La familia tolerante Claves para educar en la

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EDUCACIÓN
La familia tolerante
Claves para educar en la tolerancia
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra y miembro fundacional del Teléfono de la Esperanza.
PA L A B R A S C L AV E :
Familia, educación, respeto, tolerancia, intolerancia, asertividad, inseguridad.
,SH\[VYHJV[HLSZPNUPÄJHKVKL[VSLYHUJPH`SVKLZSPUKHKL
ce unas claves para progresar en este camino. Por otro
actitudes que obedecen a otros conceptos como pue-
lado, se detiene en el comportamiento intolerante, dedi-
den ser indiferencia o pasividad. Comportamientos a los
cando especial atención a la familia, la cual pude interve-
que denomina falsa tolerancia. Considera el ser tolerante
nir con diversas estrategias dirigidas a inculcar el respeto
como un proceso dinámico que se va aprendiendo y ofre-
o reforzar la autoestima.
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PROYECTO
La palabra tolerancia tiene diversas acepciones: desde
el sentido médico de acostumbramiento a un producto
o droga (así decimos, fulanito tolera muy bien el alcohol
V[HSVJ\HS[YH[HTPLU[VOHZ[HLSZPNUPÄJHKVTmZWZPJVS}gico, que hace referencia a la capacidad de una persona
para admitir las diferencias con sus semejantes. En esta
dirección se expresa el Diccionario de la Real Academia
,ZWH|VSHJ\HUKVKLÄULLS]VJHISV[VSLYHUJPHJVTV¸YLZpeto y consideración hacia las opiniones o prácticas de
los demás, aunque repugnen a las nuestras”.
Ser tolerante no es igual a ser
condescendiente
Ser tolerante no es sinónimo de aceptar todo lo que nos
THUPÄLZ[H LS V[YV UP KL [YHUZPNPY LU [VKHZ SHZ VJHZPVULZ
con las propuestas de nuestros semejantes. La tolerancia
se basa en la capacidad para comprender al otro, pero sin
fundirnos con él ni con los mensajes que nos transmite. Es
decir, el tolerante es el que admitiendo las diferencias, no
las agrede ni las ridiculiza y es respetuoso con los demás,
aunque no claudica de su posición o criterio.
Somos tolerantes cuando aceptamos el fallo del otro ( una
mala maniobra con el automóvil, por ejemplo), una valoración negativa de nuestro quehacer o bien una posición
contraria sobre educación, religión, política o la misma
ideología sobre la vida. Y en todos esos casos, lo opuesto
o diferente, no se vive como una agresión, sino como una
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Así, ser tolerante en la familia, por ejemplo, implica un respeto mutuo entre todos sus miembros, siempre y cuando
las opciones personales no perturben la estabilidad y el
buen funcionamiento de todo el colectivo.
,ULZ[LZLU[PKVWVKLTVZHÄYTHYX\LSHZYLSHJPVULZO\manas son como las cuerdas de una guitarra: necesitan
de un tono especial (ni más ni menos) para funcionar adecuadamente; si se tensan mucho se rompen o por contra,
no suenan bien.
.YmÄJHTLU[L SV L_WYLZHIH -YL\K HS HÄYTHY X\L SH JVUvivencia entre los seres humanos se parece mucho a la
relación de las amebas con su medio. Esos microorganismos, a través de sus pseudópodos, se relacionan con
Z\ LU[VYUV WLYV ZPU X\L Z\ U‚JSLV ZL TVKPÄX\L ,S ZLY
humano deberá aprender a comunicarse con los otros,
pero sin renunciar a su propia esencia y criterio. El tolerante, pues, no reniega de sus creencias o valores, pero
al mismo tiempo tiende un puente de comprensión y de
acercamiento hacia las ideas o actitudes de sus semejantes. Se puede ser tolerante y no claudicar de las propias
convicciones.
Pero, para ser tolerantes se requiere un yo fuerte, no rígido, que admita al otro en toda su amplitud y que sus
diferencias no se vivan como amenazas contra uno misTV,UKLÄUP[P]HLSPU[VSLYHU[LLZ\UZLYKtIPSX\LZLKLÄLUKLHU[LJ\HSX\PLYZP[\HJP}UKPMLYLU[LVPULZWLYHKH:\
debilidad le lleva a sentirse amenazado por todo lo que se
sale de su esquema de valores. Su única respuesta es la
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Por esto, el gran antídoto contra la intolerancia es la asertividad: esa seguridad psicológica en nosotros mismos que
nos permite, incluso renunciar a nuestros propios deseos,
sin miedo a ser destruidos o que el otro nos anule.
Falsa tolerancia, en la familia
En nuestra convivencia cotidiana podemos observar comportamientos que pueden parecer tolerantes pero que no
lo son. He aquí, algunos ejemplos:
Dar siempre la razón a los hijos
Andrés es, según su criterio, “un padre tolerante”. Su
máxima es “dejar hacer”. No importa lo que le pida su hijo
adolescente: salir por la noche, marcharse al cine con los
amigos, etc. siempre dará un sí como respuesta. Pero,
esto ¡no es tolerancia! Quizás lo que ocurre es que teme
que su hijo no le respete y por eso no sabe poner límites a sus demandas. Por el contrario, el padre tolerante
es aquel, que en cada circunstancia analiza la decisión
a tomar, y opta, no por la más fácil, sino por la que más
favorezca al hijo y a toda la familia.
Dar consejos y soluciones en latas
Ante la comunicación de un problema, el intolerante, que
no puede soportar la angustia, responde con recetario de
soluciones: “debes hacer tal o cual cosa; lo más conveniente sería esto o aquello...” Y esto, en muchas ocasiones, sin escuchar al otro. Es decir, lo que ocurre es que no
soporta el sufrimiento de su interlocutor, o mejor, su propia
angustia ante el problema de sus semejantes. Eso, pues,
no es tolerancia sino incapacidad para asumir la angustia
que proviene de fuera de uno mismo.
Aliarse con el hijo más aplicado
Enrique es un niño modelo: obediente, respetuoso, limpio
y ordenado. Nunca se queja de nada y es cumplidor de las
normas. Es un “niño pluscuamperfecto”, el reverso de su
hermano Juan distraído y desobediente. Ser tolerante, en
esas circunstancias, no es nada fácil: la primera intención
es consentirle todo a Enrique y negárselo a Juan. Pero
eso, ¡no es tolerancia! Los padres tolerantes son aquellos
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PROYECTO
El gran antídoto contra la intolerancia es la
asertividad: esa seguridad psicológica en
nosotros mismos que nos permite, incluso
renunciar a nuestros propios deseos, sin
miedo a ser destruidos o que el otro nos anule.
que tienen en cuenta las posibilidades de cada hijo e intentan desarrollarlas al máximo. Es decir, procuran medir
por el mismo rasero a Enrique y a Juan.
Poner límites rígidos o no poner ninguno
Junto a los padres cuadriculados y rígidos, que hacen de
la norma su fuerza, se encuentran los pasotas: familias
donde no existe ni la más mínima disciplina, por el miedo
HJHLYLUSHKPJ[HK\YHHÄYTHU;HU[VSVZ\UVZJVTVSVZ
otros no son tolerantes (aunque es verdad que los primeros lo son por exceso y los segundos, por defecto). Ser tolerante no está reñido con la disciplina, pero es cierto que
debemos saber cuándo podemos transgredir la norma, sin
que sea signo de debilidad. El tolerante es el que se sirve
de la ley, no el que hace de la ley su única razón de existir.
Imponer el orden a través del miedo
Los padres de familia que se apoyan, con exclusividad, en
el castigo para mantener el orden, están “haciendo agua”,
por todas partes. La tolerancia, más bien, se basa en la
propia seguridad y en la seguridad que transmitimos a
los demás con nuestras actitudes y comportamiento. Podemos ser tolerantes en la medida que no tememos que
nuestro yo se resquebraje, ni que vaya a cundir el pánico
alrededor nuestro, si no hacemos cumplir la ley al pie de
la letra.
Claves para educar en la tolerancia
Una actitud tolerante no se aprende por “arte de magia”,
ni tampoco se aprende en la universidad. Ser tolerante
es un proceso dinámico que dura toda la vida. Nunca se
llega a la cima. No obstante, he aquí algunas claves para
progresar hacia esa meta:
Ser tolerante consigo mismo
Gerardo trabaja de administrativo. Lleva treinta años en
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Es el primero que llega todas las mañanas y el último que
se va, si es necesario. Hace unos días por causa de un
proceso gripal no ha podido ir a trabajar. “Me he sentido
muy mal —me decía— pues, aunque es la primera baja
laboral después de tantos años de trabajo, he tenido la
sensación de que he fallado”. Gerardo es un hombre meticuloso, excesivamente puntual y no tolera ningún error,
por pequeño que sea. Hasta sus hijos le llaman “Don
perfecto”.
Gerardo es el prototipo del intolerante consigo mismo. No
admite la imperfección, ni el error, ni siquiera un pequeño
descuido. “Todo eso me pone muy nervioso y a veces
hasta irritable”.
Gerardo, como tanto otros, encuentra la seguridad y la
paz en la norma, el orden, lo establecido, pero esto, en
muchas ocasiones se vuelve contra él, ya que vivimos en
un mundo imperfecto: una simple gripe nos puede estroWLHY\U]PHQLSHYNHTLU[LWSHUPÄJHKV\UH[HZJVUVZW\LKL
OHJLYSSLNHY[HYKLH\UHLU[YL]PZ[HVLSMYPNVYxÄJVZLW\LKL
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es interminable. Por esto la solución no es pretender la
“perfección”, ni evitar todos los fallos, sino asumir la posibilidad del error, y vivir en armonía con ellos y con nuestras
limitaciones.
PROYECTO
La intolerancia no se neutraliza con grandes
campañas publicitarias, sino con una
adecuada estructura familiar y social, que vaya
reforzando la autoestima de las personas.
La meta no está en evitar el rechazo de forma sistemática
(objetivo, por otra parte imposible de conseguir), sino en
aprender a convivir con la desestimación de los demás,
de tal manera que no destruya nuestra autoestima. Por
esto, debemos enseñar a los niños a que sean capaces
de escuchar la palabra NO (una negativa, un desaire, etc.)
sin que se descontrolen.
Inculcar el respeto al otro
Superar el miedo a la intolerancia (=rechazo)
Al otro lado de la tolerancia se encuentran los sujetos pasivos de ese fenómeno. Son todas aquellas personas que
JVUÄN\YHULSNY\WVKL¸Z\MYPKVYLZ¹¸]xJ[PTHZ¹¸THYNPUHdos psicológicos”, que sienten la intolerancia de los más
próximos. Tanto pueden ser padres como hijos, que no
han sabido digerir el “cuanto” de intransigencia, que toda
convivencia genera. Se atrincheran en su “victimación”,
W\LZUVZVWVY[HUZLYJVUZJPLU[LZKLZ\ZKLÄJPLUJPHZ=Pven en ese difícil equilibrio de temor al rechazo (a la intolerancia) y evitación de todo contacto.
Pepi es una mujer de 40 años. Desde muy pequeña se ha
sentido rechazada, desvalorizada por todo su entorno. Se
ha ido construyendo una fuerte coraza y ya no se permite
sentir, para no sufrir. ”Estoy sola —nos dice— pero al menos no me hace sufrir el rechazo de los demás”.
Pepi ha elegido una de las falsas salida ante la intolerancia de los demás: anestesia emocional: “no siento, luego
los demás no me pueden hacer daño”. Desgraciadamente existen muchas Pepis que, huyendo del miedo al reJOHaV ZL LUJPLYYHU LU Z\ [VYYL KL THYÄS ` HOVNHU [VKV
sentimiento y emoción. Viven pero no se permiten sentir y
emocionarse, para bien o para mal, con los acontecimientos cotidianos. A este respecto, recuerdo lo que decía un
autor moderno: “si no rechazas, ni te rechazas, no vives”.
El niño que es torpe en el juego, o que su capacidad artística está bajo mínimos o que tiene miedo a estar solo, no
tiene por qué sentirse discriminado, marginado, o, en el
peor de los casos, agredido con actitudes o palabras.
El grupo familiar debe permitir las diferencias entre ellos
mismos para que también puedan tolerar el resto de las
desigualdades (peso, habilidades, color de la piel, defectos físicos, etc.). Debemos enseñar a los niños, algo que
me decía un viejo maestro de escuela: “debes aprender
a valorar a las personas por su belleza interior (honradez,
solidaridad, capacidad de respeto, etc.)”. Además, es preciso fomentar el respeto hacia el otro, no solamente como
una estrategia para mejorar la convivencia, sino como una
forma de enriquecimiento personal y grupal.
Conclusión
Las tres caras de la intolerancia (la intolerancia hacia los
demás, la intolerancia pasiva y la intolerancia contra sí
mismo) tienen un fondo común: la inseguridad psicológica. Al sentirse débil la persona ataca a su entorno, o bien,
se repliega sobre sí misma, o se autocastiga por no conseguir las metas previstas.
7VY[VKVLSSVWVKLTVZHÄYTHYX\LSHPU[VSLYHUJPHUVZL
neutraliza con grandes campañas publicitarias, sino con
una adecuada estructura familiar y social, que vaya reforzando la autoestima de las personas. Haz la prueba y ya
me contarás, amable lector.
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