Ciclo Básico y Secundario San Luis. Un medio geográfico difícil “La aridez general a la que se somete todo el territorio, los magros suelos que ocupan enormes dimensiones, la escasez del agua, son algunos de los elementos que sirvieron de escollo ante las primeras intenciones de conquista y de colonización. Esto, sin mencionar la presencia del indígena, que dificultaba especialmente la ocupación de las planicies. Tal como la bibliografía que desarrollaron científicos, militares y viajeros hasta principios del siglo XX, San Luís fue en el imaginario social “La diversidad ambiental que la pródiga naturaleza ha brindado al conjunto provincial es notable: sierras a las cuales la y político de aquel vegetación accede, organizada en pisos bien definidos por largo período, una adaptación y especies, profundas quebradas cinceladas en la tierra de paso, una montaña y donde bosques en galería se exponen con todo su travesía peligrosa más esplendor, vastas depresiones con escasa vegetación que que una tierra gradualmente se ralea en dirección a extensas salinas. Completan estos ambientes los valles y la enorme planicie promisoria para vivir. pampeana. No cabe duda En estas variadas formas, el hombre ha ido modelando un que el tiempo conjunto de paisajes singulares mediante la marcha de más de demostró lo contrario, cuatro siglos de trabajo y con la ayuda gradual de herramientas, en los primeros tiempos, de tecnología avanzada y pero todavía hoy elementales de precisión en el presente, y que, en algunos casos, quedan las secuelas de respondiendo a la lógica autodestructiva del modelo neoliberal, esa mirada en parte pone en riesgo el delicado equilibrio entre hombre y naturaleza” engañosa y en parte (Espinosa, D. 2001) cierta de la oferta del medio natural. San Luis se reparte entre sierras y planicies. El sector norte es serrano. Participando de la región de las Sierras Pampeanas –una unidad geomorfológica que se extiende hasta el Aconquija en Tucumán- estas montañas se reparten en todo el espacio septentrional de la provincia. En San Luis, la composición de estas montañas puede ser muy antigua. La sierra de San Luis, el bloque montañoso más grande, está compuesto por un basamento ígneo metamórfico con materiales rocosos que van del Proterozoico Superior hasta el Paleozoico (tiempos muy antiguos de la Tabla Geológica). Sin embargo, las montañas formadas en estos materiales, luego de haber pasado por diversos procesos, conforman modelados modernos, levantados finalmente con la fuerza del plegamiento andino y que todavía hoy dan cuenta de los procesos erosivos a los que se encuentran sometidas. Entre estas sierras – San Luis, Comechingones, Varela, La Estanzuela, San Felipe- y otras de origen distinto como el discontínuo sistema occidental Sierra: cordillera de dimensiones relativamente pequeñas y generalmente de un solo filo o plano (Quijadas, El Gigante, cuspidal, con las dos vertientes laterales Guayaguas), se explayan espacios correspondientes. (Diccionario Ríoduero de deprimidos que en general son Geografía, Madrid, 1974) resultado de bloques que se hundieron frente a los que se elevaron. Forman, según la denominación serripampeana: bolsones, llanos y valles. Tal es el caso de la extensa depresión occidental y el valle tectónico de Concarán o Conlara. Este es un extenso corredor alargado montado sobre un bloque hundido y encerrado entre los sistemas montañosos de San Luis y Comechingones. Este juego de bloques elevados y hundidos, son resultado de territorios antiguos que, debido a su vejez y dureza, no toleraron las fuerzas orogénicas que, en el caso de los Andes, cordillera construida sobre materiales blandos, sí pudieron plegarse a grandes alturas. En el caso de San Luís, la rigidez y resistencia del conjunto rocoso lo obligó a quebrarse en fragmentos que ascendieron (montañas) y otros que se hundieron (valles y depresiones). Por el sur, a diferencia de este caos topográfico, bellísimo por cierto y del que saca provecho hoy la creciente actividad turística, es el dominio de la planicie. La extensa llanura responde a la gran unidad de la pampa, en su sección occidental. En ella los suelos, que han evolucionado en función del clima y en particular de las precipitaciones, dan lugar a tierras de secano con muy buenos rendimientos y a una ganadería selecta. Esto, de hecho, sometido al riesgo frecuente de la sequía y los incendios. Sobre la planicie, de notable arreísmo (ausencia de cursos de agua), sólo dos ríos incursionan por sus bordes, El Desaguadero Salado por el oeste, en límite con Mendoza y el Quinto al norte, atravesando la llanura mercedina. Las aguas superficiales se resuelven entonces solamente con la presencia de numerosas lagunas que predominan hacia el naciente y que sirven de abrevadero de las numerosas estancias que se reparten en la región. El relieve sanluiseño también se enriquece de formas originales. El cerro El Morro, se localiza en las puertas del vasto valle de Concarán. Esta magnífica montaña de estructura circular y con engañosa forma de volcán se presenta aislada en la planicie. Con una altura importante, encierra en su parte más alta una depresión salpicada de pequeños conos de origen volcánico que se acomodan en anillo en torno a la superficie colapsada. Son varias las teorías sobre su origen, mucho más llamativas son las leyendas en torno a su presencia. (Foto. Imagen satelital de cerro El Morro) Otra forma fascinante a citar como ejemplo es la sierra de Quijadas, hoy, Parque Nacional (1991). Su valor conjuga la belleza de una naturaleza poderosa que ha sabido ser preservada, su valor paleontológico, su impronta arqueológica, ya que fue visitado y habitado desde tiempo huarpe y el ser un hito histórico. La sierra –de tiempos cretácicos, de origen mesozoico- es un gigante “vaciado”, debido a la fuerza erosiva que socavó sus entrañas de areniscas rojas, vulnerables al paso del tiempo y a los agentes erosivos. Los ríos son ejes de vida en la provincia. Si bien la naturaleza no ha sido pródiga en cursos de agua, los que existen han permitido en muchos casos organizar las pequeñas sociedades, en especial en los bordes serranos desde donde desaguan depositando en las planicies el rico elemento cargado de sedimentos. En torno a ellos una profusa literatura y un destacado folklore dan cuenta de la importancia que el agua ha tenido desde temprano en la historia local. Los más relevantes son el Quinto, el Quines y el Conlara, debido a que en torno a ellos se han desarrollado pueblos e importantes economías cuyos productos en otros tiempos recorrieron el territorio nacional. Se alimentan de una red destacada de arroyos que atraviesan el espacio serrano para desaguar en las planicies donde culminan con sus aguas evaporadas o infiltradas en los suelos arenosos y permeables. Cuando no, el agua, recolectada en embalses sirve de base para una red de canales que llegará a pueblos y ciudades donde se les dará un mejor uso. Esta red hidrográfica se compone de arroyos de corto recorrido, escaso caudal y de régimen simple, es decir, pluvial o pluvio – nival, según el tiempo y la estación. Son en muchos casos, no obstante, ríos bravos, de caudal violento en sus crecidas. Evidencia de su fuerza temporaria los lechos tapizados de enormes piedras y bloques arrastrados y redondeados por la fuerza del agua. Más allá de las limitaciones aparentes que muestran, son –junto a las quebradas y vallecitos que labran- lo más bello del paisaje natural sanluiseño. Verdaderos paraísos y magníficos ecosistemas que atrapan al turista y en especial a los buscadores de escenarios para fotografiar. (Foto. Sierra de las Quijadas) Chutunsa, Rosario, Luluara, Luján, San Francisco, El Tigre, Cortaderas, Los Molles, son nombres que van quedando en el recuerdo y que se reafirman cada vez que se cruzan los numerosos badenes de ruta cuando se va jalonando la montaña o atravesando la sierra. El clima, quizás la fuente generadora de toda forma y paisaje, es fundamental mencionarlo. En San Luis, es templado continental. Es decir que las temperaturas si bien, no son extremas como en climas cálidos tropicales o fríos, se presentan pronunciadas en las estaciones extremas: en verano, las mismas pueden ascender por arriba de los 30 grados y en invierno, los días más fríos pueden tener varios grados bajo cero. Esto es por la influencia continental, ya que en las proximidades del mar, éste suaviza notablemente la temperatura. (Clima Marítimo u oceánico). Por la misma condición de continentalidad la humedad llega de modo más limitado. En este sentido, hacia el este, el clima es de tipo subhúmedo, con precipitaciones que superan los 500 mm, y algo mas sobre parte de las sierras de San Luis, donde se detectas registros de + de 700 mm anuales. Hacia el oeste, las precipitaciones disminuyen considerablemente, por debajo de los 300 mm, en especial hacia el noroeste, donde el desierto es acentuado. Esto es muy importante tanto para el asentamiento humano, el cual se ve obligado a replegarse hacia los bordes serranos, desde donde captar el agua necesaria, o hacia el este, donde se acentúa la actividad agropecuaria, que encuentra aquí suelos y pasturas mejores. La vegetación natural es respuesta directa al clima. Sometida a los rigores climáticos la masa forestal varía y se adapta a las condiciones locales. En general un manto boscoso original se distribuye sobre el territorio. Constituido de árboles leñosos, adopta el nombre local de monte, formación que en su parte septentrional es parte de la llamada provincia fitogeográfica chaqueña. Su dispersión y densidad depende naturalmente de las condiciones de humedad imperantes y por otro, especialmente hoy, a la actividad humana de explotación, que en las últimas décadas, lamentablemente ha provocado un retroceso acentuado del bioma en cuestión. El daño ya es irreparable hacia el sur, arrasando con los bosques de caldén, hacia el norte, en busca del quebracho primero y del algarrobo en tiempos modernos. Del mismo modo hoy, sobre el valle de Concarán, las explotaciones agropecuarias están deteriorando sensiblemente el monte que cubría el norte de este valle. Algunas especies relevantes del monte puntano son: algarrobo, quebracho, caldén, tala, chañar, espinillo. Entre las arbustivas, la jarilla y el piquillín. Fueron el “oro verde” que en parte justificó la ocupación del suelo sanluiseño. Una riqueza invaluable que cubrió las demandas del consumo regional y las necesidades de las pequeñas unidades familiares de otra época. Hoy, son víctima de la abusiva explotación del modelo de mercado. Haciendo referencia a la capacidad de adaptación al medio por parte de la flora puntana, cabe citar las especies halófilas, próximas a las salinas, al oeste de la provincia. Se cuenta con jume y zampa, que resisten vigorosamente los suelos salinos, olivillos se desarrollan sobre los suelos extremadamente arenosos, en algunos casos cubriendo y fijando los médanos que en el pasado ponían en peligro los cuadros de cultivo en el sur. La diversidad de especies como de formaciones vegetales fue una de las razones que justificaron la conquista y ocupación de esta tierra. Hoy está en peligro debido a las incorrectas intervenciones del hombre, en especial en las últimas décadas. Incendios, explotación del bosque y avance de cultivos, explotación de aromáticas, salinización excesiva de suelos, erosión, son las causas que ponen en peligro la diversidad biológica del medio natural en San Luis. Este medio complejo y duro fue el escenario que los primeros habitantes tuvieron que conquistar. De hecho, la relación que se construyó entre naturaleza y pueblos indígenas fue estrecha y sustentada en una magnífica capacidad de comprensión y adaptación de los indígenas al ecosistema. Las regiones y sus ambientes Sobre el vasto cuadrilátero provincial, y como resultado de la combinación de formas provenientes del variado dispositivo natural y por otra parte, de la gestión humana desplegada en el tiempo, se reconocen las siguientes regiones: La sierra de San Luís La sierra es un referente indiscutible en la geografía sanluiseña: su silueta es parte indiscutible del paisaje y además, fue un hito en el proceso histórico de ocupación en estas tierras. “Cabe señalar que Renca, localizada sobre el borde oriental del macizo serrano y al borde del Conlara, fue la verdadera capital económica del territorio, mientras la ciudad se debatía entre malones y tiempos de subsistencia. Renca era el centro de acopio más importante y hacia allí se dirigían los productos tanto serranos como de un ámbito importante de la región cuyana. Lana, tejidos, minerales que luego, por el valle enfilaban hacia el norte, el Alto Perú, obligados a seguir el largo derrotero signado por la metrópoli española.” (Espinosa, 2001) La presencia de la sierra de San Luis fue desde los primeros tiempos de conquista, el escenario panorámico que acompañó la vista de los primeros colonos. Este “bastión” serrano brindó la necesaria protección frente al peligro del indígena y “es en ella o en torno a ella que se configuró el primer esquema de asentamiento”. Con sus casi 4.000 km2 es un original espacio recorrido por una densa red hídrica, compuesta de ríos y arroyos que genera todo un estilo de vida. (Foto. Una vista de la sierra sanluiseña) Unidad propiamente sanluiseña, este extenso territorio de forma oval, tiene orígenes geológicos singulares: es una unidad moderna hecha sobre materiales antiguos, de origen paleozoico. Su morfología se asemeja al resto de las sierras pampeanas: “una ladera oriental extensa y de escasa pendiente, alterada –en el caso de la de San Luis- por dos niveles topográficos, uno, el más alto, propio de la penillanura rejuvenecida, y otro inferior, donde se localizan pampas de altura. Los ríos han profundizado el relieve general a medida que el conjunto sufría los movimientos de ascenso, que se resuelve en extensos y pronunciados cañadones. La falda occidental constituye un frente de falla, pronunciado y enhiesto, generándose así una estructura disimétrica de marcada pendiente hacia el occidente y una suave y escalonada hacia el oriente. Todo el conjunto ha sufrido las fracturas que obran a modo de divisoria de aguas. Desde allí, los ríos toman dos direcciones generales: norte y sureste.” (Espinosa, 2001) Desde las fracturas han aparecido conos de origen volcánico cuyos conjuntos más relevantes se localizan próximos a La Carolina, y en el borde oriental de la sierra: los Cerros del Rosario. También el Morro es parte de este conjunto de formas. Toda la región serrana presenta un aspecto rural y tranquilo cuyo espacio se reparte entre coironales cuyo tono amarillento contrasta con el tono grisáceo de las figuras pétreas de los cerros dominantes. Donde los arroyos atraviesan el terreno, los cortes profundos muestran la riqueza de los espesos suelos que se reparten entre las rocas y que aflora del conjunto granítico. Allí, en los vallecitos labrados por los cursos de agua, se levantan las escasas viviendas rurales rodeadas de pequeños montecitos al abrigo de las temperaturas imperantes, que por lo general presentan promedios mucho más bajos que en el resto del territorio sanluiseño. De todos modos el paisaje cambia gradualmente desde las planicies al centro de la sierra. Los pisos de vegetación se definen mostrando primero y en los terrenos más bajos, el denso monte xerófilo para finalmente dar lugar al estrato herbáceo que domina en las mayores alturas. Por el oeste, y labrando la acentuada pendiente de la montaña los ríos trabajan profundas quebradas donde el bosque en galería da lugar a paisajes de encanto. Tal es el caso de las entradas serranas trabajadas por ríos como el Amieva, el Nogolí y el Claro. El noroeste seco Sobre un extenso ángulo noroeste de la provincia y localizándose entre la depresión del río Desaguadero y la sierra de San Luis, se extiende la dilatada depresión que alberga este espacio provincial. La drástica disminución de las precipitaciones, que quedaron entrampadas en el sistema serrano, hace de esta unidad la más seca del territorio. Las lluvias oscilan entre 400 y 250 mm de este a oeste y con ello se configura un espacio donde domina un monte denso xerófilo tanto arbóreo como arbustivo y donde las especies adaptadas resisten la escasa humedad y los sectores salinos. Chañares, talas y algarrobos por citar algunas especies, asociadas a piquillines y otros arbustos conforman parte de la rica diversidad de este conjunto vegetal. Hacia el noroeste es el dominio de las jarillas; la vegetación en esa dirección se torna escasa en formas y densidad. (Foto. Parque Nacional Sierra de Las Quijadas) Los lechos secos de los arroyos que han dejado su caudal a pocos kilómetros de haber abandonado la sierra, sólo se activan luego de las escasas tormentas que se desencadenan en el verano. Es el momento oportuno para desviar agua hacia las represas, fuente invalorable para puestos y estancias dispersas en la región. De todos modos, la presencia de agua subterránea permite que algunas empresas con capitales puedan bombear agua para asegurar cultivos y ganadería, en un proceso de inversiones nuevo del que sólo pocos participan. La estructura física de la unidad cierra en una depresión central longitudinal cuya divisoria de aguas localizada a mitad de recorrido del territorio orientando la red hidrográfica de lechos secos hacia el norte, en dirección a las Salinas Grandes, mientras que hacia el sur el sistema culmina en la Salina del Bebedero. A excepción de estos núcleos, mayoritarios a los mil habitantes, que crecieron con ritmo acentuado en el último censo nacional, toda la región es deficitaria en población. El censo de 1991 indicó una profunda pérdida demográfica en los departamentos que componen esta región así como para los departamentos de la sierra. Es una región de frágil ambiente. A las viejas prácticas económicas, donde la tala indiscriminada y la expansión del caprino provocaron daños severos al ecosistema, se suman ahora prácticas especulativas que ponen en serio riesgo al sector. El noroeste es un espacio valorable y que depende de severos cuidados para aprovechar sus posibilidades económicas que, por cierto, no son pocas. El valle de Concarán Entre la sierra de Comechingones al este, y la sierra de San Luis, por el oeste, se encuentra esta unidad original cuya morfología se pone en duda. Dice Gaignard “¿Valle? ¿Alta planicie? ¡Digamos que un pedazo de pampa en el corazón de la montaña! Una llanura agrícola y pastoral pero que tiene ya un estilo “serrano” íntimamente ligada durante siglos a la vida y evolución de la montaña” (Gaignard, R. 1966) En efecto, ocupando unos 4000 km2 de superficie y con alrededor de un centenar de kilómetros de extensión de norte a sur, esta enorme fosa geológica (graven) bien delimitada por las unidades serranas ya señaladas, conforma un valle de origen tectónico. La entrada al valle está indicada por el gran centinela: el cerro del Morro, silueta original en la literatura geológica y que deparó más de una hipótesis sobre su aparición en superficie. De allí y hacia el norte el valle adquiere una estructura singular nada difícil de describir pero no por ello exenta de complejidad. (Foto. El valle de Concarán en una ilustración de una obra de Ochoa de Masramón) Este espacio semi cerrado se compone de dos frentes laterales, uno lo constituye el Comechingones, un enorme abrupto de falla, parte de “una tectónica brutal y reciente” (de origen moderno), cincelado por la densa red de arroyos que desciende y que rápidamente se insume antes de entrar en contacto con las gruesas series sedimentarias. Por el otro extremo, el occidental, el río Conlara, inevitable colector de los arroyos que descienden de la sierra de San Luis, pone límite al valle a la vez que establece contacto con el revés de cuesta de la montaña citada, que desciende gradualmente hacia el valle. En el centro de estos notables límites, está la planicie, una fosa rellena que conforma el soporte del valle, toda una planicie central salpicada hacia el sur por serranías menores (de San Felipe, La Estanzuela, Tilisarao, Naschel) No sólo las sierras marcan la diferencia entre la sección norte y la sección sur del valle, se suman las diferencias climáticas y la vegetación. Sobre el norte el monte –un bosque seco de sotobosque espinoso- todavía gana terreno a la ganadería y a las modernas instalaciones agrícolas mientras que en el sur la planicie se cubre de una cubierta herbácea – un coironal- dominante sobre la cual se reparten isletas de monte Las vías de circulación fueron pavimentadas generando verdaderos circuitos que entramaron los dos márgenes del valle. Por otro lado, la frontera hasta el momento insalvable de La planicie meridional El sur de San Luis presenta un paisaje nuevo y muy particular. Es el resultado del encuentro entre el medio físico de las planicies, “un verdadero retazo pampeano” (Zamorano, M. 1989) y de una ocupación humana tardía. Con excepción del norte de la región, estrechamente vinculada a las sierras y a la ciudad de San Luis (con cuatro siglos de existencia), y donde la actividad agropecuaria se remonta a la práctica de las primeras vaquerías, el resto, una vasta y dilatada llanura, corresponde a un modelado nuevo por parte del hombre. Con mayor nivel de resolución, se pueden identificar tres grandes ambientes en la región: al norte, el conjunto de la planicie pedemontana y la llanura mercedina; al este, un espacio más proclive a las precipitaciones y en donde la provincia fitogeográfica bonaerense introduce una estepa herbácea conveniente a la ganadería; finalmente, hacia el oeste de la región, un espacio de monte en donde la sequedad aumenta en dirección a la depresión del río Desaguadero. Allí el monte más abierto y asociado a especies arbustivas da lugar a estancias más grandes y numerosos puestos a la vez que gradualmente disminuye la capacidad ganadera debido a las dificultades del medio.” (Foto. Planicie con caldenar) Fuente: Espinosa, D.O.; Fernández, M.L. y Oliveira, M.A. (2996) Mapa regional de la provincia de San Luís. (Espinosa, D. 2001)