la tarea principal de la filosofía tiene que ver
ahora con la explicación de esta experiencia de unidad entre el hombre y el
mundo que hace posible todo conocimiento, y no ya directamente con la pregunta
sobre la validez y posibilidades
del conocimiento.
En este punto nos
detendremos en el desarrollo particular que cada autor realiza sobre el tema con el
animo de analizar la nueva concepción de conocimiento y subjetividad propuesta
en su filosofía, la cual, a nuestro modo de ver, presenta otro momento importante
de la filosofía moderna en el que ya se anuncia el surgimiento de un nuevo pensar
filosófico: la crítica a la razón y a la filosofía del sujeto emprendida por Nietzsche,
Marx y Freud.
EL IDEALISMO ALEMÁN Y SU CONCEPCIÓN DE SUJETO
El denominado idealismo alemán, como quedó dicho en la Introducción del
presente Módulo, se caracterizó por haber hecho una filosofía de lo absoluto.
Fichte, Schelling y Hegel, quienes se cuentan entre sus máximos representantes,
llevan a cabo una tematización profunda de lo que significa para ellos lo absoluto,
ofreciendo con ello una nueva concepción del conocimiento, la ciencia y la misma
filosofía. Es de suponer que resulta imposible exponer de manera detallada lo que
los autores en mención desarrollaron sobre estos temas, teniendo en cuenta
solamente la extensión de su obra filosófica. Interesa, más bien, exponer las ideas
directrices de sus planteamientos con el ánimo de introducir la problemática sobre
el conocimiento y la subjetividad contenida en su obra y, de esta manera, provocar
a su vez la reflexión y la discusión tanto con los planteamientos desarrollados por
Descartes y Kant como con la situación que actualmente se vive en el mundo.
Fichte y el yo absoluto como fundamento de todo conocimiento
Se debe recordar que para Kant el sujeto tiene como principal actividad la
determinación de las posibilidades del conocimiento. El límite del poder del sujeto,
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del yo, en Kant es, en este sentido, la intuición sensible. La esencia de las cosas,
lo que Kant llama el noumenon, no podía ser conocido por el sujeto. Así, se suele
afirmar que el autor de la Crítica de la Razón Pura estableció los límites formales
del conocimiento en la medida en que reconocía la imposibilidad de la razón para
determinar el conocimiento de la esencia de las cosas. Para Fichte, por el
contrario, el yo es principio formal y material del conocimiento. El sujeto no
establece únicamente las posibilidades formales del conocimiento sino también
sus posibilidades materiales, es decir, lo que sean las cosas en sí mismas. El
poder asignado al sujeto para establecer no sólo la forma en que conocemos los
objetos sino también su esencia es lo que comúnmente se ha entendido por
idealismo absoluto.
La tesis de Fichte significa que la actividad del yo corresponde no sólo a la razón
sino también a la realidad. Esta idea del yo, como se verá a propósito de Hegel y
Schelling, supone la unidad del sujeto y el objeto. Si bien el yo, en cuanto principio
creador, es quien crea al sujeto y al objeto; él no se encuentra por -fueraǁ de ellos,
a modo de una sustancia suprasensible. El yo por ser justamente principio de
creación del sujeto y del mundo, es parte constitutiva o fundamental de éste. Su
actividad es considerada como infinita y absolutamente libre. El -Yoǁ inicial
fichteano no sólo no es un -Yoǁ individual ni una substancia análoga a la
substancia de Spinoza, sino la actividad moral de la conciencia. De este -Yoǁ
místico inicial, infiere Fichte el -Yoǁ singular, por el que entiende no un sujeto
absoluto, sino tan sólo un sujeto humano limitado o -Yoǁ empírico, al que se
contrapone la naturaleza, también empírica.
De ello saca Fichte en conclusión que la filosofía teórica, después de admitir el -Yo
y el -no-Yo los contrapone necesariamente uno al otro en el marco del mismo -Yo
absoluto como resultado de su limitación o división. Siguiendo este original método
de -admisión, -contraposición y -síntesis, Fichte desarrolló un sistema de
categorías del ser y del pensar tanto teóricas como prácticas. La filosofía, de
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acuerdo con Fichte, ha de ser, como para Descartes y Kant, una ciencia, pero una
ciencia del yo, cuyo principio fundamental es el propio yo.
El conocimiento del mundo, del ser, es posible sólo por el sujeto, por la conciencia.
Lo que quiere decir que el fundamento del ser del mundo, ya no solo de la razón,
es el yo. Si el principio de creación del mundo es el yo, lo que significa en la
filosofía de Fichte que este se encuentra en una diferencia de grado con el sujeto
y el objeto, equivale a afirmar la unidad del yo bajo la fórmula yo = yo. Este, dice
Fichte en la Doctrina de la Ciencia, debe ser el principio de la filosofía como
ciencia. El principio de la nueva ciencia es el principio de identidad de la ciencia
matemática (A=A), pero con la diferencia que el fundamento de todo conocimiento,
y por ello el que afirma este principio, es el yo, pues desde el solo es posible la
afirmación A=A. El principio de la filosofía, como ciencia de las ciencias, debe ser
yo = yo. El principio A=A es, en este sentido, derivado del Yo en cuanto se
encuentra fundado en el. Por el contrario el principio yo = yo indica la plena
fundamentación de si mismo; no es un principio derivado de otro.
El yo, en otras palabras, es un principio de creación de si mismo, de auto creación,
razón por la cual se puede afirmar que es producto de su libertad, de su propia
acción. De lo anterior se puede sostener que el principio del yo, de la razón, de la
conciencia, y el principio de la realidad son el mismo y único principio. Pero se
debe aclarar que este principio no es estático sino dinámico. Lo propio de la
concepción del yo en Fichte es la de ser un principio dinámico de creación, dentro
del cual el conocimiento, por ejemplo, no es un estado sino una aspiración. En el
plano antropológico se traduce en que mi autentica identidad radica no en lo que
soy sino en lo que llego a ser.
La libertad es ante todo una conquista, es el ideal del romanticismo alemán: el
hombre es un esfuerzo continuo por llegar a ser lo que es, su naturaleza. Así,
afirma Fichte que -Es demasiado fácil ser lo que se es; no tiene ningún mérito.
Llegar a ser lo que se es, lo que se debe ser, éste es el camino de la filosofía y de
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la completa humanización. La conquista de la identidad, en la idea del mundo y la
realidad regidos por el principio creador del yo, supone el enfrentamiento a
obstáculos o dificultades. La concepción dinámica de este principio supone
concebirlo (al yo) no como una realidad idéntica a si misma sino como una
realidad
en
constante
transformación.
El
yo
como
principio
activo
de
transformación admite en su interior la negación, lo que no es y que necesita para
llegar a ser. El yo, de acuerdo con esto, está constituido en sí mismo por un no yo.
El yo, para ser el principio dinámico y creador, admite en sí mismo la existencia
del no-yo. Así, el mundo es el resultado de este principio dinámico entre ser y no
ser, entre un sujeto y un objeto finitos, limitados, creados sin embargo por un
principio infinito: el yo. Este, en la medida en que es una sustancia constituida por
el sujeto y el objeto, es originariamente finitud e infinitud, ser inacabado y plenitud.
En esta identidad del yo como finitud e infinitud se hace evidente el ideal
romántico: el yo infinito es el ideal del yo finito, teniendo en cuenta que aquel es la
idea de la humanidad para el hombre. Se parte del principio del espíritu, afirmando
la libertad plena en la conquista y espiritualización de la naturaleza. El
conocimiento surge de esta relación del yo con el mundo. El conocimiento es
concebido como la representación que el yo mismo produce del no-yo. Esto
significa que el no-yo es una construcción que parte de la experiencia de los
sujetos finitos, que en tanto dirigidos por el yo, buscan la verdad a partir de sus
sensaciones, intuiciones y juicios. La concepción de conocimiento que se deriva
de la nueva ciencia como filosofía del yo posee claramente un sentido moral. El yo
finito, expresado en los hombres individuales y en las comunidades, aspira al
saber absoluto como afirmación de su ser infinito.
De éste modo, la adquisición de conocimiento se convierte en la lucha continua
del hombre por llegar a un saber absoluto, el cual solo se adquiere liberándose de
los objetos con el fin de alcanzar una independencia absoluta. La misión del sabio
será, de este modo, la realización de la perfección, adquirida en un proceso
infinito. Asi, en su concepción del sujeto fundado en un yo infinito, incurre Fichte
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en una concepción mística del conocimiento y, por supuesto, de la vida: el saber
absoluto al que aspira el yo es Dios. Dios es el saber supremo, fundamento ultimo
de toda aspiración de identidad y perfección.
LA ÉTICA EN FITCHE
En ética, el problema capital, para Fichte, fue el de la libertad, problema que
despertaba un interés creciente en virtud de los acontecimientos de la Revolución
Francesa. De modo análogo a Spinoza, Fichte no ve en la libertad un acto sin
causa, sino una acción basada en el conocimiento de la necesidad ineludible. Sin
embargo, a diferencia de Spinoza, Fichte no hace depender de la sabiduría
individual el grado de libertad al que pueden acceder los hombres, sino de la
época histórica a que el individuo pertenece. No encontrando fuerzas para superar
las ilusiones engendradas por el atraso de la Alemania de su tiempo, Fichte
elaboró un proyecto utópico para organizar la sociedad burguesa alemana en
forma de -Estado comercial cerradoǁ. Expresando las peculiaridades del desarrollo
burgués de Alemania, dicho proyecto se distingue por una serie de caracteres
reaccionarios, entre ellos el de la excepcionalidad de la nación alemana.
LA DOCTRINA DE LA CIENCIA
Detengamos un momento en lo expuesto en su texto Doctrina de la ciencia con el
fin de precisar más su concepción de conocimiento y de ciencia. El límite del Yo
pienso es, sin embargo, la intuición sensible. Fichte arranca de la consideración de
que la cosa en sí es una quimera. El Yo es el único principio FORMAL y
MATERIAL del conocimiento. En eso estrictamente consiste el Idealismo: en la
ontologización del trascendental kantiano.
Lo que en Kant era sólo la condición de posibilidad del conocimiento, ahora
deviene condición de posibilidad también de la esencia del objeto. La actividad del
Yo concierne no sólo al pensamiento, sino también a la realidad. Es además una
actividad infinita, absoluta, libre. No es una deducción trascendental, sino
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metafísica. Es el Yo quien pone o crea el sujeto y el objeto en virtud de su
actividad creadora que es la intuición intelectual. La Doctrina de la Ciencia deduce
de este principio todo el mundo del saber. En la primera edición el Infinito y el Yo,
después será el Ser, el Absoluto, Dios en tanto que Yo. La filosofía, dice Fichte, ha
de ser una ciencia, en concreto la ciencia de las ciencias. Su principio es el Yo: el
ser para nosotros, el objeto, es posible solo bajo la condición de la conciencia del
sujeto, la cual se es posible bajo la condición de la autoconciencia.
El principio de la ciencia es, como se afirmaba, el de la identidad A=A. Pero el
fundamento de A=A es el yo que dice: A=A, y este yo es Yo. De aquí que el
principio supremo de la ciencia no sea A=A sino Yo=Yo!. Mientras A=A, es
consecuencia o derivado (del Yo). Yo=Yo no es puesto por otro diferente de él
mismo: Y ésta es la auto creación del Yo. El ser del Yo es el fruto de su acción, el
resultado de su libertad. «En el principio era la Acción”. El principio de la realidad y
el principio de la racionalidad son el mismo principio, o sea el principio de la lógica.
Tal principio (el principio de identidad) no es una afirmación estática e inmóvil ("A",
"Yo"), sino una acción en que el Yo se pone igual a si mismo.
En teoría no cambia nada, en realidad cambia todo: entre el Yo y el Yo=Yo media
el abismo que media entre la muerte y la vida, entre la inmovilidad y el dinamismo,
entre la esterilidad y el pensamiento. Ser lo que se es, es fácil, no cuesta nada.
Llegar a ser igual a sí mismo, es decir, devenir uno mismo, es la máxima
conquista a que aspira el romántico. No lo que soy, sino lo que llego a ser
constituye mi auténtica identidad. Decir Yo es no decir nada; decir Yo=Yo"
significa poner en movimiento una acción, una tensión, una realización, una
conciencia, un saber, una historia, una vida! Es demasiado fácil ser lo que se es;
no tiene ningún mérito merito. Llegar a ser lo que se es, lo que se deber se, éste
es el camino de la filosofía e de la completa humanización.
Conviene recordar que estamos en plena Revolución Francesa. Las libertades
conquistadas son las únicas auténticas. Fichte dice que el Yo no sería Yo si no
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encontrase frente a sí el obstáculo de un No-Yo. El Yo no sólo se pone a sí
mismo, sino que opone a sí mismo un No-Yo. Pero siempre del Yo y en el Yo. El
Yo habiendo puesto por necesidad al No-Yo se descubre limitado por ello. Eso es
el mundo: Un sujeto y un objeto ambos finitos que se oponen (Yo y Naturaleza).
Pero ambos han sido puestos por el Yo infinito. Esa es la nueva metafísica del
Espíritu y del Sujeto: la explicación de la realidad toda a partir del Yo.
Obsérvese que: Los momentos no son cronológicos, que el Yo es finito e infinito,
que lo infinito está junto a lo finito, que el Yo puro no es sólo sustancia sino meta.
El Yo infinito es la sustancia y la misión del Yo finito: el hombre es un esfuerzo
(Streben) infinito hacia la libertad, una lucha inagotable contra el límite (es decir: la
naturaleza y los instintos egoísticoirracionales).
El Yo infinito es el deber-ser del Yo finito, como el Yo es la humanidad para el
hombre. Por lo tanto el hombre debe humanizar (espiritualizar) el mundo. La
esencia del Yo es el streben. Se introduce el CONCEPTO.
El Idealismo exalta la libertad del sujeto, y llega a la naturaleza sólo partiendo del
espíritu: este camino muestra que ser hombre significa esfuerzo y conquista. Optar
entre una y otra posibilidad debiera ser una cuestión de inclinación personal. Al
débil le conviene la vía dogmática; pero el hombre fuerte, el ciudadano valiente,
prefiere el esfuerzo, como -elección en profundidadǁ. Fichte intenta de todas las
maneras posibles, mostrar que sólo el Idealismo explica el mundo y que el
dogmatismo, en última instancia, no explica ni el Espíritu ni la Naturaleza. De la
relación Yo-mundo nace el conocimiento (representación). La representación es el
producto de la actividad refleja del Yo mismo que produce el No-Yo. Pero el No-Yo
parece sostenerse por sí mismo, por encima del Yo, en el acto de la
representación (imaginación productiva inconsciente).
La imaginación es el acto de concebir no sólo la forma sino las condiciones
materiales de la representación, y como acto originario e incognoscible (es éste
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uno de los momentos más obscuros del conocer). El No-Yo no es una
construcción de la imaginación sino un dato empírico que progresivamente vamos
interiorizando (a través de sensaciones, intuiciones. Intelecto, juicio, razón.). La
relación entre el Yo y el No-Yo constituye el conocimiento y la acción moral. La
actividad del No-Yo sobre el Yo constituye la representación; la actividad del Yo
sobre el No-Yo constituye la acción moral. La exigencia moral es el auténtico
significado de la infinitud del Yo. El Yo es infinito en cuanto se convierte en tal,
desvinculándose de los objetos que él mismo pone porque sin ellos su libertad
infinita no sería posible.
La acción moral es el constante esfuerzo por vencer la resistencia del objeto y por
realizar la independencia del Yo que no puede negar la libertad del otro. Es el
reconocimiento, en concreto, de los límites originarios de la libertad lo que hace
del Yo un individuo particular. Los diversos Yo limitados han de reunirse para
obtener la libertad, cooperando en una reciprocidad de acción que funda la
comunidad ética (Iglesia) y política (Estado) y también la comunidad de los sabios.
La comunidad de los sabios (o de los doctos) es una clase particular en que cada
uno reivindica la capacidad de investigar libremente. La misión del sabio, el único
fin verdadero de la sociedad humana, es la realización de la perfección moral a
través de un progreso infinito. Sólo los doctos pueden guiar a la sociedad por esta
vía y de ahí Su especial responsabilidad.
El Yo es infinito y finito al mismo tiempo en el hombre: lo finito se identifica con lo
infinito. ¿Pero, se agota lo infinito en lo finito? ¿La divinidad se agota en el
hombre? El segundo Fichte dice que no. El saber humano no es un Absoluto que
reposa en sí mismo, sino sólo Su imagen, la exteriorización: es el ser de Dios
fuera de Dios. La metafísica fichteana culmina en el misticismo de Dios, limite
superior del saber, que destruye todo saber en la luz divina. El pensamiento
muestra la -existencia de Diosǁ, su revelación, pero el Ser está más allá. En el
principio era el Logos.
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Partiendo del reconocimiento de lo infinito como principio de deducción de la
naturaleza finita, Fichte llega a reconocer el principio infinito más allá del Yo. ¿Hay
ruptura o continuidad entre Yo y Dios? ¿Fractura o profundización? (eso último
dicen los intérpretes más modernos). La historia es el progresivo realizarse de la
razón en su libertad; es el desarrollo de la conciencia y del saber, desde la
determinación del instinto a la plena libertad de la razón.
HEGEL Y LA IDEA DEL ESPÍRITU ABSOLUTO
La mayoría de historiadores de la filosofía coinciden en afirmar que la filosofía de
Hegel debe ser considerada como el culmen del idealismo alemán. Sin pretender
dar esta visión lineal del desarrollo de este período de la historia de la filosofía,
como queda planteado en la introducción del módulo, se presentarán las ideas
básicas de su filosofía, haciendo especial énfasis en su concepción del
conocimiento y de la ciencia.
Existen dos conceptos esenciales que estructuran todo el sistema de la filosofía de
Hegel: la Naturaleza y el Espíritu. Hegel, al igual que Fichte, se propone la tarea
de integrar estas dos realidades que en la tradición filosófica han sido
consideradas como separadas y antagónicas.
Hegel considera que la filosofía de Kant es tal vez la más original de la filosofía
moderna, pero con la desventaja que el autor de la Crítica de la Razón Pura no
había logrado hacer de su filosofía un sistema absoluto en donde se integren
realmente el espíritu y la naturaleza.
Hegel, compartiendo la crítica de Fichte a Kant, considera que el sujeto tiene el
poder ilimitado para el conocimiento del mundo. Para el autor de la
Fenomenología del Espíritu no existe un sujeto limitado que aspire a un
conocimiento absoluto que, en definitiva, nunca va a obtener. La tesis de Hegel
consiste en sostener que es plenamente posible un conocimiento absoluto del
mundo porque el sujeto de este conocimiento es en si mismo absoluto.
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La filosofía, para cumplir el propósito de un conocimiento absoluto, debe
corresponder a la idea de una ciencia que sea concebida ante todo como un
sistema absoluto. De hecho para Kant había una concepción de la filosofía como
sistema, pero este quedaba restringido como sistema de la razón, y como ya se
dijo, sometido a una tarea infinita. De allí que la palabra Volkgeist signifique el
espíritu del pueblo.
Para Hegel, por el contrario, la concepción de sistema posee una dimensión real y
conceptual. Partiendo de la tesis de que solo la totalidad es verdadera, ya que lo
parcial o limitado es un momento falso de la verdad, afirma el filósofo alemán que
esta, la totalidad, debe ser esencialmente sistemática. Solo la totalidad, el sistema,
es verdadero, en la medida en que las partes o elementos que componen el
sistema tienen carácter de verdad únicamente en función del todo del sistema.
Esta idea de sistema aparece claramente en el prefacio a la Fenomenología del
Espíritu: «la verdadera figura dentro de la cual existe la verdad no puede ser sino
el sistema científico de esta verdad». La verdad, entonces, es concebida como la
articulación de cada parte con el todo, donde el todo a su vez esta compuesto del
sistema de esta articulación.
En sus escritos de juventud en Jena Hegel ya planteaba esta concepción de la
filosofía de acuerdo con la cual todo el saber de la filosofía de la tradición queda
contenido en la idea de sistema. Las demás filosofías son, si se quiere, partes o
pequeños sistemas de ese gran sistema que él se propone construir bajo la idea
del espíritu absoluto. De este modo, se suele decir que la filosofía de Hegel lleva a
sus últimas consecuencias la noción de sistema haciendo de esta, de su filosofía,
el sistema de todos los sistemas
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